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JUAN VILLEGAS MORALES Lo doctrinal de eE] Burlador de Sevilla y Convidado de Piedras El Burlador de Sevilla y Convidado de Piedra presenta un curioso fenémeno de cri- tica literaria, Don Juan —el protagonista— concentra todos los intereses. Los estudiosos que se han preocupado de la obra olvidan un tanto el andlisis de ella y buscan énica- mente la esencia 0 los caracteres del joven triunfador. De este modo, se aborda el dra- ma investigando los origenes del personaje, su relacién y existencia en otras literaturas, cl significado adquirido por el mito, su ex- traordinaria vitalidad y persistencia [itera- ria. En cambio, como creacién teatral per- manece en un plano secundario, En el presente articulo, me propongo ale- jarme un tanto de esta tradicién y desentra- iar algunos procedimientos usados por Fray Gabriel Téllez. en situaciones diversas y re- feridos a varios personajes del drama, Esta investigacién esti orientada fundamental- mente en torno a los procedimientos mora- lizadores. ‘Algunos de los investigadores ya han se- fialado que su representacién_ no pretendia simplemente divertic al piblico, sino que trascender hacia valores religiosos. “Es innegable que para Tirso lo esencial en su obra era el aspecto teolégico. Constan- temente, desde el principio hasta el final, el libertino recibe admoniciones de su fiel compafiero Catalinén; luego, de su padre y de la estatua de piedra. Don Juan desoye una y otra advertencia, aumenta sus auda- cias y acaba por recibir un castigo aparatoso en esa especie de antesala del infierno que le dispone don Gonzalo. Mirado ast, El Bur- lador era una excelente ilustracién para gra- ves sermones de Cuaresma, y el vulgo tenfa para satisfacerse de sobra con tan ingenua maravilla: no se puede jugar con las cosas de ultratumba ni con la misericordia divi- na, confiando frivolamente en que después todo se arreglard” (1). “La idealizacién monstruosa del seductor eterno ¢ irresistible, idolo de un pantefsmo erético que devora sin cesar humanos cora- zones, y el delirio sentimental de la rege- neracién por el amor, son igualmente aje- nas al alma profundamente cristiana del frai- le de la Merced, que, si crea un simbolo de maldad y rebeldia, es para mostrar en ac- cidn la justicia divina” (2). A estas expre- siones, agrega Blanca de los Rios: “Es de- cir, el escarmiento del pecador y del rebel- de... el escarmiento de la maldad y la rebeldia. En suma, una altisima leccién de moral cristiana. Pero no dada con el lengua- je apostélico y persuasivo del piilpito, sino con todo el fuego, el impetu y la crudeza dlinica de la realidad...” (3). Los autores citados fundamentan sus aser- ciones casi exclusivamente en el desenlace (1) Amético Castro. Introduecién a Tirso de Molina, EL Burlador de Sevilia. Espass-Calpe. Clisicos Castella. ‘nos N° 2. Madrid, 1932. Tercera ediciéa. P. XI. (2) Marcelino Menéndez y Pelayo. Pedlogo al libro de Blanca de los Rios. Del siglo de Oro. Impresta de Ber- rnardo Rodefguez. Madrid, 1910. (G) Obra draméticas de Tirso d¢ Molina, Aguilar, vol. ML, p. 541. 93 o4 te - del drama: el castigo divino para el Bur- lador (4). ‘Américo Castro destaca rasgos que tienen importancia para nuestro estudio: “Constan- temente, desde el principio hasta el fin, el libertino recibe admoniciones de su fiel com- pafiero Catalindn...” Pérrafo que permite conclu a) Don Juan recibe admoniciones, no es un simple presentar sus aventuras. b) Ellas se dan en todo el desarrollo de la obra, ¢) Catalingn es quien tiene, especialmen- te, la funcién de amonestar al protagonista. ‘A pesar de considerar vilidas estas con- clusiones, ellas nos sugieren dudas que es necesario resolver: {Qué clase de admoni- ciones son las recibidas?, ¢qué pretenden?, avan dirigidas s6lo al Burlador?, gen qué situaciones y con qué métodos se hacen pre- sente en ei drama?, gexclusivamente el cria- do cumple con la funcién de admonitor? Responder a estas dudas es uno de los objetivos del presente trabajo, No es mi in- tencién contradecir o negar las afirmacio- nes de tan prestigiosas autoridades. Preten- do demostrar que la creacién dramftica de Tirso posee un marcado tono doctrinal; que &te no se plasma sélo en el postrer castigo —o en ciertas intervenciones de Catalindn, sino que numerosos hechos, situaciones, mé- todos, expresiones y aun Ia caracterizacién de los personajes revelan un sistemtico em- pleo de procedimientos didacticos y una consciente biisqueda de efectos moralizado- res. El drama —prescindiendo de sus valo- res artisticos y draméticos— es una presen- tacién de casos ejemplificadores que tienden a mostrar cémo no se debe actuar en deter- minadas ocasiones y cudl es el castigo para quienes no cumplen lo preceptuado. El moralizar aludido se explicita de modos diversos. (A) Algunos estudiosos se basin, ademés, en ottos su esos. Por ejemplo, que su autor haya sido sacerdote 0, también, oponienda el Bulador a) Condenado por des confiado. Ambas obsas ye complementaria. Anaves pe za Universipap pp Cx En algunos casos —los menos abundan- tes—~ es directo: —¢Qué dices? Mira lo que has hecho, y mira que hasta la muerte, sefior, es corta la mayor vida, ¥y que hay tras la muerte infierno (p. 225) (5). Catalinén, aunque habla a su amo, anun- cia a todo el “patio” gue Jz vida tiene su fin y, por [o tanto, hay que comportarse pensindola como un paso para la vida eter- na. Idea que se expresa con claridad en la relacién muerte-infierno. Las situaciones en Jas cuales fa doctrina se presenta directamen- te no son frecuentes. No obstante el ejem- plo anterior, nos conduce hacia un proce- dimiento de continuo uso en la obra que analizamos. Este es la generalizacién. El au- tor desde un caso individual y concreto se proyecta a lo general. De él induce una ver- dad vélida para Ja totalidad. Marfa Rosa Li- da, al estudiar lo “doctrinal” del Libro de Buen Amor, obtiene una de sus afirmacio- nes sobre la base del pracedimiento descri- to. Observa que Juan Ruiz realiza “la apli- cacién general de cada lance concreto” (6). Por ejemplo: Fueron por ta foxuria ginco nobles cibdades quemadas € destruydas, las tres por sus maldades; las dos non por su culpa, mas por las vecindades: por malas vezindades se pierden eredades (7). La generalizacién logré en el siglo XVII un auge extraordinario. El perfodo de la Contrarreforma, en su afin de cultivar un arte impregnado de ensefianza, le did gran vitalidad. Una de las teorfas interpretativas mis interesantes de la novela picaresca es- pafiola se funda, precisamente, en este arte (5) Todas las citas que realizamos en este trabajo son de la edicidn de Clisicos Castellanos ya mencionada en nota (6) Marla Rosa Lida, Introdsccidn a Libro de Buen Amor, Editorial Lorada. Buenos Aires, p. 14. (7) Juan Ruiz, Arcipreste de Hits, Libro de Buen Amor. Espasa-Calpe, Clisicas Castellanos, N21, Madrid, 1955, séptima edieidn, Copla N* 260, p. 98, vol. 1 Lo pocrrinat pe “Et Burtapor pe SEvILLA “comprometido” de los afios posteriores al Concilio de Trento (8). En el cjemplo citado, aun cuando el cria- do se dirige a su sefior, afirma un postulado de validez general. Tirso no usa el procedimiento uniforme- mente ni apunta con exclusividad al protago- nista. Adquiere formas diversas y también se orienta hacia otros personajes que poseen una caracteristica comén con el “gran Bur- Iador de Espafia”: merecer sancién social 0 divina, La escena que en las ediciones modernas se signa con el numero XV del primer acto es revelante para nuestro propésito. Se en- frentan don Juan y Catalinén. El criado ya no es cl simple “gracioso” de escenas ante- riores, ni es el personaje celestinesco que co- labora en el engafio. Presenta una dimen- sién diferente: es el “antihéroe” que le mues- tra los peligros de su forma de vivir. Cata- linén le dice: Los que fingis y engafidis las mujeres de esta suerte lo pagaréis con la muerte (p. 206). Sin duda que se refiere a don Juan: él, por engafiar mujeres, lo pagar4 con la muer- te. Mas, no se refiere con exclusividad a don Juan. El castigo anunciado ¢s aplicable a 0- dos los que actien coma el Tenorio, Todos aquellos que fingen o engafian mujeres —como lo hace don Juan— lo han de pa- gar con la muerte. Similar es el sentido de: Ta pretendes que escapemos una vez, sefior, burlados; que el que vive de burlar burlado habré de escapar pagando tantos pecados (p. 227) (9). (8) La elacién del procedimiento mencionade con el Petiodo de la Contearreforma ame fué apuntada por el se fior Antonio Doddis M., Catedestico de Literatura Espa fiols, Medieval y Clisica, en cl Instituta Palagdgico de la Universidad de Chile, al comunicarle mis primeras ob- servaciones con respecto al tema. Esta es la posicidn susten- tada por M. Herrero Gatela: Nucew interpretacin de la no vela picaresca, RFE, 1937. (9) La versién citada es Ia que da Américo Castro en su eliciin de Clisicos Castellanos. La edicién “de 1630, semwida casi siempre por Barry ("que nous suivrons presque toujours"), dice: > % El procedimiento no tiene slo como cen- tro magnético a don Juan, Se le encuentra con insistencia dirigido a otras actividades. Tal sucede, verbigracia, con la mencién a los privados (10). Ademés, de referirse al padre de don Juan alude a todos los que se comportan como @\: Don Juan: Si es mi padre el duefio de la justicia y es Ia privanza del Rey, equé temes? Catalinén —De los que privan suele Dios tomar venganza. Si. delitos no castigan y se suelen en el juego perder también los que miran (p. 255). Catalinén alude a los privados y a él mis- ‘mo, pues en cl juego de don Juan participa como “el que mira”. Expresa una verdad que rige para los privados, para él y para todos Jos que actéien como los privados o él. Tiene, ademds, plena conciencia del cas- tigo que le puede sobrevenir: “Yo he sido mirén del tuyo y por mirén no quereia {que me tomase algéin rayo y me trocase en ceniza (p. 255). De este modo, tenemos que la referencia admonitoria, hasta el momento, se dirige a don Juan —como engafiador de mujeres: a los privados y a los que protegen sus act vidades. Ti pretendes que escapemos uns vez, sefor, burlados Que el que vive de burlar, burlado habré de escapar tuna vez (p. 160). Ed. Barry. EI Burludor de Sevilla y Convidado de Pie ‘tra, comedia famosa del maestro Titso de Molina, Gar hier Freres, Libraires-Editeurs, Paris, 1910. (10) Bs de seialar que a sitica’a los privados es un hecho de relativa frecuencia en el teat espaiiol de la Edad de Oro. Se encuentra ya en Lope de Vega. 96 Diferente y menos observado —por lo mismo mis interesante— es el caso que pre- sentan las mujeres que intervienen en el drama. Tradicionalmente, s6lo se las estu- dia en su relacién con don Juan, Por ejem- plo, se dice que pertenecen a mundos socia- es diferentes, Jo cual revelaria cémo don Juan no selecciona a quienes han de ser sus victimas (11). Su examen con la perspectiva que proponemos iluminaria matices no ad- vertidos. Las burladas son cuatro: Isabela, dofia Ana de Ulloa (12), Tisbea y Aminta. Dos de cllas corresponden al primer acto. Si conside- ramos que en é&te —el acto primero— se plan- tean los problemas del drama, podemos ob- servar lo siguiente: una de tas burladas per- tenece a la clase noble y para engaffarla usa el método de hacerse pasar por cl amado. Don Juan, en Napoles, entra en la alcoba de Isabela y es recibido en la creencia que es el Duque Octavio. Frente a una noble, don Juan no se presenta con su propia per- sonalidad: ocupa el lugar destinado a otro. Con Tisbea, no usa el mismo sistema, A la villana la abruma con su nobleza, con su lenguaje cortesano y la convence plenamen- te al jurar ser su esposo: (11) Por ejemplo, Guillermo Diaz Pia (Nuevo asedio 4 don Juan, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1947) ‘Usa sols cosa cierta indica fa lista de estas cuatro mu- jeres: Don Juan no clige. Nobles y plebeyas son iguales a su_paladar” (p. 63). (02) La bucle x doit Ana 90 fud consumada. A. pesar ‘que asf Io afirma Catalindn y que don Juan parece acep- tarlo: Catalindns Burlaste a dofin Ana Don Juan: Calla, que hoy parte aqut que tases por ella, y vengatse aguarda (pégs. 274-275). Sin embargo, es decisive ¢ dilogo final entee dow Gon: zalo y don Juan, en que éte afirma: A tw hija po ofendt ‘que vid. mis engafioe ances (p. 289). ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE A Dios, zagala, plugiera que en el agua me anegara, para que cuerdo acabara y loco en vos no muriera Gran parte del sol mostedis, ya que el sol os da licencia pues sélo con la apariencia, siendo de nieve abrastis. Aunque yo sepa perder en tu servicio la vida la viera por bien perdida, Y yo te prometa ser tu esposo. Juro, ojos bellos que mirando me matdis de ser vuestro esposo (p. 207). Lo significativo estructuralmente esté en que Jas burlas del acto HI y parte del Ht vie- nen a ser casi una repeticién de las resumi- das. A dofia Ana de Ulloa preende con- quistarla vistiendo la capa del Marqués de la Mota, Es noble y usa el mismo sistema que para dofia Isabela, Aminta cae en el en- gafio del Tenorio en forma similar a Tisbea. Esta comprometida con Patricio, pero cree en las “ret6ricas mentiras”. Yo soy noble caballero, cabera de ta familia de los Tenorios antiguos, ganadores de Sevilla (p. 257). Vite, adoréte, abraséme tanto que tu amor me anima a que contigo me case; y aunque el Rey lo contradiga y aunque mi padre enojado con amenazas fo impida tu esposo tengo que ser (pags, 257-258). Juro a esta mano sefiora, invierno de nieve fria, de cumplir la palabra (p. 258). Este reiterar los sucesos es valioso en sf Lo_poctrinat DE “Ex Bur.apor pr SEVILLA mismo. Mas, adquiere todo su valor si lo examinamos en funcién de las ideas que ve- nimos desarrollando, Observemos algunas notas comunes en ellas. Tomaremos como iisicas a las dos del primer acto: Isabela y Tishea. Isabela espera a su novio —el Du- que Octavio— en la alcoba. En vez de en- trar en su pieza el esperado, lo hace don Juan, Al darse cuenta que no es su novio grita y don Juan debe huir. Lo hace prote- gido por su tio don Pedro Tenorio, Pade- mos concluir de esta situacién un hecho de moral social: Isabela no se ha comportado bien porque aguarda en su alcoba a quien todavia no es su. marido. Es factible de pen- sarse que Isabel merece sancién. Que su ac- ruar no es aceptado por su medio social es- 4 afirmado por el Rey de Napoles: Mirad quien son estos dos; y con secreto ha de ser, {que algtin maf suceso creo, porque si yo aqui lo veo, no me queda mas que ver (p. 169). Ah, pobre honor! Si eres alma del hombre, spor gué te dejan en fa mujer inconstante, sies la misma ligereza? (p. 174). En cuanto a Tisbea, sus rasgos son atin més acusados. Es una pescadora, vanidosa, Hlena de orgullo, rechaza y se burla de los hombres de su misma clase social: De cuantos pescadores con fuego de Tarragona de piratas defiende en le argentada costa, desprecio soy y encanto sus suspiros sorda, a sus ruegos terrible, ya sus promesas roca (p. 184) Porque en tirano imperio vivo de amor, seffora, que hallo gusto en sus penas y en sus infiernos gloria (p. 185). De Jo cual se iaficre que su comportarse 2—Anales 4 oF es similar al de la duquesa. Las dos pritme- ras engafiadas (13) por nuestro personaje, presentan el rasgo comin de merecer cen. suras de parte de sus propios medios. El re- sultado es que ambas son castigadas me- diante la participacién de don Juan, De es- te modo, el Burlador cumple una doble fun- cién: él es escarmiento y, a la vez, un me- dio de castigo. Don Juan, por sus pecados es sancionado, Al mismo tiempo, es ua ins- trumento de sancién. Tirso no deja de moralizar en esta oca- sign y es Tisbea, posteriormente también Isabela, quien explicita el didactismo. Tisbea sintetiza su propia historia Yo soy la que hacia siempre de los hombres burla tanta; que siempre las que hacen burla tienen a quedar burladas (p, 210) EI método, tal como to hemos estudiado en paginas anteriores, se repite. Se inicia en lo individual: “yo soy” y en la afirmacién se hace vélida para “las que hacen burk Con una leve diferencia en el sistema de moralizar se da posteriormente una situa- cién semejante, Se encuentran —en la jor- nada tercera— Isabela y Tisbea. Dice éta: La de aquesta costa burla hacia se rindiG. al engafioso: pMal hayse la mujer que en hombre fial (p. 264). La diferencia radica en que ya no es el simple generalizar citado anteriormente. Ahora, la conclusién moral se expresa a tra- vés de un refrdn cuyo valor esté, precisamen- te, en su maximo generalizar. ‘Que Tisbea merece ser sancionada y que Fray Gabriel Téllez Ia usa como un sopor- te para adoctrinar se advierte con claridad en los expresiones de Coridén: 43) ce mencbonada considera un engaflo anterior que silo apare Dun Pedr ENo_basté. emprender ton ina y fuerea extraa tan gran train en Espada con agra aoble mujer...? (p. 169). —iTal fin la soberbia viene! Su locura y su confianza paré en esto (p. 211). Kdéntico es et sentido de fa conclusién ab- tenida por Isabela: iMal haya la mujer que ea hombre fia! (p. 264). En resumen, no sélo don Juan es ubicado en escena como un personaje que cvidencia el castigo recibido por quienes no actéian en conformidad con los preceptos humanos o divinos, sino cambién las mujeres refaciona- das con él. Ellas no son casos individuales. Son presentadas como tipos —lo mismo acae- ce con ef Burlador—. Por ello, no adquicre tuna dimensién exclusivamente esteuctural la rciteracién de clases sociales, de burlas, de formas del engafio, etc. (14). EB} aserto tradicional del castigo extrate- rreno que recibe el personaje, merece algu- nas observaciones. El estadio creado con el “convidado de piedra” no es abrupto. Se anuncia y gesta en todo el desarrollo det drama. Después de burlar a Isabela, en Ndpoles, don Juan se entrevista con su tio don Pedro y éte inquiere: “...cémo la engafiaste?” Al escuchar las explicaciones de don Juan, reacciona: (14) Tal vez estén dentto de te misma lea de tee rend Ia epee algunas de las exproons init, oe {2 tepten poco poteriotmente. Al cater daa fuse ele piczs de Teabelay eta, inquires "{Quién eres, hombre?” Anta cual fesponde den Juan, genial anGalmaacte ‘2Quién soy? Un hombve sin nombee™. Mis tarde, cuando et Rey pregunta: “zQuién eres?”. Contesta don Juan: ~AQuiém ha de ser? Un hombre y sna seajer Expresiones que eliminan lo accidental y concreto y pre sentan al hombre don Juan como representante de la es- peecie hombre. En eo) segundo eas ya no se enftentan fsa. hela y don Juan, como personalidades individuales, sino “un hombre ¥ una mujer". Expeesiones de sentido. valor similae a las generalizaciones que hemos anotado, ‘También es posible explicar, de acuerdo con esto, ef lenxuaje cultista de algunos personajes. villanos. Ellos| no corresponderian a “villanos reales" que Tirso. pretenderia imitar 0 reproducir en escena, sino personajes de Arcadia sin limitacién de la realidad, AwatEs DE_LA Untversioan pe Crit Castiguete el cielo, amént (p. 169). En el comienzo de la obra, ya se pone como Himite de tas aventuras del protagonista a una fuerza divina, Se evidencia, ain mis posteriormente, cuando se comprucba que la justicia terrena lo protege. Mas tarde, al conocer su padre, don Diego, el engafio al Duque Octavio: GEn el palacio real traicién, y con un amigo? Traidor. Dios te dé el eastigo que pide delito igual. Dios te consiente y aguarda, su castigo no se tarda (p. 231). Su padre incide también en esperar del cielo el castigo de tanta liviandad y, toda- via mis, le recuerda que “su castigo no se tarda”, aunque por el momento, lo “con- siente y aguarda”. Coincidente es el proceso en las prome- sas de matrimonio a Tisbea y Aminta. Tisbea, en el instante de los requiebros, suspira: “[Plega a Dios que no mintéis!” Todavia es més rotunda: Tisbea: —Yo a ti me allano bajo la palabra y mano de esposo. Don Juan: —Juro, ojos bellos que mirando me matiis, de ser yuestro esposo (p. 207). Empero, Tisbea, no confia plenamente en su enamorado y, como diltimo recurso, acu- de a la divinidad: Esa voluntad te obligue, y si no, Dios te castigue (p. 208). En el engafio a Aminta el anuncio del fu- turo de don Juan es més evidente, Esté en boca de Aminta y, paradojalmente, del pro- Lo_pocratwat pe “Ex Burtavor pe SEVILLA pio don Juan. Luego de mentir al hacerle creer en el olvido de Patricio, de abrumarla con sus honores, sus riquezas y su clase so- cial, le promete matrimonio. La joven pas- tora exige que jure. El responde evasiva- mente. Ella insiste: Jura a Dios que te maldiga si no la cumples (p. 209). Don Juan: —Si acaso Ja palabra y la fe mia te faltare, ruego a Dios que a traicién y alevosta me dé muerte un hombre .. (ap.) muerto, Que vivo, Dios no permita (p. 259). Vemos cémo Ia reserva mental del osado conquistador se cumplir4 en el desenlace. La prueba més concluyente que el casti- go de don Juan es un proceso que se acer- ca a su climax est4 dado por el romance del acto III. Voces entonan, fuera de escena, un cantarcillo popular. Este repite el estri- billo de don Juan, pero invirtiendo su pro- ceso significativo. El cantar se transforma en augurio, al mismo tiempo, compendia lo acaecido, (Cantan_adentro). Advierten los de Dios juzgan los castigos grandes, que no hay plazo que no liegue, ni deuda que no se. pague. Mientras en el mundo viva no es justo que diga nadie: iQué largo me lo fidist siendo tan breve el cobrarse (pays. 287-288). En [a primera estrofa, la voz anénima y misteriosa avisa a todos los hombres (“los de Dios) que deben pensar en que el pla- B 99 zo siempre llega y que los pecados siempre son castigados. En la segunda, se refiere di- rectamente a don Juan, aunque no lo nombra, De este modo, no es ocasional ni es un desenlace inesperado Ja muerte por inter- medio de un enviado de Dios. Corresponde a su modo de vivir y en todo el transcurso del drama insistentemente se apunta el ele- mento capaz de detener la voragine de don Juan. Es valeroso y espadachin. La justicia terrena no lo alcanza. Mas, existe una di- vina que castiga a quien la merece y, aun- que suele tardar, siempre Hega. El Convidado de piedra confirma el ori- gen de la sancién: Esta es justicia de Dios 1Quien tal hizo, que tal pague! (p. 289). Igualmente, cuando Catalinén narra ante el Rey y los otros personajes, en la dltima escena, los postreros momentos del héroe. Cuenta que dijo don Gonzalo: Dios me manda que asi te mate... (p. 292). Y responde el Rey: Justo castigo del cielo (p. 293). En conclusién: El Burlador de Sevilla y Convidado de piedra no se mantiene inte- gramente en la funcién que Lope otorgé al teatro: entretener al “vulgo”. Pretende rea- lizar, junto con ésta, otra, tal vez de mayor importancia: adoctrinar al pdblico, El mo- ralizar est4 realizado mediante la ejemplifi- cacién con los personajes, Mas, Fray Gabriel Téllez no se satisface con la posible infe- rencia del auditorio, sino que explicita di- cha moralizacién por medio de los procedi- mientos y situaciones que hemos resefiado.

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