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pero cuando llegué a los primeros huer que se habia esfumado. Al dia siguiente, s pliegues de la falda de la chica muerta jo polvo de mérmol si parar, ademas de pensaba en la farola sin bombilla yen oche volvé a ir hasta la tiltima farola. Se c los grillos andrajosos y locos. El gato fino de la tierra perdida y de las hierbas delante, con los ojos de miel clavados en ue la noche de las énimas. Y cada noche yntra la farola, esperaba in rato mientras shojas caidas, y de repente me lo encon- como si fuera de piedra. Me acostumbré de Balbina y, cuando lo veia, todo él se mas y ronroneaba sin parar y miraba el 0s de miel de abeja. Yla tiltima noche ya speraba. Saqué el diente del bolsillo y lo ima de la mano, pero él, sin mirarlo, co- ja farola e iba tejiendo como una cuerda yatando a la farola y, atando y atando, a nds fuerte y yo sentia como si me atara la pensamiento me huia mas alld de los smenterioy volvia yno acababa de volver rola sin bombilla, y yo miraba la noche se-volvia azul, azul de extremo a extremo nite; y con el nudo en la garganta y con sera vi que se volvia azul y tierna como Balbina habia bordado en un mantel, jordadora y ademas de bordar estrellas que parecian flores y ramas en sibanas y je la noche era azul como aquellas estre- sn amuil como el azul de los ojos de Balbi- ject Ia Tlamaba la chica de los ojos azules sabia acordado que los tenia asi LABLUSA ROJA udiante, Qs contaré una historia de cuando er: Tenfa una mesa de trabajo en la ventana que daba a la ca Ile. Mi campo visual estaba limitado por la casa de enfrente, y Ja ventana del tercer piso correspondia exactamente con la mia. Las persianas estaban pintadas de verde, habia geranios en el alféizar y un péjaro en una jaula que munca of cantar y que un dia huyé, —Una vecina lo cont6, gritando desde la sentana, a mi portera—. Una tarde vi bajar camas, sillas, mesas, tun piano. Los vecinos de enfrente debjan cambiarse de casa Yo miraba distraido como aquellos muebles se mecian en el xacio en el extremo de una cuerda. Los gritos de los hombres wn de mudanzas y los primeros sinto- que los cargaban al cam sas de una primavera precoz me adormilaron el espiritu yme impregnaron de aquella melancolia pegadiza que a los deck ‘nueve afios provocan las cosas cuando un azar subraya todo lo que tienen de efimero, En aque! tiempo habria querido fijar nomento de mi vida, convertirlo en definitivo entre cosas puestas para siempre. Ni sé, lo que queria! Yaquellos muebles polvorientos que bajaban uno tras otro, con paquetes y batiles, empezaban a pertenecer a un pasado que hua de mi 6rbita y ‘me dejaban un sabor amargo de inseguridad. Cuando me di en tardes eran largas y el lo cerrada muchos dias, abria de par ¢ Poquito a poco me di cuenta de dos he so abria la persiana cada tarde a la misma hora; al cabo de wi rato, un chico m d la cerraba. dia de mi fe de casa, Mi madre me mandaba ropa y a a parte, media docena de g] mesa —media docena de espadas de \ego— y con una alentadora sensacién de c to es sirena, Después viene con todo el resto que atrae: tiquen, isla, vela, barco, playa. Lleva Uno de los colores jo —influencias de mi hei Era un color que me sélo un detalle y puesto, con isa roja, de u fa de producir muchas noches de insomnio y muchos inquictud dolorosa. Pronto sélo vivi de esperar que la chica aparec € como una princesa. La ¢ las libretas, en bujo de los que hi produeja una irrit triste yh palabra con la amente como si me habr a que empezara inte mis ojos se cruzaron con los de ella: no pude eve nacién de su mirada y nos miramos fjamente, Me ja, ena de rechazo yde promesa. Como si los besos jera a mi. Me parecia quella chica se me ofrecia diabélicamente; sin la distan- ia la hubiera podido tomar del brazo y me habria seguido. El io duré un rato. Quemaba como si estuviera rodeado grotesco, alto so ser q Elaire e rvarme en una sala me compré los platos. Por lar ala mesa, 1 digan: “Es v Los interpelas wr como | inquietari paryme visible os no han podido ate- to en mi vida. Me marco Regresé a mi habitacién, a mi mesa frente a de estudiante que unos meses de a tr6, mas viva que Una piedad ine Pero duré po disputa comenz: ofa el todo? Pero tenia que trabajar duro, abrirme cami- no a golpes si hacia falta, obrar como los dem: mi hermana has \ego, volver a ser en mis hi nte, y ser llorado. pesar de la discipli de confesar que, a la die de llegar me p: nadie nes me Cuando ya tiempo \ci6n. Pero la frente a mi puerta que estaba frente los en cl piso de abajo: un buen rato. Después se acerearon nte habia decidido m6 a la puerta c de los dedos, con deseo de no ser ofdo. Si antes no hubie- abria dado cuenta que (que tenia que veniry por qué ve 126 la habitacion y se dirigi6 palabra, sin un gesto. mundo, Yo sentia ella, debia ca mas he que protegerla, (0 de un modo u otro me pertenecia,. rente se fuera inscribiendo en mi responsal que habia en mi fondo de libresco. —Que no era poco, Dios mio! entonces—. La llevé en brazos

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