Seccion: Humanidades
Fernando Vallespin, Joaquin Abellén,
Rafael del Aguila, Silvina Funes,
German Gomez Orfanel,
Carmen Lépez Alonso, M.‘ Luz Morén,
Alberto Oliet Pali, Damian Saint-Mezard,
Julian Sauguillo:
Historia de la Teoria Politica, 5
Rechazo y desconfianza en el proyecto ilustrado
Compilacién de Fernando Vallespin
El Libro de Bolsillo
Alianza Editorial
MadridPrimera edicién en ,
Donoso Corvés, por su lado, despierta la admiracién de
C. Schmitt (1985, 133) por poseer Ia grandeza segura de
si misma de un sucesor espiritual de los grandes inguisi-
dores
Los ejemplos podrian multiplicarse, pero en los ya
aludidos aparecen ideas como carisma, desigualdad, fe,
autoridad, sacrificio, crueldad, ete, que posteriormente
ganardn un lugar propio en el desarrollo de Ia ideologia
fascista.
Sin embargo, los movimientos reaccionarios del xix
son, en general, muy diferentes del fascismo en la medi-
da en que la mayoria de ellos tienden a ser simple y lla-
namente tradicionalistas, esto es, pretenden Unicamente
evitar el desarrollo de la sociedad moderna, industrial y
urbana, y volver @ una Arcadia que localizan en el Anti-194 Rafael del Aguila
guo Régimen. Por su lado, los grupos politicos fascistas
de este siglo resultan ser mucho més complejos en su
entramado ideolégico, y tratan, a su manera, de edaptar-
se a los problemas econémicos, politicos y sociales
modernos, recogiendo la inspiracién para ello de otros
Jugares y de otros planteamientos
‘Normalmente se afirma que los fascismos surgen en
abierte oposicién a los ideales ilusteados. Hay razones
para ello. Si Mussolini afirmaba representar Ja antitesis
del mundo de del Estado nazi se deriva del cardcter excep-
cional de la crisis capitalista. No obstante, aunque estos
argumentos tienen un indudable peso, lo que aqui esta
en juego es una alternativa interpretativa al fendmeno
nacional-socialista: sw consideracién no como una forma
politica «normals, sino como la forma més arbitraria y
extrema de dominacién y barbarie. Su carencia de
estructura, su desdén por los «intereses materiales» y su
Los fascismos 207
emancipacién de la légica del beneficio, su actitud anti-
utilitaria, su vinculacién al capricho del Fuibrer, lo tornan
en absolutamente imprevisible (Arendt, 1974, 511). De
hecho, la atbitrariedad del liderazgo no s¢ contrajo con
la toma de! poder y ef asentamiento del sistema, sino que
se expandié alcanzando cotas desconocidas hasta enton-
ces. Un dato, aisiado, singular, casi anecdético, posee,
segiin creo, tal fuerza explicativa a este respecto que evita
dilatarnos en mas comentarios: durante la retirada de las
tropas alemanas del Este de Europa en 1944, Jas lineas
férreas estaban copadas por los trenes de la muerte que
condueian a cientos de miles de judios hacia los campos
de exterminio; el ejéreito nunca utilizé su derecho de
veto para dar priotidad a los trenes que ttansportaban a
sus soldacos fuera del frente (vid. Arendt, 1976, 213).
Ningiin tipo de logica ni de sdctica (militar, politica.
puede dar cuenta de este hecho en términos racional-uti
Jitarios,
Todo esto no quiere decir, sin embargo, que una parte
fundamental de la estrategia de los fascismos no fueran
las alianzas y los compromisos a los que llegaron con
partidos conservadores y de derecha radical para la pro-
teccién del statu quo. Simplemente se trata de volver a
reflexionar sobre si los fascismos como fenémeno politi-
co no exceden Ia explicacién en términos estrictamente
clasistas, aun cuando éste siga siendo un componente
esencial en su andlisis, bien que insuficiente por si mis-
mo para dotarnos de una comprensién adecuada del
mismo, Tendremos ocasida de decir todavia algo mas
sobre este tema un poco més adelante.208 Rafael del Aguila
4. LOSCARACTERES GENERALES
DE LAS IDEOLOGIAS FASCISTAS
Antiliberalismo y antisoctalismo
Las ideologias fascistas siempre se presentaron a si
mismas como ideologias «anti», y, con mucha menor fre-
cuencia, intentaron establecer coherentemente sus pro-
pias lineas tedricas. De ahi procede la extendida idea de
que estos movimientos «no tienen ideologia» o de que la
ambigtiedad programética que mantenian hace imposible
configurar un modelo de concepcién politica fascista, Sin
embargo, y como tendremos ocasién de ver en este epi-
arafe, su posicionamiento antiliberal, antisocialista, anti-
parlamentario, anticonservador, anticapitalista, antiguali
tatista, antidemocrético, ete, comtiene ciertos elementos
clave que permiten aislar un marco conceptual previo
sobre cuyo trasfondo se organizardn los aspectos basicos
de su entramado ideolégico-tedrico-politico. Empezare-
mos por analizar su antliberalismo y sus implicaciones
politicas basicas pare pasar un poco més adelante a orde-
nat ottos elementos alrededor del antisocialismo,
Alli donde el individualismo abstracto liberal suponia
que la sociedad era una construccién que surge con la
exclusive finalidad de dar oportunidades de felicidad
seguridad o justicia a los distintos individuos y donde los
derechos de éstos eran «naturales», esto es, anteriores y
supetiores al Estado, los fascismos reivindican la organi-
cidad del todo. Es decir, los fascismos afirman la esencial
superiotidad del Estado, de la comunidad del pueblo 0
de la raza, sobre los deseos ¢ intereses individuales y par.
ticulazes que quedan asi relegados y subordinados @ la
etotalidad>.
Ademés, segiin la vieja idea liberal y democratica, el
Dien comiin y el interés general s6lo podrfan determinar-
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Los fascismos. 209
se a través de un proceso de discusién y didlogo de
todos jos puntos de vista implicados en el seno de la
esfera publica. El parlamentarismo era, precisamente, la
herramienta que, mediante el concepto de representa-
cién de intereses y perspectivas, hacia posible el estable-
cimiento de esa pluralidad de didlogos y conflictos, insti
tucionalizindola. Los fascismos, sin embargo, sugerfan
que el bien comin y el interés general no podian estar
subordinados a un proceso de discusién plural e incier-
to, y culpaban a su institucionslizacién parlamentaria de
todos los males y crisis por las que atravesaban sus socie-
dades. Reivindicaban entonces que el interés general
debia ser impuesto sobte todos los intereses particulares
y que su determinacién era posible slo a través de la
superior intuicién del lider det partido y del Estado que
interpretaba la esencia diltima de los destinos de la raza 0
de la comunidad
Es Idgico inferir de todo cllo que la idea de toleran-
cia, que el liberalismo democratico habia definido como
Ia existencia de un libre juego de puntos de vista contra-
puestos —y que daba origen a libertades como la de
expresiGn, opiniGn, discusin, publicidad, ete—, debia
ser consecuentemente atacada por los fascismos, Para
ést0s, la intolerancia respecto de la disensién, el conflicto
y la pluralidad de puntos de vista, asf como le anulacién
definitiva de las libertades paralelas, era la tinica via vali-
da que permitia reducit a unidad de voluntad y a unidad
de accion el inmanejable faccionalismo de Ja politica
liberal-democratica. Las referencias a la unided, @ la
fuerza, al vértice, etc, ocupan el lugar aqui de las tradi-
cionales preocupaciones por lo distinto, lo phural y el
equilibrio. «Una ideologia que irrumpe —dice Adolfo
Hitler— tiene que ser intolerante y no pods reducirse
a jugar un papel de un simple partido junto @ otros,
sino que exigid que se la reconozca como exclusiva210 Rafael del Aguila
y tnica (.). Esta intolerancia es propia de las religio-
nes» (1962, 218).
Este elemento es, desde huego, coherente con la anula-
cién del [atssez faire en el campo econémico y con las
tendencias intervencionistas del fascismo, que respon-
dian, més o menos, a los intereses de los grandes mono-
polios 0 @ intereses ideoldgicos de les elites fascistas,
pero que, en cualquier caso, se presentaban por parte de
Ia ideologia fascista como uno de los més claros ejemplos
de su anticapitalismo. Esta argumentacién venia igual-
mente apoyada por la referencia a Ia inclusién de nuevas
elites econdmicas (vinculadas a la esfera de influencia
ideologica u organizativa de los fascismos) dentro de los
procesos de toma de decisiones econémicas capitalistas,
y allf donde les fue posible, por la continua y estrecha
mediacidn de estas decisiones por el aparato politico.
EL nacionalismo constituye quizd una de Jas més claras
herencias liberales del fascismo, Sucedc, no obstante, que
el nacionalismo liberal, incluso en sus formulaciones
imperialistas del x1X, estavo, al menos en el nivel de las
ideas, vinculado a Ia esfera de valores democraticos y
universdlistas heredados de Ja revolucién francesa Por
su lado, ef nuevo nacionalismo cambié dristicamente su
cardeter. En efecto, en primer lugar, el hipernacionalismo
fascista se opuso desde un principio frontalmente a las
ideas internacionalistas 0 universalistas, y como correla.
to, @ las organizaciones y grupos sociales o politicos que
las reivindicaban: internacionslismo proletario y comu-
nismo, masoneria, capitalismo financiero internacional,
Liga de Naciones, judaismo, ete. La exacerbacién de los
sentimientos nacionalistas sirvid, ademés, para dar un tin-
te preciso al tipo de unidad politica basica (onginica, cor-
porativa, totalitaria) que serviria de punto de referencia a
Jas argumentaciones de intolerancia de los fascismos. En
otras palabras, el nacionalismo sirvié como herramienta
Los fascismos zn
de identificacién con el Estado 0 con la voluntad del
lider, de modo que los distintos grupos e intereses socia-
les pudieran ser anulados en nombre de esa unidad mas
alta. Por lo demas, la explotacién de las frustraciones
nacionales en Alemania o en Italia, en Austria o en Hun-
aria, constituyé con toda probabilidad uno de los princi-
pales elementos explicativos del ascenso fascista en aque-
llos paises (y alli donde esa frustracidn no existia en el
mismo sentido (Espafia), su ausencia sera uno-de los ele-
mentos explicativos fundamentales de su fracaso).
Algo parecido podria decirse del imperialismo expan-
sionista que, por lo demas, cumple dentro de la ideolonia
de los fascismos (y con particular fuerza en el modelo
nacional-socialista) funciones que son ajenas a los plan-
teamientos liberales. En primer lugar, el imperialismo es
un mecanismo ad falra de unificacién interna de la
nacidn y/o el Estado. Segiin sefialaba Emesto Giménez
Caballero, de lo que se trataria es de trasladar la lucha
social a un plano distinto, porque siendo «la lucha de
clases una realidad eterna en la historia (.) el pobre y el
rico de una nacién sélo se ponen de acuerdo cuando
ambos se deciden a atacar a otros pueblos o tiertas don-
de pueden existir riquezas 0 poderios para los atacantes>
(1939, 235). Pero, por otro lado, més alla de fa funcién
ideolégica de aglutinamiento en torno a una empresa
comin, el imperialismo consticuye el mecanismo que
concreta ad extra el darwinismo social, la dicotomia ami-
go-enemigo, la lucha de razas, la teoria del espacio vital
(Lebensraum), etc. Por lo demas, la idea de violencia y de
guerra como parte inevitable y saludable dei progreso y
de la historia, de 1a que luego diremos algo, cuadra per-
fectamente con las concepciones imperialistas de los fas-
cismos,
El racionalismo, el utiliterismo liberal, incluso el
industrialismo, Fieron sustituidos en la ideologia fascistaa2 Rafael del Aguila
por la emotividad, 1a apelacién a {o itracional, el elogio
de la sencilla vida campesina, etc. Pero, en lo que hace a
este tltimo aspecto —el «ruralismo» fascista—, conviene
aclarar que, como su otra cara, funciona en la ideologia
de los fascismos no una anti-modernidad, sino un cierto
delisio tecnologico. Hay que recordar la admiracion de
Mussolini y los futuristas por la técnica, el culto por lo
eficiente de los nazis, la unién del «romanticismo germa-
no del campesinado» con