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JEAN CLARENCE LAMBERT ANDRE BRETON EN MEXICO Traduccion de ULALUME GONZALEZ DE LEON Bn diferentes momentos desu vida, el principal lebrico del surrea- smo voluid su mirada bacia nuestro pais. “El poder de conciiar (la vida com la muere es sin duda alguna el principal atractivo de Mésic0", ba dicbo Breton, La conferencia de Jean Clarence Lam ‘bert que abora publicames, segutda del “Recuerdo de Mézico”, texto ‘eno de admiraciém y atisbos sobre muestra idiosincrasia, nas pro- NSU LIBRO Entretiens, de 1952, André Breton de- clara: “Por escasa que sea mi vocacién por los viz Jes, México, debido tal vez a recuerdos de mi in- fanci, era entre todos ls paises el que mds me atrafa. Y me apresuro 2 decir que no me decepcion6 en lo més minimo" ‘Lo afirmaba, por lo tanto, unos quince afi después de la temporada aqui pasada que hoy recordamas, y puedo dar fe de que el ennusiasmo de Beton por la tierra mexicana estaba ‘entonces muy lejos de haber declinado. En esa misma ¢po- a, Paris contaba con fa presencia de Octavio Paz, quien par- scabs de vez ca cindy on bs ata del gwpo yo también frecuentaba. Nos reunfamos en Cue a Pcs che Breton prestaba a Paz una aten- ‘6a de lo mas amistosa —como Paz nos o dice en unas cuan- tas palabras llenas de modestiainchuidas en La bisqueda de! ‘omienzo, wn texto de fundamental importancia sobre el su- tealismo en general y Breton en particular. Pienso que Bre- ton volvia2 encontrar en Paz, 0 proyectaba sobre él, todo Jo que México le habia inspirado —y no s6lo me refiero a ‘Pazeen persona, con quien fe complacta conversar, sino tam- bina su poesta aunque slo la conociera en forma fragmen- tara ya que no lea el espaol. El caso es que Breton me alent en gran medida cuando emprendi a tarea, que se prolonga- 1a por meses, de triducir un buen nimero de los poemas de Paz. Aperas juzgué presentable mi manuscrio,afinado en colaboracién con el propio autor —quien para entonces ha- ‘bia dejado ya a Paris para viajar al Jap6n—, se lo di a leer a ‘Breton. Pui a vistarlo varias veces en su taller de la calle Fon- tine, aborrado de libros, de objetos y de cuadros: un autén- to Gabinete de Maravillas comparables 2 as que atesoraban los de siglo xv. Alli, con su acostum- Podtembal Bean cha obras rh faba pertinent, proponia a modificaciGn de aigin detalle, ‘comentaba los poemas y, por supvesto, cuando el curso de ‘porcionan un documentadotstimonio sobre la esiancia de Breton, ‘acompariado desu esposa, en la casa de Diego Rivera y Frida Kab- Jo; ast como sobre su polémica amistad con Trotsk (confuncion que ‘ructifcéenel Manifesto de Coycacan —invaluable documento su- ‘realista)y sobre la indeleblebuella que def en Breton su contacto con el are popular y las tradiciones de México 4a plitica lo Hevabe a ello me hablaba de México. De aquellas conversaciones conservo, en especial, el recuerdo de un de- talle preciso: el de un comentario que me caus6 viva impre- sony ademas del interés que podria tener 2 mi juicio storia del surrealismo en general, lo tiene sin duda para el tema del que hoy me, cup. Ese comentario concieme a la famosa frase de! Segundo manifiesto: “El acto surrealista mds simple consiste en bajat ak aalle, revélver en mano, y disparar al azar tanto como ‘¢ pueda contra la multitud”. Como se sabe, ésta es una frase ‘que desperts, como ninguna otra, los més malévolos comen- tarios contra Breton. Obligado a defenderse, éste la ha expli- ado mds de una vez en diferentes épocas y de diferentes maneras. La explicacién mds convincente ¢s, en mi opinién, la que sigue: “Yo quise referirme tan slo ala desesperacién ‘humana, sin fa cual nada podeiajustficar la creencia ent el resplandor que el surtealismo trata de detectar en nvestto ‘propio fondo" “Pues bien”, me dijo Breton, “yo escribi esa frasecita pen- sando en los guerrilleros mexicanas y en el humor negro que se manifiesta en México por todas partes”. EI Segundo manifiesto, de 1930, ¢s ocho aftos anterior al viaje de Breton; el comentario citado, de 1956 0 1957, fue he- cho en cambio unos veinte ais después. Confira asa in- sistente presencia de México en e! pensamiento de Breton. Se trata sin duda de un México muy particular, cuya descrip- ‘ign me propongo intentar esta noche. Ese México no en- ‘cama la realidad mexicana, tl como podrian registrar una ‘cimara imparcia! o una mirada, digamos, periodistica. El Mé- zxico de Breton ¢s una terra émaginal. No digo imaginaria, Por imaginal —término al que recurro con frecuencia en mis antculos sobre el arte de hoy— entiendo un reino en sf un reino de la mente: el reino émaginal es aquel en que se con- ‘regan bajo forma de imgenes imaginadas, invenradas, los catos de la experiencia sensible y los productos del pensa- York 48 9 Man de 1909) JEAN CLARENCE LAMBERT. micnto, del intelecto, Un mundo intermedio que la obra de arte o el poema instauran por obra de su magia propia. Asf definido, lo imaginal no difiere en esencia de io que Breton llamaba surreaidad cuando decia: “Todo lo que amo, todo lo que pienso y siento, me leva a una filosofia particular de la inmanencia segsin fa cual surealidad se verla contenida or la realidad misma y no serfani superior ni extetior ela” Lo que lamo el México imaginal de André Breton desig- 1a, por lo tanto, un campo particular de lo cognoscible que englobaa simbolo y mito y que apunta hacia un sentido. Bre- ton tiene de México una vision activa, creadora de imagenes; 63s, lejos de ser “los dobles empobrecidos de a realidad” —tal como las defini, peyorativamente, Sartre—, son ime- ‘genes reveladoras del ser, del mundo y del yo. Lo imaginal, para decirlo en términos de Bachelard 0 de bachelardianos ‘como Gilbert Durand, es heuristico y epistémico. Manifiesta ¥ conoce. Genera sentido. Es obra, obra humana. Por otra part, el México de Breton —como el Oriente de Nerval, el Rin de Victor Hugo ola China de seins- cribe en una estructura general del pensamniento, Se articula ¢n tomo 2 los temas fundamentals del surealismo, Como origen desu fascinacién por México, Breton cita “ia heliaimborrable" dejada en 4 por cierto libro. Afirma que ste fue “una de las primeras obra leidas cuando atin era ni- iio ya la que Rimbaud dice haber tenido aoceso hacia la mis- ma edad: Costal Indien”; y coment: “Sino para al menos para mi, el amor de a independencta nacié muy probable- mente de la lectura de esa obra. En todo caso, la ficcién y ta historia se codean en elia alas mil maravils. Por un concurso de crcunstancias realmente providencial, mientras preparaba yo esta conferencia, llegé de pronto a mis ‘manos un ejemplar de esa obra —aclaro que Breton no men-

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