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magino que ustedes acaban de posar sus ojos sobre estas lineas de un modo ino- cente y despreocupado. Confian en que esta sera simplemente una historia mds. Pero yo me veo obligado a hacerles una advertencia: piénsenlo bien, tal vez prefieran no leer este relato. Piénsenlo bien, insisto, porque lo que Voy a contar aqui es un secreto que muy poca gente en el mundo conoce y, entre ellos, casi ninguno se atreve a mencionarlo. Temen sus misteriosos efectos. Ya algunos se estarén preguntando Por qué entonces yo quiero hablar. Todavia no puedo explicarlo, pero si siguen adelante Pronto lo van a saber. Después ustedes serdn libres de decidir si lo cuentan o lo callan Para siempre. Veran que tengo mis razones Para pensar que van a elegir el silencio. 12 Puedo adelantarles por ahora que s¢ trata de un problema muy serio descubier. to en la familia Clum: a ellos se les rebelan Jas palabras. Sé que suena extrafio, pero es estrictamente cierto. Las letras cobran vida y acttan por las suyas, de forma indepen- diente al duefio de la boca que las produce. Claro que si uno les pregunta, los Clum lo niegan enfaticamente. Son capaces de reirse a carcajadas y hacer bromas sobre una idea tan absurda. A quien no los conoce pueden parecerle sinceros. Es que lo hacen realmen- te bien: estan acostumbrados a fingir para evitar que las cosas empeoren. Porque una de las caracteristicas del mal de las palabras es que puede sobrevenir con sélo mencio- narlo. Por eso los Clum mantienen el secre- to a cualquier precio, No es que les suceda a todos ellos, pero al parecer existe una predisposici6n familiar a contraer el mal. Pasa de genera cién in, si mn en generacién, sin que nadie pueda " : sb foe qué a algunos les toca y a otros no- 3 a € los casos mas difundidos fue el de !a 13 abuela Clara, a quien de un dia para el otro se le empezaron a multiplicar las eses y al hablar parecia un sifén. “Esssstoy essssspe- rando a Sssssofia’, decia, y la gente se corria por temor a que escupiera. También sufrié el mal Fernandito: el dia en que cumplia diecisiete afios se levanté y descubrié que sdlo podia decir palabras que contuvieran la letra t. Irritado, intenté explicarlo a sus sorprendidos padres con una frase que nadie entendio: “jEstoy totalmente atrapado: todo tiene tl”. Peor sin duda fue lo de Mercedes, a quien la enfermedad la atacé pocos dias después de conseguir su primer trabajo. A ella la invadieron las tin: tres letras que se le colaban en las palabras. Sucedié cuando su jefe la habia llamado para encomendarle una tarea. —Sefiorita Mercedes... —Si, sefior —respondié presuro- sa—. Aqui estoytin. — Como dijo? —Nada, sefiortin, nadatin. 14 —;Usted me esta tomando el pelo? _—preguntd enojado el jefe. __Notin, noun —dijo ella cada vez mas nerviosa—- No sé quetin me pasatin, Mire, sehorita —dijo ya harto el jefe—, aqui no estamos para bromas. ;Vaa trabajar 0 no? —Sitin! Porsupuestin, sefiortin. Tin- tintintintintintintin. Evidentemente, Mercedes se quedé sin trabajo. Pero al menos ella contaba con la experiencia reunida por la familia para intentar resolver el problema. No sucedié lo mismo con el tio Marcio, el primer caso del que se tenga memoria. Y a él queria llegar: a Marcio. : Pero antes de contarlo tengo que reiterarles la advertencia: no sdlo los Clum ceptors bos Sea he pedi sicién a contraerlo D. tienen Ia predisp?” bien si quieren se [an meena piens® guir escuchando mi relat N © me hago responsable de la conducta 4 Sus palabras de aqui en mds | 15 Veo que decidieron seguir adelante. Espero muy sinceramente que no se arrepien- tan. No tengo dudas de que van a encontrar la historia de Marcio Clum sumamente inte- resante: a él se le escaparon las 0. Asi dicho parece una tonterfa, pero verdn que no lo es. Todo empezé un domingo de 1984 en un restaurante. Marcio habia planeado disfrutar de una buena comida antes de ir a la cancha, porque esa tarde jugaba su equipo. Y era uno de esos hinchas de futbol que no se pierden un solo partido. Tras estudiar detenidamente el ment, eligid un pollo al ajo acompafiado de arroz y llamé al mozo para hacer el pedido. —Quier un pll al aj cn arrz —dijo y sus propias palabras le sonaron extrafias. —;Cémo? —pregunté el mozo que no habia entendido nada—. jDesea que le traiga algo para tomar? —jSi! —exclamé Marcio y se enva- lentoné al ver que habia podido decir una palabra completa—. Una cpa de vin. Finalmente, sdlo pudo tomar agua en ese restaurante, ya que, como es ptiblico 16 y notorio, el agua no tiene ninguna o. Salié de alli preocupado por esa extrafia afeccién que trababa su lengua. Caminaba cabizbajo cuando una pareja lo detuvo para preguntar- le la hora. Marcio miré su reloj y respondié: —Las ds y cuart. “Parece que es extranjero”, oyd que susurraba la mujer y la pareja siguié adelan- te. Marcio se sentia mds deprimido a cada momento. Lo mejor, pensé, seria ir a la can- cha de una vez por todas para ver el partido de fitbol: tal vez si se distrajera el mal desapa- receria solo. Pero de pronto se dio cuenta de que era imposible. ;Qué sucederfa si su equi- po hacia un gol? ;Qué iba a hacer él? Se ima- gind levantandose euférico en la tribuna para exclamar con todas sus fuerzas: jijGI...M! ‘No, no tenja sentido. Marcio tiré al piso la entrada que con tanta expectativa habia guat- dado en su bolsillo y lentamente fue a tomar el colectivo para volver a su casa. Mientras esperaba, se dio cuenta dé que tenfa un nuevo problema por delante- Recuerden ustedes que en esa época aun 0 17 existian las maquinas que venden los boletos: uno se lo compraba directamente al con- ductor. El problema de Marcio era que el boleto hasta su casa costaba dos Pesos, pero de ninguna manera podia pedir en voz alta ese importe. ;Qué iba a decir? ;Ds pes? Tras pensarlo un rato, consideré que bien valia la pena gastar un poco més para evitarse un nuevo papelén. De modo que cuando llegé el colectivo, subié y en voz alta y clara dijo: —Tres. Pero cometia un error. Aunque Mar- cio no lo sabia, ya que nunca viajaba muy lejos, no existfa un boleto de tres pesos: habia uno que costaba $2,80 y a ese seguia uno de $3,50. De modo que el chofer sus- Pird y le pregunté: —Hasta dénde viaja, don? Pero él no estaba preparado para esa Pregunta. Contesté como hubiese contesta- do cualquier dia de su vida anterior, cual- quier dia en que posefa todas sus 0. Marcio, aclarémoslo, vivia cerca del Zooldgico. —Hasta el Zl gic —dijo. 18 —;Cémo? —pregunts, ya malhumo. rado, el conductor. Se hizo silencio. Cuanto mas neryio- so se ponia, mas le costaba a Marcio pensar en una calle sin ninguna o. La gente que queria subir se acumulaba atrds de él y lo empujaba. La mente de Marcio estaba tan blanca como su cara. El chofer se impaciento. —Y, don, para cudndo? ;Me va a decir adénde viaja? Ya desesperado, Marcio miré hacia todos lados y vio el cartel que publicitaba un restaurante: “Cantina La Esplendorosa. Abierto mediodia y noche. En La Lucila’. —A La Lucila —dijo. Era el destino mis lejano posible. Le costé cinco pesos y un reto del colectivero por intentar engafarlo con el boleto. Durante el viaje, Marcio se dedicé # pensar como iba a decirle a su mujer, Manue la, lo que le habia sucedido. Evidentement® no era una tarea facil: debia explicarle que P& 19 algun extrafho motivo todas sus o se le habjan escapado, pero sin usar para esa explicacién ninguna o. Lo primero, se dijo, era no poner- la nerviosa. No podia entrar en la casa farfu- llando frases incomprensibles. De modo que se preparé mentalmente una lista de palabras sin 0, para poder mostrarse como una perso- na normal, al menos durante un rato. Asi fue como entré muy sonriente a su casa y saludé a su mujer: — Qué tal? —Bien, jy vos? —respondié distrai- damente Manuela, que miraba televisién. —Mby bien. De pronto Manuela se volvié y lo miré con extrafieza. — Qué hacés vos acd? {No ibas a ver el partido? —Cambié de idea —dijo Marcio feli- | citandose a si mismo por tan buena frase sin | ninguna o. : | — Cambiaste de idea? Pero vos siem- Pre vas a la cancha. —Ajé. t ' I 20 Manuela se veia cada vez mas des. confiada. —;Cémo “aja”? Por qué cambiaste de idea? Esta pregunta no le senté bien a Marcio. Queria decir que estaba cansado, o nervioso, o agobiado, pero todas esas pala- bras tenian o. Entonces dijo: —Estaba mal. —;Mal? ;Pero me acabas de decir que estabas bien! —Si. — Cémo “si”? Marcio, a vos te pasa algo. —Para nada. —No me digas que no, porque yo veo raro. {No tendras fiebre? —Para nada. —Y dale con “para nada”. jNo me estas ocultando algo? —Para nada. —jTermind de una vez con el pa# nada! —A esta altura Manuela estaba fuer de si—. jVos me estds engafiando! 21 —iiNnnn!! —exploté Marcio—. jj)Nannnnnnnnl!! —;Cémo nnn? Marcio se senté y se secé la transpi- racién de la cara con un pafiuelo. Inspiré hondo y lo dijo: —Perdi una letra. —Perdiste una letra? ;Y eso que quiere decir? ;La letra de una cancién, la letra de un juego? ;Qué letra? La explicacién fue extensa. Marcio en parte hablo y en parte usd gestos, como si estuviera jugando al oficio mudo. Al fin, Manuela parecié entender. —Entonces —dijo lentamente— me estés diciendo que no podés pronunciar palabras que tengan la letra o... Lo miré fijo e hizo algo absoluta- mente inesperado: se eché a reir. Pero no una risita discreta y delicada, sino una erup- cién de estruendosas carcajadas que durante varios minutos le sacudieron el cuerpo y le humedecieron los ojos. Sdlo se detuvo cuando vio la cara de odio de su marido. 22 _Perdoname —dijo secandose los 5 que es tan comico... —;Nnn es cmic! —aullé Marcio. —No, es cierto —Manuela intenta- ba contener su risa—. No, hay que hacer algo. Ya sé, voy a llamar al médico. Caminé decidida hacia la mesa del teléfono y levanté el auricular. Pero cuando iba a marcar se detuvo. —Momento, ;qué le voy a decir? jLe digo: “Doctor, a mi marido se le fuga- ron las 0”? Manuela estuvo a punto de tener otro ataque de risa y colgé el teléfono. —Mejor pensemos en otra cos4 —dijo. ojos—. E Esa noche en la casa de los Clum hubo reunion familiar. Estuvieron presents Ans herma no de Marcio, con su mujef hermana au Carlota, la tia Alba y um ron comiendo ete _ es oe que ni se ent n la cocina, porque preferia? craran de lo que estaba pasando 23 Ya Manuela habia anticipado por teléfono el problema a la familia y les habia pedido enca- recidamente que evitaran reirse. De modo que todos llegaron muy serios y se sentaron a ana- lizar la fuga de las o como si se tratara de un asunto normal. Todos menos la abuela Carlo- ta—o sea, la mam de Marcio— que insistia con que no era posible. —Debe ser que estas nervioso, nene —dictaminéd—. Vas a ver que se te pasa enseguida. —Nnnn —contesté Marcio—, nnn se me pasa. —Si, nene. Escuchame, practic con- migo. A ver, deci: po-ro-to... —P...r...t —intenté Marcio. —No, nene, con més ganas. A ver, poné la boca asi, redondita y repeti: po-ro-to. Marcio estir6 mucho la trompa y exhalé con esfuerzo: —Ppp...rrr... tet! A esa altura, el resto de los presentes estaba intentando sofocar un acceso gencra- lizado de risa. Manuela habfa huido hacia 24 el bafto, el hermano de Marcio y su mujer se habian arrojado debajo de la mesa y la tia Alba se mordia el labio para no soltar la carcajada. Marcio estallo: —;;Basta!! ;jNnn se burlen!! Todos se pusieron serios e intentaron calmarlo. Luis dijo que habia que pensar en otro tipo de solucién. Todos pensaron. Los médicos estaban descartados: era demasiado embarazoso explicarles la cuestién. Los psi- célogos nunca lo entenderian. Asi fue como aparecié el nombre de la prima Agata. Que en realidad no se Ilamaba Agata sino Cristi- na, pero habia decidido cambiarse el nom- bre porque el suyo le parecia muy vulgar. Tengo que aclararles que hasta es¢ momento Agata no era muy bien vista en la it Ch Nos qe arma entonces debja ventrae Beate ae f . Pero se interesaba unos veinticinco ano i la magia, la Por cuestiones peculiares: de rar numerologia, la preparacion os apt medicamentos caseros y la adivi- lel futuro por medio d y ie 0 de caraco! 25 Todas cuestiones que los Clum hasta ese momento gente muy seria— consideraban puras pavadas. Claro que ahora empezaron a reconsiderarlo. —Hay que tener en cuenta que al vecinito de al lado le curd el empacho —di- jo la tia Alba. —Y a mi una vez me sacé un ataque de hipo que me habia durado todo el dia —dijo la abuela Carlota. Por consenso, se decidié llamar a Agata. Y Marcio Clum debié ponerse en sus manos. En la primera sesidn, Agata intenté una cura por medio de la relajacién profun- da. Senté a Marcio en un sill6n cémodo, Puso una suave musica oriental y empezé a hacerle un masaje en la frente y las sienes. Al mismo tiempo soltaba frases con una voz Sedosa y profunda, una voz unica que parece acariciar al que la oye (si alguna vez conocen 4 Agata, veran que no exagero). —El cuerpo se relaja.... los parpados Pesan... la mente esté en blanco... en blanco. £n blanco... Agata fruncié el entrecejo. —Concentrate en mi voz, Marcio, Veamos otra vez. Repett: “Yo soy Marcio”, —Y sy Marci. —(No! —dijo nerviosa Agata. —jNnn! — repitid él. —Esto es un fracaso —suspiré ella, —Est es un fracas —suspiré él. —Marcio! —se enojé ella. —jMarci! —repitié él. Agotada, Agata golped sus manos. Al instante Marcio abrid los ojos: —2Ya est4? —dijo—. ;Esty curad...? En su cara se dibujé la decepcién. —Es mas serio de lo que habia creido —susurré Ag: ata—. Debemos pensar en ot! cosa. ae Durante un mes todos los Clum s¢ 1c; ‘ . sade aron a seguir puntillosamente las indi caciones de A 2 gata. Debieron wir uias de gato, conseg Y pétalos de eee Plumas de pavo apenas © azucena. También tuviero? que T Posiciones de yoga y practicaf 29 atras para adelante y de adelante re la palabra “ctispide”, En verdad, yo creo que Agata pidid algunas de estas cosas porque hacian falta y otras simplemente para molestar. Al fin y al cabo, era una oportunidad tnica para vengarse por lo mal que la habian tratado durante afios algunos de los Clum. Creo que exager6, por ejemplo, aquel dia que los hizo reunirse a todos en el Parque Centenario: veintiséis miembros de la familia, tomados de la mano y repitiendo en voz monétona los extrafios sonidos que soltaba Agata: —Aaaaaaa... mmmmmm... cucucu- cucu... prrprrrprrr... upiupiupi. Se suponia que todo esto podia ayu- dar a Marcio a recuperar sus 0, pero sdlo sirvié para llamar la atencién de los vecinos de la zona, que rapidamente difundieron la versién de que se trataba de una secta sinies- tta que estaba convocando a los platos vola- dores, Asi fue como, una hora mas tarde, los Clum debieron explicarle a un policia 'g0tudo que se presenté como el suboficia ara atrds 30 Rodolfo Piseta, que solo se trataba de un ejercicio de relajacion. —Es para ayudarlo a mi primo, que no anda muy bien —le dijo Maria Emilia sefialando a Marcio, que estaba apoyado contra un 4rbol con aspecto de perro aban- donado. El policia se acercé a Marcio. —;Se siente bien, sefior? —Perfectamente —dijo Marcio con una cara horrible. Desconfiado, el suboficial Piseta se acercé mds atin y susurr6: —;Esta gente lo estd reteniendo con- tra su voluntad? Marcio se tomé unos segundos pal pensar la respuesta. En los dias trascurridos después de contraer el mal, se habia aco’ tumbrado a hablar de una manera muy extrafia para evitar las palabras con 0- —De ninguna manera —dijo ta—. La libertad es mia. ; . e Piseta fruncié el cefo, totalmen* desconcertado, aho- 31 —No le entiendo —susurré6—, gme esta hablando en clave? —La clave es la letra que perdi —tres- pondié Marcio. EI policia se secé la transpiracién de la frente y acercé su boca a la oreja de Marcio. —Sefior, contésteme concretamente. jUsted estd secuestrado? ;Si o no? Marcio negé con la cabeza y dijo, también en susurros: —La familia me quiere. Confuso, Piseta creyé que “la fami- lia? aludfa de alguna manera a la mafia. Para colmo, cuando se dio vuelta se encontré con que todos los Clum lo habfan rodeado, Pteocupados porque el policia parecia estar acosando a Marcio. Eran veinticinco miem- bros de familia que lo miraban de modo hostil, Asi puede entenderse que el subofi- Cial Piseta concluyera lo siguiente: se trataba e una secta vinculada a la mafia que habia io en zombi a este pobre hombre ¥ lo amenazaba a él. Fue por 650 14% 32 en un rapido movimiento, sacd su arma y los apuntd tembloroso. Con la otra mano, encendié su intercomunicador y vociferé; —Atencidn, atencién. Se requieren refuerzos de inmediato en Parque Centenario, Individuos que conforman secta. Posiblemen- te armados. Repito: Posiblemente armados. Ocho minutos después los hombres del comando de operaciones especiales de la Policfa, con armas y capuchas, se habian desplegado en la plaza. Esposados, los Clum fueron obligados a subir a varios camiones y pasaron la noche explicando que eran ino- centes ciudadanos que intentaban recuperar una letra perdida. Como podrdn imaginarse, este pis” dio redujo bastante la confianza depositada por los Clum en Agata. Algunos propusi¢: ron abandonar todo tratamiento y buscat otras alternativas para Marcio. Pero fue él mismo quien insistié en seguir adelante: re a —Serd Agata la que haga la mag —repitid varias veces. 33 Y efectivamente, un dia sucedid. Sé que ustedes desearfan saber cudl fue la rece- ta exitosa, pero lamentablemente no voy a poder decirselo por ahora. Es que le prometi a Agata que bajo ningtin concepto revelaria ese secreto: a ella no le gusta que se difundan sus técnicas ni el contenido de las pécimas que usa. Pronto comprenderdn que tengo mis motivos para ser fiel a esa promesa y no hacer nada que pueda disgustarla. Lo que si puedo contarles es que en el momento en que Marcio se dio cuenta de que habia recuperado la 0, empezé a correr alrededor de la casa levantando los brazos y aullando una tinica palabra: “;{Gooooc0000 S00000000000000!!!”. Tan lejos legs su voz, que los vecinos prendieron la radio, para saber qué partido se estaban perdiendo. La familia festejé el éxito durante dos dias y dos noches. Nadie se imaginaba ‘ntonces que Marcio habia sido apenas el Primero de una extensa lista de personas 2 *S que afectaria el mal. Yo, que tengo una “Utiosidad insaciable, quise conocer cada 34 uno de los casos hasta en sus mas Minimo, detalles. Ninguno de cellos me apasiong tanto como el de Valentina. Si se atreven 4 seguir adelante, puedo contarsclo,

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