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LA FORMACION DEL ESPIRITU CIENTIFICO por GASTON BACHELARD Al siglo xxi editores, s.a. de c.v. EO DEL AGUA, HONENODETeRREROS Ot, ENED, OF siglo xxi editores, s.a. siglo x11 de espafia editores, s.a. MENENDEZ PIOAL 3 81S, 20036, MADRID. ESPARA portada de mara lisa artnez passage © editorial argos, buco vigesimasextareimpresdn, 2010 siglo nti editors, sa. dec. isbn 978.968-23-1731-6 prior edicién en franots, 1973, ‘© litre pilocophique vin tule original: a formant de esprit stentifigne recs reservados conformea fa ey imresoy hecho en méxicofpinted and mae in mexien imreso en inpresorgrifien hemandex apuchinas nim. 378 fal. evoucién ep. $7700 edo. de méxico INDICE Palabras preliminares ... 2.0.2.2 e sees ee cap. 1 1 m Vv v VI vil vu IX x XI xi La nocién del obsticuo cpitemolin. Phan dela obra El primer obstéculo sla experiencia bisca. El conocimiento general como obstéculo para el conocimiento cientifico a Un ejemplo de obstéculo verbal: Ia esponja, Ex- tensin abusiva de las imagenes familiares. El conocimiento unitario y pragmatico como obstaculo para el conocimientd cientifico. . El obstéculo sustanciaista .. |. Psicoanslisis del Realistar . - El obstéculo animista EL mito de la digestion : Libido y conocimiento objetivo... Los obsticalos del conocimiento cuantitativo - Objetividad cientifica y Picoandlisis .... Indice de los nombres citados traduccién de JOSE BABINI 15 20 66 87 99 us 154 176 199 215 248 281 299 BACHELARD, G., La formacién del espiritu cientifico. Comtribucién a un psicoandlisis rt ee Oo iaee PALABRAS PRELIMINARES I Tornar geométrica Ia representacién, vale decir dibujar Ios fenémenos y ordenar en serie los acontecimientos deci- sivos de una experiencia, he ahi la primera tarea en la que se funda el espiritu cientifico. En efecto, es de este modo cémo se Hega a la cantidad representada, 2 mitad camino entre Io concreto y Io abstracto, en una zona intermedia en Ja que el espititu pretende conciliar las matemiticas y Ta experiencia, las leyes y los hechos. Esta tarea de geometrizacién que a menudo parecié lo- grarse —ya después del éxito del cartesianismo, ya después del éxito de Ia mecinica newtoniana, ya también con la éptica de Fresnel— termina siempre ‘por revelatse insufi- ciente, Tarde o temprano, en Ia mayor parte de los secto- res, estamos obligados a comprobar que esta primera repre- sentacién geométrica, fundada sobre un realismo ingenuo de las propiedades espaciales, implica conveniencias més ocultas, Ieyes topolégicas menos firmemente solidarias con las relaciones métricas inmediatamente aparentes, en una pa- labra: vinculos esenciales mas profundos que los vinculos de las representaciones geométricas familiares. Poco a poco se advierte la necesidad de trabajar debajo del espacio, por asi decir, en el nivel de las relaciones esenciales que sostienen fos fendmenos y el espacio. El pensamiento cientifico es entonces arrastrado hacia “construcciones” més metaféricas que reales, hacia “espacios de configuracién” de los que el espacio sensible, en definitiva, no es sino un misero ejem- plo, El papel de las matematicas en Ta fisica contemporénea 7 sobrepasa pues notablemente 1a simple descripcién geomé- trica, El matematismo no es ya descriptivo, sino forma~ tivo, La ciencia de la realidad no se conforma ya con el cémo fenomenolégico: ella busca el porqué matemitico. 'Y entonces, puesto que lo conereto acepta ya la informa- ‘ibn geométrica, puesto que lo concreto es analizado cortec- tamente por lo abstracto, 2por qué no podriamos fijar la absteaccién como el derrotero normal y fecundo del espiritu cientifico? En efecto, si se reflexiona sobre fa evolucién del spirit cientifico, se discierne de inmediato un impulso que va de lo geométtico, mas o menos visual, a 1a completa abstraccién, Desde que se accede a una ley geométeica, se realiza una asombfosa inversién espiritual, suave y viva como una concepcién: la curiosidad da lugar a la esperanza de crear. Puesto que la primera representaciGn geométrica de los fenémenos, significa esencialmente poner en orden, esta primera ordénacién nos abre las perspectivas de una abstraccidn alertal y conquistadora, que nos lleva a organi- zar racionalmente Ia fenomenologia como wna teoria del orden puro. Entonces, ni podria decirse que el desorden es un orden desconocido, ni que el orden es una simple con- cordancia de nuestros esquemas con los objetos, como po- dria ser el caso en el dominio de los datos inmediatos de 1a conciencia. Cuando se trata de experiencias guiadas 0 cons- truidas por la razén, el orden es una verdad y el desorden un error, El orden abstracto es pues un orden probato, que no cae bajo las criticas bergsonianas del orden hallado. En este libro nos proponemos mostrar este destino gran- dioso del pensamiento cientifico abstracto. Para ello debe- remos probar que pensamiento abstracto no es sinénimo de ‘mala conciencia cientifica, como la acusacién trivial parece implicar, Deberemos probar que la abstraccién despeja al espiritu, que ela aligera al espirita y que ella lo dinamiza. Proporcionaremos esas pruebas estudiando més particular- mente las dificultades de las abstracciones correctas, seiia- fando las insuficiencias de los primeros intentos, la pesadez de los primeros esquemas, al mismo tiempo que subrayamos al cardcter discursivo de Ia coherencia abstracta y esencial que atunca logra su objetivo de una sola vez, Y para mos- 8 tear mejor que el proceso de abstraccién no es uniforme, no titubearemos en emplear a veces un tono polémico tiendo sobre el cardcter de obstéculo que presenta la expe- riencia, estimada conceeta y real, estimada natural € inmediata Para describir adecuadamente el trayecto que va desde la percepcién considerada exacta hasta la abstraccién felizmen- te inspirada en las objeciones de la razén, estudiaremos mél- tiples ramas de 1a evolucién cientifica, Como las soluciones cientificas, en problemas diferentes, no poseen jamés el mis- mo grado de madurez, no presentaremos una serie de cua- dros de conjunto; no temeremos desmenuzar nuestros argu- ‘mentos para mantenernos en el contacto més preciso posible ‘con los hechos, No obstante, si por razones de claridad, se nos obligara a poner grostras etiquetas histéricas en tas di- ferentes etapas del pensamiento cientifico, distinguiriamos bastante bien tres grandes periodos. El primer perfodo, que representa ef estado preciemtifico, comprenderia a Ia vez la antigiiedad clasica y los tiempos de renacimiento y de nuevos esfuerzos, con los siglos XVI, XVII y aun ef XVIU. El segundo periodo, que representa ef estado cientifico, en preparacién a fines del siglo XVIII, se extenderia hasta todo el sigho XIX y comienzos del XX. En tercer Jugar, fijariamos exactamente la era del nuevo espiritu cientifico en 1905, en el momento en que Ia Rela- tividad einsteiniana deforma conceptos primotdiales que se creian fijados para siempre. A partir de esta fecha, la raz6n multiplica sus objeciones, disocia y reconfigura las nociones fundamentales y ensaya las abstracciones mis audaces. En veinticinco afies, como signos de una asombrosa madurez spiritual, aparecen tales pensamientos, que uno sdlo de ellos bastaria para dar lustre a un siglo. Son la mecdnica cudntica, Ia mecénica ondulatotia de Louis de Broglie, 1a fisica de las matrices de Heisenberg, 1a mecinica de Dirac, Jas mecanicas abstractas y, sin duda, muy pronto las fisicas abstractas que ordenarin todas las posibilidades de a ex- petiencia ‘Mas no nos limitaremos 2 inscribir nuestras observacio- 9 nes particulates en este triptico, que no nos permitiria di- bujar con suficiente precisién los detalles de la evolucién psicoldgica que deseamos caracterizar. Una vez més, las fuerzas psiquicas que actiian en el conocimiento cientifico son mis confusas, més sofocadas, més titubeantes de lo que se imagina cuando se las aprecia desde afuera, en los libros donde ellas aguardan al lector. {Hay tan gran distancia entre el libro impreso y el libro lefdo, entre el libro leido y dl libro comprendido, asimilado, retenido! Hasta en un espititu claro, hay zonas oscuras, cavernas en las que atin residen las sombras, Hasta en el hombre nuevo, quedan vestigios del hombre viejo, En nosotros, el siglo XVIII contintia su vida sorda; y puede jay! reaparecer. No vemos en ello, como Meyerson, una prueba de la permanencia y de la fijeza de 1a razén humana, sino mis bien una prueba de la somnolencia del saber, una prueba de esta avaricia del hombre culto rumiando sin cesar las mismas conquistas, 1a misma cultura y volviéndose, como todos los avaros, victi ‘ma del oro acariciado, Mostraremos, en efecto, la endésmo- sis abusiva de Io asertérico en lo apodictico, de la memoria en Ja raz6n. Insistiremos sobre el hecho de que no puede prevalerse de un espirita cientifico, mientras no se esté se- guro, en cada momento de la vida mental, de reconstruit todo su saber. Sélo los ejes racionales permiten tal recons- truccién, El resto es baja mnemotéenica. La paciencia de la erudicién nada tiene que ver con Ia paciencia cientifica, Puesto que todo saber cientifico ha de ser, en todo mo- mento, reconstrufdo, nuestras demostraciones epistemolégi- ‘as no saldran sino gananciosas si se desarrollan a a altura de los problemas particulares, sin preocuparse de mantener el orden histérico. Tampoco titubearemos en multiplicar {os ejemplos, si queremos dar la impresién que en todas las cuestiones, para todos lo fendmenos, es necesario pasar ante todo de Ia imagen a la forma geométrica y Inego de Ja forma geométrica a la forma abstracta, y recorrer el ca- ino psicolégico normal del pensamiento cientifico, Parti- remos, pues, casi siempre, de las imagenes, a veces muy pin- torescas, de la fenomenologia bisica; veremos, cmo y con qué dificultades se sustituyen a esas imagenes las formas 10 geométricas adecuadas. No es de asombrarse que tal geo- mettizaci6n, tan dificil y lenta, se presente durante mu- cho tiempo como una conquista definitiva y que sea sufi- ciente para constituir el sélido espitita cientffico, tal como aparece en el siglo XIX. Se es muy apegado a lo que se ha conquistado penosamente, No obstante necesitaremos pro- bar que esta geometrizacién es una etapa intermedia, Pero este desarrollo seguido a través de las cuestione’s particulates, en el desmenuzamiento de los problemas y de las experiencias, no seta claro sino cuando se nos permita, esta vez fuera de toda correspondencia histérica, bablar de tuna especie de fey de los tres estados para el espicitu cien- tifico, En su formacién individual, un es pasaria pues necesariamente por los’ tres estados siguientes, mucho mas precisos y particulares que las formas comtianas 1" El estado concreto, en el que el espititu se rectea con las primeras imagenes del fenémeno y se apoya sobre una literatura filossfica que glorifica la Naturaleza, y que, ex- trafiamente, canta al mismo tiempo a la unidad del mundo y ala diversidad de las cosas. 2? El estado conereto-abstracto, en el que el es Junta a la experiencia fisica esquemas geométricos y se apo- ya sobte una filosofia de la simplicidad. El espi tiene todavia en una situacién paradéjica: esti tanto més seguro de su abstraccién cuanto mis claramente esta abs- traccién esté representada por una intuicién sensible. 3° El estado absteacto, en el que el espiritu emprende informaciones voluntariamente substraidas a la intuicién del espacio real, voluntariamente desligadas de la experien- cia inmediata y hasta polemizando abiertamente con Ia reali- dad bisica, siempre impura, siempre informe. Finalmente, para terminar de caracterizar estas tres etapas del pensamiento cientifico, deberemos preocuparnos de los diferentes intereses que constituyen en cierto modo su base afectiva, Precisamente, el psicoandlisis, cuya intervencién proponemos en una cultura objetiva, debe desplazar los in- tereses. Sobre este punto, aunque tengamos que forzar Ja nota, quisiéramos por lo menos dar la impresi6n que vis- lumbeamos, con el cardcter afectivo de la cultura intelectual, il tun elemento de solidez y de confianza que no se ha estu- diado suficientemente, {Dar y sobre todo mantener un inte- rés vital en la investigacién desinteresada, no es el primer Geber del educador, cualquiera sea la etapa formativa en la aque se encuentra? Pero tal interés tiene también su historia J, aun a riesgo de ser acusado de entusiasmo fécil, deberemos ensayar de sefialar bien su fuerza a Jo largo de la paciencia cientifica. Sin aquel jnterés, esta paciencia seria sufrimiento. Con aquel interés, esta paciencia es vida espiritual. Hacer Ia psicologia de la paciencia cientifica consistiré en adjuntar a Ia ley de los tres estados del espiritu cientifico, una especie de Tey de los tres estados de alma, caracterizados por in- tereses ‘Alma puceril 0 mundana, animada por 1a curiosidad in- genua, Ilena de asombro ante el menor fenémeno instru- mentado, jugando a Ia fisica para distraerse, para tener el pretexto de una actitud seria, acogiendo las ocasiones de coleccionista, pasiva hasta en la dicha de pensar. ‘Alma profesoral, orgullosa de su dogmatismo, fija en su primera abstraccién, apoyada toda a vida en los éxitos escolares de su juventud, repitiendo cada afio su saber, im- oniendo sus demostraciones, entregada al interés deductivo, fostén tan comodo de la autoridad, ensefiando a su criado como hace Descartes o a los provenientes de la burguesia como hace el “‘agrégé” de la Universidad (*) Finalmente, ef alma en trance de absteaer y de quinta- esenciar, conciencia cientifica dolorosa, librada a los inte- teses inductivos siempre imperfectos, jugando el peligroso Juego del pensamiento sin soporte experimental estuble: transtornada a cada instante por las objeciones de la raz6n, poniendo incesantemente en duda un derecho particular a la Abstraccién, ipero, cudn segura de que la abstraccién es un Geber, el deber cientifico, y Ia posesi6n finalmente depu- rada del pensamiento del mundo ‘{Podremos fograr la convergencia de intereses tan_encon- trados? En todo caso, Ja tarea de 1a filosofia cientifica est Mina He G. Weiss La eopiaton grand jour (ved), p. 85, 86, 87. 12 bien delineada: psicoanalizar el interés, desteuir todo uti- litarismo por disfrazado que esté y por elevado que preten- da ser, ditigir el espiritu de lo real a lo artificial, de lo natural a lo humano, de la representacién a la abstraccién. Nunca como en nuestra época el espiritu cientifico necesita ser defendido, ser ilustrado en el mismo sentido en que du Bellay trabajé en la Défense et Illustration de la langue Feangaise, Pero tal ilustracién no puede limitarse a una sublimacién de las aspiraciones comunes més diversas, Ella debe set normativa y coherente, Debe tornar claramente consciente y activo el placer de la excitacién espiritual en cl descubrimiento de la verdad. Debe forjar la mente con fa verdad. El amor por la ciencia debe ser un dinamismo psiquico autégeno. En el estado de pureza logrado por un psicoandlisis del conocimiento objetivo, ta ciencia es Ia esté- tica de a inteligencia. Ahora, una palabra sobre el tono de este libro, Como en definitiva nos proponemos delinear 1a lucha contra algunos prejuicios, 10s argumentos polémicos pasan frecuentemente al primer plano. Es, por otra parte, més dificil de lo que ‘se supone, separar Ja raz6n arquitecténica de la razén polé- mica, pues a critica racional de la experiencia es solidaria con Ia organizacién tedrica de la experiencia: todas Tas ob- jeciones de la razén son pretextos para experiencias. Se ha Gicho frecuentemente que una hipétesis cientifica que no evanta ninguna contradiccién no esté lejos de ser una hip6- tesis initil. Lo mismo, una experiencia que no rectifica ningin error, que es meramente verdadera, que no provoca debates, fa qué sitve? Una experiencia cientifica es, pues, tuna experiencia que conteadice ala experiencia comin. Por otra parte, Ia experiencia inmediata y usual mantiene siem- pre una especie de caricter tautolégico, ella se desarrolla en el mundo de las palabras y de las definiciones, y carece pre- cisamente de aquella perspectiva de errores rectificados que ‘aracteriza, segiin nuestro modo de ver, al pensamiento cien- tifico, La experiencia comin no estd en verdad compuesta, a lo sumo est hecha con observaciones yuxtapuestas, y es 13 realmente Hamativo que Ia antigua epistemologia haya es- tablecido una vinculacién continua entre Ia observacion y Ja experimentacién, cuando Ia experimentacién debe apar- tarse de as condiciones ordinarias de la observacién. Como Ia experiencia comin no est’ compuesta, ella no podtia ser, creemos nosotros, efectivamente verificada. Permanece siendo un hecho, No puede darnos una ley. Para confit- ma cientificamente la verdad, es conveniente vetificarla desde varios puntos de vista diferentes, Pensar una expe- riencia es entonces mostrar la coherencia de un pluralismo inicial ‘Mas por hostiles que seamos a las pretensiones de los espititus “‘concretos", que creen captar inmediatamente 10 dado, no trataremos de incriminar sistematicamente toda in- tuicién aislada, La mejor prueba de ello es que daremos ejemplos en los que las verdades de hecho Megan a inte- grarse inmediatamente en Ia ciencia, No obstante, nos pa- rece que el epistemélogo —que en esto difiere del historia- doc— debe subtayar, entre todos los conocimientos de una época, las ideas fecundas. Para él, la idea debe poser més que una prueba de existencia, debe poscer un destino espi- ritual, No titubearemos, pues, en. inscribir entre los ertores —o a cuenta de la inutilidad spiritual, que no esti muy le- jos de ser la misma cosa— toda verdad que no sea la pieza de un sistema general, toda experiencia, aun justa, cuya afi macién quede desvinculada de un mécodo general de expet mentacién, toda observacién, por real y positiva que sea, que se anuncie en una falsa petspectiva de verificacién. Un’ mé- todo tal de critica exige una actitud expectante, casi tan prudente frente a Jo conocido como a lo desconocido, siem- pre en guardia contra los conocimientos familiares, y sin mucho respeto por las verdades de escuela, Se comprende, pues, que un filésofo que sigue la evolucién de las ideas cientificas en los malos autores,como an Ios buenos, en los naturalistas como en los mateméticos, esté mal protegido en contra de una impresién de incredulidad sistematica, y que adopte un tono escéptico que concuerda débilmente con su fe, por otra parte sdlida, en los progresos del pensamiento humano. 14 CAPITULO I LA NOCION DE OBSTACULO EPISTEMOLOGICO. PLAN DE LA OBRA I Cuando se investigan las condiciones psicolégicas del progreso de la ciencia, se Mega muy pronto a a conviccién de que hay que plantear el problema del conocimiento ciemtifico en téeminos de obstéculos. No se trata de consi- derar los obstéculos externos, como la complejidad o la fu- gacidad de los fenémenos, ni de incriminar a la debilidad de Jos sentidos o del espiritu humano: es en el acto mismo de conocer, intimamente, donde apatecen, por una especie de necesidad funcional, los entorpecimientos y las confu- siones, Es ahi donde mostraremos causas de estancamiento y hasta de retroceso, es ahi donde discerniremos causas de inercia que lamaremos obstéculos epistemolégicos. El co- nocimiento de lo real es una luz que siempre proyecta al- guna sombra, Jamas es inmediata y plena. Las revelaciones de fo real son siempre recurrentes. Lo real no es jamis “lo que podria creerse”, sino siempre lo que debiera haberse pensado, El pensamiento empirico «3 claro, inmediato, cuando ha sido bien montado el aparejo de las razones. Al volver sobre un pasado de errores, se encuentra Ia verdad en un verdadero estado de arrepentimiento intelectual. En efecto, se conoce en contra de un conocimiento anterior, destruyendo

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