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RENE WELLEK AUSTIN WARREN TEORIA LITERARIA VERSION ESPANOLA DE José M.* Gimeno PROLOGO DE DAMASO ALONSO BREDOS BIBLIOTECA ROMANICA HISPANICA Cap{TULO PRIMERO LA LITERATURA Y LOS ESTUDIOS LITERARIOS Hemos de establecer, ante todo, una distincién entre literatura y estudios literarios. Se trata, en efecto, de actividades distintas: una es creadora, constituye un arte; Ja otra, si no precisamente cien- cia, es una especie de saber o de erudicién. Por supuesto, se han hecho intentos de desvirtuar esta distin- | cién, Se ha dicho, por ejemplo, que no se puede entender de lite- ratura sj no se hace; que ni se puede ni se debe estudiar a Pope sim. antes probar fuerzas con los Mamados disticos épicos, o que no es posible componer un drama isabelino sin antes escribir un drama en verso libre?. Sin embargo, aun sirviéndole de mucho la experiencia de la creacién literaria, la tarea del estudioso es completamente dis- tinta, El estudioso ba de traducir a términos intelectuales su expe- rlencia de Ja literatura, incorporarla en un esquema coherente, que ha de ser racional si ha de ser conocimiento. Puede ocurrir que el tema ie gu estudio sea irracional o al menos que contenga elementos fuer- lemente irracionaless; pero no por ello se encontraré en condiciones dlstintas de las del historiador de la pintura o del musicdlogo 0, por lo demés, de las del sociélogo o del anatomista. Iv manifiesto que esta relacién plantea dificiles problemas, para ton que se han propuesto diversas soluciones. Unos teéricos niegan sin Widy que los estudios literarios sean conocimiento, y aconsejan una “wegunda creacién”, con resultados que hoy, a la mayoria de nos- HttoH, nos parecen fiitiles, como, por ejemplo, la descripcién de Mona 18 Teoria literaria Lisa que hizo Pater o los floridos pasajes de John A. Symonds o de Arthur Symons. Esta “critica creadora” ha solido representar una jnutil duplicacién, 0, a Jo sumo, Ja traduccién de una obra de arte a otra obra de arte, que por Jo comin era inferior. Otros teorizadores sacan conclusiones escépticas, bastante diferentes, de nuestra contra~ posicién entre la literatura y su estudio, afirmando que Ja literatura no se puede “estudiar” en absoluto; que sdlo nos es dado leerla, gozarla, apreciarla; que, aparte de esto, lo tinico que cabe hacer es acumular informacién de toda suerte sobre la literatura. En rigor, este escepticismo esté mucho més extendido de lo que pudiera creer- se manifestindose en Ja prictica en la insistencia en “hechos” am- bientales y en el menosprecio de todo intento de ir més alld. La valo- racién, el gusto, el entusiasmo se dejan al cultivo personal a modo de evasién inevitable, aunque también sensible, de Ja austeridad de la erudicién sélida. Sin embargo, esta dicotomia en “erudicién” y “valo- racién” no tiene en cuenta para nada el verdadero estudio de 1a lite- ratura, a la vez “literario” y “sistematico”. El problema estriba en abordar intelectualmente el arte, y en par- ticular el arte literario. gCabe hacer tal cosa? ¢¥ cémo es posible hacerlo? Una de las respuestas dadas a esta cuestién ha sido la si- guiente: es posible empleando los métodos desarrollados por las ciencias naturales, que no hay més que transportar al estudio de la literatura. Pueden distinguirse diversas clases de esta transposicién. Una es el intento de alcanzar los idcales cientificos gencrales de obje~ tividad, impersonalidad y certeza, intento que en conjunto induce a acopiar hechos neutros, Otra es ¢l esfucrzo por imitar los métodos de las ciencias naturales mediante el estudio de_antecedentes_y_ori- genes causales; en la practica, este “métado genético” justifica la indagacién de toda relacién sobre base cronolégica en tanto sca po- sible. Aplicada més rigidamente, 1a causalidad cientifica se utiliza para explicar fenémenos literarios considerando como causas determinantes Jas condiciones econémicas, sociales y politicas. Asimismo debe seiia- larse Ja introduccién de los métodos cuantitativos que se emplean en algunas ciencias, como estadisticas, cartas y grdficas. Y, por ultimo, se ha hecho cl intento de emplear conceptos biolégicos para explicar la evolucién de Ja literatura% rep reves dect li ‘ al fre my Ps Fe La literatura y los estudios literarios 19 Hoy existe unanimidad casi general sobre el hecho de que esta transposicién no ha colmado las esperanzas con que sc acometié6. ‘A veces, los métodos cientificos han demostrado su valor em un sector muy restringido 0 con una técnica limitada, como el empleo de la estadistica en ciertos métodos de critica textual. Pero la mayoria de los promotores de esta irrupcién cientifica en el terreno de los estu- dios literarios han confesado su fracaso y acabado en el escepticismo, © se han confortado con engaiiosas ilusiones sobre los éxitos futuros del método cientifico, como, por ejemplo, Ivor A. Richards, que solia referirse a los futuros triunfos de Ja neurologia como solucién segura de todos Jos problemas litcrarios *. Mas adelante habremos de volver sobre algunos de Jos problemas que plantea esta extendida aplicacién de Jas ciencias naturales a los estudios literarios; porque, en efecto, no pueden desecharse dema- siado ficilmente, y, ademas, es indudable que existe un amplio cam- po en que las dos metodologias entran en contacto ¢ incluso se superponen. A todos los tipos de conocimiento sistematico les son comunes métodos fundamentales como Ja induccién, la deduccién, el anélisis, la sintesis y 1a comparacién. Pero eg manifiesto que la otra solucién se recomienda: Ja investigacién literaria tiene sus métodos yalidos, que no siempre son los de las ciencias naturales, pero que, no obstante, son intelectuales. Sdlo una concepcién muy angosta de Ja verdad puede desterrar del reino del saber las conguistas de las humanidades. Ya mucho antes de operarse el moderno desenvolvi- miento cientifico, la filosofia, Ja historia, la jurisprudencia, la teologia ¢ incluso Ja filoiogia habian forjado métodos validos de conocimiento. Sus conquistas pueden haber quedado eclipsadas por Jos triunfos teéricos y practicos de las ciencias fisicas modernas; pero, no obs- tante, son reales y duraderas, y cabe resucitarlas o remozarlas facil- mente, a veces introduciendo en ellas alguna modificacién. Lo que hay que hacer es simplemente admitir que existe esta diferencia entre los, métodos y fines de las ciencias fisico-naturales y los de las huma- nidades. Ahora bien, definir esta diferencia constituye un problema com- plejo. Ya en 1883, Guillermo Dilthey establecié la distincién entre Teoria literaria La literatura y los estudios literarios > Jos métodos de las ciencias naturales y los de la historia en funcién de una contraposicién entre explicacién_y comprensién‘*, El cienti- fico —decia(Di sus antecedent ies-causales, mientras que el historiador trata de compren- der su sentido, proceso.de comprensién que es forzosamente.indivi- @6 dual y aun subjetivo. Un afio después, Guillermo (Windelband, el '“" \yfamoso historiador de 1a filosofia, atacé también el punto de vista < Seguin el cual Jas ciencjas historicas han de imitar los métodos de las “ciencias naturales 5: los Gientificos tratan de establecer_leyes_genera- les, en tanto que log historiadores se esfuetzan por aprehender el he- cho winico, que no se repité, Este punto de vista fue desarrollado y, en cierta medida, modificado por (Heinrich Rickert, que traz6 una divi- soria no tanto entre métodos generalizadores y métodos individualiza- dores como entre ciencia natural y ciencia cultural®. La ciencia cultu- ral —decfa— se interesa por Jo concreto y lo individual; los indivi- © duos, sin embargo, slo pueden ser descubiertos y comprendidos por referencia a algtin esquema de valores, lo cual no es mas que otra ma~ a mera de decir cultura. En Francia, A. D. Xénopol distinguia entre we” ciencias naturales en cuanto se ocupan de “hechos de repeticién”, ¢ y~ historia en cuanto se ocupa de “hechos de sucesién”. En Italia, Bene- detto Croce basé toda su filosoffa en un método histérico, que es total~ mente distinto del método de las ciencias naturales 7, Qe HL estudio cabal y completo de estos problemas supondria zanjar Had problemas como Ja clasificacién de ‘las ciencias, la filosoffa de Ja his- toria y la teorfa del conocimiento *. Con todo, unos cuantos ejemplos concretos pueden indicar al menos que existe un problema real con que se ha de enfrentar el estudioso de la literatura. ¢Por qué estu- “diamos a Shakespeare? Es palmario que primordialmente no nos ‘interesa lo que tenga en comin con todos los hombres, porque en tal caso lo mismo podrfamos estudiar a otro hombre cualquiera; y que tampoco nos importa lo que tenga en commin con todos los ingle- ses, con todos Jos hombres del Renacimiento, con todos los hombres de la época isabelina, con todos los poetas, todos los dramaturgos, © aun con todos los dramaturgos isabelinos, porque entoncts cabria estudiar con igual justificacin a Dekker 0 a Heywood; lo que que- 7 remos es penetrar qué es lo peculiar de Shakespeare, qué es lo que \ hace que Shakespeare sea Shakespeare, y esto constituye evidente- mente un problema de individualidad y de valores. Incluso al estudiar una época, un movimiento o una literatura nacional determinada, el estudioso de la literatura se interesaré por ella como individua- lidad dotada de cualidades y rasgos caracteristicos: que 1a distinguen de otras individualidades similares, La tesis de Ja individualidad puede apoyarse también en otro ar- gumento, cual es el de que los intentos de hallar leyes generales en literatura han fracasado siempre. La Uamada ley de la literatura inglesa, formulada por Louis Cazamian, Ja “oscilacién del ritmo del espiritu nacional inglés” entre dos polos, el sentimiento y el inte- lecto (acompafiada por Ja afirmacién de que estas oscilaciones van haciéndose més rapidas cuanto més nos acercamos a la edad contem- pordnea), o es trivial o es falsa; falla por comoleto al aplicarla a Ja era victoriana®. La mayoria de estas “Jeyes” resultan ser solamente uniformidades, constantes psicolégicas como accién y reaccién o con- vencién y rebelién, que, aunque estuvieran fuera de toda duda, no podrian decirnos nada verdaderamente significativo acerca de los pro- cesos literarios, Mientras la fisica puede cifrar sus més altos triunfos wow en alguna teorja general que reduzca a una férmula la electricidad y wet a el calor, la gravitacién y 1a luz, no cabe formular una ley general que ¢ satisfaga los imperativos de los estudios literarios: cuanto més gene-*\{', ral sea, tanto més abstracta y, por Jo mismo, tanto mds vacia pare- cera, y tanto msds se hurtard a nuestra aprehensién el objeto con- creto de Ja obra de arte. Hay, pues, dos soluciones extremas de nuestro problema. Una, puesta de moda por el prestigio de las ciencias fisicas, identifica ef método cientifico con el método histérico, conduciendo a un simple | acopio de hechos o al establecimiento de “leyes” histéricas suma- | mente generalizadas. La otra, negando que la investigacién literaria | sea una ciencia, afirma el cardcter personal de la “comprensién” | literaria y Ja “individualidad” e incluso Ja “unicidad” de teda obra | literaria. Pero, en su formulacién extrema, la solucién anticientifica | tiene también evidentes peligros. La “intuicién” personal_puede.con- ] ducir a una simple “apreciacién” emocional, a un complejo subjeti- | ( “s Qelrsae belonkd { \ Hit ey dt ls ea zi { 22 Teoria literaria vismo. Subrayar la naturaleza “individual” o incluso “Gnica” de toda obra de arte, aunque sea saludable como reaccién contra genera- lizaciones faciles, es olvidar que ninguna obra de arte puede ser totalmente “Unica”, porque entonces serfa completamente incompren- sible. Es cierto, sin duda, que no hay mas que un Hamlet o incluso que sélo existe un “Trees” de Joyce Kilmer *; pero también un montén de basura es tinico en el sentido de que sus proporciones precisas, posicién y combinaciones quimicas no se pueden reproducir exactamente. Ademés, todas las palabras de toda obra de arte lit raria sop, por su misma naturaleza, “generalidades” y no particulari- dades. La disputa entre lo “universal” y lo “particular” en literatura perdura desde que Aristételes afirmé que Ja poesia es mds universal Y,_por tanto, mis filosdfica que la historia, que sdlo atiende a Jo par- ticular, y desde que Samuel Johnson afirmé que el poeta no debe “contar las listas del tulipan”. Los roménticos y Ja mayoria de los criticos modernos no se cansan jamas de subrayar la particularidad de la posta, su “textura”, su cardcter concreto™; pero hay que reco- nocer que toda obra literatia es general y es particular, o —mejor quizi— es tanto individual como general. La individualidad puede distinguirse de la particularidad_y_unicidad completas". Toda obra fiteraria, como todo ser humano, tiene sus caracteristicas individuales; pero también comparte propiedades comunes con otras obras de arte, Jo mismo que todo hombre comparte determinadas caracterfsticas con Ja humanidad, con todos los que pertenecen a su sexo, nacién, clase, profesién, etc. Podemos, pues, generalizar sobre las obras de arte, sobre el teatro isabelino, sobre toda Ia poesia dramitica, sobre toda Ja literatura, sobre todo el atte. La critica literaria y la historia lite- ratia intentan, una y otra, caracterizar la individualidad de una obra, de un autor, de una época o de una literatura nacional, pero esta caracterizacién s6lo puede lograrse en términos universales, sobre la | base de una teoria literaria. La teorfa literaria, un_organon metodo- légico, es la gran necesidad de la investigacién Jiteraria en” nues- tras dias. * [Mediocre poema sentimental, muy popular en Jas antologias norteame- ricanas,] La literatura y los estudios literarios Ocioso es decir que este ideal! no disminuye Ja importancia de la comprensién y el goce simpatéticos como condiciones previas de nuestro conocimiento dela literatura y, por tanto, de nuestras refle- siones sobre ella; pero sélo son condiciones previas. Decir que los estudios literarios sélo sirven para el atte de la lectura es concebir erradamente el ideal del conocimiento organizado, por indispensable que sea este arte para el estudioso de Ja literatura, Aun cuando el término “lectura” se emplee con la amplitud suficiente para que abarque Ja comprensién y la sensibilidad criticas, el arte de leer es un ideal de cultivo puramente personal. Como tal es sumamente con~ veniente, y sirve también de base de una amplia difusién de Ja cul- tura literaria, pero no puede sustituir a Ja concepcién de Jo que hemos Mamado “investigacién literaria”, entendida como tradicién suprapersonal. Carfruto IE NATURALEZA DE LA LITERATURA El primer problema que se nos plantea es, evidentemente, el del objeto de Ja investigacién literaria. eQué es literatura? Qué no Jo es? ¢Cudl es la naturaleza de la literatura? Por sencillas que parez- can, estas preguntas rara vez se contestan claramente. Uno de los modos de definir Ja “literatura” es decir que es todo Jo que estd en letra de molde. ‘Nada se opondr4 entonces a que ¢stu- diemos temas como “La profesién de médico en el siglo xiv”, “Los movimientos planetarios en la baja Edad Media” o “Las artes mégi- cas en la Inglaterra de antafio”. Como decia Edwin Greenlaw: “Nada que se relacione con la historia de Ja civilizacién cae fuera de nues- tro campo”; no tenemos que “limitarnos a Jas bellas letras o a las noti- cias impresas o manuscritas en nuestro esfuerzo por comprender una época o una civilizacién”, y “hemos de considerar nuestra labor a la Juz de su posible contribucién a la historia de Ja cultura”, Asi, pues, segtin la teorfa propugnada por Greenlaw y Ja prdctica seguida por muchos doctos en la materia, los estudios literarios pasan a ser no ya intimamente afines, sino realmente idénticos a la historia de la civilizacién. Tales estudios sdlo son literarios en cuanto se ocupan de materiales impresos o escritos, que forzosamente constituyen Ja fuente primaria de la mayor parte de Ja historia. En defensa de seme- jante punto de vista cabe decir, por supueste, que los historiadores desatienden estos problemas, que se preocupan demasiado de la his- toria diplomética, militar y econémica, y que por ello estd justifi- cado que el estudioso de Ja literatura invada y se haga cargo de un Naturaleza de 1a literatura 25 territorio colindante. Es indudable que no se debe prohibir a nadie que se adentre en el terreno que le plazca, y asimismo lo es que hay * mucho que decir en pro del cultivo de la historia de Ja civilizacién, entendida en el mas amplio sentido de la palabra. Pero, no obstante, los estudios dejan de ser literarios. No es convincente 1a objecién de que todo esto se reduce a un equivoco terminoldgico. El estudio dé todo lo relacionado con. la historia de la civilizacién_desborda real- mente los estudios estrictamente literarios. Porque entonces todas las distinciones desaparecen; penetran en la literatura criterios extrafios, Y> por consiguiente, ésta sdlo se considera valiosa en cuanto aporta re~ sultados para tal o cual disciplina colindante. Identificar Ja literatura con Ja historia de la civilizacién equivale a negar el campo y métodos . propios de los estudios literarios. Otra manera de definir Ja literatura es circunscribirla.a ‘as. gran- des obras”, obras que, sea cual fuere su asunto, son “notables por su forma _o expresién literaria”. En este caso, el criterio es el valor estético, solo o unido a altura intelectual general, Dentro de la poesia lirica, del drama y de la novela, las grandes obras se éligen con criterio estético; otros libros se estiman particularmente por su fama © por su altura intelectual, aunada a un valor estético de clase mis Jimitada: estilo, composicién y fuerza general de representacién son Jas caracteristicas que generalmente suelen tenerse en cuenta. Ello constituye un modo corriente de distinguir o de hablar de literatura. Al decir que “eso. no es. literatura”, expresamos tal juicio de valor; y formulamos Ja misma clase de juicio cuando’ de un libro de his- toria, de filosofia o de ciencia decimos que entra en la esfera de la “literatura”. La mayor parte de Jas historias literarias estudian efectivamente a fildsofos, historiadores, tedlogos, moralistas, politicos y aun a algu- nos hombres de ciencia. Seria dificil, por ejemplo, concebir una his- toria literaria de Ja Inglaterra del siglo xvii en que no se estudiara extensamente a Berkeley y a Hume, al obispo Butler y a Gibbon, a Burke ¢ incluso a Adam Smith. El estudio de estos autores, aunque por lo comtin sea mucho mis breve que el consagrado a poctas, dramaturgos y novelistas, rara vez se limita a los méritos estrictamente estéticos. En Ja practica se suelen hacer estudios sumarios e inexpertos de tales autores en funcién de su especialidad. En rigor, a Hume no 52 26 Teoria literaria se le puede juzgar mds que como filésofo; a Gibbon, como histo- riador; al obispo Butler, como apologista y moralista cristiano, y a Adam Smith, como moralista y economista. Pero en la mayoria de las historias de Ja literatura se trata de estos pensadores de un modo fragmentario, sin el adecuado contexto —la historia de su disci- plina—, o sea, sin llegar a una verdadera comprensién de Ja historia de Ja filosoffa, de la ética, de Ja historiografia, de Ja teorfa econé- mica. El historiador de Ja literatura no se convierte automdaticamente en historiador propiamente dicho de estas disciplinas, sino que pasa a ser simplemente un compilador, un cohibido intruso. EI estudio de “grandes obras” aisladas ¢s sumamente recomen- dable para fines pedagdégicos. Todos hemos de aprobar la idea de que los estudiosos —y aun los principiantes— deben leer grandes obras o al menos buenas obras, mas que recopilaciones o curiosida- des histéricas*. Cabe, sin embargo, la duda de que tal principio merezca conservarse en su pureza para Jas ciencias, para la historia © para cualquier otra disciplina de tipo acumulativo. En Ja historia de la literatura imaginativa, el limitarse a las grandes obras hace incomprensible 1a continuidad de la tradicién literaria, 1a evolucién de los géneros literarios y aun_la misma naturaleza del proceso lite- tario, adem4s de velar: el trasfondo de condiciones sociales, lingiiis- ticas, ideolégicas y otras circunstancias determinantes. En historia, "en filosofia y materias afines introduce en rigor un punto de vista demasiado “estético”. Es evidente que ninguna otra razén que no sea Ja de una atencién especial al “estilo” expositivo y a la organizacién del material justifica el escoger a Thomas Huxley como el tinico hombre de ciencia digno de Jeerse entre todos los cientificos ingleses. Debe notarse, ademds, que, salvo contadfsimas excepciones, este cri- terio habrd de preferir los vulgarizadores a Jos grandes creadores. En- tre Huxley y Newton, se quedard, y tendré que quedarse, con Hux- ley, y tomard a Bergson para dejar a Kant. Z) Cuando mis adecuado parece el término “literatura” es cuando se circunscribe al arte de Ja literatura, es decir, a la literatura imagi- “nativa, a Ja literatura de fantasia. Al emplear asi este término se plantean ciertas dificultades; pero las posibles alternativas que tiene en inglés, como “novela”, “poesia”, fiction, estén ya hipotecadas por significados més estrictos, o bien, como “letras”, “bellas letras”, Naturaleza de la literatura 27 “buenas letras” o “literatura imaginativa”, son torpes e inducen a error. Una de las objeciones que se hacen al término “literatura” es que sugiera (por su etimologia de Tittera) su limitacién a la literatura escrita 0 impresa; porque es palmario que toda concepcién légica y cabalmente trabada ha de comprender la “literatura oral”. A este respecto, el término alemin Wortkunst y el ruso slovesndst evan ventaja a sus equivalentes ingleses. XY El modo mis sencillo de resolver la cuestién es deslindar el uso “ especial que se hace del lenguaje en literatura, El lenguaje es ¢l_mate- rial de Ja literatura, como lo som Ja piedra o ef bronce de la escul- tura, el dleo de la pintura o los sonidos de Ja musica; pero debe advertise que el Jenguaje no es simple materia inerte, como la pie- dra, sino creacién humana, y como tal esté cargado de la herencia” cultural de un grupo lingiiistico. . Las distinciones ‘principales han de establecerse entre el uso lite- tario, ef uso corriente y el uso cientifico del lenguaje, Un reciente estudio de Thomas Clark Pollock sobre esta cuestién, titulado The Nature of Literature*, aunque cierto dentro de sus Imites, no satis- face por completo, sobre todo al establecer Ja distincién entre lenguaje P literario y Ienguaje cotidiano. El problema es crucial y nada sencillo en la practica, ya que la literatura, a diferencia de las demés artes, no tiene medio expresivo propio, y existen indudablemente no pocas formas mixtas y sutiles transiciones. Es bastante facil distinguir entre el lenguaje de Ia ciencia y el de Ja literatura. Sin embargo, no basta Ia simple contraposicién entre “pensamiento” y “emocién” o “senti- miento”. La literatura contiene efectivamente pensamiento, y el len- guaje emocional, por su parte, no se agota en modo alguno en la literatura: piénsese, por ejemplo, en un diflogo entre enamorados o en una discusién corriente. Con todo, el lenguaje cientifico ideal es puramente “denotativo”: tiende a una correspondencia reciprocal entre signo y cosa designada. El signo es completamente arbitrario, por lo cual puede ser sustituido por signos equivalentes. El signo es también transparente; es decir, sin lamar Ja atencién sobre si mis-| mo, nos remite de un modo inequivoco a lo que designa. ‘Asf, el lenguaje cientifico tiende a_un_sistema.de. signos como.el de las matemiticas_o Ja _légica simbélica; su ideal es un Senguaje universal como la characteristica universalis que Leibniz habia co-

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