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CapfruLo V EL RESPETO A LA VIDA NACIENTE El respeto a la vida humana en su fase inicial ofrece especiales di- ficultades, debido, entre otros motivos, a su precariedad. En ese estado de desarrollo, el ser humano atin no ha manifestado las potencialidades de su ser personal y es evidente que corre el riesgo de ser tratado como un organismo viviente sin m4s, como materia biolégica manipulable. Son muchas, por otra parte, las «razones» que desde la cultura hedonis- tay utilitarista se suelen aducir en contra de la vida humana naciente. El presente capitulo tiene cuatro apartados. Después de una refe- rencia a la dignidad personal del embrién humano (Apartado 1), se ana- lizan algunas cuestiones particulares: en primer lugar, la moralidad de la procreacién artificial, es decir, el problema del recurso a la técnica en Ia fase inicial del proceso procreador (Apartado 2); y después, la valo- racién moral de algunas actuaciones o intervenciones técnicas sobre el embri6n (Apartado 3). Por ultimo, se trata el grave problema del aborto (Apartado 4). 1. La DIGNIDAD DEL EMBRION HUMANO La persona humana est revestida de una dignidad tan grande que jamés puede ser tratada como un medio o un bien instrumental. Ha de ser siempre valorada por sf misma. Y de esa misma dignidad participa también el cuerpo humano, tema que serd considerado en el capitulo si- guiente. El fundamento de esa dignidad ~segiin acaba de verse- radica, en Gltima instancia, en la relacién peculiar, de origen y destino, del ser hu- mano con el Creador. «El origen del hombre no se debe sdlo a las leyes de la biologfa, sino directamente a la voluntad creadora de Dios». «En 83 EL BIEN DE LA VIDA efecto, solamente de Dios puede provenir aquella “imagen y semejan, 2a”, propia del ser humano, como sucedi6 en la creaci6n, La generacign ¢s, por consiguiente, la continuacién de la creacion» '. Cada persona hy. mana responde a una Hamada, singular y tnica, hecha por Dios, Lo que ahora se plantea es si esa misma valoracién ha de hacerse de la vida naciente. Es una pregunta que supone otras: {Desde qué mo. mento se debe afirmar que un organismo vivo tiene vida humana? ; Fy posible decir de un ser vivo que tiene vida humana y que a la vez no es persona? Porque si se concluye que el embrin’ es un individuo de la especie humana desde el inicio mismo de la concepcién, ya desde en- tonces ha de ser valorado y respetado como persona, sin que sea licito en ningtin caso «usarlo» como un bien instrumental. La cuestién estd relacionada intimamente con la de la animacién 9 infusion del alma: jésta tiene lugar en el momento de la concepcién, (animacién inmediata) -es decir, de la fecundacién del dvulo por el es- permatozoide-, o cuando la materia est suficientemente dispuesta para esa infusién del alma, algo que tendrfa lugar algtin tiempo después de la fecundacién (animacién retardada’)? A partir del siglo XIX, es casi undnime la tesis de la animacién in- mediata‘. No existe, sin embargo, unanimidad en la manera de interpre- tar el alcance de lo que, con ello, se quiere expresar. Afirmando, en efec- to, que el embridn es individuo de la especie humana desde el momento de la fecundacién, algunos sostienen a la vez que es necesario distinguir entre humano y humanizacién (entre vida humana y persona humana). Seguin esta manera de pensar, la vida serfa humana desde la concepcién; pero la humanizacién slo tendrfa lugar con el desarrollo en el embrién de las estructuras necesarias para manifestarse como persona (teoria or- ‘ganicista‘), 0 con la instauracién de las relaciones que permiten recono- 1. GrS.n.9. 2; Con la fecundacién o concepci6n, es decir, la penetracién del espermatozoo (célula masculi na) en el Svulo (célula femenina), cada una con 23 cromosomas, se inicia un proceso de reacciones que termina en la fusion de los nticleos de las dos células (llamadas también gametos), dando lugar a una tinica célula de 46 cromosomas: es el cigoto o embrién unicelular. Este continda su desarrollo pasando por una serie de fases, que convencionalmente reciben los nombres de «embrién» (hasta la octava se- mana) y «feto» (hasta el parto).. 3. Santo Tomés trata de la infusién del alma en varios lugares: S.Th.,1.q.76, a3; q. 118, 28.2 y 3:4, 119,a. 2; Comp. Theol.,¢. 92,5; etc. Al respecto, cfr. J. DE SIEBENTHAL, «L'animation selon ‘Thomas de Aquin»,en AA.VV.,L'embryon: un homme. Actes du Premier Congrés de la Société Suisse de Bioétique, Lausanne 1986, 91-98. 4. Excepciones a la tesis de la animacién inmediata son J. MARITAIN («Vers une idée thomiste de evolution», en Nova et Vetera 42 [1967] 96) y K. RanNex (Hominization, Montreal 1965, 94) '5. Se mueven en esta linea los defensores de una concepciGn «empirista» o «funcionalista» de la persona. Segiin esta corriente, «lo que caracteriza a las personas es la capacidad de ser autoconscientes, 84 EL RESPETO A LA VIDA NACIENTE cerlo como ser dialogal (reorfa relacional*), En cualquier caso, el em- bridn humano no se considerarfa persona desde el momento de la con- cepcidn y, en consecuencia, tampoco serfa merecedor del respeto absolu- to que se debe a la persona, Como se vera enseguida, la posicién mas coherente con Jos datos cientificos y filos6ficos es defender la condicién personal del embrién humano desde el momento de la concepcién’. Esta es también Ia posi- cién del Magisterio de la Iglesia que, aunque ha evitado pronunciarse solemnemente sobre la cuestidn’, recuerda que «la revelacién del Nue- vo Testamento confirma el reconocimiento indiscutible del valor de la vida humana desde los comienzos» °. 1.1. La realidad bioldgica Los cientificos responden con unanimidad a la cuestion planteada: Ja vida humana comienza con la fecundaci6n, cuando se unen el 6vulo y el espermatozoide. No hay duda cientifica de que el cigoto 0 embrién unicelular es distinto de la madre —no una parte de ella-, con un progra- ma genético propio; y puesto que ese programa genético es espectfica- mente humano, la nueva vida es evidentemente humana". A partir de la fecundacién se inicia un proceso que se desarrolla de modo aut6nomo. Desde ese momento hay un nuevo organismo. La pri- mera célula del nuevo ser vivo tiene grabado el programa que organiza después todas las células de su organigrama, y que forman parte de su unidad"’, Estamos frente a un caso de «autogobierno biolégico». racionales...». Con anterioridad a esa capacidad no se puede hablar de personas, s6lo de seres huma- nos. Asi piensa H.T. ENGEHARDT (jr), Manuale di bioetica, Mondadori, Milano 1991, 126-128. ‘6. Esta teorfa afirma que el individuo no es persona hasta que no tenga «las condiciones de ‘contexto necesarias para entrar en relaciGn con sus semejantes» (JF. MALHTERBE, «Estatuto personal del tembrién humano: ensayo filos6fico sobre el aborto eugenésico», en F. ABEI-E. BoNé-J.C. HARVEY (eds.), La vida humana origen y desarrollo. Reflexiones bioéticas de cientificos y moralistas, UPC, Madrid-Barcelona 1989, 87) 0 sea aceptado por otros (ibid): eft. AA.VV., «Pour une reforme de la le- sislation frangaise relative a I'avortement», Etudes 338 (1973) 71. "7. Lo que, evidentemente, no puede levar a no dar importancia al papel tan decisivo que la his- toria,es decir, el mundo de las elaciones, desempefia en el desarrollo de la persons. 8. Cfr. DVi, In. 1: EV,nn. 44-45, 60. 9. EV.n.45. 10. Cfe.A. GiuLt, Inizio della vita humana individuale. Basi biologiche e implicazioni bioetiche, ‘Aracne, 2005, 356 pags. 11. Cr. J. Leseune, Qué es el embrién humano?, Rialp, Madrid 1993. este propésito, «es in- teresante notar que la misma existencia del método FIVET demuestra la autonomia intrinseca del em- bridn -no completa autosuficiencia 0 autarqufa, que tampoco tiene el recién nacido- para iniciar y con- 85 EL BIEN DE LA VIDA Se trata de un proceso que atina en sf tres propiedades biologicas: la coordinacién (bajo 1a informacién contenida en el genoma), la conti. nuidad, y la gradualidad (entendida ésta no como humanizaci6n gra- dual, sino como la ley biolégica que impone el desarrollo de un ser hy. mano como el de cualquier otro ser viviente). No es menos ser humano el pequefio conjunto de células embrionales derivado de la segmenta- cidn del cigoto®, después de la fusién de dos gametos humanos, que la ‘enorme masa de células diferenciadas y ordenadamente dispuestas, pa- ra formar tejidos y érganos, de un feto de dos meses; asf como el feto tampoco es menos ser humano que un recién nacido". La informacién cientifica dice con claridad que la vida humana co- mienza con la concepcién. Desde ese momento existe un nuevo orga- nismo que posee todas las condiciones que hacen de él un ser tinico, distinto del organismo materno, dotado de todas las potencialidades de un individuo humano a la espera de su despliegue. Y como a lo largo de su proceso de desarrollo no hay evidencia de que comience a existir otro organismo distinto, se debe concluir que en el momento de la fe- cundacién se est4 ya ante un individuo humano™. Desde el dmbito cientifico se plantean algunas objeciones contra la individualidad del embrién: la gemeralidad monocigética (gemelos mo- nocigéticos) y la fusi6n de dos embriones (quimera). Hasta la «anidacién» (final de la segunda semana) es posible la divi- sin del embrién y, en consecuencia, se puede dar lugar a uno o més indi- viduos (gemelos monocigéticos). También es posible (no esté demostra- do en el caso del hombre) que dos embriones se fusionen para dar lugar a un solo individuo. Y como la unicidad es una de las condiciones irrenun- ciables del individuo humano, algunos autores concluyen que mientras existan esas posibilidades (divisién gemelar y quimeras) no puede hablar- se de individualidad del embrién. Sélo cabria referirse al embridn desig- nandole como «pre-embriGn», como Vida todavia no humana. Sin negar la dificultad que encierran estas objeciones, cabe contestar que la gemeralidad monocigética se puede explicar diciendo que los dos ‘inuar e! desarrollo del proyecto inmediato contenido en el genotipo. Tl autonomta hace posible repo- ducir en un tubo de vidrio el proceso que naturalmente tiene lugar en un “tubo de carne»: A. RODRI- viz LuSo-R. Lore Montar, La fecundacién «in vitro», Palabra, Madrid 1986, 94. 12, Los bilogos acostumbran a distinguir diversos momentos en el proceso: a) fusiGn de los ga- ‘metos (Gvulo y espermatozoo): a fecundacién, que da lugar al cigoto; b) segmentacién o individua- porque la persona ~e] ser persona- no coincide con sus manifestaciones. El concepto de perso- na se refiere a ese modo de ser, propio y exclusivo de la especie humana, que le permite obrar segtin las pautas espectficas del Homo sapiens", En relacion con el existir de la persona humana, es posible distin- guir -si cabe hablar asi— tres niveles: el de la actividad 0 actuar, el de las potencias 0 capacidad de obrar, y el del sujeto 0 sustrato que susten- tay sobre el que radican los dos niveles anteriores. Ni la actividad ni la capacidad de obrar se pueden identificar con el ser persona, es decir con el sujeto que obra o puede obrar como persona. Las diversas activida- des que el hombre realiza son de la persona, las facultades gracias a las cuales actiia son atributos suyos, pero no son «él». Seguird siendo «él», aunque no ejerza e, incluso, aunque no tenga la posibilidad de obrar co- mo persona. Cuando se afirma que el embrién es persona Jo que se quiere decir es que el resultado de la fecundacién del évulo por el espermatozoide es un ser humano verdadero, no un simple proyecto de hombre”. En el momento de la fecundacién comienza un nuevo ser de la especie huma- nna que ird desarrollando poco a poco todas las potencialidades conteni- das ya en el genoma de la primera célula. Y si, como se decfa lineas arriba, no hay evidencia de que, a lo largo del proceso de su desarrollo, comience a existir un nuevo organismo y, por otro lado, ese organismo es, al final, una persona humana, se debe concluir que ya desde su ini- cio es una persona humana, aunque, por inmadurez u otros mMotivos, no realice algunas de las actividades propias de la persona. Ser persona es la condicidn inherente a cada individuo de la especie humana, indepen- dientemente de que actde como tal, que los demas lo reconozcan 0 que la legislaci6n se lo reconozca 0 no”. Persona es el ser individual de la 18. Cir 1. Cakkasco DE PAULA, «Autonoma ¢ identidad del embrign humano», en AA.VV. Vida hwmana, sotidaridad y Teolog(a, Palabra, Madrid 1990, 207, 19. Cir. L. PALAZZAMI, «l significati del concetto filosofico di persona e implicazioni nel dibat- tw bivetico e bioguridico attuale sullo stauto dell’embrione umano», en PONTIFICIA ACADEMIA PRO Vira.en Identita e stauto, cit. 73. 20. «Mi yo ontol6gico no debe ser confundido con mi yo psicolégico (que s6lo existe con la vida consciente), ni con mi yo legal (que no existe mas que en los limites arbitrarios del registro de la 88 EL RESPETO A LA VIDA NACIENTE especie humana. «La naturaleza humana no posee otra modalidad de existencia que la de ser persona» ”!, Aunque —ya se apuntaba antes~ la condicién personal del embrién humano no es demostrable cientificamente, ya que «la presencia de un alma espiritual no puede deducirse de la observacién de ningiin dato experimental, las mismas conclusiones de la ciencia sobre el embrién humano ofrecen “una indicacién preciosa para discernir racionalmente una presencia personal desde este primer surgir de la vida humana: {c6mo un individuo humano podria no ser persona?”»”, En cualquier caso, en la duda, la actuacién ética correcta es la de respetar al em- brién humano como persona, ya desde el instante mismo de la concep- cién®. aD S Se puede decir que (GRE: sido uno de los factores que mas han contribuido al desarrollo de estas técnicas en el proceso reproductor humano, Practicadas primero en los animales como inseminacién artificial (IA) (accién de situar mediante instrumen- tos los espermatozoides 0 células germinales del macho en condicién de poder realizar la unién fecundante con los évulos o células germina- les de la hembra), se aplicaron después también como fecundacién arti- ficial (FA) (procedimiento técnico dirigido a obtener la fusién de los es- permatozoos y los évulos en una tnica célula), a los humanos. Aunque no existe una terminologia comin entre los autores edad civil). La capacidad de un desarrollo plenamente humano se da en la primera célula embrionaria;, ¢ inherente a la persona. Seria absurdo pretender que mi yo ontol6gico comicnce a los nueve meses de desarrollo, o que se interrumpa por una momentinea incapacidad»: A. FAkCOT LAxCEAUIT-G. DELAISL Dé PARSEVAL, «Les droits de I'embrion (foetus) humain, et la notion de personne humaine potentielle», Revue de Métaphisique et de Morale 92 (1987) 364, 21. A. Roprictiez LUSO-R. Lovtz MONDtsAk, La fecundacidn «in vitro», cit.. 102; eft.§.Th..1, 4.29. 4.3. ad 2: F. OcAniZ, «Dignidad personal, trascendencia ¢ historicidad», en A. ARANDA (dit.), Dios y el hombre, BuNss, Pamplona 1985, 177 22. EV.n. 60; DVi. I,m. 23. EV.n. 60, 24. Una explicacién de los términos puede encontrarse en la Instruccién Donum vitae, nota 28 , se trate ono de personas (un hombre una mujer), unidas por el matrimonio. Auf, se recuerda, se usa la terminologta de Donum vitae. 93 EL BIEN DE LA VIDA cién positiva. Se acude -dicen- a la técnica como medio al servicio de una finalidad natural. Por otra parte ~afiaden-, el recurso a la masturba- ci6n se justificaria porque no se realizaria con una intenci6n narcisista © de autoerotismo sino para la realizacién de uno de los fines del matri- monio®. ax Porque, aunque la intencién con que se — sea rn yno pretenda, en modo alguno, la disociacién de los significados unitivo y procreador del acto conyugal, la realidad es que, como proclama Do- num vitae, «la fecundacién artificial homéloga, intentando una Procrea- cién que no es fruto de una uni6n especificamente conyugal, Tealiza una separacién andloga entre los bienes y significados del matrimonio» », La unidad de los dos significados del acto conyugal no se puede cir- cunscribir s6lo al nivel intencional (el opus personae), ha de tener lugar también en el proceso procreativo (opus naturae). Lo exige la unidad sustancial de la persona humana rectamente la unidad del vinculo matrimonial; rompe la relacién de pa- ternidad/maternidad de los esposos respecto del engendrado; y desnatu- raliza la de los hijos hacia los padres. El hijo no viene a la existencia como fruto del amor conyugal, el tinico lugar digno para la procreacién humana. La paternidad/maternidad queda des- naturalizada, porque la intervencién del donante hace que no sea yauna condicién comin y exclusiva de los esposos como tales: el hijo no pue- de ser considerado como la unidad viviente de los esposos. Tampoco es respetada la dignidad del hijo, que, en cuanto tal, tiene derecho a ser re- cibido como fruto del amor de sus padres en el seno del matrimonio. 38. En este sentido hay que mencionar la posicién de quienes no ven dificultad en admitir lal itud moral de la JAH péstuma: P: VesPERIEN, «'insémination post-mortem», Enudes 361 (1984) 193- 196; O. De DiNecuin, «Matemité demain», CARS 277 (1983) 663.664, 39. Ibid, 0. Cfr. A. SaRMienTo, «La inhumanidad de la FIVET, Bases para su valoracién ética», en AANV., “Humanae vitae": 20 anni dopo, Ares, Milano 1989, 788-789. 94 EL RESPETO A LA VIDA NACIENTE M Gaificil prever ademas las consecuencias negativas de tipo psico- Jégico, etc. a las que se puede llegar por ese camino“'. Es evidente, en consecuencia, que la IAD propiamente dicha me- rece una valoracién moral mds negativa que la IAH entendida también en sentido propio. Son més y con una densidad mayor los valores vio- lados. Y lo mismo cabe decir en la hipétesis de la inseminacién arti- ficial que se practicase a una mujer que no estuviera unidad en matri- monio. La cuestién que aqui se plantea es la de si a esta modalidad de re- produccién se puede aplicar sin mds la valoraci6n que se hace de la IA 0, como se ver a continuacién, a propésito de la FIVET. Consiste en la S gametos en el medio apropiado; e introduccién, por separado de los gametos, en la trompa de Falopio donde acontece la fecundacién. ‘Aunque existen opiniones que no ven inmoral esta préctica,a nues- tro parecer, sin embargo, @ebeserconsiderada inmoralpNo solo la TIG (en inglés GIFT) distenélogamtambiénilalhomologa Se debe a que el uso de esa técnica EE . El acto conyugal viene ser el medio que posibilita la intervencién de otra tercera persona @IpSiSOmalfECHICG), que es la que de hecho ae Hay una eo ae ay proceso procreador, de ma- -No se trata de nera que al final no son los esposos los padres del nacido. *. Y si bien el Ma- gisterio de la Iglesia no se ha pronunciado sobre la moralidad de este procedimiento, 10 41. Cir. E, Soreccia, Manuale di Bioetica, Vitae Pensiero, Milano 1994, 440, 42. Cfr, L. Ciccone, Bivetica, cit., 138-139; A. SARMIENTO, «Aspectos éticos de la GIFT», en SeTh 22 (1990) 907-915. 95 EL BIEN DE LA VIDA 2.2. La fecundacién in vitro la transferencia embrional (FIVE) — Se acaba de decir que el nombre de fecundacién 0 procreacién ar. tificial se aplica al uso de técnicas ordenadas a obtener artificialmente una concepeién humana por via diversa de la uni6n sexual del varéy con la mujer. Y también, que se designa como bn (G@EPOTAIP" . Es un principio que se deduce inmediatamente de la tesis de la unidad sustancial corpéreo-espiritual de la persona humana. La «to- talidad unificada» que Ilamamos ser humano, es decir, la persona hu- mana, es nica, singular e irrepetible. Y la conocemos y distinguimos a través de la corporalidad. Cada cuerpo humano significa una persona concreta. Respetar el cuerpo humano supone salvaguardar su identi- Esto es vlido para todos los embriones humanos, se desarrollen 0 no con enfermedades y limitaciones, vengan a la existencia como fruto del amor de sus padres o por medios contrarios a su dignidad personal, v. g., una violacién, fecundaci6n artificial, etc. Todos y cada uno deben ser tratados como personas. Es una exigencia cuyo sentido mds profun- do se advierte al considerar que «en la constitucién personal de cada uno est inscrita la voluntad de Dios que ama al hombre, el cual tiene 49. DVi, Inte, 0. 1 50. Cfr. ibid... 3 51. Cfr.GS,n. 14; DVi, Inte, n. 3 100 EL RESPETO A LA VIDA NACIENTE como fin, en cierto sentido ‘ sf pime Y que, ademés, «Dios entrega ala sociedad, como cometido propio», Son muchas las voces que, desde dmbitos diversos (médicos, poli- ticos, sociales, etc.), defienden en aras de la ciencia, el altruismo, el bienestar social, etc., el «derecho» a la experimentacién e investigacion con embriones. Y no son pocos los Estados que asi lo recogen en sus ordenamientos juridicos. No son, sin embargo, prdcticas que se puedan justificar sin mas. . En la medida que ello sea posible ha de ser cuidado y sanado como cualquier ser humano. La licitud de esas eS 7 ¢ geparimentaciones™ dependerd de 55 Otro tipo de practicas es siempre inmoral. Contradice frontalmente el respeto que se debe al embridn como ser humano «Ninguna finali- dad, aunque fuese en sf misma noble, como la previsién de una utilidad para la ciencia, para otros seres humanos 0 para la sociedad, puede jus- tificar de algtin modo las experimentaciones sobre embriones o fetos humanos vivos, viables 0 no, dentro del seno materno o fuera de él»**. Se trata de un juicio moral que ha de hacerse en relacién con todos los embriones humanos, sean viables 0 no, hayan venido a la existencia como fruto del amor conyugal y en el marco del matrimonio, o median- te la fecundacién in vitro o por otros procedimientos ligados a las «téc- nicas de reproduccién humana»””. 52. GrS,n.9. 53. «La investigacién médica debe renunciar a intervenir sobre embriones vivos, ano ser que cexista la certeza moral de que no se causaré dafio alguno a su vida y a su integridad ni a la de la madre, y.S6lo en el caso de que los padres hayan otorgado su consentimiento, libre ¢ informado, de la interven- (CIC, en, 1398). «Procurar el aborto significa hacer 0 cooperar de modo eficaz; tl coopera. cid podra ser como autor o coautor del delito: se comprende, por tanto ~segtin prevé el. 1329-, a ‘cooperacién de todos aquellos “fieles” que con la misma intencién delictiva concurran en la comisiGn el delito,o cuando sin su ayuda (fsica 0 moral) no se habriapodido cometer la consumaciGn, que sel caso de los cémplices» (F. PEREZ-MADRID, «Comentario al cn, 1398»,en A. MaRzoa.J, Mikas R, Ro- DRIGUIEZ-OcaRa [dir], Comentario al Codigo, VI cit. 5%), Sobre la interpretacién que se debe daa ‘concepto penal del aborto existe una respuesta (23.V.1988: AAS 80 [1988]. 1818) de la Comision Pon- Lificia para la interpretacin auténtica del Cédigo de Derecho Candnico: «D. Si por abort, del que rata el cn. 1398, se ha de entender s6lo la expulsion del feto inmaduro, o también la muerte voluntaramente 106 EL RESPETO A LA VIDA NACIENTE EI respeto a la vida humana no se fundamenta sdlo en la fe. Tam- bién la razdn es capaz de descubrir el valor inviolable de la vida huma- na y, como consecuencia, la malicia moral del aborto. El ser humano es «un sujeto personal», es decir, un ser con capacidad de decidir con su actividad sobre su propio destino. Un destino que, sin embargo, le ha sido dado. Al hombre le corresponde tinicamente la tarea de descubrirlo y acomodar a é1 su actividad mediante el ejercicio de la libertad. Es la consecuencia de haber sido creado a imagen de Dios. Asf lo demuestra, por otra parte, la experiencia propia y de los demas. En efecto, con la conciencia advierte enseguida que a la hora de actuar no es indiferente hacerlo 0 no hacerlo, proceder de una u otra manera, etc.; se da cuenta de que de la decisién que tome depende no sdlo lo que hace, sino tam- bién la realizaci6n o no de su propio destino: esta decidiendo sobre sf mismo, y es una decisién que s6lo puede tomar é1 mismo. Y si la vida humana es el espacio para realizar existencialmente el destino, y en esa realizacién nadie puede ser sustituido, aparece claro que el derecho a la vida es el fundamento para todos los demas derechos de la persona, y también que debe ser respetado por todos. La gravedad del aborto se advertir4 sin dificultad si, ademas de considerar que se trata de una violacién directa del derecho fundamen- tal a la vida, se tienen en cuenta las circunstancias que lo cualifican: es Ja eliminacién voluntaria y directa de un ser humano absolutamente inocente y débil, agravada de manera particular si se realiza por parte de aquellos a cuyo cuidado ha sido confiado“. Es un desorden o viola- cién grave del orden moral porque contradice directa y abiertamente en materia grave las virtudes de la justicia y la caridad. Del aborto directo 0 provocado (como fin 0 como medio) se debe dis- tinguir el aborto indirecto. El aborto directo responde a una voluntad ho- micida. Lo que se quiere es quitar la vida. En el aborto indirecto, en cam- bio, lo que se busca es la vida. Si se sigue la muerte, ésta no se quiere en modo alguno: se produce como una consecuencia que no se puede evitar. «E] ejemplo tipico es el tratamiento oncolégico en una mujer emba- razada: la quimioterapia dirigida a destruir el tumor es asimismo causa de la muerte del nifio. (...) Con todo, debemos tener presente que estos casos no son frecuentes, y que muchas veces resulta clinicamente aceptable provocada del mismo feto, de cualquier modo y en cualquier momento en que éste se produzca desde el momento de la concepcién. R. Negativamente a la primera parte; afirmativamente a la otra». En la catequesis, por tanto, se deberd hacer un esfuerzo para conseguir una «esmerada ilumi ci6n sobre la gravedad del pecado referido al aborto» (VdM, 3, 18). 86. Cfr. EV, n. 58. 107 EL BIEN DE LA VIDA aplazar una terapia con efectos terat6genos o bien anticipar la fecha del parto. Por otra parte, la mujer tiene derecho a arriesgarse, retrasando e| tratamiento, para permitir el nacimiento de su hijo. De este modo se pue. de dar un altisimo testimonio de amor materno y cristiano, que la Iglesia ha reconocido en mas de una ocasién»"’. 4.2. El rechazo del aborto Defender y promover la cultura de la vida es el modo mejor de re- chazar el aborto, y son multiples y variados los caminos para hacerlo, A la vez serd necesario también, por los més diversos medios, oponerse a la difusion de la cultura abortista. Es un derecho/deber que incumbe a la entera sociedad: el personal sanitario, el cuerpo legislativo, los medios juridicos, etc. Entre las formas de ese rechazo, una muy significativa es la oposicién a las leyes abortistas. a) Es indudable que a los promotores de estas leyes —al menos a buena parte de ellos— les mueve el deseo de «ayudar» a solucionar los problemas que pueden provocar situaciones como embarazos derivados de violaciones, malformaciones del feto, etc. Y a fin de evitar la realiza- cién clandestina del aborto, proponen su despenalizacién y legaliza- cién. Sin embargo, sélo la verdad (no la compasién) ha de ser el criterio moral. Y la verdad es que la despenalizacion (y mucho més la legaliza- cin) del aborto conduce a causar la muerte de seres humanos inocen- tes, lo cual es siempre gravemente inmoral. Las leyes despenalizadoras y legalizadoras del aborto se han mos- trado claramente ineficaces en la reduccién de los abortos «clandesti- nos», provocdndolos en mayor nimero; pero, ademas, la modalidad «legal» o «clandestina» de la prdctica del aborto no cambia su morali- dad. El aborto provocado es, en cualquier caso, la supresién voluntaria de la vida de un ser humano indefenso e inocente: antes que «clandesti- no» o «legal», es aborto. Por otra parte, con la despenalizacién y legalizacién del aborto se corre el grave riesgo de terminar por no distinguir convenientemente entre legalidad y moralidad. De hecho, las leyes abortistas conducen in- exorablemente a una debilitacién de la conciencia moral y, por tanto, al aumento de las prdcticas abortivas. Conviene considerar ademds que la injusticia mayor de este tipo de leyes est4 en que, con ellas, se minan 87. 1. CARRASCO DE PAULA, «Biostica», cit, 131. 108 EL RESPETO ALA VIDA NACIENTE los fundamentos mismos de la sociedad: el respeto del derecho de todos los hombres a la vida. Con las leyes abortistas, el Estado renuncia a de- fender el derecho a la vida de los més débiles. Las leyes despenalizadoras del aborto no se pueden identificar con las que lo legalizan. Entre unas y otras existe una diferencia cualitativa: legalizar el aborto es autorizarlo, es decir, conceder el derecho a exigir el aborto e imponer el deber de realizarlo; despenalizar el aborto, en cambio, es dejar de sancionar (no castigar) la realizacién del aborto. Sin embargo, despenalizar el aborto equivale en la practica a autorizarlo. Las leyes abortistas también las que s6lo son despenalizadoras— son injustas por dos razones: a) renuncian al deber fundamental de fun- dar la convivencia social sobre el derecho desnudo de ser persona; b) se atribuyen el derecho a decidir sobre la vida de las personas, un derecho que no tienen. La injusticia es todavia mayor cuando, ademas, se obliga a intervenir en las practicas abortistas, v. g. a través de las instituciones ptiblicas. Por eso, el respeto a la vida de los nacidos exige de todos el recha- zo de las leyes abortistas. Basta tener en cuenta la influencia que las le- yes ejercen en la educacién moral de las conciencias para que resulte evidente. (Aunque lo verdaderamente decisivo en la erradicacién del aborto es la promocién de una cultura capaz de eliminar las causas que Jo originan). No se trata, por otra parte, de un derecho/deber exclusivo de los cristianos: el rechazo del aborto y de las leyes abortistas no es una cuestién exclusivamente religiosa y confesional; es, sobre todo, una cuesti6n ética. Se funda en el derecho/deber de la conciencia, que, abierta a la verdad o realidad objetiva, debe oponerse a aquellas leyes que le Ileven u obliguen a ir en contra de la verdad. Y la verdad, segin se veia antes, es que el no nacido es, desde la concepcién, un ser huma- no, al que, por el mero hecho de existir, se le debe respeto y amor. b) La Encfclica Evangelium vitae trata de un caso practico de re- chazo al aborto, que indudablemente arroja luz sobre el modo de proce- der en relacién con las leyes abortistas y, por tanto, injustas. Expresa- mente trata de Ja actuacién del parlamentario en la tramitacién de una ley abortista; pero la doctrina, siempre con las debidas cautelas, es de aplicaci6n a cualquiera que se encuentre ante una ley injusta, como son las que favorecen el aborto: «Un problema concreto de conciencia podria darse en los casos en que un voto parlamentario resultase determinante para favorecer una ley mis restrictiva, es decir, dirigida a restringir el nimero de abortos autori- zados, como alternativa a otra ley mds permisiva ya en vigor 0 en fase de 109 ELBIEN DE LA VIDA Yotacién. No son raros semejantes casos. En efecto, se constata el dato de que mientras en algunas partes del mundo contintian las campafias para |g introduccién de leyes a favor del aborto, apoyadas no pocas veces por po. derosos organismos internacionales, en otras Naciones -particularmente aquellas que han tenido ya la experiencia amarga de tales legislaciones permisivas~ van apareciendo sefiales de revision. En el caso expuesto, cuando no sea posible evitar o abrogar completamente una ley abortista’ un parlamentario, cuya absoluta oposicién personal al aborto sea clara y notoria a todos, puede Ifcitamente ofrecer su apoyo a propuestas encamj- nadas a limitar los dafios de esa ley y disminuir asi los efectos negativos en el Ambito de la cultura y de la moralidad publica. En efecto, obrando de este modo no se presta una colaboracién ilicita a una ley injusta; antes bien se realiza un intento legitimo y obligado de limitar sus aspectos inicuos» La cuestién que aquf se plantea no es la de aprobar o no una ley in- justa, como indudablemente es toda ley que apoye el aborto. En ese caso, la Gnica actuacién recta posible consiste en no apoyarla, oponerse a ella, no colaborar en su aplicacién y asi se reduciran las consecuen- cias negativas. Por eso no puede ser nunca Ifcita una actuacién que dé lugar a ser moralmente responsable de ese tipo de leyes. El problema que aborda la Enciclica se refiere al modo de actuar a fin de que la ley injusta produzca el menor ntimero de dafios y efectos negativos. Es evi- dente que en el caso contemplado la ley, atin después de limitados algu- nos de sus aspectos y dafios inicuos, sigue siendo injusta. Y habré que oponerse a ella. Pero la licitud de la actuacién en relacién con esas le- yes a fin de disminuir sus consecuencias nocivas requiere siempre que el objeto moral de la actuacién que se Ileve a cabo (es decir, lo que se quiere y se hace) sea s6lo la eliminacién de todos los aspectos injustos de la ley que en la situacin que se atraviesa se pueden eliminar. Los as- pectos injustos, que no se pueden eliminar, no se quieren ni aceptan. La licitud de este modo de actuar no se justifica por el recurso al principio del mal menor (es preferible un nimero menor de abortos), y menos todavia en las posibles soluciones de compromiso a que puede conducir una visién «pluralista» de la cultura y de la sociedad. En uno y otro caso, el objeto de la accién, es decir, lo que se quiere es malo (aunque sea menor). En cambio, en la hipétesis de Evangelium vitae lo que se intenta y busca es el bien. 88. EV,n.73, . 89. Sobre el tema véase el Idcido articulo de A. RopRIGUEZ LURO, «Leyes imperfectas ¢ ini- ‘cuas», en CONSEIO PONTIFICIO PARA LA Famita, Lexicdn, Palabra, Madrid 2004, 669- 673. De él son deudoras estas lines. 110 EL RESPETO A LA VIDA NACIENTE BIBLIOGRAFIA I. CARRASCO DE PAULA, «Bioética», en L. MELINA (dir.), El actuar moral del hombre, Edicep, Valencia 2001, 121-136. L. Ciccone, Bioetica. Storia, principi, questioni, Ares, Milano 2003, 99- 187. J. LESEUNE, {Qué es el embrién humano?, Rialp, Madrid 1993. N. Lopez MorataLa, «La vida biolégica del hombre», en M.A. MONGE (dir.), Medicina pastoral, EuNsA, Pamplona 2002, 65-104. M.A. MoncE, «Nacer y morir en la Medicina Actual (I)», en M.A. MONGE Gir.), Medicina pastoral, EUNSA, Pamplona 2002, 107-137. A. Ropricuez LuNo-R. Lopez Monpesar, La fecundacién «in vitro», Palabra, Madrid 1986. M. RHONHEIMER, Etica de la procreacin, Rialp, Madrid 2004, 175-222. A. SARMIENTO-G. RuIZ-J.C. Martin, Etica y genética, 2.° ed., Ediciones Inter- nacionales Universitarias, Madrid 1997, 39-53, 63-81. 11

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