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Arturo Ortega Sosa Act 1
Arturo Ortega Sosa Act 1
Matricula: 142470
Grupo: L094
Como resulta evidente, los temas que vamos a desarrollar constituyen sólo la
introducción a las cuestiones civiles dentro del proceso penal.
Si bien es cierto que el proceso penal tiene y debe tener sus peculiaridades, ellas
no permiten el desconocimiento de los principios ni de las reglas básicas de
procedimiento. Así, las reformas que se emprenden no son tales, sino simples
modificaciones de asuntos puntuales, que antes que implicar la sistematización
teórica y práctica del proceso, acrecientan el cúmulo de contradicciones,
imprecisiones y confusiones.
Este trabajo busca analizar la validez de la inclusión de la parte civil dentro del
proceso penal y hacer evidentes las inconsistencias de que adolece la
reglamentación vigente respecto de los dos tópicos más elementales que regulan
el tema: la acción civil y su titularidad. Estos dos son sólo una muestra de la
infinidad de confusiones que pueblan el Código de Procedimiento Penal
Colombiano, cuya corrección no se vislumbra en la reforma que cursa ante el
Congreso.
ACCIÓN CIVIL
"Para los clásicos y los neoclásicos, el daño privado resultante del delito trae
aparejada una disminución patrimonial, cuyo reparo debe hacerse efectivo por
medio de las disposiciones del derecho civil. Con ello se le dio a la indemnización
de los perjuicios ocasionados con el delito un carácter exclusivamente civil, sujeto
a las normas del derecho privado." Para la escuela positivista, la reparación
constituye una forma de lucha contra el delito y debería ejercerse con fines
sancionatorios y con fines preventivos, o sea que sería una manifestación del
poder punitivo del Estado, de carácter oficial, con obligaciones para los fiscales y
los jueces de tomar las medidas para hacerla efectiva. Se le concede así una
importancia grandísima como una cuestión que trasciende el mero interés privado,
a tal punto que del producto del trabajo en la prisión se debían hacer varias
partidas: una para la manutención del reo, otra para pagar a la víctima los
perjuicios, otra para la familia del reo y, si quedaba algo, se le debía entregar
cuando saliera en libertad. Una consecuencia más del anterior criterio es la de que
se supeditan al pago de perjuicios la condena de ejecución condicional, el perdón
judicial y libertad condicional.
"En la actualidad vemos esto como incorrecto, pues la reparación puede aportar
mucho para el cumplimiento de los fines de la pena y con ello también adquiere
importancia política criminal. En primer lugar, está al servicio del restablecimiento
de la paz jurídica, lo que llamo integración-prevención, cuando el autor repara con
sus medios. Sólo cuando esto ha ocurrido y en la mayoría de los casos
independientemente de su castigo, la víctima y la sociedad verán superado el
daño social provocado por el hecho. Del mismo modo la reparación también tiene
eficacia resocializadora. Obliga al autor a colocarse frente a las consecuencias de
su hecho y a considerar los intereses legítimos de la víctima, los cuales serán
percibidos por él, mucho más a través de la pena como justos y necesarios y con
ello fomentar un reconocimiento de la norma. Finalmente, la reparación puede
conducir a una reconciliación entre autor y víctima y con ello facilitar
esencialmente una reinserción del autor.
"Por ello trabajo en este momento con diversos colegas en un proyecto alternativo,
que integre en el derecho penal la reparación en el ámbito de la pequeña y
mediana criminalidad y de este modo completar el programa de una política
criminal resocializadora dedicada a la solución de conflictos sociales." (Trabajo
que infortunadamente el autor no conoce). Parte de la base de que en los delitos
de poca monta el perjudicado está más interesado en la reparación que en el
castigo (cosa no necesariamente cierta, falta de interés que se reflejaría en la falta
de acuerdo). Esta inclinación por la reparación puede tomarse como fundamento
de la conciliación de nuestro Código de Procedimiento y a las demás
consideraciones que respecto de la reparación están estatuidas en nuestro
régimen penal, como anota el propio autor en sus comentarios. Es, por razones
diferentes, un retorno a la obligatoriedad de la indemnización dentro del proceso
penal de los positivistas, sin que constituya pena, pero dando lugar a su supresión,
básicamente por resultar político y criminalmente innecesaria.
De la acción procesal
Así las cosas, el contenido del artículo 23 del Código de Procedimiento Penal
resulta incorrecto, porque, desde otro punto de vista, nos está diciendo que es
necesaria la existencia (y comprobación inicial) del hecho punible para que se
genere el derecho de acción, cuando lo aleatorio, al momento de iniciarse el
proceso, es, precisamente, la existencia del hecho punible y de los perjuicios y no
el derecho de acción.
La acción civil
Objeto
La acción civil, al tenor de lo dispuesto por el artículo 103 CP. está establecida
para la reparación de los daños y perjuicios derivados del delito, expresión que se
repite en el artículo 44 del C. de P.P, y que, según el Diccionario de la Real
Academia Española, en su tercera acepción es "desagraviar, satisfacer al
ofendido", al paso que satisfacer implica pagar enteramente lo que se debe,
concepto que debe relacionarse con el contenido en el artículo 2341 del C.C.,
según el cual, el que ha cometido un delito o culpa es obligado a la indemnización,
expresión que implica resarcimiento de los daños causados, la compensación del
daño, del perjuicio o del agravio (cfr. Diccionario de la Academia Española).
Sostiene Giovanni Leone, a quien venimos siguiendo en esta parte, que "... el
delito, mientras como ilícito penal provoca la reacción de la pena, como ilícito civil
determina el derecho al resarcimiento del daño que, como veremos, se desdobla
en restitución y en resarcimiento del daño en sentido estricto." Daño que
efectivamente debe haberse producido, al decir de Florian.
El daño, según la cita que de Levi trae Leone es la diferencia de valor entre dos
situaciones: la precedente y la consiguiente a la lesión; o bien "cualquier privación,
menoscabo o reducción de utilidad, que el particular venga a experimentar en su
patrimonio a consecuencia del delito".
El artículo 103 C.P. dice que "El hecho punible origina la obligación de reparar los
daños materiales y morales que de él provengan". La norma establece la
existencia de un daño no patrimonial en cuya noción entran el daño concerniente a
la lesión de bienes de contenido no patrimonial (honor, decoro, pudor, etc.), ya el
daño consistente en sufrimiento de ánimo o sufrimientos morales o, aún, dolores
físicos. Se han dividido en daños morales objetivos u objetivados y en daños
morales subjetivados. El segundo, "... consiste en el dolor, la aflicción, el
abatimiento, la tristeza que puede ocasionar el delito en las personas afectadas
por él.
Como puede observarse, de la redacción del artículo 2341 del C.C. Colombiano
no se deriva la posibilidad de la restitución, figura que tampoco aparece, siquiera
implícita en los artículos 1.613 ni 1.546, pero sí, con innegable claridad en los
artículos 14, 60 y 415-7 del Código de Procedimiento Penal. La restitución tiene
inmensa importancia, así, para la obtención de la libertad provisional y para la
concesión de la condena de ejecución condicional y de la libertad provisional.
(Arts. 69 y 73 del CP). Nuestra Corte ha llegado, en sentencia de noviembre de
1988 a equiparar la incautación de los bienes objeto del ilícito en los delitos contra
la propiedad con la restitución, partiendo de la base de que ser indemnizado por lo
que ya se ha recuperado es un enriquecimiento sin causa (M.P. Guillermo Duque
Ruiz).
d) una cuarta teoría, por último, identifica en la constitución de parte civil una
forma de intervención de terceros.
"Al ponernos a examinar estas distintas teorías, debemos destacar que, a nuestro
modo, está llamado al fracaso cualquier intento encaminado a llevar la constitución
de parte civil bajo la disciplina de institutos exclusivamente pertenecientes al
derecho procesal civil: efectivamente, tratándose de explicar por qué una acción
civil inserta en el proceso penal, que no es su sede, no puede bastar a la una o a
la otra de las dos ramas del derecho procesal, sino que es necesario remontarse a
una categoría común o a un esquema de teoría general.
"Esto supuesto, hay que excluir que pueda reconducirse la constitución de parte
civil al litisconsorcio necesario; la premisa de tal concepción es inexacta, dado que
en la llamada pretensión punitiva del Estado no queda absorbida la pretensión de
restitución o resarcimiento del damnificado, sino que continúan netamente
distintos el derecho punitivo del Estado y el derecho del damnificado a la
restitución y al resarcimiento.
"Así mismo, no se puede considerar que la parte civil sea admitida a coadyuvar al
ministerio público: ya que a tenor de la legislación vigente la parte civil está
solamente legitimada para hacer valer solamente la pretensión de resarcimiento o
de restitución y, por tanto, es extraña al ejercicio del derecho punitivo estatal
(como acurre en la legislación colombiana): otra cosa es el problema de iure
condendo sobre si debe reconocerse una más amplia esfera de influencia al
particular en el proceso penal también en lo que concierne a la declaración de
certeza del delito (de la que necesariamente se deriva la condenación al pago de
los perjuicios, razón por la que en nuestra legislación se permite la mayor
injerencia de la parte civil en el proceso). Y si, en la práctica, aún hoy la parte civil
aparece como la colaboradora del ministerio público, ello puede servir para
identificar la tendencia del instituto a ampliar su esfera y eficacia, y
consiguientemente a postular una realística revisión del instituto: pero no puede
cambiar su esencia.
"En virtud de la premisa que ha sido anticipada, no pueden aceptarse las dos
concepciones que reconducen a la conexión y a la intervención del tercero a la
constitución de parte civil.
"En cambio, debe aceptarse la opinión que reconduce la constitución de parte civil
al principio de la unidad del poder jurisdiccional. Este principio se identifica
principalmente con la regla de la prohibición de contradicción de fallos. Dicha regla
opera de dos modos: preventivamente mediante todos los recursos encaminados
a evitar que se verifique el fenómeno de la contradicción de fallos; represivamente
mediante aquellos mecanismos que han sido previamente dispuestos para
resolver la contradicción, sacrificando uno de los dos fallos en contraste". Para el
autor, la disciplina de la parte civil constituye un mecanismo preventivo.
El asunto relativo a la delimitación del ejercicio del poder jurisdiccional tuvo una
amplia discusión con base en la demanda de inexequibilidad de los artículos 58 a
66 del decreto 050 de 1987 (Código de Procedimiento Penal anterior al vigente)
presentada por Pablo Cáceres Corrales. Parece de interés la reseña de esa
demanda y la de la sentencia dictada por la Sala Plena de la H. Corte Suprema de
Justicia, con ponencia de Jairo E. Duque Pérez. No podemos dejar de observar un
excesivo acento en el valor del «supremo acto de intercambio de mercancías".
"Ahora bien, los términos que establece la Constitución para el ejercicio de los
poderes públicos se relacionan con una serie de principios cuya vigencia y respeto
se relacionan con la permanencia de la igualdad y la libertad de los individuos".
Dentro de estos términos está la determinación del sistema jurídico del Estado,
que en nuestro caso se ha hecho estableciendo el sistema romano-germano, en el
que "La política del legislador vinculada a cada código y a cada normativa
específica, incluirá, sin excepción, la formas, mecanismos, recursos, etc., de
defensa y accionabilidad de los derechos y libertades".
"El individuo que somete sus contenciones privadas al juez civil es titular de unos
derechos personales o patrimoniales rodeados de las garantías de la propiedad
privada, esencialmente renunciables y es responsable por las obligaciones
colaterales engendradas en las fuentes de las obligaciones que parten de un
supuesto esencial: la manifestación libre de voluntad. Las fuentes de sus
obligaciones o de los hechos que previstos en la ley originan responsabilidad,
deben ser decretadas o reconocidas por un juez que aplica una normatividad
sustantiva y un procedimiento propio del conflicto privado a resolver. Los
elementos materiales del proceso, las pretensiones y los hechos sometidos al
juicio tienen una connotación eminentemente civil, aunque provengan de hechos
(civiles o penales) cometidos por otros sujetos.
Los hechos ajenos en tal circunstancia son de tipo civil para el sujeto vinculado a
la determinación de los jueces civiles, aunque desde el punto de vista penal sean
criminales para el otro sujeto sindicado de ser su autor... Los hechos delictuosos o
culposos penalmente son tratados como hechos civiles cuando enajenan (Sic.) la
responsabilidad del tercero que llevará (él mismo o su demandante) sus conflictos,
allí originados, a un juez competente y propio.
"Tenemos entonces que es la ley civil sustantiva la norma que define el mundo de
la responsabilidad civil y consagra la política legislativa en ése tema. La ley civil
procedimental suministra el protocolo necesario para que los comentados
derechos civiles privados sean eficaces y ejecutorios en el sentido en que lo ha
considerado el órgano legislativo...
"Es evidente que al analizar los hechos el juez observa: la conducta del
delincuente, sus circunstancias personales y las que rodearon el hecho; el daño
causado con su acción que, además, está considerado en la misma ley como
elemento constitutivo del delito; el interés público lesionado y la gravedad y el
monto de los daños públicos por lo cual habrá de purgar una pena. Pero ese
mismo juez que históricamente puede condenar al reo a la reparación particular al
estimar los hechos delictuosos, fundamenta esta condena en razones propias del
análisis criminal... La propiedad del juez frente al reo corresponde a la propiedad
de éste frente a su juez. Esa doble relación juez/sujeto sindicado es la que permite
que aquel pueda decidir sobre todos los efectos jurídicos de la conducta punible.
La misma relación desaparece cuando se trata de un tercero cuya responsabilidad
quede afectada por la conducta reprimida."
Dice el autor que se viene citando que de esta manera se viola también el principio
del juez propio, que parece coincidir con lo que los penalistas denominamos el
Juez Natural que se origina en la necesidad de que un extraño -un extranjero, un
hombre ajeno al reino lo juzgue, como se presenta en Europa con las
comunidades autónomas y, como reconoce la actual Constitución al crear las
jurisdicciones indígenas y la Jurisdicción Penal Militar, aunque dentro del concepto
del Juez Natural se haya incluido, anti técnicamente, por algunos autores, lo
relativo al principio de legalidad del Juez, encontraremos que la competencia del
juez penal para conocer de asuntos civiles puede afectar la especialidad del juez
en razón de la materia sobre la que puede decir derecho, pero jamás podrá
predicarse que él no es el juez natural, porque sí lo es. Tampoco vemos la forma
en que se afectaría la legalidad del juez, ya que la norma estaría estableciendo
con anterioridad el juez competente.
Al pronunciarse, la Corte, con ponencia del Magistrado Jairo E. Duque Pérez dice
que dentro de la línea conceptual de especialización funcional que establece el
principio de la separación de los poderes, por mandato expreso o implícito de la
Constitución, la rama jurisdiccional adopta en su organización una separación de
las competencias jurídicas, de acuerdo con la diversidad de los asuntos que le son
sometidos (nosotros no vemos que exista claridad sobre ese mandato, ni implícita
ni expresamente).
"Dada la íntima correlación que suele existir entre el daño público y el privado,
generados por el delito, al legislador le está permitido refundir aquellas
competencias y asignadas al juez penal, quien ha de poder calificar la conducta
civil de quien no ha participado en el hecho incriminado como autor, coautor,
cómplice, es decir, de quien no es Penalmente Responsable, pero es sin embargo
responsable civilmente, de dichos perjuicios. En este evento el proceso penal
ensancha su objeto, ya no se limita al sólo esclarecimiento de los hechos punibles
descritos en la ley penal, sino que llega hasta sacar consecuencias o efectos
civiles que de ellos se desprenden.
"Al obrar así, la ley no quebranta ninguno de los principios básicos que informan el
ordenamiento constitucional ni desvirtúa la naturaleza misma del proceso penal
cuyo objeto consiste tanto en la satisfacción del daño público como en la
indemnización del daño privado que el delito genera, pues a ella corresponde...
distribuir las competencias entre los órganos jurisdiccionales del poder público".
"Podemos definir jurisdicción como ...la soberanía del Estado, aplicada por
conducto del órgano especial a la función de administrar justicia, principalmente
para la realización o garantía del derecho objetivo y de la libertad y de la dignidad
humanas, y secundariamente para la composición de los litigios o para dar
certeza jurídica a los derechos subjetivos, o para investigar y sancionar los delitos
o adoptar las medidas de seguridad ante ellos, mediante la aplicación de la ley a
casos concretos, de acuerdo con determinados procedimientos y mediante
decisiones obligatorias."
Para Gustavo Orjuela Hidalgo la acción civil tiene, dentro del proceso penal,
características públicas y sociales, adhiriendo incondicionalmente y explícitamente
a la ya vista posición de los positivistas.
Para Gilberto Martínez Rave, quien sigue muy de cerca los comentarios de
Eugenio Florián, la acción civil es privada, patrimonial, contingente y voluntaria.
Para Hernando Devis Echandía el derecho de acción tiene como fin primordial
proteger el interés público y general en la tutela de orden jurídico y en la paz y
armonía sociales; sólo secundariamente tutela el interés privado del actor.
c) Afirmar que la acción civil es contingente implica una confusión entre acción y
pretensión y entre acción y perjuicio. Baste leer lo dicho por Florián: "... quiere
decir que puede nacer del delito o no nacer, sea porque se trate de delito que no
cause daño patrimonial resarcible (delitos contra el Estado; asociaciones
constituidas con el fin de delinquir, incendio de una casa por el propietario que por
estar aislada no expone a riesgo a ninguna otra ni a las personas), sea porque el
particular no quiera ejercitarla." Evidentemente lo contingente es el perjuicio.
Puede aceptarse que el delito no produzca un perjuicio patrimonial contra un
particular ni contra el Estado, pero si se parte de la base del bien jurídico,
encontraremos que su afectación implica un perjuicio, así sea moral, para alguien;
para el Estado o para los particulares.
De lo dicho en el numeral uno se concluye que la acción civil dentro del proceso
penal tiene un carácter mixto: es patrimonial (dice el artículo 62 C. P. P. que
extingue en todo o en parte por cualquiera de los modos consagrados en el
Código Civil) y es voluntaria, ya que el titular puede tomar la decisión de intentarlo,
bien en el proceso penal o en uno civil, o de no intentarlo. No es verdad que la
acción civil sea contingente como se sostiene tan comúnmente, ya que lo
contingente es el derecho a la indemnización de los daños y perjuicios, derecho
que, como se sabe, depende de la existencia de éstos y no el derecho a la acción.
Es, además, accesoria a la acción penal, porque del ejercicio de ésta depende el
suyo y el de la prosperidad de la pretensión penal depende la posibilidad para el
juez de pronunciarse sobre las pretensiones civiles.
Pero la realidad es que la acción "pertenece a toda persona material o jurídica, por
el sólo hecho de querer recurrir a la jurisdicción del Estado, pues existe siempre
un interés público que le sirve de causa y fin, como derecho abstracto que es."
El perjudicado
Según Manzini (citado por Tiberio Quintero) "La titularidad del derecho a ejercitar
la acción civil dentro del proceso penal compete... a todo el que tenga interés
legítimo y actual en obtener el resarcimiento del daño o la restitución: excluido de
todo otro interés, aunque fuera realizable mediante la acción civil ex delito, que se
podrá hacer valer por separado ante el juez civil competente."
"La relación procesal civil es así instaurada por quien asume ser el titular de un
derecho de resarcimiento o de restitución frente al imputado y/o a un tercero a
quien dirija la demanda de resarcimiento o restitución."
Son interesantes los comentarios hechos por Antonio María Lorca Navarrete al
respecto:
"Por último aludir a un problema interesante, ya que si bien los derechos que les
corresponden a los perjudicados como consecuencia de la infracción punible,
como de orden civil que son, pueden ser transmitidos por los medios y en la forma
que el Derecho civil establece, ello no significa que esta transmisión conceda
legitimación para actuar en el papel de parte como actor civil en el proceso penal a
los que por cualquier medio hayan obtenido el derecho material del titular del
mismo, bien por transmisión directa en un acto intervivos, bien por haberse
subrogado en sus derechos a consecuencia de un contrato que produzca ese
efecto. Este problema se plantea con gravedad cuando existe un contrato de
seguro que obliga a una entidad aseguradora a satisfacer a una persona los daños
y perjuicios que le son causados por un hecho constitutivo de la infracción punible.
En este caso cuando el asegurador resarce el daño causado por el acto punible al
ofendido por el mismo se plantea un problema respecto a la admisibilidad de la
pretensión de resarcimiento de la compañía de seguros, puesto que la obligación
que existía frente al ofendido por el acto punible se ha extinguido por el pago
realizado por el responsable civil. La norma penal establece que la acción para
repetir la restitución, reparación e indemnización se transmite a los herederos del
perjudicado (art. 105 LECr) - sentido que muy difícilmente se le puede dar a la
legislación colombiana - y como las leyes penales han de interpretarse
restrictivamente, hay que pensar que sólo a los herederos se transmite la
legitimación activa del sujeto activo de la pretensión de resarcimiento y no a los
cesionarios, aseguradores, acreedores, etc. Ninguno de éstos está legitimado para
pedir la actuación de la pretensión de resarcimiento en un proceso penal, con
base al carácter especial de la legitimación activa, que se basa en la calidad de
ofendido por el hecho punible de la que carecen los sustitutos del acreedor
(perjudicado) por no ser ofendidos directa ni indirectamente y por la posibilidad de
deducir la pretensión ante el titular civil del órgano jurisdiccional.
Parece ser que la confusión reina en el punto. Mientras que, según la referencia
que hace del Código Penal Tipo Luis Enrique Cuervo Pontón, son titulares de la
acción civil -ya se hace innecesario cualquier comentario sobre éstos términos-,
"sus herederos (los de quien según la ley civil esté legitimado para reclamar por el
daño directo emergente del hecho punible), según su cuota hereditaria", de lo que
puede entenderse que hace referencia a quienes se han hecho titulares del
derecho a reclamar la indemnización (sea o no litigioso) que perteneció a su
causante, por sucesión, el Código habla de herederos o sucesores.
No es ese el sentido que se deduce de las acotaciones hechas por Quintero,
cuando cita a Romero Soto y a Ciro López Mendoza. De acuerdo con la primera
cita no es "... conveniente que se haga específica referencia a los herederos, toda
vez que... el único caso en que se presenta es el homicidio y, en esta
eventualidad, pues lógicamente que son ellos los perjudicados." De acuerdo con la
segunda "el artículo omite a los sucesores de la persona natural, y estos deben
ser titulares de la acción indemnizatoria en caso de muerte del titular de la acción."
Entre las personas jurídicas quedan incluidas las de derecho público, las que de
acuerdo con lo dispuesto por el art. 36 de la Ley 190 de 1995 (Estatuto
Anticorrupción) no sólo pueden, sino que tienen la obligación de constituirse en
parte civil, cuando resulten perjudicadas por un delito contra la administración
pública. Establece también, la norma, la obligación al instructor de comunicar al
representante legal de la entidad sobre la apertura de la instrucción.
El Ministerio Público
Pasando a los siguientes "titulares de la acción civil" enumerados por el artículo en
estudio, puede observarse cómo el Código de 1987 incluyó al Ministerio Público
como uno de ellos, sin ninguna limitación, es decir, en condiciones de reemplazar
al perjudicado en el ejercicio de la acción civil, en cualquier caso; respecto de la
reglamentación establecida por el decreto 2700 de 1991 Luis Enrique Cuervo
Pontón dice: "A sugerencia de la Comisión Especial el proyecto del gobierno fue
adicionado con la inclusión de las acciones populares, pretendiendo así, garantizar
no sólo la indemnización de los perjuicios cuando afectan intereses individuales
sino también cuando se han vulnerado intereses colectivos... La Comisión quería
que se otorgara la titularidad de esta acción al Defensor del Pueblo, no obstante,
en el texto definitivo prefirió hablarse del Ministerio Público ya que el primero
forma parte del último." La acotación termina sin dilucidar si la intervención del
Ministerio Público es autorizada exclusivamente en procura de obtener la
indemnización cuando se trata de perjuicios que afectan a la colectividad o en
todos los casos; la redacción de la norma no es menos indecisa.
Sigue la Corte: "por otra parte, el artículo 143 citado, no prohíbe que el Ministerio
Público pueda desempeñar la función que le asigna la disposición acusada, pues
esta disposición no señala taxativamente esas funciones. Precisamente por esto el
artículo 145 de la Constitución Nacional que fija las funciones del Procurador
agrega en el inciso final, que tiene además las que la ley le atribuye..." Concluye la
Corte diciendo que la norma es inconstitucional exclusivamente porque se
excedieron las facultades conferidas mediante la ley 52 de 1984, al incumplir con
la obligación impuesta de expedir el Código de Procedimiento Penal adecuándose
a sus prescripciones.
El actor popular
El Código Civil las establece dentro las acciones posesorias, las que "tienen por
objeto conservar o recuperar la posesión de bienes raíces, o de derechos reales
constituidos sobre ellos" (art. 972), las establece en cabeza de la municipalidad o
de cualquier persona respecto de caminos u otros lugares de uso público (art.
1005), sin perjuicio de las que competan a los inmediatos interesados (art. 1006),
lo que, en nuestro sentir, señala como función la de mantener la integridad del
espacio público, como precisa el art. 6Q del Decreto 2400 de 1989.
El art. 2º de la Ley 472 de 1998 establece que las acciones populares "son los
medios procesales para la protección de los derechos e intereses colectivos" y que
se ejercen para evitar el daño contingente, hacer cesar el peligro, la amenaza, la
vulneración o agravio sobre los derechos e intereses colectivos, o restituir las
cosas a su estado anterior, cuando fuere posible." y el art. 9º dice que proceden
"contra toda acción u omisión de las autoridades públicas o de los particulares,
que hayan violado o amenacen violar los derechos e intereses colectivos" lo que
expresado en otros términos implica que las acciones populares están
encaminadas a prevenir, básicamente, o a enervar las acciones que atentan
contra los derechos o intereses colectivos y no al restablecimiento de una
situación de derecho o a la indemnización de los perjuicios que un acto
determinado haya generado, lo que se ve claramente reflejado en todas las
previsiones procesales estatuidas para su trámite.
Ahora bien, nadie tiene la tal calidad de actor público, al menos en el sentido que
puede deducirse de la norma estudiada, según el cual cualquier persona estaría
legitimada para representar a todos los perjudicados. Preguntamos: ¿sin su
consentimiento, pasando por encima de su derecho a renunciar o desistir, aunque
sólo signifique resignación a perder la indemnización? consentimiento que resulta
indispensable aún en el caso de las acciones de grupo (art. 3º), que tampoco son
tramitables dentro del proceso penal.
Pienso que la norma que habla de acción popular está tan a la moda como fuera
de contexto, especialmente porque muchos de los derechos a los que hace
referencia el artículo 88 mencionado corresponde a bienes jurídicos tutelados por
el derecho penal al establecer los tipos. Si la conducta lesiva de estos intereses
constituye delito, se vela por ellos mediante el ejercicio de la acción penal; si no lo
constituye, se puede velar por ellos mediante la acción popular. Si ha vulnerado el
interés de un número indeterminado de personas, cada uno de ellos debe poder
disponer de su derecho o lo podría hacer el defensor del pueblo, en procura de los
intereses de quienes se estimen desvalidos, a través de la acción de grupo, fuera
del proceso penal.
Amparo de pobreza
Se hace necesario, en consecuencia, fijar los criterios conforme a los cuales la ley
distribuye el ejercicio de la jurisdicción entre los tribunales establecidos por ella. A
estos criterios se les llama elementos o factores de la competencia.
De la norma citada emana la exigencia para que el legislador contemple las reglas
conforme a las cuales se distribuirá el ejercicio de la jurisdicción entre los diversos
tribunales del país de modo de resguardar que todo ciudadano será juzgado por el
Tribunal que fija la ley con anterioridad a la ocurrencia del hecho que origina el
conflicto y no por otro distinto. El juez natural "impone la inderogabilidad y la
indisponibilidad de las competencias, esto es, la reserva absoluta de ley y la no
alterabilidad discrecional de las competencias judiciales", lo cual significa que
debe estar establecida con caracteres de objetividad y generalidad tales que
impidan a la autoridad, cualquiera que sea, la posibilidad de crear o modificar el
tribunal que ha de conocer el asunto.
Tratándose del juez natural, por lo tanto, existen varias exigencias que se pueden
enunciar como las siguientes:
1) El órgano debe haber sido creado por ley. Este requisito es uno de los que el
Tribunal Constitucional de España ha señalado como exigencia del derecho al
Juez ordinario predeterminado por la Ley. Se contempla expresamente en la
Constitución (artículo 76); en la Convención Americana de Derechos Humanos
(artículo 8.1); y, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículo
14).
2) El órgano debe existir antes de la ocurrencia del hecho que origina el conflicto.
Este requisito se contempla expresamente en la Constitución (artículo 19 N° 3,
inciso quinto); en la Convención Americana de Derechos Humanos (artículo 8.1);
y, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículo 14).
3) El órgano que debe conocer del asunto debe tener jurisdicción. Esto, que puede
parecer una obviedad, dice relación con que su finalidad debe ser la aplicación del
derecho, despojado de todo otro interés. Este también es un requisito declarado
por el Tribunal Constitucional español.
6) La competencia debe estar determinada por la ley. Este requisito se encuentra
sancionado con claridad en el caso de Chile por el artículo 7° de la Constitución.
Montero Aroca explica que el requisito, para el caso español consiste en que
"Existiendo varios órganos de la misma categoría en la población, han de existir
normas objetivas de reparto; el reparto no precisa ley formal, pero sí de criterios
objetivos, no discrecionales". El reparto en España es lo que se denomina por la
doctrina chilena como distribución de causas. Desde luego no es pacífico que las
reglas de distribución de causas no sean reglas de competencia y a ello me
referiré más adelante, pero lo que es claro es que, en el caso de Chile, los criterios
de distribución, que han de ser objetivos y generales, deben estar contemplados
por la ley.
7) No puede haber concurrencia de la competencia, esto es, no pueden haber dos
o más tribunales igualmente competentes, lo que se traduce en que la ley debe
contemplar las reglas conforme a las cuales el órgano jurisdiccional debe estar
determinado o ser determinable. "La aplicación de las reglas de competencia debe
llevar siempre a determinar a un juez natural, dentro de los varios que componen
el órgano jurisdiccional".
11) El tribunal que dicta la sentencia sea el mismo que aquel que se avoca al
conocimiento del asunto. Esta exigencia se resguarda en el artículo 768 del
Código de Procedimiento Civil, que en su número 3, establece como una causal
de casación en la forma "En haber sido acordada en los tribunales
colegiados (.) con la concurrencia de jueces que no asistieron a la vista de la
causa, y viceversa". El artículo 374 del Código Procesal Penal contempla, dentro
de los motivos absolutos de nulidad del juicio y la sentencia, en su letra
a, "Cuando la sentencia hubiere sido (...) acordada (...) con concurrencia de jueces
que no hubieren asistido al juicio". 12) La existencia de mecanismos de reclamo
frente al desconocimiento de cualquiera de estas exigencias.
En Chile, la enseñanza tradicional nos indica que los factores para distribuir el
ejercicio de la jurisdicción son cuatro: materia, fuero, cuantía y territorio.
Esta tesis ha sido respaldada por la jurisprudencia de los tribunales. Así, la Corte
Suprema ha declarado que "las reglas de competencia se orientan a determinar
cuál será el tribunal competente para conocer de un asunto determinado,
pudiendo reconocerse aquellas de carácter general, aplicables a toda clase de
materia y tipo de tribunales -de radicación; del grado o jerarquía; de extensión; de
prevención o inexcusabilidad y de ejecución- y las especiales, que dicen relación
con la competencia de los tribunales que integran el Poder Judicial, pudiendo a su
vez distinguirse entre estas, las relativas a la competencia absoluta, esto es, la
cuantía, la materia y el fuero personal, y las de competencia relativa, que son
aquellas que tienen por objeto determinar de entre tribunales de una misma
jerarquía o categoría, cuál de ellos será el competente para conocer de un asunto
determinado".
Desde luego que los factores de competencia tienen particularidades locales, toda
vez que dependen del tratamiento que se haga en la ley de cada Estado, a la
forma en que se distribuirá la competencia entre los distintos tribunales que se
creen para conocer de los asuntos que corresponden a la jurisdicción. Por ello, es
que resulta comprensible que el factor fuero o persona no aparezca mencionado
por algunos autores como ocurre con el caso de la literatura procesal mexicana.
EL GRADO
De tal manera, los factores de competencia no son solo los cuatro tradicionales
que la doctrina nacional enseña, sino que, a la materia, fuero, cuantía y territorio,
debemos agregar el grado.
EL TURNO
Sin embargo, los cinco factores señalados son insuficientes para explicar la forma
en que se distribuye la jurisdicción entre los tribunales nacionales.
ALSINA expone que "las circunstancias pueden exigir una nueva división del
trabajo, en virtud de la cual, a jueces de la misma competencia se les fija
determinados días para la recepción de las causas nuevas, a fin de hacer una
distribución equitativa del trabajo entre los mismos. Es así como un juez, no
obstante ser competente para entender en una causa civil, debe negarse a
intervenir si es iniciada fuera del turno que le ha sido asignado".
GÓMEZ LARA define el turno como "un sistema de distribución de los asuntos
nuevos entre diversos órganos jurisdiccionales, ya sea en razón del orden de
presentación de dichos asuntos o en razón de la fecha en la cual estos se inician".
Luego el autor agrega "Si el turno se establece no por fechas, sino por orden de
llegada de los asuntos, es claro que debe organizarse una oficialía de partes única
para todos los juzgados, la que distribuirá los asuntos nuevos entre los juzgados
en función del orden de presentación". En el mismo sentido de dar al turno un
significado amplio, OVALLE FAVELA señala que este "se puede llevar a cabo por
períodos (horas, días, semanas, etc.), por orden de ingreso, por programas
automatizados, etcétera".
El turno, como sistema de distribución por fechas, está reglado en Chile en los
artículos 175 y 179 del Código Orgánico de Tribunales. La primera norma se
aplica en las comunas o agrupaciones de comunas que no fueren asiento de
Corte, en donde hubiere más de un juez de letras, el turno se ejerce por semanas;
comienza a desempeñarlo el juez más antiguo y seguirán desempeñándolo todos
los demás por el orden de su antigüedad. La segunda norma se aplica a la
competencia delegada y a los asuntos judiciales no contenciosos.
ALVARADO VELLOSO explica que "cuando son varios los jueces que ostentan
una idéntica suma de competencias (territorial, material, funcional, personal y
cuantitativa), se hace necesario asegurar entre ellos un equitativo reparto de
tareas, con lo cual se crea el turno judicial que, sin ser pauta atributiva de
competencia puede equipararse a ellas a los fines de esta explicación".
PEREIRA ANABALÓN tampoco cree que el turno sea una regla de competencia.
Al efecto señala que "por su alojamiento en el mencionado Título (VII del Código
Orgánico de Tribunales) aparecen en el texto como reglas de competencia. Sin
embargo, la redacción del epígrafe indica que la división del trabajo judicial que
regula se realiza entre jueces que tienen "igual competencia", lo que indica
claramente que entre ellos no existen diferencias en tema de competencia, lo que
a su vez permite razonar en el sentido que tales normas no son reglas de
competencia, sino de otro rango, especie o naturaleza".
El mismo autor cita una sentencia de la Corte Suprema que estableció que "en los
departamentos (hoy comunas) donde hay más de un juez de letras, todos tienen la
misma jurisdicción (competencia) para conocer de los asuntos que se promuevan
dentro de los límites del departamento (comuna) en que se desempeñan y las
reglas destinadas a repartir o distribuir entre ellos los juicios o gestiones de que
deben conocer solo se refieren a la más expedita administración de justicia, pero
no a la facultad que poseen de conocer y juzgar" (considerando 10°)". Agrega el
autor que "Si las reglas del turno y la distribución de causas miran a la equitativa
distribución del trabajo judicial y no a la competencia de los tribunales, carecen de
carácter jurisdiccional y son, por su índole, administrativas. Pero, atendida su
finalidad, tienen carácter público, lo que permite al tribunal excusarse de oficio de
proveer, si no se han observado sus disposiciones".
El turno como criterio de competencia ha sido defendido en Chile por Luco quien
señala al efecto cuatro motivos para esta conclusión: en primer lugar, "el turno y la
distribución de causas surgen, como toda norma de competencia, de la existencia
de dos o más tribunales potencialmente competentes para conocer de un asunto";
en segundo lugar, "el turno y la distribución de causas son dos o más de los
distintos criterios para ir entregando asuntos a uno u otro tribunal, tan válidos y
eficaces como la materia, la cuantía, el territorio, etc."; en tercer lugar, "el objeto
del turno y la distribución de causas es el mismo que el de los demás factores de
la competencia: precisar un tribunal competente para conocer de un asunto
determinado"; y, en cuarto lugar, "negar el carácter de normas de competencia al
turno y la distribución de causas implica desconocer que la determinación del
tribunal competente es una labor que se efectúa en distintos grados".
Es necesario recordar en este punto que, entre las exigencias del derecho al juez
predeterminado, que he enunciado en la primera parte de este trabajo, se
encuentra aquella que indica que no puede haber concurrencia de la competencia,
esto es, no puede haber dos o más tribunales igualmente competentes. El turno,
como elemento de competencia, resuelve el problema de la aparente concurrencia
de la competencia entre dos o más tribunales que se produce con la sola
aplicación de los elementos de competencia anteriores.
LA ATRACCIÓN
LA CONEXIDAD
2° Cuando las personas y el objeto o materia de los juicios sean idénticos, aunque
las acciones sean distintas; y
La misma razón que he explicado a propósito del análisis del turno es aplicable a
la conexidad. Solamente la circunstancia de que se trata de un criterio de
competencia es lo que permite que un tribunal se excuse de conocer un asunto y
lo envíe a otro tribunal para que continúe su conocimiento, acumulada a otra
causa; y la misma razón puede permitir que un tribunal reclame de otro el
conocimiento de una causa de que este último conoce. Se trata de evitar una
interpretación que pueda dar la posibilidad de disponer discrecionalmente de las
competencias.
LA ELECCIÓN
• Caso del demandado que tiene varios domicilios: podrá el demandante entablar
su demanda ante el juez de cualquiera de ellos (artículo 140 del Código Orgánico
de Tribunales).
• Caso en que existan dos o más demandados con domicilios en distintos lugares:
puede el demandante entablar su demanda ante el juez de cualquier lugar donde
esté domiciliado uno de los demandados, y en tal caso quedarán los demás
sujetos a la jurisdicción del mismo juez (artículo 141 del Código Orgánico de
Tribunales).
• Caso en que la pretensión entablada fuere inmueble, será competente, a
elección del demandante: el juez del lugar donde se contrajo la obligación; o el del
lugar donde se encontrare la especie reclamada.
Claramente, los casos en que se aplica el criterio de elección son aquellos en que
no hay razones de interés público que hagan necesario optar entre una u otra
alternativa, de modo que a la luz de tales intereses la decisión que se adopte
resulta irrelevante, aunque no lo es desde la perspectiva de definir la competencia
del tribunal y, consecuentemente, del derecho al juez predeterminado.
EL AZAR
Los casos que se resuelven conforme al criterio de elección no son los únicos en
los que la ley se encuentra ante tribunales alternativos entre los cuales no se
puede discriminar sobre la base del interés público, de modo que el tribunal
competente, dentro de esas alternativas, resulta solo relevante desde la
perspectiva de la necesidad de predeterminar al juez que conocerá del asunto.
La ley pudo haber optado en estos casos por alguno de los criterios anteriores,
particularmente por el turno, que puede resultar aplicable. Sin embargo, ha ideado
una fórmula distinta que se explica en el artículo 69 del citado Código. De este
modo, le asigna al Presidente de la respectiva Corte la tarea de formar el último
día hábil de cada semana una tabla de los asuntos que verá el tribunal en la
semana siguiente. En las Cortes que constan de más de una sala se han de
formar tantas tablas cuantas sea el número de salas y se distribuirán entre ellas
por sorteo. Sortear es, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua,
"someter a alguien o algo al resultado de los medios fortuitos o casuales que se
emplean para fiar a la suerte una resolución".
LUCO sostiene que "las normas de distribución de causas entre las distintas
secciones o salas de un mismo tribunal no son normas de competencia, porque no
tienen por objeto establecer el tribunal competente, sino que la sala precisa de ese
tribunal competente que, en su representación -como dice el artículo 66 citado-
conocerá del asunto. Tan claro es que no se trata de normas de competencia que
si, por ejemplo, la segunda sala de la Corte Suprema -sala penal- conociera y
resolviera, por error, de una materia civil, no podríamos decir que el fallo fue
dictado por un tribunal incompetente en razón de la materia. La materia, en ese
caso, solo determina la distribución del trabajo al interior del tribunal competente,
pero no el tribunal competente".
Las mismas razones que Luco ha dado, que ya reproduje, para sostener que el
turno y la distribución de causas son normas de competencia son perfectamente
aplicables al azar.
Existen aún distintas situaciones en las que se advierte que los criterios
analizados hasta ahora son insuficientes para resolver cuál es el tribunal
competente.
Con motivo de la reforma al proceso penal iniciada en el año 2000 en Chile han
funcionado coetáneamente para conocer de asuntos penales tres tribunales: los
juzgados de garantía, los tribunales de juicio oral en lo penal y los juzgados del
crimen o sus sucesores: los juzgados de letras; que distribuyen su competencia
según si el asunto se somete a las reglas del antiguo o actual proceso penal,
normados en el Código de Procedimiento Penal o Código Procesal Penal,
respectivamente.
Las normas que reglan la entrada en vigencia del nuevo proceso penal son los
artículos 483 y 484 del Código Procesal Penal y el artículo 4° transitorio de la Ley
19.640, Orgánica Constitucional del Ministerio Público. El artículo 483 dispone que
"Las disposiciones de este Código solo se aplicarán a los hechos acaecidos con
posterioridad a su entrada en vigencia". El artículo 484, ya señalado, establece
que "En consecuencia, regirá para las regiones de Coquimbo y de la Araucanía,
desde el 16 de diciembre de 2000; para las regiones de Antofagasta, Atacama y
del Maule, desde el 16 de octubre de 2001; para las regiones de Tarapacá, de
Aisén del General Carlos Ibáñez del Campo y de Magallanes y de la Antártica
Chilena, desde el 16 de diciembre de 2002; para las regiones de Valparaíso, del
Libertador General Bernardo O'Higgins, del Bío Bío y de Los Lagos, desde el 16
de diciembre de 2003, y para la Región Metropolitana de Santiago, desde el 16 de
junio de 2005".
La ley contempla una regla en materia de competencia territorial que adquiere
importancia en cuanto a la oportunidad en que se comete el delito: "Se entiende
cometido el delito donde se hubiere dado principio a su ejecución" (art. 157 del
COT). Parafraseando la norma diremos que "Se entiende cometido el
delito cuando se hubiere dado principio a su ejecución".
Por otra parte, el Código Procesal Penal, en su artículo 483 señala que las
disposiciones de este Código solo se aplicarán a los hechos acaecidos con
posterioridad a su entrada en vigencia.
Planteamiento de la cuestión
3° En el marco del actual proceso penal, tanto los Juzgados de Garantía como los
Tribunales de Juicio Oral en lo Penal tienen competencia para conocer de la
pretensión civil que tuviere por objeto únicamente la restitución de la cosa y para
conocer de las acciones deducidas por la víctima respecto del imputado que
tuvieren por objeto perseguir las responsabilidades civiles derivadas del hecho
punible (art. 59 y 393, inciso segundo, del Código Procesal Penal). En todo caso,
la competencia del juez de garantía solo en materia civil alcanza para conocer de
los incidentes y excepciones deducidos con ocasión de la interposición o
contestación de la demanda (art. 63 del Código Procesal Penal), de la conciliación
(art. 273 del Código Procesal Penal) y del cumplimiento de las obligaciones civiles
pactadas en el acuerdo preparatorio (art. 243 del Código Procesal Penal). El
tribunal de juicio oral en lo penal conoce del fondo de la pretensión y de los
incidentes que se promuevan durante el curso del juicio hasta la dictación de la
sentencia definitiva.
Las disposiciones legales citadas son concordantes con la norma del artículo 171
del Código Orgánico de Tribunales que "La acción civil que tuviere por objeto
únicamente la restitución de la cosa, deberá interponerse siempre ante el tribunal
que conozca las gestiones relacionadas con el respectivo procedimiento penal.
Dicho tribunal conocerá también todas las restantes acciones que la víctima
deduzca respecto del imputado para perseguir las responsabilidades civiles
derivadas del hecho punible, y que no interponga en sede civil".
Pues bien, si, como he dicho, los factores de competencia deben ser capaces por
sí solos de explicar la distribución de la competencia jurisdiccional entre los
distintos tribunales, y la materia, el fuero, el grado, la cuantía ni los demás factores
analizados, no logran dilucidar cuál es el tribunal competente, esto quiere decir
que hay otro factor o elemento de la competencia que no ha sido descifrado por la
doctrina que ha de resolver la disyuntiva.
A partir del año 2000, en el ámbito penal, utilizando únicamente el factor materia y
solo considerando aquellos tribunales que operan en el nuevo proceso penal,
podemos determinar que existen dos tribunales competentes para conocer de
estas cuestiones que son los Juzgados de Garantía y los Tribunales de Juicio Oral
en lo Penal. Los artículos 14, inciso segundo, y 18 del Código Orgánico de
Tribunales precisan la competencia de ambos tribunales. En consecuencia,
existen dos clases de tribunales para conocer de los conflictos penales, de manera
que el factor materia nos permite únicamente descartar como opción a otros
tribunales, pero no resuelve por sí solo cuál es la clase de tribunal competente
para conocer del asunto.
En los asuntos criminales la cuantía se determina por la pena que el delito lleva
consigo (art. 115 del Código Orgánico de Tribunales). Los delitos se clasifican
según sus penas, conforme se establece en el artículo 21 del Código Penal, en:
faltas, simples delitos y crímenes. Tratándose de las penas privativas de libertad,
que son las más habituales en el ordenamiento penal, las penas de falta llegan
hasta 60 días; las de simples delitos desde 61 días a 5 años y las de crímenes
desde 5 años y 1 día hasta presidio perpetuo calificado.
En el ámbito penal, la cuantía unida a la materia permitiría determinar la clase o
jerarquía del tribunal competente solo en algunos casos, supuesto que el Fiscal
solicite la imposición de una pena. Estos casos serían los siguientes:
Tanto los Juzgados de letras del Trabajo como los Juzgados de cobranza laboral y
Previsional tienen conocimiento de los litigios en materia laboral y previsional, por
lo que la materia es insuficiente como elemento para explicar la forma en que se
distribuye la competencia entre ambos, por cuanto conocerán del mismo tipo de
conflictos e, incluso, de los mismos conflictos solo que en momentos
jurisdiccionales distintos.
Ámbito Civil
Si, como hemos visto, los Juzgados de Letras y, en su caso, los Ministros de
Cortes de Apelaciones, comparten o compartían en parte la competencia en
materias civiles con los Juzgados del Crimen, los Juzgados de Policía Local, los
Juzgados de Garantía y los Tribunales de Juicio Oral en lo Penal; y los elementos
tradicionales de la competencia no sirven para determinar cuál es el tribunal
competente para conocer del asunto, es evidente que existe otro factor con el cual
ha de realizarse esa determinación.
Hay que asumir que tanto los tribunales que conocen materias penales como los
que conocen materias infraccionales tienen cierta competencia en materia civil
como una concesión legislativa a la economía procesal. No se trata de convertirlos
en tribunales civiles, sino de dotarlos de cierta competencia en este ámbito solo en
cuanto conocen de un conflicto a partir del cual se pueden reclamar pretensiones
civiles. Un requisito sine qua non para que estos tribunales puedan conocer de
estas pretensiones consiste, en consecuencia, en que conozcan del conflicto
penal o infraccional que sirve de fundamento a la pretensión civil y que esta se
deduzca dentro del mismo proceso penal o infraccional. Estos requisitos se
contemplan en las normas del respectivo procedimiento penal o infraccional. No se
trata, por lo tanto, de otorgar competencia en materia civil de manera
indiscriminada, sino que vinculada al procedimiento que se utilice. Por esto, se
puede decir que la competencia civil relativa a la pretensión indemnizatoria la
tienen (o tenían) los Juzgados del Crimen, los Juzgados de Policía Local, los
Juzgados de Garantía y los Tribunales de Juicio Oral en lo Penal cuando la
pretensión se deducía en el respectivo procedimiento penal o infraccional; y la
tienen los Juzgados de Letras cuando la pretensión se deduce en el procedimiento
civil.
Ámbito Penal
Lo que ocurre en el ámbito penal, en cuanto que existen dos tribunales que son
competentes para conocer de la misma materia, ocurre también en el ámbito de
los asuntos laborales y previsionales. En estas materias tampoco es aplicable el
fuero y la cuantía no es considerada como elemento de la competencia por el
legislador. Sin embargo, la materia resulta insuficiente para determinar la clase y
jerarquía del tribunal ya que son dos los tribunales que tienen competencia para
conocer de la misma materia: los Juzgados de Letras del Trabajo y los Juzgados
de Cobranza Laboral y Previsional.
LA PREVENCIÓN
La norma del artículo 111 del Código Orgánico de Tribunales contempla el criterio
de prevención, el que ha sido entendido por la doctrina nacional como una regla
general de la competencia. La norma señala: "Siempre que según la ley fueren
competentes para conocer de un mismo asunto dos o más tribunales, ninguno de
ellos podrá excusarse del conocimiento bajo el pretexto de haber otros tribunales
que puedan conocer del mismo asunto; pero el que haya prevenido en el
conocimiento excluye a los demás, los cuales cesan desde entonces de ser
competentes".
PALACIO, siguiendo a LASCANO, agrega que "no media ninguna razón de orden
esencial para que cada una de las clases de competencia a las que se ha hecho
mención precedentemente deba ser necesariamente adscripta a alguna de esas
categorías, pues en definitiva solo el texto de la ley puede servir de pauta válida
para establecer si determinada clase de competencia es o no prorrogable". De
hecho, en Chile, el territorio tiene un tratamiento distinto según el ámbito de que se
trate. Así, en el ámbito civil es prorrogable; sin embargo, en el ámbito penal, no lo
es. De lo señalado, debe concluirse que en el ámbito procesal civil el territorio es
un factor de competencia relativa, mientras que en el marco procesal penal es de
competencia absoluta, según la manera de entenderse esta clasificación en el
derecho comparado.
CONCLUSIONES
2° Los factores de competencia deben estar fijados por ley para resguardar el
derecho al juez predeterminado que exige que el tribunal debe existir antes de la
ocurrencia del hecho que origina el conflicto y que su competencia debe
igualmente estar determinada antes de la ocurrencia de ese hecho.
3° Para satisfacer este derecho los factores de competencia deben ser tales que
permitan determinar de modo exacto y preciso el tribunal competente para
conocer de un conflicto o establecer las bases para que ese tribunal sea
determinado a fin de asegurar "la inderogabilidad y la indisponibilidad de las
competencias, esto es, la reserva absoluta de ley y la no alterabilidad discrecional
de las competencias judiciales".
4° La enseñanza tradicional en Chile nos indica que los criterios para distribuir el
ejercicio de la jurisdicción son cuatro: materia, fuero, cuantía y territorio, pero estos
factores son insuficientes para explicar cómo se distribuye en Chile el ejercicio de
la jurisdicción.
5° El grado, entendido como todo conocimiento del proceso que realiza un tribunal
de distinta jerarquía activado por la interposición de un recurso, es un criterio de
distribución del ejercicio de la jurisdicción presente en nuestro orden procesal, que
permite discriminar entre tribunales de distinta jerarquía.
9 ARENAS, Antonio Vicente, Procedimiento Penal, Temis, Bogotá, 1987, pág. 63.
11 Sentencia de Agosto 26 de 1982, citada por Tiberio Quintero, Ob. cit. pág. 194.
15 Los argumentos de la demanda son formados en parte del resumen que hace
la Corte en la sentencia de Diciembre 3 de 1978, publicada en Jurisprudencia y
Doctrina Tomo XVII, pág. 136 y ss. y es parte de comentarios del Nuevo Código
de Procedimiento Penal. Autores varios, Universidad Nacional, Legis, 1988, pág.
205 y ss.
El artículo 2° del Código Procesal Penal, en los mismos términos dispone:
"Artículo 2°.-Juez natural. Nadie podrá ser juzgado por comisiones especiales,
sino por el tribunal que señalare la ley y que se hallare establecido por ésta con
anterioridad a la perpetración del hecho ".