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ao JOSE HERREIROS En resumen, lus leciores pueden optar entre das mnaneras die. tintar de dirigir sus pasos. une posibilidad ex fa lectura siguiendo ef orden en que les proponemos el material, comenzando in me- dias tes, por ast decir; la atna es elegir un ardemamiento estricta- mente cronolégico, En este iltimo caso, se comenzarta con lat car. 143 a Dedekind de 1872/1873, y sblo tras haber leida la caria de soviernbre de 1882 se pasaria al contenido de los Fundamentos. Ni que decir tiene que las lectoras deben sensirse muy libres de elegtr cualquiera de esias opciones, 0 sus propias vias alternativas. Los teatos publicados por el propio Cansor se kan sovsado de sus Gesammelte Abhandlungen (edited: por Zermelo en 1932), catejados siempre que ha sida posible con las versiones ortginales de los arttewlos (especialmente empleando Cantor, 1984). En cuanto a las cartes, previenen de las siguientes obras: los propios Abhandlungco; e/ Cantor-Dedekind Brieiwechsel edstado por Noether » Cavaillés (1957), complementada con la obra de Du- gae, R. Dedekind et les fondements des mathématigues (1976), os libros sobre Cantor de Meschkouska (Georg Cantor. Leben, Werk und Witkung, Mannheim, Bibliographisches Instirus, 1983) y de Purkort e Hpatds (Georg Cantor 1845-1918, Basilea, Boston, Birkhauser, 1987); y finalmente, la copiosa —pero wo completa— solecciin de carias editada por Meschkowski y Nil son, Georg Cantor: Briefe (1991), Indicaremos aqui tambien alguna bibliografia bésica a la que se hace referencia abrevinda en las natas. Igual que en la intro~ duccién, Abhandlungen denota las obras de Cantor editadas por Zermelo (1932) y Breke se rofiere a la edicién de cartas seloctas editads por Meschkowski y Nilson (1991). Tambrén hay referen- etas frecuentes a la obra de Dugac (1976). Dedekind et les fon- dements des mathématiques, 9 4 nei adicidv de escritos de Dede- dind (1998): (Qué son y para qué sirven los mimeros?, FF GRUNDLAGE ALLGEMEINEN MANNICHFALTIGKEITSLEHRE, =n MATHEMATISCH-PHILOSOPHISCHER VERSUCH LEHRE DES UNENDLICHEN, Dr. GEORG CANTOR, LELraiG, 1888, Portada de los Fundamentos de Camor en la edicién de Teubner, Leipzig, 1883. FUNDAMENTOS PARA UNA TEORIA GENERAL DE CONJUNTOS. UNA INVESTIGAGION MATEMATIGO-FILOSOFICA SOBRE LA. TEORIA DEL INFINITO PREFACIO E) presente tratado aparccetd en breve en los Mathensatisebe “Annelen como el quinto namero de un articulo titalado «Sobre variedades de puntos lineales ¢ infinitass; los primeros cuatra niimeros se encuentran en los vokiumencs XV, XVIL, XX y XXT dela misma revista, Todos estos trabajos estén conectados con dos atticulos que he publicado en lor voliimenes LXXVIL y LXXXIV del Journal [far die reme und angewandte Mathema tik} de Borchardt, en los cuales se pueden ya encontrar las prin Gipales ideas que me bar. guiado en la teoria de conjuotos." Puesto que el presente ensayo lleva el asunto mucho mas lejos, yy puesto gue su teais principal es indepeadiente de los articulos precedentes, decidi publicarle separadamente bajo un tule més adecuado a su contenido. Ye que entrego esias paginas al pablico, cebu mencionar que las escribi principalmente para dos tipos de lectores: para filosofus que hen seguide el dusarralle de las matematicay hasta jos tiempos mas recientes, y para matematices que estén fami. Er GEORG CANTOR liatizados con los resultados més importantes, antiguos y mo- demos, de la filosofia, pe son yime Sé muy bien que cl tema que discuto ha dado lugar en to- dos los tiempos a las mds variadas opiniones y concepciones, ¥ que ni matcraatics ni filésofos han lograde un acucrde sobre todos los puntos. Por eso no cteo que, en un tema tan dificil, complicady y omniabarcante como el infinito, hays dicho yo la liltima palabra. Pero, puesto que teas muchos afios de investigar en ests materia he llegado a convicciones definidas, y puesto que en el curso de mis estudios estas convicciones no han vaci- lado, sino que se han establecido mas firmemente, pensé que tenia Is obligacién de ponerlas en orden y darlas a conocer. Quizd de esta forma haya enconteado y expresade la verdad objetiva gue he estado esforzindome en descubrir. Halle, Navidades de 1882 EL AUTOR §r La precedente exposicién de mis investigaciones en teoria de conjuntos! ha llegadlo a un punto en al que su continuacisn de- pende de una extensién del verdadero concepte de némezo més alli de los Linites conocidos, y esta extensidn va en una di- reccién que basta donde yo sé no habia sido explorada antes por nadie La dependencia en que me veo respects a esta extensién del concepto de mimcro es tan grande, que sin esta dltima apenas me setia posible dar sin violencia el menor paso adelante cn la teoria de conjuntos; valya esta citcunstancia como justificacion, 0 si ce necesario como excusa, por la introduccidn de ideas aparemte- mente extrafias en mis consideraciones. Pace se trata de una ex- tensiGn o prosecucién de la serie dc los verdaderos nimeros mas alli del infinito, por attevido que esio pueda parecer, estoy en condiciones de expresar uo s6lo la esperanza, sino fa firme con. viccisn de que con el tiempo esta extension habra de verse come algo totalmente simple, apropiado y natural. Al hacerlo no me oculto en absolute que con esta empresa me sito en una cierta oposici6n respecto a intuiciones empliamente difundides acerca del infirito matemético, y respecto a pantos de vista sobre Ia esencia de les magnitudes numéricas defenidislos a menudo Pot lo que hace al infinito matemitico, en tanto que éste he encontrado una aplicaciéa justificada ex In ciencia y ha sido de utilidad para ella, me parece que hasla ahora ha aparecido prin: cipalmeate en dl papel de una cantidad variable que o bien cre. coms alla de todos los mites o bien se hace tan pequeia como se desee, pero siempte continiia siendo finita. A este infinite lo Ino rnfinito émpropio. 8 GEORG CANTOR Peco ent los éltimes tiempos se ha desarrollado, tanto en geometria como particularmente en Ia teoria de fanciones, otto tipo de conceptas del infinito igualmeate justificado. Por ejern plo, en la investigacién de una fanci6n analitica de variable compleja se ha hecho necesario y habitual imaginar, en el pleno que sepresenta la variable compleja, un Gnico punto situado en 1 infinio (esto es, un punto infinitamente distante pero defini- do} y examinar el comportamiento dela funcién en el entomo de ese punto, igual que en el entomo de otro punto cualquiera." Results ssi que en el entomno del punto infinitamente distante Ja funcién mucstra exaciamente los misizos comportamientos que en cualquier otto punto situado en Ja region finita, de modo que en este caso estamos plenamente justificades para pensar en el infinito como situado en un punca completamente deter- minado. ‘Cuando el infinite aparece en esta forma definida lo Tame tnfimito propio. El infinito matemético, en ambas formas, ha llevado a los mis grandes progresos en geometria, en andlisis y en fisica ma- tematica, pero esas dos formas de sparicién deben ser cuidada- somente distinguidas pera comprender lo que sigue. Bajo su primera forma, el infinite impropio, se presenta como algo finita variable; en Ia otra forma, lo que yo Hamo el in finito propio, aparece como un infinito completamente decer- minado. Los verdaderos admeres infinites, que definiré en lo que sigue fy a los que me vi llevado hace snuchos afios, sin Ile: gar a ser claramente consciente de que se trataba de nimeros concretos con significado real)* ne tienen absolutamente nada en comin con la primera de estas dos formas, con el infinio im- propio. Antes bien, poseen el mismo cardcie: de determinacién que encontramos én los puntos infinitamente distantes de la teorfa de funciones analiticas; esto es, pertenecen a las formas y afecciones del infinito propio. Pero mientrasel punto en el inf! nite del plano de los niimeros coraplejes sc cacuentrasolo fren- tea todos los puntos situados en Ia regién finita, aqui obtene- > Hasta chora los Hlamé esimbolos de infinitud definidos y determina. doce, compaecas Math, Ana. vol. EVI p, 35%, vol. MMp. 112, wh XT ps 54 IN. dea. Vase Abhandlangen, pp. 147, 149, 160, reapectivamente} BONDAMENTOS PARA INA IEOR[A GENERALDE CONJUNTOS 87 mes no ya un solo atimero infinito, sino una secuencia infinita de nameros, los cuales estan claramente diferenciados unos de ‘ottos, y mantienen relaciones aritméticas regulares tanto entre ellos come coa los enterus finitos, Estas relaciones no son tales que puedan ser reducidas esencialmente a las relaciones de los miimeros finitos entre si; efectivanente este fendmeno puede apa- recet frecueatemente, pero sélo en las diferentes intensidades y formas del infinito impropio, por ejemplo en funciones de una variable x que s¢ hacen isfinitamente grandes o infinitamente pe- quefas, en caso de que en su crecimiento infinito adopten érde- rnes finitos determinadcs.”" Tales relaciones de hecho sélo pue- den ser consideradas como relaciones encubiertas de lo finito, 0 entoda case como inmediacamente reductibles 4 lo finito: por el contrario, las leyes de loa ndmeros entesos propiamente infinitos, que definiremos, son diferentes desde la base de las denenden. cias que reinan en lo finite, mas con esto nose excluye que los ni- meros reales finitos puedin recibir ciertas nuevas determinscio- nes con fa ayuda de los niimecos detetminados infinites. Los nuevos nimexos infinitos determinados serén defini dos con la ayuda de dos principio: de genzracion por cuya accién combinada es posible traspasar cualquier harrera en le forma. cign conceptual de los verdaderos ntuneros, Pero afortunada- mente, como ya veremos, s¢ opone a ellos un fercer principio al que yo llamo principio de restricctén 0 de linsitacidn; éste impone succsivamente ciertas restrictiones en el proceso absolutammen- te ilimitado dle formacién, de modo que chtenemos segmentos naturales en la sccucncia absolutamente infinita de cntcros, segmentos a los que llamo clases muraénicas Le primers claoe numérica (I) es el conjunto de los mimetos enteros finitos 1, 2, 3, «.»¥, ns le sigue la segunda clase numéri- ca {II}, consistente en ciertos mimeres infinitos que s¢ siguen unos a ottus ot una dererminada sucesiSn; tan pronto come la segunda clase numérica be sido definida, se Hega a la tercera, Juego a Ja cuatta, y asi sucesivamente.“! ‘La inteoducciéa de les nuevos ntimeros enteros me parcce, ante todo, de la meyor importancia para el desartollo y tefina- micnto del concepto de potencia, que introduje en mis pritne ros articulos Uournal fir die reine und dic angewandie Math matie, vol. 77, pp. 257, vol 84, p. 242} y que he aplicado con aR crore canton Frecuencia en los niémeros precedentes de este ensayo. Confor me a este concepto, a todo conjunto bien definido le cortes- ponde una potencia determinada, de medo que dos conjuntos tienen la misma potencie si se puecen coordinar uno con otto, elemento a elemento, biunfvocamente. Para conjuntos finitos, la patencia coincide con la ensorecra- didn ce los elementos: pues, como es sabido, tales conjuntos dan jugar ala misma enumeracién de sus elementos bajo cual- quicr ordenacién, Para conjuntos infinitos, por el contrario, no se habia ha- blado en absoluto esta ahora, ni en mis trabajos ni en otro lu- gar, de una erwmeracién definida de sus elementos, aungue se les podia adscribir una potencia determinada, enteramente in- dependicate de su orden Fue facil mostrat que la potencia mas pequea de conjuntes Infinitos debe asignarse a aquellos que pueden ser coordinados biunivocamente con la primesa clase aumécica, y consecuente- mente tienen la misma potencia que ella, Pero cateciamos hasta ahora de una definicidn igualmente simple y natural de las po- tencias superiores, Nuestras ya mencionadas clases numéricas de verdaderos niieros iniinitos y dererminados prucban ahora ser los repre- sentantes naturales, que se nos oftecen de forma unificada, de Ja secuencis regular de potenciss crecientes de conjuntos bien definides. Mostreré de la forma mas clara gue la potencia de la segunda dase numérica (11) no es sélo diferente de la potencia dela primera clese numérica, sine que es también de hecho la po- tencia inmediatamente superior; podemos por tanto llamatla Ja segunda poteneia o la pocencia de la segunda clase. Similar mente, de ts teroera clase de mimeros resulta La definicién de la tercers potencia o potencia de la tercera clase, etc., etc. §2 ‘Otro gean beneficio atribuible a los nuevos mimeros consiste, para mi, en un nuevo concepto que todavia no habia surgido, saber, el concepto de la enumeracién de los elementos ce wa. conjuinto infinita bien ardenado, Puesto que este concepto que- FUNDAMENTOS PAWA UNA TEORIA GENIMAL DE CONJENTOS 89 da expresado siempre po: un numero completamente deterrai- nado de nuestro dominio umérico ampliado, con sdlo que fa ordenacién de los elementos del conjunte, que pronto definize mos, esté determinaca; y puesto que, por otro lado, cf concep- to de cnumeracién recibe una representacién inmediata con- ccreta [gegenstiindlich} en nuestra intuiciGn intecna; asi, a través de esta conexién entse enumeracién y ndmeto, 1a tealidad que yo alinne pata estes Gltimos queda probada, incluso en el caso de que sean infinitos y determinados. Entenderemes por conjunto bien ordenado tado conjunto bien Cefinidg en el cual los clementos estén exlaados unos con otros por medio de una sucesién determinada, segin la cual exista un primer elemento del conjunto, ya cada uno de los ele- mentos (supuesto que no sea el ultimo en Ja sucesién) le siga otro elemento determinada, ¢ igualmente a todo subconjunto arbitrario de elementos, finite o infiuivy, le corzesponda un ele- mento determinade que es el famediato sucesot a todos ellos ea la sucesién (a menos que no haya absolutamente ninguno en ta sucesion que los sige « todos ellos). Diremos shora que dos conjuntos «bien orclenados» tienen la mistna exserteracion (con respecto a las sucesiones dadas) cuando cs posible une coordi- necidn biunivoce tal cue, si Z y F son dos elementos cuales- guiera deun conjuata, y §; y F, los comrespondicntes elementos del otro, entonces la posicin dey Fen la sucesién del primer conjanto siempre concuerda con la posicién de F, y F, en la su- cxsidn del seyuodes conjunto; esto vs, que cuando E precede a F en la sucesién del primer conjunto, enionces Z, precede tam bign o F, en Ja sucesién dal seyundo conjunto. Esta correlaci6n, caso de que sea posible, extd siempre, como uno puede ver fé cilmente, completamente detetminada; y puesto que en fa serie ampliada de mimeros hay siempre un mimero a, y sélo uno, tal que los numeros que le preceden en la sucesién natural (de 1 en adelante) tienen Ia misma enumeracidn, seri necesariv que la enumeracién de ambos conjuntos pp. 307, 322, 389,01, 7p. 273." Ancluse hoy, uno no puede encontrar argumentos mis fuertes que éstos contra la introduccién de mimeros infinitos; exami. nense pues independientemente estos argumentos y comparen- se con los mics. Reservaré para otra ocasi6n una detalada y completa discusiéa de estos pasajes, y en particular de la extee~ madamente importante y rica en contenido estta de Spinozo a L. Meyer, pero aqui me limitaré a lo que sigue.” Por diferentes que puedan ser las teorias cle estos escritores, en su juicio sobre lo finito y Io infinite dichos pasajes estén esencialmente de acuerdo en que la finitud es parte del conce>- to de miimero, y que por otto lado ¢ verdadere Infinite 0 Abso- luto, que estd en Dios, no edmite determinaciéa de ningtin tipo. En lo tocante al iltime punto, estoy completamente de zcnerdo con dl, y no podria scr de otra manera, pucs la proposicién «omnis determinatio est negation)* es para mi enteramnente in- cuestionable, Pera, como ya he dicho antes en la discusién de * También es destacable: Hotibes, De spore cap. VII, 11. Berkeley, Tratado yohre tos privcinios del conodimacnea bumane, $$ 128-131. [N. del 6.] Toda deterrninacion es negoeisn» LN. dal ed.) ewan CWIA GENERAL DE CORJUNTOS 99 Jos acgumentes aristorélieos conta el «infinitum actu», veo en el primer punto una petttio principit,y esto explica algunas con. tradicciones que se encuentran en todos estos autores, y espe- cialmente en Spinoza y Leibniz. No puedo encontrar ninguna jastificacién pata la asuncidn de que junta + lo absoluto —que no es accesible por medic de ninguna dererminacién— y lo Ei ito, no puede haber modificaciones que, aun no siendo finitas, sean determinables por medio de niimeres y por tanto sean lo gue yo llamo infinite propio, En efecto, en mi opiniéa esta asuncién es incluso contradictoria can ciertas afirmaciones pro. puesias por los dos dltimes filésefes. Lo que yo afirmo y creo haber probado en este trabajo, as! como en mis exeritos anteriores, es que tras lo finite hay un sransfiniio (que se podria lamar tarsbién suprafintto), esto es, una jerarquia ilimitada de modes dererminades que sewiin su, naturaleza no son finitos r0 infinites, pero que, igual gue la fi- nito, pueden ser determinados par nitmeros bien definidos y distinguibles entre ei. Estoy convencido pues de que el dominio de las cantidades definibles no se agota en las cantidaces finitas, y que los limites de nuestro conocer pueden por consiguiente ser extendidos, sin que con ello s¢ cjerza ninguna violencia a nuestra naturaleza, Por lotento, en lugar de la proposicién aris totélico-escolastica discutida en el § 4, propongo esta or Onnia seu finite seu infinita defintse sunt et excepto Deo ab intellectu determinari possunt."* ‘A menude se aduce Js finitud del entendimiente humane come la raz6n por la cual sole pueden ser pensados nuimeros fi- nitos; pero ce muevo veo en esta aserciéa el circulo vicioso an- tes mencionado. A saber, se entiende sécitamente por efinitud del entenditientos que su capacidad para la formacién de nit meros ect limitada a log niimeros finites, Pere si se mostrara que el entendimiento puede también en cierto sentido distin gir y definir los mimeros infinitos, esto es, suprafimites, enton. ces © bien se debe dar ur significede ampliade @ las palabras «entendimients finico», del cual no se pucda ya extraer aquella conclusion; o bien el predicado «infinito» dehe concecérsele all 4 cTadas las cosas, ya (nite ya infnleas von defividas y, exceptoando a Dios, pusden ser deretninadas por el intelecto™ [NV deved 2 100 GEORG CANTON entendimiento humano en ciertos respectos, que €s 1 mi opi ién el Gnico procedimiento correcto. Las palabras «entendi- imiento finito», que se oyen tan a menudo, en mi opiniéa ne son. de ningéin modo comectas; con todo Io limitada que en verdad es le aaturalece humana, atin hay mucho de infinito en ella, ein. cluso afirmo que si no fuese ella iste en muchos respectos infinita, la sélida confianaa y certeza en el ser de lo Absohito, sobre lo cual sabemos que estamos todos de acuerde, seca in- explicable. En particular, sostengo que! entendimiento huma- no tiene una ilimitada capacided pata In formacién progresiva de clases numéricas que guardan una determinada relacién con Jos modos infivites y cuyas potencias son de intensidad crecient Las principales dificuftades en los sistemas de los dos dt mos pensadores mencionados, que en lo externo son diferentes, pero en lo interno estan estrechamente relacionados, pueden segiin creo aproximarse @ una solucién siguicnda ef camino que yo he rrazado; de hecho, algunas de las dificultades pueden ser Ya satisfactorfamente resucltas y explicadas. Aqquellas dificulta ides son las que han dado lugat al criticismo posterior, que con todas sue ventajas no ha -producido, septin creo, un adecuado sustituto al desarrollo frustrado de las doctcinas de Spinoze y Leibniz.'" Pues junto a, o en lugar de, la explicacién mecanica de Ja naturaleza, que on au propia esfera cuenta con todos los medios y ventejas del andlisis matemstico, pero cuya unilatera- lidad e insuficiencia han siclo tan acertadamente expuestas pot Kant, no ha hebido hasta ahora ni siquiera el inicio de une ex- plication orgénéca de la natureleza que intentara ir mas alla y es- tuviera equipads con el mismo rigor matemdtico, Segiin creo, s6lo se fe podra abrir camino retomando y continuando los tra- hajos y esfuerzas de aquellos pensaclores. Un punto cspecialmente diffcil en el sistema de Spinoza es la relacién de los meds finitos con tos modos infinitos; petma- nece inexplicado cémo y bajo qué circunstancias puede man- tener su independencia fo finivo con respecto 4 lo infinite, oo infinito con respecto a un infinito todavia més potente. Elejem- plo ya mencionade on ol § 4 parece indicar en su sercillo sim bolismo la manera en la cual tal vez podamos aproximarnos ala solucién de esta cuestian, Sie es cl primer n‘imero dela segun- da clase numérica, enconces 1+ @ = 0, pero w+ 1 = (wrt), ¥ FUINUAMENTOS PARA UNA TEORIA GENERAL DH GONJUNYOS 101 donde (+1) es un niimero enteramente distinte de @, Por lo tanto, come se ve aqui clarumente, todo depende de la posicidn de lo finito respecco a lo infinito; si el primero va por delance, entonces se integra en lo irfinito y desaparece en él; pero si se resigrta a tomar su lugar ¢ras lo infinito, es proscevado y se une con él formando un infinite auevo, ya que modificado. BG Sibubiera ce oftecer diftcultades la concepeicn de nometos cn teros infinstamente grandes, completns, comparables entre si y con los miimeros finitos, y ligedos entre si y alos aimeros finitos por medio de leyes fijas, extonces estas dificultades se relacio nardn con Ia observaciSn. de que, aunque los nuevos niimezos tienen en muchos aspectos el mismo cardeter que los enteriores, en muchos otros aspectos tienen empero tina nattralera shso. Jutamente singular; de hecho, ocumre a menudo que en uno y el mismo ndmero infinito se hallan unidas diferentes catacteristi- cas, atingue nunea se encuentran juntas en las nizmeros Bnitos. En uno de los pasajes citados en ia seccidn precedente se argu- ye asf que un niimero entero infinito, si existiese, tendria que ‘ser tante un niimero par come impar, y puesto que estas dos ca tacteristicas no pueden darse juntas, se sigue tales nimeros ne existen Se asume aquf obviamente €] supuesco técito de que las ca. ractcristicas que son mutuamente exclayentes para los némeros tradicionales deberian mansener tambica esta relaciSn para los nuevos mimesos, de donde se sigue la imposibilidad de los ni meros infinitos. No salta a la vista el paralogismo? {No ests vnida toda gencralizacidn o extensién de un concepto al aban- dono de particularidades, c incluso es impensable sin &? 2No ce ha tenido recientemente la idea de intraducie los mémeros complejos,*” un pensamicnto de la mayor importancia para cl desarrollo del anélisis y que ha llevadlo a los mas grandes pro- _gresos, sin ver ningiin obsticulo en el hecho de que ne pueden ser considerados pesitivos ri negativos? Y es solo un paso simi- far el que aqui aventuro; incluso sera tel vez mucho mas facil para Ja condicocia gencral seguirme a mi de fo que to fue posi- 102 GooRG CANTOR ble al pasar de les nameros reales @ los complejos; puesto que Jos nucvos niimeros enteres, aunque se distinguen de los tradi- cionales por una dete:minacion sustancial y mds intensa, en ‘cuanto enumeraciones tienen en comin con ellos una realidad del misme tipo; mientras que la introduccién de cantidades com- plejas se enirenté a dificultades durante mucho tiempo hasta que, tras muchos trabajos, se hubo encontrado su representa- clon geométrics por medio de puntos o segmentos en un plano. Pera volver brevemente a aquella considerecién sobre lo par y lo impar, considereinos de auevo l mimero @ para mos- trar cémo esas caracteristicas, que en los mumeros finitos son in- compatibles, se encuentran agui juntas sin contradiccién algu- na Enel § 3 sedieron las definiciones generales de la adicién y La multiplicacién, y he resaltado que en estas operaciones la ley conmutativa no tiene en general ninguna validexs en esto veo yo una diferencia esencial entre los niimeros infinitos y los finitos. ‘Yéngase en cuenta también que en un producto Bre entiendo por muliplicador B, y por mukiplicando &. Inmediatamente surgen para @ las dos siguientes expresiones: @ = w2 y @ = 1462, De acuerdo con alles, & puede ser considerado tanto un namero pat como un impar. Pero desde otro punto de vista, a saber, cuando 2 se toma como multiplicador, se podria decir también que @ no es un ndmero per hi iinpar; pueste que, como se puede probar fécilmente, «no se puede representar ni en la forma 2-c1ni en la forma 2-ce+1. Pox consiguiente, el niimero @ tiene en efecto, en comparactén con los nimeros tradicionales, una naturaleza completamente peculiar, ya que todas esss ca- racteristicas y propiedades se encuentran unidas en él. Y adn més peculiares son los restantes numeros de Ja segunda clase numérica, como mostraré mds adelante, ag En el $5 cité muchos pasajes de las obras de Leibniz donde ha- bla contra fos nimeros infinivos. Mientras que aqui alirma entre otras cosas: «No hay ningtn ndmero infinito, ni linea u otta caotidad iafiniea, size les toma por verdaceros Todoe», «El ver- dadero infinite no es una modiitcacién, es lo absoluto; por el FUNDAMEN IOS PARA UNa TEORIA GENERAL DE COMJUN EOS 103 contratio, en cuanto se modifica se esta limitando o formando tn finitos (corde, en el segundo pasaje, concuerco con la pri- neta de las afirmactones, pero no con la segunda), estoy sin em barge en Ia afornmaca simacién de poder presentar citas del mismo pensador en las cuales, contradiciéndose en cierto modo ‘asimismo, se declara inequivocamente a favor del infinito pi pio (diferente de lo Abscluto). Asi, en la p. [18 de la edicién Erdmann dice: «Bstoy en tal medida a favor del infinite actual, que en lu- garde adinisir que In naturaleza lo aborrece, como te dice vul- garmente, sostengo que la afecta por todas partes pare mejor mostear las perfecciones de su Autor. Asi, creo, no hay ninguna wre de la materia que no ses, no digo ye divisible, sino actual- mente dividida; y en corsecuencia, la menor particula debe consideratse come un mundb lene de une infinidad de cristu- tas diferentes.»*"* ‘Pero el més firme defensar del infinito propio, como se nos presenta por ejemplo cn les confuntos de puntos bien definides en la consiruceién de cuetpas a partir de étomos puntueles, {ne aludo pues aqui a los étomos quimico-fisicos, democriteos, porque no los puedo tener por exstentes nt conceptualmente ni en la realidad, aunque con esta ficcién se hayan alcanzado hasta cierto limite muchas coses ttiles), ce encuentra ex un fi- losofo y matemético de nuestro siglo sumamente perspicaz, en Bemhard Bolzano, que ha deserrollaco paricularmente sus puntos de vista al respecto en el hermoso y sustancioso tratado Paradojas del infinito (Leipzig 1851), cuyo objetive es demos- rar que las conttadiceionee que los eseéptices y perpatéticos de todos los tiempos han buseado en d infinio no se dan en abso- Tuto, tan pronto camo nos tamamos el trabsie (ciertamente no muy ligeco) de aceptat los conceptos de infinite con toda seri dad y segiin su auténtico contenido. En ese tratado se encuen- tra una discusién correcta en muchos aspectas sobre el infinite impropio matemético, tal y como aparcce en la fornsa de dife- renciales de primer orden o de orcien superior, on la sumacion de seties infinitas, u otros pmcesos de paso al limite, Este infi- nito (llamado por algunos escolasticos infinito sincaregoremnati- © Japstes citas de Leibniz aparecen en francés an el oxiginal, [M. det eo] 104 GeOKG CANTOR ¢o) es unt mero cencepio auniliar,'” un concepro de celacién de nuestro pensamaiento, en cuya definicién est& comprendide la variabilidad, y del que por tanto ol «datupy nunca pucde ser afitmado en sentido propio. Es muy notable que, respecto a esta clase de infinite, no rei na ninguna diferencia exciicial de opinién atin entre los filéso- fos del presente, si puedo prescindir del hecho de que ciertas escuelas moderns de asillamados positivisias ¢ realistas! o ma- terialistas creen ver en este infinito sincategorematico, del que ellos mismos tienen que admitir que no tiexe verdadero set, el més elzvada de los comceptos. Sin embargo, ya en Leibniz enconttamos indicada en mu- chos lugares la situaci6n ceencialmente cozrecta; por ejemplo, el siguiente pasaje de la edicidn de Erdmann {p. 436) alude al in finite impropio; B yencl tercero, que b< ', Si se unen ambos aprepados para formar uno nueva (¢,, 2’,), éste apneta el fundamento pera Ia definicin ded + 6'; pezo si delos agregacus (a,) y (a) se for un GEORG CANTOL ma al nuevo agregado (4,-2',), en el que los elementos son los productos de cada a, por cada a’, este nuevo agtegaclo se to- maré como fundarnento para la definicién del producto BP. Se observa que en esic caso ¢] motnente productive que vincula el conjunto con el mimero defiaido por él se halla en la formacién de sumas; pero debe destacarse como esencial que s6lo se emplea la suma de una cantidad siempre finisa de ele- mentos tacionales, y que el mimero a definir & no se identifica de antemano con la suma Ea, de la setie infinita (¢,); esto fue biera constituido un error légico, porque, entes bien, la cefini- cién de la sume Sa, sélo se obtiene por equipatacién con el n- mero dado 4, que necesariamentc debe haberse definide con anteriorided. Creo que este error légico, evitado por vez prime. 1a por el sefior Weierstrass, fue comatide en el pasado de forma practicamente general; ya tazén de que no se haya percibido es, que ex de los raros casos en que un verdadero ettor ne puede causar ningtn perjuicio significative en el cdleulo. Pese a todo, es mi conviccién que todas las dificultades que se han encon- ttado en el concepto de les irracionales estén relacionadas con el mencionado error, mientras que, evitands este error, el nt- mero irracional se establece en nuestto espirita con 1a misma precisién, distincisn y claridad que el nmero racional. [a forma de definicién del sefiot Declekind toma pot base la totalidad de los ntimeros racionales, pero divididos en dos gru- pos de tal manere que, silos mimeros det primer grupo se deno- tan por A, y los del segundo grupo por B,, sempre es A, < Bsa una tal divisién del conjumto de los imeras racionales la llama el sefior Dedekind una cortadura del mismo, la designa por (A, 1.B,) y Te hace conresponder un mimero 6. Si se comparan ahora entre si dos de tales cortaduras, (Ay | 5,) y (4) | B’,), se encuen- tran #es posibilicdades en total, al ignel que on la primera forma de definicién, correspondiendlo a las cuales los dos niimeros by B representados por ambas cortadutas se consideran igualesen- west, o bien 6 > 6 0& b o bien d <8" segiin que b-5" sea igual a cero, o mayo: o menor que cero. Después de todos estos prolegémenos, se abtienc como pri- mera proposicién rigurosamente demostrable que, si b es al nt- muro determinado por la sucesién fundamentel (4,), enionces, con ¥ cteciente, o«, se hace menot en valor absolute que cual- guicr némero racional coneebible, oo que es Je mismo, que: lim a =b. Présicsc mucha atencién a este punto cardinal, cuya importan- cia puede cer Ficilmente pazada por alco: en la sercera forma de dofinicicn dd mimero 4 no define coms el limice de los térmi- fos 4, cle una sucesién fundamental (2); ya que esto seria un FUNDAMENTOS PANA UNA TEORIA GENERAL DE CONJUNTOS 113 error légico semejante al destacado un la discusién de la prime a forma de definicion, es deciz, porque estariamos presupo- niendo la exiscencia del limite lity. 4: ¢| procedimiento es mas bien el contrario, de modo que el concepte de & ha sido esta blecido sobre los alimeres raciongles mediante nuesteas defini- ciones precedentes oop tales propiedaces y relaciones, que de ellas puede extracrse con evidencia lGpica fa conelusién de que lian a, existe y es igual a b, Ruego que se me disculye la proligt ded ca este punto, motivada por le observacida de que la ma- yoria de las personas pasa por alto esta insignificante menuden- dia y por ello se enredan “écilmente en dudas y concradicciones respecto @ Jos irracionales, de las que se bubieran visto comple- tamente libres observande las circunstancias que hemos desta- cado aqui. Entonces comprenderian con claridad que al nie. ro ittecional, en vistud de Las caraccertsticas que le confieren las definiciones, tlene una realidad tan definida en nuestra mente como los niimetos racionales, ¢ incluso los racionales enteros, y ‘que no necesitamos obfererlos por un proceso de paso al limite; sino cue mis bien, a) contrario, por su posesién nos convence- mos Ce la posibilidad y la evidencia de los procescs de paso al limite en general;’ puxs la proposicién que acabamos de citar se extiende abora con facilidad alo siguicete: Si (B,) es un conjun- to de niimeres racionales o irracionales cuslescuicza con la ca- racterietica de que Jim (2 4, ~ b,) = 0 (cualquiera que sea j1), en- tonces existe un numero 6 determinade por una sucesién fundamental (4,), tal que lip = Se mucstia por tanto que for misnas nimeros b, definides sobre la base de sucesiones fundamentales (2,) —a las que lla- mo sucesiones fundumentales de primer orden— de tal modo gue resultan se los limites de los 4, sc pueden representar tam- bitn de miiltiples maneras como limites de sucesiones (2,}, don- de cade &, viene definido por mecio de una sucesién funda- mental de primer orden ta") (con ¥ fio). ‘Aun conjunto (A) ta sitienela propiedad de que lim Fras ~-b) = 0 (para un wt cualquiera), lo llamo en consecucneta una sucesién Aindamental de segundo orden. 14 GEORG CANTOR Del mismo mode se forman sucesiones findamentales de tercer, cuario,... n—ésimo orden, pero también sucesiones funda mentales de o-ésimo orden, donde a es un numero cualquiera de la segunda clase de nimeros. Todas estas sucesiones fundamentals tienen exactamente el mismo alcance, para la determinacién de un mimero real 5, que las sucesioves fundamentales de primer orden, y 1a diferencia ra- dice sélo en fa formamas amplia y complicada en que vienen da- des. Me parece sin embargo que, tan pronto como nos situemos en el punto de vista de la tercera forma de definicién, resulta su- mamente convenient fijar esa ciferencia de la maneta indicada, conto hice ya de manera similar en cl lugar citaco (Math. Art., ramo V, p, 123}. Por ello me sirvo ahora ce la siguiente forma de exptesion: la cantided numérica b viene deda por uns sucesién fundamental de orden n-ésimno 0 oésimo, respectivamente. Si se decide aceptar esto, se abriene con ello un lenguaje extracrdi- aariamente flexible y comprensible para deseribir de la manera mis simple y expresivs la riqueza del multiforme tejido del ané- lisis, tan complicado « menudo, can lo-que se consigue en ov opinién una ganancia en claridad y transparencia nada despre- Giable. Con esto me opongo a las reservas expresadas por el se- Sor Dedekind respecto « estas distinciones ea el prefacio de su escrito Continuidad 9 neimeros trrecionates, no estaba en mi ani- mo, ni muche menos, introcucis mediante las sucesiones funda- mentales de seguade, tezcer orden, etc., nuevos nGmerus que ne fueran ya determinables por medio de sucesiones fundamentales de primer orden, sino solamente tenia en mente Ja forme con cepiualmente distinta de determinacion; lo cual se sigue clara- mente de diversas pasajes aislados de mi propio trabajo. ‘Quisiera lamar aqui la atenciSn sobre una notable circuns- rancia, a saber, que en estos ordenes de sucesiones fundamen- tales, distinguides por mi mediante nimeros de la primera y de la segunda clases ouméricas, se agotan por completo todas las formas con el carécter usual de sucesiones que cabe pensar en clandlisis, descubiereas ya o atin por descubriz, en el sentide de que no existen en absoluto sucesiones fundamentales cuyo nd. mero de orden se pusda designar con un niimero de digamos la cerccra clase numérica, como demostraré rigurosamente en otra easién YONDAMSNTOS PARA UNA TRORIA GENERAL DE CORJUNYOS 115. Intentaré ahora cxplicar brevemente las ventajas de la ter- cera forma de definicion, Para simbolizar que un ntimero b est dada sobre la base de una sucesién fundamental (¢,), de un orden cualquiera ao a, utilizo Ia férrmula: betel o (e)~b Dada por ejemplo una serie convergente cuyo tétmino ge- netal es ¢, Ia condicién necesaria y suficiente pata la conver- gencia es, como se sabe, ésia: que fim (ev.1 + + Gu) =O (para un p arbitrario} ‘La suma de la serie se define por tanto mediante la formula: £.-(Ee) Si, por ejemplo, todos los «, estén definidos sobre Ia base de su- cesiones fundamentales de &-ésimo orden, lo mismo es valida para Sic, y la sumaS; ¢, se nos presenta agut definida por medio de une sucesin fundamental de orden (b41)-ésimo. Si se ha de desctibie, por ejemplo, el contenido conceptual © es del teosemna seal % | = 1, entonces se pueden considlerar 5 y sus potencias como dados por las formulas: donde por abreviar hemos usado: oe ng 3 2n4l Se cumple ademés que: Lis GEORG CANTOR 2 Qo! es decir, sea( © se define sobre a bass de una sucesién funds mental de segundo orden, y con aqucl teorems se expresa la jgualdad entre el ndimero racional 1 y un atmero, sen( =), ex- bresado por medio de una sucetén fundamental de segundo De forma similar, el contenido, conceptual de férmulas més complicadas, come por ejemplo les de ba teoria de las funciones theta, se puede describir de forma precisa y relativamente sim- ple; mientras que ¢s un asunto extremadamente etigortoso ce- ducir los sucesiones infinitas a otras formadas puremente por rérminos racionales, especialmente siel signo debe scz sicmpze igual, y que converjan absolutamente. En contrapesicién con la primera forma de definiciSn, esta dificultad se cvita absoluta mente por medio de la fercera forma de definicién, y es ma fiesto que puede ser evitada en tanto no se trate cle una aproxi- mnacién nurnérica de las sumas de sucesiones mediante niimeros racionales, sino s6lo de cefiniciones absolutamente claras de aguéllas, La primera forma cle definicién no me parece tan facil de utilizar cuando se trata de [a definicién precisa de sumas de sucesiones que no cotwergen absolutamente, sino que el orden dc sus timinos tanto positives come negatives es uno previa- mente determinado. incluso para sucesiones absolatamenie convergentes, la obtenciéa de la suma, aunque éta sea inde- pendiente del orden, solo es efectivamente realizable para una ordenacién determinads; por ello, también en tales casos nos seatimes tentades a dar prefetencia a la fercora forma de defini ci60 sobre fa primera. Finalmente, pienso que habla a favor de la tercons forms de definicién que puede ser generaliznda an meros saprafinztos, mientras que ral desariollo ¢s completamen- HUNDAMENTOS PAKA GNA TEORIA GENERAL BE GONJUNTOS LIT te imposible con la primera forma de definicién.”” Fsta diferen: cia se debe simplemente a cue la ley conmutativa no es valida en general pare ntimeros suprafinitos, ya en el caso de {a adicién, pero la primera forma de definicicn esta inseparablemente liga- da aesta ley, y se sostiene o cae con ella. Mas pata todos [os ti- pos de nimeros paca fos que es vilide la ley conmutativa de la adicién. le primera forma de cefinicidn resulta excelente, abs- sn hecha de los puntos sefialados. § 10 El concepto del «continuo» no sélo he desempefiade un im. portante papel en todo el desarrollo de las cicacias, sino tamn- ign ha suscitado las mayores diferencias de opinidn ¢ incluso Jas mas vehementes dispetas. Esto se debe tal vez a que la iclea subyacente a aquél, tal corao eparecte en las concepciones en- fremtadas, adoptaba contenides distintos, por no haberse trans- mitido una definicién exacia y completa del concept, quiz4 in- dluso, y esto me parece lomas probable, la idea del continuo no fuc concebide por aquellos griegos —que pudieron eet los pri meros en pensatla— con la claridad y completitud que hubi ran sido necesatias para excluir la posihilided de diferentes in- ferpretaciones enue sus sucescres. Asi vemos que Leucipo, Demécrito y Aristételes consideran el continue como un com: puesto que consta vex partibus sine fine divisibilisuss,* Epicu- toy Lucrecio cn cambio Io hacen compuesto de sus étemes, en tanto cosas finitas, lo cust he dado lugar a una gram controver- sig entre los filésofos, algunos de los cuales han seguido a Atis tdteles y otros a Epicuso. Aun ottos, pars mentenerse alejacos de esta polémica, sostuvieron con Tomas de Aquino? que el continuo no se compone ni de infinitas partes ai de una canti- dad finita de ellas, sino que xo consta de pattes en absoliuto; esta ima opinién me parece que encierra menos uma explicacisn del asunto, que una ticita coniesién de que no se ha alcanzaclo el fondo dela cuestién y se profiere eludirla con clegancia. Aquit vemos el origen escoléstico- medieual de una opinién que abn sc 1% De partes divisiblea sin Bins [Nt def ed] ug GRORG CANTOR defiende hay en dia, segin la cual el continuo seria un concep- to no analizable o bien, como se exptesan otros, una intuicién pura prior! que apenas seria susceptible de determinacién me- diante conceptos. ‘Todo intento de determinactén eritmético de este misteria se considerar’ como una intromisisn ilicita y sora sechazado con el debido vigor. Los naturales timidos reciben con esto la impresion de que con el «continuo» no se trata ce un concepio légico-matematico sino mis bien de un dogesa reli gfese. Est muy lejos de mi intenciéa volver 2 suscitar estas con- troversias, y careceria ademis de espacio para discutizias con Ceialle en este estrecho marco, solo me siento obligado a desa- stollar el concepto del continuo con le sobriedad légies gue re- sulta indispensable para su comprensiGn y para su empleo en la teoria de conjuntos, tan brevemente como sea posible, y senien- do en consideracién sélo le teoria ratemética de conjuntos. Tratarlo de esta forma ao me ha resuliade facil, por la cazén de que ni une sélo de entre los matemiticos cuya autoridad invo- catia de buen grado se ha ocupado del continuo en ef sentide preciso que yo necesito aqui.” is verdad que, tomando como base una © més cantidades continuss reales 0 complejas (0, como yo creo més corrects- mente expresedo, conjuntos numéricos continuos), se ha elabo- rado lo mejor posible, en. Jas més variadas direcciones, el con- cepto de un continuo dependiente de una 0 varias de ellas, esto es, el concepto de fmncién continua, y de esta forma surgi la teorfa de las Haraaclas fanciones analfvieas, asi como de las fun clones més generales con sus propiededes sumamente notables (come la no diferenciabilidad y oteas semejantes), Pero al pro- pio continuo independiente sdlo ha sido presupmesto por aque- los autores matemitices en eu forma de aparicién mas simple, y ho ha sido objewo de ninguna consideracién detallada Por de pronto, debo explicar que en mi opinién no es « treoto traer a colacién el coreepto o la intetciére del téempo en la discusion del concepto mucho tas primitive y general del con- tinuo; el fiempo es a mi parecer una representacién [Vorstel- Jung] cuys explicacién clara presupone el concepto de cont nuidad, independiente de ella, & inchisn con su ayuda no se puede considerar ni como una sustancia, algo objetivo, ni como — ~ong TONDAMENTOS PABA UNA TRORLA GENERAL DE CONJUNTOS 119 algo subjetivo, una forma a priori necesaria de la intuicién.*! No esotra cosa que un concepto auxiliary relacional, a waves del curl se constata la relacién entre diferentes movimnicntos que acurren en la natutaleza y son percibides por nosotros. Algo asi ‘como un trempo objetivo 0 ebsolura no se da nunca en Ja natu- raleza, y por tento el tempo no puede ser considerado como medida del movimienwo; més bien éste podria ser corsiderado: como medida del tiempo, si no se opusiera a esto wléme que el tiempo, incluso et ef modesto papel de forma a priori dela in- tuicidn sabjertvansente necesaria, no ha llevado a ningin resul- tado provechoso e indiseutida, a pesar de que desde Kant no le haya faltado siempo para ello. Estoy igualmente convencido de que no ¢s posible en abso- tuto partir de la Hamada forma de la intutcién del espacio para obtener upa aclaracién del continuo, pues sélo con la ayuda de ln continuo ya dispovible conceptualmente adquieren el expa- cio'y las figuras cancebidas en él aquel contenido gracias al cual pueden convettirse en objeto no meraraente de contemplacién estética, de agudeza filosdfica 0 de comparaciones imprecisas, sino de investigaciones matemdticas sobrias y exactas. No me queda pues sino buscar, coa la ayuda del concerto de mimere teal definidy ea el § 9, un concepto puramente arit- mético de continun de puntos, lan general como see posible. Me sirve de fundamento ara esto, como no podia ser de otro modo, el espacio aritméteeo plano #-dimensional Gy, esto es, la {an de todos los sistetnes de valores cok Glaal be) donde cada x puede tomér, independientemente de las ottas, todos los valores numéricas reales de —e- hasta te, A cada uno de tales sistemas cle valores en particular lo llamo punto arttree- Heo de Gy, La distancia entre dos de tales puntos se define me- diante la expresion: AN A aa ee FED y.se entiende come conjusto aritmstico de puntos P compren- dido en G, toda coleccién dc puntos del espacio G, dados por medio de una ley, La investigacién se dirige ahora, por tanto, a 120 GEORG CANTOR establecer una definicién nitida y al mismo tiempo lo mas ge- neral posible de bajo gué condiciones Pha de ser Hamado un con- inne. He demostrado en el Journal [fir die reine und angeu. Ma- thenvatik] de Borchardt (val. 84, p. 242) que todos los espacios G,, por grande que sea el llamado numero de dimensiones 7, tienen la misma potencia y son por lo tanto de !a misma poten. cia que el continuo lineal, como digarmos la coleccisn de todos los néumeros reales del intervalo (0... 1). De ahi que la investi- gncién y ceterminacin de la potencia de G, se reduzca a la misma Cuestién restringida al intervalo (0... 1), y espero ser pronto eapar de contestarla, mediante une prueba rigurosa, en el sentido de que la potencia que buscamos no es otra que la de nuestra segunda clese de nameros (1)).”* De lo cusl se sigue que todos los conjuntos infinitos de puntos P tienen o bien la potencia de Ja primeta clase de mimeros (1) o la potencia de Ia segunda clase de mimeros (TD). Atin se puede extraer una consecuenicis adicional, que la coleecién de todas las furiciones de una omias variables representables en forma de una serie in finita, no importa cuil, posee también sélo la potencia de la se- gunda clase de ntimeros (11), y es por tanto coneable meddianse niimeros de la tercera clase numérica (IIL)." Por consiguienre, este proposicisn se aplicard, por ejemplo, ala coleccidn de to das les funciones canaliticas», esto es, funciones de una o mas variables ob:enidas de serier de potencias coavergentes por continuacién, o al conjunte de todas las funciones de una ms variables reales representables mediante series trigonomé- tricas. Pata aproximerme al concepto general de un continuo lo- calizado en el interior de G,, recordaré ahora el concepto cel derivado P" de un conjunte de puntos P dado arbitcariamente, tal como se halla desarrollado por vez primera en Math, Ann, vol. V, y luego en les vols. XV, XVIE, XX y XXI, empliado al concepio de un derivado PY, donde puede ser cualquier ni meto entero de las clase numeérices (13, (ID, (LID, ete. Los conjuntos de puntos P se pueden cfasifivar ahora en dos clases de acuerdo con la potencia de su primer derivado P”. Si P" tiene le potencia de (1D, come ya dije an el § 3 de cote at tfeulo, puede mesirarse que existe un primer néimero entero ce FUNDAMENTHS PARA UNA TEORIA GENERAL DEGONLNTOS 121 de la primera o la segunda clase de nGmeros (I) para el cual P*! Se amila, Pero si P'" tiene la potencia de fa segunda clase de nui- ineros (LD, entonces P" se puede descomponer siempre y de na tinicé manera en dos conjuntos R y 5 tales que PoaR+S, donde R y § son de indole extremadamente diferente: ; Resta constituido de tal modo que es susceptible de conti- nua recuccion mediante el proceso reicerado de derivacién has- ta se aniquilacién, ce forma que existe siempre ua primer nit- mero entero 7 Ue las clases naméricas {1) 0 (I), para e! cual RY. a tales conjuntos de puntos R los llamo reductibles. Por el contrario, § esti constituide de tal modo que el pro- ceso de desivacién no produce en este conjunto de puntos ab- solutamente ninguna modificaciéa, siendo y pot consiguiente también tales conjuntos $ los Hamo conjuntos de puntos perfecios. Po- demos decir por lo tanto: si Pes de la potencia de la segunda clase de niimeros (Hl), se descompone en. un determinado con- junto de puntos reductible y un determinado conjanto de pun- tos perfecto. ; ‘Aunque estos dos predicadas, «reductiblen y «perfecion, no son compatibles en un mismo conjunto de puntes, no es sin embargo lo mismo itreductible que perfecto, y tampoco imper- feero es exactamente lo mismo que reductible, coma se ve fécil- mente si se presta un poco de atencién. ‘Los conjuntos de puntos perfecfes no son sicmpre inter- namente, de ningtin modo, le que yo, en el trabajo que aca- bo de citar, he denominedo «densos por doquiery;" a causa de ello no son adecuados por si solos para una completa de- finictén de un continuo de puntos; si bien hay que conceder acto seguide que este ritima debe ser siempre un conjunto perfect iz GEORG CANTOR Para definir el continuo se precisa de un concepto adicio- nal, que abr de unirse al anterior, a saber, el de conjunto de puntos 1 conexo. Llamamos a T un conjunto de puntos conexe si para cada dos puntos del mismo, ¢ y 2’, supuesto un ninmero € erbitraria mente pequefio, existe siempre y de maltiples modos una canti- dad finita de puntos ty fy, ..» ty de T, de tal manera gue las dis- tancias Hf, Fils, bf, .., BF’son todas menores que £.°" Todos los continuos de puntos geométricos conocides por nosotros caen ahora bajo este concepte de conjunto de puntos conexo, como es facil de ver. Creo pues descubrit en estos dos predicados, eperfecto»'y «conexom, las caracteristicas necesa- ties y suficientes de un continue de puntos, y por [o tanto defi- no un continuc de puntos en el interior de G, como un conten: io perfecto-conexo.” «Pectecto» y «conexo» RO son aqui meras palabras, sino predicados completamente generales del conis. nwo, caracterizados conceptualmente de le forma més precisa por las definiciones precedentes. La definicién del continua de Bolzano (Paradoxien § 38) ciectamente no cs correcta." Expresa unilateralmente solo ena propiedad del continuo, satisfecha también por conjuntos que resultan de G, al pensar que se elimina de G, cualquier conjun- to «aislado» de puntos (compérese Mash. Ann, vol. 21, p. 31); queda igvalmente satisfecha por conjuntos compuestos de va. trios continues seperados. Es evidente que en hinguno de estos casos hay continuo alguao, aunque segan Bolzano asi deberia sez. Veraos pues que aqui se contraviene le proposicién: «A la esencia de cualquier cosa pertenece aquctlo que, dada la cosa, se afirma necesariamente y, quitada la cosa, se niega necesaria- mente; o aquello sin lo cual la cose —y reciptocamente, que sin Ja cosa—no puede ni existir ni ser concebido».* Me parece igualmente que en el escrito del sefior Dedekind (Continuidad y niimeros trracionales) sdlo se destaca unilateral- snente ofra de las propiedades del continuo, a saber, aquella que tiene en comin con fades les conjuntos “perfectoss. * Einlatin en el original. [N. def ed r PIINDAMENTOS PARA UNA TEORTA GENERAL DE GONJUNTOS 123 Bar ‘Mostraremos ahora cémo se llega a las cefiniciones de los nue: yos nimeros y de qué menera surgen los segmentos naturales fe yo llamo clases numéncas en la setic absolutanente infinita de los verdaderos niimetos enteros. A esta explicacion quiero afiedir solarvcate los principales teoremas sobre la segunda cla- se numérica y su relacién con Ia primera, La sucesidn (1) de los verdaderos mimeros entezos positives 1, 2,3, ... Vy. tiene Su principio de formacién ea la repetida posiciéa y unién de uni Gacles que se toman por base y son consideradas como iguales, dl ndineto v cs la expresidn tante de una determinada cantidad finite de tales posiciones, como de la unién en una totalidad dle Js unidades puessas. La formacién de los verdaderos nimeros enteros finitos se basa pues en cl principio de agregar una uni dad a un mimero ya formzdo y disponible; a este momento, que desempeiia también, como enseguida veremos, un papel esen. Gal en la generaci6a de los mimeros enteros supeciores, lo la mo primes principio de generacién.”- La cantidad de niimeros ¥ de la clase (2) asi formads cs infinita y no hay ninguno que sea el mayor de ellos. Auncue seria por tanto contradic:orio hablar del mayor nimero dela clase {1), no hay por otea parte nada ch- jetable en concebir wv nuevo ntimere, al que Hamaremos @,” que seré expresién de que la coleccién (D) completa esté dada regularmente confurme a su sucesi6n natural, (Similarmente « como V expresa que una cierta cantidad finita de uaidades han sido unidas en una totalidad.) Es acmisible inchiso considerar al recién creado aimero @ como el drite al cual tienden los ntimeros ¥, siempre y cuando ne se entienda por esto sino que @ ha de scr el primer mimeeo entero que sigue a todos los nii- metos V; esto es, ha de ser considetado mayor que cualquiera de Joe ndmeros v. Al hacer que Ja posicién del néimnero @ venga se- guida de la posiciGn de unidades adicionales, se obtienen con © De ahora en adclanre sustituye por eet signo =, que be usado en el n° 2 de este artieulo (vol, XVIT, p. 357 [Abbundlunger. 1471), puesto que el tno = se ha emplewt ya milltiplee veces para designar infinites indetermins 05, [9 def 124 GFORG CANTOR ayuda del primer principio de generacién lox niimeros subsi- guientes: OF OFZ OEY G pursto que nucvainente no se Hega @ un mayor ndimero, se con: cebiré uno nuevo, que podemos lamar 240"! y que debe ser el ptimero que sigue a todos los mimeros anteriores Vy ry; si se aplica reiteradamente el prinser principio de generacién sobre sximero 20, ne obiene ls continuscién de ls némeres prece, lentes: 20+ 1,204 2,4 24M, 0» La funcién légica que nos ha proporcionado los dos néme- ros @ y 20 es, manifiestamente distinta del primer principio de gencracidn; la amaré segundo principio de generacion de verda- deros nimeros enteros y le defino mas detalladamente asi: dada una determinada sucesién de verdaderos niimeros enteros defi nidos, entre los cuales no hay uno que sea el mayor de ellos, en vietd de este segundo principio de genereeién se crea un nue- ve nimero al que se concibe como el fimzze de aguellos nime- res, esto es, se define como el nimero inmediatamente mayor que todos ellos. __Asfpues, mediante la aplicacion combineda de ambos prin- cipios de generacisn se obtienen sucesivamente las siguientes continuaciones de los atimeros obtenidos hasta el momento: 30, 30+ 1, ..,30+¥, Ho, WO +1, fee, Pero tampoco con esto se Hegaré & un fin, puesto que en- ire fos néimeros ja + V no hay tampoco ninguno que sea el mayor, __E} seguado principio de genezacién nos indluce por tanto a introducis un sucesor inmediato de todos los ntimeros uo + V, al que podemos llamar o?. Siguen a ste cn sucesiOn determina: da los naimeros: De?+ po ev, FUNDAMENTOS HARA UNA TEORIA GENHIAL DE GorjHrOs 125 y observando los dos principios de generacién se llega obvia inente a nimeros de la siguiente forma: Vall! + VO FV + ME Pero el segundo principio de generacisn nos empuja enconces a poner un nuevo namero, que debe ser inmediatamente superior F todos esos niimeros y que sera oportanamente designado por o Como puede verse, la formacién de aueves némeros no tie: ne fin; observando ambos principios de generacién se obtienen una y otra vez nuevos ntimeros y seties numéticas, en una suce sién completamente determipada Por esta raz6n, la primera apariencia es que con este modo de formacion de nuevos mimeros enteros infinitos deveimina- dos habriames de perdetnos en lo sézziado, y que seriamos in- capeces de dar a este proceso sip fin une cierte terminacién pro- vixional, para conseguir asi una limitacidn sernejante a la que existic de hecho, en cierto sentido, respecty a Ja antigua clase numézica (1); alli se hacia uso sdlo del primer principio de gene- racién y era por tanto imposible salirse de la sucesi6n (D). Pero el segundo principio de generacién no silo tenia que conducir- nos fuera del anterior dominio numérico, sino que se muestra en efecto como un medio que, en unién con el primer principio de generecién, nos capacita para éraspasar toda frantere en la formacién conceptual de verdadetos ntimeros enteros. ‘Pero observemos ahom que todos los nimeros obtenidos hasta el momento, y los queles siguen inmediatamente, satisfa- cen una cierta condicién; sf se esteblece como reguisito pata to- dos los mimeros que se formen a continuacién, esta condicién se muestra como un nucvo principie, el ¢ercer principio, que se Afade @ los otros dos. Lo Ileino principio de vectricciin v de i= mitacion ¥ tiene por efecto, come mostraxé, que la segunda cla- se numérica (11), definida con su ayuda, tro s6io tiene una pe- tencia superior a la ce (Ih, sinc precivatnente la inemediatamente superior, y por tanto la segunda potencie. La mencionada condicién, que cumple cualquiera de los raumeros infinitos & definides busta el momento, cone us Coo 16 GEORG CANTOR vencemos enseguida, es: que el conjunto de todos los nimeros que le preceden en la euccsién numérica tiene la potencia de la primera clase numérica (I}. Tomemos por ejemplo <] ntimeso. 0%, entonces los que le preceden estan comprendides en la {6r- mula: vol + YO + EV AO yy donde, Vo. Vie-= yy han de tomer todos los velores numeéricos enteros positives y finitos, incluyendo el cero pero excluyendo la combinacién: Yo =v i Come €8 sabido, este conjunto puede ponerse en Ie forma de una sucesién infinita simple," y tiene por consiguiente Ja potencia de (I), Puesto que ademas una sucesién cualquiera de conjuntos cada uno dc los cuales tiene la prinscra porencie, si esta sucesién misma es de la prizere poteacia, siempre produce avevamente un conjunto que tiene la potencia de (D, resulta claro que contiovan- do nucstra sucesién numérica pitmeramente sc obticnen una y otra vet silo nimeren tales que realmente cumplen aquella condicion, En consecuencia, definimos lc segunda clase numérica (11) como la coleceitin de todos ios nsimeros cque se pueden construir con la aysida de las dos principios de genevaciin y que ca suceden en sucesion decermineda: OH Le VIDE VOR EY) Dt Myr ee OMe Ot fs cual esté sometida a la condicién de que todos los niimeros que preceden al nimera a, de 1 en adelante, forman wn conjunte de ta potencia de la clase numérice (D. § 12. Lo primero que bemos de establecer abora ¢s I teorema segtin cL cual da nueva clare numérica (TD tiene una potencia diferente de aquella de la primera clase nurtrice (1) Esta proposicion se sigue del icoreme siguiente: sSiendo 01, 0). Gp un conjunto avalgaiora, que tenga la primera potenciz, de nimeros diterentes de le segunda clase SUNDAMENTOS PANA TINS TEORIA GENERAL DE CONJUNIOS 127 (de manera que estamos autorizados a suponerlos en forma de sucesitin (04) simple), eatonces o bien hay uno que es el mayor de ellos, llamémosle y, o bien, si é€ no ¢s el caso, existe un ciex- to nGmero B de la segunda clase de néimeros (11) que no figura entre los néimeros oy, de modo que Bes mayor que todo o, y tal ‘gue, por el contrario, tedo mimera f" < Bes supetado en mag- itud por cierios mimetos de la eucesién (0); el namero yo 8, respeciivamente, puede ser legitimamente denominado et limi: te superior del conjunto (04,)> ‘La demostraciéa de este icorema cs sencillamente la que si gue: sea Og: ¢] primer nimero de la sucesidn (0,) que es mayor Gu Of, Org, el primero que es mayor cue Gy; 7 asi sicesivamente Se tiene entonces que: Lexee ee Lae Oye Sg y 4, < Oy siempre que von Puede suceder ahora que a partir de un cierto niimero todes los que le siguet en la sucesida (0,) sean menores que él entonces es evidenterentt el mayor de todos y tenemos gue 7 = Gig En el caso contrario, concebimos el conjunto de todas los numcros enteros, a partir del 1, que som menores que 04; aa: damos primero a este conjunto el cenjunto de todos los mime- ros enteros = Oy y < Oz, después el conjunte de todos los mir met0s 2 Oyy ¥-< Org, y asi sucesivarnente. Se obticne entonces un cierto subconjupto de mimeros sucesives de nucstras dos pri metas clases nuinéricas, j este conjunto es cvielentemente de la primera potencia" y por lo tanto exisle —conforme 2 la defi- icion de (I) — un cierto mimezo B de la coleceiéa (1D qne es inmedistamente mayor que aquellos némcros. Porlo tanto B > Syma por ello también > c&,, porque siempre se puede tomar i.tan grande que sea mayor que un V dade, y porque entonces hy < Oty

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