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Hallazgos cúlmines de la inventiva humana: tortura y otros métodos de

masacre.
Una hoguera, fogata o pira es un fuego  convenientemente mantenido para calentar, cocinar o
para celebrar algún tipo de rito o festejo. Quizá sea el primer invento serio del pitecántropo. La
gran profusión de programas televisivos describiendo con detalle su aplicación a la
gastronomía nos exime de tocar este aspecto, tan trillado y pedestre. Sin embargo, el hombre
ha estado siempre hipnóticamente interesado en ingeniosas y novedosas aplicaciones para la
última de las situaciones mencionadas, es decir en la celebración de ritos y fiestas, que es el
eje principal de esta plancha.
¿Quién duda el insoslayable entorno festivo que rodea a la ejecución de un reo con un método
como Dios manda, es decir por la Hoguera?
Todos la disfrutan con fruición, menos quienes tienen que hacer el “trabajo sucio”, como lo es
preparar al reo (muchas veces remiso) y llenarse de humo y hollín durante el evento. Aquí, más
que nunca se aplica el consabido “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente...» (Gn 3 19).
Salvo estos funcionarios menores, las autoridades, jueces, oficiales de justicia y sobre todo el
infaltable público, participan todos con gran regocijo del magnífico espectáculo.

Algunos antecedentes históricos. Según el Talmud, la «quema» tradicional se hacía por la


fusión de plomo, el cual era vertido en la garganta del condenado, causando un muerte
inmediata. Todo muy histriónicamente alquímico, aunque se antojaba burdamente apresurado
para los amantes del disfrute del sufrimiento del condenado. Una aplicación del fluido gota a
gota fuera más conveniente a estos fines, pero a nadie se le ocurrió.
La forma particular de ejecución en la que el condenado sufre una agonía algo más prolongada
es la quema en la Hoguera. Este método gozó de prestigio y gran auge durante la Edad
Antigua, la Edad Media y el Renacimiento Europeo, hasta que cayó en desgracia a partir del
siglo XVIII, siendo desde entonces considerado un castigo inusual. Hoy, que tenemos una gran
preocupación por el cambio climático global, sería absolutamente objetable.
Julio César, en su Commentarii de Bello Gallico (Comentarios sobre la guerra de las Galias),
refiere que los ladrones y prisioneros de guerra eran arrojados al fuego, dentro del
denominado «hombre de mimbre», interesante invención consistente en una armazón de
dicho material, que aseguraba la combustión completa del reo.
Los nativos norteamericanos,  entre los siglos XVII y XIX, a menudo utilizaban la quema a fuego
lento como una forma de ejecución, ya sea contra miembros de otras tribus o contra colonos
blancos. Vemos aquí que estas etnias indígenas eran ya muy avanzadas.
En la antigua India y hasta su prohibición por los británicos en el siglo XIX, el
ritual del Satí exigía que a la viuda se la arrojara a la pira funeraria del muerto. Curiosamente,
no había un ritual equivalente si la que moría primero era la mujer y el fulano seguía con su
vida como si nada.
Bajo el imperio bizantino, en el Codex Iustiniani la quema fue presentada como un castigo
contra los herejes zoroastrianos, debido a la creencia de que ellos adoraban el fuego. El
emperador Justiniano (527-565) ordenó la muerte por el fuego, sucesión de bienes intestada y
la completa confiscación consiguiente, como castigo por toda herejía contra la fe cristiana.
Todo esto muy conveniente para las arcas del gobernante de turno. En ese entonces, la quema
en la hoguera era oficialmente el castigo máximo por herejía.
Algunos reformadores protestantes también hicieron uso de tal suplicio, siendo famosos los
casos del médico español Miguel Servet y de la anabaptista Anneken Hendriks, así como
también contra numerosas brujas. Uno de los casos más emblemáticos fue el proceso de
Inquisición contra Giordano Bruno. El historiador Hernando del Pulgar, contemporáneo de
los Reyes Católicos, estima que durante la Inquisición española se habrían quemado en la

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hoguera hacia 1490 unas 2000 personas, tan solo una década después de que la Inquisición
fuera instaurada en Castilla y Aragón.
En 1790 en Inglaterra, sir Benjamin Hammett introdujo un proyecto de ley ante
el Parlamento para poner fin a la práctica. El acto fue debidamente aprobado por el
Parlamento y el asentimiento real dado por el rey Jorge III.

La hoguera en la actualidad. Ningún estado moderno lleva a cabo ejecuciones formales en la


Hoguera. Al igual que otras penas capitales, está prohibida a todos los Miembros del Consejo
de Europa, por el Convenio Europeo de Derechos Humanos. En los EEUU nunca se practicó de
manera rutinaria. De hecho, Wilkerson determinó que era “un castigo cruel e inusual”. Sin
embargo, y mostrando claramente la conocida predisposición de los naturales de ese país
hacia las armas de fuego, la Corte Suprema reguló los pelotones de fusilamiento en Utah. Una
de las quemas extrajudiciales más notoria ocurrió en Waco, Tx, el 15 de mayo de 1916. Jesse
Washington, un granjero afroamericano con algunos problemas mentales, después de haber
sido condenado por el asesinato de una mujer blanca, fue llevado por la muchedumbre a la
hoguera, castrado, rociado con aceite de carbón y colgado con una cadena por el cuello sobre
la hoguera. Fue lo que se dice “una quema lenta”. Aún existe una imagen del acontecimiento,
que muestra a la multitud junto al cadáver carbonizado. El hecho atrajo tanto la condena
internacional como el beneplácito de muchos connacionales.
La quema de personas suele darse también de otras formas, por ejemplo con la utilización de
lanzallamas, bombardeos, napalm y otros ingeniosos artilugios, no siempre en situación bélica.
Por ejemplo, en la ciudad alemana de Dresde, los aliados atacaron la indefensa ciudad entre
el 13 y el 15 de febrero de 1945 con más de mil bombarderos pesados, que dejaron caer cerca
de 4000 toneladas de bombas y dispositivos incendiarios, desencadenando una tormenta de
fuego que consumió su centro histórico y mató entre 25.000 y 40.000 civiles, cantidad
bastante inferior a la de los bombardeos de Tokio (200.000) o de Hamburgo (50.000). Se dice
que los que lograron arrojarse al rio Elba murieron achicharrados por la alta temperatura
alcanzada en el agua.
Es cierto que desde antaño esta
hermosa ciudad (conocida como “la
Florencia del Elba”) era famosa por
la fabricación de sus porcelanas,
pero los nazis habían “reorientado
su producción hacia el campo
bélico”: gas venenoso (Chemische
Fabrik Goye & Co); la armería
Lehmann en Friedrichstadt; la
industria óptica (Zeiss-Ikon); la acería
Kelle & Hildebrandt;
transformadores y aparatos de rayos
X (Koch & Sterzel AG);  electrónica
(Hnos. Bassler); electrónica
Montaña de cadáveres tras los bombardeos de Dresde del
de radiofrecuencia (Radio-Mende); 13 y el 14 de febrero.
piezas de maquinaria (Avus, MIAG y
Sachsenwerk), blindajes (MIAG-Mühlenbau); granadas (varias empresas); armamento
(Universelle-Werke J. C. Müller & Co.). Se utilizaban prisioneros de guerra como mano de obra,
que se alojaban en barracones dispuestos en los terrenos de MIAG-Mühlenbau en Leuben y en
otros puntos de la ciudad. Estas industrias utilizaron también la generosa colaboración de
prisioneros de los campos de concentración de Flossenbürg y Auschwitz-Birkenau.
El comando aliado adujo que la importancia del bombardeo era estratégico-militar. Sin
embargo los bombarderos se dedicaron con mucha parsimonia a arrasar los barrios poblados y
no las zonas industriales. Demás está decir que el bombardeo e incendio incluyó pródigamente

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a las áreas de descanso de los prisioneros. Un parte oficial aliado indicaba que uno de los
motivos principales de la quema total de Dresde era “mostrarles a los rusos cuando lleguen de
lo que es capaz el Comando de Bombarderos de la RAF”. El bombardeo de Dresde es uno de los
más edificantes ejemplos de la naturaleza humana.
Los estadounidenses se han destacado también con más sofisticados elementos incendiarios
masivos, como las bombas napalm en la guerra de Vietnam. Allí se cumplió el doble propósito
de achicharrar a todo individuo existente en el área y de paso “desmalezar”, para controlar
plagas. Vaya a saber.
Ya por motivos religiosos, la quema de mujeres en Sulaymaniyah (Irak, 2006), dio cuenta de
unas 400 víctimas, mientras que en el Kurdistan iraquí se quemaron otras 255. Se informó que
en Kenia, el 21 de mayo de 2008, una turba había quemado al menos 11 personas por brujería.
En 2015, un prisionero del Estado Islámico fue quemado vivo en una jaula.
Ventajas y desventajas de la Hoguera como método de ejecución. Cabe preguntarse cuáles
son las condiciones, circunstancias y características que tornan único a este colorido método
de diversión. Quemar vivo al condenado en la Hoguera tiene indiscutidas ventajas sobre otros
métodos de ejecución a saber:
 La Santa Inquisición lo utilizó frecuentemente, esto le otorga autoridad superlativa
frente a otros métodos no tan encopetados.
 La corta distancia y el concentrarse en un solo reo por vez, hacen que el procedimiento
tenga cierto intimismo, disfrutándose con fruición en todos sus detalles.
 Indudablemente, es 100% eficaz. No se ha registrado ni un solo caso de sobrevida a la
hoguera.
 Se retarda convenientemente la vida del condenado, permitiendo el sufrimiento del
mismo.
 Los sutiles gestos faciales y las contorsiones del reo enriquecen estéticamente el
espectáculo.
 Se emiten coloridas lumbres, chispas y masas de humo, exaltando en gran medida el
cuadro. Cuando el evento es de ciertas proporciones, refinadas personalidades en
primera fila acotan admirados: “Es un espectáculo Dantesco!”
 La emisión del delicado aroma a pelos quemados, carne y grasa asada son otros
infaltables detalles, preferidos por muchos.
Lamentablemente, tiene algunas desventajas:
 La situación hipotética ideal queda patentizada en lo que la iconografía cristiana
ensalza como la tortura perfecta: “quemarse eternamente en el Infierno”. Es claro que
en este mundo eso es imposible y los condenados insisten sistemáticamente en
morirse, incluso en muy corto tiempo. Un consejo: estar muy atento y no perderse
detalle, pues todo ocurre con cierta rapidez.
 Dada la idea de purificación otorgada simbólicamente al fuego, es un método
generalmente relacionado a asuntos religiosos, aunque no vendría mal adaptarlo a
otras motivaciones.
 La víctima de la hoguera no muere por contacto directo con el fuego (es decir por
exposición a “llama directa”) sino por la asfixia y/o intoxicación producto del
intenso humo. Este inconveniente dificulta en gran medida la visibilidad por parte de
los espectadores, desluciéndose en gran medida el espectáculo. Una posible solución a
todo esto sería el método del “asado a la parrilla a fuego lento”.

No existe mucha documentación sobre los


detalles técnicos, pero en una buena hoguera
al más puro estilo medieval, la agonía podría
durar como mínimo unos 13 minutos. Bajo

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Martirio de Jan Hus (Spiezer Schilling, 1485).
estas condiciones, hay indicios que las causas de muertedepueden
Martirio Jan Hus ser variadas.
(Spiezer Se sabe
Schilling, 1485).que sin
el uso de un acelerante como la gasolina, disponible a muy bajo coste hoy, pero no así en la
Edad Media, las quemaduras no son normalmente el motivo de la defunción. No obstante, en
el pasado se usaba aceite para ese menester, con un muy aceptable resultado.

Relación con la preparación de morcillas y chorizos. Una de las causas de muerte es el golpe
de calor. La temperatura corporal por encima de 40° C pone la vida bajo amenaza; a 41° C
comienza la muerte cerebral y por encima de los 44° C, la muerte está asegurada.
Temperaturas internas por encima de 50° C causan rigidez muscular y el fallecimiento
inmediato. La interrupción de las funciones vitales se debe en parte a la interrupción del flujo
sanguíneo por coagulación.
Para ilustrar este fenómeno físico-químico podemos apelar a la comparación gráfica con el
proceso de fabricación de las morcillas. SI bien hay quien gusta de cocinarlas a fuego lento, un
calentamiento más brusco produce resecamiento de la piel, liberación de fluidos, la emisión
masiva de sangre y/o grasa derretida a través de quemaduras y rasgaduras de la piel.
Curiosamente, las heridas preexistentes como aquellas que sean producidas durante el evento
por el mismo verdugo se asemejan al efecto de los pinchazos sobre los chorizos asándose a la
parrilla. Todo muy colorido y salpicante. A San Gorgiano y Santa Dorotea los asaron a la
parrilla, después de haberlos flagelado y sazonados con sal y vinagre.

La anoxia e intoxicación por gases arruinan el espectáculo. Se estima que la anoxia e


intoxicación por gases es responsable de más del 75% de los fallecimientos durante
un incendio. Esto se debe al efecto combinado de la reducción de la tensión de oxígeno y al
envenenamiento con monóxido y dióxido de carbono (CO y CO2), ya que el fuego absorbe
oxígeno del aire y lo reemplaza por éstos en el humo. La muerte por inhalación de humo suele
ser rápida. Algunos de los síntomas de esta intoxicación son tos, sofocación, ronquera, dolores
de cabeza, irritación ocular, presencia de hollín en las fosas nasales y garganta, cambios
agudos en el estado mental (confusión, mareos...) y pérdida de conocimiento. Es algo
improbable que el reo pueda detenerse a relatar cada uno de estos efectos sucesivos durante
el acto, así que solo podríamos suponerlos.
El humo daña el organismo de tres modos diferentes: asfixia (la combustión consume el
oxígeno disponible, que desciende por debajo de la concentración normal del 21% de la
atmosfera); intoxicación por gases como el CO y CO2; lesiones por quemaduras en las vías
respiratorias con inflamación y edema en cara, orofaringe y laringe. En el eventual caso que se
retire al reo antes de su deceso, las lesiones en vías respiratorias pueden ser poco evidentes al
principio, pero progresan en las primeras 24 o 48 horas, hasta generar disfunción crítica de las
vías aéreas y de los alvéolos.
La reducción de la tensión de oxígeno sin caída de la presión atmosférica (hipoxia
normobárica) se agrava con la exposición a concentraciones elevadas de dióxido y monóxido
de carbono (CO2 y CO). La Hipoxia normobárica puede considerarse peligrosa a partir de
concentraciones de oxigeno inferiores al 16%. No se ha incursionado demasiado en los efectos
perjudiciales del uso permanente de barbijos durante los últimos dos años, lo cual puede
reduce la tensión de oxígeno a valores próximos al 16%. Por todo lo visto parecen ocurrir
efectos significativos, tanto en cuanto al funcionamiento neuronal como a sus consecuencias
cognitivas. Cuando la tensión de oxígeno desciende al 10%, el riesgo de muerte por asfixia es
seguro. De hecho, la normativa establece que para cualquier trabajo a realizarse cuando el
nivel de oxígeno sea inferior al 18%, como así también si los niveles de CO2 y CO superaran los
límites normales, se deberá contar con un equipo respiratorio autónomo. A nadie se le ocurrió
esta oportunidad de negocio durante la pandemia y en cambio se prefirió mantener a gran
parte de la población mundial en este estado durante más de dos años.

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Volviendo a nuestro tema, concluimos que en caso de requerirse “cocinar a gusto” al reo en la
Hoguera sin que a este se le ocurra morirse antes por intoxicaciones gaseosas o por hipoxia, lo
recomendable es suministrarle un equipo de respiración autónoma, con beneplácito de los
“Locos por el Asado” y otros entusiastas de estas prácticas.

Cómo se debe quemar el cuerpo de un reo. En un detallado informe del Laboratorio de


Medicina Forense de Madrid sobre el proceso de quema de cadáveres, se deja claro que
“cuando el fuego ha actuado durante mucho tiempo o se han alcanzado temperaturas muy
elevadas, el cadáver se encuentra irreconocible, con alteraciones muy marcadas en partes
blandas e incluso con afectación ósea, en un proceso de carbonización”. Este suele tener la
postura del boxeador, con retracción de tejidos, protrusión de la lengua, desaparición del
pelo, sequedad y color negro de la piel. Las cavidades (cráneo, tórax, abdomen) suelen estallar,
encontrándose abiertas y las extremidades pueden llegar a desaparecer. En algunos casos
puede desparecer el tórax, abdomen o cualquier otra zona del cuerpo, si el foco de incendio
actuó en ese lugar, mientras otras zonas del cuerpo pueden parecer prácticamente indemnes.
Normalmente, en un proceso conducido a una temperatura entre 800 y 900 ºC, esto lleva de
dos a cuatro horas. Es claro que una fogata convenientemente preparada como Dios manda
debería reducir todos los restos a cenizas. De allí viene los aforismos populares “dale leña” o
“dale gas”, cuando una acción requiere más intensidad de parte de los actores para lograr así
los resultados deseados.

El efecto mecha. Una persona puede resultar quemada por su propia grasa tras haber sido
prendida. Según esta idea, un cuerpo humano vestido tiene la grasa como fuente de
combustible con una gran cantidad de energía disponible, mientras que las ropas de la víctima
(la mecha) está por fuera. Se produce así un suministro constante de combustible, a medida
que la grasa que se va derritiendo empapa las ropas de la víctima. Agudos observadores de los
campos de concentración nazis sostenían que el color del humo de los hornos de cremación
era negruzco o amarillento, según el tiempo de permanencia en el campo de concentración de
los reos. Los reos veteranos tenían menos grasa y esto explica el color negruzco del humo,
mientras que los novatos, relativamente más rellenitos, emitían una lumbre mayor y humos
blancuzcos.
Habría que estudiar un poco más a fondo si este mismo concepto es lo que explica los colores
del humo durante el proceso de elección papal. Vaya a saber qué hacen con los candidatos
descartados.

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La Hoguera
Es un asunto muy delicado No tengo elogios suficientes
el de la pena capital para la cámara de gas,
porque además del condenado que para grandes contingentes
juega el gusto de cada cual: ha demostrado ser el as;
empalamiento, lapidamiento, inmersión, ni negaré que el balanceo de la horca
crucifixión, desuello, descuartizamiento, un hallazgo es
todas son dignas de admiración! ni lo que se estira el reo
cuando lo lastran por los pies!.
Pero dejadme, …Ay!
que yo prefiera Pero dejadme, …Ay!
la hoguera, la hoguera!, la hoguera! que yo prefiera
La hoguera tiene, qué sé yo la hoguera, la hoguera!, la hoguera!
que solo lo tiene la hoguera. La hoguera tiene, qué sé yo
que solo lo tiene la hoguera.
Sé que han probado su eficacia
los cartuchos del pelotón, Sacudir con corriente alterna
la guinda del tiro de gracia reconozco que no está mal;
es exclusiva del paredón; la silla eléctrica es moderna
la guillotina, por supuesto, posee americana, funcional!
el “chic” de lo francés, Y sé que iba de maravilla nuestro
la cabeza que cae en el cesto castizo el garrote vil
ojos y lengua de través! para ajustarle la golilla
al pescuezo más incivil!.
Pero dejadme, …Ay!
que yo prefiera Pero dejadme, …Ay, ayay!
la hoguera, la hoguera!, la hoguera! que yo prefiera
La hoguera tiene, qué sé yo la hoguera, la hoguera!, la hoguera!
que solo lo tiene la hoguera. La hoguera tiene, qué sé yo
que solo lo tiene la hoguera.
Autor: Francisco Javier Krahe Salas

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