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Gisela Ecker (editora) ESTETICA FEMINISTA Jutta Brickner, Christa Wolf, Silvia Bovenschen, Elisabeth Lenk, Christiane Erlemann, Eva Rieger, Renate Méhrmann, Gisela Breitling, Heide Gittner-Abendroth antrazyt los veinte afios) dirigia a su amiga Violet Dickinson, quince afios mayor que ella. La lama sucesivamente «es posa», «mi esposa», «tia», «mi nifia». La mujer se expan- de, se vuelve multiple; es por turno Ja puta, el chulo y el corruptible juez de ambos, es el ave de presa que da weltas en Io alto y Ja victima; si, es incluso el cielo que se refleja en el mar, Con frecuencia, la mujer cree, al entrar en relacién consigo misma por primera vez, cuando se refleja por primera vez a si misma, que se ha vuelto loca. Pero esta locura aparente no es ninguna locura; es el primer paso hacia la cordura. Resulta triste que la suerte de los hombres, temporal: mente abandonados y superfluos, parezea tan sombria. Algtin dia, en el futuro, los hombres se dividirén en pru- dentes y locos, como las virgenes de la Biblia. Los locos se desesperardn, rechinarin los dientes y harén muecas, y rezaran porque se restablezcan las viejas relaciones. Los prudentes puliran sus limparas y esperaran. EI torbellino de los roles no termina en la locura, porque la mujer tiene ahora un espejo viviente en vez de un espejo frio e inanimado, Una relacién fluida reem- plaza ahora al amor romantico-imperialista. Ni en lo er6- tico ni en lo estético existen ya alternativas nitidamente definidas. Resbalamos sin darnos cuenta de una forma hacia la otra, de la amistad al amor, del amor al infan- tilismo camorrista y vuelta a empezar, de la forma pis tolar a una compulsién por rimar en baladas y aleluyas, y de ahi, a veces, a una languida cancién interminable, como un’ salmo. Los sexos van cada uno por su lado. Ya no estan vi- viendo de espaldas uno al otro, sino que se estén ale- jando, por fin, uno de otro. Porque las mujeres necesitan espacio para lo que solo pueden encontrar en su imagi- nacién, Sigrid Weigel LA MIRADA BIZCA: * SOBRE LA HISTORIA DE LA ESCRITURA DE LAS MUJERES ** La historia del «Segundo sexo» en el orden masculino del mundo La critica literaria feminista investiga las consecuen- cias del orden patriarcal sobre la representacién estética de las mujeres en la literatura escrita por los hombres (es decir, sobre las imdgenes de las mujeres), y sobre la posible existencia y los ejemplos concretos de Ia litera- * El titulo es ambiguo, Der schielende Blick puede significar ‘la mirada bizea» o ela mirada subrepticia con el rabillo del ojo». Nota de la traductora inglesa, en adelante: (N. d. 1.1 "Por razones de espacio, este atticulo tao que ser conside- rablemente ebreviado, En el original, Sigirid Weigel comenta la fobra de Caroline Schlegel-Schelling, Sophie Mereaux, Rahel Varn~ hagen, Bettina von Brentano, Fanny Lewald, Louise Aston, Inge Buhman, Christa Wolf, Maria Erlenberger, Caroline Mohr e’Inge- borg Bachmann, para ilustrar las estrategias que emplean las esefitoras en sus narraciones ‘s**" En alemén esto es Das andere Geschlecht, que significa literalmente tanto «el otto sexo» como «el sexo diferentes. Esta claro que Weigel se refiere al libro de Simone de Beauvolr, Le dew ‘idme sexe (EI segundo sexo). (N.d. tL] 9 tura escrita por mujeres (es decir, en la literatura de las mujeres). Esta division entre imagenes de las mujeres y literatura de las mujeres es slo una ayuda conceptual, no debe provocar una esquematica confrontacién entre cultura «masculina» y cultura «femenina». Por el contra- rio, debe permitir una investigacion detallada de las re- laciones entre una y otra y plantear las cuestiones siguien- tes: ¢Hasta qué punto ia imagen de las mujeres en cl discurso y Ia poética masculinos toma en cuenta la rea- lidad social e individual de las mujeres? Y, greproduce la literatura de las mujeres esas imagenes de mujer o se libera de ellas, y, si es asi, como? Los intentos (que se han tornado mucho més vigoro- sos en los tiltimos afios) por reconstruir la historia cultu- ral de las mujeres ya no deberian contentarse simple- ‘mente con Hlenar los huecos que presenta el mapa de los textos literarios alli donde se habfa «olvidado» un nom- bre de mujer. No interesa construir un museo de mujeres de otros tiempos que hacen de modelos y heroinas (0 victimas), con el fin de probar la falsedad de la supuesta falta de cultura y de historia de las mujeres, un museo fen que todas las chermanas del pasado» estén expuestas: las que —a pesar de lo que digan los hombres— si lo- graron escribir, pensar, trabajar, celebrar 0 incluso par- ticipar politicamente, Dado que la empobrecida tradicién de la cultura de as mujeres no es slo consecuencia de la magra produc cién cultural de éstas, sino también resultado de las nor- mas y actitudes masculinas respecto a lo que constituye la tradicién, cualquier consideracisn sobre la historia de las mujeres’ debe vincularse necesariamente a una critica de la teorfa literaria y la historia existentes. Sin embargo, lebemos evitar separar esa laboriosa busqueda de las hhuellas y las fuentes de la formacién de teorias y con- ceptos. Una «cierta tendencia positivista», en vez de una biisqueda sensata de las huellas, me parece perjudicial. Actualmente aparecen demasiadas heroinas cuyas biogra: fas se caracterizan més por el voluntarista optimismo de sus creadores que por la vida de la mujer en cuestién. 70 Ademés, vivimos un diluvio de contribuciones teéricas sobre la estética, la productividad, la escritura y la histo- ria de la cultura femeninas que, en su mayor parte, ig- noran los textos coneretos y resultan en cambio progra- maticas. La anticipacién de una cultura femenina libe- rada, en la teoria feminista, corre el riesgo de volverse normativa si no parte de la critica de Jas expresiones es- téticas realmente existentes de las mujeres. Para dar s6lo un ejemplo: la imagen de Ida Hahn-Hahn como una es critora aristocratica y basta, creada por la critica lite- raria masculina, puede aparecer junto a teorias que hablan de la busqueda de un «espacio femenino», sin ninguna consideracion de las estrategias de Ida Hahn: Hahn, que tienen precisamente ese objetivo. Su imagen, elaborada obedeciendo al prejuicio masculino, no corres- ponde a la teoria feminista, Esta separacién entre la teoria y el examen positivista de las fuentes es particu: larmente caracteristica del feminismo aleman. El partidarismo de Ia critica literaria feminista no debe tomar la forma de una voluntaria seleccién del buen grano entre la cizafia, es decir, la actitud de cuidar de Jas buenas y abandonar a las malas a merced de la critica masculina, Esa parcialidad sera mucho més productiva si los textos y las biografias de las mujeres reales —sus contradicciones, problemas, errores ¢ incluso fracasos— se Ieen y examinan como tn material del que las muje res pueden aprender. Un texto descubierto en algun ar- chivo polvoroso no ser bueno e interesante sdlo porque Jo escribié una mujer. Es bueno ¢ interesante porque nos permite Hlegar a nuevas conclusiones sobre la tradi- cin literaria de las mujeres; saber més sobre cémo las mujeres se enfrentan, en una forma literaria, a su situa: cion actual, las expectativas vinculadas a su rol como mujeres, sus temores, deseos y fantasias, y las estrategias que adoptan para expresarse piiblicamenie a pesar de su confinamiento en Io personal y lo privado. Las mujeres no carecen de historia, no estan fuera de la historia. «Estan dentro de a historia en una posicién especial de exclusion en la que han desarrollado su pro- a \ pio modo de experimentar, su manera de ver las cosas, su cultura.» Se requiere un nuevo esfuerzo (feminista) analitico e interpretativo para reconstruir todo eso. Los pasos tebricos y metodolégicos para lograrlo deben pat- tir del fendmeno histérico de que las mujeres sean con- sideradas como el «segundo sexo»? y de que ellas mismas se vean como tal. Aqui, «segundo» no significa compa- racién ni otredad, sino inferioridad: Ios hombres son el primer sexo, el sexo auténtico. Las mujeres siempre son definidas segdn los criterios masculinos en cuanto a sus caracteristicas, comportamiento, etc. En el orden mascu- lino, Ia mujer ha aprendido a’ verse como inferior, in- auténtica € incompleta, Como el orden cultural esté go bemnado por hombres, pero las mujeres siguen pertene- ciendo a él, utilizan también las normas de las que ellas, mismas son objeto. Es decir, la mujer esta a la ver. in: volucrada y excluida enel ordea masculino, Para la auto- conciencia de la mujer, esto significa verse Viend & vista y como es vista, Ella ve él miundo a través de unas gafas masculinas. (La metéfora egafas» implica la utopia de una mirada liberada y sin obsticulos.) Esta fijada en una auto-observacién refractada en Ja mirada critica del hombre, y ha abandonado Ia observacién del mundo exterior a la amplia mirada de él. Asf, su autorre- trato procede del distorsionante espejo patriarcal. Para encontrar su propia imagen, debe liberar al espejo de las imagenes de mujer pintadas sobre él por la mano mas- La metéfora del eespejo» —su otro lado y sus bordes, su efecto divisorio y «duplicador»— se utiliza general mente en la actualidad para describir la autoconciencia femenina controlada por la mirada masculina, Sin em bargo, la «btisqueda de ejemplos en los textos individua- les concretos (cuadros, peliculas, eteétera)», que postu: laba Silvia Bovenschen en su articulo de 1976, «:Existe 1. Licla, en. conversacién sobre el feminismo, en Rossana Rossanda, Einmischung, Frankfurt, M. 1980, p. 226 2 Simone de Beauvoir, Le detxigme sexe, Paris, 1949 n tuna estética feminista?», slo se ha realizado de una manera vacilante ¢ insuficiente. Todavia nos faltan pre- cedentes para una investigacién sobre esa relacién de espejo en la escritura real de las mujeres, ese «compli- cado proceso que implica conquistar y reclamar, apro- piarse y formular, asi como olvidar y subvertir», En las siguientes paginas me gustaria, por tanto, examinar al: gunos ejemplos concretos de escritura de las mujeres —necesariamente un tanto dispares— y la relacién de esas escritoras con la imagen dominante de mujer, las estrategias que han desarrollado dentro del contexto de la imagen del espejo y cémo se relacionan con su exis tencia como segundo sexo» en el orden masculino. Pero antes, me gustaria revisar la base metodoldgica de esa investigaci6n. La cultura de las mujeres y otras «otras culturas» Hay més «otras culturas» aparte de la cultura de las mujeres, de manera que parece sensato ver qué podemos aprender de sus experiencias, sus conceptos y andlisis Ja forma que toman, y ver si se pueden adoptar sus su- puestos metodoldgicos. Por ejemplo, esta la teoria de las dos culturas» de Lenin, que define la cultura prolet como opuesta a la burguesa; Ia teoria de Ia «cultura ex- tranjera», utilizada en las investigaciones sobre Ia dife- rencia nacional o ¢tnica, particularmente en relacién con los pueblos del «Tercer Mundo»; la categoria de «subcul- tura», utilizada como término para designar a los grupos excluidos y oprimidos dentro del contexto espacial y temporal de una cultura dominante, y el concepto del «marginal» No tiene sentido utilizar la categorfa de «mar ginal» para describir la cultura de las mujeres debido simplemente al niimero de individuos que abarca. Cuan- do Hans Meyer? examina las imagenes de las mujeres en 3. Hans Meyer, Anssenseiter, Suhrkamp, Frankfurt/M., trad. inglesa: Outsiders: A Study in Life and Letters, Cambridge, Mass. afio 1982 B ver. de las mujeres mismas en su investigacién, en las que incluye en esa categoria a las mujeres, los homosexuales y los judios, se produce una simple distorsion logica. Al referirse a las figuras miticas femeninas de la literatura y de la historia del arte, las confunde sin vacilar con las biografias de mujeres reales. Muchas formas de expresin femenina tienen una os- \ cura existencia, similar a la de una esubcultura», contra Ja cual la cultura dominante erige defensas, como lo hace | contra los fenémenos tipicos de una «subcultura». Pero ss no se puede confundir tampaco tal contradic. iujeres en Ia produccion I'y social, por una_pa cultura) subalterna de las’ mujeres, por y cidn dialéetica entre los pa- Lepeles sexuales (que corresponden a una relacién igual: ‘mente dialéetica del proletariado con la clase que se le ‘opone) subraya Ia importancia teorica de un andlisis de clase marxista y también de la idea marxista del desa- rrollo del proleiariado como clase en si. Sin embargo, el vinculo entre el hombre y la mujer como seres sexuales contradice la dicotomia social de su existencia, La com- Lplicidad de las mujeres con los representantes de la cul tura dominante en la relacién sexual es un factor impor- tante en la fatal seduccién y la servidumbre de la mujer cn el orden patriarcal, que obstaculiza la afirmacion de una (¢segunda?) cultura femenina, Parece haber més similitudes con la teoria de una «cultura extranjera» o, mas precisamente, con la relacién entre colonizador y colonizado. También esa relacién es el producto de un proceso histérico que parece inevita- ble. Lo mismo que la ecolonizacién de las mentes» (F. Fa- non) cambia y destruye la cultura extranjera, asi la in culeacién de valores patriarcales a la mujer representa para ella cl peligro de asimilacion en cuanto se eleva has ta (mientras ain esta dentro de) el orden masculino. La desconfianza de la historia feminista hacia el impetu me- todoldgico de la etnoantropologia y la psicologia més 4 recientes no puede ser excesiva. Estas investigaciones son en su mayor parte realizadas por miembros de los pue- blos colonizadores y estén escritas a partir de una fas- cinacién por los «nativos», que evoca la fascinacién de Jos innumerables tedricos’ masculinos que participaron en e! discurso acerca de la enaturaleza de la mujer» y que pensaron que podian descubrir todas las capacidades y cualidades perdidas y alienadas del otro sexo (0 del Otro pueblo), para hacer de la mujer un ser natural, cuyo inico valor para la cultura residirfa en su naturalidad. Pero a diferencia de los colonizados, las mujeres no pue: den resistirse rescatando recuerdos de una cultura auto- noma y pre-patriarcal. No poseen_ninguna_memoria_co- lectiva de un modo de existencia independiente del pa- ‘triarea/colonizador. E ficluso si las mujeres pudieran re- cordar una existencia alternativa, ésta seguiria siendo una existencia basada en Ia relacién con el sexo masculino. Hay muy pocas huellas —pero tal vez. ello significa sim- plemente que sélo se han descubierto esas pocas hue- las— de la existencia real o de la utopia de una convi- vencia igualitaria entre hombres y mujeres, sin domina Gién, Las investigaciones feministas acerca del modus vivendi especial de las mujeres, que a la vez que partici- pan en la cultura existente estén excluidas de ella y opri- midas en ella, deben iniciarse con una sana desconfianza ante toda herramienta conceptual y metodolégica que no sea de origen feminista, Sobre los rodeos del camino que va de las mujeres que escriben a la escritura de las mujeres Al leer Ia literatura de las mujeres, el modus vivendi del segundo sexo deberia ser considerado como un pro- dlema de perspectiva (Ia percepcién y el modo narrativo de la escritora). Sélo sera posible reinterpretar la expe- Hiencia femenina mediante la lectura de la literatura de as mujeres, si se toma en cuenta el rodeo a través de la concepeién masculina, 8 | EI contenido y el modo narrativo de la escritura de las mujeres no se pueden considerar como expresiones originales de la experiencia femenina tout court. Mas bien son intentos por encontrar algiin margen dentro de Ja cultura masculina y pasos hacia una liberacién de ella. Los inicios de la tradicién literaria femenina son prin- cipalmente expresiones inauténticas * de las mujeres; expresiones del segundo sexo, no del primer sexo, y por tanto no son expresiones gentiinamente auténomas. Sdlo se alcanzard el objetivo de una literatura de mujeres no distorsionada cuando las mujeres puedan decir «yor en piiblico sin tener que reconocer primero la definicion masculina de su rol sexual. La historia de una tradicién literaria femenina se puede describir como Ja liberacién de la escritura, paso a paso, desde la perspectiva mascu- Jina hasta una escritura y un lenguaje auténticos de las mujeres. ‘Asi pues, muchas discusiones sobre si existe una ma- nera de escribir especificamente femenina no han hecho més que girar en circulos y no han Jegado a ninguna parte, porque las mujeres rio han utilizado las palabras emujer» y efemenina» sin ambigtiedad; han hablado de las expresiones culturales de las mujeres de un_modo completamente ahistorico, confundiendo los significados ideologico, empirico y utdpico de la palabra «femenino». Se puede probar que la hipétesis de que las mujeres es- criben «diferente» que los hombres es cierta 0 que es falsa con igual mimero de ejemplos. La cuestién de si los contra-ejemplos son excepciones —de hecho, intentos por establecer empiricamente una diferencia en la eset tura— me parece carente de sentido en sf misma. Me pa- rece mucho més importante la cuestidn de si las mujeres * En alemén, uneigenttich, que tiene dos significados: «no ser verdadero Tespecto a uno mismo» y «no ser primario», He ele- ido traducirio como sinauténtico» (¥ por tanto eigentlich sera sauténtico»), siguiendo la traduccién inglesa de ET ser y el tiempo, de Heidegger. Weigel se apoya implicitamente en Heidegger. (Ver ‘Being and Tie, trad. de Macquarrie y Robinson, Londres, 1962) [N. 4. t 1), Reproducimos esta nota porque la opcién es vélida también para la traduccin espafiola (N. d. ed. esp.] 76 speci han encontrado su propio nicho cultural: si, gra gue escriben diferente que los hombres, han desarrolla do una manera de hablar que refleja sus deseos y expe- riencias, o si se someten a las presiones y tentaciones de la imagen masculina de las mujeres. La observacion em- pirica de que las mujeres escriben diferente no es por tanto mas que el punto de partida para plantear la cues tidn de si esa escritura diferente sigue el patrén prescrip- tivo que definia el discurso sobre Ia «naturaleza de la mujer» o si lucha por la utopia de una feminidad «otra» pero auténoma. Por supuesto, esta alternativa sélo existe en Ia formulacién abstracta de la pregunta y no en el texto mismo. Porque un texto, mientras el autor viva en una cultura patriarcal, nunca presentaré solamente la jmagen dominante de la mujer ni solamente la de la nueva mujeres. Una literatura que da voz a la situacién de la mujer como sexo impropio no puede (todavia) ser suficiente Dado que las escritoras individuales del pasado han reaccionado ante las ideas dominantes de «mujer» afir- mativamente, criticamente, protestando u ofreciendo un contra-modelo, la historia literaria de las mujeres se ha dividido erréneamente en fases. Elaine Showalter, por ejemplo, distingue primero la fase de imitacién e inter- cMimecién de las normas, masculinas (Ia fase «femen na»); luego, la fase de la protesta («feminista») y tercero, Ta de la auto-realizacin («hembril»).! Aunque no consi- deremos estas fases como una cronologia histérica pre- ‘isa, resultan de todas maneras insuficientes para inter- pretar la mayoria de los textos, porque una gran cantidad Ge la literatura escrita por mujeres es considerablemente ambivalente en cuanto a la imagen de mujer que presen- ta, La relacién entre la auto-realizacién individual de las mujeres y su autoafirmacién cultural ha evolucionado de un modo muy contradictorio. La literatura escrita por mujeres desde el siglo xvrmt ofrece numerosos ejemplos 4, Elaine Showalter, A Literature of Their Own: British Wo- men Novelists from Bronté to Lessing, Princeton, 1977 1 de contradicciones entre, por ejemplo, la esfera publica y la liberacion, entre diversos géneros de escritura, entre Programas de emancipacién y fantasias ficticias, entre emancipacién intelectual y aior roméntico, entre con- formidad exterior y fuga subversiva.,. Ninguna de esas mujeres, a partir de cuyas biografias ahora (por fuerza) intentamos reconstruir el mosaico de la historia de las mujeres, logré realizar «la libertad y la felicidad; ni siquiera lograron exigirlas. La conformidad y la sumi- sion parciales —como estrategia, como proteccién o, sim- ple y poco problematicamente, como una norma de com- Portamiento internalizada— son generalmente el precio que pagaron por escapar a su rol. La renuncia y Ia pro- testa, la independencia y la servidumbre, el valor y la desesperacién generalmente estaban tan proximos que tenemos que descodificar la estructura oculta de las po- sibilidades de expresion de las mujeres en una cultura patriarcal, antes de poder valorar su escritura. Estas con: tradicciones pueden explicar por qué diferentes biogra. fias de Ia misma mujer con frecuencia presentan image: nes tan distintas de lla, Para salir de ta esfera privada: sobre la diferencia entre eseribir y publicar [...] Mientras no se tome ninguna medida para crear tuna. contrapartida femenina de Ia esfera publica, las mu- Jeres que escriben se veran obligadas a elegir entre con- formarse a los criterios estéticos masculinos o adquirir su propio lenguaje bajo la proteccién de la esfera, si no quieren exponer y sacrificar toda su persona cuando pu- blican un texto. La resistencia de las mujeres a exhibirse en el mercado literario es resultado de su experiencia en la esfera privada, Su exclusion de la economia, la politica y Ja cultura implica que la auténtica literatura de las mujeres s6lo podia al principio dar voz a los sentimien- tos y preocupaciones «meramente» personales y subje- tivos. La publicacién de la subjetividad de una mujer no B equivale, sin embargo, a su liberacién, por tener conse- cuencias (a menudo desagradables) para su propia felici dad. Por lo que se refiere a las mujeres, no se hace ningu- na distincién entre el eseritor y la persona. Asi, el deseo de las mujeres de una participacion publica y de igualdad en la esfera cultural se ve frenado por el deseo de prote ger su propio yo. El deseo de ser reconocida independien: temente de su relacién con un hombre vuelve pub vida privada de una mujer. Sin embargo, zen qué mo- nografia erudita sobre un autor masculino, por ejemplo, se puede encontrar el tipo de basura sensacionalista que encontramos acerca de Sophie Mereu en el libro de Ernst Behler sobre Schlegel?’ Por ejemplo: «Schlegel habia respondido: ‘Pero es una putilla encantadora’, a lo que Pélchaw replic6, ‘Oh, jen la cama es deliciosal'.» No sélo la propia Caroline Schlegel decidié limitarse a escribir cartas. También Rahel Levin (Varnhagen), que sobre todo se preocupaba por la autenticidad de la escri tura de la mujer en su rechazo de la publicacion Me parece que esta en la naturaleza de esa reprensible vanidd de la mujer que escribe para 1a. publicacion —es devin, que procura escribir algo conscientemente pensado— uno 0 varios hombres y Gesfigurarse a st masa al propio Sampo. Diario, 1823° Sin embargo, recomiznda a su hermana, en una carta escrita en 1819: «Ve a lugares donde haya ruevos obje- tos, palabras y personas, donde puedas refrescar tu san- gre, tu vida, tus nervios y tus pensamic=tos. Las mujeres necesitamos eso doblemente.» En su salon y en sus cartas, cre6 espacics donde ella 5, Ernst Bebler, Friedrich Schlegel in Sclstcsuigni:cen und Bitddokumenten, Reinbek b. Hamburg, 1966, p. o4 Rahel Varnhagen, Buch des Andonkes:s ca ture Freud: ed, Hans Landsberg, Berlin, 1912, subrayadcs ce 8. W. 7. Rahel Varnhagen, Buch des Andeniicns cir ihre Freunde 3 vols, Berlin, 1934, vol. 2, p. 564, subrayados de 5.W. 79 misma podia despertar a la vida. Dirige sus propias ex: Presiones verbales y escritas a individuos 0 grupos pe- quefios. Debido a su cardcter privado, la carta es el gé- nero que mejor corresponde a su lenguaje visual y aso- ciativo, en el que la espontaneidad y la reflexion no se excluyen mutuamente, En ese género, las jerarquias del discurso masculino y la poética normativa de los géneros carecen de valor: el orden de cosas masculino, el orden de rango, de significacién y de importancia no pueden alcanzarlo, Aqui, «el tiempo puede seguir el ritmo de sus pasos». [...] Acercarse a la utopia femenina bajo el disfraz protector de ta literatura En los siglos xvi y x1x, muchos textos publicados esctitos por mujeres aparecieron anénimamente © bajo un pscudénimo (generalmente masculino). Esa via de pu- blicacion representa la posibilidad formal de superar la contradiccién entre la autoproteccién y la auto-expresién. Sin embargo, es una solucidn ilusoria, como la funcién del velo frente a los ojos de la mujer, que ciertamente la protege pero también obstaculiza su visién, Sélo se pue- de alcanzar una verdadera solucién sobre Ia base de un piblico y una postica diferentes, es decir, si ambas cosas corresponden a la expediencia femenina. En el largo y arduo camino hacia esta solucién, las mujeres han inven- tado multiples estrategias que les permitian hablar y es cribir @ peser de este conflicto. Una de ellas es el des- pliegue del texio de ficcién. Las mujeres publicaron tex- tos literarios = xtes de exponer ninguna concepcién sobre su sexo en !% filosofia, el periodismo o la politica. Antes de la Revslucién de 1848 (en Alemania), solo se habian publicedo unos pocos textos no potticos escritos por mu- jeres. En los afios revolucionarios y luego, cada vez mAs, a partir de 1860, hubo un nimero creciente de ensayos, obras programaticas y cartas abiertas de las propias mu- jeres sobre la situacion y el rol de la mujer. También las 80 autobiografias de mujeres, que es un género derivado de la publicacion de experiencias personales, sélo empeza- ron a aparecer a mediados del siglo x1x. El disfraz de la literatura procura proteccidn asi como Ja oportunidad de superar las fronteras de lo real y pos tular utopias. La ficcién es un espacio en el que se puede aprender a caminar, a fantasear y a experimentar, para abrir una via creativa a partir de la tensién entre «las ‘taciones de las estrategias y la naturaleza inadecuada de Tos descos»* en la vida real de las mujeres. Es obvio por qué hubo un aumento del mimero de mujeres que tomaron la pluma a fines del siglo xvitr, en el momento en que la estética de los romanticos creaba nuevas posibilidades de expresién pottica. El principio de la mimesis qued6 abolido, lo fragmentario fue acep- tado, el texto cerrado se disolvi6. La armonia entre la estructura de la realidad y la narrativa se rompi, y esto abrié puertas por las que las mujeres pudieron penetrar en la esfera de la alta literatura, Porque el ritmo de la experiencia femenina queda en buena medida excluido de la organizacién temporal y espacial sancionada por Ja sociedad, de la jerarquia reconocida de temas y senti- mientos. (Por esto, el concepto de orden masculino sirve para describir la cultura patriarcal dominante) Solo una estética que se define por oposicién a lo enaturalmente bello» (que de hecho ya no es bello y, para las mujeres, es generalmente feo) permite el desarrollo de un lenguaje femenino de Ia experiencia sin pedir con- formidad al patrén dominante de percepcin y de dis- curso. Las verdaderas limitaciones de la vida femenina se pueden superar y la protesta femenina se puede de- satar slo cuando las experiencias contradictorias de las mujeres se puedan incluir, sin tener que ser transferidas a una solucién plausible y realista, dentro del marco de tun texto/argumento. Esta es la razén por la que hay en la novela social tantas transiciones fluidas hacia lo afir- 8, Este es el subtitulo de Ulrike Prokop, Weiblicher Lebens- ‘usammenhang, Frankfurt am Main, 1976. aL mativamente trivial cuando esta escrita por mujeres. Con- sideremos, por ejemplo, el surgimiento de la «novela de mujer», en el siglo xrX. Muchas de las novelas escritas entre 1815 y 1848 de- rivan su talante critico de Ja resistencia al matrimonio de conveniencia; su tensién épica procede del tema de la oposicién entre amor y matrimonio. Sin embargo, en estos textos también se esconde Ia ideologia del amor verdadero tras la critica al matrimonio de conveniencia. En la segunda mitad del siglo x1x, hay un aumento del niimero de novelas que dan un tratamiento positivo al tema del matrimonio por verdadero amor, con el que el conflicto se resuelve: Ia tensién ha desaparecido. Pero el rol de las mujeres no ha cambiado, excepto que ahora Ia heroina se somete por amor. Estas novelas son trivia- Jes también, porque una vez més describen los roles se xuales dentro del marco preestablecido. Mascaras: problemas de representacién para las escritoras Incluso dentro del _género narrativo, la eleccién de una forma particular de representacién y de manera de escribir tiene para las mujeres una doble importancia (la estética y Ia especificamente femenina). El problema que representa su estatus como segundo sexo en relacién con la publicacin —que, sin embargo, ya no es mera- mente un problema formal— esta particularmente vincu- lado al punto de vista del narrador. Hasta ahora, en la teorfa narrativa, esto se ha tratado en términos del tiem- po y espacio de la accién narrativa. No se puede sim. plemente afiadir a esos términos una dimensién espectfi camente sexual, sino que ésta debe contribuir a una nue- va critica de la técnica narrativa. Esta relacién que se establece en el texto entre el narrador, los personajes y el autor no se debe leer sélo como la realizacién de la ‘concepcién literaria de la autora, sino también como una funcion de la percepcidn y la experiencia de las mujeres 82 como segundo sexo. No se puede dar por supuesto, ni siquiera en la literatura de las mujeres contemporéneas, que una autora elegiré crear un personaje principal fe- ‘menino y/o una narradora: esto no es siempre lo més adecuado para el tema y el argumento. Las escritoras prefieren, mds frecuentemente, elegir una heroina en vez de permitir que el punto de vista narrativo las traicione como mujeres que escriben, Muchas que escriben con la sensacién y la conciencia de su posicién como segundo sexo, la expresan experimentando con diferentes combina: ciones de narrador. Esto con frecuencia produce discon. tinuidades en el texto, pero esto no debe atribuirse a u” simple descuido, porque también muestra cuin dificil es para muchas mujeres mantener la mascara del elemento aparentemente objetivo, pero en realidad masculino, de la narrativa tradicional Con frecuencia se introduce una distancia narrativa al convertirse en protagonista principal un personaje de mujer con quien la escritora obviamente se identifica. Y aunque Christa Wolf ya no parece tener problemas para permitir que una narradora mujer reflexione sobre Christa T.’ eso no significa que los problemas de repre sentacién esbozados aqut estin ya resueltos para las mu- jeres en su conjunto. Muchos textos contemporaneos escritos por mujeres iluminan —a veces con un esfuerzo que pueden percibirse en el texto— su experiencia como mujeres, y gracias a ello alcanzan un ventajoso punto de vista’ Esto ha sido criticado como falsa introspeccién, estrechez mental femenina, etc. En mi opinién, esta for ma de escribir sélo se puede entender correctamente en términos de su importancia histérica, como liberacién de un pasado de fingimientos, mascaras y conformida- des. [..] 9. Christa Wolf, Nachdenken tiber Christa T:, Halle/Saale, 1968, [Nota de la editora.] 83 Desencantamiento y destruccién de la imagen de la mujer, y nacimiento de una nueva heroina Hay otras concepciones de la escritura que inscriben estas contradicciones en la literatura misma y, al hacer- Jo, no las dejan de lado ni las destruyen, sino que les dan forma para trabajar con ellas. Hay textos que conciben la brisqueda de una nueva identidad y una nueva forma de vivir para las mujeres como una liberacién respecto de Ja vida trazada segtin los estereotipos de la feminidad Esta liberacién, en su forma radical, s6lo parece posible si se reconoce la dependencia. La mujer como segundo sexo que sabe que se percibe a si misma como reflejo del deseo masculino puede desarrollar una confianza en si misma dandole a su auto-observacién la forma de anti reflejo. Que este anti-reflejo contenga también cierto de- sencanto se debe a que las imagenes masculinas de las mujeres —en contraste con la realidad social de éstas— no s6lo presentan a la mujer como un sexo situado en posicién desventajosa, sino que la sitiian en un pedestal, para que esas imagenes comprendan la humillacién y la Yeneracién, asi como el miedo a la supuesta omnipoten- cia de la mujer. El camino del desencantamiento con frecuencia implica de una puesta a prueba y una trave de estas imagenes, hacia la destruccién 0 la desilusién C1 De las fantasias y de la renuncia La produccién imaginativa de las mujeres escritoras no se puede considerar independiente de las vidas de las mujeres y del contexto de sus vidas. La imaginacién fe- menina desatada siempre ha resultado amenazadora para los pedagogos burgueses. En la vida cotidiana, la Ereatividad de las mujeres esta limitada por el restringi- do campo de accién y de experiencia que cabe en el ghet to de las necesidades y la mezquindad de la vida familiar (que potencialmente, ofrece espacio para un trabajo com 84 creto y valioso, pero de hecho, debido a su estructura, aisla a la mujer que trabaja en él y la aliena de muchos contextos sociales significativos). Sin embargo ni siquie- ra esta jerarquia estructural era considerada suficiente- mente segura por los autores de innumerables manuales educativos. En el siglo x1X, estos manuales de la buena crianza de las jovencitas estaban Henos de teorias, suge rencias y planes para canalizar la imaginacién femenina La gramatica era considerada como un instrumento para ordenar el lenguaje y el pensamiento; se recomendaban todo tipo de labores de aguja, que exigen una paciencia constante, porque cumplian las normas de la ética bur- guesa del trabajo («primero traajar, luego jugar») y di jan el impulso creativo hacia la produccién de objetos indtiles, seguros y agradables, que, ademés, si formaban parte del ajuar, ocupaban los pensamientos de la pro ductora en su destino futuro como esposa y madre. [...] Los criticos literarios sdlo registran como incapacidad © defecto las ambigtiedades observables en el mensaje emancipatorio de las novelas de las mujeres. En mi opi- nin, la contradiccién entre la protesta de los personajes femeninos y la postura afirmativa que presenta un texto™ descansa en una tensién épica especifica, que correspon- dea una actitud ambivalente por parte de la autora. Deniyo del espacio ficticio del argumento, se imagina una huida, se prueba la resistencia, se formula Ja indig nacién. Sin negarse a si misma el placer de fantasear, Ja autora puede, porque es responsable de los pensamien- tos y acciones de su heroina, seguir siendo conformista ya sea castigandola o permitiéndole (comprensiblemente) Tenunciar. Y asi, tal vez, el mensaje pueda sin embargo alcanzar a las lectoras de una manera subversiva. Sospe- cho que las lectoras contempordneas leyeron, entre li- neas, las novelas de Luise Mihlbach, Fanny Lewald otras, porque gde qué otra manera podrian haber obteni do st mala reputacion, segin la cual corresponde a la 10. Aqui, Weigel se refiere a Fanny Lewald, una eseritora ale- mana de mediados del siglo x1x, [Nota de la editora.] 85 tradicién de George Sand, cuyo nombre era sinénimo de mujer emancipada? El recurso* femenina: mirar de reojo Hasta aqui el tema y Ia concepcién de nuestra discu- sin pueden parecer limitados. Giran en torno a lo otro, el desarrollo de una cultura y una utopia femeninas y, sobre todo, en torno a la relacidn entre las imagenes de mujer y la autoconciencia femenina. Las mujeres debe- rian permitirse mirar por el rabillo de un solo ojo, de esa manera estrecha y concentrada, para con el otro quedar libres de vagar por todo lo ancho y lo largo de Ja dimension social. Para poder mirar « través de su rol sspecifico como mujeres, en todas las esferas y en todos los niveles, necesitan por lo menos dedicar la mitad de su campo de visién a esa mirada rigida sobre el llamado «problema femenino». Sélo podrén corregir ese mirar de reojo cuando el tema de la mujer sea redundante, cuando la mujer que vive y escribe haya superado su doble vida, su vivir segin el modelo fijado por las imagenes domi- nantes y en anticipacion de la mujer emancipada. Y como la emancipacién presupone o incluye la abolicién de la desiguafdad econémica y la injusticia social, el muevo feminismo tiene, por asi decirlo, una mirada doble, partida.”" La mujer italiana, Lidia, que habla aqui se refiere con esto a la irreconciliabidad de su biografia feminista y su biografia politica. Expresa la experiencia de muchas mujeres que encontraron obstaculos cada vez que quisi ron poner en practica sus opiniones, obstaculos a los que debian someterse parcialmente si querian comunicar al- guna cosa, La conformidad o la negativa (0 la renuncia) + En alemén, Vermdgen, que significa a la ver «capacidad» y stiqueza». [N. d. ti. 1, Lidia, en Rossanda, op. cit. p. 20. 86 es la amarga alternativa para aquellas mujeres que quie- ren salir del ghetto de los deberes femeninos. Esto ocurre en todos los campos que estén bajo control masculino, en las instituciones, los partidos politicos establecidos, otras organizaciones politicas y grupos de presién. Asi pues, ésta es la tipica oposicién femenina Conformismo/excentricidad exagerada Aceptacién de los valores masculinos/rechazo de todos los valores. Cualquier forma de conducta que elija una mujer, todo to que le queda, mientras no pueda formular valores nuevos, es el silencio 0 la charla esta inscrita en él: como continuidad, lo inconsciente, lo ritmico, Io arcaico. Si esta descripcién de lo «femenino» es correcta, entonces los programas di dacticos de filésofos como Kant, Fichte y Rousseau pa- recen haber cumplido su propésito de polarizar los se- x0s: «Es, por asf decirlo, deber de las mujeres encontrar la moralidad a través de la experiencia. Es nuestro deber Tevarla a un sistema.» ® Rousseau, con su oposicién entre el movimiento y la abstraccién, valora en menos lo «fe- ‘megino», Irigaray y Cixous lo valoran en més, no sélo por tind simple inversion de las normas, sino con la intencion de suspender y disolver Ia dicotomfa entera, de minar el sistema. La feminidad es, entonces, el verdadero objetivo de ambos sexos. Esto significa que ya no correspondera Jo «masculino» al hombre y lo «femenino» a la mujer, sino que la ferninidad puede ser redescubierta 0 manifes- tada tanto en el hombre como en la mujer. Ya no se trata del viejo suefio de la androginia —es decir, la mezcla de las caracteristicas independientes del sexo biolégico— | La travesia, el cuestionamiento y el descuajamiento | del discurso son necesarios (escribe Irigaray) porque Ia | exclusién de lo femenino tiene lugar dentro de los mode- los y las leyes, los sistemas de representacién, que fun- cionan s6lo como auto-representacidn de la subjetividad. El objetivo final es la destruccién del modo de funcio- namiento del discurso. Estos aspectos de las ideas de Luce Irigaray sobre lo femenino tienen mucho en comin con las de Héléne Ci- xous: la proximidad entre lo efemenino» y lo que fluye, el cuerpo, el ritmo, la falta de forma de un texto femeni- no sin principio ni fin, la proximidad con el palpar y el tocar. Para Cixous, éstos son los rasgos de una «economia femenina» que ella describe como antagonista de la «eco- nomia masculina», de lo simbélico y lo filoséfico y del discurso, La mujer es como el inconsciente que ha sido reprimido y excluido del orden masculino, Es por tanto posible, en su opinién, que la mujer deje que lo reprimi- do aparezca en su escritura sin pasar por la travesia de discursos que sugiere Irigaray.” Y asf las mujeres pueden 2. Ibid, p. 81 23, Helene Cixous, «Wenn ich nicht schrelbe, st es, als wiire ich tot», en Helene Cixous, Die unerdliche Zirkulation des Begeh- rens, Berlin, 1977 24. Cixous, «Geschlecht oder Kopf», ibid. p. 4. 38. 1.3. Rousseau, Emile ou de Téducation, La Haye, 1762, Gomier, Paris, 1964, y otras eds 92 3 sino de la feminizacién de la cultura, punto de vista ex- clusivo de esta teoria, Aunque los principios de Cixous e Irigaray son muy ticos en sus descripciones del orden masculino y condu- cen a una serie de importantes observaciones textuales, veo en ellos algunos peligros potenciales, sobre todo en su recepcién y aplicacién. La falta de cualquier diferer ciacién histérica entre lo que la mujer deberia ser segtin el deseo masculino (por ejemplo, Rousseau), lo que es, y lo que podria ser —es decir, la falta de distincién entre la imagen de mujer, Ia mujer y Ia utopia— corre el riesgo de confinar lo «femenino» en lo «eterno femenino», mien- tras en una revisién del orden masculino, lo masculine toma fuerza de lo femenino: viejo suefio que se encuent en Schlegel, Kleist, Flaubert, Marcuse y muchos otros. La fusién del objeto del deseo (la mujer) con el objeto del deseo (texto), por un hombre que fantasea que él es la mujer del texto —es decir, la coexistencia pacifica de la misoginia con la florificacién de la mujer— tiene sus o: genes en la conexiGn establecida entre sensualidad, poe tica y feminidad. [...] No creo que el hecho de que los hombres descubran los «elementos femeninos» en la literatura nos Ileve muy lejos; como minimo, su presupuesto tedrico —la tesis freudiana de la bisexualidad humana demostrada por la presencia de rasgos «femeninos» y «masculinos» en am- bos sexos— es una utilizacién problematica de la pola ridad conceptual femenino/masculino. Aunque tiene ori- gen en la buena intencidn de liberar los roles sexuales de su determinacién biol6gica, esta tesis sdlo prescribe de hecho una dicotomia entre los sexos mucho més pro- funda y significativa, porque eterniza esa dicotomia en inos de roles sexuales sociales. Todo un montén de caracteristicas especificas quedan incluidas en un solo (0, de manera que la oposicién (derivada de la di cotomia sexual burguesa) entre lo «masculino» (activo, racional, eteétera) y lo «femenino» (pasivo, emocional, etcétera) resurge una vez més, y la dnica diferencia es que ahora puede haber mujeres «masculinas» y hombres «femeninos». {No es un gran adelanto! Por el contrario, me parece mas sensato conservar las palabras chombre» y emujer» —porque después de todo se trata de los individuos vivos y caracterizados por esos términos— y hablar y pensar sobre las caracteristicas y modos de comportamiento implicitamente atribuidos como si realmente existieran. Sélo hablando de indivi- duos vivos es posible vincular dos fenémenos discretos, ‘como lo activo y lo emocional (de otra forma fijados en oposiciones conceptualmente irreconciliables), sin que ello sea proscrito 0 tachado de «demente». Sdlo enton- ces seria posible cuestionar aspectos individuales de lo que representa el vardn en el discurso burgués, y no rechazarlo en conjunto. Por tanto, me gustaria rehabili- tar las consideraciones sobre la mujer planteadas por la teorfa y la pottica feministas, en vez de las ideas de Cixous e Irigaray, cuya mistificacion de lo femenino me inguieta aunque comparto su critica de aquellas teorias que erigen a la mujer en nuevo objeto de los viejos dis- cursos. Para liberarse de su modo de existencia como «segun- do sexo», las mujeres necesitan todos sus sentidos, su razén y sus sentimientos. Deben, ante todo, encontrar nuevas formas de percibir y expresar, de lograr percep. ciohes que son impresiones de los sentidos, que captan, juzgan y son activas, como, por ejemplo, la mirada.” Irigaray, que trabaja dentro de la tradicién estruc- turalista, atribuye la mirada al sistema masculino, a lo conceptual, al nombrar y al individualizar, a la metafora: mientras que la mujer se vincularia a lo gestual, lo me tonimico, lo asociativo: El predominio de la mirada y el tratamiento especial de Ja forma, la individualizacién de la forma propia de la 16- igica occidental, es ajena a la erética femenina. La mujer 26, Ver nota 13, cuentra satisfaecion- mediante el tacto, raucho més que mediante la mirada.” i aqui es la advertencia | inién, lo importante aqui & tenia | ae! ara mujer deberia cuidar de ao alienarse de su perfepcin asociativa, que esté vineulada a ia experien | Gia, Pero, por ot Parte, i ea ee fidigna también ha contribuido @ ave Ie Te er me (Gagntre atrapada en su situacién. me fae alo te tan pee [nein cambio, Ene "stony no ponerse anteos lar su propia mirada, como una raanetiva y no voyeuristica, La mujer que se Tepro- mirada acti ¥,"pora quien la mujer se converte en un Si jomte en el que se pierde y se encuentra (Lent), eSPei0 vinjon necesita unos ojos agudos para entence® STyenguaje ayer, la articulacion de su cuerpo, ||/masculinos, sino /el Jenguaje de la otra mi | ee a Lrt~—“—s—s™OOC;:C;CzsSs tos discursos sea el melon. se puntos de. pata oe te gjer dvd, pero gue tal ve leven = Sept cada fe encuentro. Para tomar como elemPlo un Toga com, un enfoque anaitico que tents cP tn Heeonmas de product To femenino la Her rans Oe ra reconoeer los patrones y Tes imée de tos hombres, Paves eternamente recurrentes ¥| auto genes jos de ia Femsnidad. Su trea consists oh ope, reptic ere as imagenes de [as mujeres 9 subrepiciamens rica existe Ja hteratare de Is ry sencantarlas. Y * iron ds j vissgue esta desviacion ). Debi jeres que no SiEve Crna tradicionalmente lo «femenine»y aque Ja mujer ira verse como carencia (que én) dis aprende 9 jamente defiida), como . La mujer, que en el orden masculino esta co denada al silencio, se hace ofr mediante Ia parlanchine- ria del cuerpo histérico, anoréxico 0 depresivo. Su charla no carece de objeto, aunque con frecuencia (al principio) no va a ninguna parte, Y resulta notable que la cura 0 la mejoria de la enfermedad en un sentido psiquidtrico —es decir, la mejoria de los sintomas agudos de la en- fermedad— con frecuencia deja una sensacién de vacio en Ja mujer afectada. [...] Esta sensacién de espacio va cio, de «ego sin forma», persiste cuando se descarta el ego femenino «normal». La contradiccién que se percibe originalmente entre las promesas vinculadas a la «fe- minidad» y la desolacién real de las vidas de las mujeres se resuelve en un sentido negativo si la auto-estima se ‘adapta a lo que se experimenta realmente: Ia destruceién de la imagen, la desilusion y Ia reduccién de las expec tativas al nivel de Ia realidad. [...] La esquizofrenia latente de la mujer consiste en cl hecho de que aquellos elementos del modelo de femini- dad que pueden procurarle respeto moral (por ejemplo, la maternidad, Ia comprensién, la sociabilidad) son tam- ign la base de su subordinacién social. Si cuestiona Ja supuesta inferioridad del sexo femenino y entra en la carrera de ratas profesional o politica, tiene que pagar por ello con su «feminidad» y su estatus como ser hu- ‘mano. El sentimiento de culpa de las madres que traba- jan es prueba elocuente de esta contradiccién, Mi pro: puesta de mirar por el rabillo del ojo como recurso fe- minista es una respuesta al hecho de que este conflicto no se puede resolver aqui y ahora. [...] * En alemén, Ent-tauschung, En su uso comin, esta palabra significa sdecepciéns. La separacion de la palabra mediante el guidn hace explicito su sentido implicit. La palabra. pues, signifi Er ambign edesmitiicacicne, «desengafios, (Ent = quitar, sus ‘traer; Tduschung = engafio ilusién). {N. dt. 1 98 Heide Géttner-Abendroth NUEVE PRINCIPIOS PARA UNA ESTETICA MATRIARCAL, Los principios para una estética matriarcal se pueden derivar facilmente de mi descripcién del arte matriarcal del pasado, Pero una estética matriarcal no es un retiro hhacia el lejano pasado sino una teoria en parte descrip- tiva y en parte prescriptiva de varios aspectos del arte moderno. Aplicaré esta teoria a las formas artisticas que J se encuentran en la obra de las (¥ los) artistas contempo réneas (0s) que ya poseen rasgos matriareales. Mediante cl andlisis comparativo, quedaré claro el significado de estas formas, y de esa claridad podra surgir una estruc- ) {ura programatica. También desarrollaré una utopia del arte mairiarcal utilizando estas formas (ya existentes) como puntos de partida Pero antes enumeraré los nueve principios de una es- ica matriarcal, para luego examinarlos con més de- a tall Primero: El arte matriarcal se sittia més alla de la ficcidn, tanto en el pasado como en el presente. Mis alld dela ficeidn, el arte se vuelve magia. La magia interviene én Ia realidad mediante simbolos y tiene el efecto de 9

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