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“ee pate ae eee! Coane coma cae ae SE menateyss ee etree Se Ce ISBN: 978.987-06-11764 lech el depo gue marc la Ley 11.723 expe en Argentine Pdi craig Prince eis: abl de 190 Primera eimpes mayo de 1934 Segunda edcén: mar de 196 (Osama impress jlo de 2004 “eraser de 2008, Cane ener de 2009 Quin eimpesio: ees de 2012 Dis de a oleci: Mann. tea ‘Una eto el Grupo Sanians ga ecen: gata Agen » ols» Bra» Colombia * Cota Ria * Chile Bead * Er Sabador EE. UU. » Gusta» Honduras» Meco Pasa «Faapuy » Pe Pou + Punto Rio * Republics Dominicana Ungay» Venice al, Roa (Chai y a tine hoot Ro Da ade pc Quin ks, Ave So inp Busnes Ale Aga Alea as, Algae, 22, Vamp it TBabem= ex ‘Tatucilo por: Veen ed ISBNSTESe7 OF TET "Litera Ty Jv gh Bb, Que os, Hed copeasons2 ‘Te es ces a pian ph wns ba [teed co rns on sth rcpt ey | ros fom nen rn mc ain yi snseamananne nei, Charlie y la fabrica de chocolate Roald Dahl ‘ustacones ¢e Quentin Blake Ae eee ee eee erecta { Los cinco nifios de esta historia son: AUGUSTUS GLOOP Unnifo glotén VERUCA SALT Una nifia mimada por sus padres VIOLET BEAUREGARDE Una nifta que masca chicle todo el dia MIKE TEVE Un nifio que no hace mas que mirar la television y CHARLIE BUCKET Elhéroe Pg Aqui viene Charlie . Estos dos sefiores tan viejos son el padre y la ma- dre del sefior Bucket. Se llaman abuelo Joe y abue- 1a Josephine. Y estos dos sefiores tan viejos son el padre y la madre de la sefiora Bucket. Se llaman abuelo George y abuela Georgina. Este es el sefior Bucket. Esta es la sefiora Bucket. EI sefior y Ia seffora Bucket tienen un hijo que se lama Charlie Bucket. Este es Charlie. ;Cémo estds? Y tii, ze6mo ests? Charlie se alegra de cono- ceros. Toda esta familia —las seis personas mayores (cuéntalas) y el pequeito Charlie Bucket— viven juntos en una casita de madera en las afueras de una gran ciudad. La.casa no era lo bastante gran- de para tanta gente, y la vida re- sultaba realmente incémoda para todos. En total, s6lo habia dos habitaciones y una sola cama. La cama estaba reserva- daa Jos cuatro abuelos, porque eran muy viejos y estaban cansados. Tem cansadds que nunca saan de ella, pn 13 El abuelo Joe y la abuela Josephine de es- te lado, y el abuelo George y la abuela Georgina de este otro. El sefior y la sefiora Bucket y el pequefto Charlie Bucket dormian en la otra habitacién, so- bre colchones extendidos en el suelo. En el verano esto se podfa soportar, pero en el invierno, heladas corrientes de aire soplaban a la altura del suelo durante toda la noche y era horrible. No habfa para ellos posibilidad alguna de ‘comprar una casa mejor, o incluso de comprar otra cama. Eran demasiado pobres para eso. 14 El sefior Bucket era el tinico en la familia que tenia un empleo. Trabajaba en una fabrica de pasta dentifrica, donde pasaba el dia entero sen- tado en un banco ajustando los pequefios tapo- nes de los tubos de pasta después de que éstos hu- biesen sido Ienados. Pero un taponador de tubos de pasta dentiftica nunca gana mucho dinero, y el pobre sefior Bucket, por mas que trabajase y por mis velozmente que taponase los tubos, jamés conseguia ganar lo suficiente para comprar la mi- tad de las cosas que una familia tan numerosa ne- cesitaba. Ni siquiera habfa bastante dinero para comprar comida adecuada para todos ellos. Las nicas comidas que podian permitirse eran pan y margarina para el desayuno, patatas y repollo co- cido para el almuerzo y sopa de repollo para la ce- na. Los domingos eran un poco mejor. Tados es- peraban ilusionados que llegara el domingo, porque entonces, a pesar de que comfan exactamente lo mismo, a todos les estaba permitido repetir. Los Bucket, por supuesto, no se morfan de hambre, pero todos ellos —los dos viejos abue- los, las dos viejas abuelas, el padre de Charlie, la madre de Charlie y especialmente el propio Char- lie— pasaban el dia, de la mafiana a la noche, con una horrible sensacién de vacio en el est6mago. Charlie era quien més la sentfa. Y a pesar de que su padre y su madre a menudo remunciaban a sus propias raciones de almuerzo o de cena para darselas a él, ni siquiera esto era suficiente para un 15 nifto en edad de crecer. Charlie queria desespera- damente algo més alimenticio y satisfactorio que repollo y sopa de repollo. Lo que deseaba més que nada en el mundo era... CHOCOLATE. Por las mafianas, al ir a la escuela, Charlie podia ver grandes filas de tabletas de chocolate en Tos escaparates de las tiendas, y solfa detenerse pa- ra mirarlas, apretando la nariz contra el cristal, mientras la boca se le hacia agua. Muchas veces al dfa veia a los demas nifios sacar cremosas cho- colatinas de sus bolsillos y masticarlas évidamen- te, eso, por supuesto, era una auténtica tortura. Sélo una vez al afio, en su cumpleaiios, lograba Charlie Bucket probar un trozo de cho- colate. Toda la familia ahorraba su dinero para esta ocasién especial, y cuando legaba el gran dia, Charlie recibia de regalo una chocolatina para comérsela él solo. Y cada vex que la reci bia, en aquellas maravillosas mafanas de cum- pleafios, la colocaba cuidadosamente dentro de una pequefia caja de madera y la atesoraba co- mo si fuese una barra de oro puro; y durante los dias siguientes sélo se permitia mirarla, pero nunca tocarla. Por fin, cuando ya no podfa so- portarlo m4s, desprendfa un trocito diminuto del papel que la envolvfa para descubrir un trocito diminuto de chocolate, y daba un diminuto mor- disco —justo lo suficiente para dejar que el ma- ravilloso sabor azucarado se extendiese lenta- mente por su lengua—. Al dia siguiente daba otro 16 pequefio mordisco, y asf sucesivamente. ¥ de este modo, Charlie conseguia que la chocolatina de seis peniques que le regalaban por su cumpleafios durase més de un mes Pero atin no os he hablado de la tinica cosa horrible que torturaba al pequerio Charlie, el aman- te del chocolate, mas que cualquier otra. Esto era para él mucho, mucho peor que ver las tabletas de chocolate en los escaparates de las tiendas o con- templar cémo los demés nifios masticaban cremo- sas chocolatinas ante sus propios ojos. Era la cosa més torturante que podais imaginaros, y era ésta: 7En la propia ciudad, a la vista de la casa en la que vivfa Charlie, habfa una ENORME FABRI- CA DE CHOCOLATE! {0s lo imagindis? Y tampoco era una enorme fébrica de cho- colate cualquiera. jEra la més grande y famosa del mundo entero! Era la FABRICA WONKA, Cuyo pro- pietario era un sefior llamado Willy Wonka, el ma- yor inventor y fabricante de chocolate que ha exis- tido. ;¥ qué magnifico, qué maravilloso lugar era éste! Tenfa inmensos portones de hierro que con- ducfan a su interior, y lo rodeaba un altfsimo mu- 0, y sus chimeneas despedfan humo, y desde sus profundidades podfan ofrse extrafios sonidos sibi- antes. ;Y fuera de los muros, a lo largo de una me- dia milla en derredor, en todas direcciones, el ai- re estaba perfumado con el denso y delicioso aroma de chocolate derretido! icra 7 Dos veces al dia, al ir y venir a la escuela, el pequefio Charlie Bucket pasaba justamente por delante de las puertas de la fabriea. Y cada vez. que Jo hacia empezaba a caminar muy, muy lentamen- te, manteniendo la nariz.elevada en el aire, y aspi- raba largas y profundas bocanadas del maravillo- so olor a chocolate que le rodeaba. iAh, c6mo le gustaba ese olor! ‘c6mo deseaba poder entrar y ver la fa- brica! La fabrica del sefior Willy Wonka " Por las noches, al terminar su aguada sopa de re- pollo, Charlie iba siempre a la habitacién de los cuatro abuelos para escuchar sus cuentos, y luego, més tarde, para darles Jas buenas noches, Cada uno de estos ancianos tenfa més de noventa afios. Estaban tan arrugados como ci- ruelas pasas y tan huesudos como esqueletos, y durante el dia, hasta que Charlie hacfa su apa- ricién, yacfan acurrucados en la tinica cama, dos en cada extremo, con gorros de dormir para con- servar abrigadas sus cabezas, dormitando para pasar el tiempo, sin nada que hacer. Pero en cuanto ofan abrirse la puerta y la voz de Charlie diciendo «Buenas noches, abuelo Joe y abuela Josephine, abuelo George y abuela Georgina», los cuatro se incorporaban répidamente, y sus arrugadas caras se encendfan con una sonrisa de placer, y la conversacién empezaba, Adoraban al pequefio Charlie. El era la tnica alegria de su vida, y sus visitas nocturnas eran algo que es- peraban ilusionados durante todo el dia. A menudo, rastinineatiasaasnesiiio ' 19 la madre y el padre de Charlie acudfan también a Ja habitaciGn y se quedaban de pie junto a la puer- ta, escuchando las historias que contaban los an- cianos, y asf, durante una media hora cada noche, esta habitacién se convertia en un lugar feliz, y 1a familia entera conseguia olvidar que era pobre y pasaba mucha hambre. Una noche, cuando Charlie entré a ver a sus abuelos, les dijo: —(Es verdad que la Fabrica de Chocolate de Wonka es la mas grande de! mundo? —2Que si es verdad? —gritaron los cua- tro al unisono—. ;Claro que es verdad! Santo Cie- Jo, ges que no lo sabfas? jEs cincuenta veces mas grande que cualquier otra! =1Y es verdad que el sefior Willy Won- ka es el fabricante de chocolate més inteligente del mundo? —Mi querido muchacho —dijo el abuelo Joe, incorpordndose un poco mas sobre su almo- hada—, jel sefior Willy Wonka es el fabricante de chocolate més asombroso, més fantéstico, mas ex- traordinario que el mundo ha conocido! {Cref que todos lo sabjan! —Yo sabia que era famoso, abuelo Joe, y sabfa que cra muy inteligente... —Inteligente! —grité el anciano—. jEs més que eso! {Es un mago del chocolate! ;Puede hacer cualquier cosa, todo lo que quiera! No es verdad, queridos? 20 Los otros tres ancianos movieron afirma- tivamente la cabeza y dijeron: —Absolutamente verdad, No puede ser- lo més. ¥ el abuelo Joe continué: —{Quieres decir que nunca te he habla- do del sefior Willy Wonka y de su fabrica? —Nunca —respondié el pequefio Charlie, —{Santisimo Cielo! {No sé qué me ocurre! —{Me lo contaris ahora, abuelo Joe, por favor? —Claro que sf. Signtate en la cama junto a mi, querido nifio, y escucha con atencién. El abuelo Joe era el més anciano de los cua- tro abuelos. Tenfa noventa y seis afios y medio, y ésa es una edad bastante respetable para cual- quiera. Bra débil y delicado como toda la gente muy anciana y apenas hablaba a lo largo del dfa. Pero por las noches, cuando Charlie, su adorado nieto, estaba en la habitacién parecfa, de una for- ma misteriosa, volverse joven otra vez. Todo su 2 cansancio desaparecfa y se ponfa tan ansioso y exaltado como un nifio. ué hombre es este sefior Willy Won- ka! —grité el abuelo Joe—. :Sabfas, por ejemplo, que él mismo ha inventado més de doscientas nue- vas clases de chocolatinas, cada una de ellas con un relleno diferente, cada una mucho més dulce, suave y deliciosa que cualquiera de las que puedan producir las demas fabricas de chocolate? Es la pura verdad! —grité la abuela Jo- sephine—. ;Y las envia a todos los paises del mun- do! {No es asi, abuelo Joe? —Asfes, querida mia, asi es. Y también a todos los reyes y a todos los presidentes del mun- do. Pero no s6lo fabrica chocolatinas. ;Ya lo creo que no! jEl sefior Willy Wonka tiene en su ha- ber algunas invenciones realmente fantisticas! {Sabfas que ha inventado un método para fabri- car helado de chocolate de modo que éste se man- tenga frfo durante horas y horas sin necesidad de meterlo en la nevera? (Hasta puedes dejarlo al sol 22 toda una mafiana en un dfa caluroso y nunca se | derretiré! — {Pero eso es imposible! —dijo el peque- fio Charlie, mirando asombrado a su abuelo. —{Claro que es imposible! —exclams el abuelo Joe—. {Es completamente absurdo! ;Pero el sefior Willy Wonka lo ha conseguido! —jExacto! —asintieron los demas, mo- viendo afirmativamente la cabeza—. El sefior Wonka lo ha conseguido. —Y ademés —continus el abuelo Joe, ha- blando ahora muy despacio para que Charlie no se perdiese una sola palabra—, el sefior Willy Wonka puede hacer caramelos que saben a viole- tas, y caramelos que cambian de color cada diez segundos a medida que se van chupando, y peque- fios dulces ligeros como una pluma que se derri- ten deliciosamente en el momento en que te los pones entre los labios. Puede hacer chicle que no pierde nunca su sabor, y globos de caramelo que puedes hinchar hasta hacerlos enormes antes de reventarlos con un alfiler y comértelos, Y, con una receta més secreta atin, puede confeccionar her- mosos huevos con manchas negras, y cuando te ones uno de ellos en 1a boca, éste se hace cada vez mas pequefio hasta que de pronto no queda nada de él excepto un mintisculo pajarillo de azi- car posado en la punta de tu lengua. El abuelo Joe hizo una pausa y se relamié Jentamente los labios. | | 23 —Se me hace la boca agua slo de pen- sar en ello —dijo. —A mf también —respondié el pequetio Charlie—. Pero sigue, por favor. Mientras hablaban, el seffor y la sefiora Bucket, ¢l padre y la madre de Charlie, habjan en- trado silenciosamente en la habitaci6n, y ahora es- taban de pie junto a la puerta, escuchando. —Cuéntale a Charlie la historia de aquel loco principe indio —pidi6 la abuela Josephine—. Le gustard oftla. —(Te refieres al principe Pondicherry? —pregunt6 el abuelo Joe, y se eché a reir. —jCompletamente loco! —dijo el abue- lo George. —Pero muy rico —afiadié la abuela Geor- gina. — {Qué hizo? —pregunt6 Charlie ansiosa- mente. —Escucha —dijo el abuelo Joe— y te lo contaré, El sefior Wonka y el principe indio = —EI principe Pondicherry le escribié una carta al sefior Willy Wonka —conté el abuelo Joe— y le pi- Gi6 que fuese a la India y le construyese un pala- cio colosal hecho enteramente de chocolate. —2Y el sefior Wonka lo hizo, abuelo? —Ya lo creo que sf. ;Y vaya un palacio! Tenfa cien habitaciones, y todo estaba hecho de chocolate amargo o de chocolate con leche. Los ladrillos eran de chocolate, y el cemento que los unfa también, y las ventanas eran de chocolate, y todas las paredes y los techos estaban hechos de chocolate, y también las alfombras y los cua- dros y los muebles y las camas; y cuando abri- as los grifos, de ellos salia chocolate caliente. Cuando el palacio estuvo terminado, el sefior Wonka le dijo al principe Pondicherry: «Le ad- vierto que no le durara mucho tiempo, de modo que ser mejor que empiece a comérselo ahora mismo». «jTonterfas!», grité el principe, «ino voy a comerme mi palacio! ;Ni siquiera pienso mordisquear las escaleras o lamer las paredes! an q | i ee 25 Noy vivir en él!». Pero, por supuesto, el seiior ‘Wonka tenfa raz6n, porque poco tiempo después hizo un dia muy caluroso con un sol abrasador, y el palacio entero empezé a derretirse, y luego se fue derrumbando lentamente, y el pobre prin- cipe, que en aquel momento estaba durmiendo la siesta en el saldn, se despert6 para encontrarse nadando en un enorme lago marrén de pegajo- so chocolate. EI pequefio Charlie estaba sentado inmé- vil al borde de la cama, mirando fijamente a su abue- Jo. Su cara estaba iluminada, y sus ojos tan abier- tos que era posible ver enteramente sus pupilas. — {Esto es verdad? —pregunté—. ,0 me ests tomando el pelo? — Es verdad! —exclamaron Jos cuatro an- cianos al unfsono—. {Claro que es verdad! ;Pre- gGintaselo a quien quieras! —Y te diré otra cosa que es verdad —dijo el abuelo Joe, inclindndose ahora para acercarse atin mas a Charlie y bajando la voz hasta conver- tirla en un suave, secreto susurro—. jNadie... sa- Ie... nunca! —De dénde? —pregunté Charlie. —iY... nadie... entra... nunca! —jAdénde? —Charlie estaba impaciente. —jA la fébrica de Wonka, por supuesto! —Abuelo, ja qué te refieres? —Me refiero a los obreros, Charlie. —jA los obreros? 26 —Todas las fabricas —dijo el abuelo Joe— | tienen obreros que entran y salen por sus puertas por la mafiana y por la noche, excepto la de Won- ka. @Has visto ti alguna vez a una sola persona entrar en ese sitio o salir de é1? El pequefio Charlie miré lentamente las _ cuatro caras que le rodeaban, una después de otra, - y todas ellas le miraron a su vez. Eran caras son- rientes y amistosas, pero al mismo tiempo eran ca- Tas muy serias. Ninguna de ellas parecia estar bro- meando 0 burlandose de él. —2Y bien? {La has visto? —pregunté el abuelo Joe. —Pues... la verdad es que no lo sé, abuelo —tartamudeé Charlie—. Cada vez, que paso delan- te de la fabrica las puertas parecen estar cerradas. —jExactamente! —exclam6 el abuelo Joe. —Pero tiene que haber gente trabajando alli, —Gente no, Charlie. Al menos, no gente normal, —Entonces, ,quién? —grit6 Charl —A\ja... Esa es la cosa, ,comprendes? Ese €s otro de los golpes de inteligencia del sefior Willy Wonka. —Chatlie, querido —la sefiora Bucket es- taba apoyada en la puerta—, es hora de irse a la cama. Ya basta por esta noche. —Pero mami, tengo que oft... | —Maiiana, carifio... 27 —Eso es —dijo el abuelo Joe—. Te con- taré el resto mafiana por la noche. ~\ \ Los obreros secretos “ . La noche siguiente el abuelo Joe prosiguié su | historia: ' — Verds, Charlie, no hace mucho tiempo | hhabfa miles de personas trabajando en la fabrica _ del sefior Willy Wonka. Pero de pronto, un dia, el sefior Wonka tuvo que pedirle a cada una de ellas que se fuese a su casa para no volver nun- ca més —Pero por qué? —pregunté Charlie. —Por los espfas. —iEspias? Vers. Los otros fabricantes de cho- colate habfan empezado a sentirse celosos de las maravillosas golosinas que preparaba el sefior Wonka y se dedicaron a enviar espfas para robar- Te sus recetas secretas. Los espfas se emplearon en la Fabrica de Wonka, fingiendo ser obreros ordi- narios, y mientras estaban all, cada uno de ellos descubrié cémo se fabricaba una cosa. —Y volvieron luego a sus propias fibri- cas para divulgar el secreto? 29 —Deben de haberlo hecho —respondis el abuelo Joe—, puesto que al poco tiempo la fébri- ca de Fickelgruber empez6 a elaborar un helado que no se derretfa nunca, aun bajo el sol mas ar- diente. Luego, la fabrica del sefior Prodnose em- pez6 a producir un chicle que jamés perdia su sa- bor por més que se masticase. ¥ més tarde, la fabrica del sefior Slugworth comenz6 a hacer glo- bos de caramelo que se podfan hinchar hasta ha- cerlos enormes antes de pincharlos con un alfiler y comérselos. Y asi sucesivamente. Y el sefior Willy Wonka se mesé las barbas y grité: «(Esto es terrible! jMe arruinaré! jHay espias por todas par- tes! ;Tendré que cerrar la fébrica!». — {Pero no lo hizo! —dijo Charli —Oh, ya lo creo que lo hizo. Les dijo a to- dos los obreros que lo sentfa mucho, pero que ten- . (N. del T) i La Sala de Invenciones: ., Caramelos Eternos y Toffee Capilar Cuando el sefior Wonka grité «jDetened el bar- co!», 10s Oompa-Loompas clavaron los remos en el rio y empezaron a remar hacia atrés furiosamen- te, El barco se detuvo Los Oompa-Loompas guiaron el barco hasta colocarlo paralelamente a la puerta roja. So- bre Ia puerta decfa: SALA DE INVENCIONES. PRIVA~ DO. PROHIBIDO ENTRAR. El sefior Wonka sacé una Mave de su bolsillo, se incliné fuera del barco y metié la Have en la cerradura. — Esta es la seccién mas importante de toda la fébrica! —dijo—. {Todas mis nuevas in- venciones més secretas se preparan y se cocinan aqui! {El viejo Fickelgruber daria cualquier cosa por poder entrar aqui aunque s6lo fuera durante tres minutos! ;Y lo mismo Prodnose y Slugworth y todos los demas fabricantes de chocolate! Pero ahora, jescuchadme bien! ;No quiero que toquéis nada una vez. que estemos dentro! {No podéis to- car, ni fisgonear, ni probar nada! ;De acuer- do? us —Si, si! —exclamaron los nifios—. jNo tocaremos nada! Hasta ahora —dijo el sefior Wonka— a nadie, ni siquiera a un Oompa-Loompa, le he permitido entrar aqui. Abrié la puerta y salt6 del barco a la ha~ bitacién. Los cuatro nifios y sus padres le siguie- ron apresuradamente. —INo toquéis —les advirtié el sefior Won- ka— y no tiréis nada al suelo! Charlie Bucket examiné la gigantesca ha- bitacién en la que ahora se encontraba. Parecfa la cocina de una bruja! A su alrededor habia negras cacerolas de metal hirviendo y burbujeando sobre enormes fogones, y peroles friendo y ollas cocien- do, y extraflas méquinas de hierro repicando y sal- picando, y habfa tuberias a lo largo del techo y de las paredes, y toda la habitaci6n estaba llena de humo y de vapor y de deliciosos aromas, EI propio sefior Wonka se habfa puesto de repente més excitado que de costumbre, y cual- quiera podta ver fifcilmente que ésta era su habi- tacin favorita, Saltaba y brincaba entre las ollas y las méquinas como un nifio entre sus regalos de Navidad, sin saber ad6nde dirigirse primero. Le- vanté Ja tapa de una enorme cacerola y aspiré su aroma; luego, salié corriendo y metié un dedo en un barril leno de una pegajosa mezcla de co- lor amarillo y la probé; luego, se dirigis hacia una de las maquinas e hizo girar media docena de 116 valvulas a la derecha y a la izquierda; luego, 16 ansiosamente a través de la puerta de cristal de un horno gigantesco, froténdose las manos y lan- zandbo risitas de placer ante lo que vio dentro. Lue- g0 corrié hacia otra de las méquinas, un pequefio y brillante artefacto que hacfa plop, plop, plop, plop, plop, y cada vez que hacia plop, dejaba 7 caer una canica de color verde a un cesto que ha- bia en el suelo, Al menos, parecia una canica. —jCaramelos eternos! —grit6 orgullosa- mente el sefior Wonka—. {Son completamente nuevos! Los estoy inventando para los nifios que re- ciben una escasa paga semanal. Te metes un Cara- melo Etemo en la boca y lo chupas y lo chupas y lo chupas y lo chupas y nunca se hace més pequefio. {Es como chicle! —exclam6 Violet Beau- regarde. —No es como chicle —dijo el sefior Won- ka—. Bl chicle es para ser masticado, y si inten- tases masticar uno de estos caramelos te romperias Jos dientes. Pero su sabor es riqufsimo! jJamés desaparecen! AI menos, asf lo creo. Uno de ellos estd siendo probado en este mismo momento en la Sala de Pruebas, la habitacién de al lado. Un Oompa-Loompa lo est chupando. Lleva ya casi un afio chupandolo sin parar, y sigue tan bueno como siempre. ¥ bien, aqui —prosiguié el sefior Wonka, corriendo entusiasmado al otro lado de la habitacién—, aqui estoy inventado un tipo de tof- ‘fee completamente nuevo. Se detuvo junto a una enorme cacerola, La cacerola estaba lena de un espeso jarabe de color pérpura, hirviente y burbujeante. Ponigndose de puntillas, el pequeiio Charlie alcanzaba a verlo. — {Esto es toffee capilar! —grité el sefior Wonka—. |Te comes un pequeiio trocito de ese toffee y al cabo de media hora exactamente una 118 hermosa cabellera, espesa y sedosa, te empieza a crecer en la cabeza! ;Y un bigote! ;Y una barba! —jUna barba! —exclamé Veruca Salt—, {Quién puede querer una barbs —A tite irfa muy bien —dijo el sefior Won- ka—, pero desgraciadamente la mezcla no esti del todo terminada. Es demasiado potente. Funciona en exceso, La probé ayer con un Oompa-Loompa en Ia Sala de Pruebas, y de inmediato una espesa barba negra empezé a crecerle en la barbilla, y la barba crecié tan répidamente que pronto esta- ba arrastréndola por el suelo como una alfombra. iCrecfa més deprisa de lo que podiamos cortar- la! jAl final tuvimos que utilizar una cortadora de césped para controlarla! ;Pero pronto conseguiré perfeccionar la mezcla! ;Y cuando lo haga, ya no habré excusas para los nifios y as nifias que van por ahi completamente calvos! —Pero, sefior Wonka —dijo Mike Tevé. Jos nifios y las nifias no van por ahf completamen- te... —jNo discutas, mi querido muchacho, por favor, no discutas! —grité el sefior Wonka—. ;Es una pérdida de tiempo precioso! Y bien, aquf, si tenéis a bien seguirme, os ensefiaré algo de lo que estoy muy orgulloso. jCuidado, por favor! {No ti- réis nada al suelo! jNo os acerquéis demasiado! A La gran maquina de chicle 4 EI sefior Wonka condujo al grupo a una gigantes- ca maquina que se hallaba en el centro mismo de la Sala de Invenciones. Era una montaiia de bri- ante metal que se elevaba muy por encima de los nifios y sus padres. De un extremo superior salfan cientos y cientos finos tubos de cristal, que se tor- cfan hacia abgjo y se unfan en un gran conglome- rado y colgaban suspendidos sobre una enorme ti- naja redonda del tamaiio de una bafiera. —jAllé vamos! —grité el sefior Wonka, y apreté tres botones diferentes en un costado de la méquina, Un segundo més tarde se oy6 un poderoso rugido que provenfa de su interior, y la méquina entera empezé a vibrar aterradoramente, y de to- das partes empezaron a surgir nubes de vapor, y de pronto, los asombrados observadores vieron que una mezcla Iiquida estaba empezando a co- rer por el interior de los cientos de tubos de cris- tal y a caer dentro de la gran tinaja. Y en cada uno de los tubos la mezela era de un color diferente, 120 de modo que todos los colores del arco iris (y mu- chos otros ademas) cafan borboteando y salpican- do dentro de la tinaja. Era un espectéculo muy her- moso. Y cuando la tinaja estuvo casi llena, el sefior Wonka apreté otro botén, e inmediatamente la mezcla liquida dejé de salir de los tubos, el rui- do sordo desaparecié y un sonido chirriante lo reemplaz6; y entonces un gigantesco batidor em- pez6 a batir el lquido que habfa caido en la tinaja, mezclando todos los liquidos de diferentes colo- res como si fueran helado. Gradualmente, la mez~ cla empez6 a hacer espuma. Se fue haciendo cada vex més espumosa, y se volvié de color azul, y Iuego blanco, y luego verde, y luego marrén, y luego amarillo, y finalmente azul otra vez. —|Mirad! —ordens el sefior Wonka. La maquina hizo click y el batidor dejé de batir. ¥ ahora se oy6 una especie de sonido de suc- ci6n, y répidamente toda la espumosa mezela de co- lor azul que habia en la tinaja fue succionada otra vez dentro del estémago de la maquina. Hubo un momento de silencio. Luego se oyeron unos extra- ios zumbidos. Luego, silencio otra vez. Entonces, de pronto, la méquina dejé escapar un monstruoso quejido, y en el mismo momento un diminuto cajén (no ms grande que los de las méquinas tragaperras) emergic de uno de los costados de la méquina, y en el cajén habfa algo tan pequefio, tan delgado y gris que todo el mundo pens6 que allf habja habido un error. La cosa parecfa un trocito de cartén gris, 14 Los nifios y sus padres se quedaron miran- do la delgada tableta gris que habia en el cajén. —{,Quiere decir que eso es todo? —dijo Mike Tevé despreciativamente. —Fs0 es todo —replicé el sefior Wonka, contemplando orgullosamente el resultado—. No sabéis lo que es? Hubo una pausa, Entonces, stibitamente, Violet Beaurogarde, la fandtica del chicle, dejé es- capar un grito de entusiasmo, — Por todos los santos, es chicle! —chill6—. jEs una tableta de chicle! —jAsf es! —grité el sefior Wonka, dindo- Ie a Violet una palmada en la espalda— bleta de chicle! jEs una tableta del chicle més asom- broso, mas fabuloso, mas sensacional del mundo!

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