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¢Dénde comemos? Xavier Monteys Hledificio de vivienda colectiva, un bloque aislado con servicios comu- nes que represent6 un hito en la antigua arquitectura moderna, con embleméticos ejemplos como el edificio Narkomfim, los Highpoint I yll.ola Unité d’Habitatién de Marsella, son contestados hoy hasta tal Panto que la idea inicial pareciera haberse modificado radicalmente. La arquitectura moderna debe mucho de su prestigio a edificios como tos, tanto por su calidad arquitecténica como por ser ejemplares en el compromiso de la arquitectura de entonces con el bienestar social. En cualquier caso, este modelo residencial que tantos inspiradores ejem- pos ha dado, sigue estando presente con un papel de referencia que es necesario revisar y es hoy el lugar comtin contra el que se proyectan las ideas sobre la vivienda colectiva. Fl edificio que contiene "todo lo nece- sario’ y con servicios entendidos como extensiones de lacasa, ha ido de- jando paso uno que necesita la calle ya su vez ésta tiene sentido en la ‘medida en que eledificio apuntala su uilidad. Hay diferentes cosas que han cambiado, en mayor 0 menor medida, con distintos sesgos segiin Jos lugares pero, a mi modo de ver, todas apuntan a cuestionar la idea de ‘un barco varado en el parque, como el edificio del Boulevard Michelet, y se encaminan a immaginar nuevas relaciones entre lo nuevo y lo reparado, opublico y lo privado, asi como entre el edificio de viviendas colectivo y lacalle, entendida ésta como el espacio piiblico por excelencia. ‘Atrés ha quedado el eslogan de Le Corbusier aparecido en las pagi- ns de Urbanisme: “Il faut tuera rue corridor”, una reclamada operacién + Hay que materia calle coredor previa ala construccion de inmuebles colectivos dotados de servicios co- ‘munes, construidos sobre pilotisy emplazados en grandes parques den- tro de la ciudad. No sélo no hemos matado la calle, sino que vivimos en ella todo el tiempo que no estamos en la casa o en el trabajo. Sin embar- go, sigue siendo cierto que no podemos pensar en una, la calle, sin el otro, el edificio de viviendas, aunque ms bien hoy hayamos aprendido {que podemos pensar en una y en el otro al mismo tiempo. Tenemos la impresién de que la calle no ha dejado de ofrecer posibilidades y sigue siendo el mejor reflejo de nuestra época y el mejor pulso de las distintas, culturas que se resisten a lo global; mientras que en el parque, mucho ‘mis aburrido y previsible que la call, siguen pasando casi las mismas cosas yéste corre el riesgo de convertirse en un tema y en una reclama- i6n politicamente bienintencionada, El edificio colectivo de viviendas, que se coloca en el parque ape- nas de puntitas, dejéndolo pasar libremente, no ha sustituido al tejido urbano residencial y ha seguido conviviendo con el edificio de viviendas, centre medianeras, levantado en la calle. ¥en este binomio edificio/ca- lle se ha ido alimentando un emparejamiento contradictorio y leno de formas de relacién que no han hecho sino aumentar el interés por examinarlos de manera conjunta. La calle, aunque dé la impresin de que es uma superficie que acaba en la linea en la que se levanta el inmueble de viviendas, es en realidad un espacio que, de hecho, se prolonga en éste de diversas maneras y, al mismo tiempo, el edificio hnace lo mismo hacia la calle, contaminando las aceras-e incluso a calzada. La calle no es s6lo la calzada, ni siquiera aquello que ocurre en las plan- tas bajas delos inmuebles (queen algunas ciudades aumentan cada vez més su actividad en las primeras plantas de los edificios), sino que tam- bién son las fachadas que limitan su espacio vital y sus ventanas, que indican su grado de ocupacién y miden su éxito, Lacalle miraa las ventanasy éstasa la calle, Nos asomamos. la calle abandonando nuestra privacidad para sentir que la casa forma parte de ésta, un tema recurrente en la pintura desde el siglo x1x, al retratar un. acto comin que emparenta la habitacién con el palco la calle con el tea- tro. Balcones, terrazas y logias dan testimonio de este interés por la ciu- dad vista desde la casa, y forman un espacio relativamente ambiguo en. eDénde comemnos? el que la calle la casa parecen fundirse en la complicidad del especté- ‘alo. Si una imagen vale para ilustrar esto tal vez sea la secuencia del fameral dela pelicula Soy Cuba, filmada por Mikhail Kalatozov en 1964, donde queda constancia del movimiento de ls personas en balcones ce- rrados y terrazas que siguen al cortejofiinebre. Podriamos decir que la calle en cierto sentido forma parte de la casa a partir del hecho de ob- servatla; y pensar que casa y calle son radicalmente excluyentes resul- te hoy cuando menos una simplificacin excesiva que hemos abrazado demasiadas veces de manera acritica. Hemos de aceptar sin complejos que la casa necesita la calle para algo mas que para llegar a ella. Eles- pacio publico da sentido al espacio privado. La calle es parte dela casa urbana moderna. Cada vez parece haber més aficin por actos que tienen lugar en ‘casas y que parecfan estar reservados ala calle oa los espacios piiblicos. Exposiciones, performances, actuaciones, empujadas por la crisis eco: némica pero también por puro placer, han invadido la esfera domésti- cz con ayuda de las tedes sociales, dando lugar a una nueva lectura de Jos acontecimientos reservados ala esfera colectiva, ademés de suponer una referencia a que el medio es el mensaje. Un ejemplo de esta nueva relacién entre el espacio privado y el espacio publico lo escenifica la pro- puesta de la escendgrafa suiza Nicole Seiler en el proyecto Living Room Dancers. Esta obra obliga al espectador a localizar a gente bailando en. casas, denoche, y observar sus evoluciones desde la calle con la ayuda de ‘unos prisméticos y de un reproductor MP3. Hl espectaculo se oftece des- de la escena privada hacia el espacio publico, sin recurrir aun edificio para poder alojara los artistas y espectadores; se hace desde una habit im, sin teatro 0 sala de conciertos, y se ve desde la calle, as de simple. Peto no s6lo el edificio anclado en la calle, entre edificios vecinos, contintia siendo vigente, sino que se produce otro fendmeno de interés ‘como es el de tratar de colmatar 0 completar la edificabilidad en los cen- ‘ros urbanos buscando afiadir viviendas en lo que podriamos considerar resquicios del sistema de manzanas y calles. No sélo no plantean ope- asiones de cirugia drdstica, sino que parten de que en la ciudad atin puede construirse encima de lo ya edificado, reafirmando que hoy es- tamos més proximos a compactar y @ construir sobre lo que ya existe, “ 6 Fotograma epics fam Cus c iret Mik Kali 1984 Cnc: Cooperate la Borda, Most ecuperem an Bl Ajuntament Bare Fotografia Cristina Cambs | La Bods, andes rat. que a borrarlo para edificar de nuevo. Ya no se trata de tener en cuanta elcontesto, sino que éste forma parte dela intervencién. 1Los solares ya no parecen ser slo los solares yermos y vacios, sino que también son terrados o interiores de manzanas poco densificadas que se mezclan con construcciones de nueva planta y se acompafian de nuevos sistemas constructivos y de puesta en obra, En algunos casos, se plan- tean edificios de forma muy distinta al cuerpo edificado original sobre el {que se asientan oal que completan. El nuevo edificio de viviendas ya no es Ginicamente nuevo, sino que es un aftadido, es nuevo s6lo parcialmen: tey admite formar parte del edificio que completa y repara; ya no nie ga al viejo edificio y no comete el error arrogante de pensar que aquel debe sustituirse porque habia caducado. Probablemente un género observado con creciente interés es éste, y especialmente cuando vemos aparecer viviendas en edificios que no habfan sido pensados para vivir. No es que estos edificios demuestren que puede hacerse una vivienda en un garaje, por necesidad, por decirlo de algiin modo; es que se corn- place en hacerlo a despecho del nuevo edificio funcional de viviendas, Estas reformas y reparaciones de edificios que ya existen pero que zno se ajustan a a economia oa las necesidades, se han completado con nuevas aportaciones que ya no son constructivas, sino que pertenecen a la gestién. Diferentes colectivos atestiguan hoy una nueva dimensién Dende comemos? dela idea de compartir espacios y de gestionarlos. Muchas de ellas pu: dieron verse recientemente en las exposiciones Piso Piloto, realizadas simulténeamente en Barcelona y Medellin, jambas tuvieron lugar en- tre junio y octubre de 2015) La imagen de un grupo de personas reuni- das en circulo, debatiendo y participando en cémo abordar la reforma y habitacién de un viejo inmueble, ha sustituido ala del ejecutivo de una promotora inmobiliaria dando instrucciones por teléfono. De entre los factores que a mi juicio han contribuido a alterar la r- lacin que la arquitectura moderna residencial ha tenido con el espacio pablico, probablemente la comida sea uno de los que progresivamente hhaganado pesoyy han decantado esta relacion hacia lacalle. Es evidente ‘que para que esto haya ocurrido tanto el hecho de que la manera de co- mer ha cambiado, como es el hecho de que ahora observamos la comida con atencién y curiosidad: qué se come?, go6mo se come —con los de- dos, de pie, andando,.?, ¢de dénde viene lo que comemos? La hora de la comida es un factor que se ha desplazado della casa ala calle y, con ello, hhamarcado el ritmo de la ciudad modificando la calle y sus usos, y tam: bien la casa, al arrastrar uno de sus roles tradicionales hasta el punto de ‘matizar la idea tradicional de hogar’. En Espatta, por ejemplo, esta mo- dificacion ha legado mas tarde que en otvos pafses de su entorno, pero ahora resulta un hecho irrefutable. Una casa con una cocina pequefia es hoy algo no sélo corriente, sino en muchos casos aceptado y que sera recuperado cada vez. Pero no es esta cocina aceptada como algo estin- dar eigualitario lo que ha entrado en juego; tampoco es la cocina /come- «dor que se pensaba como algo para responder ala demanda de acortar el tiempo entre la preparacién de la comida y sentarse a la mesa, o como cexpresi6n democritica del hogar sin servicio; sino que es la idea misma decomer en la calle y por tanto de no hacerlo en casa lo que es esencial. En muchas ciudades la calle es ahora cada vez més el comedor y tarabién la cocina, y en esto desempefian un papel decisivo no s6lo los hhorarios laborales, sino también el clima. La calle ha usurpado, aunque sea de manera parcial, algunas de las actividades de la casa, lo cual no puede dejar de verse como que la casa exporta su espacio comin, ese ‘que requiere una intimidad moderada (y que frecuentemente es ele pacio de “los invitados”), hacia la calle ya su vez la calle se “domestica’ de modo que durante algunas horas es un comedor. Resulta decisivo adquirir conciencia de que en este caso todo lo que ocurre en la calle no esté sucediendo en la casa y entender asi que durante ciertos horatios la casa se ha trasladado a a calle. Tampoco puede observarse este fené- ‘meno siti pensar que de modo imparable el ntamero de hogares uniper- sonales no ha dejado de aumentar en muchas de las grandes ciudades pero, mientras que aceptamos con cierta complicidad intelectual la idea de vivir solo, no dejamos de esbozar una mueca compasiva antela idea de comer solo. La ciudad permite elegir qué comemos, cwindo lo hacemos ycon quién. Bse es su éxito, En nuestras ciudades conviven hoy edificios vies de viviendas con los nuevos modelos propugnados por la arquitectura moderna y tam- bign comienzan a convivir con ellos viejo edificios no modernos que hhan alterado la forma en que se usan. Esta nueva manera de usarse, adaptada la realidad actual, legard también ala arquitectura moderna, Frente aestefendmeno, nuestro papel y nuestra obligacién es conocer, observarlo alentar modificaciones que lo perfeccionen y que convivan cen las ciudades con otras soluciones tradicionales, sin pretender susti- tuir todo viejo. Veremos entonces apareceredificios menos completos y despreocupados por su autdsuficiencia en materia de servicios, con viviendas que podrén elegir ser algo incompletas porque para eso est la ciudad, gPara qué si no? Déndecomemes? Une Maison-Un Palais aki Abalos Guando se cumplen 100 afios de la brutal provocacién que supuso la ca- buna primitiva ensayada por Le Corbusier en la casa Dom-Ino —que pronto dio lugar tanto al exquisito pabellén de L’Espirit Nouveau (vvaison) como a la propuesta del inmueble-villa (palais)—, parece rele- ante identificar qué, y c6mo, puede decirse hoy dia sobre la vivienda sin caer en simplificaciones emotivas, pues resulta pretencioso pensar que podemos “innovar” en lo que vivienda respecta cuando comprobamos hhasta qué punto muchas de éstas, construidas hace siglos —o milenios, busta con visitar Pompeya— son fantésticas casas donde podriamos vi vir hoy afiadiendo apenas un par de gadgets tecnolégicos. En ninguna olra tipologia es mas obvia la dualidad de la propia disciplina entre una vocacién de permanencia y la continua necesidad de adaptacién tecno- légica, Solo entendiendo esta tensién entre técnica y cultura podtemos cvitar caer en obviedades o lugares comunes. Por ello preferimos inte- rrogarnos sobre qué es lo que interesa a la arquitectura de la vivienda; ‘mo se liga esta tipologfa tan cargada de otras connotaciones (politicas, econémicas, sociales, antropol6gicas...) al resto de construcciones de rnuestras ciudades, ala arquitectura con A maytiscula y viceversa. Para ello me centraré en dos momentos, acien afios de distancia, la «asa Dont-Ino ya mencionada, ylaintervencién en el pabellén de Italia rea: lizada por Rem Koolhaas en laxiva edicin dela Bienal de Venecia, dando Ivgatra lo que llamaré dos tipos de dualismo. Uno es hist6rico y metodolé- pico el otto es esencialmente técnico y ambos estin interconectados, co- que serd el foco de nuestro interés, Cuando Le Corbusier publicé 1 9

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