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Tradicionalmente considerado sinénimo de frivolidad por ser une actividad gratuita, el juego comenz6 a ser reconocido como factor decisive ei desarrollo de la civilizaci6n a partir de log” trabajos publicades por Huizinga en los aneg treinta, especialmente el Homo ludens. Desde entonces, psicélogos ¢ historiadores ao han cesad; de descubrir aspects insospechados en eet’? actividad de apariencia inocente. En Los Juegos Jos sombres, Roger Caillo's intenta una empresa audaz: proponer una sociologia a partir de los juegos. En efecto, fos juegos disciplinan los instintos, pues son, pox un lado, espacio para el 3 placer y la invencién, y prt otro, acatamiento de 2 una serie de restricciones. Al proporcionar un 3 g modelo controlado de la realidad, permiten el aprendizaje, no de un oficiv o de una actividad“) § especifica, sino de las virtudes necesarias para = afrontar pyzebas posteriores. Cada uno de ellos = estimula el cesarrollo de una facultad distinta: hay Juegos de azar, de competencia, de simulacro y de vértigo. Lac sociedades fascinadas por juegos de simulacro y vértigo juegan en realidad a la enajenacién de Ja personalidad y permanecen estarcadas, pero los juegos de competencia y azar § acompafian al establecimiento de Ia civiliza ois Roger Cail es aa ‘COLECCION POPULAR FONDO DE CULTURA ECO? MEXICO. COLECCION POPULAR 344 LOS JUEGOS Y LOS HOMBRES NALLADOWLD ROGER CAILLOIS Traduccin de Jorce FERRERO _LOS JUEGOS Y LOS HOMBRES La mascara y el vértigo COLECCION re POPULAR FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICO. Primera edicién en francés, 1967 Primera edicién en espafiol, 1986 ‘Titulo original: F Les Jeux et les Hommes. Le masque et le vertige © 1967, Editions Gallimard, Paris D. R. © 1986, Fonpo pe Cutura Economica, S. A. ve C. V. Avenida de la Universidad, 975; 03100 México, D. F. ISBN 968-16-2481-5 Impreso en México INTRODUCCION Los juegos son innumerables y de multiples es- pecies: juegos de sociedad, de habilidad, de azar, juegos al aire libre, juegos de paciencia, de cons. truccién, etc. Pese a esa diversidad casi infinita y con una constancia sorprendente, la palabra juego evoca las mismas ideas de holgura, de ries- go o de habilidad. Sobre todo, infaliblemente trae consigo una atmésfera de solaz o de diversion. Descansa y divierte. Evoca una actividad sin apremios, pero también sin consecuencias para Ia vida real. Se opone a Ia seriedad de ésta y de ese modo se ve tachada de frivola. Por otra par- te, se opone al trabajo como el tiempo perdido al tiempo bien empleado. En efecto, el juego no produce nada: ni bienes ni obras. Es esencial- mente estéril. A cada nueva partida, y aunque jugaran toda su vida, los jugadores vuelven a encontrarse en cero y en las mismas condiciones que en el propio principio. Los juegos de dinero, de apuesta o de loterias no son Ia excepcién: no crean riquezas, sino que sdlo las desplazan. Esa gratuidad fundamental del juego es cla- ramente la caracteristica que mas lo desacredi- ta. Es también la que permite entregarse a él despreocupadamente y lo mantiene aislado de las actividades fecundas. Desde wn principio, cada cual se convence asi de que el juego no es 7 suspenden ‘las leyes ordinarias é instauran mo- mentdneamente una nueva legislacién, que es la unica que cuenta; 6° Ficticia: acompafiada de una conciencia es- pecifica de realidad secundaria o de franca irrea- lidad en comparacién con la vida corriente. Esas diversas cualidades son puramente for- males. No prejuzgan sobre el contenido de los juegos. Sin embargo, el hecho de que las dos ultimas —Ia regla y la ficcién— hayan parecido casi exclusivas la una con respecto a la otra de- muestra que la naturaleza intima de los elemen- tos que ambas tratan de definir implica y tal vez exige que éstos sean a su vez objeto de una reparticién que, esta vez, se esforzaré por tener en cuenta, no caracteristicas que los oponen en su conjunto al resto de la realidad, sino las que Jos distribuyen*en“grupos: de--una ‘originalidad: decididamente irreductible. 38 II, CLASIFICACION DE LOS JUEGOS LA MULTITUD y la variedad infinitas de los jue- gos hacen perder, al comienzo, la esperanza de descubrir un principio de clasificacién que per- mita distribuirlos a todos en un ntimero redu- cido de categorias bien definidas. Ademds, los juegos presentan tantos aspectos diferentes que hay la posibilidad de multiples puntos de vista. El vocabulario comun muestra a las claras hasta qué punto permanece vacilante e incierta la men- te; a decir verdad, emplea diversas clasificacio- nes opuestas=No tiene ‘sentido enfrentar los-jue- gos de naipes a los juegos de habilidad, como tampoco oponer los juegos de sociedad a los jue- gos de estadio. En efecto, en un caso se escoge como criterio de distribucién el instrumento de juego; en otro, la cualidad principal que exige; en un tercero, el ntimero de jugadores y el am- biente de Ja partida; finalmente, en el ultimo, el jugar en que se disputa la prueba. Ademés, lo que viene a complicarlo todo es el hecho de que se puede jugar a un mismo juego solo o en gru- po. Un juego determinado puede movilizar di- versas cualidades a la vez o bien no necesitar ninguna. En un mismo lugar, se puede jugar a juegos marcadamente distintos: los caballos de madera 39 y. el diébolo“son~diversiones ‘al aire-libre; pero~~ el nifio que juega pasivamente por el placer de verse arrastrado por la rotacién del tiovivo no lo hace con el mismo espiritu que quien realiza su mejor esfuerzo para atrapar correctamente su diabolo. Por otra parte, muchos juegos se jue- gan sin instrumentos ni accesorios. A lo cual se agrega que un mismo accesorio puede tener fun- ciones diversas segtin el juego considerado. Por lo general, las canicas son el instrumento en un juego de habilidad, pero uno de los jugadores puede tratar de adivinar si el ntimero que su adversario tiene en la mano cerrada es par 0 impar: y entonces las canicas son instrumento en un juego de azar. Sin embargo, quiero detenerme en esta Ulti- ma expresién. Por una vez, hace alusién al ca- ~: oe samketegsfundamentab-de ana: especiesbiengdeter- minada de juegos. Sea al hacer una apuesta o en la Joteria, sea en la ruleta ‘o el bacard, es claro que el jugador adopta la misma ‘actitud. No hace nada, solo espera la decision de la suerte. En cambio el boxeador, el corredor, el jugador de ajedrez o de rayuela ponen todo en prac- tica para ganar. Poco importa que esos juegos sean ora atléticos, ora intelectuales. La actitud del jugador es la misma: el esfuerzo por vencer a un rival colocado en.las mismas condiciones que él. Asi, al parecer esté justificado oponer Jos juegos de azar y los juegos de competencia. Sobre todo, resulta tentador ver si es posible descubrir otras actitudes no menos fundamen- tales, que posiblemente ofrecerian los titulos de una clasificacién razonada de los juegos. 40 | | i be b # Luego- del examen -de las diferentes posibilida- des, propongo con ese fin una divisién en cuatro secciones principales segin que, en los juegos considerados, predomine el papel de la compe- tencia, del azar, del simulacro o del vértigo. Las llamo respectivamente Agon, Alea, Mimicry e dlinx. Las cuatro pertenecen claramente al te- rreno de los juegos: se juega al futbol, a las canicas 0 al ajedrez (agon), se juega a la ruleta o a la loteria (alea), se juega al pirata como se interpreta [francés: on joue] a Neron o a Ham- let (mimicry) y, mediante un movimiento rapido de rotacién o de caida, se juega a provocar en si mismo un estado organico de confusion y de desconcierto (iinx). Sin embargo, esas desig- naciones atin no.cubren enteramente el universo del juego. Lo eeestasaee tt en-€uddrantes, cada uno-de-lo: por-unprineipio-origi- nal. Delimitan sectores que redinen juegos de la misma especie. Pero, dentro de esos. sectores, los distintos juegos se escalonan eriel mismo or- den, de acuerdo con una progresién compara- ble. Asi, al mismo tiempo se les puede situar entre dos polos opuestos. Casi por completo, en. uno de los extremos reina un principio comin de diversién, de turbulencia, de libre improvi- sacién y de despreocupada plenitud, mediante Ja cual se.manifiesta cierta fantasia desbocada gue podemos designar mediante el nombre de paidia. En el extremo opuesto, esa exuberancia traviesa y espontdnea casi es absorbida o, en todo caso, disciplinada por una tendencia com- plementaria, opuesta por algunos conceptos, pero no por todos, de su naturaleza andrquica y ca- re 41 ~ prichosa: una ‘necesidad: creciente de plegarlava _-convencionalismos-arbitrarios, imperativos y mo- = Jestos a propésito, de contrariarla cada vez mas- tisando ante ella tretas indefinidamente cada vez jas estorbosas, con el fin de hacerle mas dificil Hegar al resultado deseado Este sigue siendo perfectamente inttil, aunque exija una suma cada vez mayor de esfuerzos, de paciencia, de habilidad o de ingenio. A este segundo compo- nente lo llamo Iudus. Recurriendo a estas extrafias denominaciones, no es mi intencién constituir quién sabe qué mi- tologia pedante, enteramente desprovista de sen- tido. Pero, ante la obligacién de reunir bajo una misma etiqueta manifestaciones diversas, me ha parecido que el medio mas econémico de lograr- Jo.consistia-én:tomar de-tal-o:- cuakotra lenguael--~ vocablo a la ‘vez’ mas significativo-y més amplio posible, con ‘él fin de evitar que cada conjunto que examinéiiios se vea marcado de manera uni- forme por Ia cualidad particular de uno de los elementos que retine, lo que no dejaria de ocu- rrir si el nombre de éste sirviera para designar a todo el grupo. Por lo demas, a medida que tra- te-yo de establecer Ja clasificacién en la que me he empefiado, cada cual tendrd la ocasién de darse cuenta por si mismo de la necesidad en que me vi de utilizar una nomenclatura que no remita demasiado directamente a la expe- riencia concreta, a la que en parte esta desti- nada a distribuir de acuerdo con un principio inédito. Con Ia misma intencién, me he esforzado por 42 Henar cada ‘seccién con los’ juegés “al “parééer més diferentes, a-fin de hacer resaltar mejor su parentesco fundamental. Mezclé los juegos corporales y los juegos intelectuales, los que se apoyan en la fuerza y los que recurren a la ha- bilidad 0 al cAlculo. En el interior de cada cla- se, tampoco distinguf entre Jos juegos infantiles y los juegos para adultos; ademas, cada vez que pude, busqué en el mundo animal conductas homélogas. Al hacerlo, se trataba de subrayar el principio mismo de Ja clasificacién propues- ta: ésta tendria menos alcance si no nos diéra- mos cuenta de que las divisiones que establece corresponden a impulsos esenciales e irreduc- tibles. a) CATEGORIAS FUNDAMENTALES MRS EES SA ESE SRE TR Agon. Todo un grupo de juegos aparece como competencia, es decir, como una lucha en que la igualdad de oportunidades se crea artificial- mente para que los antagonistas se enfrenten en condiciones ideales, con posibilidad de dar un valor preciso e indiscutible al triunfo del vence- dor. Por tanto, siempre se trata de una rivalidad en torno de una sola cualidad (rapidez, resis- tencia, vigor, memoria, habilidad, ingenio, etc.), que se ejerce dentro de limites definidos y sin ninguna ayuda exterior, de tal suerte que el ga- nador aparezca como el mejor en cierta catego- rfa de proezas. Esa es la regla de las competen- cias deportivas y la razon de ser de sus multiples subdivisiones, ya opongan a dos individuos 0 a dos equipos’ (polo, tenis, futbol, box, esgri- 43 ma, etc.), ya ‘se disputen entre un nimero in- determinado de concursantes (carreras de toda especie, competencias de tiro, de golf, de atle- tismo, etc.). A la misma clase pertenecen ade- mas los juegos en que los adversarios disponen al principio de elementos exactamente del mis- mo valor y en el mismo ntimero. El juego de damas, el ajedrez, el billar, son ejemplos per- fectos. La busqueda de la igualdad de oportu- nidades al principiar constituye de manera tan manifiesta el principio esencial de la rivalidad que se la restablece por medio de una ventaja entre dos jugadores de fuerzas diferentes, es de- cir, que dentro de la igualdad de oportunidades establecida en un principio, se prepara una des- igualdad secundaria, proporcional a la fuerza relativa supuesta en los participantes. Es signi- SaCRTIVO Gi sta tam si cardcter muscular (los encuentras deportivos) como para el agon de tipo mas cerebral (las.par- tidas.dé:ajedrez, por ejemplo, ent las que se da al jugador mds débil la ventaja de un pedn, de un caballo 0 de una-torre) . Por cuidadosamente que se trate de conser- varla, una igualdad absoluta no parece sin em- bargo del todo alcanzable. En ocasiones, como en las damas o el ajedrez, el hecho de jugar primero da cierta ventaja, pues esa prioridad permite al jugador favorecido ocupar posicio- nes clave o imponer su estrategia. Por el con- trario, en los juegos de puja, quien ofrece al ultimo aprovecha las indicaciones que le dan los anuncios de sus adversarios. Asimismo, en el croquet, salir_en ultimo término_multiplica 44 =..por-ello.m los recursos del jugador. En los encuentros de- portivos, la exposicién, el hecho de tener el sol de frente o a la espalda; el viento que ayuda o que estorba a uno de los dos campos; en las carreras disputadas sobre una pista cerrada, el hecho de encontrarse en el interior o en el exte- rior de la curva, constituyen, dado el caso, otras tantas -ventajas o inconvenientes cuya influencia no necesariamente es infima. Esos inevitables desequilibrios se anulan o se moderan mediante el sorteo de la situaci6n inicial, y luego median- te una estricta alternancia de la situacién privi- legiada. Para cada competidor, el resorte del juego es el deseo de ver reconocida su excelencia en un te- rreno determinado. La practica del-agon supone en to apropiado, “esfuerzos voluntad de vencer. Implica disciplina y“pérseverancia. Deja al competidor solo con sus rectirsos, lo in- vita a sacar de ellos el mejor partido posible, lo obliga en fin a usarlos lealmente y dentro de los limites determinados que, siendo iguales para todos, conducen sin embargo a hacer indiscuti- ble la superioridad del vencedor. El agon se pre- senta como la forma pura del mérito personal y sirve para manifestarlo. Fuera, o en los limites del juego, se encuentra el espiritu del agon en otros fenédmenos cultu- rales que obedecen al mismo cédigo: el duelo, el torneo, ciertos aspectos constantes y sorpren- dentes de la llamada guerra cortés. se 45 En principio; puésto que nd conciben limites ni reglas y buscan sélo en una lucha implacable una victoria brutal, parecerfa que los animales tuvieran que desconocer el agon. Bs claro que no podrian invocarse ni las carreras de caba- los ni las peleas de gallos: unas y otras son luchas en que los hombres hacen enfrentarse a animales adiestrados, de acuerdo con normas que sélo ellos han fijado. No obstante, conside- rando ciertos hechos, los animales al parecer tienen ya el gusto de oponerse en encuentros en que, si bien estA ausente la regla, como es de esperar, al menos hay un limite implicitamente convenido y respetado espontaneamente. Asi ocu- rre sobre todo con Ios gatos pequefios, los ca- chorros de perro, las focas jévenes y. los oseznos, dandose bien de Mas convineente atin es la costumbre de los bévidos que,:con la cabeza gacha, testuz contra testuz, tratan de hacerse recular el uno al otro. Los caballos practican el mismo tipo de duelo amistoso y ademas conocen otro: para medir sus fuerzas, se yerguen sobre las patas traseras y se dejan caer uno sobre otro con un vigoroso impulso oblicuo y con todo su peso, a fin de hacer perder el equilibrio al adversario. Asimis- mo, los observadores han sefialado numerosos juegos de persecucién, que tienen lugar median- te desafio o invitacién. El animal alcanzado no tiene nada que temer de su vencedor. El caso més elocuente es sin duda el de los pequefios pavos reales silvestres Ilamados “combatientes”. Escogen un campo de batalla, “un lugar un tanto 46 elevado”, dice Kat] Groos,’ “‘siempre htimedo y cubierto de pasto raso, de un diametro de me- tro y medio a dos metros”. All{ se retinen coti- dianamente algunos machos. El que Hega prime- ro espera a un adversario y empieza la lucha. Los campeones tiemblan e inclinan la cabeza en rei- teradas ocasiones. Sus plumas se erizan. Se lan- zan uno contra otro, con el pico al frente, y golpean. Nunca hay persecucién ni lucha fuera del espacio delimitado para el torneo. Por ello, en cuanto a los ejemplos anteriores, me parece legitimo pronunciar aqui la palabra agon: hasta ese grado es claro que la finalidad de los en- cuentros no es para los antagonistas infligir un dafio grave a su rival, sino demostrar su propia superioridad. Los hombres sélo agregan los re- finamientos y la precisién de la ee En cuanto se afirma su personalidad y antes de la aparicion de las competencias reglamentadas, entre los nifios se aprecia la frecuencia de ex. trafios desafios, en que los adversarios se esfuer- zan por demostrar su mayor resistencia. Se les ve competir por quién mirard fijamente el sol durante mas tiempo, resistird las cosquillas, de- jara de respirar, de parpadear, etc. En ocasiones, lo que est4 en juego es més serio, pues se trata de resistir el hambre o el dolor, en forma de azotes, de pellizcos, de piquetes y de quemadu- ras. Entonces, esos juegos de ascetismo, como se les ha dado en Tamar, inauguran pruebas severas. Son anticipo de los malos tratos y las 1K. Groos, Les jeux des animaux, trad. francesa, Pa- ris, 1902, pp. 150-151. ae 47 oer eae! turales 0 adquiridas de los individuos a fin de poner a cada cual en igualdad absoluta de con- diciones ante ¢l-ciego veredicto de la suerte. Como el resultado del agon es incierto por necesidad, y paradéjicamente debe parecerse al efecto del azar puro, dado que las oportunida- des de los competidores en principio son lo mas equilibradas posible, de alli se sigue que todo encuentro que posea las caracteristicas dé una competencia reglamentada ideal puede ser ob- jeto de apuestas, es decir, de aleas: as{ ocurre en las carreras de caballos o de lebreles, en los encuentros de futbol o de pelota vasca, en las peleas de gallos. Incluso sucede que la tasa de apuestas varie sin cesar durante la partida, de acuerdo con las peripecias del agon.* Los juegos de azar parecer fuegos de-competencia, de simulacro+o=de vér- tigo. K..Groos, principalmente, ofrece ejemplos sorprendéntes ‘para cada“una‘dé’esas categorias. En cambio, demasiado metidos en lo inmediato y demasiado esclavos de sus impulsos, los ani- ?Por ejemplo, en las Islas Baleares para el juego de pelota, en Colombia y las Antillas para las peleas de gallos. Huelga decir que no es conveniente.tener en cuenta los montos en especie que pueden cobrar joc keys © propietarios, corredores, boxeadores, jugadores de futbol o el tipo de atletas que sea. Por considerables que se supongan, esos precios no entran en la catego- ria del alea, Recompensan una victoria disputada con pasién. Esa recompensa, otorgada al mérito, nada tiene que ver con el favor de Ia suerte, resultado de la for. tuna que sigue siendo monopolio incierto de los apos- tadores, Incluso es.lo.contrario.. ..- 7 50 males no*podrian imaginar una fuerza abstracta e insensible, a cuyo veredicto se sometieran de antemano por juego y sin reaccién. Esperar pa- siva y deliberadamente la decisién de una fata- lidad, arriesgar en ella un bien para multipli- carlo en proporcién a las probabilidades de perderlo es una actitud que exige una posibilidad de previsién, de representacién y de especula- cién de la que sdlo es capaz una reflexion obje- ‘tiva y calculadora. Tal vez en la medida en que el nifio atin esta préximo al animal, los juegos de azar no tienen para él la importancia que cobran para el adulto. Para él, jugar es actuar. Por otra parte, privado de independencia econo- mica y sin dinero que le pertenezca, no encuen- tra en los juegos de azar aquello que constituye su_atractivo principal. 1 Estos no a hacerle @ una moneds#-Sirfembargo, para ganarlas cuen- ta mas con sf habilidad que con la suerte. El agon y el alea manifiestan actitudes opuestas y en cierto modo simétricas, pero ambos obe- decen a una misma ley: la creacién artificial en- tre los jugadores de las condiciones de igualdad pura que la realidad niega a los hombres, pues nada en la vida es claro sino que, precisamente, todo en ella es confuso en un principio, tanto las oportunidades como los méritos. Sea agon, sea alea, el juego es entonces una tentativa de sustituir la confusién normal de la existencia comin por situaciones perfectas. Estas son tales que el papel del mérito o del azar se muestra en ellas de manera clara e indiscutible. También 51 seal: iets nation Sinoweneser Ya misine WD-PEEs ‘Sonajé ilusério’ y conducirse en consecuencia. implican que todos deben gozar exactamente de las mismas posibilidades de demostrar su valer ©, én Ia otra escala, exactamente de las mismas oportunidades de recibir un favor. De uno u otro modo, el jugador escapa del mundo haciéndolo otro. Pero también es posible evadirse de é1 ha- ciéndose otro. Que es a lo que responde la mi- micry. Mimicry. Todo juego supone la aceptacién tem- poral, si no de una ilusién (aunque esta ultima palabra no signifique otra cosa que entrada en juego: in-lusio), cuando menos de un universo cerrado, convencional y, en ciertos aspectos, fic- ticio. El juego puede consistir, no en desplegar una actividad o en soportar un destino en un Nos encontramos entonces frente a una serie .variada de manifestaciones que.tienen como ca- racteristica comun apoyarse en el hecho de que el sujeto juega a creer, a hacerse creer o a hacer creer a los demas que es distinto de si mismo. El sujeto olvida, disfraza, despoja pasajeramen- te su personalidad para fingir otra. He decidido designar esas manifestaciones mediante el tér- mino mimicry, que da nombre en inglés al mi- metismo, sobre todo de los insectos, a fin de subrayar la naturaleza fundamental y elemental, casi organica, del impulso que las suscita. El mundo de los insectos aparece frente al mundo humano como la solucién mas divergen- te que ofrece Ia naturaleza. Ese mundo se opone punto por punto al del hombre, pero no es me- 52 nos elaborado, complejo y sorprendente. Asi, me parece legitimo tomar aqui en consideracién los fenémenos de mimetismo cuyos ejemplos mas perturbadores presentan los insectos. En efec- to, a una conducta libre del hombre, versatil, arbitraria e imperfecta, que sobre todo acaba en una obra exterior, corresponde en el animal y, de manera més particular en el insecto, una modificacion organica, fija y absoluta que carac- teriza a la especie y se ve reproducida infinita y exactamente de generacién en generacién en- tre miles de millones de individuos: por ejem- plo, las castas de las hormigas y de los termes frente a la lucha de clases, los dibujos de las alas de las mariposas frente a la historia de la mexplicab de pronto una réplica extraordinaria al gusto que el hombre encuentra en disfrazar- se, en disimularse, en ponerse una mascara, en representar [jouer] a un personaje. Sdlo que, en esta ocasién, la mascara y el disfraz forman parte del cuerpo, en vez de ser un_accesorio fabricado. Pero en ambos casos sirve exacta- mente a los mismos fines: cambiar la apariencia del portador y dar miedo a los demas.* *Se encontrarén ejemplos de mfmicas aterradoras de los insectos (actitud espectral de la mantis, trance de la Smerinthus ocellata) 0 de morfologias disimulado- ras en mi estudio titulado: “Mimétisme et psychasténie légendaire”, Le Mythe et 'Homme, Paris, 1938, pp. 101- 143. Por desgracia, ese estudio aborda el problema des- de una perspectiva que en la actualidad me parece de_ 53 i | Entie los vertebrados, ja" tendéncia a’ imitar ‘se manifiesta en primer lugar por medio de un contagio enteramente fisico, casi irresistible, se- mejante al contagio del bostezo, de la carrera, de Ja claudicacién, de la sonrisa y sobre todo del movimiento. Hudson creyé poder afirmar que, esporddicamente, un animal joven “sigue a todo objeto que sé aleja, y huye de todo objeto que se acerca”. Al grado de que un cordero se sobresalta y escapa si su madre se vuelve y se di- rige hacia él, sin reconocerla, y en cambio, sigue el paso del hombre, del perro © del caballo que ve alejarse. E] contagio y la simulacion todavia no son simulacro, pero lo hacen posible y dan lugar a la idea y al gusto por la mimica. Entre las aves, esa tendencia culmina en los pavoneos les, en las ceremonias y. las exhibiciones v2 2 ti os ¥ 7 tacién teatral “tregan. mach’ hembras con.una rara, i on : ¥ 7 |B 2nb one) uo ‘auaurayueisuos vozaroap yipind ojwoutaye fe anb [et wapso un ua ey ‘eurxosde nur exouemt ap ueoy[selo 28 Sofanf soy ‘[eop1eA euUMIoD Epes UG VION Teroual wo oar afoy wprons| —onoyjoadsa| -ezejde oho Texouas ua sacry 4 ousrandye ep sore | -seisondutoo seansodap | bso corjeay| sojduns sefraoj|. sefouaieduroo seures8jonao| vyiay ap hs |uaxpate foainy | | sorresqos | |, souopoesie eins] sewep —etugidsa | | ofzenrjos Topeyon wasonde | soy oaxoq) | vjautoo | zeaysip I | eqeoseut | | eof ests syea seydoued fi | efeg & agns | ‘eoaymut : opuaniisa oataon | uoisnit ap so8an{ md © 2289) somo) 2 | | | | inueyar sarpueyur | ear om 4 “seu0nt | | jooreur,| —_sauoe}furr | sojnueyay sepuos sures |¥ viatve (oBttigay | (ouonjmnus) (wyouaradioo) XNITT ‘ROTA Nooy Fr so3an{ so] ap upiongiisiq "| oxavag OOS ks A ggsesaga or Rye OE s§ 8303 7 eee tas as BELLS ao 883s ESescRE i creek gave gee Eoged esas weeges BEC bs aes se Song sae Sg. 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En ocasiones, el jugador Ja emprende con su rival y en la imaginacién emprende la tarea de cortarlo en pedazos: Te asesto un golpe Te mato Te corto la cabeza Te corto un brazo Y luego el otro Te corto una pierna Luego la otra 82 seo" sLos.pedazos a los perros * Los perros comen... ¥ no sélo los perros; sino también los zorros, Jos cuervos, los cangrejos y todo lo que se le ocurre. Antes de volver a la lucha, el otro pre- viamente tendré que reconstruir su cuerpo en el orden inverso. Esa persecucién ideal va subra- yada por los clamores de los asistentes, que si- guen con pasién los episodios del duelo. En ese estadio, el juego de destreza evidente- mente es fenémeno de cultura: apoyo de la co- municacién y de alegria colectiva en el frio y la larga oscuridad de la noche drtica. Y ese caso extremo no es ninguna excepcién, aunque ofre- ce la ventaja de sugerir hasta qué punto el juego més individual por su naturaleza o su destino se“presta=Facilmente-a--toda’ clase-de:desarrollos**~" y de enriquecimientos que, dado el caso, no se hallan lejos de hacer de él una especie de insti- tucién. Se diria que algo le falta a la actividad del juego cuando queda reducida a un simple ejercicio solitario. Por lo general, los juegos no alcanzan su ple- nitud sino en el momento en que suscitan una resonancia cémplice. Incluso cuando, en prin- cipio, los jugadores podrian sin ningtin incon- veniente entregarse a ellos aisladamente y cada cual por su lado, los juegos pronto se constitu- yen en pretextos de concurso o de espectaculos, como acabamos de comprobarlo en el caso de Ja cometa y del balero. En efecto, la mayor parte de ellos aparecen como pregunta y respuesta, como desafio y réplica, provocacién y conta. 83 I gio, efervescencia 0. tension. compartida.. Tienen necesidad de presencias atentas y simpatizantes. Es posible que ninguna de las categorias de juegos se libre de esa ley. Incluso los juegos de azar parecen ser mas atractivos en la mul- titud, si no es que en el barullo. Nada impide a los jugadores comunicar sus apuestas por telé- fono 0 arriesgarlas cémodamente en casa de uno de ellos, en algtin salén discreto. Pero no, pre- fieren estar all{, apretujados por la afluencia que atesta el hipédromo o el casino, ya que su placer y su excitacién aumentan con el estre- mecimiento fraterno de una multitud de desco- nocidos. Asimismo, es penoso encontrarse solo en una sala de espectaculos, incluso en el cine, pese a ja ausencia de actores que sufran por ese vacio. : Por otra parte, es clay us s_di: “mos enmascaramos para los demas. En fin, los «juegos de vértigo caben ‘bajo ‘el niismo. aparta- +. do: el sube y baja, el tiovivo y el tobogan exigen por su parte una efervescencia y una fiebre colectivas que sostienen y alientan el aturdi- miento que provocan. Asi, las diferentes categorias de juegos, el agon (por definicién), el alea, la mimicry, el ilinx su- sl ponen, no la soledad sino la compajifa. Sin em- 4 bargo, las mas de las veces se trata de un circu- lo necesariamente restringido. Como cada cual debe jugar cuando le toca, Hlevar su juego a la vez segtin su entender y como lo ordenan las re- glas, el mamero de jugadores no podria multi- ; plicarse al infinito, por poco que todos inter- vengan activamente. Una partida no soporta sino un ‘grupo limitado de ‘compaiieros, asociados © no. Entonces, el juego aparece gustosamente como una ocupacién de pequeiios grupos de ini- ciados 0 de aficionados, que se entregan aparte y por unos instantes a su diversién favorita. Sin embargo, una multitud de espectadores favore- ce la mimicry, exactamente como una turbulen- cia colectiva estimula el ilinx y a su vez se ali- menta de él. En determinadas circunstancias, incluso los juegos cuya naturaleza parecia destinarlos a ser jugados entre pocos jugadores rebasan ese lmi- te y se manifiestan en formas que, a pesar de seguir perteneciendo sin duda alguna al terreno del juego, no dejan de reclamar de él una or- ganizacién desarrollada, un aparato complejo y un personal especializado y jerarquizado,. En “uma palabra, Suscitan~estructuras permanentes y delicadas, que hacen del juego una-institucién de cardcter oficioso, privado y marginal, a ve- ces clandestino, pero cuyo status aparece nota- blemente seguro y durable. Cada una de esas categorfas fundamentales del juego presenta de ese modo aspectos socia- lizados que, por su amplitud y su estabilidad, han adquirido carta de naturalizacién en la vida colectiva. Para el agon, esa forma socializada es t en esencia el deporte, al cual se agregan pruebas impuras que mezclan insidiosamente el mérito y Ia suerte, como los juegos radiofénicos y los concursos que dependen de la publicidad co- mercial; para el alea, son los casinos, los campos de carreras, las loterias de Estado y la varie- dad de juegos administrados por grandes. so- 85 - Giedades de apucstas; para la mimicry, las artes Gelvespectaculo, desde la épera hasta las mario- hnetas_y el guifiol y, de una manera més equivo- ea, orientada ya hacia el vértigo, el carnaval y el baile de disfraces; finalmente, para el ilinx, la feria ambulante y las ocasiones anuales ciclicas, de francachela y. dé jabilo populares. Todo un capitulo del estudio de los juegos debe examinar esas manifestaciones mediante las cuales los juegos encajan directamente en las cos- tumbres cotidianas. Esas manifestaciones con- tribuyen en efecto a dar a las diferentes culturas algunos de sus usos y de sus instituciones mas facilmente identificables. IV. LA CORRUPCION DE LOS JUEGOS CUANDO se trat6 de enumerar las caracteristicas que definen el juego, éste aparecié como una actividad: 1°, libre; 2°, separada; 3°, incierta; 4°, improductiva; 5°, reglamentada; 6°, ficticia, quedando entendido que las dos tltimas carac- teristicas suelen excluirse una a otra. Puramente formales, esas seis cualidades re- velan bastante poco sobre las diferentes actitu- des psicolégicas que rigen los juegos. Oponien- do fuertemente el mundo del juego al mundo de la realidad, y subrayando que el juego es en ~esencia=una~actividad “aparte;spermiterr=prever: que toda contaminacion con Ja vida corriente amenaza con corromper y arruinar su propia naturaleza. Desde ese momento, puede ser interesante pre- guntarse qué ocurre con los juegos cuando la division rigurosa que separa sus reglas ideales de las leyes difusas e insidiosas de la existencia cotidiana pierde su claridad necesaria. Cierta- mente, no podrian extenderse tal cual mas alla del terreno (tablero de ajedrez 0 de damas, liza, pista, estadio 0 escenario) que les esta reserva- do, o del tiempo que se les ha concedido y cuyo fin significa de manera inexorable el cierre de un paréntesis. Por necesidad, los juegos adopta- ran formas bastante distintas y sin duda a veces inesperadas.

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