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v Pequenio Juan y el gigante Cuerpo-Sin-Alma ‘acho tiempo atras, en tun reino lejane, via una viuda que tenia un tinigg impulsivo, y desde su mas conta hijo. Fste era un joven muy inquieto © renturas. Su madre le dijo; dad ansiaba abandonar el pueblo, en busca de av paditas irte cuando derribes el pino mas grande de nuestro pueblo usa. do solo tus pies. Al dia siguiente, ante: pino pateando, incansable, todas las madrugadas a lo Gel aiio, Jos vecinos sabfan donde encontr nadamente puntapiés ‘Un dia, no muy diferente de los demas, el pueblo ente’o © sobresalté al ofr un gran estruendo, Cuando fueron al lugar de donde habia provenido el ido encontraron al joven hijo de a viuda junto al pin Pel este noestaba : ya erguido, sino tumbado en el suelo: haba sido arrancado de raiz. Su madre, emocionada, le dijo —jHijo mio! Aunque me mento de que partas a recorrer el mundo, to anhelas*. Todo el pi su madre y partié por el cain Después de haber andado Ios pajaros que surcaban el ciel con sus picaduras, llegé 2 un deaban lo hacian parecer inexpugn {imponentes hacia el cielo, Nuestro j por los alrededores del magnifico conjunto, cuando Tleg6 @ los establos de] lugar. Alli, tres hombres intentaban dominar un brioso* caballo, sin conseguirlo: tras montarlo, perma- necian asi apenas durante unos segundos y enseguida ter minaban cayendo al suelo, El joven quiso probar suerte Al tercer intento, logré mantener el equilibrio subido al lomo deanimal. Aferréndose firmemente con sus piernas, cal ‘mé finalmente al caballo. El rey, que estaba observando la escena, le hablé entonces. —(Cuél es tu nombre, joven domador? —Soy Pequefio Juan —contesté el joven, porque 2s! se llamaba. —Muy bien, Pequefio Juan. Seras mi palafre mayor y tendras un lugar de honor en mi corte. Te #® galo esta espada en agradecimiento por el favor a4 » me has prestado, gallo, el joven estaba al pie det del rbol. Y asi siguié durante y los meses. Cualquier dig to al arbol, dandole obsti del primer canto del e] enorme tronco largo de las semanas arlo: jun! duele, debo cumplir con mi palabra: Ileg6 el mo- ‘en busca de las aventuras que tan- ueblo despidié al muchacho. Luego de saludar a cada uno, bes6a 10 que cruzaba el bosque. durante varios dias sin otra compatifa que 1 los mosquitos que lo hostigaban* gran castillo, Las murallas que lo 10- able*; sus torres se elevaban joven se paseaba fascinado nero" Y asi, Pequelio Juan entré al servicio del rey, conforme pa aba el . sde or ae Pecan Ins pruebas de valor e ingenio del joven se multiplicaron fiat uu : baba rey. que no cesaba de asombrarse de las virtudes que manifesta ; If ue lafrenero, lo mandé lamar y le dijo; staba el fiel pa- —Pequelio Juan, mi rostro se ensombrece mio, Poco antes de tu llegada, un gigante Hla mi tnica hija. Por una pena que guardo dentro mado Cuerpo-Sin-Alma capturé a —iNo es necesario que digas mas, rey mio, y no te preocupes! Partiré de inmediato a rescatarla. Sin otras armas que Ja espada que le habia regalado el Tey nj otra defensa que su propio ingenio, Pequefio Juan partié hacia el lugar donde el gigante te- nia secuestrada a la princesa. Al poco tiempo de andar, la marcha de Pequefio Juan fue interrumpida por un imponente leén, que lo salud6 de esta manera: —Esctichame, joven: un perro, una hormiga, un Aguila y yo encontramos un burro muerto; sin embargo, no sabemos cémo repartimos toda esta comi- da. Necesitamos que nos soluciones este problema, y si no nos satisface tu respuesta te comeré como castigo. Pequefio Juan apenas dudo: tomé su espada y con ella corté al burro en cuatro trozos. Luego, se acercé a los animales, que lo aguardaban impacien- tes, y les dijo: —A ti, hormiga, te entrego la cabeza del burro; en ella encontrarés abrigo y comida. Al guila ofrezco las entrafias, que puede transportar en vuelo ha- cia las cumbres solitarias. Para ti, perro, son las huesudas patas, apropiadas para roer. Por Ultimo, leén, como eres el mas grande, te dejo el resto. Los animales, muy agradecidos y sorprendidos por la sabia resoluci6n del muchacho, le ensefiaron los secretos para transformarse en cada uno de ellos a voluntad y, deseandole suerte, se despidieron de él. Al dfa siguiente, Pequefio Juan llegé al pie de una alta mont ; habia una cueva: alli vivia Cuerpo-Sin-Alma. Aplicando el secreto que habia aprendido el dia anterior, el joven se transformé en Aguila y, raudamente*, llegd ala entrada de la cueva. Una vez alli, volvi6 a su forma humana e ingreso en el tenebroso lugar. Enseguida encontré a la princes capturada, quien le advirtio: —No sé quién eres, pero sé que intentaras rescatarme. Ten en ileal que Cuerpo-Sin-Alma no es como cualquier gigante. Las armas de los hombres no lo lastiman, —Entonces, dulce princesa, tendras que Mos cual es su debilidad —respondid el joven. En ese momento, se escucharon las pisaces Cazar. Pequerio Juan se transformé en hormiga "a princesa le hablé asi al monstruo: ~iOh, temible gigante! Aunque sé lo val Que alguien llegue y te mate. No quiero perder 12 rafia. En la cima, engafarlo, para ver si asf conoce- del gigante, que regresaba de y se escondi6. Al verlo entrar, Jeroso y lo fuerte que eres, terno proteccién que me brindas. , SP a princesa —grurié el gigante—. Nadie Podrtg lastimarme a menos que consiguiera matar a la oveja negra que pasta - alguien la matara, la oveja se transformarta en a agil perro negro que corre! fa sin parar. Si, aun asi, alguien fuera lo suficien, temente rapido como para aleanzar al perro y darle muerte, deberia tambign acabar con el aguila negra en la que se convertirfa el perro muerto. Y por (i. timo, muerta el ave, deberia extraerle de la panza un huevo negro, donde he ondido mi alma. No temo decirtelo, ingenua princesa, porque {a quién ge —No te preocupes, hermos las Nanuras cercanas esc lo contarias, aqui encerrada? ante terminé de decir estas palabras, de la cueva salié yo. Apenas el gigs lando un aguila. Esta pronto divisé en las Ilanuras a la oveja negra. Cayé ¢ Aguila sobre la oveja, se transformé en ledn y la mat. La oveja no tardé en convertirse en perro y escapar. Pequefio Juan abandoné entonces su aspec- to leonino y, como el perro mas veloz, partié en su persecucion. Incansables, los dos perros corrian por la llanura, hasta que el segundo atrapé al primero, Del cuerpo inerte del perro negro pronto salieron plumas; dos de sus patas se transformaron en alas, y otras dos, en garras; la boca se hizo pico y, en un ; pestafieo, un Aguila, negra también, surcaba los cielos. El joven no tardé en : volar detrés de ella. La pelea fue sangrienta: las garras de cada ave buscaban ! herir a su oponente. Finalmente, el aguila negra se precipité a tierra. Pequetio ! Juan, vuelto leén nuevamente, abrié el vientre del ave con su espada y extrajo | el huevo negro. Mientras, en la cueva, el gigante se encontraba cada vez mas débil. Ha + bfa sentido en su cuerpo, como terribles heridas, la muerte de cada uno de los animales, y ya no tenia fuerzas. Un Aguila entré en la cueva y dejo caer algo en las manos de la princesa. Ella se acercé a Cuerpo-Sin-Alma | sin ceremonias, rompié el negro huevo contra la frente del gigante. Este S¢ | transformé inmediatamente en piedra. Al volver al castillo, Pequefio Juan y la princesa fueron mu! bidos. El rey acepté el pedido de los jévenes que, enamorados, querian sarse. A la boda fue invitada la madre del héroe, quien lo besd y lo bend? como cuando partié buscando aventuras. Y asi fue como Pequefio juan menzé a ser conocido como el Gran Principe Juan. y bien rect ae

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