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Radi J. Mandrini La Argentina aborigen De los primeros pobladores a 1910 2A tonne SéAt Epilogo 1910... La Argentina del Centenario En 1910, la joven nacion argentina colebr6 con brill y grandes: ompas el Gentenarto de la Revolucién de Mayo. En esos, ‘momentos culminaba también una de las metas que se habian lmpuesto ous fundadores. En un proceso que so habia iniciado ‘a mediados de la década de 1870, as fronteras intriores fu ron definitvamente eliminadas con la ocupacién de los territo- ros indigenas, el sometimiento ool exterminio de sus poblado- ros originarios y la incorporacién definiiva de sus tierras al, ‘estado nacional. Convertidos en una minoria 6tnica marginada, Jos descendientes de los pueblos originarios tuvieron a partir de entonces que luchar por su supervivencia, generando dis tintas respuestas y resistencias frente a las polticas estatales. Debieron pasar muchas décadas hasta que e! estado comenza~ ra. reconocetios y a aceptar, al menos en el papel, algunos de us derechos, espacialmente al derecho preexistente sobre las tierras de sus antepasados y el reconocimiento pleno de su Identidad cultural, En 1910, la pomposa celebracién del Centenario de Ia Revo- tucién de Mayo fue también la celebracién de las glorias de lajoven ma- ‘ign, 0 mejor, de los Logros de la elite que, desde comientzos de la dé- ‘cada de 1860, imbuida de las ideas liberales de la época, conducia los destinos de exe estado, Confiando ciegamente en wn “progreso” inaca- Dable, esa elite podta exhibir logros sin duda impresionantes, y su ex tos0 proyecto econémico y politico habfa logrado sortear con éxito las sis que se habian presentado. Elcrecimiento de la economéa parecia inacabable y se reflejaba en el sumento de la producei6n agropecuara, la inmigraciGn masiva, el in ceremento del comercio externo y las inversiones de capitalesfordneos. Polfticamente, el pais habia vivido, pese a las resistencias y algunas revo- luciones facciosas, una larga época de estabilidad Inego de las convul- 24 La Arent aborigen sionadas décadas postevolucionarias. El sistema institucional imple mentado por la Constitucion de 1853 parecia funcionar, y desde 1862 se mantenfa sin quiebres la continuidad institucional Por cierto, es era sélo una parte de a realidad. El sistema foncionaba pero no podia ocultar sus Indos ascuros. Las desigualdades ~sociales y re- gionales- eran notorias el progreso econémico s6lo alcanzaba a ciertos {grupos y regiones, profundizando de modo creciente las diferencias. Ademés, s6lo una pequetia parte de la poblacién participabe politica ‘mente en un estado donde un grupo reducido manejaba con mano fé- rrea el aparato politico. Sin embargo, el poder de esa minorfa ibaa ser Pronto cuestionado: el crecimiento econémico tiabia propiciado el de- sarrollo de sectores sociales medios, en gran parte descendientes de in- ‘migrates, que no tardaron en buscar canales de participacion politica. Entre los logros que ese estado podia exhibir se encontraba el haber podido solucionar la cuestin de las fronteras interiores incorporando Jos territorios ocupados por los pueblos originarios y sometiendo ~0 ex- terminando~ a sus pobladores. La solucién del problema de las fronte- ras interiores habfa comenzado a encararse seriamente a partir de me- diados de Ja década de 1870. Primero, los esfuerzos se volcaron csencialmente hacia los territorios del sur; luego, hacia los del Chaco. En 1910 el problema estaba, o parecta estar, conclnido. El espacio pampeano habia sido ya integrado a la economia nacional y las fronte- ras eran cosa del pasado. En la Patagonia, la presencia del estado se iba afirmando con el tiempo, aunque habia todavia dreas donde esa pre- sencia era poco més que nominal, En el Chaco, una serie de campafias, militares iniciadas en la década de 1880 habia ido reduciendo las tierras cocupadas por los pueblos originariosy, hacia 1910, el estado se apres- taba a iniciar la ofensiva final, concluida al aio siguiente. El proceso, sin embargo, no habia sido sencillo, yla ocupacién de los territorios in- digenas habia demandado més de tres décadas. Los tenrtorios del sur ‘Cuando a mediados del siglo XIX se constituy6 el estado nacional ar- ‘gentino, la solucién del problema de las fronteras interiores tuvo que es- pperar, a pesar de su importancia para la elite gobernante. Esa demora ‘era comprensible, pues los primeros atios de vida del nuevo estado no hhabfan sido ficiles: habia sido necesario ponerlo en funcionamiento ‘creando la estructura juridica, politica y administrativa que le diera vida, Eologo 265, y dotindolo de los cuerpos y organismos necesarios; debieron vencerse resistencias internas en las provincias, donde los intereses locales y los resabios del viejo candillismo se negaban a aceptar las imposiciones del poder central por iitimo, se habia sostenido una larga y costosa guerra contra Paraguay Ia guerra de la Triple Alianza (1885-1869)~. A todas estas cuestiones el gobierno nacional habia tenido que volear sus es- fuerz0s y sus no demasiado abundantes recursos Sin embargo, hacia mediados de la década de 1870 estaban dadas las condiciones para encarar el problema de los limites definitivos de] nuevo estado, cuestion que era, al mismo tiempo, geopolitca ~definir €l area de soberania~ y econdmica ~desarrollar condiciones basicas para la expansi6n de una economia agroexportadora, de acuerdo con «1 proyecto liberal vigente—. En este titimo aspecto, a incorporacién de nuevas tierras y su control efectivo resultaban de crucial importancia. Gon el ascenso a Ia presidencia de Nicolés Avellaneda, en 1874, el ‘tema pasé a ocupar un lugar central en los debates politices, abarcando tanto las cuestiones vinculadas alos conflctoslimitrofes con las naciones vecinas como aquellas derivadas de la supervivencia de las Hamadas “fronteras interiores", es decir, las fronteras con terrtorios indios a los cuales las nuevas naciones comenzaban a considerar también esferas de su soberana. Como mencionamos en otros capitulos, el problema de las fronteras indias se remontaba al inicio del perfodo colonial y, hacia me- iados del siglo XIX, segufa siendo una cuestién pendiente. La situacién mis grave era sin duda, desde la perspectiva del joven es- tado, la de la frontera del sur, especialmente en el espacio rioplatense, donde el conflicto entre ambas sociedades se habia acentuado tras la ‘cafda de Rosas, en 1852, Los afios finales de esta década marcaron el punto mas alto en la actividad ofensiva de los indigenas. Separada Bue- nos Aires de la Confederacin presidida por Urquiza, la provincia vio sus fronteras devastadas por esa actividad. Aliado, o al menos més pré- xximo a Urquiza, Callfucura habia organizado una poderosa confedera- ‘i6n y los malones alcanzaron uma envergadura no conocida, arrasando las ricastierras bonaerenses. La frontera retrocedi6, decenas de miles de cabezas de ganado fueron arreadas a tirras indias para emprender su viaje a Chile, numerosos cautivos fueron Hlevados a las tolderias y el rismo eército de Buenos Aires sufi6 duros reveses. El fin de los con- fictos entre la Confederacién Argentina y Buenos Aires no modifié demasiado la situaci6n y los problemas continuaron, nando Nicolés Avellaneda llegé ala presidencia, la frontera sur for. snaba un amplio arco que atravesaba dle norte a sur Ta provincia de Buc. ect encom 266 La Argentina aban nos Aires, torcia hacia el este antes de llegar al actual limite con la de ‘Santa Fe, y se volcaba luego hacia el noreste; ya en Cérdoba, seguia el curso del rfo Quinto hasta las cercanfas de San Luis, para dirigirse Juego hacia el sur hasta alcanzar, ya en Mendoza elrfo Diamante; bor- deaba su curso hasta San Rafael, se volcaba al sur hasta el Atmel y, si- squiéndolo, se dirigia hada la cordillera. Linea sensible y conflictiva, su sola presencia y cl recuerdo de los violentos ataques de las décadas an- terioresconstitafan un desafio al nuevo estado. Por un lado, limitaba la expansin del proyecto agroexportador triunfante que reclamaba mnés tierras; por ot, planteaba un serio problema para el futuro ante las as- piraciones del vecino estado chileno y las inevtables cuestiones limstro- fes que se preveian; finalmente, las tierras fronterizas constitafan un Ambito de peruurbacién social y politica nunca bien controlado por los ‘estados provinciales 0 el estado nacional Poco después de asumir Avellaneda, en diciembre de 1784, la opi- niGn publica de Buenos Aires se vio conmovida por el levantamiento de _Juan José Catrcl, hasta entonces un aliado firme del gobierno nacional Presonado por la exigencias de las autoridades nacionales, Catriel sbandond sus tolderfas en las cercanfas de Tapalqué y se dirigié hacia el interior de ls pampas a unirse a Namuncura, que habfa sucedido a su padce, Calfucura, La alianza se extendi6 a otros caciques, como Pincén y Baigortta y durante casi tres meses les coligados asolaron la frontera, ‘especialmente el sur bonaerense. El “malén grande”, como se lo cono- cig entonces, fue la vitima gran empresa guerrera encarada por los ca- ‘iques pampeanos El episodio aceler el proyecto de avance de la frontera. El plan de operaciones, laborado por el ministro de Guerra, Adolfo Alsina, pre- vyeia una primera etapa de avance limitado, que se concreté entre ‘marzo y mayo de 1876, destinado, principalmente, a ocupar las ricas tierras de pastoreo del oriente de la actual provincia de Buenos Aires, especialmente Carhué y Ia zona del sistema de lagunas conocidas como Encadenadas, donde alimentaban sus ganados los caciques de Salinas Grandes, Lograda la ocupacién, deberfa construirse una ex- tense zanjay un sistema de fuertes yfortines a fin de asegurar los terri torios conquistados, impedir muevos ataques y servir de base para fu- tures avances. El proyecto recibi6 miltiples criticasy dio lugar a duros debates, porque a entender de muchos mantenfa una politica esen- calmente defensiva Lamuerte de Ssina en diciembre de 1877 dej6 tranca la realizaci6n del plan, que prevefa posteriores avances, El coronel Julio A. Roca, de- logo 267 signado como su sucesor, recibié de Avellaneda instrucciones expresas {de continuar el avance de la frontera interior y, algunos meses después, cn agosto de 1878, elevs al Congreso Nacional su plan de acci6n solic. tando los recursos necesarios, El proyecto fue aprobado en octubre, ‘aunque con dudas yreticencias por parte de algunos legisladores. Desde <1 Ministerio, Roca preparé cuidadosamente la campafia militar que, Ilevada a cabo entre los afios 1878 y 1879, culminé en las olla del rio Negro frente a la isla de Choele-Choel. Alli, con Ja presencia del mismo Roca y la plana mayor del eército, se celebré el 25 de mayo de 1879 la fiesta patria, La legada al rfo Negro en el corazén de un terrtorio que la nacién reclamaba y los caciques| Indios dominaban- constituia un objetivo largamente deseado, y su con- crecin parecia poner fin a tres siglos dle conflicto con las poblaciones originarias de la regin. La fecha clegida era clave por su valor simbélico en la formacién de la nacin. También lo era el lugar: Choele-Choel, centro de comunicaciones y punto de encuentro de rutas comerciales, era uno de los lugares més apreciados por lo indigenas. La ocupacién del territorio chaquefio ‘Hasta mediados del siglo XIX, las relaciones de la sociedad criolla con el tertitorio chaquefio se habgan limitado a las éreas externas, la franja ‘cercana a las terras andinasy ls tierras vecinas alos rios Parand y Pa saguay, Los terrtorios del interior, en cambio, constitufan um mundo muy poco conocido para Ia sociedad criolla, pese a las exploraciones en general poco exitosas- que se habjan realizado, Las duras condicio- ‘nes ambientalesy la resistencia de las comunidades aborigenes habjan creado adems a imagen de una tierra arida, difily hostl poblada de “salvajes’, pronto conocida con el nombre de El Impenetrable. La penetracién y ocupacin del Chaco tuvo estrecha vinculacién con Ja contolidacién del estado nacional argentino, El fin de Ia guerra del Paraguay, al terminar la década de 1860, abri6 camino a una serie de disputas diplométicas en tomo a la soberanfa sobre el territorio que fueron fijando las partes correspondientes a cada estado, Argentina, Pa- raguay y Brasil, Paralelamente, se comenz6 la exploracin y ocupacion militar: en 1870, el coronel Napoleén Uriburu dirgié una expedicion ‘que, desde Salta, atraves6 el Chaco hasta llegar a las costas del Parand: ‘en 1872 se cre6 el Territorio del Chaco; luego, algunas campaiias mil tares emprendidas desde Santa Fe bajo el mando del corone! Manuel 268 La Argentina abarigon Obligado iniciaron la ocupacién de territorios en el norte de esta pro- vincia; finalmente, a partir de asentamientos militares anteriores, se fundaron los primeros poblados, Resistencia y Formosa, Aunque en los ails siguientes se efectuaron otras exploraciones, como las de Luis Jorge Fontana (1879), Rudecindo Tbazeta (1881) y Juan Solé (1882), que aportaron mevos conocimientos sobre la regi6n, su ocupsacién pa- recia ain lejana, Los pueblos indigenas, por su parte, no cedian en sus ataques a fortines y estancias, Recién a partir de 1884, cuando terminaron formalmente las opera ciones militares en el sur, pudo el estado nacional contar con los hom bres y recursos necesarios para levar adelante la empresa. La campatia planeada y comandada en 1884 por el general Benjamin Victorica, mi nistro de Guerra, marcé el comienzo de la ocupacién efectiva del terr- torio chaquetio, aunque no pudo terminar con las resistencias de Tos distintos pueblos indigenas. La expedicién de Victorica posibilits, sin ‘embargo, la radicacién en la2ona de poblacién criolla a fandacion de algunos poblados y un anmento de la actividad agricola y ganadera. En exe mismo afio, el Terrtorio de! Chaco qued6 dividido en dos goberna- ciones, la del Chaco, al sur del rfo Bermejo, yla de Formosa, entre este “timo y el Pilcomayo, La ocupacién del tersitorioy el control de sus pobladores originarios fueron muy lentos, y nuevas expediciones de cardcter militar debieron penetrar en el territorio entre 1885 y 1910. Aunque muchas comunida- des fueron sometidas, los indigenas encontraron en las profuundidades del bosque chaquefio st mejor arma para resistr. La ditima expedicin destinada a hacer efectvo el control sobre la frontera del Pilcomayo fue dirigida en 1911 por el coronel Enrique Rostagno. Con ellase puso fin, formalmente, 2 la ocupacién de la regi6n. El destino de los vencidos La conquista militar de Ios territorios ocupacios por los pueblos origina os pasé muy pronto a converttse en otra de las “grandes y gloriosas _gestas” dela nacién que, en 1910, festejaba con toda pompa su centena- Fo, En 1884, tras la rendicién de los tltimos grandes caciques, el gene- ral Lorenzo Winter informaba con grandilocuencia: “..1 ha desapare- cido para siempre en el sur de la Repiblica toda limitacin fronteriza contra el salvaje [..] Las aspiraciones del gobierno y del pats hanse re- alizado en menos de un decenio. En el sur de la Repiblica no existen ptogo 269 ya dentro de su teritorio fronterizo humillantes impuestos ala cvliza- cin por las chuzas del sahaje. Ha conchuido para siempre, en esta parte, la guerra secular que contra el indio tuvo su principio en las in- Imediaciones de esta capital en el aio 1585". Expresiones de idéntico ‘riunfalismo pueden encontrarse en casi todos los partes e informes of ciales y en las memorias que, anualmente, los ministos elevaban al ‘Congreso Nacional. La conquista fue, sin embargo, larga y costosa, tanto en recursos como en vidas y, considerada en conjunto, marcé casi cuatro décadas de la vida de la joven naci6n. Y tavo, como toda conquist, su lado os- euro, el de lo vencidos. Para ellos, la conguista fue, en mapudungun, et wingka can, o“mal6n de los huincas’, yalter6 todos os aspectos de st vida, El destino de los vencidos fue desigual, pero en todos los casos dramitico. Las tierras del sur En las vastas anuras y planicies del sur yen los vecinos valles cordille- ‘anos, el impacto demogrifico de la invasién fue profundo y puso en +iesgo fa supervivencia misma de la poblacién originaria. En efecto, mur chos indigenas murieron en combates 0 en la huiida; otros, principal- mente mujeres, nifice y ancianos, fueron capturados por las Fuerzas cexpedicionarias. Algunos pudieron huir logrando cruzar la cordillera para unirse a sus hermanos de la Araucanfa en espera de la ocasin pro- pica para retornar a las tierras que habien tenido que abandonar, El destino de los que no murieron en Ia invasién fue atin més triste. Los que fueron captaradas terminaron hacinadas en campos de prsio- netos, durmiendo al aire ibre, sin abrigo ni alimento suficiente -ape- nas lo habia para los soldados~. Vietimas indefensas del fio, el hambre yy las enfermedades, pocos sobrevivieron: las mujeres y los nifios, para terminar como sirvientes en Jas casas de las familias mas rica de las el- tes urbanas; os hombres, para morir pronto, victimas del trabajo for- zado en los barcos o la zafra azucarera. “Antes 0 después, ninguno escapé al impacto de la conquista, Muy po os grupos quedaron en sus tierras, pero ya no eran sus dueiios yseiores sino una minoria marginada y sometida cuya extinciGn frente al avance del ‘progreso” era —en el pensamiento de la elite politica y social de la época~ s6lo una euestién de tiempo. Incluso aquellos grupos que me-

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