El origen de este tradicional postre se remonta a la época
virreinal, con la historia de Doña Josefa Marmanillo. Esta mujer, quien vivía en el Valle de Cañete -muy cerca de Lima-, era una esclava afroperuana muy conocida por ser gran cocinera. Una de sus más grandes recetas era el turrón. Por desgracia, Josefa padeció de una extraña enfermedad que con el tiempo paralizó sus brazos. Esta dolencia le permitió ser liberada del yugo de la época, sin embargo afectó su trabajo.
Ante esta situación, Josefa decidió acudir a la procesión del Señor de los Milagros, para implorar al Cristo Morado por su sanación. Tan grande era su devoción que, cuentan los abuelos, el milagro le fue concedido. En agradecimiento al Señor de Pachacamilla, ella regresó al año siguiente y le ofreció su popular turrón. Esta costumbre se repetía todos los años, hasta que el postre cautivó no solo a Cristo, sino a todos sus devotos.
Hasta hoy, los fieles limeños, entre ellos los niños, buscan probar con desesperación un bocado del delicioso turrón de Doña Pepa, como si la gran Josefa todavía siguiera viva.