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— ‘Gus gunrdarse de convertirlos en fetiches. Por_sf soleenn conrtuven hear 20 brindan por sf solos ninguina_resput iva a la fatigosa pregunta deguécela Historia. Llegaios a este punto, quisiera decir unas palabras sobre Ia razin por la que los historiadores del siglo pasado solian desentenderse ce Ia filosofia de la his toria, La expresién la invent6 Voltaire, y desde enton- ces sela viene utilizando en distintas acepciones; pero yo la usaré, si es que alguna vez la uso, come coa- festaciOn a mmestra pregunta: (Qué es la Historia? Para Jos intelectuales le Europa occidental cl siglo xx fue un perfodo esmodo cue respiraba confianza y op- timismo. Los hechos resultaban satisfactorios en con- junto; y la inclinacién a plantear y.contestar pre- guntas molestas acerca de ellos fue por lo tanto débil. cinico mis moderno, observaba que . Mas Un acto pasado esta rauerto, es decir, ca- ‘S== de significado para el historiador, a no ser que gnc pucda entender el peasamiento que se sitia tras Fox c1o, «toda In historia os Ja historia del pensa- ‘sSsto», y «la historia es la xeproduecién en la men: se del historiador del pensamignio cuva historia es Setia> La reconstitucidn del pasado en Ia mente del Sessciador ce spoya en la evidencia empftica. Pero no ‘ee de suyo un proceso emptrico ni puede consistir en = mera enuumeracién de datos. Antes bien el pro- » ceso de reconstitueén vige In sclecetiny la Snterpre- fatide do les echoe: ate os pradanmunta lo que toe tae hechos histdricos, «La Historie, dice ol profe- sor Oakeshott, que en esto exth muy cerea de Co Iagwood, «ea erperiencin del histriador. Nadie In “hace” como no sea el historiador: el vinieo modo de hnacer historia es escribirla» (19). 2 Esta critica penetrante, aunque puede inspirar se- vias reservas, saca a la luz ciertas verdades olvidadas. Ante todo, los hechos de Ja historia nunca nos Megan en estado «puroy, ya que ni existen ni pueden exitir en una forma pura: siempre hay una refrac ion al pasar por la mente de quien los recoge. De ahi que, cuando Hlegara questras anos un Horo de his: torfa, nuestro prim que To escribid, y no a los datos que contiene. FeF Initsteme Toriay cons Gjemplo al gran Ristoriador en ccuyo honor y con cuyo nombre se funsdaron estar ean- ferenciss. Trevelyan, segim cuenta é mismo en su autobiografia, fue «educado por su familia en una tradicién liberal un tanto exuberante» (20); y espero que no me desautorizaria si le describiese como el Ultimo, en el tiempo que no por la valia, de los gran- des historiadores liberales ingleses dentro de Ja tra- icign whi. No en vano se remonta en'su genealogia familiar hasta Macaulay, indudablemente el mayor de los historiadores liberales, pasando por el gran historlador, asimismo whig, George Ouo Trevelyan. La mejor obra, y la més madura, del Dr, Trevelyan, Inglaterra bajo ta Reina Arta, fue cscrita con estos an: tecedentes, y e6lo teniendo en cuenta estos antece dentes comprenderd el lector toda su alcance y sig 19) ML Oust, Experience and its Mades (193), pr. 2. (in) ad Tanvmrin, tr durobiograrhy C90, pg 30 nificado. Desde luego el auor no brinda al lector ex: cusa alguna para ignorarlos. Pordue'si, a la usanza de los aficionados de verdad a las novelas policiacas, se lee primero ¢l final, se hallara en las utimas pig has del tercer tomo el, a mi juicio, mejor compendio de J que hoy se lama interpretacién liberal de Je historia; y se vera que lo que Trevelyan trata de ha: cer es investigar el origen y dq taeiete doe son Hberal inglesa,"y arraigaria limpia y claramen. Ge €H los alloy que siguicron a la muerte de su funda- dor, Guillermo TJ. Aunque tal vex no sea ésta la tink 2 jnterpretacién conesbible de los acontecimientos el reinado de la reina Ana, es una interpretaciém vi lida, y, en manos de Trevelyan, fructifera. Pero para apreciarln en todo su valor, hay que comprender 10 ‘que’ esta haciendo el historiador. Porque si, camo dice Collingw« toriadar tiene que ceproducir meniaimente lo que han ido discuriendo sus drama tis personae, ol lector, ast Ver, habré de reproducir el proceso s¢guido por la mente del historiador. Estu- ien al historiador antes de ponerse « estudiar los hechos. Al fin y.al cabo, no es muy dificil. Es lo que ja hace el estudiante inteligente que, cuando se le re- Zomienda que lea una obra del emineate catedritico Jones, busca a un alumno de Jones y le pregunta qué tal es y de qué pie cojea. Cuando se lee un libro de Historia, hay que estar atento a las cojeras. Si no lo- gran descubrir ninguna, o estén ciegas, 0 el histo- fador no anda. ¥ es que los hechos ne s¢ parecen realmente en anda a los pescados en el méstrador del pescadero. Mas bien se asemejan a les peces que 1a- dan en un ocfano anchuroso y aun a veces inacces!- bile; y Jo que el historiador pesque dependera en par- te de la suerte, pero sobre todo de Ja apna del mar at en que decida pescar y del aparejo que haya elegida, determinados desde luego ambos factores por la cla- se de peces que pretenda atrapar, En general puede decirse que el historindior encontrars Ia-clasn de he ‘busca. Historiar significa inferpretar. Claro que; si, volviendo a Sir George Clark del revés, yo definiese la historia como «un s6lido ndcleo interpre- tativo rodeado de Ja pulpa de Jos hechos controverti- bles», mi frase resultarfa, « no dudarlo, parcial y equ ora; pero con todo me atrevo a pensar que 1010 se ia mds que la frase ociginal. La segunda observacién es aguella més familiar para nosotros de ia necesidad, por parte del historia der, do uaa comprensién imsginativa de las me de las pervonas que le ocunen, del peasamioate
    {yatehte a fis actor: digo «comprensiSn imaging ¥ no «simpatias, por temor a que se crea que ello implica acuerdo. El siglo xix fue flojo en historia ‘medieval porque le repelian demasiado las creencins supersticiosas de Ia Edad Media y las barbaridades por ellas inspiradas como para comprender imagins tivamente a los hombres medievales. O témese Ja cen- soria observacién de Burckhardt acerca de Ia guerra de les Treinta Afos: «Resulta escandaloso para un credo, sea caldlico o protestante, colocar su salvacién por encims de ta imtegridad nacional» (21). E ilsima e s_un historiador del siglo pasado, ease findo-a creexqueera justo y digno de alabanza matar en defensa del pais propio, pero inmoral y equivocado matar-en-defensa.de Ja propia religién, compartir el estada-de-inimo.de quienes-lucharon en Is guerra-de™ Jos Treinta Afios. Esta dificultad es particularmente G5 Bunceuaner, tedgements-on Hisiory and Honats, tad. (ng 89), 1 a. a 32 aif. 2 el campo en que estoy trabajando ahora. de lo que se lleva escrito en los uitimes dies "== los paises de habla inglesa acerca de la Unién Sea, y mucho de lo escrito ea data sobre dichos ‘viene viciado por esa incapacidad de Hegar 4 Jccooprensién imaginativa, por elemental que sea, que acontece en la mente de la otra parte, de que las palabras y las acciones de los otros ‘han de resultar embebidas de mala fe, co- de sentido o hipécritas, No se puede hacer si el historiador no llega a con le mens de after wUre Tos ieee sexcer punto es que sélo podemos capiar el pax 3 Fras comprendrio a través del cristal del jorjadar pertenece a su dpoca y esth Jas condiciones de encla Las mismas palabras de que se vale —tér- Samo democracia, imperio, guerra, revalu- tienen sus connotaciones en curso de las que sgaede divorciarlas, Los historiadores dedicados a tusan vocablos como polis y plebs en el original, s6lo para demostrar que han sor- el obsticulo. Pero no les vale. También ellos =e presente y no pueden escamotearse a si en el pasado echando mano ce palabras de 00 relegadas al olvido, como tampoco sertan Ristoriadores de Grecia 0 Roma por dar sus con la elimide o In toga. Los nombres sqa sucesivos historiadores franceses han ido des- Jas muchedumbres parisinac, que tan im ‘papel desempefiaron en la Revolicién Frar- ies sans-culottes, le peuple, fa canailte, les bras- sen, para quien conozca las normas del juego, B otros tantos maniifestos dz una fillacién polities 0 de tuna inlerpretacién determinada. ¥ es que ol histo riador no tiene mds remedio que elegir: el uso del Tenguaje Te veda TaDeutralidad. ¥ noc slo unt cuestiGn de palabras. En los Ultimos cien afios, los cambios en el equilibrio de las potencias en Europa than mudado por completo la actitud de los historia dores britdnicos hacia Federico el Grande. Los camr bios que, dentro de las iglesias cristiamas, ha experi- mentado el equilibrio entre eatdlicos y protestantes, han alterado profundamente su acitud hacia figuras como Ignacio de Loyola, Lutero y Cromwell. Basta un conoeimiento superficial de 12 obra de los histo- ladores franceses de la Revolucién Francesa en los ‘times cuarema afios, para pereatarse de lo profur- damente que ha sido afectada por la revolucién rusa de 1917. El historiador no pestenser al ayer sino al hay: Nos dice el profesor Fever Roner que st histo. Hadar «debe amar el pasidar (22). Esta es una exor tacién discutible. El amor al pasado puede facilmen- te convertirse en manifestacién de una afioranza ro- mantica de hombres y sociedades que ya pasaron, sin- toma de Ja pérdida de Ia fe en el presente y el futuro, y del interés por ellos (23). Puestos a utilizar t6picos, preferiria aquel otro qu? recomienda liberarse del ‘pero muerto del pasado». La funcién del historiador rng es ni amar el pasido ni emanciparse de dl sino Bauinals 7 comprenderio, ne clave parm lao (2D, Intradiceloa, 9 1. Hemcctamt, Judgements on Mlory end Hiri, Wa nk (19), nhg {Gay Crepe won in'sin letmcheane de tn Noein: “Comm de ta eles ox tf yolee bra J eyaner coenny, su aa. de Banc ‘Stasutio ex laf teserbrensas del pang, eo Mu cultura Mette (Concideracioner intemestvas. 11) 4 i bien son éstas algunas de las ideas de Jo que yo Gamurfa visién collingwoodiana de la historia, hora ss ya sin embargo de pasar a considerar algunos de ‘g25 peligros. El énfasis puesto en el papel del histo- ‘iador como liacerdor de Ia historia tiende, Nevado 2 ‘mit logicas consecuencias, a descariar toda historia ‘sbjetiva: la historia es lo que. iador. ¥ de hecho parece que Collingwood haya Wegado a ‘ssta couclusién en un momento dado, segiin una nota péstuma que cita su editor: San Agustin vio Ia historia desde el punto de vista del cristiano primitive; ‘TUlamont, desde ef de un francés del siglo av1t, Gibboa, desde cl de tun inglés del wvin; Mommsen desde el de alemin Gal siglo oy a peda conduce prepuntarse cull era el punto de vista adecuado. Camaruno de ellos era ‘el inico posible par ig Jovi a ‘Esto cquivale al escepticismo mis total, lo mismo Ja observaeién de Froude, para quien la histo- Sees «un rompecabezas infantil de letras, con el que ‘gedemos formar Ia palabra que se nos antoje> (25). ollingwood, en su reaccién contra Ia chistoria de ti- §e723y cola», contra una mera compilacién de hechos, se scerca peligrosamente 2 tratar la historia como azo brotado del cerebro humano, con lo que nos ‘seintegra a Ja conclusién aludida por Sir George ‘Gerken el pérrafo anteriormente citado, la de que sso existe verdad histérica “objetiva”s, En ver de Ia (29%. Caumsewom, Te aes of Mistory (10, pg. al BH ota Sor aie on Great Sables, 1 1, wb - 3 tworia de que la historia carece de significado, s¢ nos ofrece aqui la teoria de su infinidad de significados, ninguna de Tos cuales es mejor ni mas clerto que Tos Gemés, lo que en el fondo equivale a lo mismo, Des- de luego 1a sezunda teoria es tan insostenitle camo la primera. No puede deducirse, del hecho de que una montafia parezca cobrar formas distintas desde dife- rentes dngulos, que carece de forma objetiva o que tiene objetivamente infinitas formas. No puede dedu- cirse, porque Ja interpretacién desempefie un papel necesario en la fijacién de los hechas de la historia, ni porque no sea enteramente objetiva ninguna inter- pretacién, que iodss Jas iaterpretaciones sean igual mente vilidas y quo en principio los hechos de la his toria no sean susceptiblas de interpretacién objetiva. ‘Mis adelante nos detendremos en el significado exac- to de Ia objetividad en Ia historia. Pero tras 1s hipdtesis deCOllingwood, se oculta otro peligro ain mayor. Si el hisioriador ve necesa- Fiamente el periodo histérico que investiga con ojos Ge su época, y si estudin los problemas de} pasado come clave para Js comprensién de los presentes, no caerd enumaconcepeién puraments pragmitica de 108 hecins, manieniende que el erterio dela Interpret dn recta ha ds sur su-adecuasiGa a alain propésite de ahora? Segin esia hipdtesis, los hechos dé Ta hi totis—Ho son nada, y la interpretacién 10 es todo. Nietzsche ya dejé enurciado ol principio: «La false dad de una opinién no encierra para nosotros obje- ci6n alguna contra ella. El problema radica en saber hhasta dénde contribuye a prolongar la vida, a preser varia, 2 amparar o aun. a crear la especie» (26). Los praginéticos norteamericanos, aunque menos explici- (28) eit et Bin del Mal x, 36 ‘amente y con menos entusiasmo, siguieron el mismo derrotero. El conocimiento es conocimiento para al- gin fin. La validez del conocimiento depende de la ‘validez del fin. Pero aun en los casos en que no se ha profesado esta tearia, la prictica ha resultado no me- ‘nos inquietante. He visto en mi propio campo de in- vestigacién demasiades ejemples de interpretacion atravagante que ignoraban los hechos mas elementa- 5, como para no quedar impresionado ante Ia reall- ad del peligro. No es sorprendente que (2). Claro que no. Mas 1a falacia Sst en suponer que existicron, © tuvieron una sus Sancia cualquiera, antes de ser «jun:adoss, En cuan so nacemos, empieza el mundo a obrar en nosotros, f= transformamos en unidades sociales, de meras unt Gades biolsgieas que éamos. Cada_uno ‘Eamanos, en_carla_uma_de Jas fases_de Ja historia Sdela prehistoria, nace en el seno'de una sociedad, qe le moldea desde su mis femprana edad. Hl idio- (1) Depotiots apun Emergent Occasions, No rl (3) PS A Sys of ogi 4

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