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5, La prudencia fa at En efecto, parece propio del hombre 25 prudente el ser capaz de deliberar rectamente sobre lo {que es bueno y conveniente para si mismo, no en un sentido parcial, por ejemplo, para la salud, para la fuer- za, sino para vivir bien en general, Una sefal de ello ces el hecho de que, en un dominio particular, llamamos prudentes a los que, para alcanzar algin bien, razonan adecuadamente, incluso en materias en las que no hay arte. Asi, un hombre que delibera rectamente puede ser prudente en términos generales. Pero nadie delibera 20 sobre lo que no puede ser de otra manera, ni sobre Jo que no es capaz de hacer. De suerte que i la ciencia va acompafiada de demostracién, y no puede haber de- mostracién de cosas cuyos principios pueden ser de otra manera (porque todas pueden ser de otra manera), ni tampoco es posible deliberar sobre lo que es nece- 35 sariamente, la prudencia no podré ser ni ciencia ni arte: ciencia, porque el objeto de Ia accién puede va- 11406 riar; arte, porque el género de la accion es distinto del de la produccion. Resta, pues, que la prudencia es un modo de ser racional verdadero y prictico, respecto de lo que es bueno y malo para el hombre. Porque el fin dela produccién es distinto de ella, pero el de la accion ‘ho puede serlo; pues una aecién bien hecha es ella mis- ma el fin, Por eso creemos que Pericles y otros como 41 son prudentes, porque pueden ver lo que es bueno para ellos y para los hombres, y pensamos que ésta es luna cualidad propia de los administradores y de los 10 politicos, ¥ es a causa de esto por lo que aviadimos e Hérmino «moderaciéns al de «prudencias, como indican. ddo algo que salvaguarda la prudencia. ¥ lo que preser. va es la clase de juicio citada; porque el placer y el dolor no destruyen ni perturban toda clase de juicio (por ejemplo, si los angulos del tridngulo valen 0 no dos 1s rectos), sino s6lo los que se refieren a la actuacion. En efecto, los principios de la accién son el propésito de festa accién; pero para el hombre corrompido por el pla- cer 0 el dolor, el principio no es manifiesto, y ya no ve la necesidad de elegirlo y hacerlo todo con vistas a 20 tal fin: el vicio destruye e! principio. La prudencia, en- tonces, es por necesidad un modo de ser racional, ver- dadero y practico, respecto de lo que es bueno para el hombre.

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