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1. La situacién en el Perfodo Colonial Las escasas fuerzas veteranas que cons- tituian la guamicién permanente del Virreinato del Rio de La Plata y las ‘Bocas agrupaciones de milicia con las ‘que se contribuia a asegurar el servic cio, especialmente en los sectores de frontera més expuestos a las incursio nes del salvaje, no demandaban a la metrépoli sacrificios muy grandes para la provisin de armas y demas elemen. tos bélicos para dichas tropas colonia- les. Ya sea porque el criterio utilitario imperante era sacar de sus posesiones de América el maximo de beneficio con el menor gasto, 0 porque en Ios encargados del Despacho Universal de Indias imperase una despreocupacién ‘asi absoluta por el asunto de poner a las colonias en un pie adecuado de de- fensa—ya los fieles vasallos de allende el océano se encargarian, sin ayuda de terceros, de conservar para la Corona de Espaia una de sus joyas mas pre= ciadas—, lo cierto es que no era ni abundante ni frecuente la remesa de armas y municiones al Rio de La Plata y hasta las pocas que se enviaban 0 fran de segunda mano o su fabricaci no habia sido muy cuidada. Esta situacién, desfavorable para la ficiencia de las fuerzas militares del Virreinato, sé agravé atin mas a princi- pios del siglo XIX, debido a los sucesos cen la metrépoli, a rafz de la invasion de los ejércitos napolesnicos y por el en- carcelamiento de Fernando Vil, anu- lando toda posibilidad y esperanzas de recibir de la peninsula, refuerzos en personal y elementos de guerra, para desbaratar los planes de Gran Bretaia “evicte corona de Comanicsones, fl de Es ta Mayor. Abt de numero realtime ders temas hatin Aetaimente deste ‘Giel est Mager Cone del Eat Argentino CARLOS SETTEL ARMAS DE FUEGO EN LA HISTORIA ARGENTINA ANTECEDENTES Y EVOLUCION DESDE LAS INVASIONES INGLESAS HASTA 1820 - 1* Nota de apoderarse de las colonias de! Rio de La Plata, Sin embargo, el mal no hubiese re- sultado de tanta gravedad si las auto ridades del virreinato, consultando los intereses de la corona y apreciando en su verdadera importancia la dificil si: tuacién en que Espaia se encontraba, con su territorio invadido v, mas que todo, guidndose por el concepto de to do deber y de la responsabilidad que les incumbfa, se hubiesen preocupado de reunir, por cualquier medio y a ta de los mayores sacrificios, los ele- ‘mentos bélicos que la metropoli va no ‘estaba en condiciones de prover en la necesaria cantidad y en tiempo opor- tuno. Mas, el inepto virrey el marqués de Sobremonte— no resultd el hombre providencial de los momentos criticas. Si bien formado en la carrera militar —en la cual sirviera mas de 25 aios—, su larga permanencia en las funciones politicas y administrativas de su go- biemo y de la Intendencia de Cérdoba parecia haber embotado sus facultades de discernimiento para los asuntos de orden militar, impidiéndole prepararse para afrontar con ventaja los eventos que amenazaban sumergir al virreinato cen los horrores de una guerra y hacerlo sucumbir bajo el yugo de una poderosa potencia extranjera Y Ia invasién inglesa de 1808, a pesar de estar prevista desde tiempo atris haall6 a la capital completamente inde- fensa, no porque eareciese de hombres que pudiesen acudir a las armas para rechazar al invasor, sino porque estas eran insuficientes y hasta inadecuadas para la escasa eantidad de tropas que se consideraban en un cierto pie de or- ganizacion. Fue asf que los 129 hombres del Re~ gimiento de Voluntarios de Caballeria, de Buenos Aires —Ios tinicos entre los £600 de las fuerzas efectivas que pudie~ ron presentarse con caballo propio— en vez de recibir la espada, la pistola y Ja carabina que debian constituir su ar- mamento, solo fueron provistos de las dos primeras, con el agravante de que Ja mayor parte de las pistolas carecian de la pieda de chispa (destinada a pro vocar la ignicién de la carga de polvo- ra), y que casi todas las balas eran de un calibre mayor que el arma y tan solo se habfan distribuido cuatro cartuchos por hombre. Fue asi también que los 100 infantes, del capitin Terrada (pertenecientes al Batallén Voluntarios de Infanteria de Buenos Aires), que el 26 de junio mar- charon a caballo a Puente de Galvez, feron apenas anmados de espada y pistola ‘Asi igualmente, acontecié con los ‘ochenta Blandengues, que con otras fuerzas salidas de Buenos Aires op sieron la primera resistencia, una mi- rnima parte de las cuales acudié con espada y carabina, y el resto, tan solo con la primera. Y asi también con los, 120 hombres del Regimiento de Vo- luntarios de Caballeria de la Frontera, ue junto con los Blandengues preten: dieron detener, como si se tratase de tun vulgar malén de indios, la marcha de la aguerida infanteria inglesa, opo niendo, una parte, sus espadas y pisto: las y el resto, chuzas, de que iban pro- vvistos como todo armamento al ser re tirados de la linea de frontera que guar necian, E] éxito de la Reconquista de Bue nos Aires, mas que al efecto mortifero de las armas, se debié al valor y a la tenacidad de los habitantes, que en ‘masa secundaron la accién de las pocas, fuerzas de Liniers, acompaiiando ¥ ani mando a los combatientes y arrebatan- do las armas a los caidos, para ocupar sus puestos. Mas a pesar de este triunfo decisive la situacidn no habia mejorado para los valientes defensores dela capital Cierto es que la reserva de armas, es pecialmente fusiles, habia aumentado con las que pudieron ser tomadas a las tropas de Beresford, a consecuencia de su capitulaeion, el 12 de agosto de 1806. Pero aquellas no aleanzaban a Iienar las necesidades, especialmente en vista de los poderosos elementos ue Inglaterra acumulaba en la Banda Oriental —cuya capital debio rendirse el 3 de febrero del ano siguiente, ante el asalto de las tropas de Auchmuty—, para intentar nuevamente la ceupaeién, Ge Buenos Aires. “Los ingleses, en los dias en que fue- ron duetios de Buenos Aires, manda- ron a su corte mds de 4.000.000 de pe- 403 fuertes, que encontraban en la Te- soreria del Rey y barrieron con los de- mds que habia en las rentas de tabaco, diezmos, eteétera, de manera que no hhabta un peso del Rey con que atender 4 los ingentes gastos que demandaban los preparativos para dicha defensa” (Memorias_y autobiogrfias, publica- cidn del Museo Histérico Nacional, Tome I). A pesar de su gravedad, este incon- veniente pudo ser salvado merced a los esfuerzos del Cabildo de Buenos Ai- res, @ las contribuciones de sus habi- tantes y a los miltiples donativos aue se recibieron de los dems pueblos del virreinato y aun del Peri y Chile. Pero especialmente del Cabildo de Buenos Aires que, “supo conducirse con el honrado vecindario y habttan- tes de este pueblo”, de modo que to- dos, a porfia, daban dinero cuanto el Cabildo pedia y los que no tenian offe- cian sus brazos para la defensa que se intentaba. Con estos auxilios, el gene- ral Liniers desplegé su eneraia y acti- Vidad. EI se hizo de curenas para los cafiones, de municiones, pélvora y ar mamentos de que se eareeia, venidos en su mayor parte de Chile, Lima y de las provineias, cuyos ausilios sole citaba. Finalmente, viéndose sin tro- pas y sin esperanzas de que la Corte de Madrid se las enviase, pues ya hax bia contestado que se defendiese co- mo pudiera, forme dilerentes cuerpos de milicias urbanas. Todos estos esfuerzos obtuvieron su recompensa en el ao siguiente, cuat- Go todo el pueblo de Buenos Aires desbarat6 la segunda invasién ingle: sa, en las brllantes jomadas de la de- fensa. Pero siel resultado de esta ope- racién habfa sido considerable, no po- ia ser juzgado definitivo, ni conside- taba para el futuro la fntegracién de las posesiones espafiolas en el Rio de 1a Plata pues, conocido el earicter per tinaz y tesorero de Gran Bretafa, de- bia preverse la repeticign de la tenta- tiva de apoderarse de la capital del Virreynato, que esa potencia juzgaba tan necesaria para la expansién de su comercio en esta parte del Conti- nente. La situacién en que, después de los acontecimientos de i807, quedé la Ciudad de Buenos Aires respecto de la disponibilidad de armas para pro- veer a las numerosas milicias de in- fanterfa, que conservaba en servicio a previsin de los temidos eventos, no era muy favorable, Tan es asf, que el Cabildo de Buenos Aires, en la re nién del 31 de julio de 1808, “re- flexionando cuan corto es nuestro mi- ‘mero de armamento, el deterioro en que por su mucho servicio estd este, y ‘euan infructuosa han sido hasta art las reclamaciones hechas con reitera- ccién para que se nos auziliase desde a metrépoli,y ain los encargos repe- tidos que con igual objeto se les ha hhecho a los diputados a apoderados de este Cabildo en la Corte”, acorda- ron dirigir —previa la venida del vi- rrey Liniers (Archivo General de la Nacién, Acuerdos del extinguido Ca- Dildo de Buenos Aires serie LV, tomo TH, afos 1808 y 1809, pig. 163) un oficio al Real Consulado de Gil pi- diéndole la compra de fusiles y otros elementos de guerra por cuenta del Cabildo de Buenos Aires. Por tratarse de un documento poco resulta interesante transeri= en su tolalidad: “La necesidad de armar a este vecindario para arro- jar al enemigo y repeler sus posterio- res ataques ha descubierto la esca- 03 y falta de armas de fuego en todas las provineias reunidos @ toda costa cuantos fusiles pudieron encontrarse, agregadas los que nuestros volunta rios han arrancado de manos de los enemigos, apenas ascienden al niime: 179 de seis mil, y éstos tan deteriora: dos ya por las anteriores acciones jervicios continuos, que a cuda paso 6s indispensable su recomposicion, Guiza serdn de muy poca 0 momentd- nea utilidad, en otro nuevo ataque, de suerte que vemos inutilizados el patriotismo y entusiasmo de innume- rables vecinos por falta de armas con que aprovechar y preparar sus dispo- “La critica circunstancia de nues- tra situacion presontard a V.S. la me- dida de la afliccion a que esta falta nos reduce: desde ta gloriosa ‘con ‘quista de esta ciudad nos hemos visto amenazados diariamente de nuevos y mayores peligros, y cuando deberia- ‘mos aumentar los preparativos de nuestra defensa, quedamos reducidos 4 los mismos principios que obraron la primera, encomendando al heroico valor de nuestros voluntarios, espe- ranza que no podian fiarse a la corte- dad de su nimero.” ““Apurados todos los arbitrios y ma- nifestado por los magistrados y jefes 1a absoluta imposibilidad de todo re- medio, se dirigié este Ayuntamiento 4@ Su Majestad representdndole la pe- ligrosa situacién a que por falta de ‘armas estén reducidas estas provin- ccias, y suplicdndole se digne a admi- tir un repuesto de fusiles con que po- der armar el mimero de hombres ne ‘eesarios y poner esta ciudad y sus eos- tas en estado de repeler las nuevas invasiones de que estamos amena- zados.” “Esta reverente stiplica se ha ele- vado a Su Majestad por diferentes rministerios, se ha repetido por cuan- tas vias se han proporcionado, se ha instruido a los apoderados y agentes de Cabildo ta promuevan y agiten con la preferencia debida a su impor- tancia: pero hasta ahora no se ha ob- tenido resultado alguno, ni atin noti- cia de su despacho, aumentindose nuestro desconsuelo al ver frustrado el recurso a que habiamos vineulado nuestra ultima esperanza “El Cabildo no puede recordar sin ternura el triste espectaculo que se le presentaba en los ataques del 12 de agosto de 1806 y 5 de julio de 1807. Hombres desarmados se presentaban con intrepidez en lo mds vivo del combate, esperando a que la muerte de sus hermanos les proporcionase armamentos para sustituir su lugar; y estos rasgos herdicos (que se repetian 4@ cada paso) conoeerd V. S. euanta sangre se hubiera evitado si, armado el competente nsimero de vecinos, hu- Diera encontrado el enemigo la fuerza reunida y no como ha sido preciso oponerla sucesivamente.” “La triste imagen de nuestro apuro se renueva a proporcién del préximo riesgo que nuevamente nos amenaza. Desde que legs el Principe Regente de Portugal a sus Estados del Brasil, hha manifestado las miras més pérfidas respecto de estas Provincias, ha lle- ado al exceso de atecar descubier- tamente nuestra fidelidad, y, conoci- das las intenciones que to animan, ‘creemos que con los refuerzos de tro” pas inglesas que se anuncian, combi nard una nueva inoasion mds temible que las anteriores. 'V. S. conoce la diferencia que hay entre “un desembarco de enemigos que viene de paises remotos v los ata- ques de una potencia rayana (timitro fe): pues, si en el primer caso puede reducirse a uno 0 dos puntos la resis- tencia, en el segundo es necesario atender a la inmensidad de nuestras ‘campaias diferentes poblaciones de ellas, aumentando las fuerzas a un ‘estado que sujra las divisiones nece- sarias para contener las incursiones que por-distintos puntos puede vert- ficar ef enemigo:'y aud esperanza ‘puede haber de conciliar tan diversas @ indispensables atenciones con un corto armamento que, sin los extraor- dinarios esfuerzos del vecindario, ha- bria sido insuficiente para defender el mas pequeno recinto?” “St fuera expresa voluntad del So- berano conseroarnos en situacidn tan apurada, nos resignartamos gustosos, esperando repetir con nuevos y max tyores sacrificios las distinguidas prue- bas de nuestra fidelidad; pero esta- mos persuadidos de que no puede ser Su intencién conservar indefensos a los que solo piden armas para emple- arlas en su servicio. Creemos que, 0 no Hlegaron al Trono nuestros clamo- res, 0 las gravisimas atenciones de la metrépoti no dieron lugar al despa- cho de unos socorros tan necesarios para la conservacin de una provi ‘cia que ha comprado com su sangre la zloria de no separarse de la domina- cin de su amado Soberano; y.espe ramos que nada serd mds conforme a sus intenciones y a nuestra obliga- cién que allanar por todos medos los obstéculos que pudieran turbar el {fruto de nuestros sacrificios.” “Al efecto acordado este Ayunta- rmiento encomendar al colo de V.S. la provisién de unos auxilios de que ab- solutamente carece y que le son tan indispensables, y, encargendo como fundamento de toda gestion y dili- zencia el previo beneplacito y apro- bacién de su Majestad, suplica a VS. se sirca comprar diez mil fusiles es- ;parioles buenos, de poco o ningtin uso con sus respectivas hayonetas y seis cajones de piedra de chispa, los cua- les repartidos en tres bareas de vela latina, deberdn dirigirse al establect- miento de Patagones, costa al sur de esta Capital donde hallardn los opor- tunos avisos para continuar su viaie a estas balizas, si no hay impedimento, © para darlo allt por cumplido si al- xin bloqueo enemizgo imposibilitase su entrada, en inteligencia de que el pago principal, costos y fletes de aquel armamento queda asegurado por los fondos del Cabildo y con los de los eapitulares que en el dia lo ‘componen”. (Archivo Gral. de la Na- cin, Antecendentes politicos. econé- micos y administrativos de la Revolu- cién de Mayo, Tomo I, libro 3* pig. 90). Naturalmente que dada la situacion seravisima por la cual atravesaba la pe- nninsula —ya que la guerra encendida cen todo su territorio contra los ejérci- tos franceses invasores absorbia toda Ia atencién de las autoridades y los recursos integros del pals, especial- mente en armamento—, el pedido del Cabildo de Buenos Aires relative a la compra de diez mil fusiles no fue con- siderado, y los sucesos del mes de Mayo de 1810 encontrarian 2 la Capi- tal del Virreinato, en Io que tenia a- tingencia con sus disponibilidades de armas, en condiciones ms afligentes atin que las deseriptas en su oficio del 31 de julio de 1808 al Real Consula- do de Cadiz y esto, precisamente, cuando el programa de la revolucién cexigia a la Primera Junta Ia organiza- ion de numerosas’ fuerzas armadas, no solo para apoyar el pronuncia miento de los pueblos hasta en los puntos extremos del Virreinato, sino también para proteger la capital y sus ‘costas contra los reaccionarios de Montevideo, que habian desconocido 2 las autoridades surgidas del movi- miento emancipador del 25 de mayo. 2, La situacién al estallar la Revolu- ‘cién de Mayo Era preciso tener en la capital nume- rosas fuerzas de reserva, tanto en la defensa y seguridad de la misma con- tra tentativas de los realistas que do- minaban Montevideo, como para re- forzar las columnas de operaciones y poder, en caso necesario, organizar ‘otras expediciones con nuevos obje- tivos. Debiase, por itimo, estar en condi- ciones para armar buques corsarios », ‘orwanizar una escuadrilla que asegurae se la libertad de navegacién en el Rio de la Plata y sus afluentes, contra las empresas de las naves espaiiolas sur- tas en el puerto de Montevideo, arti- Nando con el mismo fin algunos pun- tos de las costas maritimas y fluvial, y para poder enviar auxilio especial- ‘mente a la Banda Oriental, del Alto Peri y de Chile, con el fin de que pudieran cooperar en la campaiia de ‘emancipacién americana, Particularmente dificil, en los pri ‘meros meses de In Revolucion, se pre- sentaba el problema de la rounién del necesario armamento mediante adqui- siciones en el exterior, no solo por la tescasez de dinero, sind también —da- do que se podia hacer uso del crédi- to— por la dificultad de hacer llegar las armas al puerto de Buenos Aires si la escuadra espafiola hubiese decre- tado el bloqueo del Rio de la Plata Cierto es que siempre quedaria el recurso de hacer desembarcar el ar- ‘mamento en un puerto de Chile, para traerlo a Buenos Aires a través de la Cordillera 0 en el establecimiento de Patagones. Pero en ambos casos, ade- mas de resultar lento y dificil el trans- porte terrestze, se aumentaban los gas- tos en una suma importante. ‘Sin embargo, estos inconvenientes, a pesar de su gravedad, no perturba- ron a los hombres que componian el primer gobiemo patrio, pues com- prendieron que el deber del momento era de poner en juego todos los me- dios posibles para abastecerse de las ‘armas necesarias, sin las cuales resul- taba estéril cualquier esfuerzo destis nado a hacer triunfar la Revolucion. 3. Las armas para los ejércitos revo- Tucionarios Resuelta la Primera Junta, como se ha visto, a salvar las dificultades que ya en los primeros dias credbale la esca- sez.de armamento, fue adoptando una serie de resoleciones que, por su ca- rricter especial, pueden ser agrupadas cn las tres categorias siguientes. ‘¢ Medidas de emergencia dictadas ppara Ia rounién de las armas existen- tes en el pais. ‘© Adquisiciones en el exterior. Fabricacién propia de fusiles, ca- ones, pélvora y armas blancas. 3.1. Medidas de emergencia El 28 de mayo de 1810 —el mismo dia en que se firmaba el decteto cro- ando el Ejército Argentino por la transformacién de los enerpos de mi- licias de la capital en unidades vete ranas y por la elevacién a Regimien- tos de esos Batallones de Infanteris— la Junta provisional gubernativa dicts tun bando por el cual fijaba el término preciso y perentorio de cuatro dias para que “toda persona particular. de cualquier clase y condicion, que ter ‘ga on su poder uno o mds fusiles, pis- tolas, sables 0 espadas pertenecientes al Rey, ocurra a entregarlas o a dar ‘aviso @ la Comandancia de Armas”. amenazando con “hacer efectivas las providencias mds serias contra os ‘que las ocultan y retuvieren”, v dis poniendo que a los denunciantes de Jas personas que no hubiesen dado cumplimiento al bando, se les er ‘earia con 4.pesos por fusil, 2 por pis- tola y 1 por cada sable 0 espada En el decreto del 28 de mayo a que se hace referencia, creando el Ejérci- to Argentino, existian las siguientes prescripciones relativas a armamento: VI. Los comandantes de los eu pos ocurrian al mismo sefior Azcuéns 2a —que era tno de los voeales de la Junta— para que les haga entregar en Ja Armeria Real el niimero de fusiles correspondientes al niimero de hom- bres que se vayan aumentando. VIL Estando igualmente encar gado el sefior Azcuénaga de activar y velar con la especialidad los trabajos Ge la Armeria, se les dara razon de los fusiles descompuestos que se intro duzean en ella, para que apresure su compostura y devolucién. VIII. Los alealdes de barrio, comt sionados y vecinos que tratasen de evolver las armas que se han exigido por bando, hardin la entrega en Ia casa del seftor Azcuénaga, por cuyo con- ducto se impartirin las érdenes rela- tivas a esta importante materia Resultarfa asf que el procer de la Revolueién D. Miguel de Azeuénaga fue el primer dizector 0 encargado de un establecimiento militar de armas, como era la Anmeria Real. El dato puede resultar util a la actual Direc- cién General de Arsenales de Guerra, si estima un acto de justicia honrar la memoria de aquel patriot. Parece que esta medida no debis, dar mucho resultado, pues la Junta Gubernamental juzg6 necesario un segundo bando el 14 de junio, esta- bleciendo un nuevo plazo de 24 horas para la entrega de aguellas armas y fijando, esta vez, penas muy severss: el decomiso de las armas, el destiesro de los infractores y una multa de 25 pesos por cada ama. “sin que valga excusa, ni por fuero, ni por privilegio, para impedir el reconacimiento. El 11 de agosto se promulg6 un ter cer bando, de aleance més amplio esta vez, pues se ordenaba la entrega de toda arma de chispa, sea carabina, opeta o pistola de particulares, de cualquier clase que sean, en el térmi- no de 48 horas, declarndose expresa- mente comprendidas en esta resolw- cién todas las armas de venta que se hhallen en tiendas, almacenes 0 cual- guier otro mercado ... teniéndose en- tendido que todo individuo que no fentregue voluntariamente, en el tér- mino prefijado, las armas pedidas, serd tratado como mal patriota y sos. pechoso al gobierno”. Tratabase aqui de una lisa y lana expropiacion y, para legitimar esta ura- ve medida, la Junta provisional gu- bemativa explicaba en el mismo de- recho que, “no siendo suficientes los armamentos que se ha proporcionado esta Junta desde el principio de su instalacion para la completa seguri- dad de esta capital y territorio de su dependencia, ha resuelto hacer uso de las facultades inherentes a todo gobierno, para tomar en semejantes casos las armas de los particulares y destinarlas a usos que deben redun- dar en su propio provecho” ero tantas eran las necesidades de armas y tan grandes las dificultades de procurirselas en breve tiempo, que la Junta no se limité a la requ sa de armas en capital, sino que la extendié a otros puntos del territorio, pidiendo al alecto a los cabildos que enviasen a Buenos Aires las armas ur tuviesen en su poder y las que ‘entregasen los particulares. Otra medida de emergencia adopta- da por el Gobiemo fue la de disponer que todos los sargentos del Ejército uusasen alabardas en lugar de fusiles, los cuales podrian ser entregados a otros tantas soldados. Y para evitar susceptibilidades, explicaba en el mis- mo decreto que aquella arma “la usa ron antiguamente las tropas espano- las y on el dia las inglesas” (Decreto del 10 de agosto de 1810. Esta dispo- sicién debié subsistir hasta 1817, fe- ccha en que ol roglamento aprobado ten octubre del aio anterior, estable- cia que los sargentos usarfan un fusil corto, Hevando la bayonets siempre armada). 3.2. Adquisiciones en el exterior A pesar de la escasez de diner y de las dificultades que se_presentarian para hacer llegar basta Buenos Aires el armamento que se pudiese adqui- fir en el exterior, el Gobierwo central Gecidié comer el riesgo de gastar has- ta el altimo centavo disponible, para salvar la afligente situacion de la es casez de annas, que diariamente ad- quirfa mayor gravedad. No se trataba inicamente del fo de la Revolucin en todo el vine rato, La consolidacién de los éxitos {que se obtuviesen contra las fuerzas realistas en el Alt Peri y en la Banda Oriental y sobre los seaccionarios del interior, exigian alejar de las proximi- dadles de las fonteras del tensitoio to- dda amenaza de una invasién para res- tablecer las autoridades peninsulares depuestas por el movimiento de Ma yo. Chile, especialmente, necesitaba Ser auxiliada para quo sus anhelos de libertad no se viesen defraudados,su- ceummbiendo por falta de armas —ya aque no de brazos y corazin— ante los olpes de las expediciones que el vi rrey de Lima enviaba para castigo y escarmiento de los insurrectos. En la libertad de Chile —come bien lo en- tenderia San Martin seis afios més tar- de, al prepararse para cruzar los An des— deseansaba la libertad de las Provincias. Unidas. La Junta de Gobierno de aquel pais, cen oficio del 26 de noviembre de 1810, después de proponer a la de Buenos Aires una Confederacién de Gobier- nos para la defensa general, solicita- ba en los siguientes términos el ur- gente envio de armas. “Sensibles y reconocidos a las ke- nerasas expresiones con que V. E. nos fofrece todas los recursos que se ha- len al alcance de su poder y corres- pondiendo con igual sincera oferta, (que no desmentirdn las ocurrencias, hacemos uso de su franqueza para in- teresar el respeto de V. E. a fin de ‘que, los que actualmente tenga V.E. 425u disposicin, viniendo con la posi- ble brevedad y comunicdndonos su valor para cubrirlo en el dia, se nos faciliten seis mil fusiles y mil pares de pistolas; este auzilio es urgentisi- ‘mo, aunque muy pequerio en las crf ticas circunstancias en que nos halle- zis, como también un maestro para fundicién de caiiones y otro de ramas de chispa, si pudteran encontrarse de notoria y experimentada pericia” Como se comprenderd.ficilinente, este pedido no podia haber llegado fen momento més desfavorable, dada Ia situaeidn que atravesaba el sobier- no argentino en lo que a la disponi- Dilidad de’ armas se tefiere. Vidse, ues, obligado a contestar, en oficio del 30 de diciembre, que “ha sido muy sensible @ esta Junta no poder ‘satisfacer los deseos de VE. en orden ‘al armamento sobre que. se insinia; sin embargo, queda ejecutada la con trata, de que acompana copia, y mar chando a Londres con comisiones tm- portantes el secretaria Dr. D. Maria- no Moreno, uno de los primeros en- cargados en hacer respetar a V.E., y pproveerlo de todos los armamentos & imprenta que desee” La contrata a que se referfa el go- bierno argentino habia sido hecha con D. Alejandro Graves para la provision de ocho mil fsiles a la Junta del Go- biemno de Chile. Se ignora el resulta- do (las notas cambiadas por los go- biernos chileno y argentino, a props- sito del pedido de armas, figuran en las paginas 49, 56 y 58 de la obra “Do- cumentos referentes a la guerra de la Independencia y Emaneipacién poli- tica de la Repiblica Argentina y de otras secoiones de América, a que cooperd desde 1810 a 1828", Archivo General de la Nacién). El doctor Moreno, a'su vez, aprove- charia su viaje oficial a Inglaterra para tratar con el gabinete de Gran Brota- fa asuntos de “trascendencia politi a, principalmente sobre el modo cé- mo debian solicitarse y obtenerse las armas que solicitaba el pais”. Mas no pudo Henar sit mision, va que falle: bordo del buque que lo condu- cia. El hermano del précer D. Manuel Moreno, que lo acompaaaba, yD. To- mas Guido trataron de Ievar a buen témino la tarea que los condujera a Londres, pero los cambios producidos durante ese tiempo en el gobierno ar- entino esterlizaron los trabajos de los comisionados, recibiendo Manuel Moreno en marzo de 1812, una orden de Rivadavia (Secretario del Tru rato) de regresar a Buenos Aizes (Ar- chivo General de la Repibliea Argen- tina, Publicaeidn dirigida por D. Adol- fo B. Carranza. Segunda serie, Tomo VII, pix. 263). No se hallaron otvos antecedentes acerca del resultado de las gestiones para conseguir armas en Inglaterra en 08 dias, ni de la importancia de la adquisicién que se pensaba realizar, Datos mis completos, en cambio, se encontraron sobre la compra de fusi- les realizada en 181), en los Estados Unidos de América. 5 de junio del afo iniviado, D. Juan Pedro Aguirre fue comisionado por el gobierno argentino para ac fir en la Repiblica del Norte “diez sil fusiles, cuatro mil carabinas 0 tercerolas, dos mil pares de pistolas, acho mil espadas o sables y un milldn de piedras de chispa, con facultad dé extender los contratos hasta cuaronte yun mil fusiles”. Por todo dlineta se entre’ al comi- sionado Aguirre la suma de veinte mil pesos, de los cuales, una vez deduci dos los gastos de viaje, Metes, den chos de aduana, falta de pago de wna Tetra que Hlevaba sobre Filadelfia, el cétera, quedé liqnida la suma_de 11.690 pesos, cantidad que, comple- tada hasta quince mil pesos con dine- + propio, permitié al comisionado la adquisicion a los sefiores Miller y Wambor de slo mil fusiles ¥ 365.000 piedras de chispa Esto fue lo sinieo que pudo enton- ‘ces comprar Aguirre, pues otra oferta por eantidad mayor, hecha por Mister Gerach y aprovechada por el gobierno de Washington (y para euyo pago bas- taba con la garantia de un comercian- te de Buenos Aires), fue desestimada por el gobiemo argentino, que, con fecha 8 de octubre de ISI). envié ast comisionade la orden de “no dara sw comision mis latitud que la que per ritiesen los fondos de su poder" Los mil fasilesv la piedas de chis: pa, adquiridos por Aguirre, Hegazon felizmente al puerto de la Ensenada 1 13 de mayo de 1813 (datos conten dos en la declaracién de Juan Pedro Aguirre) Brrineamente informado el gobier- no de Chile sobre la importancia de la compra realizadu por el gobiemo ar- entino en los Estados Unidos, le rigié el 10 de junio de 1812 un oficio pidigndole mil fusiles, quintentos par res de pistolas y quinientos sables, de la “gran partida de armas” reeibida del pals del norte “Tampoco esta vez pudo el xobiero angentino satisfacer el pedido de ar- tmas de Ia nacién vecina pues la uefa eantidad comprada por Aguirre era insufieiente para sus propias ne~ cesidades mas premiosasy en este sentido fue la contestacidn ue, muy a pesar suyo, debis enviar al gobierno chileno. ‘Otro detalle sobre la adquisieién de armas en fibricas extranjeras data de ines de 1815, época en que lu situa cion respecto del armamento ya no podia considerare tan destavorble como en los anos anteriores, pues ade- mis de lo que produetan las fibricas de fusiles establecidas en Tucumin y fen Buenos Aires, habiase obtenido un abundante botin en la Plaza de Mon: tevideo, rendida en junio de ano ante- Hor El 15 de diciembre de 1815, en efee- to, el gobiemo pide al Cabildo de Buenos Aires que con los fondos o- smumales adquiert 1500 fuses, mis dos mil sables, doscientos barriles de pélvora y otros articlos de guerra le- sados a la Ensenada, por no disponer de fondos en las areas del Estado, Siendo también afligente la situs idm de las finanzas municipales, los miembros del Cabildo resolvieson sus- cribir de su peculio Ia suma de diez mil pesos, que entrezaron al gobierno para el fin especificado, pudiéndose de este modo realizar Ia compra de fuquellas armas (Acuerdos del extn suido Cabildo de Buenos Aires, Sere 4, Tomo VI, afos 1814 y 1815, piss 60 y 694) 3.3 Fabricacién en el pais de fusiles, ccaliones, pélvora y armas blancas Corresponde estudiar ahora la parte muis interesante del t6pico relaciona: do con a provisién de armas a los Ejércitos de la Revolucién, por cons ‘tmuir un ejemplo de lo que puede ob- tenerse, aun con medios sumamente preearios, cuando la fe inquebrants ble en los propios destinos ¥ la firme resolucién de veneer dificultades, a primera vista insuperables, guian y sostienen a los que estin compenetn dos de la grave responsabilidad que reeae en las elevadas funciones de go- bierno, Cusintos comentarios risuenos y sa tiricos no hubiese provocado en la metrépoli el visionario que, auscultan- do las aspiraciones del elemento nati- vo de las colonias de América, hubie- se manifestado a los incrédulos corte- sanos, pocos afios antes de producirse el movimiento emancipador de 1810, que los fieles, pacificos e indolentes vasallos del Rio de Ia Plata eran capa ces, no solo de actuar en el concierto universal con entera preseindeneia de, la autoridad de la corona de Espana, dandose un gobierno propio, sino has: ta de crear industria, hasta entonces desconocidas en. suelo americano, que junto con la libertad politica les ofreceria una relativa independencia econdmica, especialmente en aque- Hos articalos cuya libre y segura en: trada desde el exterior deberia quedar dificultada por el estado de insurree- cin, Y mis risuenos y satiricos se hax brian mostrado los incrédulos corte: sanos si ese visionario se hubiese a trevido a anticiparles también que esos pacificos vasallos antes de cejar en su empeno de crearse una patria libre si pretendiesen santificar sus esfuer- 208 y sacrificios en la lucha de eman- cipacién y demostrar, al mismo tiem- po, a las civilizadas naciones de Euro- pa que quienes hacian caso omiso de su cooperacién, bastindose @ si mis- mos hasta en la construceién de las he: rramientas para elevar el edificio de la’propia nacionalidad, bien merecian ‘ocupar un puesto entre los pueblos li bres. Posiblemente, en los hombres que integraban el Primer Gobiemo no predominarfan consideraciones de es- ta especie cuando abordaron el pro- blema de establecer en el pats fib: cas de material de guerra de toda es- pecie. Fue la dura necesidad la que obligé a intentar la ardua y completa mente desconocida tarea, va que ante la imposibilidad o dificultad de obte- ner del exterior, en tiempo oportuno ¥ ‘en la cantidad precisa, las armas y mu- niciones con que abastecer a sus ejér: citos, no les quedaba otro arbitrio que buscar de abastecerse a si mismos tam bien en la parte militar, como va lo habian realizado en la linea politiea v administrative. Ursa, especialmente, la fabricacion’ ‘en gran escala de fusiles, no solo por ser el arma de més ficil deterioro y de mis numerosas pérdidas en un com: bate desgraciado, sino porque la in- fanteria debia ser el arma preponde- ante en Ia constitucion de los ejérei- tos de operaciones v en la organiza cign de las milicias del territorio. Cierto es que se carecia de perso- nal técnico especializado, lo que na- turalmente habrfa de redundar en perjuicio de una efieaz y ripida orga nizacion del trabajo y de un aprecia- ble rendimiento en el primer tiempo de la instalacién de las fébricas Pero se esperaba, con fundamento, que vencidas las dificultades qi acompafian a toda iniciacién en fun- ceiones poco conocidas, y merced a la constancia, dedicacién y patriotismo del personal, se lograria después un resultado que compensase los gastos y sactificios. 3.3.1. Fabriea de fusiles en Tucumin En los primeros dias de noviembre de 1810 -es de presumir que el dia 4— Ia junta de gobiemo resolvid estable- cer en la ciudad de Tueumén una fi brica de fusiles. Eran los dias en que la Expedicién Auxiliadora enviada al Alto Peri (hoy Bolivia) a las érdenes del coronel Ortiz de Ocampo ejecu: taba la parte mas ardua de la empresa, apresurando sus marchas espoleada por las drdenes perentorias que le le gaban desde Buenos Aires. Su progre- sivo alejamiento hacia el norte au mentaba de dia en dia las dificultades para ser provista con rapidez de las amas y municiones que eran exigi- das, no solo por el aumento constante de los efectivos —su fuerza habfase mas que triplicado desde su salida de Buenos Aires y se esperaba incorpo- rar atin varios miles de hombres en las provincias del Alto Peri—, sino tam- bien por la inmineneia de combates con las huestes realistas, que se pre- paraban para impedir el avance de los insurgentes, mis all de las fronteras de Salta. Grandes esperanzas depositaba el Gobierno Central en el estableci: nto de la fibrica de fusiles en Tu- man. El desarrollo del programa de olucién deberia evar natural- vente a las expediciones patriotas — 2 generalizado el pronuncia- en los pueblos del Alto Pert y dir, al mismo tiempo, que las autori- dades virreinales pudiesen enviar ex- pediciones a este lado del Desagua- ero para sofocar la insurreccién del Alto Peni y destruir los gérmenes de las nuevas ideas de libertad. Independizando de la capital la provisién a las tropas del Norte de to- do lo referente a material de guerra — pues més tarde también se emprende- rfa la fabricacién de caftones en Jujuy y de polvora y armas blancas en Cor- doba— al mismo tiempo que se apre- suraba la provision de esos articulos « las Fuerzas de Operacfones del Nor te, se dejaba disponible la existencia de armas y las que se fabricasen en los establecimientos que funciona rfan en Buenos Aires, pars prover a los ejércitos que actiasen en teatros de operaciones més préximos « la ca- pital, o conectados con esta por ineas de Comunicaciones mis féeiles (la Banda Oriental, el Paraguay, eteétera). La ubicacién de esta primera fibri- ca en Tucuman podfa, sin embargo, Megar a ser desventajosa si los Ejérci- tos Patriotas sufrian un serio contraste en el Alto Peni y si los Realistas lo graban penetrar en la provincia de Salta, para continnar desde alli hacia el vecino tertitorio tucumano, pues entonces exisiriael peligro de que el adversario intensificase sus esfuerzos para apoderarse de la ciudad, donde faneionaba la fabrica de fusiles, afin de destruir sus instalaciones. Mis esta posibilidad no fue consi derada por la Junta de Gobiemo por creer, tal vez, fuera de todo eéleulo una derrota de la Expedicion Auxilia- dora e irrealizable un avance de los realistas en tren de invasion a Ia pro- vincia de Salta Sin embargo, la derrota de Huagui 6 Juraicoragua’ unio de 1811) y la consiguiente evacuacién del Alto Pe- ri hicieron temer al nuevo gobiemo del Triunvirato, a principios de 1812, como posible aquella desaraciada eventualidad y, en consecuencia, e 27 de febrero de ese af, enviaba al brigadier Pueyrredén —que se halla- bba en Jujuy con los restos del derrota- do ejéreito— instrucciones sobre la conducta a seguir, uno de cuyos pi- rrafos estaba asi concebido: Sila su- perioridad de las fuerzas de éste (refi- riéndose al Ejército Realista de Go- yeneche) le hiciese dueito de Salta y sucesivamente emprendiese, como es de inferir, la ocupacién de Tucumn, tomard V. 8. anticipadas disposicio- nes para transplantar a Gérdoba la fabrica de fusiles que se halla en aquel punto’ A pesar de ese criterio del gobier- ‘no —que era conocido por el general Belgrano, por habérsele entregado una copia de las instrucciones envia- das a Pueyrredén y por rezar lo mis- ‘mo las instrucciones reservadas que a 41 se le entregaron— cuando se hizo cargo del Ejército del Alto Peri y de- Did retirarse hasta Tucumdn frente al avance del ejéreito de Pio Tristin, no: pensé en trasladar a Cércoba la fabri- ca de fusiles, como tampoco quiso cumplir la orden perentoria del go- biemo de seguir la retirada con el ejército hasta el mismo punto. La fi- brica continué funcionando sin inte- mupeién en el arreglo del armamento del ejército, aun en los dias en que las huestes de Tristin Hegaban a los, aledatios de la ciudad. La doble pre- Visién de Belgrano, o més bien su do- ble desobediencia, salvé los destinos de la Revolucion, Se calcula que el funcionamiento de le fitbrica de fusiles de Tucuman quedaba asegurada por Ia existencia fen sa tertitorio de la materia prima necesaria —maderas y metales— y por el entusiasmo con que sus habi- tantes habian abrazado la causa de la Revolucion, ‘A don Clemente de Zavaleta fue ‘eonfiada por la Primera Junta la tares de establecer en Tucumén la Fabrica de fusiles y de dirigir su fimeiona- miento, recibiendo al efecto el titulo de Protector. ¥ para que hubiese con qué atender a los primeros gastos de Ja instalacién, el gobiemo central en- vi6, el 5 de noviembre de 1810, el si ‘niente oficio: ‘efior Ministro Principal de las Reales Cajas de Salta y al Serior Mi nistro Tesorero de (a Caja fordnea de la Ciudad de Tucumén: Habiéndose ‘encomendado a D. Clemente Zabale- ta, vecino de esta ciudad, el estableci miento de wna fabrica de fusiles por cuenta de Su Majestad, ha resuelto la Junta se prevenga a Vm., como lo eje- cuto, franquee al mismo individuo to- dos tos fondos de la Real Hactendo que pidiese al_ efecto (Publicacion Girigida por Adolfo P. Carranza, Ar- chivo General de la Republica Argen- tina, Segunda Serie. Tomo 1, pag. 38). Liegado a Tucumin e iniciadas las primeras tareas de la instalacién de la fabrica, el Protector Zabsleta dirigié €1 28 de diciembre de 1810 una pro- lama a los “hijos y moradores del pueblo mds patriota, pundonoroso y Circunspecto”, para explicarles el al cance de la medida dispuesta por el aobiemo y los benefiecios que el fan- cionamiento de la fibrica reportaria a los habitantes de la ciudad. Siguiendo el estilo ampuloso de Ia epoca, el autor de la proclama, des pués de manifestar el orgullo patrio: tica de que se hallaba poseido por el hhonroso argo que la Junta le eonfia- ra, se emperiaba en convencer a los Tectores de las ventajas y los privile- giios que, para la ciudad de Tucuman, entrafaba la eleceidn en ella recaida. “Es necesario carecer no solamente de aquellas luces w conocimientos sin- gulares reservados exclusioamente a los sabios, sino también a lo menos que suministra la razén natural a tos ‘que tienen el talento a lo menos de saber consultarla, para no echar de ver la infinidad de ventajas politicas ‘que resultan a nuestro suelo natalicio do una obra puiblica tan considerable. Me ahorro, pues, de puntualizarla, dejando a tos edleulos de vuestra prue dencia y diserecidn su individual y exacto detalle. Observemos edmo la referencia que ha dado el gobierno a esta ciudad con respecto a las cir- cunvecinas y demas pueblos de su do- minacién. Acaso las ventajosas pro- porciones de su localidad, feracidad de su suelo, abundancia de seloas y ‘otros materiales necesarios para tas labores que deben practicarse, como tarabién su preferente mérito, han fi jado sobre ella sus augustas miradas.” Después de otras consideraciones analogas. el Protector incitaba a sus conciudadanos a demostrar su grati- tad para con e] Gobiemo Central, coo perando “por nuestra parte el logro de sus benéficas ideas” “Se ha dado ya principio a su eje- ccucién, como no lo ignordis: veinte y cinco jdvenes se estén ya disponiendo y tomando la primera tintura del arte ‘en que van a servir bajo la direecion de los oficiales de herreria que hay en esta ciudad. Entran en este ntimero no pocos nobles y de esclarecido li- naje...” Para ellos pedia Zabaleta que se abriese una suseripeidn po lar, pues la “urgencia del dia consiste solo en asignarles una pequeria dota- cién con que se remunere por ahora su presente servicio y los estimule al mismo tiempo a una aplicacién més empeniosa”. Los tucumanos no fueron sordos al llamado del Protector de la fabrica y tuna primera suscripeién a los fines in- dicados alcanz6 la suma de 124 pesos y 4 reales, ademés de otros donativos de vestuatio. (Tanto la proclama de Zabaleta como la primera lista de do- nativos fueron publicadas en la Gaze- ta Extraordinaria de Buenos Aires, el 5 de marzo de 1811). A propuesta del Protector Zabaleta, el gobiemo, por decreto del 25 de ene 10 de 1811, nombro Maestro Mayor de Ja fabrica de fusiles de Tucumén, al vizeaino Francisco Joaquin de Eeu- zen (Archivo General de la Naeién: Tomas de razén, libro 68, folio 448), al cual secundaron de sus tareas alu nos oficiales de herrerfa y los apren- dices de que hablaba la proclama del Protector. Las primeras actividades de la fic brica no debieron traducirse en un rendimiento satisfactorio, dadas ‘las dificultades inherentes a toda inicia- cidn, a la escasez de dinero, a la falta de competencia especializada del per- sonal téenico y obrero, y a la necesi- dad de construir las miquinas, de pro- verse de herramientas y sities y de preparar las instalaciones ms indis- pensables Esto puede comprobarse en un of cio del 3 de setiembre de 1811, en que el gobierno argentino, en contes tacién a un pedido del de Chile (fe- cha 1° de agosto) solieitando una par- te del armamento que se fabricaba en Tucumén, haciale saber que “la fabri- usiles, establecida asi en esta capital como en ta ciudad de Tucu- man, no pasa de la clase de una ofi- cina'de ensayo, pero en breve se con- seguird su perfeccidn’”. (Archivo: Ge- neral de la Nacién: Documentos refe- rentes a la guerra de la Independen- cia y emaneipacién de la Nacién: Do- cumentos referentes a la guerra de la Independencia y emancipacidn pol tica de la Republica Argentina y de otras secciones de América, a que coopers desde 1810 a 1828; pig. 89). Adviértase que esta apreciacion del gobierno argentino era formulada diez meses despues de haberse orde- nado la creacién de la fabrica de Tu- cumin. Mas el optimismo de que ha- ce alarde el gobiemo, al afirmar que “en breve se conseguird su perfec cidn” era exagerado, pues el 3 de ju- nio de 1812 —exactamente mueve me~ ses después de aquella manifests. cidn— el general Belgrano, en su ca- ricter de comandante en jefe del ejer- Cito del Alto Peri (el 27 de febrero de 1812 fue nombrado para este cargo en reemplazo del brigadier Pueyrredén), escribiria lo siguiente al gobierno desde Jujuy: “La fébrica de fusiles de Tucurin, ‘merece una atencidn particular y po- ner en ella un hombre que lo entien- da; de unos cuantos fusiles nuevos que han enviado, se han reventado tres como granada; las cajas alos pri- meros tiros se rajan; para las aves (dabase este nombre al conjunto de piezas metilicas destinadas a sujetar Ia piedra que, al ser golpeada contra el rastrillo por el disparador, provoca- ba la ignicién de la pélvora mediante tuna chispa), no hay piedras que bos ten, y tienen tanto fiero que muy bien podrian hacerie dos de cada tuna, Me he confirmado en lo que all observé: que el vizcuino (refiriendose al Maestro Mayor Bguren) no es mas ‘que un practican de fabricante de a ras, sin entender palabra de mecéni ca, y que el protector y otros satelites que hay empleados son absolutarnen: te ignorantes en la materia: ¢3, pus, preciso buscar un inteligente que se haga cargo de ella; experimentandolo antes a entera satisfaccion; lo demas es gastar plata en balde y no aprove- char cosa alguna. Con un sujeto de provecho que se hubiese ocupado, tendriamos hoy otras ventajas en ese ramo, de que carecemos con grave erjuicio.” “Por lo pronto, he hecho mis ad- vertencias y dado orden para que se hhagan Uaves a ta francesa oa la in- lesa; es indecible lo que son de in- fernales las espaiiolas, hasta en esto nos habia de venir a perjudicar este nombre; nero sobre todo, clamaré siempre a V. E. porque se busque quien Io entienda, y no habiéndolo, mejor serd que todo pare. “Un herrero. Carlos Gelone, que hay en ésa es muy hdbil y tiene cono- cimientos; podré V. E. hacerlo expe- rimentar por el mismo, para que no entren los empenos, las picardias y cuanta clase de intriga suele haber para obtener tales cargos, sin aten- cidn a lo que se perjudica a la pa- tria” (Museo Mite Documentos del archivo de Belgrano, tomo IV pig. 14). Seriamente preocupado el gobierno central por las deficiencias que infor- maba el general Belgrano. respecto del funcionamiento de la fabrica de fusiles de Tucumin —deficiencias ‘que a pesar del afio y medio transcu- rrido desde su creacién, no habian si- do subsanadas— resolvié enviar a Manuel Rivera (mecinico hibil_y competente, que al estallar la Revolu- ‘ein ocupaba en la Armeria Real el ceargo de Maestro Mayor Armero) para ‘que “metodice, adelante y perfeccic ne el trabajo de la fébrica de fusiles En el mes de noviembre, llezsba Rivera a Tucuman, donde debie dar durante dos aos, pues por decre- to del 19 de noviembre de 1814 rec bis el nombramiento de director fibrica de Cérdoba (Archivo Genera de la Nacién: Tomas de razin 75, folio 253). arece que la llegada de Rivera vood el desagrado del Protector Zabs- Teta, quien elevé su renuncs a ral Belgrano. No si lu primera vez, la reitex6 en enero de 1813, en euya cireunstancia el coman- dante en jefe del ejército del Alto Pe- nit resolvi6 aceptarla por decreto del dia 23, disponiendo, ademis “yue el alfére: de artillera, don Juan Zebu- Hos, se reciba de los ules de ta fabric ca bajo formal inventario, y que las cuentas sobre el manejo las rinda di- cho Zabaleta ante el seior goberna- dor intendente de la provineia” (Mi Seo Mitre Documentos del archive de Belgrano, tomo IV, pis. 847) El juicio pesimista de Belgrano acerca de la utilidad de la fabricn de fasiles debié modifiearse, en parte, en Vista de los benefieios que en la labor de ese establecimiento. halla. si ejrcito cuando debié librar las bata- lias de Tucumén y Salta. Con fecha del 26 de febrero de 1813 eseribid, en efecto, al zobiemo central desde Sal ta ‘Ya he dicho antes de ahora a V. que para establecer como correspon- de lu fabrica de fusiles de Tucuman es necesario un’hombre que tenga conocimientos fundamentales en la materia. El vizeaino Euguren es muy itil; ha sercido muchésimo y muy bien, pues a su celo e inteligencta se debe el haber compuesto mas de ui nientos fusiles antes de la accion de Tucunuin y el haber puesto corriente todo el armamento del Ejército para esta expedicin; pero no sale de la es- fera de un mero practicén y, por lo ‘mismo, no os suftciente para el per- fecto arreglo de la fabrica” Exponfa, a continuacién algunas ideas acerea de cémo él atendia la funcién de la direceién superior del establecimiento, que quedari vacante por renuncia de Clemente Zabaleta, “EL empleo de protector sobre el cargo de director me parece initil, El tinico protector debe ser el teniente wobernador de aquella ciudad es de- cir, Tucumin a quién se le debe en- cargar que con celo especial cuide de que se arregle y metodice el trabajo. se regulen con justa proporcién los jornales, y los operarios lenen como deben las horas de labor, y no perci- ban los salarios estando ociosos” (Do- cumentos del Archivo de Belgrano, tomo LV, pig. 368). La vacante no se Henaria hasta el 8 de febrero de 1814, en cuya fecha se designs director de la fibrica de fui: les de Tucumiin a Leonardo Pacheco, habiendose nombrado anteriormente el 10 de setiembre de 1813) para el cargo de administrador de la misma fabrica a Juan Antonio Lobo (Archivo General de la Nacion, Tomas de rx 20n, libros 73 y 72, folios 160 y 161). Este establecimiento continud fan- cionando posiblemente hast 1819 en que el ejéreito del Norte debié mar- char a Santa Fe para sofocar la anar- quia en el Litoral. Pero durante el il- ‘timo habia perdido casi su caricter de fibriea, va que ka abundancia de fusi= les en el pats (por compra en el exte- rior, botin de guerra y rendimiento de la fibrica de Buenos Aires) no hact indispensable una elaboracién inten: sa para los reducidos efectives del Ejército del Norte. Si bien continué conservando su denominacién de fibrica, sus activi: dades se cireunscribieron mis bien a trabajos de compostura y conserva cién en buen estado de las armas de fuego portitiles de la dotacién de las unidades y de las que se hallaban de reserva en el depisito 0 armeria. 3.3.2. Fabrica de fusiles de Buenos Aires En condiciones mis favorables que la similar de Tucunin, si mo por Ia dis ponibilidad de la materia prima en sus inmediaciones, por lo menos por la mayor cantidad de personal espe cializado y por Ia atencion preferente que le prestaba el gobiemo central, funeion6 en la misma epoca otra fibei- ca de fusiles en Buenos Aires, ‘Su ubicacién debis ser en un terre: no por cuyas inmediaciones corrian las calles de Merino (actual Lavalle) y Velarde (hoy Libertad), es decir mis 0 menos donde mis tarde se establecié el Parque de Arntlleria y se levanta actualmente el Palacio de Justicia La iniciacién de las actividades de st eens erie azarosa, pues, segiin referencias con: tenidas’ en la Gazeta Extrordinaria de Buenos Aires e1 9 de julio de 1811 la fabrica de la capital “se halla hoy en el mejor estado, y de sus primeros ensayos se ha presentado a la Junta tuna porcisin de ellos (fusiles), de cara hinas y pistolas, de Ia inds excelente construccién, que quedan aplicadas al servicio. Si bien no ha podido ser hallado el decreto con el nombramiento de su primer Director, hay lugar a ereer que lo fue D. Domingo Matheu, en carie ter de simple encargado hasta el 29 do setiembre de 1811, fecha en que el gobierno resuelve concederle, en mérito “a fos importantes servicios que ha hecho a la sagrada causa que defienden estas provincias”, el titulo de “director general de ta fabrica de fusiles establecida en esta capital ‘autorizandolo por ol presente despa- ‘cho con toda la plenitud de faculta- des que este Superior Gobierno exer- ceria en los casos de guitar, poner, reformar y hacer otras variaciones convenientes a los adelantamientas y perfeccién de la nominada fabrica: y si conceptuase incompatible a sus principales funciones la administra- iin y distribuciin de fondos que se le suministren para el pago de todos los operarios que laboran en ella, se le faculta para que destine al desempe- No de este cargo sujeto de toda su confianza, para que con su intercen- cidn y conocimiento entienda en las distribuciones y demas gastos que se implementan en dicha obra” (Archivo General de la Nacién, Tomas de ra zn, libro 68, folio 486). La obra téeniea del trabajo de Ia. fi- briea estaba confiada al personal de mecinicos que, en el primer momen to fue dado hallar en Buenos Aires, siendo utilizados, posiblemente, tam= bién algunos operarios de la Armenia Real. El cargo de Maestro Mayor lo desempefiaba el mecinico José Fran- cisco Coco (decreto del 5 de noviem: bre de 1811), Mis adelante fue posi- ble contratar los servieios de personal extranjero especializade, como suce: did a fines de 1813 con los operarios alemanes Juan José Frige y Femando Lamping, que fueron nombrados ma cestros de la fibrica de fusiles de Bue. nos Aires (decretos del 1° de diciei bre de 1813), a quienes qued6 confia- da en adelante la parte téenica del tra- ajo. (Declaraeién de Salvador Cor- net, que figura en la pig. 101 del to- mo XIII, 2da. Serie, del Archivo Ge- neral de'la Republica Argentina.) EI primer director, Mathew, conti- nus en la direceiin de la fbrica hasta el 1° de diciembre de 1813, fecha en ‘que fue nombrado Comisario de Ve tuarios (Archivo General de la Na- ién, Tomas de razin, libro 72, folio 371). Debié reemplazarlo, en caricter interino, D. Salvador Comet, Admi- nistrador que era de la fabrica, quien, después de la caida del Director Al- vear (abril 1815), fue encausado y en carcelado por su participacién en los actos que Hevaron a aquel al poder. Lo sucedié, en calidad de Encarga- do, el sargento mayor de artilleria teban de Luca, que habia hecho su aprendizaje en la fabrica de cafiones de Buenos Aires, bajo la direccidn del Teniente coronel Angel Monasterio, Como Maestro Mayor, fue nombrado el mecinico Francisco Guerra, por decreto del 19 de junio de 1815. Los progresos aleanzados en poco tiempo por la filbriea con su nuevo encargado. indujeron al gobierno a dictar, e1 30 de enero de 1816, un de- czeto confiriendo al sargento mayor de Luca “el titulo de director de ella, con facultad de metodizar sus traba jos, construir miquinas y poner en ejecucién cuantos medios sean con- ducentes a la perfeccién de las obras ue pertenezcan a la expresada fabri ca, debiendo gozar por este nuevo argo el sueldo de su clase militar en a Tesorerta General y la asignacién de seiscientos pesos anuales sobre los nndos del establecimiento, Los fandamentos para esta desig scion no podian ser mis honrosos para el beneficiado: “por cuanto — decia el decreto— el sargento mayor de artilleria D. Esteban de Luca, en- arzado de la fabrica de fusiles de cesta capital, ha dado un impulso ra pido a fos ramos mds importantes de teste establecimiento, presentando en los ensayos de las armas construidas bajo su direccidn un testimonio reco- mendable de sus talentos, dedicaciin y celo, y en consideracién a que et orden y progreso, en que se halla la dicha fibrica se debe a su empeiiosa contraccin...” (Archivo General de Ia Nacién, Tomas de razin, libro 78, folio 291) Ya con anterioridad al nombramien- to de director, de Luca, en mérito a su capacidad y competencia como sim- ple encarkado de la fbrica de fasiles, habia sido ascendido de capitin a sar zento mayor sraduado. Asi lo daba a conocer un comunicado del gobierno que aparecié en la Gazeta de Buenos Aires del 23 de setiembre de 1815. En él, después de ponderar la acti- vidad del director de la fibrica de ones (el teniente de artilleria José Maria Roja, que por ello era ascendli- do a eapitin), se decia también, que ‘no ofrece menos consideraciones el capitan de la misma arma D. Esteban de Luca, también hijo de Buenos Ai- res, quien instruida a la par de aquel en la fabriea de fundiciin (de caio- hes), puso despues a dirigir la de fusi- les de esta capital, en que se nota s4 adelantamiento yor el buen orden sae hy en ella; por el miimero de fu siles que da de aumento en la recom- posiciin a que hoy esté contraido, u aascienden « 5.455 y 55 sables desde el ‘mes de junio; por el ahorro de jorna- Tes y economia en sus gastos, parti- ccularmente en el de limas que cause ba la construcciin de bayonetas, en ‘que para cada seis de estas se consu- rian einco de aquellas, y actualmen- te con dos se descustan cuarenta, afi nindolas después en piedras de amo lar y resultando de esta operacién que un hombre pule ocho diarias, w tentes sélo daba wna y media” La fibrica de Buenos Aires no se limite a Ia construceidn de armas de faexo portitiles, sino que emprendi tambien la fabricacién de armas bl cas. Comena6 con las bayonetas, que, Al prineipio, resultaron_ defectuosas ‘como consecvencia de la falta de ene savos y de maquinas apropiadas En tn estado de armament (del 10 de diciembre de 1813), correspondien- te a las tropas ausiliares argentina, ¥ que Heva la firm de Las Heras yel “visto bueno” de Balcarce, figura ka siguiente observacién desconsolado- ra: "El armamento se halla bastante dleteriorado (ze trata de 237 fusles y Sus accesorios), es muy eiefo, carece de fuegos, y la mayor parte de sus Dayonetas, por mds que se hagun, nuna vendran bien a los fusiles, pore ‘que, siendo hechas en el pais, unas tienen el tubo muls largo y muds ancho que otras” Al frente del establecimiento el sa ento mayor de Luca, se inieié la onstruccion de espadas y subles par Ia caballeria, armas de fabricacién di- fieil por el temple que se eviuta del rietal empleado, Los ensayos obtur vieron excelentes resultados. cont Duendo este éxito, asf con el Tosrado con “los fusiles de primera calidad, dirigidos por # mismo”. a que el s0- bierna Te concediese Ia efectividad en el empleo de sarzento mayor vel titu- Io de Director de la Fabrica de Armas del Estado. Valioso coopenidor en los ensayos de Ia fabricacian de espadas y sables tle al sargento mavor de Linea waestro Juan de la Cruz Tejada, quien, por el ya citado decreto del 20 de enero de 1816, se le conferia el titulo de Maesto Mayor de Prazua, con el sueldo de noventa pesos men: suales, por haber "contribuido eficas mente « la ejecucion de dicho ensa 170", manitestindosele ademis “el ma tor prado de consideracion por su Como complemento de los datos anteriores, relativs a a fibriea de fu siles de Buenos Aires y, en general. al armamento de la infanteria v Caballe- ra, conviene agregar estos otros cedentes: la suma eseasez de dinero en las areas fiscales, especialmente hhasta que Te fe posible resulizar la percepcién de la tenta y crear nuevas fuentes de ingreso, puso mais de una vvex en setios apuros al gobierno para atender las necesidades de la flaman- te fibrica de lusiles establecida en la Capital a fines de 1810. No siendo todavia posible recurtir al crédito externo —va sea para reali zat adquisiciones de articulos bélicos en los paises de ultramar, 0 para le vantar empréstitos en los mismos con destino a las nevesidades internas—, los pocos fondos obtenidos por im- -puestos, contribueiones y ottos rubros del ramo de guerra debian ser dedi ceados casi integramente a atender los zastos de las expediciones enviadas al Alto Peri, al Paraguay y a la Banda Oriental, como también al. sosteni- miento de las unidades veteranas er adas en la Capital y de las milictas movilizadas, no quedando, por cons! guiente, un Saldo de importaneia para las numerosas nevesidades que la ins: talacidn e ineremento de las fibricas de armas requerian, Como ya en circunstancias ansloe fas, ahora tambien fue preciso recu- stir la generosidad privada para reu: nir recursos con que hacer frente al funcionamiento de las fibrieag.de ar. ‘mas, en particular a la de fusiles. Los donativos de metilico, itiles y herra- -aron, y otros fondos siones piblicas Las materias primas eequeridas pa tnt ht fabricacidn de las armas de fu xo portitiles el hiero y La made ri— no existian en las prosimidades de Buenos Aires, debiendo, por consi suiente, su fibrica de fisiles depen- der de la provisidn de las provineias madera, por ejemplo, provenia de Tucumiin, pero ya Tabrada, es de cir, que las Cajas para fusiles, carabi nas y pistolas eran construidas en el establecimiento similar del Norte y remitidas después en carretas a la ex ital, obteniéndose de tal modo una apreciable economia en los fletes (da tos intermedios, interesantes, al res ppecto, pueden verse en la Gazeta Ex ‘traordinaria de Buenos Aires, del mar tes 9 de julio de 1811). EI hierro, a su vez, era dado por tuna mina situada en la provincia de anta Fe, su calidad, “es tal, que. se usin los intelizentes quimicos de Eu- ropa que lo han reconocido, no tiene semejante por la mucha platina con que esti tigado” (Pedro Andrés Gar- ‘fa: Memoria sobre la navegacion del Tercero y otros rios que confluyen al Parana, Elevada al Gobierno el 26 de julio de 1813), Hasta 1817, en que se cred el Estar do Mayor General, en cuya oportuni= dad todas las fabrieas de armas pasa ron a depender de esta reparticibn, el gobierno central ejercia la superin: tendencia de las que se hallaban esta- blecidas en Buenos Aires, mientras que la fibrica de fosiles de Tucumsin dependia del Comandante en Jefe del Ejército del Alto Peri (o del Norte), y con mayor razén cuando a Belgrano se le confirié el titulo de capitan ge- neral (20 de octubre de 1812) Un diltimo asunto relacionado con el tema es el que se refiere a la incor: poracién de mecénicos —maestros ar meros— a las fuerzas de operaciones, cencargados del arreglo de los peque- jios desperfectos que se producian en las armas de la infanterfa durante las marchas, los ejercicios de fuego y, muy especialmente, durante un com- bate. Dada la calidad de metal emple- ado en la construceién de las armas de fuego, los desperfectos eran muy frecuentes, y la presencia de estos maestros armeros en los euarteles ge- nerales debfa resultar una medida ventajosa. Asi, con la primera expe- dicién al Alto Pent, marcharon los maestros armeros Vicente Vidi y Ma- rnuel Buena, € igual clase de personal fue agregado a las expediciones al Pa- raguay, a la Banda Oriental en 1811, eteétera. CARLOS SETTEL* 1, Fabrica de Caftones Si la existencia de material de arti- Heria en la capital del virreinato del Rio de la Plata en visperas de la Re- volucién de Mayo pudo responder a un plan definido de preparacién mili- tar —lo que es dudoso, de acuerdo con la despreocupacién con que en la metrépoli eran mirados los problemas de la defensa de las lejanas colonias ce la parte austral de nuestro continen- te—, dicho plan no debi6, en forma alguna, consultar la posibilidad de operaciones en el interior del vasto territorio. Las earacteristicas de la mayor par- te de aquel material, en efecto, tanto por su calibre como por la naturaleza de su empleo, eran més apropiadas para una guerra defensiva local o para operaciones en teatros muy préximos a la capital que para acompafiar a ex- ediciones que se enviasen al interior del virreinato. El material designado como de plaza o de sitio, vinicamente podria servir par el primero de sos ines, pues su peso considerable y la carencia de un adecuado dispositive de arrastre o de conduecién lo hacian inapropiado como material de sitio. El que, por otra parte, era considerado como artilleria volante o de batalla, cexceptuando los cafiones de a 4 y, en contadas y especiales circunstancias, también tos de 2 6, por gu excesivo peso para acompafiar alas fierzas que ‘operase'n a gran distancia de la capital, y menos ain para seguir las marchas de la infanteria en los territorios del Alto Peri o del Paraguay y hasta en * Teen corn de Comenicsones, oil de Es {edo Major Auto do umeroor aan rela ‘be con Ghomos tomar bute. Atalmene dat ‘Sudo tof Bstalo Mayor Conenl dl Efecto Ar- ARMAS DE FUEGO EN LA HISTORIA ARGENTINA (ultima nota) terreno de llanura, donde existian ma- Tos caminos, lo que, por otra parte, eran rege Ya sea por la precipitacién con que fue organizada la primera expedieion al Alto Perd en junio de 1810, o por- que faltase la experiencia necesaria con respecto a la ca de movi- miento del material de artilleria, lo cierto es que la columna del coronel Ortiz de Ocampo fue provista de dos caftones de a4, y dos obuses de 6 pulzs- das. Pero estas dos siltimas piezas no s6lo entorpecieron el répido avance de la expedicién, sino que en Cotagai- ta —el primer combate entre los pa- triotas y los realistas— no legaron a tiempo para intervenir en la accién. En cambio, la expedicién con que Belgrano marché al Paraguay fue més racionalmente provista de artilleria, ues lev de Buenos Aires 4 cafiones devs ay en San Nicolis apron dos cailones de a 2, pertenecientes al Re- wimiento de Caballeria de la Patria. Todo este material pudo seguir a la expedicién sin muchos entorpeeimien- tos, tomar parte en el combate de Pa- raguay y retirarse después al Tacuari, sin experimentar pérdida alguna. Era el cafién de a 4, y aun el de calibre menor —como el de a 2—, el que mejor respondia a las exigencias operativas de los primeros ejéreitos revolucionarios. Cierto es que cuanto mayor fuese el calibre de la artilleria de batalla, tanto mas grande serfa también su eficacia téctica, por el al- cance y peso mayores del proyecti, lo que era de importaneia especialmente ETT ganda de los sbuses, yoo 8 obuses, ya que no de la bala rasa empleada contra blan- cos vivientes. Pero no es menos cierto también que una pieza de artilleria, por mis considerable que sea su efica cia en el fuego, no tiene valor alguno sino puede acompafiar a la infanterta en todo terreno y llegar en tiempo gportuno al campo de batalla. Antes bien, ella resultaré un grillete para esta arma, que redundara en contra de la rapidez y libertad de sus mar- chas, y serd un factor de perturbacién para el comando cuando deba prepa- tar su plan de combate, por la inse- guridad en el cdleulo de la interven- ign de toda su atilleria on el encuen- ‘10, muchas veces inevitable, con el adversario. Cafiones de a 4 eran los que el ge- neral Pueyrredén pedirfa con toda ur- gencia a fines de 1811, cuando reor- inzaba on Jujuy los informes restos 1 ejército patriota batido en Huaqui jlo de ese aio © igulmente el general Belgrano, después de las de- rotas de Vileapujio y Ayohuma en aque resulté perdi toda In artileta porque por su mucho peso no pudo Ker retirda a tiempo del campo de batalla. Cafiones de este mismo cali- bre solicitarfa, también, con preferen- cia, el coronel San Martin a principios de’1816, para llevar a Chile la guerra, con el Bjército de los Andes, que con tanta dedicacién y competencia orga- nizaba en Mendoza. 2. Fébrica de cafiones en Buenos Aires Dados los primeros pasos en la fabri- cacién de armas en el pais con la ins- talacién de la fabrica de fusiles en Tu- cuman y en Buenos Aires, el gobierno central resolvié intentar también la de \iezas de artilleria, por la imposibili- fad de adguirirlas en el exterior y por las necesidades siempre crecientes en cesta arma para dotar a los ejércitos revolucionarios. El desastre de Huaqui habia sido fatal ala artilleria patriota, pues trece piezas quedaron en poder del enemi- go y las cuatro restantes fueron des- montadas por el fuego durante el com- bate. Era precio orpanizar ato pi sa nuevas fuerzas para impedir que un plan ofensivo del enemigo hiciese fra- casar las conquistas, ya logradas, de la Revolucién. En el Norte debia ser creado nuevamente un ejército que detuviese la inminente invasion de los realistas a la provincia de Salta. Mon- tevideo, el baluarte de la reaccién, debfa scr sitiado y su escuadrilla des- ‘truida 0, por lo menos, imposibilitada de hacer correrias en los alluentes del Plata y cometer depredaciones en sus ccostas. Y para todas estas exigencias, y otras que no dejarfan de presentarse si, como era de temer, se prolongaba 1a Tucha por la emancipacion, era in- dispensable contar con abundante y adecuado material de artilleria, tanto mis, cuanto que el enemigo a com- batir estaba bien provisto de esta arma, Si para la fabricacién de armas de fuego portatiles era posible hallar uno que oro operario con certa compe: tencia en el oficio, para la del material de artilleria, en cambio, era més que problematico que en todo el territorio del virreinato existiese alguna persona con la prictica y los conocimientos ne- cesarios en esta especialidad, por tra- {arse de una industria que Espafia ha- bia concentrado en su famosa fundi- ido fabrica de Sevilla. Sin embargo, fen esos momentos angustiosos, no fal t6 el hombre de buena voluntad, de amplia iniclativa'y de genio creador, que se hiciese cargo del nuevo esta- blecimiento fabril, con cuya produe- cién el gobierno pretendia subsanar los inconvenientes derivados de Ia fal- ta de material de artillerfa para sus ejércitos de operaciones. Ese hombre fae Angel Monasterio, espafiol de ori- gen, pero qne habia abrazado con ar- In eau de It emancipacin, y a quien el gobierno, para aprovechar su centusiasmo y capacidad, habia confe- ido, por decreto del 27 de noviembre de 1811, el grado de teniente coronel y el titulo de Inspector de Escuelas Militares con destino en el Estado Mayor del Ejército. A principios de 1812, el teniente coronel Monasterio habia delineado y dirigido la construccion de las Baterias ‘que, para cerrar la navegacién del Pa- rand a la escuadrilla realista de Mon- tevideo, fueron levantadas en Rosario, yen las cuales Belgrano habria de enarbolar, por primera vez, la ban- dera argentina por él creada. Recién en mayo de 1812 el Triunvirato re- solvié intentar la fabricacién de piezas de artilleria, habilitando al efecto la fglesia destechada de la Residencia, que se hallaba situada en las calles Liniers y Niiftez (actuales Defensa y Humberto 1°), y encargando de mon- tar la fibrica’ y dirigir su funciona- miento, al teniente coronel Monas- teri. Este —a quien Mitre llama con to- a propiedad el Arquimedes de la Re- volucién— no posefa una gran expe- riencia en la materia, pues slo una vex habia visto fandir caiones en Se- villa. Sin embargo, merced a su tena- cidad, perseverancia y fértil inventi- va, logré montar la fabrica en poco tiempo, tanto que el 22 de juko de 1812 pudo fundir la primera pieza de artilleria. Se trataba de un mortero de bron- ce, de doce pulgadas de calibre y cuya 4nima era de forma aproximadamente cénico-ojival hacia la culata, como, Bor otra parte, lo eran todas as pieas je esta clase. He aqui como el Su- plemento de La Gazeta Ministerial, del 24 de julio de 1812, describe la ‘operacién “y comenta el aconteci- miento: “La fusion se hizo en un horno de nueoa construccién, fundada su teo- ria en aquel principio de hidrodind- mica: que todo fluido aumenta su ve- locidad cuando pasa de un canal an- cho a otro mds angosto. Los efectos correspondieron exactamente a este principio. A las cuatro horas de ha- berse colocado los metales en el altar 0 nesta, 9 hallaban oreerais crisol y en una perfecta fusion, cuando en los hornos que lanan co tainmente de reverbero apenas ales za.este 3ra.ponerlos canden- {esl resuiado ha lenado ls descs del piblico y sus esperanzas sobre los conocimientos y actividades del direc- tor, el benemérito patriota D. Angel Monasterio...” Un segundo mortero fue fundido con todo éxito el 15 de agosto siguien- te, recibiendo el nombre de Mangoré, mientras al primero se lo denominé ‘Tupac-Amaru (seguiase en esto la cos- tumbre espaiola de poner nombres a todas las piezas de artilleriafabricadas en la Peninsula). Ambos fueron lleva- dos a reforzar la artilleria que sitiaba Montevideo. Un tercer mortero, de iguales caracteristicas que los dos an- teriores y denominado Monasterio en honor dl diretor de Ie brie, fue ‘2 principios de 1813. Alenta- dos por el éxito obtenido en estos pri- eros trabajos, se erey6 oportuno in- tentar ahora la fundicién de cafiones, comenzéndose por los de calibre méxi mo, como artilleria de batalla, a causa de que las dificultades de la fabrica- ccién aumentaban a medida que el ca- bre disminuta Eran precisamente cafiones los que con mayor urgencia eran requeridos por los ejéreitos de campafia y, en particular, los de un ealibre tal’ que asegurase su empleo oportuno en to- das las circunstancias y terreno, pero, por otra parte, debia considerarse em presa aventurada cualquier tentativa de fabricar cafiones de un calibre re- ducido, antes de haber ensayado la fundicion, mas ficil, de caiiones de calibre mayor. El primer lote de ca- fiones fabricados por Monasterio en Buenos Aires lo constituyeron cuatro piezas de a 8, de bronce, fundidas a principio de 1814 y probadas en mar- zo del mismo afio, después de coloce- das en los montajes que expresamente construyera la Maestranza de Artille- ia (anexa al Parque), Las pruebas die- ron excelentes resultados, y los cuatro cafiones, fueron entregados al Regi- ‘mento de Artilleria de la Patria para su servicio. ‘Algunos otros caftones del mismo calibre —euya cantidad exacta no ha sido posible determinar— debieron ser fundidos en el mismo afio. Como prueba de ello, se conserva en el Ar- senal José Maria Rojas (Holmberg) un caiion de bronce, de a 8, que leva la siguiente inscripeién en la culata’ “Buenos Aires, Ario 1814, n° 9”. ‘A propésito de este hermostsimo trofeo de los tiempos heroicos de la Revolucién y de la Independencia, es ‘oportuno dar a conocer algunos datos que demostraran la perfeceién alean- zada por el establecimiento de Buenos ‘Aires en la fabricacién de cafiones. Y para permitir una répida y convincen- te comparacién objetiva, el referido cation ha sido emplazado con todo acierto (en un montaje de circunstan- cias, de material), en el costado iz- ierdo de la entrada de la Direccion 1 Arsenal, teniendo a su derecha un cafién de fabricacién espafiola, tam- bién de bronce y de a 8, tan similar al anterior (exceptuando adores, mol luras y grabados que hacen ala pieza cespaiiola de una terminacién més pri- morosa), que se estarfa propenso 2 creer que ésta hubiese sido tomada de modelo para Ia fandicion dela pera He aqut las caracteristicas principa~ les de ambos cafiones: (ver cuadro). Los sucesos del mes de abril de 1815 que derribaron el gobierno del director supremo Alvear, tuvieron su repercusin también en la fibriea de cafiones de Buenos Aires. Acusado el teniente coronel Monasterio de haber intervenido en politica y favorecido la entronizacién en el poder del general Alvear se le instruyé sumario (a la par ESPECIFICACION Calibre (en la boca) Longitud externa Longitud interna (del anima) Dimetra externo en la boca Dismetro externo de la culata Peso Nombre del cafién N° de orden, lugar y fecha de fabri Caractertsticas externas MODELO ESPANOL 110 mm 1840 m 1.740 m 231 mm 308 mm 1,385 bras “Famoso” Sevilla - STIL/IT89 - N° 1.955. Abrazaderas ovaladas; plano de la boca con molduras; escudo real con arabes- cos y leyenda latina MODELO CRIOLLO 110 mm 1,550 m 1.740 m 238 mm 302 mm No indicado No lleva, Buenos Ayres - Afio de 1814 N° 9. Abrazaderas rectangulares; plano de la bboca liso; earece de grabados herildi- 0s y de adornos que a otros jefes del Ejército) y fue separado del Ejéreito en julio de ese aio. En su reemplazo, el gobierno de- sign6, en caricter simplemente de En- cargado, al teniente de artilleria José Marfa Rojas, que con Esteban de Lu- ‘ca —nombrado para la fabriea de fa siles de la capital—, fueran los di cipulos més aventajados del teniente ccoronel Monasterio. EI nuevo jefe de la fabrica de caiiones, urgido por las reclamaciones de los generales en jefe del Ejército del Alto Pera y del de los Andes que con toda urgencia exigian piezas de etilleria de un ealibre ade~ cuado, se dedied a la fundicién de ca- fiones de a 4, que hasta ese momento atin no habia sido intentada El experimento se hizo con tres pie- zas de este calibre, de bronce, que resultaron perfectas y que, segin anuneiaba un comunicado del seereta- rio de Guerra (que se publicé en La Gazeta de Buenos Ayres el 23 de se- tiembre de 1815), fueron bautizados con los nombres ‘de "El Congreso”, “La_ Independencia’ Unidas”. El director supremo del Estado, sa- tisfecho con el éxito que el teniente Rojas lograra en esta primera tentati- va, le otorgé el grado de capitan (de- ereto del 16 de setiembre de 1815), nombrindolo efectivo el 2 de abril del aiio siguiente. He aqui la parte del comunicado del secretario de Guerra, en el cual se hacia referencia al ascenso del tenien- te Rojas: “Bajo la direccién del Teniente de Artilleria D. José Maria Rojas, hijo de Buenos Aires, se han fundido tres piezas de campana, a que esté man- dado ponerles los nombres de: El Congreso, La Independencia y Pro- vincias Unidas. Este, que es el primer ensayo del referido benemérito oft cial, debe ser premiado con el aprecio de todos los amantes de la libertad del pais; y el Excmo. Director Provisional del Estado ha creido justo aumentar a dicha distincion que’le consagra por su parte, la de conferirle, como le ha conferido, el grado de Capitén, man- dando al mismo tiempo se pongen dos Offciales mas a su inmediacién para que, al paso que le auzilien en la con- tinuacion de sus tareas, se hallaban précticamente en el ramo de la fundi- iin Balcarce’. En vista del éxito obtenido con la fundicion de los tres eariones de a4, la fabricacion de piezas de este calibre fue intensificeda, logrindose a poco mas de un ano (desde el 5 de agosto de 1815 hasta el 30 de setiembre del afio siguiente) fundir 22 cafiones de batalla dea 4, de bronce y tres de montafia de igual calibre, segin lo anunciado en La Gazeta de Buenos Aires del 15 de marzo de 1817. Llenadas las necesidades de aquella clase de calibre, la fabrica de Buenos Aires se dedieé a fundir también al- mnos cafiones de a 6, dos de los cua- les recibieron los nombres de “El vi- gilante” y “El Chacabuco" Por decreto del 12 de marzo de 1819, el director supremo Pueyrredén otorgé al sargento mayor de artilleria José Maria Rojas el titulo de “director de la fabrica de fundicion (de caitones) de esta capital”. (Archivo General de la Nacion: Tomas de razén, libro 83, folio 419). ¥. “Provincias 3. “abrica de cafiones de Jujuy Habiendo sido nombrado Belgrano, a fines de febrero de 1812, comandante en jefe del Ejército del Alto Peri en reemplazo del brigadier Pueyrredén, se hizo cargo del mismo el 27 de mar- zo en Yatasto; desde entonces avanz6, al poco tiempo, hasta Jujuy. (Docu- mentos del Archivo de Belgrano, to- mo lV, pags. 9y 15.) En su empetio de reorganizar con la mayor premura sus eseasas fuerzas pa- a oponerlas a la invasiGn inminente de los realistas desde el Alto Peri, hubo de preocuparse en especial de la artllerfa, arma que estaba reducida a un caiién de a2 y cinco de a 1. Y si bien iba a legarle muy pronto desde Buenos Aires un refuerzo dé esta ar- ‘ma, consistente en personal y algunos cariones de a 6, conducido por el capi- tin Manuel Ramirez, el nuevo coman- dante en jefe del Ejército del Alto Peni resolvié aprovechar su perma- nenela en Jujuy para establecer una fundicion de cafones. ‘Lo que Monasterio habia sido la fibrica de caones de Buenos Alves, to que fue para ade Jujuy el barén de Holmberg (Eduardo Kaillitz), coronel austrfaco al servicio de la Revolucién, el cual, incorporado a prineipios de 1812 al Cuartel General de Belgrano, fue dado a conocer por éste en el Ejér- cito como ‘jefe de Estado Mayor en todo Io concerniente a artilleria e in- genieros”. (Museo Mitre: Documen- tos del Archivo de Belgrano: tomo IV, pig, 194.) ‘Antes de decidirse a instalar la fun- dicion de caiiones, Belgrano habfa sa- bido utilizar los conocimientos técni- cos en artilleria del baron de Holm- berg, encargiindole de vigilar y dirigir los trabajos de la maestranza de esta arma, Bajo su direceion se fundieron granadas para los cafones de a 6, le- kudos de Buenos Aires con el capitin Ramirez, y se construyeron zorras es- peciales para su conduceisn. Ademés, habiendo resultado que el cafién que se crefa de a 2, de bronce, era en realidad de calibre algo inferior, yde- seando aprovechar la numerosa muni- cidn que para él existia, el barn de Holmberg resolvié. transformarlo en aquel calibre, construyendo al efecto tun taladro para rebajar la pared in- terior del anima, Resuelta la instalacién de la fibrica, Holmberg comenz6 fundiendo, como primeros trabajos, algunos morteros y buses, para pasar después a los ca- fiones, Io que ilusiond a Belgrano, quien pens6 que con el tiempo y una vez lenadas las necesidades de su Ejército, podria convertirse en pro- veedor de material de artllerie para la Capital. En un oficio del 28 de julio de 1812, ye, pdo comuniear lo siguiente al go- erno central “Se han fundido bajo la dlirecciin del barén de Holmberg dos morteros de ocho pulgadas y dos obuses de seis pulgadas y tres lineas: se estén amol- dando culebrinas de a dos, también liigidas por el expresado barén, y pronto espero que ve fundan con ef ‘mismo éxito que aquellas piezas, de modo que si tuviésemos cobre, podré remitir a V.E. algunas piezas aunque ‘sean de mayor calibre" Pero los acontecimientos impidie- ron bien pronto la realizacién de los planés acariciados por el general Bel- grano para la intensifcacién de la construccién del material de artilleria. Obligado a retirarse de Jujuy ante el avance del enemigo, superior en mi- mero (23 de agosto de 1812), ordend que fuese desmontada la fabrica, que ‘en e30s dias acababa de fundir las cu- lebrinas de a2, a que Belgrano habia- se referido en Su oficio del 28 de julio. Hallindose en plena retirada hacia Tucumin, el comandante en jefe del Ejército del Alto Pert eseribiria el 30 de agosto desde el rio Pasaje, al go- bierno central: “En cfspera de mi retirada de Ju- _juy, se fundieron cuatro culebrinas de ‘a dos, de las cuales salieron tres per- {fectamente habiendo tenido la desgra- ‘cia de que la una (la cuarta) no nase bien y quedase sin el cascabel”. “La fabrica de morteros, obuses y caitones ha sido obra del barén, de Holmberg, quien no sélo dibujé las formas, graduando las proporciones, ‘sino también ha tenido parte en tor- near los moldes, haciéndolo por st mismo en los ratos que le permitien ‘sug demds menudas atenciones”. “Para esto hemos tenido algunos Ffundidores, quienes bajo la direccién del mismo’ baron han trabajado los olde con ia mayor ae 9 re sivamente han fundido, proporcio- hand as mezclas con lat lecctones de aguél” “Los hornos de que nos hemos vali- do son de los mds sencillos y de que se sircen los fundidores de’ campanas ‘con la sola diferencia de ponerle los dos respiradores verticales; tenfamos euatto hornos y dispusimos que se desbaratasen en los tltimos momentos de nuestra salida, que se podrén construir en cualquier otro puesto”. “Habiendo metales en todo punto se puede establecer la fabrica y conse- uirse cuanto se desea en materia de ariilleria, sin necesitar nos la traigan de Europa, y tal vez haciendo de ella un ramo de comercio, quitando las utilidades a las fébricas de fundicion de hierro; pues bien se sabe cuanto mds proferible son las piezas de bronce” “La mayor particularidad que ha tenido nuestra fabrica es que las tres fundiciones apenas han costado 13 pe- 08 y un real al erario, y a esa misma proporcién es el valor del bronce y dias de trabajo empleados”. La fibrica no volvi6 a ser montada ni en Tucumén ni en Jujuy, cuando Belgrano, después de la batalla de Sal- ta, se preparé para llevar las operacio- nes de la guerra al Alto Peri. Ello debié responder, ya sea a que la pri- mitiva pobreza de material de arti- lerfa habja sido remediada con el bo- tin tomado al enemigo en las acciones de Tucumén y Salta, 0 bien al aleja- miento del barén de Holmberg —ani- mador y artifice de la fundicién de Jujuy—o, por iltimo, a que el cardc- ter de la’ préxima campaia ofensiva impediria al comandante en jefe una vigilaneia directa y permanente de las necesidades de la fabrica En la misma forma que para la re- ‘composicién del armamento de la In- fanteria durante las operaciones de luna campafa agregibanse algunos Maestros Armeros a los Cuarteles Ge- nerales asi también para la artillera se designaba el personal encargado de arreglar los desperfectos que, durante las marchas, sufrian con frecuencia los rmontajes de las piezas, los armones y Jos vehiculos que transportaban las municiones de cafén y de. fusil, ¢ igualmente, de instalar los talleres de Ia Maestranza en los largos periodos de estacionamiento y el Almacén (De- pésito) de Artilleria, Este personal, segiin su especiali- dad, se dividia en maestros de Monta- Je, tomeros, maestros de Herreria, oficiales carpinteros, etcétera, hallin- dose cada especialidad a las drdenes de un maestro mayor y estando los Almacenes de Artilleria —tanto el: permanente de la capital como los brovsionals de los Ejreitos de Ope- raciones—a cargo de un comisario de Artilleria, guardaparque o guardsal- macén, segiin el caso, con los necesa- rios oficiales escribientes y de admi- nistracién, 4. Fébricas de pélvora ‘Tan importante como la fabricacion de armas en cl pais, para proveer a los Ejércitos Revolucionarios, se ofrecia al primer gobierno patrio el problema de elaborar también la pélvora para sus fuses espafles. Durante la épo- ca colonial, este compuesto se recibia de Cadiz, acondicionado en barrles, 0 bien era adquirido en Chile, donde la fabricacién de la polvora habia tomado un gran incremento, no s6lo por la existencia en su territorio de uno de los componentes —el azufre, que en abundancia le proporcionaban sus vol- canes—, sino también por las failida- des de recibir del vecino, Peri, todo el salitre que se deseara y, ademés, por el excelente mercado que podia cconstituir el virreinato de Buenos Ai res, donde, por reales Cédulas, la ela- oracién de pdlvora estaba rigurosa ‘mente prohibida. Mas la provisién de pélvora de Chi- le, ademas del mayor costo del trans- porte —pues debia ser llevada a lomo de mula a través de le Cordillera hasta Mendoza, y de ahi, ser conducida en carretas a Buenos Aires— no podia ser regular ni frecuente, tropezndose on el serio inconveniente de la limi tacién en tiempo y cantidad, ya por los ppocos meses que los pasos permane- ian abiertos, como por las dificulta des inherent a ransporte a lomo de ‘Sin embargo, esta fuente de provi- sion, a pesar de los inconvenientes especificados, no debia ser desperdi- ciada, pues representaria un recurso salvador, aun cuando no muy amplio, para hacer frente a las necesidades de pélvora, siempre que la prod ‘enel territorio de allende la cordillera no se viese entorpecida 0 paralizada por los mismos acontecimientos poli- ticos que se estaban desarrollando en nuestro pais. Dada la cantidad de polvora que constituia la carga de proyeecion de ‘eafiones y fuses, y considerando ade~ ‘as la facilidad con que se deterioraba por las luvias, humedad, eteétera (a causa del siempre, dficinte acondi- ‘ionamiento), puede agregarse que las necesidades de esta substancia eran muy grandes y permanentes, como in- dispensable también su periddica re- novacién 0 frecuente reaprovisiona- miento, pues una desgraciada expe- riencia habja demostrado el gravisimo peligro de conservar durante el tiem- po de pez grandes cantidades de este inflamable. En 1779, en efecto, un rayo incen dig el depésito principal de pélvora de Buenos Aires, que almacenaba 3500 quintales, es decir 161 toneladas (co- rresponde a la medida antigua de Cas- {illa]. Anualmente el Cabitdo hacia ce- lebrar una funcién religiosa en acci6n de gracias, por no haber producido el desastre desgracias personales a pesar de la magnitud del siniestro, He aqui la correspondiente resolu- ‘in del Cabildo tomada en el acuerdo del 20 de diciembre de ese aio “Se trat6 sobre lo acaecido ayer do- ning, cuarto de advent, diez ynue- tie del corriente, como a las seis de la mafiana, que viniendo una tormenta de la parte sudoeste, de las mds teme- rosas que suele experimentar esta ciu- ded, cayé una centella en el principal almacén de pélvora de los que hay en ella, que tenia més de tres mil y qui- nientos quintales, que estd en distan- cia como media legua de la plaza, y siendo los efectos que esta suele cau- sar tan lamentable y limos en todas partes y tiempos, con mu ‘menos porcién ha logrado esta ciudad no s6lo no haber dervibado ninguna ‘casa aun de las mds antiguas, pero ni ‘aun muerto alguno de sus muchos in- dividuos; no pudiendo proceder tanto beneficio si no es de la divina provi dencia...”, se determiné que anual- mente, en’el aniversario del suceso, se celebrase, a expensas del Cabildo, tuna solemne funeién religiosa en ac- cién de gracias. Mas, sino hubo desgracias persona- les, ni derrumbamientos de edificios, rio qued6, en cambio, vidrio sano en toda la ciudad y el virrey hubo de ordenar al Cabildo que intimase a los vegins a recog Ins fragmentos de vidrios esparcidos en la calle, frente a sus viviendas, “con apercibimiento {que los daios que se originen sertm de su cuenta, cargo y riesgo”. ‘Como anteriormente se hizo refe- rencia ala cantidad de pélvora para las cargas de proyeccién para cafiones y fusiles, interesaré conocer que el ca- ‘én de a 4 requerfa una y media libra de pélvora (es decir 690 gramos) mientras que para el obiis de 6 pulgadas eran necesarias 30 onzas (862 gramos) y 12,5 ‘gramos se empleaban para el cartucho de fusil). (Archivo General de la Na- cién: Documentos referentes a la gue- ra de la independencia y emancipa- cién politica de la Reptblica Argenti- na y de otras secciones de América, ‘que cooperé desde 1810 a 1828.) ‘Surge de aqui que una agrupacién de tropa, medianamente numerosa, exigia una cantidad considerable de pélvora para sus necesidades inmedia- fas, debiendo ser también de una cier- ta importancia la de reserva, tanto pa- ra reemplazo de la que fuese consu- mida en un combate o en simples ejercicios de fuego, como para repo- ner la que se utilizase en las marchas 0 en los vivaques, accidente que solia producirse con frecuencia, a pesar de todas las precauciones que se adop- tasen, ya que la rudimentaria envoltu- ra de papel que constituia el cartucho no era proteccién suficiente contra la Iuvia o la humedad cuando habia que atravesar un curso de agua 0 una ex- tensi6n de bariados, lagunas, eteétera. Los acontecimientos del mes de mayo de 1810 sometieron al primer gobierno patrio a una prueba muy du- a cuando se traté de obtener, me- diante una vasta aceién militar, las B- nalidades politicas del movimiento de emancipacién encargando a sus fuer- zas militares extender el programa re- volucionario a todos los puntos del vi- reinato y auxiliar el pronunciamiento de los pueblos en favor de las nuevas ideas de libertad. A la escasez de ar- mas de todo género se sumarfa la de otros articulos de guerra, entre los tuales la polora debia considearse de una importancia preponderante. Las invasones ingesa a prepara- cién de las fuerzas organizadas a raiz de ellas, las que continuaron después Scumentindove. ain sus efectivos iniciales ante el temor de tina nueva invasion, consumieron grandes cantidades de pélvora, tanto Enos combates de la revonquitay la defensn, como en los continuosefercl clos de fuego aque eran sometar ls unidades para su oe eae sin {fee por ota parte, ls adguiiconet realizadas en Chile y en otros puntos compensasen la cantidad consumida por los motivos indicados. ‘Las primeras expediciones auxilia- doras al Alto Pers y al Paraguay y la instruccién de las nuevas unidades del Ejército, que se iban formando en la capital, absorbieron casi toda la exis- tencia de polvors, pues al imposibi- lidad de transito por la cordillera hasta bien entrado el verano habia que afia- dir que la situacién politica de aquel pais descartaba las esperanzas de un pronto auxilio de aque! producto. No le quedé entonces a la Primera Junta de gobierno, otro recurso que, al igual que lo resuelto para remediar la escasez de armas de fuego portitiles (Crear establecimientos industraes su fabricacién), decidirse tam- Bien a claborar pélvora en el pals aprovechando la materia prima exis- tente en el mismo. Fue elegida la ciudad de Cérdoba como sede de la nueva fabrica, influ- yendo posiblemente en dicha eleccion ‘su posicién central (que facilitaria el aprovisionamiento desde todos los rumbos) y la mayor proximidad del establecimiento de los lugares de donde podia obtenerse uno de los componentes de mayor empleo: el sa- litre. Sabido es que la pélvora negra —la nie conoid y empleada ex aquel tiempo en las armas de fuego ex ana Imezsa de salir, carbon vegetal y amnfre, companentes que, despots de Diulverizdos y mezcados, son redu- ‘idos a pasta agregindoles agua y con- erties despues en granos, inds © Ibenos poqucton, egies quel pave: ra sea para full 0 catia’ La propor- ci6n de los componentes, utilizada en aquel entonces para la fabricacién de la pélvora negra, era de 7-2-1, es decir que pera elaborar 100 kilogramos de pélvora se necesitan 70 kilogramos de salite, 30 de carbin y 10 de ate proporcién que en la actualidad se en- cuenta Iigeramente odicada, pot igual cantidad de pélvora negra, Se emplean 75 lilogramor de slite, 12 1/2 de carbon y 12 1/2 de azuft. 5. Fabrica de pélvora de Cérdoba EI 1° de noviembre de 1810 la Junt» Provisional de gobierno dispuso que se estableciese en la ciudad de Cér- doba una fabrica de pélvora, encar- gando de su direcién Jos Arroyo, invoes ese puesto por el Den te eee de abril del afio siguiente, fue expedi- do el titulo de director de la fabrica a favor de Arroyo, con anterioridad al 1° de noviembre y con el sueldo anual de 2.000 8. En igual oportunidad fueron nombrados Juan Bautista Echeverria, Maestro de Mistos; Eugenio Flores, Guardia Almacén; y José Maria Salva~ dor Matheu, Oficial Escribiente. (Ar chivo General de la Nacién: Tomas de Raz6n; libro 68, folios 460, 458 y 457 respectivamente.) La fibrica fue establecida en el bajo del Pucaré (donde hoy se encuentra el pueblo de San Vicente), cerca del Rio Primero, cuyas aguas’ —conducidas por “una acequia de catorce y media ‘cuadras de largo, con cuarenta tains de béveda de cal y canto, de dos y media varas de ancho, y la mayor de Sel tas, cn an posts pbs eee bocatoma, con tres puertas de cal canto, correspondienies 4 cuarenta 9 cinco varas de largo y cuatro de al- to"— debieron ser utilizadas para mo- ver un molino que trituraba el carbén y el azufre, antes de su mezcla defi- EI salitre empleado en la elabora- cién de pélvora provenia de Santiago del Estero, La Rioja y aun de Mendo- za, aprovechando ‘para su transporte las tropas de carretas que hacfan viajes periédicos a Buenos Aires. El territo- rio de Santa Fe también abundaba en quella substancia, pero su utilizacién zo era ventajosa por los inconvenien- tes de su transporte hasta Cérdoba. El coronel Pedro Andrés Gare‘, en su Memoria sobre la navegacién del Tercero y otros ros que confluyen al Parané, expresaba lo siguiente: “EL salitre, de-que tanto se carece para la fabrica de péloora y beneficios de salazén de cares, es otro ramo ‘conocido y especulado afios ha (en la provincia de Santa Fe), de cuya abun- dancia nos prica los caros fletes del dia para su transporte” (véase en to- ‘mo II de la coleceién de Angelis, pé- gina 91). E] carbén obteniase quemando los sauces que abundaban en la orillas del Rio Primero. El azufre, en cambio, cra provisto desde Buenos Aires (ad- 4quirido en el comercio local), 0 leva- do desde Mendoza cuando era posible obtenerlo de Chile. Dada la cantidad relativamente pequefia en que esta sl- tima substancia entraba en la elabora- cin de la pélvora, le fibrica nunca llegé a carecer de ella, no aside salitre ue, por la elevada proporcién exigi- la, escaseaba a menudo, obligando a educir el rendimiento del trabajo. Si bien habia sido creada por resolu- cién del gobierno central, la fibrica de pakora de Céroba se halla bajo la dependencia inmediata del goberna- dor intendente de esta provincia y sus gastos eran cubiertos con los fondos de su tesoreria y fiscalizados por el Tribunal de Cuentas de la misma. EI primer director de la fébrica, don José Arroyo, debié —por causas que no se han podido establecer— elevar su renuncia a principios de 1812. El gobierno tropezé con serias, dificultades para hallar un reempla- zante hasta que su ateneién se fijé en tun extranjero que en esos dias estaba agregado al Cuartel General del Ejér- cito del Alto Peri en calidad de ciru- Jano, Era éste el stibdito inglés Diego Paroissien que el 25 de noviembre de 1811 habfa obtenido carta de ciudada- ‘nfa argentina y a quien el doctor Cas- telli Hevara consigo cuando, a fines de 1810, march6 a incorporarse a la pri- mera expedicién auxiliadora del Alto Peni, en calidad de agregado a la junta gubernativa ‘Cumpliendo las érdenes que le en- viara el gobierno, Paroissien se trasla- 6 a Cordoba el 1° de marzo de 1812, desde el Cunrtel General del Ejérito lel Alto Perd, para hacerse cargo de la direccién de’ la. fibrica de pélvora, siendo confirmado en este puesto con sueldo anual de dos mil pesos, por deereto del 6 de junio del mismo aio (Archivo General de la Nacién: Tomas de razin, libro 70, folio 300.) El nuevo director trat6 de dar un mayor impul- so a las actividades de la fibrica, reor- ganizando el personal y mejorando los métodos de elaboracién, a fin de au- mentar el rendimiento. En calidad de subdirector pas6 a prestar servicios en la fabrica (hasta mediados de 1813) el capitin de Artilleria José Antonio Al- varez Condarco, quien, a su vez, de- beria dirigir mas tarde ia fibrica simi- Jar, que San Martin estableciera on 1816 en Mendoza, para proveer al Bjército de los Andes. A propuesta de Parvissien, el. go- bierno nombré, por decretos del 13 de julio de 1812, a los ciudadanos Ildefonso Antonio Alvarez y Ramén Castro, oficiales de la fabrica de pél- vora, habiendo sido designado ante- riormente (decreto del 17 de setiem- bre de 1811) Joaquin Ortiz, en calidad ‘de maestro de la fabrica. Los servicios prestados por el nuevo director debie- ron ser importantes, pues el supremo director Posadas, por decreto del 1° de abril de 1814, confi a Paris: sien en “el fectivo de teniente Coronel de arilera™ confimindolo al mismo tiempo, como “director de la Fabrica de péloora de la ciudad de Cérdoba’. A pesar de la dedicacién que le pres taba el gobierno y de Ia competencia del personal que la dirigia, la fabrica de pélvora de Cérdoba nunea aleanzé 4 cubrir las necesidades del pais. Ya fuera porque en algunos momentos es- ‘easeara la materia prima, o porque las instalaciones de la fibrica fuesen in- suficientes, 0 porque faltara dinero para mantener el rendimiento e in- tensifcar Ia produce, o por stimo, porque las exigencias del consumo de ~lvora hubiesen aumentado al exten- lerse la accidn de los ejércitos patrio- tas, lo cierto es que el gobierno cen- tral se vefa en apuros muy serios para satisfacer los pedidos apremiantes de pélvora que recibia de todas partes. Basta examinar, al efecto, la corres- pondeneia cambiada entre los gobier- nos argentino y chileno, en 1811 y 1812, para comprobar la veracidad del aserto EL 1° de agosto de 1811 kes auto- ridades de Buenos Aires piden a las de Chile que remitan la mayor cantidad de pélvora de que puedan disponer. El congreso de este iiltimo pais, en cuyo seno existian elementos reaccio- narios, autoriza, por un solo voto de mayorfa, que se envie la cantidad de 80 quintales (3680 kilogramos). En el mes siguiente, el gobierno argentino solicitaba al de Chile 2000 quintales de pélvora, pues “no nos provee toda- via en suficiente cantidad el laboratorio establecido en la ciudad de Cordoba”. Esta vez el congreso del pais vecino, ‘que en esos dias se habia reorganizado on patriotas, contest que intensif- caria el envio de pélvora, remitiendo partidas de 200 quintales cada vez. ¥ en oficio del 11 de octubre de 1812, comunicaba que mandaria, de una ‘vez, cuatrocientos quintales en lugar de doscientos convenidos, anuncian- do, asimismo, que habia tomado me- didas especiales para acopiar salitre ¢ {ntensificar la elaboracién de la pélvo- ra por parte del contratista, Mas, a pesar de todo, no se lograba hater frente a las exigencias, por lo cual el gobierno argentino acepts con entusiasmo una propuesta hecha por la Junta de Concepeién de Penco (Chile), de suministrarle toda la pol vora que necesitase. Pero, con excep- ion de algunas poquetas remes, que Hegaron a Mendoza de acuerdo ‘con el convenio estipulado, no fue po: sible por este medio obtener grandes cantidades de polvora pues el gobier- no chileno, aun cuando protestaba siempre de su buena voluntad hacia el argentino, ponia inconvenientes al cumplimiento de lo pactado por una autoridad subalterna, a causa de no habérsele dado intervencion en el asunto. Las cosas se agravaron alin mis cuando, a mediados de 1812, quedé interrumpido el comercio entre Chile y Peni, no pudiendo ahora el primero fecibirelsalitre que necesitabs par a elaboracion de la pélvora, llegando el zobierno de Chile al extremo de pe- irselo al gobierno argentino para no verse obligado a suspender su fabrica- cidn. A pesar de ello el 23 de octubre de 1812, se firmaba un convenio entre los dos gobieros ara cambiar pslo- ra por azogue (metal que Chile nece- sitaba para beneficiar sus minerales) fen cantidades iguales, a recibir y en- tregar en Mendoza, debiendo la pri- mera estipulacién ser de 1500 quinta- Tes (69.000 kilogramos). Igndrase el resultado que haya podido tener este convenio, aun cuando es de presumir ue no fue de larga duracién, pues el 17 de agosto de 1814, el diputado de Chile en Buenos Aires solicitaba del gobierno argentino que le fuesen en- tregados 1500 quintales de pélvora. La rendiciin de Montevideo en ju- no de TB14y las press queen esos sron hacer los corsarios y counts dole pants nnjrsic oa tablemente el renglén de la pélvora, no s6lo por el aumento de las existencias que, procuré el botin obtenido, sino también por la facilidad de poder, en adelante, recibir del exterior algunos cargamentos de ese articulo, ahora que las naves de guerra espaiiolas ya no obstaculizaban la navegacién del Rio de La Plata. El 10 de abril de 1815 estallaba un incendio en la fabrica de pélvora de Cérdoba,. quedando des- truidas casi todas las instalaciones. El director del establecimiento, te- niente coronel Parvissien, elev el dia 11 Ia siguiente comunicacién al go- bemador intendente de la provincia, coronel José Javier Diaz: “Ayer a las 2 de la tarde, después del toque de la campana que convoca a la gente al trabajo, habiendo in- gresado algunos de los jornaleros y pene aconteci el ineenio de toda la fabrica provisional de pélvora, con uutensilios, materiales y demds existen- cias, que’ fueron consumidos coracidad de las Hamas, excitadas por elextraordinario viento que réind, sin poderse salvar més que algunas reli- 4quias. No pocas veces habia indicado este inminente riesgo a la superiori- dad, por el desgremio con que ahora se manejaban irremediablemente las cosas de este establecimicnto, hasta {que se perfeccionase bajo un pian for- mal, para satisfacer, pues, con los de- beres que corresponde a la direccién de mi cargo, no puedo menos gue su- plicar a U.S., se sirca proceder a la formacién del respectivo proceso que parece indispensable para la averi- guacién de esta ocurrencia y castigo de culpados, si acaso resultase, con lo demds que U.S. jusgue conveniente”. Por un decreto del mismo dia 11 de abril, el gobernador intendente orde- 16 la inseripeion de un sumario, en- cargindose él mismo de esta tarea Las declaraciones de los testigos no permitieron hallar las eausas que pro- vocaron Ia catistrofe, pues los tinicos gue hubiesen podido aclarar el punto hhabian perecido en el incendio. Sin embargo, las presuriciones del oficial de la fabrica Ildefonso Antonio Alvarez dejarian sospechar que el niestro fue provocado por la impru: deneia de una de las vietimas, que debié penetrar en uno de los locales con un cigarrillo, He aquf la parte més interesante de la declaracién prestada Bor gl oficial Alvares: "Que har indose el declarante, a las dos de la tarde, Wamando con la campana a la gente que debia entrar en aquella ho- ra al trabajo o trabajos diferentes que se ejercitaban en la fabrica, y cuando habian entrado sélo algunos peones y esclacos de los que se ocupaban de los morteros, sintié la conmocién explosi- ‘ca de un estrago, al mismo tiempo que se ponta el incendio en la pieza de labor indicada. Que entonces como observase que el aurilio de un recto viento corria el incendio precipitada- mente a las piezas contiguas que esta- ban hacia el norte, ocurrié con la po- sible prestreza en’ socorro por ver si con la gente que habia quedado de puertas afuera podia saloar ast a la que perecia dentro como algunos res- tos que atin presumta existiesen, todo lo que fue initil a pesar de la activi- dad extraordinaria con que se traba- 46. pereciendo al impulso de las lamas hombres, materiales, utensilios, exis- tencias labradas y edificio, sin que el declarante pueda dar razén del modo, motivo 0 principio que caus el incen- dio expulsién (explosion?) por no ha- berse hallado presente en el mismo sitio en que sucedi6, pues, de haberse hhallado, habia corrido igual suerte que los que perecieron; si sélo de las ‘muchas indagaciones privadas que hi- 20 para averiguar el modo o principio de tan improvisa ruina, y le dijo al deponente un criado que se pudo sal- ar con vida, de uno de los peones que perecieron, conchabados en aguel tmismo dia, cuando en fuerza del to- que de la campana cofrian para en- trar en la pieza de trabajo, Nevaba un cigarro encendida; pero que aunque le pegs en la mano, ignora si se apago 0 o lewd ‘i A raiz del incendio, el teniente co- ronel Paroissien fue suspendido de su cargo de director de la fabriea por un decreto del gobernador intendente, de fecha 26 de abril de 1815 (todas las constancias relacionadas con el incen- dio de la fabrica de pélvora de la ciu- dad de Cérdoba figuran en el sumario levantado por el. gobernador inten- dente de fa provincia, coronel Jose Javier Diaz, cuyo original posee en su archivo el presbitero Dr. Pablo Ca- brera). En el inventario que se hizo de los articulos y objetos salvados del incen- dio, figuran entre otras cosas: “16 sacos de salitre ile La Rioja sacos de salitre de Mendoza. "3 sacos de salitre de Santiago. "5 sacos de Mendoza, rompidos. arrobas de salitre refinado "2 cajones con dos y medio sacos de salitre en poleo. "2 sacos de salitre de Santiago, que- mados”. Este detalle nos sirve para saber la lencia del salitre que la fibrica Cérdoba empleaba en la elabora- ‘cin de la pélvora. No se han podido hallar anteceden- tes sobre el restablecimiento de la fi- brica de Cérdoba, si bien podria casi asegurarse que éstano volvié a funcio- nar. Abonan esta suposiein no sélo la circunstancia de no existir posterior~ mente nombramiento alguno de di rector ni de nuevo personal de la fi brica de Cérdoba, sino también el he- cho de que, a partir de aquella época, el gobierno central habia logrado re- solver el problema de la provisién de pélvora a sus ejércitos, adquiriéndola en el exterior en condiciones mas fa- yorables y econémicas que la fabrica- da anteriormente en el establecimien- to de la ciudad de Cérdoba. 6. Fal ica de pélvora de Mendoza Entre las tareas complementarias de organizacién del Ejército de los An- des, realizadas por San Martin duran- te los aos 1815 y 1816, merece ser recordada la que, para aprovechar una existencia de salitre en Mendoza y evitar los largos y costosos transportes desde Buenos Aires, emprendis, por ‘orden del director supremo de Ests- do, para la fabricacién de pélvora de fusil y de caiién, necesaria para las Cierto es que el teniente goberna- dor de La Rioja, de propia iniciativa habia instalado un pequefio estableei- iento de elaboracién de pélvora Pe- 10, a pesar de la excelente calidad de | misma ~asf lo reconocia San Martin cen un oficio del mes de agosto de 1815 al director supremo, a raiz de una or- den que éste impartiera para que toda la pélvora que se elaborara en La Rio- Ja fuese enviada a Mendoza (Archivo General de la Nacién: obra citada en a_nota 9 de este trabajo, pagina 355)—, la cantidad producida era in- suficiente, debiendo, ademés, consi derarse que su transporte hasta Men doza recargaba grandemente el precio, En una comunicacién del 5 de oc- tubre de 1815 al director supremo del Estado, el comandante en jefe del Ejército de los Andes hacia saber que continuaba con buen éxito la elabora cin del salitre existente en las proxi midades de la ciudad de Mendoza y ‘que ya tenia en los almacenes, “ciento cuarenta arrobas y quince libras (1.616,90 kg) de impuro y sctenta y siete arrobas y once libras (890 ke) purificado, de la mayor calidad y ap- titud”. Por no saber qué destino dar le, pedia que el gobierno se lo indi- cease. Se trataba naturalmente del sali- ts, que com destino ata bei de pélvora de Cérdoba, se acopiaba y pu- rificaba en Mendoza y que, por haber- se aquella incendiado, ya no habia ob- Jeto de remitirlo a ese destino. En su contestacién del 18 de octu- bre, el gobiemo central comunicaba al gobernador intendente de Cuyo que intentase la fabricacién de pélvora pe- ra las necesidades de su Ejército y ‘que, en el caso de no ser esto posible, que enviase el salitre a La Rioja para que fuese allf utilizado en la elabora- cién de aquel producto. El experimento no podia disgustar a San Martin, euyos colaboradores rea- lizaban en esos dias proezas de todo género para surtir al Ejército en for- ‘macién de todos los elementos de que carecfa. Aprovechando la presencia en Mendoza del mayor Alvarez Condareo (que a las érdenes de Paroissien habia practicado la elaboracién de pélvora en la fibrica de Cordoba), San Martin dispuso que se estableciese la nueva fibrica, la que fue instalada en una casa que Toméis Godoy Cruz. cedi'ge- nerosamente con ese objeto. Con toda la actividad que el organi- zador del Ejército de los Andes sabia transmitir a sus colaboradores, el di- rector de la fibriea se decidié « mon- tar el laboratorio y a acopiar la materia prima necesaria, tanto que a los tres meses de haber sido dictada la ante- rior resolucién —es decir, en febrero de 1816—, el mayor Alvarez Condar- co entregaba al gobernador intenden- te de Cuyo tres recipientes de hojalata ue ontenian muestra de tes clases fe pdlvora elaborada en Ia fabrica, pa- ra que fuesen enviadas al director su- premo del Estado, Las muestras de pélvora reeibidas de Mendoza fueron examinadas en Buenos Aires por los tecnicos que al efecto designé el go- bierno y en oficio del 29 de febrero, el seeretario de Guerra haefa saber a San Martin, que “por el reconocimiento que se ha practicado, se advierte ser de la inds excelente calidad, pues sube 0 16 grados en la probeta, y tinica- mente se ha obsereado por los inteli- entes que la de cain tiene el grano demasiado grueso: mas, sin embargo de todo, el precio sumamente equita- tivo y demds circunstancias que cons- tituyen la excelencia de aquel articulo exigen la continuacion de este estable- cimiento bajo la direccién del oficial expresado (referiase al mayor Alvarez Condareo), a quien manifestard U.S., de orden del Exemo. Director. lo satis fecho que esté el gobierno de su labo- Tiosidad y desempeio, bajo el seguro concepto que se le dispensaré toda la proteccién debida a tan stil objeto” (Archivo General de la Nacién: obra citada en la nota 9 de este trabajo, piigina 391). El procedimiento de fabricacién y el personal empleado se deducen con toda claridad de una planilla con que cl sargento mayor Alvarez Condareo acompafaba a las muestras de pélvo- 1a, especificando el rendimiento dia- rio de la fibrica y el costo de elabora- cidn del producto. Por tratarse de ac- tividades nuevas y de personal de es- casa prictica, la cantidad elaborada diariamente, en el primer tiempo, al- quia apenas doe arabes 5 I ), ocupaindose en la tarea a 18 personas, cuyos jornales oscilaban en- tre uno y dos y medio reales. He aqui ahora, la distribucién del trabajo, segiin se deduce de la indi- ‘ada planilla: un peén molia el azufres dos, el carbén; y tres “floreaban” el salitre. Uno “cirniendo ambos sim- ples”; otro “triturando el tercio”; seis ‘moliendo la pasta; uno “granando la pasta”, y otro “quitando el polco y dividiendo la clase de granos”. Un so- brestante —el mejor remunerado, pues su jornal era de cuatro reales— cuidaba “de lo interior de la casa y su ‘manipulacién”, y un capataz. estaba cencargado de la “elaboracion del sali- tre, florearlo y hacer el carbén”. El costo de las dos arrobas diarias de pélvora —incluyendo jornales del personal de trabajo y de una cocinera, alimentaciin del mismo y compra de la materia prima— aleanaaba a diez y seis pesos, cuatro reales y tres cuarti- los, resultando ast la libra de pélvora (460 gramos) a unos seis reales aproxi- madamente, precio que el gobierno central consideré “sumamente equita- tivo Mas la existeneia de salitre en los almacenes del Ejéreito de los Andes fue disminuyendo cada vez més y el gobernador intendente de Cuyo, con el fin de evitar la paralizacion de los trabajos de la fibriea de pélvora, se apresuré a pedir que le fuese enviado desde Buenos Aires (oficio del 20 de marzo de 1816), pues sin duda, hubie~ se resultado por demés onerosa y len- ta la explotacién de las salitreras que cxistian en el interior del territorio de Mendoza, a causa de las deficientes A pesar de que el articulo pedido por San Martin abundaba en el co- mercio de Buenos Aires —por su em- leo en-la salazén de carnes—, el go- Eierno central, despuss de un proljo examen de su calidad (tarea que fue encomendada al teniente coronel Pa- roissien) y de un estudio de los pre- cios, no Juzgo muy conveniente ad- quitirlo por su costo excesivo, En cambio, envi6 a Mendoza quintales de pélvora (julio de Al serle reiterado el pedido de sali- tre, el gobierno central contesté a San Martin que la fibrica continuase fun- cionando con la cantidad de salitre ue pudiese elaborar u obtener diree- tamente, y que si la eantidad de pol vora que fabricara no alcanzaba a cu- brir las necesidades de su Ejército, la que faltara le seria enviada desde Bue- nos Aires, donde habia grandes exis- tencias en los almacenes del Estado (Archivo General de la Nacién: obra citada en la nota 9, paginas 401, 419 y 439) Debido a la escasez siempre mayor de salitre, la fibrica fue disminuyendo su produccién, hasta cesar del todo sus actividades a fines de 1816, pues de Buenos Aires fueron legando 2 Mendoza grandes cantidades de pél- vora que el gobierno emia al Ejrci- tode los Andes, listo ya para atravesar la cordillera y emprender su gloriosa ‘campafia libertadora de Chile. EL 6 de setiembre de 1816, el sar- gento mayor Alvarez Condarco pasaba a ser ayudante de campo de San Mar- tin, pues su presencia en la fabrica de pélvora ya no era tan necesaria. Lo eemplazs en la direccién de la fabri- a, Manuel Aranda que habia hecho su aprendizaje a las érdenes de aquel. Como indice de la labor desarro- ada por Alvarez Condareo en la fi- brica de polvora de Mendoza desde febrero hasta setiembre de 1816 (lapso fen que estuvo eneargado de la mis- ‘ma), conviene indicar que, en ese es- pacio de tiempo, fueron’ elaboradas doscientas seis arrobas y diecinueve libras (2.978 ky), con un gasto total de dos mil pesos, recibidos de las cajas del Estado. sto permitiiaal director Alvarez Condarco, manifestar que “Incluyendo en los costos de la plo- ta todo el dinero recibido, resulta la libra de pélcora a tres reales y quedan libres, a beneficio del Estado, todos los titiles que se han costeado, entre todo una maquina hidréulica que solo falta su colocacién, con las maderas recisas para su edificio, que es lo que ‘mds cuesta en este pais" (Archivo Ge- neral de la Nacion: obra citada en la nota 9, pig. 439) Ademis de las dos fibricas principe- les de Cérdoba y de Mendoza para la elaboracién de pélvora con destino al Ejército, en otros puntos del pats fun- ccionaron simultineamente otros esta- Dlecimientos de la misma naturaleza, pero de importaneia menor. Ya nos hemos referido al que existia en La Rioja, cuya pélvora —de “su- perior calidad", segin San Martin— sirvié para proveer también al Ejérei- to de los Andes. En Santiago del Es- tero funcioné igualmente una peque- fia fabrica, segiin referencia que se encuentra en una carta del general Belgrano (Museo Mitre: Documentos del ‘Archivo de Belgano: tomo VIL pig, 37). Es de presumir que el pri- mero de estos dos establecimientos debi instalarse a raz del incendio de la fabrica de Cérdoba para aprovechar como también lo hiciera el de Men- doza— el salitre que, con destino 2 aquélla, tenia acopiado al producirse el mencionado siniestro.

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