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JEAN-PAUL FITOUSSI PIERRE ROSANVALLON La nueva era de las desigualdades MANANTIAL Introduccién EL MALESTAR FRANCES Est4 claro que hoy existe un malestar francés. Violencia crecien- te tanto en los suburbios como en la escuela, manifestaciones con- tra la reforma de la Seguridad Social, huelgas de los servicios pt- blicos, descontento de los estudiantes, desgaste acelerado de los gobiernos, instalacién duradera del Frente Nacional en el paisaje politico: estos multiples sintomas, de orden muy diferente, son tes- timonio de ello. Pero, gc6mo ir mas alld de la mera constatacién? No basta con enunciar una detras de la otra algunas férmulas gene- rales sobre el crecimiento del incivismo, el hundimiento de los va- lores morales, la ingobernabilidad de la sociedad francesa o la cri- sis econdémica para hacer progresar el diagnéstico, Eso no ayuda ni a evaluar, ni a comprender, ni a encontrar las soluciones posibles. El nuevo malestar francés, sin lugar a dudas, esta vinculado a la existencia de un desempleo masivo cuya persistencia alimenta Ja doble sensacién de una pérdida de identidad y una incertidum- bre creciente sobre el futuro. Pero al mismo tiempo se percibe cla- ramente que el fendmeno es mas profundo y mas complejo. Lo que se quiebra secretamente es tanto la misma organizacién social como las representaciones colectivas. Los franceses ya no saben muy bien quiénes son, a qué conjunto pertenecen, qué es lo que los liga unos a otros. Ya no saben adénde van exactamente y te- men vivir mafiana peor que hoy. El plebiscito de cada instante que es una nacién toma dia tras dia, y confusamente, el cariz de una desaprobacién plebiscitaria. Esta se expresa tanto por la transgre- 12 LA NUEVA ERA DE LAS DESIGUALDADES sion individual del contrato social y civico como por la descon- fianza generalizada hacia los dirigentes politicos, econémicos 0 mediaticos, por los accesos febriles 0 goz0sos de revuelta popular, y también mediante el voto de protesta. Como los datos de este malestar no se pueden comprender bien, el porvenir tiende a aprehenderse en la doble modalidad de la resignaci6n y el rechazo ciego. Dos visiones del mundo, igualmen- te negativas, comienzan a enfrentarse al mismo tiempo en nuestro pais. Por un lado, una especie de fatalismo fundado en una facha- da de optimismo sobre el caracter ineluctable de las transformacio- nes econdmicas. Por el otro, el regreso vigoroso de una actitud de repliegue y rechazo, que imputa todos los males de Ja época a la globalizacién y a las perspectivas de la unidad monetaria europea, y que conduce al resurgimiento de un proteccionismo primario. Las dos actitudes coinciden en un comtin abandono a los faci- lismos y las ideas aceptadas. Hay en ambos casos una misma ma- nera de conjurar el enfrentamiento con las dificultades del por- venir mediante un retorno a viejos reflejos. Atrapada entre su reciente conversin al realismo econdmico y su tentaci6n de resu- citar antiguos fantasmas para recuperar una identidad que hoy le cuesta formular, la izquierda esta alli particularmente fragmentada e involucrada. Para salir de esta impasse, en primer lugar hay que intentar re- novar nuestros andlisis. Vivimos ciertamente una mutacién econd- mica decisiva (la de la globalizacin) y vemos con chnridad el ago- tamiento de cierto tipo de regulaciénsde la economia. Pero al mismo tiempo sentimos que el problema es mas amplio. Todos comprueban que, con el desarrollo de la globalizacién, surgen re- laciones inéditas entre economia, politica y sociedad. Vivimos a la vez el agotamiento de un modelo y el final de un antiguo marco de inteligibilidad del mundo. Nos encontramos por eso ante un gran punto de inflexién de la modernidad. Ya conocimos tres de ellos. E] primero, a partir del siglo xvi, condujo a la introduccién del Estado moderno para dar forma y consistencia al territorio y la na- EL MALESTAR FRANCES 13, cién. En un segundo momento, en el siglo xv, la sociedad civil se emancip6, permitiendo el auge de la economia de mercado y el desarrollo de cierta autonomia individual. En el siglo x1x, el gran punto de inflexion consistié en una “invencién eto social que posibilits la reorganizacion de las condiciones de la vida comtin y el ejercicio de la solidaridad que ni el Estado clasico ni el mercado eran capaces de tomar a su cargo. El siglo xx creyé por un tiempo haber consolidado definitivamente este edificio con la instauracién de los regimenes de proteccién social. Pero fue sacudido por la in- ternacionalizacion econémica y la crisis del Estado providencia. _ Asi, pues, lo que hay que enfrentar hoy es verdaderamente un cuarto punto de inflexién, para reformular las condiciones del vin- culo social y civico en la era de Europa y la globalizacion. : Esta “nueva gran transformaci6n”! esta en marcha desde los afios setenta, pero sdlo se hizo completamente perceptible después del hundimiento del comunismo. En efecto, desde la caida del mu- ro de Berlin, las democracias occidentales, durante mucho tiempo preocupadas sobre todo por protegerse de la amenaza totalitaria, se vuelven mas hacia sf mismas. Se descubren fragiles, minadas ace de adentro por la prosecucién misma de su propio proyecto. Es cierto que el ideal de una sociedad abierta al exterior y fundada sobre la libre asociacidn de individuos soberanos se afirma de ma- nera excluyente. Pero ese triunfo es al mismo tiempo el principal peligro que acecha a una sociedad semejante, porque parece ame- nazar la existencia del hecho nacional, erosionar el vinculo social y disolver la comunidad civica. El sentimiento de inseguridad e in- certidumbre es asi, sin duda, el fruto de la globalizaci6n econémi- cay de la individualizacion sociolégica, nacidas del cumplimiento mismo del programa moderno. = an hace referencia aqui al libro capital de Karl Polanyi, La Grande ransformation, Paris, Gallimard, 1983 (Trad. cast.: La trans) cién, Madrid, Endymion, 1989]. Ch ae 14 LA NUEVA ERA DE LAS DESIGUALDADES Toda la dificultad esté allf. El triunfo del individualismo aporta consigo un formidable potencial de progreso y, al mismo tiempo, de padecimientos. El mercado mundial impulsa el crecimiento y destruye puestos de trabajo; permite financiar la economia pero li- mita los margenes de maniobra presupuestarios; multiplica las ri- quezas pero aumenta las desigualdades hasta lo intolerable. Del mismo modo, el movimiento de la democracia libera a los indivi- duos pero atomiza el cuerpo social y deshace las solidaridades. Salvo que se niegue la vivencia cotidiana de los ciudadanos y su angustia ante el porvenir, no es posible entonces contentarse con saludar esta consumacién de la sociedad individualista como si realizara los fines tiltimos de la humanidad. La apologia del mer- cado y de la defensa de los derechos del hombre no basta para construir una representacién de la sociedad que permita que ésta se reconcilie consigo misma y rechace las amenazas. La gran transformacién que vivimos no puede reducirse, sin em- bargo, a los meros fenémenos de extensidn internacionalizacién de los mercados. Si la globalizacién produce todos los efectos de- sestructurantes que verificamos, es también porque tiene lugar en el marco de una transformacién a largo plazo de nuestras sociedades, de orden interno. Estas son particularmente vulnerables al impacto de la globalizacién porque estan atravesadas por nuevas fragilida- des y marcadas por formas igualmente nuevas de desigualdad. Dos padecimientos se superponen en primer lugar en el males- tar contempordneo. El més visible es el procedente das conmo- ciones econémicas. Pero hay también otyo, mas subterraneo, que remite a los efectos destructores del individualismo moderno. La crisis que atravesamos es entonces indisociablemente econdémica y antropoldgica; es, a la vez, crisis de civilizacion y crisis del indivi- duo. Fallan simulténeamente las instituciones que hacen funcionar el vinculo social y la solidaridad (la crisis del Estado providencia), las formas de Ja relacion entre la economia y la sociedad (la crisis del trabajo) y los modos de constitucién de Jas identidades indivi- duales y colectivas (la crisis del sujeto). EL MALESTAR FRANCES 15 Pero, por su lado, también las desigualdades cambiaron de na+ raleza, aguzando de un modo hasta aqui inédito la sensibilidad 4 | ! . De hecho, la sociedad francesa se enfrenta ahora a dos tipos de desigualdades, que se expresan en términos diferen+ tes, Las desigualdades “persistentes”, en primer lugar, que ponen evidencia las estadisticas sobre Ta distribucion de los ingresos, vivienda, etcétera. Corresponden a la vision clasica que se tenia la desigualdad cuando se construyeron €30s sistemas Sate 0s. Es decir, en un momento en que, debido a que el riesgo de de-| ;ocupacion era menor, la desigualdad en las probabilidades de cil) ontrar un empleo no Ilegaba a perturbar la interpretacién que jodia hacerse de los datos sobre la distribucién de los i ingresos 0 iis riquezas. Sin duda, esas desigualdades persisten y hasta se pro- | undizan. Pero en lo sucesivo se agregan a ellas nuevas formas, individualmente experimentadas por encontrar poco eco ni los medios de comunicacidn: desigualdades ante el trabajo y la ondicién asalariada, incluso ante el endeudamiento, las molestias inbanas, las conductas inciviles, las consecuencias de la implosién_ modelo familiar, las nuevas formas de violencia. Movilizadas| ‘la dindmica de la desocupacién o la de la evolucién de las con- \ jones de vida, son vividas dolorosamente, aunque sea de mane- i silenciosa. Es necesario que la toma en consideraci6n de estas iuevas disparidades ensanche el marco de la lucha contra las desi- jualdades y a la vez vuelva a dar un sentido mds fuerte al impera- | ivo de igualdad. Nuestros conciudadanos perciben con claridad estas mutaciones bterrdneas, que nuestras elites y nuestros expertos no siempre omprenden desde las alturas del confort protegido en que viven. sas nuevas desigualdades, como esas nuevas formas de padeci- micnto, no se toman verdaderamente en cuenta en el discurso pu- blico. Casi ninguna palabra colectiva se hace eco de ellas para dar- es consistencia y visibilidad. Asi, un ntimero creciente de personas eomprucban que el discurso y la accidn politica estai cada vez mas lesconectadgs de los problemas. que viven.coti mente, como 16 LA NUEVA ERA DE LAS DESIGUALDADES si la politica y la sociedad avanzaran por caminos diferentes. Re- sulta de ello una decepcidén en aumento y un sentimiento reforzado de injusticia que alimenta un populismo perverso. {Qué hacer, entonces? Lejos de la resignacién distinguida y la utopia encantatoria, sigue siendo posible otro camino. Hoy hay lu- gar para la redefinicién de un verdadero reformismo, radical en sus andlisis y ambicioso en sus objetivos, que al mismo tiempo vuelva a dar un sentido positivo a una parte necesaria de utopia en la politica. Nada obliga a contentarse con un discurso gerencial que equivale a negar las transformaciones profundas, 0 con un dis- curso de rechazo nostalgico o sofiador, Si, las tensiones actuales resultan de la dindmica fundamental de las sociedades modernas y la economia de mercado. Pero esas tensiones deben ser domina- das. Y pueden serlo. Si quiere recuperar su papel, la politica debe’ consagrarse a formalizar este diagnéstico y las perspectivas a las que conduce. Tal seria, en efecto, el sentido de un retorno de lo politico: la capacidad recuperada de descifrar las inquietudes; de formalizar y hacer compartir un marco de interpretacién de las mutaciones en curso, con sus consecuencias benéficas y sus efec- tos perversos; de proponer, por Ultimo, una trayectoria colectiva capaz de establecer los términos renovados de un contrato social duradero, vale decir productor de una certidumbre de sf, apertura a los otros y porvenir comin. . Los miembros del grupo de reflexion en que se origindé esta obra pretenden contribuir a esa tarea.2 Este libro no es la obra de trabajadores-intelectuales-a-la-escucha-del-movimiento-social 2, Esta obra se origind en los trabajos de un grupo de reflexién anima- do por Jean-Paul Fitoussi y Pierre Rosanvallon. Estaba compuesto por Daniel Cohen, Nicolas Dufourcg, Antoine Garapon, Yves Lichtenberger, Olivier Mongin y Denis Olivennes; también Louis Chauvel aporté una contribucién eficaz a esos trabajos. El grupo se beneficié ademas con el * aporte de Irene Théry. EL MALESTAR FRANCES 17 que, al divinizar a un Pueblo nacido de su imaginaci6n o su mala ‘onciencia, le prestan odios y resentimientos que solo ellos conci- en. Pero tampoco es la obra de expertos en administracién del rogreso, vanguardia esclarecida del partido del movimiento, in- estida de una misi6n pedagdgica sagrada: preparar a las masas yara el destino inexorable que les espera. Se funda en una concep- j6n mas exigente y mas civica del trabajo intelectual. Aspira, a avés del andlisis de la nueva era de las desigualdades, a aportar odestamente su grano de arena a la necesaria refundaci6n inte- ctual de la politica y de la izquierda en particular. —§ ~~ ~~~ Capitulo IT LA NUEVA ERA DE LAS DESIGUALDADES 1. Las dos desigualdades 2. La medida de la desigualdad 3. El repertorio de las desigualdades 4. La nueva era de la igualdad 1. LAS DOS DESIGUALDADES Se percibe confusamente que las desi jentado, Mientras que la “realidad” estadi impresi6n. Esto no debi Idades es multidimensi ayan mantenido efecti gualdades se han incre- listica parece sustraerse a € sorprendernos: e] espacio de las desi- onal, lo que puede implicar que algunas vamente estables en tanto Otras, que es- listicamente nos Cuesta aprehender, crecieron, Como de costum- , la teorfa —o la percepcién— esta adelantada a la medicién, por- que, pese a no haber sido todavia enos tangible, se funda en una realidad grafiada, no por ello es mi igualdades estructurales y desigualdades dindmicas Peso de las desigualdades se ca enomenos se Superponen para ex; » S€ ampliaron las desigualdades ‘adicionales” 9 estructurales, las uia de ingresos entre categorfas lecutivos, dirigentes de empresa, empleados, obreros, etcéte- To también se extendid sy campo, lo que modifies en pro- lad la Percepcidn de las diferencias en la sociedad. Asj, su aparici6n nuevas desigualdades, que proceden de la re- cidn de diferencias dentro de categorias a las que antes se pta hoy en nuevos términos, plicar ese cambio, En primer a las que se podria calificar que describen por ejemplo la Sociales (profesiones libera- i | ‘y| 74 LA NUEVA ERA DE LAS DESIGUALDADES juzgaba homogéneas. Hasta entonces, sas diferencias se acepla- ban porque s6lo eran transitorias, y Se referfan en especial a las tra- yectorias individuales. En efecto, es posible que dentro de las dis- rsién de las situaciones aumente sin que se tintas categorias Ja dispe! modifique la media, pero se puede llegar a un punto tal que las di- ferencias aparezcan finalmente como ilegitimas. Y de hecho pue- den serlo. ,COmo justificar, por ejemplo, la distinta suerte de dos personas de igual capacidad, pero de Jas cuales una es in trabajo y se ve obligada a cambiar de dmbito para, en el mejor de los ca- sos, encontrar undo de menor calificacién y menores ingresos? Asf, pues. para emplear el Jenguaje habitual de los economistas, “nuevas” desigualdades son ante todo “intracategoriales”. Si- respecto al desempleo, dentro de una mis- las tuaciones diferentes COD ma categoria, pueden generat desigualdades considerables en ters minos de ingreso y patrimonio. Ahora bien, !a sociedad francesa es particularmente sensible al desarrollo de las desigualdades de esta naturaleza. Las desigualdades intracategoriales, en cierto modo, se aceptan con menos facilidad que las que existen entre categorias homogéneas de la poblacion. En efecto, mas alld de su dimension ; econdmica, aquéllas contribuyen a perturbar en profundidad la re acién que puede tenerse de sf mismo. Un ejecutivo desem present: pleado desde hace tiempo, por ejemplo, no vive su situacionginica | se siente en primer mente en términos de baja de los ingreso jugar excluido del mundo de los ejecutivos sin lograr pese a ello pensarse como perteneciente a otra categoria. De modo que lo que esta en cuestiOn es también su identidad. Cuando las desigualdades dindmicas aum: suscitan entonces un cambio en Jas representaciones q pensar el sistema economic entan en intensidad y persistencia, Ja estructura de la 0° ciedad y en ella. Es posible, en efecto, conjunto organizado de complementatios y antagOnicos: complementarios porque el fur cionamiento del sistema implica cierto grado de cooperacion ent! los grupos sociales, las categorias 0 las clases sociales; antagonl ue los individuos se hacen de o como ull elementos interdependientes. 2 la ver LA NUEVA ERA DE LAS DESIGUALDADES "3 cos dado qu i i a sa en in de interés y las relaciones de fuerza s s s por los cuales los elem: i papel s entos del s: ac ee u a sistema conserv: _ ic dad. La estructura del sistema se caracteriza por “ ‘ a 7 conjunto de desigualdades estructurales ee stas des id ose eects son estructurales en el sentido de que, he as ar i oe — ent pasado, fueron parcialmente interiorizadas por . en \ ie rhe a decir que sean legitimas. Por otra . arfa entre los distintos pais if s dis s paises, segtin las instituci co's _ : anes , Seguin las institucio- a mele eae! la inspiracién doctrinaria de las po- ean ue a intensidad de los conflictos sociales expe A s. Las diferentes formas Ta hits s as que asumen las j i és as jerarquias d i ie - profesiones son un buen ejemplo. Esas aes ae S CI in po : _. if ven hoy fuertemente agravadas por la defor en - i ep del valor agregado, en detrimento de los s ‘ovecho de las gananci, “i p s ganancias. La tinica raz6 a a i raz6n por la cual 4 2 c ce els ‘aceptado” es que el poder é ane : Se lariados o de sus instancias representativas se redu = titan bajo el efecto de la desocupaci6n masiva. El 7. en en y uno de sus actores esta de , de modo que diferenci z : ncias S Se a saan ncias toleradas no hace Pero la ion dife i nee diferenciada del sistema, en realidad, va ; Haare : . ,vaa . sen primera desigualdad estructural una segunda, a i 4 sen ificarse de dindmica. Esta es simplemente el 6 10 i i tied mae pero con frecuencia encubierto, de la a je situaciones de los agentes econémicos i fi 108 indly: ' : — .. ee aunque sea dentro de una misma categoria - a S' qT an a las i i i 455 a eae a las mismas situaciones: algunos asalariados i pados, otros tendran e ree gen de 5 s mpleos precari A én a nd rios, otros mas - en subcalificados, habra empresas que se ie a0 C éter: a : ms oe ra, etcétera. Los mecanismos reguladores del sis ionan plenamente cuando también se aceptan las jualdades dindmi icas. Pero esto pres . : SU Q, ransitoria. Presupone que sean de natura- 16 LA NUEVA ERA DE LAS DESIGUALDADES ee UEVA ERA DE LAS DESIGUALDADES 11 En realidad, proceden de la evoluci6n del sistema, de su dina- mica propia. La economia esta en perpetua mutacion, en perpetua reestructuracién. Hay actividades en expansion, otras en decaden- cia. Ese movimiento, para ser aceptado, exige que cada uno en- cuentre su lugar en él, incluso desplazandose. En régimen regular, produce desigualdades “friccionales”, consideradas normales por ser transitorias y por no cuestionar la cohesi6n de la categoria so- cial dentro de la cual se producen. Es completamente distinto cuando la emergencia de esas desigualdades se percibe como dura- dera, 0 con consecuencias duraderas. Su efecto, al capricho de los accidentes ocurridos en la trayectoria, consiste entonces en el frac- cionamiento de las categorias, la creacion de intersecciones inter- categorfas y hasta el desdibujamiento de algunas de las fronteras que separaban a los grupos sociales. Entre un pequeno empresario en quiebra, un ejecutivo desocupado y un asalariado con un em- pleo precario, con el paso del tiempo las diferencias de ingresos terminan por borrarse, sin que pese a eso aquéllos formen uia ca- tegoria homogénea. En cierto sentido, esas desigualdades produ cen exclusién —una ruptura de la pertenencia-, pues la referencia, para quienes son sus victimas, sigue siendo la de la categoria a la cual pertenecfan. La sociedad se vuelve entonces menos legible, porque las desigualdades estructurales son acompafiadas por nue yas desigualdades de status indeterminado. Asf, las desigualdades intracategoriales pueden yolverse mas importantes y tan p¢r istet~ tes como las intercategoriales. Pero, por definici6n, ningtin prinel pio de igualdad permite justificarlas, en yista Ge que se las percibe como aleatorias. Su crecimiento contribuye por lo tanto a modilt car la estructura misma del sistema y a debilitar su coherencia. balmente las desi i eats Pe pene es decir, fundamentalmente los modos cional de éste, la porcién de los alatios bajo en Francis mucho — ; s s baj6 en Francia ‘a it ai Pili io deilos demas pafses de la coe Sie fee sin duda el aumento de la porcidn de las Som eee a salariales. Asi, las desigualdades es- fLa persistencia de una desocupacion masivs eee ce e Gee ats : nN Masiva crea, en oven a pain salarial al término de la cual ea I teodenmann ne erie de los frutos del reparto de los st rence ad. Otro reparto entre salario y empleo. oa € propiciado, no mitigarfa en nada el a FENEY esigualdad fundamental. Al contrario, lo pene mejor indicado ¢ ‘On respecto a esta a ntre ganancia y empleo. evolucién es otro reparto Pero cuand sl seni el movimiento de la distribucién per- eae S no se puede sino llegar a la conclusién de su . Fetus nin hare eo Lo que sorprende en Francia no anico de ingresos j oo ic S, que no se produjo, sino el . ye de las desigualdades dindesteat intra g fi sido reinterpretada com : : 0 la b fi meh a prueba del fracas: ' y : een de transformacién del conjunto ia la ec a clase media, y » ¥ por lo tanto co} an pte mo la prueba del ne desigualdades de ingresos. Esta tnterpreta- OF rocias ace puesto que la aparicion de la desocupacién ett oe las desigualdades de ingre n periodos suficient : ; :... f ntemente largos para que -S — los efectos de las diferencias on las mee, quedar sin trabajo. La escala “instanténea” de los in- La percepcién de la distribucién del ingreso disponible ape no suftir ni ulrir ninguna modificacién, mientras que la de El desarrollo de las desigualdades de tipo microecondmico (ia tracategoriales), conjugado con el aumento de la desocupacion, : Fi “DE; Organizacié troacttia con mucha fuerza sobre la manera como se perciben {i ganizacién para la Cooperacién y el Desarrollo Econé lel t.). ————————™” LA NUEVA ERA DE LAS DESIGUALDADES LA NU JEVA ERA DE LAS DESIGUALDADES 79 78 el INSEE, “den j en ies tro del conjunto de la poblacion, las desigualdade: a Ee reducirse a lo largo del perfodo, y las clases : ntan una mejoria de su si sonisrel renieclbetAa su situaciot i id “° ae oe n relativa en ee if de la distribucién”.'! Dentro de la clase cate A . 4 — ae ae de ingreso es mas sensible si i ado los ingresos de capi aque a u SOS apital, y mu ees ( “é iF estra que el au: = ae ee financieras esta en el tne - cial de la id | an aoe a constatada? con respecto a F er ae as desigualdades patrimoniales siguen sien a ‘a que, segtin la edicién 19! : moat in 1996 de los Données so- E tos sociales] del INSEE, menos del 10% de | td 4 * s poseen el 50% del patrimonio. ane a homo; ide 5 - aad de estos modelos —de uno a otro lado del es ee que son menos obra de una fatalidad l nto de las desigualdad ? cnc Sig ades que de relaci 7 a Aes entre un rechazo colectivo de estas cecil > valoracién ma a ane a oe mas © menos fuerte de la cohesién shia oo s ucionales propias de cada pais. Asi, las eo oe . fc eine asimiladas con eemnasiads Pocube oe el porvenir, resultan mucho mas de un aba et consenti a anti i isi: Se pecia gai i la antigua organizacion de las ere j yuntura politica precisa ta eae t ica precisa, que de una fata- re ce oe por la globalizacién. A titulo ete a ae estructura de distribucion del ingreso we ts . ioe ee Pee que reducir en in 36% el : ’o de los hogar ai e ; 1 gares mds pobres i 2 ae cl nimero de beneficiarios ava ie con clarida si j ee asic dad que semejante resultado sélo es posible si amente a la manera como una sociedad se con i s Si- los ingresos acumulados a lo largo de un periodo puede experi- mentar grandes conmociones. Asi, la impresion parece mejor fun- dada que los “hechos”, y esta contradiccién remite mas a las lagu- nas de las estadisticas oficiales que al subjetivismo de la sociedad. Volveremos a ello. ; Pero el hecho de la estabilidad del abanico de ingresos traduce una realidad importante, aunque ésta no pertenezca mas que al or- den de los principios morales. Francia, lo mismo que Jas naciones de Europa continental, es una sociedad con un proyecto mucho més igualitario que Gran Bretafia 0 los Estados Unidos. Las modi- ficaciones de la curva de distribucién de ingresos son en ellas po- co perceptibles en comparacion con las tendencias de las socieda- des anglosajonas. Es con respecto a esta tradicién mas i gualitaria que deben inter- la “instantanea” de ingre- pretarse los datos estadisticos en la escal sos. Se evidencia entonces que las desigualdades intercategoriales siguen siendo no desdefables. Aun cuando se haya reducido un poco, en Francia la relacion entre el nivel de vida de los hogares de ejecutivos y los hogares obreros seguia siendo de 2,22 en 1990, mientras que la existente entre empleados y obreros era de 1,2. Es= tas cifras son globalmente estables desde 1975, lo que testimonia Ja permanencia de las desigualdades entre las clases sgciales. Del mismo modo, con excepcidn de Holanda, glonde la clase media si- gue creciendo, todas las sociedades europeas experimentan uma CS tabilizacién, y hasta una ligera pérdida de densidad del gran blo que central. Pero ninguna de ellas da libre curso a un movimiento masivo de tipo norteamericano. En lo que a Francia respecta, lias Giltimas encuestas sobre el presupuesto de Jas familias y los ingre sos fiscales muestran que as desigualdades de ingreso (ingrese monetario una vez deducidos los impuestos), medidas segtin dife: rentes métodos, continuaron bajando durante los afios ochenta, cof dos salvedades, empero: por un lado, el ritmo de esta disminucion ME rus ct patrimoi se hizo mas lento y, por el otro, hay incertidumbre en torno de |i patrimoine des ménages”, INSEE-Synthéses, 1° de j evolucién de los ingresos de la parte baja de la distribucion. Segtifi ea a 80, LA NUEVA ERA DE LAS DESIGUALDADES dera a sf misma, al margen de todo discurso sobre la restriccion exterior. El aumento masivo de las desigualdades verificado en los Estados Unidos desde hace veinte aitos fue preparado, mucho mas que por la presién de las restricciones econémicas, por una intensa legitimacion intelectual y por consiguiente por un debate sobre la naturaleza misma del contrato social norteamericano. A partir de fines de la década de 1960 comenz6 a proliferar una literatura de ciencias sociales propicia a ese devenir politico y social; se funda- ba en el Ilamamiento encantatorio al abandono de las cohesiones, la apologia de la desigualdad y la impugnacion de la redistribu- cién. No se refirié a la necesidad de adaptar la economfa estadou- nidense al reparto de cartas mundial, sino que se consagro a la ta- rea de tratar por sf misma el problema de la cohesion social; no teniendo la distribucidn de los talentos, yocacién de ser reequili- brada por la redistribucion. Es esto lo que explica la evolucion relativa del salario minimo francés con respecto al norteamericano (en los afios ochenta, el SMIC crecié en proporcidn con la media salarial, en tanto que el US Federal Minimum Wage perdia la cuarta parte de su valor relativo) 0 Ja manera como hemos concebido nuestro sistema de asignaciones sociales condicionadas a los recursos de los beneficiarios potencia- les: mientras los estadounidenses y los britdnicos fijaban techos ba- jos que exclufan al miicleo de las clases medias del beneficio de las prestaciones, nosotros tomamos la decisién inversa: el 75% de los hogares franceses disfrutan de las asignaciones familiares condicio- nadas. La distancia entre los dos modes, por lo tanto, no tiene tini- camente una determinacion econémica: también esta vinculada al vigor de los enfrentamientos politicos e intelectuales en la materia Lo que no se comprendié es precisamente que las revoluciones nor teamericana o thatcheriana fueron de naturaleza politica y cultural antes que econdémica. El hecho de que las estructuras de la distribu cin del ingreso sean distintas de uno a otro pais y que las evolucio nes no estén predeterminadas por la economia muestra que en el de sarrollo de las desigualdades no existe ninguna fatalidad.

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