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Vacaciones de verano Llegaron las vacaciones de Semana Santa, pa- saron, y comenz6 el ultimo trimestre del cole- gio. Mi abuela y yo habjamos planeado pasar las vacaciones en Noruega y casi no hablaba- mos de otra cosa por las noghes. Ella habia reservado un camarote para cada uno, en el barco que iba de Newcastle a Oslo, para la fe- cha més proxima posible una vez que yo ter- minara el colegio; y desde Oslo me ibaa llevar a un sitio que conocia en la costa sur, cerca de Arendal, donde ella habja pasado sus vacacio- nes de verano cuando era pequeria, hacia casi ochenta afios. —Mi hermano y yo estabamos todo el dia en el bote de remos. Toda la costa esta salpicada de diminutas islitas en las que no hay nadie. Las explorabamos y nos lanz4bamos al mar desde las suaves rocas de granito, y a veces, cuando fbamos hacia alla, echabamos el ancla y pescdbamos bacalaos y merluzas. Si atrapaba- mos algo, haciamos un fuego en la isla y frefa- mos el pescado en una sartén para comérnoslo. No hay pescado ms rico en el mundo que el bacalao absolutamente fresco. —{Qué solian utilizar como cebo cuando iban de pesca? —Mejillones —dijo—. ‘Todo el mundo usa mejillones como cebo en Noruega. Y si no pes- cébamos nada, herviamos los mejillones en una olla y nos los comiamos. —Estaban buenos? —Deliciosos —dijo—. Los cociamos en agua de mar y quedaban tiernos y salados. —{Qué ms hacian, abuela? —Remébamos mar adentro y saludébamos con la mano a los pescadores de gambas que volvian a casa, y ellos nos daban un pufiado de

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