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AID \ €cEcne SOCRATES ‘ ‘ § 4 3 5 ¢ § : 5 4 9 i 4 5 2 3g 4 3 5 ‘ i 5 3 ¢ g £ 2 ¢ Veamos con mayor detenimiento este Gitimo aspecto. En la sociedad colonial, cada per- ona tenia una calidad que le estaba dada por el nacimiento y la dotaba de una dignidad particu- lar. En la ciudad, el paradero social de un individuo se definia por una combinacién de relaciones de parentesco y desemperio laboral, condicién que pesaba tanto a titulo individual como corpo- rativo. Para ser considerada “noble”, una persona debfa cumplir dos requisitos: la limpieza de sangre y la limpieza de oficio. En Europa, solamente la sangre, en principio, era capaz de otorgar nobleza. En Espafia, la consecuencia més trascendental de la aparicién de judios conversos en el siglo XV fue la determinaci6n, por parte de los cristianos viejos, de implantar estatutos de limpieza de sangre en as instituciones sociales més diversas: 6rdenes militares, colegios mayores, ordenes religiosas, oficios municipales. El temor a que se desvirtuaran los precepts y tradiciones cristianas por parte de los recién convertidos ya fueran moros 0 judfos— puso ‘en marcha mecanismos de control y represién conducidos principalmente por la Inquisicién. La limpieza de oficio, en cambio, trazaba las diferencias sooiales en funcion del tipo de trabajo que desempefiaba cada uno de sus miembros: los que hacen la guerra y protegen materialmente; los que rezan y gracias a sus oraciones protegen espiritualmente; y los que trabajan la tierra, desarrollando tareas artesanales 0 mercantiles. Entre los dos primeros grupos y el tercero se construyé una relacion asimétrica que diferenciaba los oficios nobles de aquellos considerados viles. La combinacion de estos dos criterios tuvo especial injerencia en los trayectos educativos de los grupos sociales. Al menos hasta las reformas borbénicas, s6lo los espafioles y los criollos podian acceder a los espacios educativos “formales". El resto de la poblacién estaba destinade, en el mejor de los casos, a transitar por espacios educativos “informales”. En los parratos siguientes nos referiremos a tres niveles de instrucci6n, aunque es impor- tante advertir que esta denominaci6n responde més a nuestro moderno concepto de educacion distribuida en niveles, ya que, como sefiala Pilar Gonzalbo, durante la dominacién espafiola 1no existié un verdadero sistema educativo, disefiado y controlado por una autoridad su- petior, fal como hoy lo concebimos |... sino que lds estudios de todos los niveles se esta- bleoieron més o menos espontdneamente” [agregando que esa organizaci6n].n0 $8 inici6 por el nivel inferior, sino por el més elevado, los estudios universitarios. La universidad, baluarte de la Contrarreforma ‘Ala par de la evangelizacién, los espafioles privilegiaron la creacién de una institucién ceducativa por sobre el resto: la universidad. Desde el siglo XVI, el impulso y la dedicacién de- positados en la fundacién de universidades fue un aspecto distintivo de la cultura hispénica. Los primeros reglamentos educativos establecidos en América fueron las actas universitarias. Antes de regular la actividad de los maestros de primeras letras e incluso de la llegada de los Jesuitas, la fundacion de universidades concité gran parte de la atencién y de los esfuerzos. 2Par qué era tan importante esta instituién para la Corona? En buena medida, porque resultabay indispensable formar una administracién eficiente y un clero obediente, que representasen los intereses de la Corona en las colonias. Respondiendo a esa demanda, la universidad seria la responsable de proveer los hombres necesarios para ocupar puestos clave en la Iglesia, los cabildos municipales y Ia justicia. - maa a a OE ACE PTET conquista a fa colonia. ur ' Entre 1538 y.1812 se crearon en todo el espacio colonial hispanoamericano aproxima- damentd 28 dos en La Hispaniola (en Santo Domingo), una en Cuba (en La Habana): tes en México (una en la capital, una en Guadalajara, y otra en Mérida de Yucatén); una en Guate mmala (on la capital); una en Nicaragua (en Leén); una en Panamé (en la capital; dos en Nueva Granada, la actual Colombia (ambas en Bogota); dos en Venezuela (una en Caracas y una en Mérida); cuatro en el Ecuador (todas en Quito}; cuatro en el Pert (una en Lima, dos en el Cuzco, tuna en Huamanga); una en el Alto Perd, la actual Bolivia (en Charcas); dos en Chile (ambas en Santiago}; una en la Argentina (en Cordoba del Tucumédn). El obispo Fray Fernando de Trejo y Sanabria don6, en 1613, cuarenta mil pesos al Colegio Maximo de Cérdoba para que se fundaran alli las catedras de Latin y Teologia. Este impulso permitis, diez afos después, la transformacién del Colegio en la Universidad de Cordoba del Tu cumén, Aquella universidad adopt6 un espiritu y un coremonial tpicos de! barroco, que exaltaba fa cultura libresca, los rituales, las jerarquias y el desprecio por las actividades manuales. La Universidad —gobernada por la Compaiia de Jestis— incorporé desde sus inicios el modelo clé- sigo de la universidad medieval tardia y el método escoléstico. Las clases se impartian en latin, razén por la cual era requisito indispensable estudiar gramatica. En 1768, tras la expulsion de fos jesuitas, la Universidad pasé a estar a cargo de la orden franciscana. En 1800, finalmente, se fund6 una nueva casa de estudios: la Real Universidad de San Carlos, que serfa dirigida, entre 1807 y 1820, por el deén Gregorio Funes. Las universidades coloniales se distingufan entre Mayores —que respetaban la organiza ion de 125 universidades medievales— y Menores, entre las cuales se encontraba la Universidad de Cérdoba. Estas dltimas tenfan facultades restringidas para otorgar grados académicos. En cierto sentido, mas que verdaderas universidades eran cblegios superiores con privilegios otor- gados por el Papa o el Rey para conceder grados universitarios. eCémo se organizaba su ensefianza? E| modelo universitario emulaba la estructura de ensefianza de la Universidad de Salamanca, compuesta por cuatro grandes facultades: la de "Artes, que administraba los estudios preparatorios, y las de Derecho, Medicina y Teologfa (esta rnecesaria para acceder a los puestos administrativos y eclesidsticos. Atendiendo al criterio eza de oficio, dichos estudios exclufan las artes mecéinicas y las ciencias lucrativas por 2s objeto de envilecimiento del alma. Las Primeras Constituciones de la Universidad por Andrés de Rada, reglamentaban las instancias que un estudiante ‘pera alcanzar un titulo universitario; se trataba de ceremonias y probanzas que 2 distanciario del resto de la poblacién, acentuando el papel de la educacion supe 0 legitimadora de una sociedad rigidamente estratificada. sommnoam off ant ests ie ee ee la de los betlemitas y la de los hermanos de San Juan de Dios. De todas ellas, fueron los jesuitas quienes dieron el mayor impulso a la fundacién de los colegios, por lo cual nos remitiremos a Su experiencia en particular. Las casas de educacién jesuitas se organizaban en funcién de los saberes que alli se dictaban: recibian el nombre de residencias cuando en ellas se ensefiaban s6lo las primeras letras, y pasaban a denominarse colegios, cuando los recursos y el personal permitian impartir estudios superiores. En los colegios se dictaban los estudios preparatorios que ten/an como finalidad formar a los alumnos para su desempefio universitario. Estos estudios se impartian en las aulas de gramatica 0 latinidad y filosotia; se inspiraban, en gran medida, en el modelo pedagégico desarrollado por los jesuitas: la Ratio Studiorum. La Ratio fue el plan oficial de estudios elaborado en Roma por los jesultas en 1599 tras un largo proceso, para ser aplicado en todos los colegios de la Compaiia y garantizar cierta ho- mogeneidad en todes sus instituciones, Para tener una idea aproximada de la complejidad que conilevaba esta organizacién, hacia 1739 la Compaiia habia fundado 699 colegios en todo el mundo. Este sistema de ensefianza compaginaba varios niveles de aprendizaje. Al primer nivel se accedia luego de instruirse en las primeras letras, las mateméticas bésicas y la doctrina cris- tlana. Correspondia al estudio de la lengua latina en su nivel inferior y a los estudios catequisti- cos del cardenal de la Compaiiia de Jesiis, Roberto Bellarmino, en cuyos textos se apoyaban los jesuitas para la ensefianza de la doctrina y la defensa de la fe. El primer nivel comprendia el curso de gramatica, que inclufa la enseftanza de la retérica y generalmente se desarrollaba en dos afios. Su aprendizaje se consideraba central porque definia en buena medida si un joven ten/a la posibilidad o no de continuar estudios superiores. En el Segundo nivel se impartia el curso de humanidades, cuyo objetivo era instruir a los alumnos en las letras, a partir de lecturas de dificultad creciente de las obras cldsicas. Cicerén, 8 través de sus textos de vocabulario rico y construcciones elegantes, era el autor més utilizado ara avanzar en el dominio del latin. El curso tenfa como propésito dotar a los alumnos de un latin refinado y transmitirles una cultura vasta y erudita, al tiempo que se les impartian los ru- dimentos de retdrica. Al aprendizaje de la retérica se ingresaba en el tercer nivel, con el estudio de Aristételes. Luego, se introducia a los estudiantes en los primeros conocimientos teolégicos y de la vida es. Piritual. Como en este nivel se consideraba que el alumno ya posefa conocimientos suficientes, se abordaban los ejercicios de San Ignacio y otros textos religiosos de mayor complejidad. El Colegio jesuitico de San Ignacio y e! Colegio de Monserrat, fueron las instituciones educativas més importantes de la ciudad de Buenos Aires y Cérdoba, respectivamente, en impartir estos conocimientos. La extensién de la red educativa de la Compaiiia de Jestis era tan vasta que, al momento de su expulsion —entre 1767 y 1768— contaba con colegios en las principales ciudades y con residencias en algunas cludades menores. Las razones de la expulsién fueron muy variadas: las sospechas de participacién en el motin de Esquilache, la acusacion de sostener el probabilismo y las quejas que elevaban a la Corte los colonos y autoridades coloniales acusando a la Compa- jiia de Jestis de escasa fidelidad a la autoridad del Monarca y, particularmente a los jesuitas de as misiones guaraniticas, de concentrar inconmensurables riquezas a través del contrabando, los ocultamientos y las dobles contabilidades. Con los fondos obtenidos de las Temporalidades sr EL 38 ea eA ARATE RARER De la conquista a a colonia... asi se denominaba a los blenes expropiados a los jesuitas—, se fundaron numerosas institu- ciones educativas. En Buenos Aires, en el antiguo convento de la Orden, por ejemplo, se erigio el Real Colegio Carolino, en honor a Carlos ill, el monarca que habfa decretado la expulsién de la Compafiia de América. Los jesuitas también fueron los principales responsables de la educacién de los indige- nas en las misiones del llamado "imperio" jesuitico del Paraguay. La primera experiencia de estas caracteristicas se establecié en los tres curatos indigenas del pueblo de Juli, a orllas del {ago Titicaca. De alli viaj6 hasta la regién guarant el padre Diego de Torres Bollo para fundar, ‘en 4610, la primera misién jesuitica del Paraguay. El celo puesto por los jesultas en la tarea evangelizadora, la capacidad de establecer allanzas con los lideres indigenas y la destreza para desarrollar y transmitir saberes técnicos son algunas de las razones que explican su crecimiento yexpansién. El éxito de la empresa fue enorme, al punto tal que hacia 1628 existian en la region 13 reducciones habitadas por 100.000 indigenas, La mision jesuitica presentaba una estructura urbana emplazada en torno @ una gran plaza central, alrededor de la cual se ubicaban los principales edificios: la Iglesia, la casa de los misioneros, la escuela y los talleres artesanales. En ciertos casos, la extensi6n y el desarrollo técnico de las reducciones, que tuvieron su apogeo entre 1640 y 1768, llegaron a opacar al de algunas ciudades espafioles. Para que ello fuese posible, por ejemplo, los jesuitas introdu- Jjeron la ensefianza de oficios y promovieron la elaboracién de artesanias, con el propésito de ornamentar las iglesias. El padre Florian Paucke, un jesuita alemén que artibé a la mision de San Ignacio en 1749, desarroll6 técnicas de ensefianza para transmitirles a los indigenas sa- eres relacionados con el arado y la elaboracién de ladrillos, aunque su principal interés fue la ensefianza de la mésica. En la reducci6n de San Javier, hacia 1755, se organiz6 una orquesta compuesta por 20 jévenes indigenas, con instrumentos construidos en los mismos talleres de fa reduccién. La historia de la ensefianza de la miisica y en particular el desarrollo de la masica folklérica tuvo en las misiones uno de sus puntos més altos. Por su parte, los nifios guaranfes que vivian en las reducciones asistian cotidianamente a la escuela de primeras letras, estrictamente dividides por sexo, donde un misionero les en. sefiaba a leer, escribir, contar y a cantar en guarani, espafiol y latin. También se educaba en las danzas y la mésica. En algunas misiones, s6lo los hijos de los caciques y de los miembros de la tribu que ocupaban un lugar en el cabildo podian asistir a la escuela. El resto de los nifios acompafiaban a sus padres a trabajar los campos. Incluso, segtin sefiala Miguel de Asda, en las misiones se constituy6 un frente de investigacién, integrado a Ia red de ciencia jesuitica con en Roma, que resulto mucho mas libre y productiva que las desarrolladas por la misma as aulas de la Universidad de Cordoba. ‘Roberto Di Stefano, tras la expulsién jesuitica se abrié un intenso debate sobre n sus “herederos” en el terreno pedagégico. Las ordenanzas reales establectan tos educativos en manos de la Compafiia pasaran al clero secular —que respon- ‘dia directamente a las directivas de la Iglesia romana—. Para muchos, esta medida resultsbe impra ond rable, ya que las “autoridades locales consideraban imposible encontrar las dos conc! ciones juntas en una misma persona, puesto que casi todos, y sobre todo los mejor preparacios, habian estudiado en las aulas de los ignacianos". Finalmente, fueron los dominicos quie’ recibieron el apoyo de! monarca para hacerse con la herencia pedagégica jesuitica, mient que los franciscanos y mercedarios fueron quienes se mostraron mas dispuestos a introducir a8 we Fauna accta - Marto ASSN modificaciones en su curriculo de acuerdo con las renovaciones en materia cientifica y cultural ue promovian los Borbones. Las escuelas de primeras letras , - | Hasta la ascensi6n de los Borbones en Espafia —en el inicio del siglo XVIIl-, las. escuelas ‘elementales no ocuparon un lugar privilegiado entre las preocupaciones de la administracion co- lonial, Recién a partir de la Real Instruccién del 11 de junio de 1771 se establecié la obligacién, por parte de los cabildos, de pagar al médico, al cirujano y al maestro de escuela que habian de establecerse tanto en pueblos de indios como de espafioles. La creacién de una escuela podia tener tres origenes: por medio del impulso de la autori- dad eclesiéstica 0 de una orden religiosa; por la voluntad de los goberadores 0 del municipio, podia ser propuesta por particulares. En las escuelas de primeras letras fundadas por el mu- nicipio, éste establecia las condiciones y los precios de la ensefianza. En las esouelas creadas por las érdenes, la impronta que aquella adquiria estaba dada por la congregaci6n religiosa que la dirigfa. En cambio, los particulares que querian abrir una escuela debian dirigitse al Cabildo para que se los autorizase. ‘2Qué aspecto guardaban estas escuelas? Segiin José Bustamante Vismara, hacia fines del siglo XVIII, las escuelas de primeras letras de la campafia bonaerense eran edificaciones de paredes de adobe, techos de paja y pisos de tierra. Las escuelas tenian pizarras de distintos tamajios, los bancos y asientos de los alumnos solian ser de madera de pino. Colgados de ta pared podian encontrarse alfabetos y la imagen de algun santo, junto con paimetas de diferen- tes tamavios —utilizadas para los castigos-; también cajones con arena y sus correspondientes pinceles y alisadores. Podia haber algunos textos, de formato pequefio y grandes caracteres, catecismos, silabarios, tratados de obligaciones del hombre, catones y algo de papel. Por lo general, las escuelas estaban ubicadas cerca de la iglesia o la plaza del pueblo y en muchos casos, eran construcciones fragiles. Las primeras escuelas fundadas en el territorio que ocupa actualmente la Argentina fue- ron las siguientes. SLATS De a conguisa a f colonia Mapa 1: Fundacién de escuelas de primeras letras Epes cobra la base de Sanguinetti, L. (1934). NE Arata - Marto ESR Colowes 9 Libre GLO prowl En la mayoria de estas escuelas, los primeros maestros fueron sacerdotes. En qué con- sistia y quiénes recibian este tipo de ensefianza? Adolfo Garret6n afirmaba que todos los padres Podian enviar a sus hijos a las escuelas “sin primacias ni distingos”. Pero lo cierto es que la educacién estaba més cerca de ser un privilegio al que slo accedian los nifios de los sectores ‘acomodados. En la posibilidad de asistir 0 no a la escuela, se cristalizaba la desigualdad juridica: los negros, mulatos y esclavos tenfan prohibido el acceso. Como sefiala Rubén Cucuzza: Durante la época colonial y hasta avanzadas las primeras décadas del perfodo indepen- diente, los que lefan eran muy pocos y fos que escribfan, atin menos. El acceso a la lectura yescritura estaba limitado a la aristocracia blanca y era denegado a los negros esciavos. Pero la transmisién de la cultura no se circunscribia con exclusividad a universidades, colegios 0 escuelas de primeras letras. Por ejemplo, entre las estrategias que se desplegaron para instruir sobre las verdades, se contaba con los sermones. A través de ellos, la poblacién iletrada no quedaba al margen de la educaci6n, en tanto se hallaba expuesta a la lectura en voz alta, préctica de uso comin en los barcos, posadas, plazas, iglesias y traspatios de las casas. El horario escolar no estaba pautado, pudiendo llegar a variar segtin el olima o fa leccién del dia, EI método de ensefianza de la lectura era colectivo y memorrstico, por medio del coreo y la repeticion. En un primer momento se utilizé el método alfabético: primero se deletreaba, luego se pronunciaban silabas y finalmente palabras y frases. Para su ensefianza se utilizaban catones y catecismos, libros que estaban cargados de un fuerte contenido moral. El formato de lectura estaba pautado a partir de una serie de preguntas y respuestas que debian ser recorda- das y repetidas de memoria. El objetivo de le ensefianza en las escuelas de primeras letras fue el aprendizaje de la lec- tura, la escritura y el cdloulo, Estos saberes estaban precedidos por la ensefianza dela doctrina lectura del catecismo. En América tuvo una notable dlifusion el catecismo del Padre Gaspar de Astete (1576), que fue modificado en varias opor- tunidades, entre otros, por el jesuita Ripalda, hacia fines del siglo XVI. En ocasiones, para dar cuenta dé los saberes adquiridos, los cabildos —junto a los maestros, organizaban certémenes pilblicos donde los nifios debian demostrar lo que habian aprendido. En lo que respecta a la ensefianza religiosa, esta se desenvolvié a través de tres estilo: el de los vicarios y parrocos, el de las érdenes mondsticas de franciscanos, mercedarios y do- minicos y, finalmente, el de la Compajiia de Jests. La primera se daba de manera irregular, en los dias que el sacerdote encontraba algo de tiempo para ocuparse de los nifios. Las clases se impartian en la Iglesia y tenian un alto grado de informalidad. En las 6rdenes monésticas, la en- sefianza de primeras letras formaba parte de la carrera religiosa. Los jesultas crearon su primera escuela hacia el afio 1607; los mercedarios en 1722 y los franoiscanos en 1754. La ensefianza de primeras letras que ofrecieron los franciscanos, mercedarios y dominicos —independiente de la formacion para tomar los habitos— recién se configuré hacia mediados del siglo XVIl ‘Como ya mencionamos, la Compaiiia de Jestis ejerci6 una influencia destacada en ma- teria de ensefianza. Los jesultas fueron, junto a los mercedarios, precursores en la creacion de escuelas de primeras letras en Buenos Aires. En ellas también se ensefiaban, @ los mas ade- lantados, estudios menores sobre nociones de teologia, gramética latina y letras en general, con aulas 0 cursos que funcionaban separados de la ensefianza del claustro. A diferencia de la 50 SAAN REIL De ls conquista a Ja colon desorganizacién imperante en la ensefianza parroquial, los jesuitas hicieron especial hincapié ena disciplina, agrupando a los nifios en cofradias y haciéndolos desfilar por la callle entonando Cantos religiosos y vistiendo uniformes de antiguos cruzados. Los jesuitas solian jactarse de la superioridad de su modelo pedag6gico afirmando que, cuando ellos abrian un local escolar, las otras érdenes cerraban los propios. Existian otros métodos de ensefianza? El inspector de escuelas Juan P. Ramos en una mirada retrospectiva sobre la educacién colonial efectuada en 1910— mencionaba que el prin cipal método pedagogico residia en Ia aplicacién de castigos fisico Jos castigos corporales han sido terribles en las escuelas de antario. Podia no ensefiarse, tal vez, en ellas; e! maestro podia ser un pozo sin fondo de ignorancia; pero en ningtin caso dejaba de aplicar con una estrictez admirable e! proverbio ‘la letra con sangre entva’. Para ejemplificario, Ramos exhibia un documento donde un maestro solicitaba a las au- toridades la compra de un cepo: *Necesito para la escuela un cepo; si el gobierno juzga con- veniente hacerlo hacer, costearé de mi parte las argollas y el candado que se necesitan para tenerlo corriente”. La “otra” educacion: los talleres y hospicios 2Qué sucedia con la inmensa mayoria de los nifios y nifias que nunca asistieron a las instituciones resefiadas? cExistian alternativas para recibir educacién por fuera de aquellos espacios? En muchisimos casos, los nifios que no habian asistido a una escuela de primeras le- ‘ras, se insertaban directamente en el mundo del trabajo. Para los sectores del bajo pueblo, las Posibilidades de formaci6n eran pocas, pero no inexistentes. A grandes rasgos, podian tomarse dos caminos alternativos: ser puestos bajo la formacién de un artesano para aprender un oficio, ‘0 Ser colocados en una casa de nifios huérfanos o expésitos, La fundacién de los Hospicios y las Casas de Nifios Expésitos tuvo lugar durante fines del siglo XVIll y principios del XIX. En la Buenos Aires virreinal, el estado de gravedad y abandono de los nifios expésitos fue objeto de atencién durante el virreinato de Juan José Vértiz (1778-1784). La situacién de los nifios recrudecfa en las ciudades, donde las condiciones sanitarias eran muy precarias y enfermedades como la viruela, la fiebre amarilla o el tifus eran mortales. A ello se le sumaba que estas ciudades recién hacia mediados del siglo XVIII lograron tener una provision de alimentos razonable, siendo los nifios las principales victimas de la desnutricion, Muchos eran abandonados por sus progenitores en las calles y, segtn mencionan los documentos del virreinato, algunos de ellos se convirtieron en victimas de los perros cimarrones que acechaban la ciudad. EI 14 de julio de 1779 el virrey Vértiz dispuso la creacién de una Casa de Nifios Expésitos, ‘bajo la direccién de Martin de Sarratea. La primera huérfana admitida, el 9 de junio de 1780, fue Feliciana Manuela, quien fallecié al poco tiempo.

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