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PREAMBULO ‘Mi propésito hoy es narrar algunos momentos decisivos, a mi entender, del mito de Séerates. E interpretarlos+ Algunas palabras previas sobre la interpretacién, on general. Altratar de comprender una existencia o cualquiera de sus actos, entramos en el territorio siempre riesgoso, pero inevitable, de las, interpretaciones. Sabemos que tal persona respondié de esta o de aquella manera a ciertos hechos. Lo que nunea sabremos eon definitiva certeza es qué pas6 por su mente, qué intenciones reales, qué escondidos sentimientos la movieron a actuar de ese modo ante tales cireunstancias. La intencién se supone a partir de‘lo dado" de ciertos movimientos, de ciertos gestos, de ciertos actos que deben ser interpretados. Asi, a quien se ve en la necesidad de enjuiciar la condueta ajena, no Ie bastaré medir las palabras por la obra hecha yy declarada: entre las unas y la otra hay un residuo, permanece una diferencia infranqueable. ‘Yesesta diferencia la que debe ser interpretada, sien verdad nos mueve un deseo de comprensi6n. éPor qué tal persona no hizo lo que parecia querer hacer 0 por qué hizo justamente lo que parecia repudiar? (Interrogaciones que nos hacemos todos los dias.) La impostergable necesidad de enjuiciar la vida ajena, afin de comprenderla y, no en menor medida, a fin de saber a qué atenernos, tiene una de sus raices més profundas y justificadas en esa diferencia con la que se nos aparece el préjimo. Diferencia en virtud de la cual el préfimo es solo prosimo. De ahi que el andlisis de una vida se vuelve siempre interpretacién, hermenéutica. Riesgosa, deciamos: tanto si suponemos, por principio, la mala fe del otro; pero, riesgosa también si proyectamos, como sucede a menudo, nuestra propia realidad espiritual a la realidad ajena; si amos por sentado que los demas piensan y sienten como nosotros. Esta esa raiz del malentendido, que puede nacer por el deseo, a veces inmoderado, de ‘actualizar’, de rehacer a nuestra cémoda medida local el pensamiento y el sentimiento ajenos. Y se comprende, este riesgo es mucho mayor cuando se trata de comprender un pasado remoto. Se dice con razén que Sécrates es el padre de la Btica. La ética, como reflexion teérica, no puede estar sino ligada desde la experiencia moral del pensador, experiencia en la que, como en ninguna otra experiencia, el sujeto reflexivo esta implicado en aquello que explica, De qué modo Sécrates esta implicado en la filosofia que propone a sus conciudadanos? De un modo en que es imposible no recordar la forma en que el héroe trdgico esté implicado en una situacién que rebasa, que trasciende To humano, La tragedia, la més propiamente humana, no tiene que ver con el ser defectuoso, caduco de Tas cosas, con la declinacién de todo lo que nace, con 1 ocaso, la decrepitud y la muerte. Estas son esperiencias cotidianas de un mal repartido en la naturaleza, dosifieado; experiencias a las que a la larga nos habituamos hasta el punto de olvidarlas, a fin de sobrellevar la vida, Se mencionan, se recuerdan en la tragedia como modos inherentes del ser finito, Pero no constituyen el meollo de lo inigico. Y puesto que lo més propiamente humano se cexpresa en la voluntad de ser —en una voluntad supuestamente libre, la tragedia reside, entonces, en la permanente novedad del mal, en su arremetida siempre artera, a través de tal 0 cual proyecto que el ser humano concibe para lograr un anhelo y evitar un daito. La tragedia reside en que la accién se nos escapa de las manos ¢ incluso se vuelve contra nosotros, y contra nuestros hijos, y contra los hijos de nuestros hijos. “El hombre suefia que acta’ son los dioses que actiian a través de nuestros proyectos erraticos, de nuestras pasiones, de nuestros anhelos. Esto es lo que constituye en los tiempos de Esquilo y ‘Séfocles el sentimiento tragico de la vida. Fl fildsofo Sécrates no escribié nada; se movia en elespacio piblico. Tal era el escenario de su accién, Actuaba, porque hablar a otros seres concretos, mostrando, preguntando, aclarando, es clertamente el modo més humano de actuar. La eseritura es, en cambio, una aceién posible dirigida a receptores posibles. Algo doblemente virtual. En suaceién, Sécrates quiso aprender directamente de los que saben qué es la justicia, qué esa piedad, qué son Ia entereza ola valentia. ‘Su preocupacién filoséfica se limité ala preocupacion ética, ‘Lo que nos interesa ahora, dejando ‘los temas’ éticos un poco a la deriva, es mostrar emo ‘Sécrates esté implicado vitalmente en su accién discursiva. Por eso vamos a referimos brevemente a su vida ynno a este 0 aquel prineipio teérico que nutre su pensamiento. El licido heroismo de Sécrates, la sublime coherencia de sus actos trazan, ami entender, los rrasgos fundamentales de un héroe moral. Sin embargo, hay més que eso en su herofsmo. Intenté hace algunos afios, y con una verdadera, obstinacién, representar, la rutina argumentativa de Sécrates, trasladarla, por decitlo asi, desde Atenas a las calles de nuestras ciudades. Adecuar el estilo socritico a los grandes temas que agobian la experiencia moral de nuestro tiempo. Encamnar, en fin, en un Sécrates contemporaneo quella voluntad de justicia y de bien, que ayer, como hoy puede conducir —y de hecho ha conducido— a muchos seres humanos a la muerte, Si Sécrates solo hubiese sido aquel apasionado defensor de la racionalidad frente al instinto o al reino de ‘lo consabido’, el defensor de la norma social, pero comprendida y aceptada frente al arbitzio; el defensor del conocimiento frente ala ignorancia; si solo en tales enfrentamientos se hubiese gestado su tragedia, entonces si ‘la historia de Sécrates’ podria ser representada, reactualizada, por personajes ‘semejantes’ de cualquier tiempo y latitud. Peto no me parece que las cosas hayan ocurrido de esta manera. No creo que tengamos el derecho ahacer de él un tipo humano imitable solo en victud de su canicter; hacer de él una suerte de ‘modelo psiquico universal. La razén es que, aparte de lo que pudo ser ese cardcter, hay ‘algo’ ‘que ocurrié en la vida de Sécrates, ‘unas circunstancias’ que van més allé de los hechos porlos que cabria decir de alguien que es ‘hijo de sus obras’ o que su accién filoséfica es solo fruto de su pensamiento. Al enfrentarnos a estos hechos, la dimensién exclusivamente moral del sabjo ateniense queda, por decirlo asi, superada, ‘yrota su universalidad. Entonces, ya no es Kcito, trasladar la ‘historia de Sécrates’ a otra época ya otras condiciones. Simplemente, es esa que es, y no otra, ‘Coneretamente: si en esa historia que contamos no se consideran ciertos hechos pertenecientes a ‘una extrafia causalidad; para hablar con més precisién: si no se considera el Orciculo de Delfos, centro externo de la espiritualidad de Sécrates (y del pueblo griego), quedaremos fuera de la comprensién del drama. ‘Movido por tal conviccién, he tratado de atenerme desde ese momento a ciertas condiciones espirituales del nmundo helénico que, ‘a mi parecer, faltaban en otras interpretaciones. En pocas palabras: he tratado de mantenerme en el campo gravitacional del Oréculo, y de ‘comprender la extraiia relacién que alli se gesta. No pretendo que esta interpretacion sea ‘més verdadera’ que las otras. Seria imposible verificarlo, Creo, sin embargo que, de acuerdo al ‘campo gravitacional que he escogido, mi interpretacion es verosimil y coherente. A quien conoce las obras de Platén, esta demas, decir que gran parte del material que cito y traigo, ala memoria proviene de los ‘diélogos socréticos’ de Platén. A fin de dar cierta unidad a los diversos momentos de la vida de Socrates, he seguido cuatro Didlogos: Apologia, Critén, Eutifrén y Fedén. ‘Lo que hay de relativamente nuovo en esta ‘epresentacién biogréfica es que el Oréculo de Delfos es una suerte de ‘actor’ invisible pero muy gravitate a lo largo de la trama. Expondré a continuacién en qué consiste le accién del Oraculo, En sus comienzos, como sabemos, la flosofia entra muy pronto en conflieto con la experiencia religiosa, con Ta tradici6n 0, en una palabra, con el sentido comin de los griegos. Sin embargo, ‘esto no significa que los filésofos, al menos en su ‘gran mayoria, se excluyan conscientemente de aguella experiencia, de aquella tradicién. O que simplemente la nieguen. El problema es mas complejo. ‘La experiencia religiosa es, por naturaleza, antropomérfica. AIK estén su fuerza y su debilidad, La filosofia, por cuidadosa decision, es critica, andlisis. La primera explica los sucesos fisicos y psiquicos ‘como resultado de una continua intervencion de Jos dioses en el mundo, intervencién que suele poseer los rasgos de la pasién, de la preferencia e, incluso, de la arbitrariedad y del engatio. Yeste es ol punto en que la filosofia va a chocar con la experiencia religiosa. Al filésofo le admiran, Ja armonfa y regularidad de los fenémenos, la {ntima consistencia de las cosas, la noble factura del alma humana, Lo divino —siempre para el fil6sofo— se manifiesta esencialmente como orden, como estabilidad y racionalidad (logos) del Universo. Y no necesitarian los dioses enredarse en Tas cosas humanas para gobernar espiritualmente la maquina del mundo y de las naciones. Este es el pleito, ya en Platén entre teologia, un discurso racional sobre lo divino, y la, mitologia mentirosa de los poetas. Pugna entre mithos y logos, renovada més tarde en el largo conflicto entre fo y razén, y que se prolonga, hasta Kant, al menos abierta y apasionadamente. ‘Séerates, a nuestro entender, se encuentra en la frontera de ambas actitudes. Por una parte, 5° resiste a concebir la sociedad de los dioses como ‘un mundo pasional, pronto a la rifia, alos malos apetitos y al engatio, Yes en este punto, solo aqu{, que se coloca en abierta pugna con la tradicién y el sentido comtin que la representa. Por otra parte, es innegable que participa dela vida religiosa de su pueblo, vida que se condensa ‘ye articula sobre todo en un punto geogriifico — Delfos— en el que el Dios Apolo aparece comunicsndose con los mortales y ofreciéndoles ‘ms de alguna noticia sobre el futuro del mundo. ‘Yeste es el punto neurélgico del asunto: en el ito griego no siempre los oréculos que daba un, dios se limitaban a predecir lo que habria de suceder y que sin duda alguna ocurricia, Hubo casos, famosisimos, en esa tradicién, en los que el ordeulo fue causa de que ocurriera lo que el Dios habia predich Llamaremos ‘vaticinio puro’ ala forma normal de la prediccién, es decir, cuando un enunciado no hhace més que anunciar lo que ha de ocurrie. Yen esto no se diferencia formalmente el vaticinio cientifico del vaticinio que hace el agorero. Pero hay un enunciado que es causa de To que anuncia y que llamaremos ‘vaticinio inductor’. Siel Dios, por ejemplo, amuncia una sequia, sus palabras se limitan a predecir Io que va a ocurrir ‘yasea debido a su voluntad o a otras causas. Este es, pues, un vaticinio puro. Cuando en Delfos se predijo, en cambio, que un hijo de Priamo traeria dolor, muerte y Hamas a Troya, el oréculo ‘empieza a actuar y a cumplirse desde el momento ‘en que el rey troyano toma las medidas justamente para que el oraculo no se cumpla. Algo parecido le ocurre a Creso y, va en Ia era cristiana, al rey de Polonia, eon su hijo Segismundo, de acuerdo a la obra famosa de Calderén, La vida es suefio. Priamo, Basilio son héroes trégicos. Y la tragicidad de sus actos consiste en lanzarse en una empresa que implica revocar la voluntad declarada, manifiesta de los dioses. Los dioses griagos castigaron siempre la temeridad de los héroes Ia soberbia, la ibris—, y lo hicieron llevandolos a la tinica muerte ‘conmensurable con la ofensa inferida: la muerte oracular. 2Y cudl podia ser el castigo ejemplarizante? Como reducir @ la nada, propiamente ala nada, Ja pretensién humana de invalidar lo que un Dios tiene ya previsto y decidido para cada cosa? Haciendo del que lo intenta un agente involuntario del mal personal que voluntariamente se movia a evitar; reduciendo a la nada esa voluntad de separacién. Lo antirreligioso, por definicién. En esto consiste la ‘muerte oracular, reservada, por cierto, al ‘temerario que pretende sobrepasar los limites de su limitadisimo poder. Volveremos sobre esto. ‘Suponer que Séerates haya sido vietima de esta muerte —y la Apologia de Platén deja un buen ‘margen para tal hipbtesis— nos obliga en este caso a invertirla relaci6n entre filosofia y vida, es decir, nos obliga a intentar comprender la filosotia de Sécrates en relacién con algunos hechos de su biografia. Y no al revés. Eso que ahora vamos a intentar. De un fragmento del pensamiento socrético ‘qued6 la afirmacién, luego repetida hasta el cansancio por la filosofia, de que el ser humano ‘cuando hace el mal lo hace por ignorancia y que, disipada la ignorancia, que es mera privacién de bien, se esfumnaria la inclinacién al mal. (Spinoza degusté a fondo este pensamiento y lo hizo asiomatico en su Ftica.) (“Un sentimiento, que es una pasién, cesa de ser una pasi6n, tan pronto como formamos de él una idea clara y istinta.”)4 Bl hecho es que siempre ha costado reconocer que ese pensamiento socritico es recogido de un modo incompleto; ha costado reconocer que la ignorancia también puede ser descuido inconscientemente querido respecto de una realidad que debiéramos tener ala vista, conocer, de una verdad que debiéramos respetar. En tal caso, la ignorancia se vuelve un cémodo {nstrumento del mal que se padece 0 del mal que se hace. Se vuelve una ignorancia culpable. ‘Volvamos a Sécrates. La ignorancia que va encontrando en su indagacién cotidiana es siempre una ignorancia culpable; es soberbia (ubris) que, sin reflexién, eree saber lo que no sabe y se ufana en su falso saber. Mala fe en el fondo de su fe. Por eso, la plenitud del pensamiento socrético, queen cierta medida la dialéctica del ‘Sécrates plat6nico’ ayuda a olvidar, resulta inseparable de la biografia de Sécrates. Los lectores nos hemos acostumibrado a ir saltando esa historia, atentos al tema espeetfico de cada Didlogo platénico: en el Zutifrén, acerca dela piedad; en el Fed6n, acerca de la inmortalidad del alma, ete. Y nos hemos saltado st misterioso hilo conduetor. ¥ pese a que en casi todos los textos est evocada aquella clave de compaginacién, rara vez hacemos caso dela extraia urdimbre trigica que va tejiendo. Justamente en el tiempo del ocaso de la tragedia, ‘que el filésofo Socrates habia ayudado en gran ‘medida a provocar, aparece en escena —y no en la escena del teatro— el iltimo hérve trigico: ‘Socrates, el filésofo; Sécrates, el buscador del sentido de la sabiduria humana. Nosotros queremos ahora releer como seguramente ‘lo leyé Platon el tema de la ignorancia, hebra visible en el enlace que {intentamos sacar a la luz. Nuestra relectura del ‘Socrates platénico seré una relectura ético- tragica. Partamos de este principio: Cualquier didlogo —el trégico, el socritico, el politico, el generacional, ete.— parte dela conciencia de un tropiezo, de una dificultad en la ‘que se encuentran los dialogantes en su quehacer comin, En el caso de Sécrates en relacién ala sociedad griega, el tropiezo consiste en que el filésofo no suele encontrar la respuesta adecuada enaquellos que debieran tenerla cuando se les pregunta por lo que supuestamente saben o hhacen creyendo saber: en el sacerdote, respecto de las acciones piadosas; en el militar, respecto de las aceiones valerosas; en el juez, respecto de Tas decisiones justas, ete. Y, por cierto, es un mal personal a ignorancia de ‘quien no sabe cusl es el significado de aquellas cosas de las que se ocupa en la vida, Pero Socrates no se conforma con esta ‘comprobacién. Porque, como deciamos, el mal de Ja ignorancia no es simplemente un mal que se sufra como una enfermedad, sino uno que se ejerce; um mal ético que consiste en obstinarse en. parecer lo que no se es; en el ejercicio de un falso poder. Es imaginable, entonces, que los candidatos a un verdadero enjuiciamiento por parte de Sécrates se escabulleran o evitaran el encuentro con este inguisidor impertinente, y que intentaran por todos los medios desprestigiar esa suerte de misi6n de ‘tébano’callejero de la que Socrates se habia revestido, Lo pregunta todo y todo lo cuestiona, pero él mismo jamés tiene una respuesta para nada. Tal era el reproche que se extendia por Ia ciudad, la clave del resentimiento piiblico. Pero, ces verdaderamente un sabio? <¥ quién puede decidir sobre la sabiduria de un ser ‘humano sino Dios? En el juicio pitblico al que fue arrastrado Sécrates, este revelaré por primera y iltima vez la respuesta a estas interrogantes. ¥ es desde aquella revelacién que pretendo desprender el hilo de su historia. (O de su mito.) Hagfa much{simos afios, ante la pregunta precisa planteada por Queroféi, el Dios de Delfos, Apolo, dijo que si, que en verdad a Socrates debia considerérsele como el hombre mas sabio de Atenas. Entonces, Querofonte corrié a contar a sus amigos, y sus amigos al maestro, el veredicto del Oréculo. Socrates, joven atin, se sorprendié profundamente. Y tal vez no era en el sentido usual de la palabra un hombre de saber, un erudito, Pero ya era, como To seria siempre, aquel ser honrado, implacable consigo mismo y descontiado del elogio ajeno. Asi es que dio por descontado o que alli habia un bondadoso error de interpretacién de sus amigos o bien algiin sentido oculto, acaso irénico, en las palabras del Dios: Porque sabiduria no la poseo en absoluto —repitié ante sus jueces. Sabemos muy bien Io que sigue: guiado por esa pasién ‘verificatoria’ propia de su espiritu y, ademés, para hacer ver a sus amigos el error en que habian caido, sometié el supuesto veredicto de Apolo a una prueba que hoy llamariamos de ‘falsifieacién’. En virtud de ella habria bastado encontrar un solo ciudadano realmente sabio para invalidar la interpretacién benévola del juicio divino. Y sabemos los largos afios que caminé por las calles de Atenas en busca de un hombre sabio —al menos, uno— y las ‘enemistades que le acarreaba su investigacién, y ‘cémo, finalmente, “el Coro’ —Ia opinién piiblica— lo arrastré ante los Jueces de Atenas, acusindolo deimpiedad... No hay que olvidar que Platén esta narrando una ‘tragedia y que la accion heroica ocurre siempre centre él cielo y la tierra. Solo que el héroe, en los tiempos de la filosofia, habré de ser un héroe moral, en contraposicién al héroe trégico, all néroe abiertamente transgresor y desafiante del mito, Asi, Ja accién de alguna manera se origina y toma su derrotero iltimo una vez. mas allé en Delfos. Desde ese lugar, ‘ombligo del mundo’, el Dios contempla como desde una planicie el futuro de todas las cosas de la naturaleza y del alma ‘humana, y regala el conocimiento privilegiado de Jo que ineludiblemente ha de ser, a quienes les ‘angustia la incertidumbre del mafiana y acuden a consultarlo. ‘Llegaban hasta Delfos reyes, militares, politicos, ‘comerciantes; y legaban algunas veces con el propésito verdaderamente descabellado no ya de saber algo de lo que deparaba a cada cual el maiiana, sino con el propésito de actuar posteriormente para eambiar en su provecho las cosas reveladas por Dios. En esto consiste la subversién y la soberbia: en separarse del Principio; en pretender crear una fuente auténoma de poder. (Mal otiginario, también en el mito cristiano de la caida.) Elintento estaba destinado al fracaso, pues si algéin ser humano lograse cambiar lo que Dios tiene ‘ya visto’, serfa la prueba de que la providencia no tiene el control dela voluntad humana. Y por alli se le eseapa el Universo y su misma divinidad. Elintento estaba, asi, destinado al fracaso, y de modo tan ejemplar que es mediante la misma accion libre del trasgresor que Dios hace cumplir quello de lo que el trasgresor huye. Los ejemplos abundan en la tragedia antigua. Tal es el destino del héroe tragico. Ahora, lo que en verdad hace Platén es deseribir (Go construir?) en la Apologia a un nuevo tipo de héroe: al héroe moral. Pues, el paralelismo con el héroe trigico difiere en un punto esencial: mientras este actéia para invalidar los designios supremos, el héroe de la reflexién ética, Sécrates, acttia en el mundo para comprender la voluntad divina y someterse a ella. El paralelismo se vuelve, entonces, contraposicién. Es significativo —muy significativo—que no sea ‘Séerates el que acude al Sentuario de Delfos. Sin ‘embargo, conocido el veredicto a través de sus amigos, el filésofo intentaré bumildemente ‘comprender el sentido de las palabras del Dios, no para invalidarlas, como es el caso del héroe ‘trigico, sino para atenerse a ellas. Yes asi como ‘camina por las ealles de Atenas, ineitado por la ambigtiedad misma del vaticinio, hacia la licida comprensién de lo que puede ser la sabiduria humana. ¥ es asf como, incitado por Ia misteriosa ambigtiedad del ordculo y haciéndose de ‘enemigos en el camino, va encarnando aquella definicién que 61 mismo ha dado de la filosofia ‘como ‘preparacién para la muerte’. Para la buena muerte. Esto es lo que Sécrates narra en los Tribuneles y ‘que Platén recogié después de la muerte del maestro en la famosa Apologia (defensa, justificacion). El Oriculo conmovié de tal manera la vida de ‘Sécrates, desde el momento en que tuvo noticias de 61, que desde ya no pudo ser si mismo, porque simplemente no sabia en qué consistia ese saber que le atribuye Febo. Su herofsmo tragico estriba, pues, en averiguarlo, poniendo, por decirlo asf, en suspenso el juicio divino. Ao largo de su investigacion, que dura toda la ‘vida, Socrates descubre la negatividad de ese saber anunciado por el Dios —un saber relativo a ‘un no saber absoluto. El Tribunal, con su ‘veredicto pone el sello final a la confirmacién de este descubrimiento_ NOTAS 1 De este segundo intento, la presente es una segunda versién. La primera, bastante més esquemittica, fue publicada en Santiago por la Editorial Universitaria en 1970. 2 Podria lamarse ‘causa final negativa’: se hace A para que no ocurra B. 3 Acerca de la soberbia como el mal supremo en el Ambito religioso, Humberto Giannini, Del bien ‘que se espera y del bien que se debe (Santiago: Dolmen, 1997, cap. VD. 4 Baruch Spinoza, Obras completas (Pat Eiiciones La Pleiade, 1970, Eth. L. V. prop. 11). 5 Famosos los orfculos dados a Priamo, a Edipo, ylo que siguié de ello. Sobre este punto: Maria Isabel Flisfisch, Humberto Giannini, Cuando los dioses callaron (Santiago: Lom, 2001). LA RAZON HEROICA PERSONAJES Voz de Apolo Acacio (joven tebano, de paso en Atenas) Eutifrén (sacerdote y adivino; pretende el saber ‘oficial’ en las cosas divinas) Anciano ebrio (Hermégenes, uno de los 500 jueces que constituyen el Tribunal que juzgard a Socrates) ‘Socrates (filosofo) Critén (anciano, fiel amigo de Sécrates) Jantipa (mujer de Sécrates) Nifio pequelio (uno de los hijos de Jantipa y ‘Soerates) Crates (joven discipulo de Calicles) Calicles (retorico, personaje tal ver creado por Platén) Joven ateniense (admirador de Gorgias) Anitos (politico influyente: firmara junto a Méletos y Licén el acta de acusacién contra Socrates) Hermano de Querofén (testigo de lo que refirié Querofin acerca de su visita a Delfos) Presidente del Tribunal de los Quinientos (juez) © Méletos (poeta mediocre; uno de los acusadores) Lieén (politico; uno de los acusadores) Vor de la platea © Escribano (funcionario del Tribunal) ‘Voz femenina (simboliza a las Leyes de Atenas) Fedén (joven discfpulo, predilecto de Socrates) Simmias (disefpulo de Socrates) © Cebes (discipulo de Sécrates) © Hijos de Sécrates y Jantipa Custodio (uno de los Once, es decir, de quienes tenian a su cuidado la prision y el cumplimiento de las sentencias) © Guardias Esclavos ACTOI EN LAS CALLES DE ATENAS ESCENAL 399 a.C. Amanece en Atenas. Desde el fondo de 1a sala truena potente la voz de Apolo, Dios protector de la ctudad. (Woz de Apolo) VOZ de APOLO iEspera un poco, Luz de la mafiana! Ain le queda trabajo ala Noche. éHemos sembrado el temor y el odio en el corazén dormido de todos los atenienses? Quiero que suefien que actian, cuando despierten. (Pausa.) iEh! iEnvidia, pélida Envidia, apura tu tranco! Vuela hasta el lecho de Entifron, esetirrete entre sus mantas, muérdele el alma... Asi, asf. Hazlo saltar de Ta cama, vamos, apresiirate, que salga con su amigo Acacio a atizar el fuego que hemos encendido en la ciudad. Largo silencio, Se enciende una antorcha en la oscuridad. Empieza a aclarar y a distinguirse el ‘espacio en el que se maveréin los actores en este Acto I. El espacio debe representar una plaza, el Agora. Hacia ella convergen y se intersectan dos o tres callejuelas por las que entran o salen los ‘personajes o en las que pueden detenerse antes de entrar propiamente en el Agora. Imaginariamente, en este primer acto los actores tienen frente a si el edificio de tos Tribunates. En el Aeto II, el piblico asistente representaré a los 500 jueces de Atenas. Desde la callejuela de la izquierda, el viejo Eutifrén y Acacio, el joven amigo del sacerdote, avanzan hasta llegar al cruce. Habré alli una iedra o algo que sirva de asiento en el que el viejo Eutifrén pueda descansar. ESCENA II (cacio, Eutifrén, Anciano ebrio) ACACIO (Desperezdindose.) No sé por qué nos hemos levantado tan de madrugada. Atin todo se ve desierto, Ahora tendrés que cumplir tu promesa y contarme qué es lo que tiene tan agitados a los atenienses... Mientras esperamos... éa qué crees que he venido a la ciudad? EUTIFRON Quedémonos por aqui. (Se sienta.) Yo pensaba que habias venido, como tantos, a escuchar a ese demagogo de Calicles, que tiene vueltos locos a los j6venes... Calla... icalla! Alguien viene... ia estas horas! iPor los rayos! éQuién nos gané a ‘madrugadores? (Desde lejos avanza zigzagueando una antorcha, desde la platea.) ANCIANO EBRIO a do con voz trasnochada.) “Vino, que de Baco vino; ‘Te buseo con devoeién Y santa fidelidad Porque ti eres mi verdad, ‘Mi ruta, mi habitacién iay! Sime faltaras, vino Me faltarfa el Dios Sol...” (Pausa.) éHay alguien por aqui? EUTIFRON iBlasfemnia, desacato! Un momento..., a este yolo conozco. ANCIANO EBRIO (Se sobresalta al tropezarse con Eutifrén y Acacio.) iOh! éNo eres ti... el Gran Sacerdote? iMi protector y amigo!, (Dirigiéndose a Acacio.) Salud, joven extranjero... (A ambos, con picardia.) Veo que ustedes también han madrugado. EUTIFRON (Haciendo gestos de asco.) iUfl, supongo que bbuscas el camino de tu casa. Te equivocas, no es por aqui. Vete ya, y avergtiénzate de tu estado. ANCIANO EBRIO No te propases, gran Eutifrén... Toma distancia.) A ver, épor qué quieres humillarme? Pobre seré, pero honrado y tan ciudadano como ‘ti. Con todo respeto te pregunto: équé hay de malo en cantar a los Dioses; en celebrarlos, ti a tu manera, yo ala mia? (Pausa, se vuelve a acercar; en tono confidencial.) Algo grave va a verse hoy en los Tribunales. Se dice quel acusacién a Sécrates va en serio, que se le reprenders por sus discursos, que las buenas costumbres y la piedad de los ciudadanos, delos jOvenes (Sefiala a Acacio.), estén en peligro... Es lo que se dice, Pero ahi estard Hermégenes (Se golpea con fuerza el pecho.) para impedirlo. ¥ ti, joven extranjero, ca cual espectaculo vienes, al de Calicles 0 al de Sécrates? EUTIFRON Vea echarte un rato, Juez de Atenas’. Eso es lo mejor que puedes hacer. ANCIANO EBRIO

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