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Como ya se ha dicho, la obra fue escrita entre 1474 y 1491 en Castilla. Durante
esta época reinaban los Reyes Católicos, su matrimonio se basaba en una unión
dinástica, a pesar de que no se unieron los reinos. Posteriormente tenía lugar la
conquista de Granada, que tuvo lugar entre 1482 y 1492 por los Reyes Católicos para
acabar con el último reino musulmán de la Península y hacer que se integrase en el
reino de Castilla. Este hecho es muy importante debido a que en la obra se trata el
tema de la reconquista como algo religioso. Antes de su reinado tuvo lugar la
Guerra de Sucesión (1475-1479), donde lucharon contra Juana, conocida como la
“Beltraneja”. Esta guerra tuvo carácter internacional ya que Isabel estaba casada
con Fernando de Aragón y Juana estaba casada con su tío Alfonso V de Portugal, la
guerra terminó con el Tratado de Alcaçovas, donde se confirmaba que Isabel y
Fernando eran los reyes de Castilla.
La tradición literaria con los Reyes Católicos remite a una tradición familiar que
empieza con Juan II, padre de Isabel Católica, que influyó mucho en la actividad
cultural en la Corte, aunque Isabel no vio esto ya que su padre murió cuando ella
tenía tres años.
Los reyes sabían que la literatura era una buena forma de trasmitir ideas en forma
de propaganda para exaltar algunos ideales monárquicos o las actuaciones de las
campañas militares. También es importante mencionar que la monarquía no solo
ofrecía protección a escritores hispanos, también a los humanistas italianos, como
los hermanos Geraldini. Además, la reina Isabel tenía un gusto especial por la
historia como modelo del presente, lo que llevó a favorecer las crónicas de su
reinado.
Empezó a oír ciertas voces cuando tenía alrededor de doce años. Según la propia
Juana, empezó a escuchar voces con doce años. La primera vez afirmó que provenía de
Dios, pero las siguientes que era del arcángel San Miguel y de dos santas muy
veneradas en la época: Santa Catalina de Alejandría y Santa Margarita de Antioquia.
Estas voces al principio solo le decían que tenía que ir a misa y ser buena, pero
posteriormente le dirán que tiene que liderar al ejército francés y liberar la
ciudad de Orleans, esta última misión se la impuso el arcángel San Gabriel.
Juana consiguió liberar la ciudad de Orleans tras convencer a Carlos IV de que era
enviada por Dios, pero le pidió poder ir a París, donde fue derrotada. En un último
intento Juana se dirige a Compaignes donde será capturada por el duque de
Luxemburgo y encerrada en el castillo de Beaurevoir.
En sus últimos meses de vida fue enviada al obispo de Beauvais, partidario inglés,
que la acusó de herejía. Sus motivos eran que Juana vestía como un hombre y que
escuchaba voces demoniacas, a pesar de que ella las consideraba divinas. Ante estas
acusaciones, Juana primero se consideró culpable, pero tras reflexionarlo defendió
que las voces que escuchaba eran divinas. A pesar de esto, Juana murió quemada en
la hoguera el 30 de mayo de 1431 y los ingleses para evitar el culto hacia Juana
tiraron sus cenizas por el Sena.
En 1456 Calixto III ordenó la revisión del juicio de Juana considerándola inocente
y condenando herejes a los jueces que la habían condenado. Muchos años más tarde,
en 1909, el Papa Pio X la beatificó y ya en 1920 el Papa Benedicto XV la declaró
Santa y patrona de Francia.