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_ Huy rensaponas que «Aqua ria de acontecimicnto porque después de ellos Ii radicalmente manera de pensar se transform: Pensar la historia, Dios, el hombre @ la th bertad después de los maestros de la sspeelit «sun ejerccio muy sugerente, Marg, Nietascie y Freud hacen tambalearse los pilares de It eh vilizacién occidental: son los epicentros 6 ih movimiento sismico que transforma sus vamente cl orden de las cosas, Nada vOWvent a ser pensado de ka misma forma, Nadie que por los maestros de a sO¥he nla impune tras pasa cha, Marx, Nietzsche y Freud putifi gen de Dios y la vivencia religiosa. Sin quel nos ayudan a practicar esta sospecha respect ‘nuestra propias creencias y a vaciar la mente de ‘estas divinidades ant DE saree ey claridad y rigor la ajoseeteh° BA RosetLo anc one iia it 12,50 € DRN PS. Los maestros de la sospecha FRANCESC TORRALBA FRANCESC TORRALBA ‘Francesc Torralba LOS MAESTROS DE LA SOSPECHA MARX, NIETZSCHE, FREUD FRAGMENTA EDITORIAL ‘Taal rigid Publicado por Caleson “Teadacin ect Primers iin Produc edi dacs re. Tere yencandeacin ©1007 205 Depo eg Pajadl Nog. pl 10 stony hrc reawcnse TommAiaa Rowsritd 17267-2005 vin {NDICE Una expres afortunads, Tibuto a Paul Rieeur 7 1a ilosofia, peta de a sospecha » El maestro de la sospccha como hudsped inguictante 23 Las sspechas de Karl Marx ; As el hombre os pars materia cn movies? 6 {la hora few nach de cae? * [Nal oe op dl pb a Los martilazos de Friedrich Nictsche % 214 Dios bios met a 2 lode vlan yr vs? vos {Niles dbidal? v0 Las insolenias de Sigmmand Freud as ‘Noid ombe fuse a fuente de puones? hy sta igi a para oes? ns 2! Dio Pare fauna prove dea conion infanl 1 [Nota final: temo de Dios w Bibliogeaia comentada 8 UNA EXPRESION AFORTUNADA ‘TRIBUTO A PAUL RICEUR ;Los massrnos dela sospecha (es mates da soup- ¢on)!; he aqui na expresién que ha hecho fortuna. En primer lugar hay que reconocer el métito de su crea- dor: el filisofo franeés Paul Ricceur( esta expresién se encuentran tres res contemporsneos: Karl Marx (1818-1883), Friedrich Nietzsche (1844-1900) y Sigmund Freud (1856-1939). ‘Tres figuras que, de una manera decisiva, han tenido influencia en la cultura contemporsnea y sus diversas ‘manifestaciones, Hay pensadores que adguiren la categoria de acontecimiento porque tras ellos la trea de pensar se transforma radicalmente. Abren una discontinuidad ‘en la historia de las ideas de tal manera que es impo- sible pensar después de ells sin tener en cuenta sus aportaciones. Hacer metafsica después de Immanuel Kane, por eemplo, obliga a aceptar seriamente su ct- tica a toda posbilidad de dotar a metafisica de esta tuto cientifico. No es imposible construir metafisica despues de a Critica de larazén pura (1781), pero toda rmetafisica que desee ser calificada de intlectualmente sostenible se las ha de ver, para bien o para mal, con la obra de Kant. Pensar la histori, Dios, el hombre o la libertad después de los maestros de la sospecha es un ejercicio muy sugerente. Marx, Nietzsche y Freud hacen tam- balea fs pares de la civilizacién occidental, son los «picentros de un movimiento sismico que transforma sustancialmence el orden de las cosas. Nada podti see ppensado como antes. Ningiin pensador que quiera ser fel a las exigencias de la contemporaneidad podri cludir estos grandes interlocutores: la exigencia inte- lectual obliga aafrontarlos, a repensalos, a responder —con agudeza—a sus ertieas. No corresponde la en- ‘mienda ala totalidad; tampoco se puede prescindit de sus obras. Nada de lo que ha ocusrido en el campo de las ideas durante el lkimo siglo puede emtenderse al ‘margen de los maestros de la sospecha. La primera ver que el prestgioso pensador francés nb esta expresin para referirse ala mencionada triada fue en un articulo publicado en 1965: «El psi- coandlisisy el movimiento de la culeura contempori- reas, Posteriormente, retomé la misma expresiin en su obra de 1969 El conflict de las interpretacions, que lleva como subtitulo Ensayos de hermenéutice. En el segundo capitulo de est libro, que tiene como enca- bezamiento «Marx, Nietzsche y Freud, Paul Riccrur también utiliza la expresién para referirse a los eres filésofos. Desde entonces, esta expresién ha sido ob- jew de incontables imterpretaciones y se ha utilizado mucho, tanto en el campo de la filosofia como en el de lareologia. En ocasiones, se ha ampliado el ciculo 4 ottos pensadores contemporaneos que también han jercido, con creces, la préetica de la sospecha, Nos referimos, por ejemplo, a autores eomo Ludwig Feuerbach (1804-1872), a quien se lo podria conside- rar como el padte de los maestros de la sospecha, ya ‘que buena parte de ls critcas que articula la mencio- nada triada ya estin formuladas en su obra. El autor de La esencia del eritianism (1843) nacié el afio que rmurié Kant, y su obra fue leda y estudiada especial- mente por dos de los maestros de la sospecha: Marx y Nietzsche. A pesar de que los dos lo someten a una. dura critica, deben mucho a Feuerbach y a su visiin rmaterialistay sensualista del hombre y del mundo, La sospecha teoldgicay lareduccién de Dios a una ppura construccién humana estin filos6ficamente ar- ticuladas en la obra de Feuerbach. Sus eriticas a la religién cristiana, a su dogmatismo y ala moral que della se deriva ambién estin formuladas en la obra de 1841, y tanto en el prologo de la primera edicién como cen al de la segunda (1843), el autor es consciente de «star removiendo los fundamentos de la civilzacién ‘occidental’ Otros después de él han intentado hacer lo mismo, pero ninguno de ellos ha llegado a su exce- lencia nia su calidad argumentativa Sin embargo, la expresin podria asimismo exten- derse a ottos maestros pensadores de los siglos x1x y Xx que, por uno u otro motivo, hayan destacado en la ‘mise en scéne de ta sospecha filosfica. Una tica cons- telacién de filésofos contemporineos han cuestionado los fundamentos de la visin tradicional del mundo, la cosmovisién occidental que se ha forjado en una ineeraccin dialéctica entre el universogriego (Atenas) y el judeocristiano (Jerusalé). En un sentido amplio, se podsfan incluir dentro del mismo efrculo 2 autores como Soren Kierkegaard, Max Stirner, Franz Kafka, 0 bien Michel Foucault y E.M, Cioran, Un lugar preferente entre los maestros de la sospecha lo deberia ocupar la gra de Archur Schopenhauer (1788-1860), cin decididamenteatea sino también por su critica a Ia flosofia moderna de la historia y su visi esenc ‘mente desencantada del hombre, la cual entra en co- lisign con el antropocentrismo esperancado de la Mo- solamente por s1 op- Cf Luni Fevrnwacn, La cence dolerite, Tot, Madi 1998 La gram obra de Euchs Colomer cs pensmientalomdn de Kana Heder, 9 wl, Herder, Baten, 986-1989, tamer comencde de quelacrica dels concencia tigiom. ‘que se hades dane la segura iad del siglo 0 Ba Mo ms eos que aque han labora ks mastos de a sospecha Esco lo exprese también Santiago del Cura Elena en 7 2 destcmpo. Elgi dl Dis inkempestivs, Burge, nen 3/2 (6002), p 330-5. uw LA FILOSOF{A, PRACTICA DE LA SOSPECHA Si conremrtamos, con perspectiva de conjunto, la historia de la flosofia, observaremos que el ejercicio de Ia filosofia esta estrechamente ligado a la pric- tica de la sospecha. Podriamos decir que le es con- sustancial Seria una grave miopia histrica considerar {que el trabajo de la sospecha tan solo es propio de la cra contemporinca Si hay alain rasgo que caractetiea al filésofo desde el inicio es su inquictud, su constante brisqueda de la verdad. El escepticismo esté en el corazén de la filosofia. En el sentido més genuino de la palabra, el escéptico es el que anhela la verdad: no le satisface recorer los caminos trillados, sino que busca explicaciones a los fenomenos que parecen evidentes por si mismos. No hay nada que le parezca obvio, La curiosidad le es inerinseca, asi como cierta desconfianza hacia la tradi- cin, Intenta dar r226n de los hechos a busca la rla- cin entre causas y efectos; en definitiva,ejercitando cl verbo que lees mas propio: razonar, Encontramos ejemplos paradigmacicos de la pric- tica de la sospecha en todo momento. Séerates es el referente més claro dentro de la Grecia deiea: su mé- todo mayéutico es, encubiertamente, un eericio de la sospecha. En el didlogo con sus interlocutor, e genio sriego desmonta sus convicciones, les hace ver la in- consistencia intelectual de las tess que defienden. ‘También es propio de los fldsofos griegos sospe- char del politeismo y de ls creencias y supersticiones de sus coetineos. Sécrates ¢s juzgado por un tribu- nal ateniense por la impiedad, entre otros delitos, y Arist6teles, en contraposicién a toda la mitologia, ‘griega, afiema en el libro XI de la Metafsica que, de hecho, solo hay un Dios y que este Dios es la Causa Primera, el Primer Moror Inmévil y la Vida Plena. Los pensadores griegos sospechan de la religiin popular ‘gfega —el paganismo—, y la acusan de antropo- rmorfista y de puerl. Ninguno de los grandes pens ores griegos, ni Sécrates, ni Placén, ni Avistoteles, ni Plotino, se adscriben a la rligién griega. Jenofon ‘especialmente agudo en su critica cuando afiema que los hombres caracterizamos a los dioses segiin nucs- sos atsibutos humanos. En definitiva, reduce la teo- logia a pura antropologia mucho antes que la sospecha feuerbachiana. La sospecha filosifica no es bien recibida por los mandariness tampoco, naturalmente, por el poder tcligioso. Los filésofos son objeco de desconfianza y recelo. Huelga decir que, al cuestionar las verdades sagradas, los pensadores también ponen en duda las telaciones tradicionales de poder y el juego de fuerzas que vertebran la sociedad. Con el advenimiento de la Modernidad, la sos- pecha se radicaliza. Galileo Galilei cuestiona los fundamentos de la fisica aristotéica, que nadie se habia atrevido a poner en duda. Se sabe que, sega la Fisica de Aristiteles, la Tierra es el centro del uni- verso y es estitica, mientras que todos los astros, incluido el Sol, dan vueltasa su alrededor tal como se deriva de la mera observacién ocular. Galileo, a partir de sus propios razonamientos, cuestiona la comprensién geocénteica y propone una visién he- ligeéntrica Esta sospecha no fue, como se sabe, bien recibida. [No solo porque ponia en cuestin las palabras del Ma- 4gister, sino también porque entraba en conflicto con ‘una interpretacin literal del texto biblico, La sospecha de Galileo, sin embargo, se abrié ca ‘mino a pesar de las dificukades y los padecimfentos que este suftié en vida y del jucio al que Fue someti- do, Bertolt Brecht lo inmortalizé en la conocida obra dramética ttulada, precisamente, Galileo Galilei Fn esta retahila de maestros de la sospecha no se puede olvidar la inmensa figura de René Descartes (4596-1650). El Discurso del métado cs, de hecho, un «jemplo paradigmitico de la prictica de la sospecha. El padre de la flosofia moderna cuestiona todas las ‘ensefianzas recibidas durante sus afios de formacién. ‘También pone en duda los sentidos externos y bus- ‘ca una verdad indudable que pueda convertirse en el pilar desu sistema filoséfico. Hay honestidad en esta bisqueda, Descartes duda de todo lo que ha aprendido y de todo lo que percibe,y lega a la conclusién de que no puede dudar de que piensa 0, para ser mas exactos, de que hay una realidad pensante, una res cogitans. El cogitare exige una cosa que piensa, un cagite. Des- cartes desmantela, enconces, el realismo ingenuo, la cereencia de que las cosas son tal como las percibimos. Introduce la sospecha sobre los senidos y as verdades aprendidas en las instituciones educativas, Nos a vierte de la distancia que puede haber entre el en side las cosas y las cosas tal como las percibimos. Immanuel Kane (1724-1804) es uno de los espi tus mas crticos que ha dado la historia del pensamien- 1 occidental. En su primera Critica (1781) cuestlona la capacidad de la razdn (Vernunfisoermigen) de co- nnocer la realidad. La critica de Kant no es, en ningiin caso, una eritica de libros, ni de ensefianzas recibidas, 1 tamosorin,eakerica OF ta sosnecHA 33, ni de sistemas flos6fico verrebrados por sus predece- sores. Es, ante todo, una critica de la razén misma. I filésofo de Kénigsberg se pregunta si tenemos la capacidad racional para responder, de una mane- ra conclusiva, a las inevitables preguntas de la razén pura. Lacondieién humana se veenfrentada a grandes preguntas de orden metafisico porque el ser huma- no siente una disposicion natural hacia la metafisca, pero esto no significa, en ningtin easo, que pueda tes- ponder cientificamente a las preguntas que él mistno formula: zExiste Dios? Somos realmente libres? Hay una vida eterna? Kane nos muestra que el crticismo es inherente a la filosofia, que filosofar es critica, pero, sobre todo, someterse asi mismo a la critica. [naugura an segun ‘do momento de la Modernidad, Contrariamente a lo ‘que se ha dicho de Kant, el autor de la Critica de la razén pura (1781) no tiene como objetivo deconstruir la metafisica —ni negarle grandeza—, sino explorar su estatuto cientifico, Enere los grandes hitos del pensami porineo hay que situar la figura de Charles Darwit (809-1882). Igual que Galileo, ef autor de La evel cin de las expeces(v859) es un ejemplo paradigascico del trabajo de la sospecha. Sin pretendetlo, Darwin pone bajo sospecha la visin tradicional del hombre y sn de la expecie humana, Al considerar que el del ser humano es el resultado evolutivo de un largo itine- taro y que procede de especies inferiores a, abre una ‘nueva era en la reflexion antropolégica, y esta visin entra en conflicto con lo que, en palabras de Thomas S. Kuhn, se llamard paradiga tradicional. Segin la filosofia natural darwinista, la vida se va abriendo paso desde las formas més simples hasta las ‘més complejas. El ser humano forma parte del con- junto de los seres vivos y es el resultado mas excelso de todo ese proceso, pero no es cualitativamente dife- rente de los seres que lo han precedido, aunque, como consecuencia de su desarollo, tiene ciertas facultades yes capaz.de unas operaciones que lo hacen realmente singular en el conjunc del universe, La vision de Darwin entrarien conflicto con la in- terpretacén literal del Génesis. Ponda entre las cuer das la visi fjsta de la realidad natural aribuida a san Agustin, segin la cual no ha habido evolucion de unas especies a las otras, sino que las entidades existen tal como Dios mismo ls ere al principio de los tiem- pos. La sospecha darwinista exigir alos tedlogos un proceso de reinterpretacién y de reelaboracién de sus preconcepciones sobre el hombre. La hipétesis darwi- inet ening 0 <0, ni desmonta los argumentos del creacionismo, sino {que exige una nueva rinterprtacin dela historia bbli- «ay.en particular, del relato del origen (la provologia. La antropologia iloséfica posterior Darwin cam- biard de signo. Los grandes pensadorescristianos lo leerin y se verin obligados a tepensar sus posiciones. Un ejemplo especialmente significativo de este tabajo de sintess es la obra de Pierre Teilhard de Chardin. ‘De una manera sugerence, posta y centifica ala vez, el autor de El fendmeno humana intenta concliae las aportaciones evolucionstas con las ideas tradicionales del creacionismo tal como se desprenden de la leetu- sa del Genesis, El padre de a fenomenologia, Edmund Husser, es tun hito mas en ef ejercicio de la sospecha, Fiel lector de Descartes y Kant, Husserl buseaba para la filoso- fia un método riguroso y preciso que pudiera Megar a verdades cirtas ¢ innegables como en las matemi- ticas. Matemitico y filésofo de vocacién, como tam- bic lo fucton Blase Pascal y René Descartes, Hussedl clabora un método que exige como paso necesaro la Sabwed diflog ate marsnm la lola de cecies prtcularment interesante a bra de Manuel Sevinin. Cf Manuel SnenistAns Palo y materiale, Sabre Mare y marco, Lt, Barcelona 198). de sus filésofos més representativos de este pasado siglo —como Karl Popper— afirmarén que el materials ‘mo diallctico ¢ histérico no se puede considerar de rninguna manera una teoria cientifica, especialmente porque no se puede someter al métado de falsacién.”" Marx sostenia que su propuesta floséfica podria con- siderarse ciencia en sentido estricto cuando, de hecho, ‘es una hipstesis que contiene apriorismos ideol ‘que de ninguna manera han sido demostrados. Engels, su principal colaborador, entiende la reli- ¢g16n como una forma de idealismo 0 de dualismo a 1a cual contrapone el materalismo monista. Gracias al progreso de las ciencias, Engels eree que se podei con- seguir la unidad entre el hombre y la naturaleza que se habia perdido en lareliginy en a filosofia. Segin él laconcepcién absurd y monstruo- is entre espiritu y materia, hombre y naturaleza, alma y cuerpo, que tiene sus origenes cn la Anvigitedad clisicay en el crstianismo. Engels verd la religion y, en particular, las insti- tuciones religiosas, como enemigas y obstaculizado- ras del desarrollo cicntifico y tecnoldgico, Este es un tépico omnipresente en la Modernidad filosfica que probablemente no es gratuito, sino que tiene causas Cf Kast oven, La lig dele moeigacin cei Te nos, Masi, 2008" explicaivas. Sin embargo, es necesatio poner de relie~ ve que esta confianza ciega en la cienciay en la tecno- Jogia es una actitud muy presente en la obra de Marx y en los posiivistas, y que, posteriormente, ser ticada ¢ incluso censurada por los propios marxistas hheterodoxos. La idea de que la ciencia y la tecnologia liberan es un tépico cuestionado durante la segunda ritad del siglo xx, especialmente por los filésofos de la primera generacién de la Escuela de Frinefort,dis- ipulos heterodoxos de Marx. Nos referimos a Theo- dor Adorno y Max Horkheimes.” Lacaitica de V.1. Lenin a la conciencia religiosa se recrudece. Recoge el célebre dictum marxiano, pero va més alli. Segtin Lenin, la religidn no tan solo es cl opio del puchlo, sino una especie de aguardiente spiritual en el cual ls esclavos del capital ahogan su semblance humano, sus pretensiones a una existencia solo medianamente digna del hombre. Esta vision introduce un cambio pequefio, pero de importantes consecuencias, en la célebre formula de Mars. En cl pensamiento de Marx, la religién era un narcéti- ‘co que el propio pucblo ankelaba en su desgracia y ‘que procedia de la miseria real de su situacion. En dd pensamiento de Lenin, en cambio, el narcotico se Of Max Honemeisten (Theodor Anon, Dial dele sain, Tra, Mai 1994 convierte en un medio incencionalmente creado por las clases dominantes para mantener al pueblo escla- virado y para recibit, por parte de dl, una acttud de hhumildad y de paciencia en la vida terrenal. La re- ligién se convierte, entonces, en un instumento de dominacién, Segin é,el marxismo considera invaria- blemente todas las religiones¢ Iglesias como deganos del capitalismo reaccionario, que sieven para proteger la exploracidn y para enga‘iar 2 la clase obrera En a década de los setenta, los fldsofos y tedlogos de a liberacién mas kicidos ya dieton razén de la sim plicdad de la interpretacidn de Lenin y esalearon, en contraposicién, ef nervio transformador y revolucio- nario intrinseco al cristianismo primitivo. Hicieron tun esfuerzo por recornar a las fuentes originarias de la filosofia marxiana y poner de relieve las coincidencias entre el proyecto de Marx y el de Jeais de Navarc. La critica teolégiea de las objeciones marxianas ha puesto de manifesto que la fe crstiana no est ligada, en modo alguno, a una visiin medieval del mundo. También ha insistido en la idea de que la teologia no pone obsticulos a la investigacién cientfica, nia la innovacién tecnoligica, sino que Gnicamente hace observaciones para un uso de los conocimientos de las ciencias maturales a favor de la persona y de st dignidad. También los cienificos mis destacados del siglo xx han demostrado que a ciencia no puede dar respuesta a ciertos problemas, como el sentido de la cexistencia humana, el valor dela vida y la tarea moral del hombre. Marx es consecuente con sus apriorismos. Llega a conclusiones ligicas, pero no cuestiona aquellos mis- ‘mos apriorismos de los cuales parte. Hay que recono- ‘er que algunos aspeetos de su critica no son gratui- tos. Su sospecha parte de una visi de la reign que ‘nunca podsfa extrapolarse a todo el fenémeno global de la religién, pero que tampoco es totalmente ima- ginada, porque responde, en part, a la realidad que debi vivir el propio Marx. Sus profecias sobre el final dela rligién en el mundo occidental no se han hecho realidad: ls instituciones religiosas tradicional su fren, en la actualidad, un grave proceso de descrédito y de desconfianza socal, pero siguen vivas. Marx ereia decididamente que el desarrollo de la ciencia y de la tecnologia transformaria este mundo cen un cielo en la terra y que, como consecuencia, el hombre ya no tendsia necesidad de consuelo ni de utopia celestial. En el momento presente ni cestiona ef desarrollo de la ciencia y la tecnologia, pero igualmente se constata la necesidad de consuclo 1 respuesta ileimas. El hombre posmoderno ha dejado de acercarse a las insttuciones religiosastradicionales para Menar su vida de satido. No encuentra consuelo en su soledad y seacerca a otros mbitos y mediadores para conseguir el consuelo que anhela en sus momentos de temor. EL resultado, en cualquier caso, sta claro: el hombre siente necesidades de orden metafisico y espiritual ‘que no puede solucionar con los medios cintificos y tecnolégicos que tiene a su aleance. Esta necesidad se puede interpretar como un desorden de la naturaleza, ‘como un sintoma enfermizo de la criatura humana, pero tambign se puede leer como una manifestaciin de la grandeza del hombre y de su singularidad en el conjunto del uni v LOS MARTILLAZOS DE FRIEDRICH NIETZSCHE. 1 @Y St DIOS HUBIESE MUERTO? Pocos rexros han generado tanta literatura critica ¥ tanta heemenéutica como el eélebteaforismo CXXV de La gaya ciencia de Friedtich Nietzsche, donde el protagonista, el hombre loco (der verrickee Mensch), anuncia la muerte de Dios. Para algunos historiado- res de la flosofia contemporinea, esta parabola marca cl comienzo de la reflexidn floséfica contemporinca. Otros van mas alld y consideran que el texto es, de _ficto, el prolegémeno de la posmodernidad, del fra- caso de lo absoluto y del comienzo de un mundo sin referencias sélidas, de un mundo insosteniblemente voluble,relatvista y efimero: en definitiva, de un unie verso liquide. Ya sabemos que la expresin la muerte de Dios no ‘es ni nueva ni original de Friedrich Nietzsche. Antes {que Al se han referido a ella misticos como At Silesius. También Lutero y el mismo Hegel. Como. muestra Henri de Lubac, Schopenhauer la anticipa y Heinrich Heine, a quien Nietsche lia con fruciony hace referencia a ella. Kierkegaard plantea la hipétesis de la muerte de Dios en uno de sus Discurosristianas (0848) y demuestra que la muerte de Dios supondefa la muerte del hombre Pero en boca de Nietzsche esta expresi6n no es tuna simple consigna; tampoco es una lamentacién, ‘nin puro sarcasmo, No es una bowtade que persiga cescandalizar a la comunidad ereyemte 0, como se dice habitualmente, épzter le bourgeois. Segiin el maesteo de la sospecha por antonomasia, la muerte de Dios cs un hecho terrible, un acontecimiento que le cos tari digerira la humanidad. Es asimismo un hecho liberador, el principio de una historia nueva para un. hombre nuevo, el inicio de una era de creacién de valores y de sentido. Nietzsche otorga a sta expresin un significado completamente nuevo, diferente del que le habian atribuido susantecesores,radicalmente grave. El tema no llega a todo su esplendor hasta Asi bablé Zaratus- sa, su obra mis celebrada. La primera parte fue ter ida cl 13 de febrero de 1883, el mismo dia que ‘Wagner murié en Venecia y Fue publicada el siguien- te abril. Acabs de escribir la segunda parte en el mes de agosto de 1883; la tercera,en el mes de marzo de 84, y lacuarta, en abril de 1885. La obra es casi una ‘composicién musical de versos que intenta evocar los antiguos poemas sagrados. El cuadro épico no es muy preciso y el relat, menudo, cede al lirismo 0 al dis- couso de sentencias Nietsche transforma la muerte de Dios en uno de {os puntos clave de su propuesta filosdfca y aventura las consecuencias que se derivan de un acontecimiento ‘tan magno como ese, Introduce la sospecha en el cora- 26n dela cultura contemporénea y muestra, a través de tuna serie de interrogaciones, cémo la muerte de Dios supone una radical transformacién de la idea de hom- bre, dela historia, de la nocién del bien y del mal, de la salvacién y de la perdicign, La sospecha nietzscheana se transforma en una experiencia vertiginosa, porque a muerte de Dios comporta, necesariamente, una pér- dida de referencias, de puntos de apoyo: en definitiva, tuna caida libre hacia un rmundo distin, Nietzsche no plantea esta tesis como sospecha, sino que afirma, deliberadamente, que Dios ha muer to. Lo expresa en boca del hombre loco. En el Zarax tuna lo amancia a través de otto personae fictico: hombre més feo de la historia. Tanto en un caso como en el otto, Nietzsche plantea la cuestién como un he- cho consumado y no como una hipétesis de trabajo para inducie ala reflexién, Esevidente que, desde un punto de vista positivista yy analitco, la expresin Dios ha muert no tiene ningiin ‘sentido, como tampoco lo tiene la proposicién Dios esd vivo. Forma parte de las proposiciones falas de sentido Ginnlowe Sitze) porque ni es de naturaleza tautolbgica nse puede contratar empiricamente. Esto quiere decir ‘que, desde un enfoque flosiico, Ia afrmacién niet scheana es absurda y no hace falta tomérsela en serio. Pero, no solo esa, sino la gran mayoria de proposiciones del Zaratusra y ambién de la teologia cristina encran ‘dentro de conjunto de sentencias faltas de sentido. ‘Mas alli de esea recepcidn, la afirmacidn de Nietz- sche ha generado un inmenso vendaval filoséfico,teo- légico y ético durante of siglo xx. Todos los grandes pensadores se han referido a ella y han interpretado, cada uno a su manera el alcance de la expresin. Este sorprendente interés por la asercién nietascheana no es casual. Muchos han reconocido en su filosofia cesta capacidad proftia; ottos han detectado la coinciden- cia entre sus afirmaciones tebricas y el decurso de la sociedad occidental. La misma frase en un contexto intensa y extensamente religioso apenas hubiera tenido pero formulada en un contexto en ef que [a religin tradicional experimenta una profunda crisis, de ubicacién y en el que el proceso de secularizacién y de relegacién de Dios estan acelerado, la frase ad- {quiere un sentido muy rel De todos modos, Niewsche no se propone hacer sociologia, ni tampoco prospectiva. Plantea, abierta- ‘mente, las consecuencias que se derivan de un mundo sin Dios, muestra la soledad y el inmenso vértigo que causa la muerte de Dios. No cabe duda alguna de que, para Zaratustra, la muerte de Dios es una buena no- ‘ici, es el principio de una nueva humanidad, pero Nietzsche constata, igualmente, que le resulearé muy dificil al hombre vivie sin Dios y librase de su reeuer- do. Anticipa que sentiré nostalgia del viejo Dios y que, cn lugar de mirar hacia delante, tenderé a mirar hacia aris y volvera a existencia anterior. Sabe que la liber- tad pura y soltaria que se abre después de la muerte de Dios es ardua de vivir, y tan solo los mis valientes podrin conquistatla EI nacimiento del supethombre (Cbermensch) exige la muerte de Dios; el paso del ca- ‘mello al nifo solo es posible i Dios muere. La muerte de Dios es, segiin su parecer, el punto de partida de una nueva historia (ene neue Geschich- 10 El superhombre, que es la superacién del hombre através de la voluntad de vivie (Wille zum Leben), se convierte en el fundamento indispensable que se propone a los hombres, en el ideal de la racionali- dad. Hay que vivie, peto vivie es inventar, valorar, cemperar de nuevo, Hay que transformar todos los valores tradicionales, destruyéndolos para hacer sur- gir otras valores nuevos. La fe en Dios conduce, segin Nietsche, a la risién del hombre (Zbmen), Hace falta la de Dios para que el hombre renazca y se desarrolle plenamente. Cuando Nictasche se refiere a la muerte de Dios, nose esta tefiriendo ala muerte de un idole ‘mental, sino a la destruccién de Dios mismo. En este ‘universo que dibuja, el hombre esté radical y absolue ‘amente solo, y es necesario que Forje un sentido a su cexistencia sin busca recursos fuera de si, Como en ef caso de Marx, de Jean-Paul Sartee y de Freud, Niett= sche entiende que la libertad humana solo puede afi mars, realmente, si Dios ha muerto, porque —igual ‘que los dems maestros de la sospecha— entiende a ios como el gran rival y no como el fundamento y la base de la libertad humana. En al relato de La gaya ciencia, Dios es asesina- do por los hombres, aunque, tal como dice el hombre Joco —que actiia como una especie de profeta—, los hombres mismos no son conscientes de lo que han he- cho ni de las consecuencias que tiene un acto de esta ‘magitud. Los eiudadanos que lorodean en cl merca- do no saben que Dios ha muerto, no tienen la menor idea de que han sido ellos sus asesinos. Solo el hombre loco percibe esta muerte, solo él parece inquieto por el ‘magno acontecimiento. El hombre loco ve que. a su alrededor, los hombres siguen actuando como si Dios estuviera vivo, como si no hubiera pasado nada, cuando, de hecho, ya no cst y se han quedado completamente solos. Los hom- bres del mercado no sienten la ausencia de Dios, no sienten ni el vértigo ni el mareo ontolégicos. No sien- ten su ausencia porque, como dice Gabriel Marcel, solo se puede sentir la ausencia de alguien cuando, previamente, se ha sentido su presencia. El hombre loco anuncia un hecho ya consumado, pero no se sabe exactamente ni cuindo ni dénde ha tenido lugar. Los hombres del mercado no se han dado cuenta de la muerte de Dios, porque tampoco experimentaban su presencia. De hecho, Dios ya habia muerto en sus vidas, pero no se habian dado cuenta, | hombre loco intenta que tomen conciencia de la pravedad de tal acontecimiento y del nuevo universo ‘que se abre a partir de entonces, pero los hombres que lo rodean no lo entienden y lo expulsan del mercado El profeta niecrscheano les hace ver que después de la muerte de Dios ya no hay Norte ni Sur, ya no hay bien ni mal, eampoco hay juicio, ni vida eterna, ni ceo, nt infierno, La trama, maravillosamentearticulada, es de trdgica factua, y el destino del hombre loco se parece al de los profetas del Antiguo Testamento. Nadie lo «scucha ni lo comprende porque, como estos, se anti- cipaa la historia, El protagonista del relaro en el Zaranustraesel mis feo de los hombres. Zaratustra lo reconoce como el asesino de Dios. Igual que ocurre en La gaya ciencia, cf deicida no es consciente del akance de su acto ni de las consccuencias que de él se derivan, Zaratus- tra, el profeta de la nueva humanidad, no es ef autor dal aesinato, sino el hombre que predica la muerce de Dios como cl gran acontecimiento della historia. Dice Zaravustta al mas feo de los hombres: Teconoxco bien, di con vor de bron: eres a= sina de Di Déjame ee. No soporaas a Aue que te veias — gue ren siempre y de parte apart, lms eo dels hom- bres Te vengste de exe stig! Tero EI — tenia que mori micaba con unos ojos quel ean odo, — ea as pofandidades las hon- dhras del hombre, ods I encbiraigominia y ele did dees Su campasiin careca de pudor: penetabs ara trindove hasta mis rncones mis wis. Fse méximo Curios, superindicet, supecompasve, tent que Me ca empr: deal texto quis engarme —0 Asjarde vii EI Dios qu vei todo, tabi al hombre ese Dios tenia que mori I hombre no porta que tts * Feedich Nowra orp 354397 Ait habs areca, Aliana, Madi Tal como se pone de manifiesto en este conocido dlidlogo entre Zaratustra y el mis feo de los hom- bres, Dios se concibe esencialmente como un ojo {que mira y que penetra en los esteatos mas profun- dos de la persona, La imagen latente que se aparece cen la mente de lo inexpresable es la de un Dios fiscal que todo lo ve y todo lo condena. Al verse constan- temente observado por este ser superindisereto, el nds feo de los hombres mata a Dios porque, senci Iamente, se sentia muy sucio y muy indigno frente atranea purera. En este sentido, la muerte de Dios no es de inai cién, sino que es un acto intencional, La culpa no de- jaba vivir al mas feo de los hombres. Se sentia sucio, repulsivo, moralmente miserable frente a la bondad infinita de Dios, y no podia soportar mis ese peso, no tenia donde esconderse ni manera de esquivar la mirada de ese méximo curioso. No podia resistir mis el peso de esa presencia y esintié llamado a anulalo. La muerte de Dios, entonces, no es ni una casualidad niu error. Es, més bien, un acto de resentimicnto ‘contra esa mirada acusadora Zaratustra anuncia la muerte de Dios como un momento decisivo de la historia. El mas feo de los hombres no era consciente de lo que hacia, como tam- poco lo eran, realmente, los que uzgaron y mataron a Jess de Nazaret en la cru Este rexto no tendria mas valor que el estrictae ‘mente literari si no fuera porque, de alguna manera, reflja la imago Dei de muchas personas que también ‘etienden la muerte de Dios como el principio de lal beracidn. La idea de un Dios superindiscreto, maximo curioso, omnipresente y omnisapiente no es extrafia en cl imaginario colectivo y ha sido la fuente de culpa bilidades, remordimientos y resentimientos dificiles de ‘curary mis an, de extirpardefinitivamente. Entendido Dios de esta manera, la dvinidad se convierte en fuente cde moralidad, en principio de orden, en una figura pare- cidaa la del Gran Hermano de 1984 de George Orvell ‘Una vex muerto, el rimor De da paso ala totaly plena libertad, a la supresin de la ley que representaba. Este imaginario teolégico hace que el texto sea sig nificativo para muchos lectores. Pero esta visién can nnegativa y hostil de Dios no es una easualidad en la historia, sino consecuencia directa de una presenta- «én y transmisién dela idea de Dios que ha acentua-

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