You are on page 1of 7
El judatsmo, el cristianismo y el islam suelen ser identificadas, sin mds, como “religiones del libro”. Pronto a cele- brarse el Sinodo de obispos en otofto de este aio en Roma, con la temdtica con- cerniente a la Palabra de Dios, convie- ne recuperar algunas de las claves esen- ciales que nos legd el Concilio Vaticano II sobre esta materia. De este modo, descubriremos de manera renovada que 1o cristiano, atin referido a la Biblia, trasciende con mucho los estrechos limi- tes de un libro. Y esto porque el cristia- nismo es la aparicion de una presencia divina entre los hombres: Jesucristo. Pag. 33 EL 5 al 26 de octubre de este afio, el papa Benedicto XVI ha convocado en Roma su primer sinodo de obispos, con el tema La Palabra de Dios en la vida y en la mision de la Iglesia, Con un tivalo asi, en el presente articulo quere- ‘mos apuntar cémo la Sagrada Bscricura, que contiene ta Palabra de Dios, no puede ser idencificada, sin més, con dicha Palabra. Para ello, establecemos como grueso de nuestra reflexién un acercamiento @ las claves funda- mentales de comprensi6n que nos ofrece el Concilio Va- ‘icano II al hablarnos de esta Palabra divina, Este acerca- miento pretende evidenciar cémo el cristianismo no es tuna religién del libro, sino la religiGn que confiesa el acontecimiento del Dios venido en carne. De esta mane- ra el evento de le auto-comunicacién de Dios al hombre (revelacién) puede ayudar al cristiano contempordneo a ‘moldear una fe que ensancha los esteechos limites del texto escrito para atisbar en él una presencia que lo ¢ras- ciende y que nos invica a meditnos mas alto y més hondo. Del mismo modo, una recuperaci6n tal del cris- tianismo puede ser el mejor ancidoto contra la siempre presente centacién en la Iglesia de reduccién del cristia- rnismo a una ideologia més de explicacién global del mundo, 1. Enel principio no existia la Biblia, sino la Palabra L ambiente teolégico que predominaba en la Iglesia preconciliar suponia una comprensién del cristianismo que tenia como sustento un concepto de revelacién entendido como acu- mulacién de verdades eternas. De esta manera, él cris tianismo quedaba reducido « un ejercicio intelectual que consistia en un conocimiento, lo més riguroso posi- ble, del conjunco de dichas verdades. No es extrafio, pues, cémo la fe cristiana pugnaba por medirse con las ideologias que han marcado el devenir hist6rico del siglo XX, tanto en sus versiones burguesas como revo- lucionatias. Es légico pensar que lo cristiano, reducido a suma de verdades, se convierta en una ideologia mas del mercado que es capaz de ofrecer una meditada ex- plicaci6n del mando y de las leyes de su funcionamien- to, Por ello, la teologia tenia un palpable caracter apo- logético y proselitista al centrar su preocupacién en mostrar la superioridad de su caudal de “verdad” con respecto a otras propuestas de sentido. As mo reivindicaba para s{ una forma de verdad universal y abstracta Sin embargo, junto a esta teologia anquilosada, aparecen gérmenes de renovaci6n que tienen como principal motor una decidida vuelta a las fuentes del ctistianismo primicivo, especialmente a la patristica. Comienza asf tuna primavera teol6gica que va a reivindicar, en contcas- te con los escenarios ideol6gicos del siglo XX, la especi- ficidad de la entrafia misma del cristianismo, En efecto, lo cristiano no es una ley general cierta, una cosmovisin de alcance global, un porente sistema que da una expli- cacién cumplida de la realidad sin restos de sombras. Ahora, la verdad seré propuesta ao como universal y abseracta, sino como personal y concreta, es decir, la ver- dad del cristianismo es la persona de Jesucristo que se ha ‘manifestado al hombre, Esta vuelta a las fuences ayuda a reubicar también la im- portancia del texto biblico en referencia a la vida de la Iglesia. EI libro tiene el inconveniente de apuntalar una idea de revelacién que sigue subrayando la acumulacién de verdades, al tiempo que incita a derivaciones ideol6- gicas de lo cristiano. De hecho, la teologia preconciliar usaba el texto biblico como caudal de contenidos doctri~ rales y morales. Sin embargo, pasaba de largo la genial ineuicién de que en el principio fue un encuentro: aquel que tuvo lugar entre los frustrados discipulos del Vier- nes Santo y el Sefior resucitado. El acontecimiento, el evento, el encuentro... es la categorfa que sustenta la verdad tltima del cristianismo, y la Biblia, lejos de ser Pag. 35 un libro del pasado, es el instrument que pretende faci- litar, desde Ia contemporaneidad del Resucitado, dicho En este clima podemos entender cémo el Vaticano I es cl primes concilio general que se ha ocupado de la Pala- bra de Dios y su revelacién de un modo exclusive y total, dedicando al tema la reflexién de una entera cons- titucién que se ha dado en lamar Dei Verbum (DV), es decit, La Palabra de Dios. En este sentido, Ia atencién que dicha constitucién ha tenido en Ia recepcidn teols- ica postconciliar es patente, ya que mazca un hito en el ‘modo de comprender la esencia misma del cristianismo, Por esta raz6n, no pretendemos un anilisis detallado de la misma, algo que excederia los Ifmites de esta refle- xxi6n, sino el acercamiento a las claves fundamentales de su comprensién, atendiendo especificamente a la con- ceptualizacién del cérmino revelacién. Asf, nos parece es- pecialmente oportuno centrarnos en el contenido del proemio y del capfeulo 1 El ptoemio comienza con un texto biblico (I Jn 1,2-3), que meditadamente contiene en embrién rodo cuanto serd desarrollado posteriormente en el capitulo I, un capitulo que, a su vez, domina el texto integro de esta constituci6n conciliar. De este modo es clara, a juicio de los especialistas, la centralidad hermenéucica del, proemio y del primer capitulo en el conjunto de toda la teflexi6n conciliar, En efecto, podemos derivar de la exégesis del texto jodnico una articulacién de los conte- nidos fundamentales que se van a desarrollar en el capitulo I y que, atendiendo al concepto de revelacién, hacen referencia a la materia u objeto, al modo, a la cransmisién y a la finalidad de la misma, Conviene recordar el texto biblico en cuestién: * vida eterna: que estaba junto al Padve y se nos manifesté. Lo que hemos visto y ofdo os lo anumciamos para que también ‘orotros viudis en esta unin nuestra, que nos une con el Padre 3 con su Hijo, Jesucristo”. Is anunciamos la Pag. 36 2. La Palabra de la vida se manifesté § acercamos ahora a la cuddruple arvicuta- cién que el Concilio establece del concept * dee revelacién a partir del texto brblico re= cién mencionado. De esta manera, y huyen= do de cualquier tentacién que reduzca el cristianismo a cosa, bien sea ideologia o libro, queremos mostrar la naturaleza fatima de nuestra fe. 4) Dios se da a st mismo El objeto fundamental de la revelacién, tal como afirma el texto joanico, hace referencia a la “vida eterna”. Y precisamente, dentro de la escuela ceoldgica de san Juan, Ia vida es el atributo determinante de Dios. Por esta raz6n, el objeto de la revelacién no puede set otro que Dios mismo. De esta manera, y ya desde el proemio de la constitucién sobre la Palabra de Dios, el Concilio esta orientando la reflexién sobre la revelacién desde un sen~ tido marcadamente teocéntrico, tal como se afirma en DV 2: “Quiso Dios, com su bondad y sabiduria, velar a sf ‘mismo y manifestar el misterio de su voluntad”. Este teoce trismo hace referencia a cémo el objeto de lo revelado n0 son verdades o decretos eternos, sino el “sf mismo” de Dios. Asi, la reflexién conciliar nos conduce a una ali macién decidida de Ia libertad divina, porque, siendo Dios “invisible”, movido de amor, se nos da a conocer. O de otro modo, el Concilio afirma la trascendencia divina a la par que su libertad soberana. Por lo tanto, Dios no es el esclavo de sf mismo, sino el libre protagonista de tuna iniciativa de comunicacién que ataie al hombre. b) En su Hijo, Jesucristo Siguiendo con el texto de Juan, el modo concreto de la revelacién de esta vida eterna ha sido Ia manifestacién de Dios en la persona de Cristo. ste es el punto funda- mental de la constitucién conciliat. Asi, se n0s habla de luna manifestacién que, de nuevo, nos pone en guardlia, frente a cualquier intento de reduccién intelectualista de la revelacién. Precisamente porque no son s6lo palabras las que se manifiestan, sino el acontecer de la misma vida divina en una persona. Esta percepcién se hace ain mis patente si contextualizamos cl texto joénico; sobre todo, atendiendo al versiculo inmediatamente anterior: “Lo que cexistia desde el principio, lo que bemos ofde, lo que hemos visto ‘con nuestros oes, Lo que contemplanas y tacaron nuestras manos acerca de ta Palabra de la vida...” Jo 1,1). Afirma el reélogo conciliar Henti de Lubac que, en esta manifes- tacién, las palabsas que percibimos con los ofdos desempefian su papel: ua papel importance y esencial, por supnesto, pero no rinico; se trata, en efecto, de un Jesuctisto “visto, escuchado, tocado”, es decir, de Jesucristo “contemplado”. El nos revela a Dios Padre ‘con su presencia activa, con todo su ser. En la persona de Jesiis hombre aparece realmente Dios entre los hombres (Comentario al prembulo y al capitulo I, en B.D. Dupuy [dir], La revelacin divina. Constitucién dogmatica "Dei Verbum’, 1, Taurus, Madrid 1970, 1869). De esta manera, queda superada la oposicién que esta- blecieron algunos exégecas e investigadores encte la clave de comprensién de la revelacién biblica, fundada en la vor y cl ofdo, y el acercamiento a lo divino por parte del paganismo y el helenismo, centrada en imégenes visuales. Asi pues, la revelacién se realiza “por obras 9 palabras intrinsecamente ligadas” (DV 2). Estas aprecia~ iones del Concilio crearon cierta polémica entre los, padres conciliares, ya que, a juicio de muchos de ellos, y tal como aparecia en muchos manuales modernos, se partia del convencimiento de que Ia revelacién natural (creacién) se realizaba por medio de hechos y la revela- cién sobrenacural (Escrituras) por medio de palabras. Sin embargo, prevalecié en el texto la caracterizacién de la nocién biblica de “palabra” que, més allé de sus derivaciones de significado en contexto helénico, en Ambito hebreo, hace referencia a un evidente potencial Pig. 38 preformativo. O de otro modo, la Palabra de Dios ¢s siempre activa y opera infaliblemente aquello que dice, tiene un doble valor noético y funcional. O también, en palabras de Santo Tomés, “el decir de Dios es hacer" (Un 2 Cor, cap. 1, lech 2, niin. 1), Esta profunda unidad, advirtiendo de los peligros de acentuaciones unilacerales, esta claramente expresada en el texto conciliar. En efecto, cenemos el riesgo, desde ‘nuestros parimetros de sentido occidencales, de reducit los téeminos “palabra” o “verdad” a un significado acen- cuadamente intelectualista. Sin embargo, ampliando dicho significado desde los horizontes que nos aporta la sabiduria biblica, debemos convenir en cémo tanto la verdad como la palabra, en contexto semita, hacen refe- rencia a una vida con un evidence potencial preformati- vo. La verdad es entendida como fidelidad y Ia palabra se comprende desde su posibilidad manifiesta de engen~ dear realidad. De hecho, en los relatos biblicos de la creacién encontramos a un Dios que hace cosas con sus palabras. El Concilio pretende oftecer asf un concepto de fevelaci6n-conocimiento” que queda enmarcado en el horizonte mucho mds amplio de un concepto de reveli- cin entendido como “acontecimiento”. [De esta forma, el cristianismo, uniendo ambas petspecti- vas, sostiene que Ia sustancia de la revelacién no consistis cen la ensefianza de una doctrina, sino en la aparicién de tuna presencia eneze los hombres. Por canto, ls orienta- ‘cin teocéntrica del texto conciliar es descodificada desde un sentido evidentemente cristol6gico que nos recuerda cémo una de las desgracias de la teologia, en st proceso de evolucién, ha podido ser la atomizacién de la revela- ci6n en articulos de fe sin relacién con un centro vivo. En efecto, Cristo ha de ser considerado a la vez como el Mensajero y el contenido del Mensaje, el revelador y la ‘misma verdad revelada, ya que, en palabras del Concilio en DV 2, Cristo es "mediador y plenitud de toda la revelacitn”. Asi, esta concentracién cristolégica pone de ‘manifesto que Jestis de Nezaret realiza, en sentido abso- sete | luto, la presencia de Dios entee nosotros y garanciza que la revelacién que describe la consticucién no es cualquier tipo de revelacién filoséfica 0 gnéstica, sino propiamence la cevelacién cristiana, Por canto, esta revelacién se en- cuentra permanentemente referenciada al acontecimiento Cristo y, de esta manera, se establece un elemento de di- ferenciacién con respecto a las demés tradiciones religio- sas. La revelacién remite inequivocamente al aconteci- miento de la encarnacién, donde una persona se presenta asi misma como la Verdad y la Justicia vivientes. No obstante, el hecho de poner a Cristo como clave de comprensién de la revelacién cristiana no ha de set en- tendido simplemente como “cristomonismo”. En efecto, ceniendo como celén de fondo el texto aducido de san Juan, podemos constatar cémo la reflexién conciliar nos onduce en una direccién erinicaria. El Hijo, bajo la di- reccién del Espiritu, habla de lo que ha ofdo en el seno del Padee: “Por Cristo, la Palabra becha carne, y com el Es~ piritw Santo, pueden los hombres legar hasta el Padre y parti~ cipar de la naturaleza divina” (DV 2). En efecto, la consti- tucién sobre la revelacién pone de manifiesto una clara identificacién entre contenido y forma trinitarios. El Dios comunidad de personas se da a si mismo de una forma trinitaria, No es de extrafiar, en este sentido, que la referencia a la historia de la salvacién tenga un claro papel en el conjunto del capfeulo I. Por ello, la revela- ci6n, entendida como el acontecimiento de la comunica- cién de Dios al hombre, adquiere un marcado cardcter dindmico a partir de la categoria “historia”. De nuevo aqui, Ia revelacién, cuyo memorial son las Sapradas Es- crituras, no se presenta como un cédigo ni como un ca- tecismo 0 una lista de proposiciones, sino como la histo- ria de lo que Dios ha hecho en unas vidas de hombres a favor del conjanto de la humanidad con vistas a realizar cen ésta un decerminado designio de salvacién. Asi pues, la centralidad de Cristo en el conjunto de la reflexién, conciliar alcanza un caricter dinémico al quedar inserto como protagonista de una larga historia de amor entre Dios y los hombres de todos los tiempos. De hecho, los rtimeros 3 y 4 de la constitucién dan paso a una estruc- turacién narrativa que pretende rememorat toda la ect rnomia de la salvacién. Asi, la nacraci6n, y por ende una eologia natrativa, no es sospechosa de ideologia, sino que rompe toda pretensién que intente construir siste- mas cerrados. Y esto por la sencilla razén de que lo na~ rrativo no puede ser entendido nunca como un sistema total de explicacién de la realidad, sino como una forma de pensamiento que evoca sin capturar, En palabras del tedlogo francés B. Sesboiié, la salvacién cristiana es un acontecimiento realizado por Dios en nuestra historia. Bs en si mismo una larga historia. Pues bien, aunca el peso de una historia puede verterse en una serie de n0- iones [...] Igualmente, hemos registrado la imposibili- dad de abarcar todo el misterio de la salvacién en una fSrmula [...] Porque la salvaci6n es infinitamente més que una simple doctrina (Jesuorito, ef nico mediador. En- sayo sobre la redencién y salvacidn, Secretatiado Trinitatio, Salamanca 1993, 23s) Por tanto, el vexto describe la revelacién en lenguaje bi- blico y narrative como un acontecimiento interpersonal de encuentro entre Dios y et hombre. De abi que el tét- ino encuentro, cargado de una sigeificacién existencialis- ta, sea también uno de los més adecuados para describic la esencia misma de la revelacién segtin las ensefianzas del Concilio Vaticano Il. En efecto, “en sta revelacén, Dias in- sible, movide de amor, babla a los hombres como amigos, trata com ellos para invitarlos y recibirls en su compaffa” (DV 2). La categoria “encuentio” supone afirmar la dignidad de dos libertades, la conseatacién de que la gloria de Dios y la gloria del hombre no se repelen, sino que se comple- mentan. Dios sigue siendo Dios y el hombre sigue sien- do hombre. No obscante, la consticucién no deja lugar a confusién al constatar que estas dos libertades no pueden ser afitmadas sino de modo asiméttico: la libertad del Dios trinidad para revelarse funda la posibilidad de que el hombre sea el destinatatio de una posible comunicacién divina, Asi, el encuentro tiene como escenario ineludible eLacontecer de la historia humana. Pag. 39 ©) Para crear comunién entre los hombres Siguiendo con el texto josnico que abre el proemio, se tos habla de la transmisi6n de la revelacién, El aconte- cer del Dios vivo a los apéstoles no pretende una in mista autocomplacencia para la satisfaccién personal, sino la ineludible misién de transmitir aquello que se ha secibido. De esta manera, el acontecimiento de la revel cin, desde una esencial indisponibilidad, toma la forma de un testimonio que persigue crear comunién. Por tanto, el anuncio de la salvacién contiene la salvacién anunciada, O de otro modo, tos apéstoles no simple- mente anuncian a Cristo, sino que lo dan, Se establece asi una real comunién entre los creyentes de codos los tiempos y los primeros testigos del Resucitado que da Jugar a la Iglesia, 4) E invitarlos a participar de su naturaleza divina En Gltimo lugar, la primera carta de san Juan nos habla de la finalidad de la revelacién como de una participa- cin de la propia vida divina, En efecto, e fin de la reve- Jacién no sélo implica una real comunién entre los hom- bres a partir del vinculo de la fe, sino la entrada en el mismo seno de la Trinidad. De esta forma, la reflexién conciliar establece una clara equivalencia entre objeto y finalidad de la revelacién. En palabras de san Bernardo, podemos decir que Dios “dindose se revel, y reveldndose se da” (De cantico canticorum, sermo 8, nim. 5). O también, ¢s imposible disociar dos aspectos de la misma realidad: Ja manifestacién con que Dios se nos descubre y el don ‘con que se nos entrega a sf mismo, Es imposible separar la revelacién de su fin. Por tanto, Ia revelacién es la autocomunicacién de Dios mismo al hombre que tiene como finalidad iltima "par ticipar de la naturaleza divina” (DV 2). Se tebasan ast los mites de un concepto de salvacién que ha sido tradic nalmente entendido desde La determinacién que con- ceden realidades como el pecado y el mal. Ahora, los conceptos de redencién y salvacién son cargados de un sentido positive que persigue expresar la riqueza de la comunién con Dios, es decir, la divinizacién del hombre. 3. La Palabra salida del silencio A conclusién que podemos establecer de este breve recorrido hace referencia a la ampliacién del concepto mismo de revelaci6n a partir de ‘sus determinaciones biblicas y en diflogo con los aportes mas significativos de las distintas coctientes filoséficas contemporéneas. Se trata de una forma de ex- plicitacién de la comunicacién de Dios al hombre que hhuye conscientemente de toda caracterizacién ideol6gica y que erasciende, sin duda, la materialidad del texto bi- blico. Esto lo vemos especialmente reflejado en el cam- bio de conceptos que realiza el Vaticano I con respecto al Concilio Vaticano I a la hora de especificar la natura- leza misma de la revelacién. En efecto, mientras que en Dei Filius se afiema "revelar tanto a sf mismo como los eternos designios de su voluntad”, en Dei Verbum se dice “revelarse a sf mismo y manifestay el misterio de su voluntad”, Bl cambio de designios 0 decetos pot misterio 0 sacramento, ademés de acercar la reflexién conciliar al Ambito de sentido de las cescrituras, pone de manifiesto una cietta dialéctica de la revelacién que va a ser muy fructifera en el conjunto de la reflexién teolégica postconciliat. Porque toda realidad sacramental supone un juego de presencia y ausencia, de palabra y silencio, de manifestacién y ocultamiento, que puede ser muy pertinente para mantener siempre en alto el exceso de misterio que debe caracterizar todo acerca- miento a Dios. La revelacién, en efecto, y desde este carécter sacramen- tal que apunta més alld del libro, ¢s un acontecimiento ‘que nunca podeé agotar tas profundidades del Dios eri- nidad. Y ello porque este Dios, al revelarse, es palabra y Pag. 41 también silencio; dice susurrando al oido det hombre, pero, al mismo tiempo, calla; estimonia su presencia en, medio de los hombres, pero en fa ausencia de ana coral indisponibilidad para nosotros; jlumina los sinuosos ve- ricuetos de nuescra historia, sin exorcizar las sombras del tiesgo y ef abandono personal; se da como sentido que estimula el duro oficio de vivir, en medio del sinsentido de la permanencia del dolor, el sufrimiento y la muerte. Asi, abiereos a esta concepcidn histérica de revelacién, que presenta el cristianismo no como ideologéa, sino como acontecimiento, la teologia, y también la Iglesia, deben ser consciences de que la verdad no es alyo que es iticamente se posee, que ellas no tienen respuestas prontas y evidences a todos los nuevos retos que van sur giendo en el teanscurso de la historia, que también la comunidad cristiana es indigente y menesterosa, porque peregrina en este mundo, y, sobre todo, que en nuestet adquisicién de ta verdad estamos eadicalmente abiercos a Ia plena manifestacién de fos hijos de Dios. De esta ma- neta, esperamos que los frutas anhelados del Sinodo de obispos que esté pronto a celebrarse nos devuelva la ti- queza de un cristianismo que es entendido como en- cuentro vivo con un Seftor cesucitado que salta por encima de los escrechos limites de un libeo.

You might also like