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FEF & et C age. 2 Leche) p) py. Introduccion El sentido de la ética por Miguel Giusti ‘Auayomzan wninno quenos anuncia una incursién enlos debates principales delos que se ocupa actualmente la ética, debiéramos quizds preguntarnos en primer lugar por lo que ella es y representa, 2A qué experiencia humana nos estamos, refiriendo cuando hablamos de éti¢a y por qué se ha convenido en darle este nombre? Una introducci6n as{no esinusual edlostextos quenosexplicanelorigen, de la ética, Hs mas bien frecuente que se busque responder a esas preguntas mencionando'ua episodio de le Mada, al que se leatribuye ima fuerza simbélica ejemplar* El episodio se halla en los iltimos caintos del poem, Aquiles; dolido y enfurecido por la muerte de su amigo Patroclo, desaffa a Héctor ante ls puertas de la muralla:de Troya, y pelea en duelo peisonal con él hasta hacerlo mori. Sediento aiin de venganza, ata su cadaver a.un carro y lo arrastra repetias veces alrededor de Ia ciudad amurallada eh presencia de sus conciudadanos y sus "Flay schon texts introductorios qué tata de expicar eset los aleances de ice como expetieniayenmo dacplina, Menciano «eonszuacin solo algas ue pueden ee: parclazeate ties yrepesenativos Ale, Hans, ica y meted, Valenca: Teorene, 1978; Cems, Vietsia (cu Historia dee dca, Barcelona: Cie, 1988, 3 volimenes, Camps Vict Osaleo Guia Y Femaado Sulzer6a feds), Concepiones de Madd: Teota, 19% (cone sina Iulograte Cortina, Adel, Arica sx mora, Madd: Tecnos, 990; Hare, RN H lenge dela mora, Méico: CE, 1975; on Kuschers,X, Bandanas de dics, Vi Cétetrs, 1989, Macliyre, Alsénit, Historie de ladies, Barcelona: Paidés, 1982; Sige, Petes, Hie précis Cambzidges Cambeidge University Pres, 1995; Taylor, Chases, La ica de la auteniidad, Sarina: Pidés, 1954, Togendat, East, Problemas de ia, Barcona: Cites, 1964; Willams, Bernard Ethics and the Limits of Phisophy, Cambridge Mass; Harvard Univesity Pes, 1985; Wiliams Berar, roduc alain Madi lide, 1982. 2a muy Stl eden catteleno dl Diecnario de dice, eftado por Otied Hille, Barcelona: Citic, 1994, . “ . iq! Gust {amiliares, se lleva consigo luego el cadver con Ia intencién de entregarlo alos perros, Bs precisamente en el miomento en que Aquiles desata su furia para cosafiarse con of cadivér'de su enemgo muerto, que comienzan a ofsse ¥ a rmultiplicarse-las voces que reclaman un «(Basta yale, basta de semejante desmesura, Inicialmente es Prfamo, el padre de Héctor, quien expresa su protesta recodéndolea Aquiles quel también ha tenido una familia y un padre, apelando asf asu experiencia vivida para que se apiade de ellos y les devuelva el cadaver, al que quieren darle una debida sepultura. Hl reclamo de Priamo no se reficre a lamuerte de su hijo en el duelo, sino al ensafiamiento y ala crueldad de Aquiles. ‘Lego siguer los dioses, quienes, pesca haber estado siempre tomando partidopor tuno o por otto en Jos combates, reconocen también que se esté produciendo una desmesura, y decided intervenir para detenerla, Leemosasi que los doses protegen el cuerpo de Héctor para que no se deteriore con los maltratos ni el tiempo, y alientan a Priamoa iren busca de su hijo por entre las tropas enemigas, hasta que Zeus, fisalmente, persuade al propio Aquiles a aplacar su ira y @ acceder al encuentto con Prfamo para devolverle el cuerpo. “La ética se refiere’a esta experiencia de la mesura en a convivencia humana, ran sobrepanare para poder ‘azado el limite en ef mis ‘Verer Tos di ‘bajos que componen este libro, que se ha ido produciendo una evolucién de nuestra conciencia moral a lo largo del tiempo, y que la caracteri- zacion de esta conciencia no esté exenta de controversias. Pero lo que s{ parece constante, y constitutivo de.la ética, iceién de que la convivencia humana requiere de una inal experiencia record: dleberfamos, rememorarla también pensando en otro caso quenos esmis cercano 4y ms vital el de la'dolorosa experiencia del conflgfSatineds git vivi el Perd, ‘en el que se produjo una flagrante tralisgrésiGn-de-los limites de la convivencia social y del zespeto a la vida humana. Las imigenes desgarradotas que nos ha teanstnitido el Inforine Final de la Comisién'de la Verdad y Reconeiliacién* TBltnfoone Final de a Comision de la Verdad y Reconeliacién del Pere halla disponible en le gules diszl6a woh: hupdlwwwcverdadorgpeffinal Tn ca misma pépina pueden vert las ‘eonnes cen exposiién que preperars [a Comisién con ugmoapany Pare reorder. Introduccién El santo de fa étien pueden usociasse a las que hemos mencionado hace un momento sobre el ensafipmiento de Aquilesy su desmesura,y puede jgualmente decirse que elias nos sefialan los Ifmites de Ja convivencia que nunca debiéramos haber permitido sobrepasar. Hllas nos muestran, pues, cud ese origen dela experiencia humana ala que nos referisnos con la palabra ética, A esta situacién se refiere el fil6sofo cspaiiol Carlos Thiebaut, en su ensayo sobre la tolerancia’, cuando define la ccuesti6n central dela ética como el exechazo del datio», es decir, como a reacciéa, deindignacién y de protesta antecl maltrato delotro producido por obra humana, ‘Asocia por eso dicha cuestién con el trabajo de as comisiones de la verdad de las ‘Gltimas décadas, y ve sintetizada su hipétesis en el famoso titulo de la comisién argentina: «Nynca més», Nunca més debiéramos aceptar semejante nivel de inhumanidad y dé violencia, nunca més debiéramos permitir el daiio al otro, munca mas deberfamos eludir la responsabilidad que nos cozzesponde para lograr vivir en paz, Es de esp que nos habla la ética, No obstante, lo queseha expresadohasta aqu essolo una intuicién general, que requiere de muchas precisiones. Con el énimo de apzoximarnos més a una explicacién del sentido y los alcances de la ética, vamos a dividir la siguiente exposici6n en cinco partes, que habrén de servirnos como una secuencla argumentativa de créciente complejidad, En la primera parte, nos referiremos a la ambivalencia que posee el término «ética» en el lenguaje cotidiano, y a las implicaciones que ello trae consigo. En la segunda parte, nos ocuparemos de la relaciGnexistenteentrelostérminos «ética» y «moral», pero principalmentecon la finelidad de caracterizar la experiencia humana basica a a que remite el téemino griego. Ello nos conduciré, en la tercera parte, a precisar mejor Ia peculiatidad de la ética o del lenguaje moral, especialmente si los dstinguimos el longuaje de Ia ciencia o del arte. En la cuatta parte propondremos una definjcion simple y operativa de Ia ética, que recoja los rasgos que hemos ido aclarando en la exposicién-anterior.Y en la quinta parte veremos cémo el desarrollo de dicha definici6n, ha conducido a los autores a difezenciar dos srandesiparadigmas de comprensiOn de la éica en la historia, ‘Terminaremos la expdsicién con una reflexi6n final. TGF Thiebaut, Carlos, De la tolerancia, Madi: Visor, 1999. gel Gin I, Ambivalencia del término «ética» ‘Cuando empleamosenel enguajecotidiano la palabra «ética»,solemos referirnos a dos cosas distintas, sin diferenciarlas entre sf. De un lado, llamamos ética manera que una persona ouna sociedad tienen de concebir susistema de creencias valorativas, es decir, ala reflexién conscienteo tedrica queellas poseen en relacion eonel tema. Pero, de otro lado, llamamos también ética a la manera en que una persona o una sociedad se comportan efectivamente en la vida, es decir, a la conducta que demuestran en la prictica. Decimos, asf, por ejemplo, que una persona tiene una ética utilitarista o altruista, dando a entender que la ética se refiere a la concepcién que posee, pero decimos también que determinadas conductas de una persona sono noson «éticas»,queriendodara entender quelo quemerece dicho califcativo noessu concepcién de lascosas sinosu vida practica. Enel primercaso, la palabra «ética» serefierea la manera de hablar odeconcebir lascosas,en el segundo a la manera de vivir. Esta peculiar ambivalencia que venimosconstatandolacompartela palabra «ética» con algunas otras palabras del castellano, por ejemplo con la palabra historia», Usamos, en efecto, este término tanto para referimosalasaccioneso a los hechos ocurridos en el pasado como para referirnos a su recuento 0 su narraci6n., Historia es ambas cosas, ello seve reflejado en el uso cotidiano que hacemos de la palabra. Para el caso especifico de la ética, la ambivalencia del término es algo que, en lugar de rechazar, deberiamos tomar con la maxima atencién yseriedad, porquede alli se deriva una serie de consecuencias importan- tes para sucaracterizaciOn, Retengamos, pues, por el momento, la constata delusoambivalente del término, y preguntémonos quéimplicancias trae consigo semejante peculiaridad. La primera de las consecuencias es, sin duda, la que nos es también Jamentablemente mas familiar, a saber: que puede producirse, uw observarse, en las personas yen las sociedades, una contradiecién entre los dossentidos dela palabra sética»: puede hablarse de ella de una manera y vivirse de otra, Desde muy temprano advirtieron los filésofos griegos sobre la particularidad de esta contra- diecién, y sostuvieron por eso que la ética no podia ensefiarse como se enseiian las ciencias, ya que muchas deestas son puramenteteGricas, mientras que la ética esté directarnente vinculada con la manera de vivir. Si la ética se ensefia solo como un curso te6rico, entonces puede agravarse esa contradiccién entre lo que se piensa y lo que se hace; su ensefianza deberia comprometer més bien los habitos de condueta. Una segunda consecuencia, menos evidente que la anterior, es que Ineoduccn: El xentide de In étci ‘todas las personas, si bien pueden no disponer de una concepcién ética, poseen, si, tuna condueta o una forma de vivir que puede merecer el calificatvo de wética». En tal sentido, todas las personas o todas las sociedades participan de la dimensién priictica o vital de la ética, Una tercera consecuencia de la mencionada ambivalen- ia, estrechamente ligada a la anterior, es que para tener competencia o calificacién en la ética, no se requiere poseer una concepcidn tedrica o una reflexién explicita sobreelia,Precisamente porque nosoloesunamanera dehablar sinosobretodouna ‘manera de vivir, puede ocurrir que haya personas o sociedades que merezcan un gran aprecio por su conducta, sin que posean una formacién te6rica capaz de articular conceptualmente su estilo de vida. No es dificil constatar, en efecto, que personas sin instruccién ni estudios especiales sean consideradas buenas, ni,al revés, «que personas muy instruidas muestren una conducta éticamente reprobable. En la ética, pues, a diferencia de lo que ocurre en la ciencia, todos somos competentes. Ahora bien, siguiendo la misma logica de esta argumentacién, tendriamos que extraer una cuarta consecuencia, a saber, que precisamente porque lo fundamental de la ética es la forma de vivir, esta misma nos bastarfa para inferir que todas las personas osociedades poseen una concepcién ética al menos implicita, Esto pensaba Kant, por ejemplo, cuando decfa que todas las personas se gufan en la préctica por pautas de conducta, por «méximase, que son la expresién conceptual implicita de Jas reglas que orientan su proceder en la vida‘. Como vemos, la simple constatacién de la ambivalencia del término ética» ‘nos ha dejado varias eeciones sobre nuestra comprensi6n implicita del problema, Resumiendo, hemos aprendido alli41) que puede haber una contradiccién entre la teoria y la conducta éticas{2) que todos poscemos una forma de vivir merecediora del calificativo de éticaf3) que todos somos competentes en ética; y (4) que todos tenemos una concepcién ética implicita en nuestra forma de vivir. No obstante, se podra haber advertido que, a través de estos comentarios, se ha ido produciendo un ligero desplazamiento del sentido inicial del término, En efecto, al comienzo deciamos que, en su uso cotidiano, la palabra «ética» se suele emplear en referencia tanto a las concepciones como a las conductas; pero si en elcaso de las concepciones esta claro que decimos que son xéticas» aun cuando puedan diferir entre ellas, en el caso de las conductas pareciera que lo que 4 Kant expone su conoepciin de fas mxinas tanso en la Crew dela rac pnitica como en a Endamertain de amet dees cones. pine xa Soe, Brora: Nl 6, P13. Miguel Gis queremos decir es que son «buenas conductas». Sin pretender corregir este uso cotidiano, lo que ahora hemos visto es que la ética, en lugar de restringirse a calificar una categorfa de conductas, lo que ella comprende es més bien todo el conjunto de las acciones humanas, tanto las buenas como las reprobables, 0, mis cexactamente, que ella se reiere a la pauta que empleamos para diferenciar entre unas y otras, En este sentido més técnico de la palabra, la eética es el crterio del que nos valemos para establecer una jerarqufa de valor entre nuestras acciones. ‘Ahora bien, hasta el momento hemos venido comentando el uso del término sética» sin diferenciarlo de otro término que, también en su uso cotidiano, parece confundirsecon él, quees el de «moral», En muchas circunstancias de a vida social ‘no solemos hacer distingos entre expresiones tales como «poco ético» o «inmoral», entre «ética profesional» o «moral profesional», o entre «falta ética» o falta ‘morale, Tratemos, por lo pronto, de buscar algo de claridad en esta terminologia. 2. Etica y moral Entre estos dos términos hay, como veremos, relaciones complejas. Pero lo primero que debe afirmarse es que los une un lazo etimol6gico muy fuerte, que ces seguramenteel causante de su permanentey también actual confusisn. «fitica» y «moral» son términosetimol6gicamente equivalentes, «), y aquel que se asocia con Ia manera de pensar de Aristételes y de la filosofia antigua, para el que propone emplear el nombre de sética («eticidad»), Esta diferenciacién conceptual de Hlege! ha tenido grandes repercusiones en lahistoria dela ética hasta nuestros dias, y ha servido incluso para dar nombre a uno de los debates filoséficos més importante llevados a cabo en la segunda mitad del siglo XX’. Pero, como vemos, la propuesta de Hegel no tiene 7 Adela Contna define, por exo ala ica com «florofa morale, Cs ya citado libro, Htc sn moral, pp dss OC Hegel, GW. Principio de a filo del derecho, radu de juan Ls Vecraly Buenos Aires: Sudamericana, 1975, § 33. nada que ver con la que hemos mencionado hace un momento en relacién con los manuales de introduccién a Ja ética,(Peor aun, lo que Hegel llama «ética» 0 «cticidad» no se refiere a la reflexién filoséfica sino, en todo caso, al sistema de -valofésinmanente a una comunidad, es decir,a lo que en|a mencionada distincién seentiende por «moral Sia alguna conclusién debiéramos llegar en relacién con esta materia, ¢s, por ast decir, que el habito no hace al monje: el empleo de cualquiera de estos dos términos no nos exime de la necesidad dedar explicaciones sobre las razones que nos conducen a ello, Teniendo ambos una rafz\ ‘comin, y una historia compleja, no ganamos mucho queriendo forzar una dstinciGn conceptual {que peca de imprecisa. Mas ganaremos si, empleéndolos indistintamente, nos ‘cupamos luego de diferenciar, en su interior, los problemas y los aspectos que convenga, entre los cuales se hallard, por cierto, la distincién entre los asuntos relativos a la inmanencia de los valores comunitarios y aquellos relativos a la reflexi6n filoséfica sobre su sentido mas general. 3. La peculiaridad del lenguaje moral Volvamosentoncesal hilo denuestra argumentacién, que nosestaba conduciendo 4 precisar paulatinamente cudl es la peculiaridad de los jucios éticos o morales. Alrespecto, Kantnosha dejado varios ejemplos didacticos, uno deloscuales puede semos aqui de mucha utilidad. Quien vaya a visitar los vestgios de culturas ‘antiguas, nos dice, por ejemplo las pirémides de Egipto (0, podrfamos agregar nosotros, la ciudadela de Machu Picchu), puede adoptar diferentes perspectivas en su viaje, Puede acudir interesado en indagar qué recursos tecnoldgicos utilizaron los egipcios para realizar aquellas construcciones, qué célculos hicieron Y qué conocimientos posejan para ello; en la medida en que dirige su atencién a examinar los avances en el campo de la explicacién tecnolégica de la realidad, diremos, con Kant, que el viajero esta adoptando una perspectiva cientffica. Pero kena dada del so XX too igre foun ampli caren ia qu eis por titulo «Moralidad verus ical, recogiendo la ini y la propuestasstersticas de Hegel ‘Macho autores partcpazon en dicha discus. Cf. al respozo: Kuhlmann, Wolfeang el), Moraitit ond Sitchket. Das Problem Hegls und die Disursethie, Frankfurt: Suikamnp, 1986; Habermas, Sige, rts sobre money eid Bao: Peds 1991; Gs, Mig, Mora ‘ticida. Una visa cispuia flowin, en: Als rcs. saya sobre cay moder rid Un vi rakes. Enc y modernidad Lim: PU Miu Gi puede también, naturalmente, prescindir de estas preocupaciones y emprender el viaje interesacio exclusivamente en contemplar la belleza del paisaje yen gozar del espectéculo que ofrecen las pirémides en aquel entorno; en la medida en que dirige su atencidn, esta ver, al goce desinteresado en la contemplacién de la belleza, diremos que esta adoptando una perspectiva estética. En fin, también seria posible «que el viajeroseinteresara mas bien pore sufrimiento causado a los eclavos para hhacer posibles esas construcciones,o por la injusticia de las relaciones de poder que permitieron semejante dominacién; en Ia medida en que dirige asi su atencién a la valoracién del sentido de las relaciones humanas, diremos ahora que esté adoptando una perspectiva mora El ejemplo de Kant es claro, aunque, como veremos, deja abiertas ain algunasinterrogantes importantes. a diferencia entrelas perspectivas adoptadas porel iajero nos ofrece una pauta para caracterizar mejor la peculiaridad delos juicios morales. ¥ lo primero que aprendemos es que no debemos confundirlos con los juicios cientificos ni con los juicios estéticos. La ciencia se ocupa dela verdad ola falsedad delos conocimientos, y se vale paraello de una metodologia cdescriptiva oexplicativa, queserefiere en iltima instanciaa loquees, alarealidad existente.Elartese ocupa dela belleza ola fealdad della naturaleza olascreaciones fhumanas ye vale para ello deuna metodologéa estéticamente apreciativa, quese refiere en sltima instancia al gusto 0 a la necesidad humana de representarse el ‘mundo. .aétia, enfin, seocupa dela bondad ola maldad de asaccioneshusnanas, ysevale para ello de una metodologiaestrictamente valorativa o prescriptiva, que serefiere en dtima instancia a lo que deber(a ser, alamejor manera de vivir. Con cesta diferenciacién un tanto esquemitica, pero didéctica, Kantha querido hacer frente,comolocomentara Karl Popper!,al problema de lademarcaciéitentre los campos de investigacién y entre los usos del lenguaje que les son correspondien- tes; deesa manera no solo se establece la necesidad de respetar las diferencias cualitativas entre ellos, sino se sostiene ademas que cada uno de ellos pose riteriosinmanentes para determinarla correccién ola incorreccién delos juicios |Verdad, bondad y bellezaison conceptos quenos han sido transmitidos desde 1a Antigiiediad clasica como los puntos de referencia iltimos de los tres campos principales en que se dividié la investigacién filoséfica: la ciencia, la moral y el arte. Se trata, en tal sentido, de conceptos sintéticos y ricos en significacién, sobre todo por su vinculacién a la tradicion de la que provienen. A lo mejor ya no nos Gf. Popper, Kar, La ligica dela investigaién cientifica, Madrid: Tecnos, 1977, p. 34 son hoy en dia tan familiares, pues hemosencontradonuevasexpresiones para dar cuenta de los problemas que nos preacupan o hemos desarrollado una nueva sensibilidad; nos es, por ejemplo, mas familiar hablar de justicia o de libertad er moral, o de experiencia estética en relaci6n con el arte. Esta circunstancia no deberfa distraernos, porque también en ests tltimos casos seguimos defendiendo Janecesidad deestablecer una demarcaciénentreloscamposy seguimos pensando en la existencia de criterios intrinsecos de evaluacién en cada uno de ellos. Si uusamos, pues, los téminos clésicos en nuestra presentacién, es porque ellos resumen de modo privilegiado lo que queremos expresar. Pero debe quedarnos claro que pueden reemplazarse por otros que les sean equivalentes. Sobre la base de estas consideraciones, nos es posible determinar, pues, en primera instancia, la peculiaridad de los diferentes juicios mencionados. Lo hemos visto ya en el ejemplo de la contemplacién de las pirémides, y podemos extender esta misma cautela evaluativa a otros campos de la accién o la vida hhumanas. La determinacién de la verdad de un conocimiento es un asunto que debe juzgarse en el interior del campo cientifico y con los criterios que le son inmanentes, sin quedeba tolerarse {a interferencia de criterios procedentes de los otrosdoscampos. Otro tanto vale, por supuesto, con respectoala determinacién dela bondad detna conducta odela belleza deuna obra dearte. Lainterferencia decriteriosevaluativos, ola invasi6n deun campo por medio de pautasqueleson ajenas, sun peligroconstante queatenta contra a autonomia dela racionalidad propia decadauna de lasesferasmencionadas. Y,no obstante, lascosas distan de sertan simplescomoaqu{ aparecenen primera instancia, ‘Tomemos como ejemplos las discusiones actuales sobre las investiga- ciones genéticas o sobre los alcances de Ia tecnologia, a los que se dedican capitulos de este libro. Ocurre, en efecto, que en las sociedades modernas se han tomado decisiones politicas o juridicas que restringen la aplicacién de ciertas tecnologias, o prohtben el empleo de algunos recursos genéticos en seres humanos o que simplemente reorientan su desarrollo. Estas decisio~ nes proceden del émbito que hemos llamado ético y tienen claras repercu- siones en el campo cientffico o eventualmente en el estético. No se trata, en sentido estricto, de una interferencia epistemol6gica, porque no se pone en cuesti6n ni la verdad de los conocimientos ni los criterios que se emplean para establecerla, Pero se trata, sf, de una priorizacién de la dimensién ética por sobre las demés. Ello no deberfa sorprendernos, porque, como hemos visto, la ética tiene que ver con la valoracién de la vida, con la reflexion que lleva a cabo la propia comunidad humana sobre lo que considera la Miguel Gist ‘mejor manera de vivir, lo que alli se establezca puede tener consecuencias sobre elrumbo que tomen las investigaciones o las producciones de la ciencia y el arte, Lo que venimos comentando equivale a plantear el problema dela unidad ‘quepuedeo debe existir entre los tres campos mencionados dela ciencia, la moral yelarte, problema queno desaparece aun reconociendo su autonomia relativa, tiempos antiguos, Platény Arist6teles, por ejemplo, estaban convencidosde que existfa un orden natural, cosmolégico o metafisico, que permitfa vincular centre sf de manera orgénica las cuestiones relativas a la verdad, la bondad y la belleza. Esta misma convieciénse ha mantenido enlassociedades oen lasculturas ‘queposeen una cosmovisin compacta y unsistema decreencias de inspiracion religiosa. Ena sociedad occidental moderna, en cambio, el proceso de secula zacién ha traido consigo una pérdida deconfianzaen lasimagenesrreligiosas del mundo, ha instaurado una racionalidad consensual fragmentaria como la que hemos estado exponiendo y ha convertidola cuestién dela unidad dela realidad nun desafio para a raz6n humana. ¥ esenel intento de respuesta aese desatio que la ética adquiere una importancia especial, como aquella dimensién de la experiencia que parece masadecuada para replantear el sentido y a jerarquiade Jos valoresde la vida. 4, Definicién de la ética Sobrela base delo visto hasta aqui, ensayemos una definicién de laética que recoja los casgos principales que hemos venido exponiendo. Digamosentonces que la éticaes una concep cién valorativa delavida. Su peculiaridad resideenel hechode tratarse de una concepcién valorativa, que pretende decirnos cual deberfa serel orden de prioridades en la organizaci6n dela convivencia humana,es decir, que se propone establecer cuil es la mejor manera de vivir. No es, pues, una concepcién que se restrinja a describir el modo en el que los seres humanos ordenan el mundo; su punto de vista es el del participante en la interacci6n, no eldeun observador. Tampoco es, ensentido estricto, una concepcidnestética de Ja vida, que ponga la mirada en el goce contemplativo o en Ia representacién original de la experiencia, aunque més de uno podrfa pensar que esta seria acaso la mejor manera de vivir. Podeia serlo, por supuesto, pero serfa entonces una concepci6n simulténeamente estética y valorativa en sentido moral. Recordemos lo dicho sobre la ambivalencia del érmino «ética». Deacuerdo «uno de os sentidos del término, seguramente el principal, la ética es una manera ereduceson: El wenido de Ia éticn de vivir. Elo se recoge en la definicién, al decir precisamente que n0s las habemos con una concepcién de la vida. No importa aqui si dicha concepcién es explicita, en el sentido de que hemos logrado articularla tedricamente, 0 si es solamente implicita, en el sentido de que ella puede descifrarse si se presta atencidn a la jerarquia manifiesta en el obrar cotidiano. Lo decisivo es que la ética se refiere al ‘modo en que una persona o una sociedad ordenan su sistema de creencias morales cn la vida prctica. De acuerdo a la segunda acepci6n del técmino, la ética es una ‘manera de hablar o de concebi las cosas. También este aspecto es recogido en la definicién, pues ella nos informa que la ética es, efectivamente, una concepcién de |a vida. No es indispensable que quien la profesa, 0 quien la pone en préctica, sea consciente de su naturaleza o su estructura teGricas; la praxis misma es suficiente para dar a conocer el sistema de referencias ideales con el que una persona o una sociedad se identifican, De ningsin ser humano ni de ninguna sociedad podra decirse que no posean ‘una concepcién valorativa de la vida, lo cual equivale a decir que tampoco podra decirse de ellos que no posean una ética, Es, en ese sentido, muy dificil entender qué pueda ser una persona «amoral»; con dicha expresién probablemente queremos decir que aquella persona no comparte los crterios fundamentales de laconcepcién ética que nosotros defendemos, pero eso no puede querer decir que ella carezca de un crterio ordenador de su conducta, En principio, es de suponer que toca persona posee una ética en el sentido indicado, Quela ética sea una concepcién valorativa dela vida quiere decir también que ella ccupa un lugar primordial en nuestra reflexi6n y enniuestraconductacotidianas, pues es evidente que lo que nos sirve de pauta de orientacién de todas nuestras acciones va a estar permanentemente presente en nuestras vidas. Fécilmente podremos constatar esta aseveracién no solo si nos ponemos a pensar en la relevancia que puedan tener, por ejemplo, nuestros eriterios éticos para evaluar la justeza de las leyes, sino también cuando reflexionamos sobre la importancia relativa que tiene en nuestra vida cotidiana el uso del lenguaje moral. Si tatéramos de medir euantitativamente el espacio que los juicios morales ocupan en nuestro lenguaje por comparacién con el lenguaje cientifico o el lenguaje estétco, es probable que nos sorprenda la notoria preponderancia de los primeros, En el caso del episodio de la Miada se nos transmite precisamente que, de acuerdo a la ética defendida por los griegos, es decir, de acuerdo a su concepcidn valorativadela vida, la actitud de Aquiles es juzgada como una desmesura ocomo una transgresién de los limites que dicha ética considera infranqueables. Es la conducta de Aquiles, su accién concreta, la que es sometida a cuestionamiento, vel Gis y lo es partir del sistema de valoraciones que sirve de referente normativo a los amigos y enemigos involucrados en la situaciéa, incluso a los dioses. Otro tanto cocurre en el caso de los episodios relatados por las comisiones de la verdad. La ética de nuestras sociedades, nuestra concepcién valorativa de la vida, se ha visto estremecida por Ja violencia que ha sembrado muerte € irrespeto entre las personas. Y el clamor expresado en la invocacién al «Nunca mas» se muestra como una solicitacién a reinstaurar el orden de las valoraciones. No obstante, con una definicién como esta nos queda atin pendiente de resolver una cuesti6n, acaso la mas importante. Sibien sabemos ya,en efecto, «que la ética esta ligada a la valoracién de la vida, lo que no hemos aclarado todavia es el criterio ola pauta que subyacea dicha valoracién, es decir, nos falta explicar eudl eso cual deberfa ser, como sedice cotidianamente, lajerarquia de valores o de normas que oriente nuestra concepcidn ética, Siguiendo el hilo conductor de nuestra exposicién, lo que atin no hemos dado es una respuesta ala pregunta: scudles la mejor manera de vivir? Allo vamos aabocarnosen cl prximo punto. 5, Paradigmas de la ética En Ia historia de la ética, al igual que en la historia de la cultura, ha habido, como es facil de imaginar, muchas concepciones éticas, Un muestratio de esa diversidad lo hallamos en la presentacién de los diferentes debates éticos a los que se hace alusién en los capitulos siguientes de este libro. La diversidad se expresa de muchas maneras y puede estudiarse desde diferentes perspectivas: puede analizarse desde un punto de vista histérico o desde wn punto de vista sistematico; puede abordarse en vinculacién con las concepciones religiosas ‘con las cosmovisiones culturales; puede asociarse a las obras de los filésofos, a las formas de vida o a los proyectos revolucionarios en la sociedad. Y, ‘obstante, pese a esta gran diversidad, es posible constatar en la historia, a grandes rasgos, unta curiosa y persisteite tendencia a responder de dos formas principales ala pregunta por la mejor manera de vivir. En algunos casos, estas, dos respuestas son consideradas como paradigmas de la ética, entendiendo por ello visiones valorativas globales, internamente coherentes pero reci- procamente excluyentes. En otros casos, las respuestas son tratadas simple mente como temas de la ética, dando a entender asf que cada una de ellas ¢ a un dmbito de los problemas morales y que, por consiguiente, Inroducene El seni no tendrfan por qué ser excluyentes entre si, Esto es lo que debemos analizar ‘@ continuacién, empezando por preguntarnos cuales son esas respuestas. La primera respuesta nos dice que la mejor manera de vivir es respetar y cultivar el sistema de valores (el ethos) de la propia comunidad. De acuerdo a esta concepciGn ética, el criterio valorativo central que ha de orientar la conducta de las personas y la marcha de la sociedad debe buscarse en el sero de la propia tradiciOn; es allf donde se hallard el ideal moral que dé sentido a Ja vida y que aglutine a los miembros de la comunidad. Como precisaremos més adelante, este ¢s el contexto adecuado para hablar, en la ética, de valores. Entre los especialistas en moral se ha convenido en denominar a este primer modelo de respuesta el Paradigma de la ética del bien comiin o el Paradigma de la felicidad, aunque hay también otras variantes de esos mismos nombres. ‘Vercmos enseguida por qué. La segunda respuesta global a la pregunta decisiva dela ética nos dice que la mejor manera de vivir es construir una sociedad justa para todos los seres humanos. De acuerdo a esta concepciéa, el criterio normativo orientador de la conducta de las personas y la marcha de la sociedad debe buscarse en un ideal imaginario de convivencia que promueva el respeto de la libertad de cada individuo, sin distinciGn de culturas ni de religiones, y la prictica sistemética de la democracia y a tolerancia; un ideal asi, que es critico de las tradiciones, solo podré encontrarse en la representacién de una utopia racional, Mas que de valores, convendré hablar en este caso de normas 0 de brincipios de accién, A este segundo modelo ético se le conoce como el Paradigma de la ética de la autonomia o el Paradigma de la justicia, aunque también de él hay otras denominaciones que prefieren destacar rasgos como la imparcialidad o la consensualidad. Es preciso, sin embargo, que expliquemos mejor en qué consiste cada uno de estos paradigmas, y en qué sentido ellos pueden ser excluyentes o complementarios. 5.1. El Paradigma de la ética del bien comin La idea central que congrega a los defensores de un modelo ético como este es, decfamos, que, para ellos, el patron de referencias normativas de la conducta personal y social deberfa ser el respeto-y el cultivo del sistema de valores de la propia comunidad. Se le lama un bien comuin, en alusién a la denominacién tradicional entre los griegos, porque con ella se designa un modelo de forma de vida que es considerado ejemplar por la entera comunidad, y con el cual sus miembros se Mave! Gg identifican de manera explicita 0 implicita. Se trata de un conjunto de creencias morales compartidas, mantenidas porlatradici6n, transmitidas porla educacién, suubyacentes a la vida social y al orden legal, y permanentemente vivificadas por rituales de reconocimiento y celebracién, Se le llama también el Paradigma de la felicidad porquese quiere asi rendirtributo a Arist6teles, autor que constituye una de las fuentes filos6ficas principales de esta concepcién ética, quien sostuviera en sus libros que el fin tlkimo de la vida, al que todos siempre aspiramos, es precisamente la felicidad (la eudaimonta). Lanaturalidad con fa que Arist6teles sostiene en su Fitica a Niedmaco que todas las personas concordamos en considerar a la felicidad como la finalidad liltima de a vida, podrfa sorprendernos sino fuese porque, a pesar de los siglos transcurtidos, también nosotrossuscribirfamos seguramente esa tesis’.Elproble- ma,claro est, reside en que, tantoen tiemposde Arist6telescomoen losnuestros, no eatribuimos el mismo sentidos la palabra «felicidad» niasociamosconella ‘una misma manera de vivir Peroel queestemos ya todos deacuerdoen dentificar vverbalmente la meta final de nuestros empefios, no es una cosa de importancia menor. La diserepancia sobre su definicién hace precisamente de la felicidad el tema principal delaética, Para zanjar esa discrepancia, y para precisarel sentido dela felicidad, lo que propone Arist6teles es analizarlasaspiracionesque losseres hhumanos asociamos a nuestras acciones cotidianasy descifrarel ideal de vida que se expresa por medio deeellas. Buscamos todos, al parecer, la forma de vida mas plena posible, en donde lena quiere decir: aquella que realiza el bien mds preciado (clsumo bien) o a éltima raz6n de ser (el fin supremo) de nuestra existencia. Y el fin supremo, oelsumo bien, consisteen realizar permanentemente los idealesde cexcelencia que la propia comunidad ha establecido para el desempefio de todas ‘nuestras actividades, incluyendo la actividad comunitaria por excelencia, que es la actividad politica. I famosa sentencia de Aristételes, segiin la cual «el hombre es un animal politico», quiere decir, en efecto, que el hombre solo se realizara plenamente (solo alcanzaré la felicidad), si vive solidariamente con Jos otros los valores que los congregan y si contribuye activamente a instaurar y mantener un orden institucional que los preserve + Sobre ed nombre del bien supremo —eseibe Aristételes—~ cas todo el mundo est de acuerdo, pues tant el vlgo como los culos dicen quees la felicidad, y piensan que viv bien y obraz bien eslo mismo aque ser flan (Cf. Etica nicomdque, 1095a16-20, Madrid: Gredos, 1985, p. 132). Inwoduccn: El sentido de Ia tea La ética de Aristételes es un ejemplo particularmente ilustrativo de este paradigma porque nos ofrce una elaboracién teérica muy acabada, pero ella es solo uno entre muchos casos de autores, o de sociedades, que conciben explicita implfcitamente la vida moral en tomo al ideal del respeto y el cultivo del sistema devalores dela comunidad. Por vincularse la ética, en todos estos casos, ala forma ‘concreta en que la comunidad organiza sus relaciones 0 modela sus costumbres, suele decirse que uno de os rasgos distintivos del Paradigma es el sustancialismo. ‘También de origen griego, el término alude a la consistencia, la materialidad y {a uniformidad del ethos que sirve de punto de referencia para la articulacién de la concepcién ética. Este rasgo se comprenderd mejor cuando lo contrastemos censeguida con el que caracteriza al Paradigma de la autonomia, a saber, con el formalismo. Se dice, en todo caso, que una ética es sustancialista cuando define Ja mejor manera de vivir en relacién con el tramado especifico de costumbres ¢ “instituciones propio de la comunidad en cuesti6n. Ello explica que las éticas sustancialistas comprendan, por lo general, un conjunto vasto de preceptos y de ritos,ligados precisamente a los diferentes modos y précticas en los que se realiza cl ideal de vida comunitario: la vida familiar, el ejercicio profesional, la economifa, la actividad politica, la relacién con los dems, y asi sucesivamente, pues para cada uno de estos modos existe un perfil espectfico de cumplimiento de la excelencia moral Ha llegado el momento de explicar por qué es este el contexto al que pertenece, en sentido estricto, el lenguaje sobre losevalores>. Aunque el uso de este término es hoy muy impreciso y puede referirse a una variedad de aspectos de la valoracién moral, lo que originariamente designa es precisamente el Conjunto de conductas ejemplares concretas, aquellos perfiles de excelencia moral relativos al ideal de vida de una comunidad, pero estlizados en forma de un eatdlogo de conceptos normativos. La valentia, la honestidad, la generosidad son «valores», ene sentido en que expresan ideales de condueta reconocidos por nuestra comunidad, a los que asociamos situaciones y modos especificos de comportamiento, El lenguaje sobre los valores solo cobra sentido, en realidad, cuando lo remitimos al sistema normativo de una comunidad. Quien se refiere ‘una «crisis de valores», esta dando a entender ustamente que se han puesto en ccucsti6n los pardmetros normativos tradicionales, aquellos que sostenian la jerarqufa de as conductas en la sociedad. Y quien aboga a favor de una «educacion en valores», se esté imaginando que los nifios deben aprender a hacer suyos los ‘deales de conducta que la comunidad considera como sus pautas tradicionales de orientacién, Mel Gust Atodo sistema de valores, como el que caracteriza al Paradigma de la ética del bien comin, le corresponde un sistema de virtudes. Las virtudes representar, lladosubjetivodelaexistencia de los valores. Conesto se quiere decir que, dada la naturaleza delos valores, es decir, dado que son conductas deales especificas, de parte de los individuos no puede haber neutralidad ni, tampoco, liberalidad frente ellos, sino, muy por el contrario, el mayor compromiso posible. De los, individuos se espera una actitud de adhesién, de respaldo con conviccién, de asimilacién comprometida de esos valores hasta convertirlos en rasgos del cardcter 0 de la personalidad. Y eso es precisamente lo que son las virtudes: habitos de comportamiento amoldados al perfil establecido por el sistema de n la actualidad, a diferencia de lo que ocurre con el uso del término «valores», parece haber mucha menos familiaridad con el uso del término «virtudes», pero es solo una cuestién de palabras. Lo que se suele exigira través, de las numerosas campaiias a favor de los valores es que las personas los hagan suyos y los incorporen a su modo habitual de conducirse en la vida, es decir, que adopten ante ellos la misma actitud personal y comprometida que se ha asociado tradicionalmente al concepto de virtud. ‘Otro rasgo constitutive de esta forma de concebir la ética es que en ella se involucran plenamente los sentimientos y las emociones. Ya en el ejemplo inicialmente citado de la Ifada, podemos apreciar que los juicios morales que expresan la conciencia de la desmesura son todos juicios emocionales que manifiestan un sentimiento de indignaciGn: la impiedad de Aquiles, el pedido de compasién de Priamo, la solidaridad de los dioses, el arrepentimiento tardto del propio héroe. La mejor manera de vivir no es excluir las emociones de nuestra conducta, sino expresarlas claramente, pero en su justa medida. Dice por eso Aristoteles que las virtudes son un modo inteligente, mesurado, de procesar las emociones", Quien actiia moralmente, lo hace comprometiendo sus afectos y adhiriéndose a los valores con el empeiio de su entera personalidad. Sial observar tuna imagen de tn campesino maltratado por la violencia, o al ver una filmacién de un acto de corrupcién, reaccionamos casi instintivamente con sentimientos de compasién o de indignacién, es precisamente porque nuestra sensibilidad moral ha sido educada durante ailos en el respeto de los valores. valores * Tbid, 11396355, p. 270. roduc Porlasrazonesexpuestas, puede decirseigualmente, en términosmetaféricos, ‘que la Ftica del bien comin es concebida-y forrmulada desde la perspectva de la brimera persona'', de la primera persona en plural. Que el bien, el ideal moral de vida, sea comin, significa justamente que es considerado por sus adherentes como el ideal de un nosotras. Nosotros los cristianos, nosotros los atenienses, nosotros los peruanos. Fs la perspectiva del participante en la interaccién, que cmite sus juicios de valor sobre la base de las creencias compartidas en su comunidad. Michael Walzer se refierea esta idea, con su habitual ingenio ret6rico, cuestionando la intencién de la alegorfa de la caverna propuesta por Platén: en lugar de seguir al prisionero que se libera de las cadenas para acceder a una visiGn del sol (a una comprensién de la verdad de la vida), la ética deberia construirse, en su opinién, en el interior de la caverna, y en solidaridad con las creencias compartidas por todos os prisioneros, pues elas constituyen el nico nosotros en el que podamos hallar las pautas de la acci6n y el sentido de la cosas! La perspectiva de la primera persona representa, naturalmente, una ventaja y un peligro a la vez, como veremos a continuacién: ella permite cohesionar a los involucrados en tomo a un ideal comin, comprometiendo sus sentimientos de adhesin, peroclla puede traer consigo igualmenteec aislamiento dela comunidad la tentacié6n del fundamentalism, Dado queel nosotros es, por naturaleza, relativo siempre la comunidad que lo enuncia, y dado que existen muchas comunidades enunciantes, es preciso concluir que en este Paradigma se expresa una ética de tipo contextualista. Recibe este nombre la concepcién moral que se origina en un determinado ethos, y que reclama validez en su interior, en funci6n de los valores compartidos. Pero como letbos, la cosmovisién valorativa, puede ser de muy diversa naturaleza —puede swatarse de una nacién, de una etnia, de una religidn; puede estar tecritorialmente delimitada © expandirse sin fronteras—, parece més adecuado denominarla contextual 0 contextualista, Ello significa que el Paradigma plantea la cuestién moral, tanto en lo que respecta a su orjgen como a su drea de influencia, siempre en vinculacién con el contexto en el que se inscribe. Por cierto, la contextualidad de la ética no tiene por qué-implicar una relativizacién de sus expectativas de 5 Flrgen Habermas sacle refers a este raygo para contraponer la caraterizacén de ambos modelos éicos. Cf, por ejemplo, «zAfectan las objeciones de Hegel a Kant tambien a la éica del dscus?s, en: Escrtos sabre moralidad 9 eicidad, pp. 97-130. Cf. Walver, Michael, Las esforas de la justcia, México: FCE, 1993, p. 12. uuniversalizacién; al respecto, algunas concepciones son efectivamente expansi- vas, mientras que otras son herméticas excluyentes. Del contextualismo hay muchas variantes, como es facil de suponer, pero en todos los casos se trata de concepciones que cuestionan la posibilidad de desligarse de los contextos para plantear las cuestiones morales. Sinos preguntaramos, en fin, cuél es la fuente tltima de legitimacin de este Paradigma, es decir, por qué debiera considerarse vinculante el sistema de valores que proclama, habrfa que decir que ella reside en el propio ethos de la comunidad. Esta cuesti6n es conocida en la ética como el problema de la fundamentacién de las normas o de su justificacién epistemolégica. Es una cuestién de primera importancia, pues tiene consecuencias directas sobre el modo de concebir a validez del bien comin, asi como sobre el modo de entender la libertad del individuo, pero es también na cuestién de diffcl solucién. La forma en que este Paradigma la aborda muestra cierta circularidad, ya que la validex del ideal moral es hecha reposar sobreel ideal moral misms, pero lo hace con la certeza de que no hay otra posibilidad mas convincente de resolver dicha ‘cuestién, Para ilustrar esta manera de proceder, Michael Walzer se vale de dos metéforas, y de dos figuras, que son interesantes ¢ ilustrativas". La primera es la metéfora del «descubrimiento», a la que le corresponde la figura de Moisés. El deal moral se descubre (es descubierto) en el sentido en que, precediéndonos y poseyendo una autoridad indiscutible, nosotros simplemente lo hallamos o lo acogemos; un ejemplo de ello es precisamente Moisés, quien acude al Monte del Sinai a recibir de manos de Dios las Tablas de la Ley, y las transmite luego al pueblo, La segunda metéfora esla dela einterpretacién», ala que lecorresponde la figura del profeta. Fl ideal moral, en este caso, se interpreta en el sentido en ue, siempre precediéndonos, es materia decontinua revision y criticasel profeta es, en efecto, un lider religioso perteneciente ala comunidad de valores, pero es también un ceritico social que apela a la conciencia de sus miembros para actualizar valores tradicionales que estén siendo descuidados por la comunidad, Con ayuda de estas metéforas de Walzer podremos seguramente entender mejor el sentido de Ia circularidad en la fundamentacién del Paradigma. © Gf Walae, Michael, «Ties senders de a lsoffa moral, en: Iterpretaciny critica social, Buenos Aires: Nueva Visiba, 1993, pp. 7-36. Como india el titulo mismo de su teabajo, Walzer quiere CGferenciar entre tes no dos, maneras de concer la mmol, Pero, como vemos, hay buenas rezones para considerar que tanto cl ssendero del deseubimiento» como el de la sinerpretaciéne corresponds, con ratios disintos, al Paradigm dela tien del bien como. Intodvecén El sant de In tien Todos los rasgos que hemos venido enunciando hasta aqui, aun somera~ mente, nos permiten hacernos una idea de la naturaleza y los alcances del Paradigma de la ética del bien comin, Hemos visto, en primer lugar, por qué al ideal del respeto y el cultivo del sistema de valores de la comunidad se le da el nombre de bien comin o de felicidad, y hemos comentado brevemente el modo en que Aristételes concibe la aspiracién a una vida buena. Enumera- mos luego algunos rasgos que son constitutivos del Paradigma: el sustancia- lismo, la existencia en él de un sistema de valores, la correspondiente exigencia de un sistema de virtudes, el involucramiento de las emociones, la perspectiva de la primera persona, el contextualismo y la referencia al ethos como criterio ‘ilkimo de fundamentacién. El resultados un cuadro coherente enel que vemos dliseiado un ideal de consenso moral centrado en la vivificacién dela tradicién valorativa de a comunidad. Quizas podria por ello caracterizarse globalmen- te a esta visién como un consenso nostdlgico™, Nos toca ahora pasar a exponer el siguiente paradigma, aquel que hemos vinculado ala segunda respuesta ala pregunta por lamejormanera de vivir. Para facilitarla comprensi6n de este nuevo modelo,y para percibir mésclaramente sus relacionescon el primero, vamosa utilizar correlativamente la misma secuencia derasgos que hemos empleado en a caracterizacién del caso anterior. 5.2, El Paradigma de la ética de la autonomia La idea central que congrega a los defensores de este modelo es, como se recuerda, «que la mejor manera de vivie consiste en construir una sociedad justa para todos los seres humanos; este es, para el modelo, el patrén de referencias normativas de la conducta personal y social. See ha denominado el Paradigma de la autonomia, evocando el modo en que Kant caracterizara el principio central de esta interpretacién de a ética, que es el principio de la libertad del individuo, pero de una libertad que se afirma solo mediante el respeto de la libertad de todos. La autonomia es la capacidad que pose idealmente el individuo de pensar y decidir por s{ mismo (de «darse a s{ mismo su propia ley», como indica la etimologia de ¥ Me he permitido emplear la eontraposcién ene «consenso nostilgens y scansenso uitipico» para caracterzar el debate central de la ete eontempordies en una reciente publieacion: Gi, ‘Miguel, Tras el consenso. Entre la wtopia y la nostalgia, Madsid: Dykinson, 2006. Piguet Gist a palabra), pero de hacerlo eligiendo al mismo tiempo un marco de referencias (una ley) que haga posible el ejercicio simulténeo de la autonomia de todos, incluyendo naturalmente la suya'’, De aqui se deriva el sentido mas general de a palabra justicia, que da igualmente nombre al Paradigma: una sociedad justa para todos los seres humanos seria, enefecto,aquella queestuviera regida entodas ‘sus instancias por el principio de la autonomfa y que permitiera, por tanto, que todos los individuos, sea cual fuere su ethos, ejercieran su libertad sin perjudicar Ja delos demas. En lugar, pues, defijar su atencién en los contenidos o los valores que pudieran defender los individuos, el modelo se concentra en la regla general de la imparcialidad, cuya funcién es la de hacer posible la coexistencia de concepciones valorativas rivales entre si. El Paradigma de la ética de la autonomia surgié en la historia en los inicios dela Edad Moderna con el propésito de ofrecer una alternativa de solucién a fo que se consideraba una limitacién estructural del Paradigma de la ética del bien comuin, El acontecimiento emblemitico de semejante cambio de paradigma fue la llamada Guerra de las Religiones, que cubrié de sangre y violencia las tierras ceuropeasdurantecasitreinta afios de siglo XVIL,Para muchos filésofosdela época, aquella guerra fue interpretada como el sintoma més claro de la crisis la que habrfa conducido el conflicto entre las concepciones ético-religiosas, cada una de las cuales reclamaba para sila verdad de su propio ideal moral". Siendo evidente que ninguna de ellas tenia mas derechos de veracidad que las otras, y siendo igualmente obvio que la guerra solo perpetuaba sangrientamente la ausencia de tuna solucién, imaginaron una concepcién que redefiniera los objetivos de la moral y que replanteara las cosas en una dimensién diferente. La solucién debia ser buscada no solo para poner fin al enfrentamiento entre las naciones, sino también al enfrentamiento entre los individuos, pues la rivalidad entre las concepciones valorativas de la vida, la guerra de todos contra todos, parecia extenderse a ‘cualquier forma de asociacién humana, Fue, sin duda, Kant el filésofo que logré La autonomia de la volunad -eseribe Kant- sel inico principio de todas las lees mealies y de los deberes que les correspondenss ef. Toorersa IV (8) dl libro pimero de ia Analtica de la Crea dela ain prictca, ediciia de Dulce Maria Granja, México: FCEJUAMIUNAM, 2005, p. 38. °F la introduecida a si lb Sobre ef ciudadano (De cive), explica Hobbes que se ha visto bligido a adelantar la publiacién de esta parte de su sistema filosotico en saad dela guerra Imperante en ese momento, y con el propésto de eontribuir dealin modo a hallare solucin, Cf. De ive, Praefaio a lecores, en: Hobbes, Thomas, Opera philosophica quae latine scripsit, cdiciin de W. Molesworth, Londres: Joanues Bohn, 1839ss, vol. I. conceptualizar, con la mayor genialidad y riqueza, esta intencién moderna, ‘Construy6 por eso primero una ética sobre la base del principio de la autonoméa, por medio de la cual fuese posible fundamentar la conciliacién entee la libertad individual y la constitucién de un consenso universal. La pieza central de esa construccién es la idea de un principio general, regulador de todas nuestras relaciones valorativas, que nos obligue a actuar siempre cuidando que el ejercicio de nuestra libertad no entre en conflicto con el orden imparcial que permite el ejercicio de la libertad de todos. Kant llamé a ese principio el imperativo categdrico, pero de él hay muchos otros nombres en la filosofia moderna y en la contemporinea””. ¥ elaboré luego una Filosofia del derecho (la Doctrina del derecho, en la Metafisica de las costumbres)" con la finalidad de hacer también operative dicho principio en fa regulacién de la amplia red de relaciones que se establecen dentro de la sociedad, La ética parecfa asi proponerse una meta mas modesta, o desplazar acaso la atencién hacia una dimensién distinta del problema moral, es decir, se proponta dejar en suspenso la cuestiOn de la veracidad de las cconcepciones éticas y buscar un acuerdo que consistiese en tolerar deliberada y consensualmente la coexistencia de opiniones plurales. AA diferencia del anterior, al que caracterizamos como un paradigma sustan- cialista, este es nds bien un paradigma formalista 0 procedimental Lo es, porque considera que la ética, mas que darnos contenidos valorativos concretos sobre la ‘mejor manera de vivir, lo que debe ofrecernos es una forma o un procedimiento ‘que nos permita diseriminar entre los contenidos, de acuerdo a si son conciliables con el libre ejerccio de la libertad de todos. Un buen ejemplo de este formalismo sel principio que rige al sistema democratico: de acuerdo a él, cualquier decisién que se adopte deberd ser respaldada por la mayoria de los involucrados; 0 se 10s dice, pues, qué decisién (con qué contenido) debemos adoptar, sino tan solo que, ‘cualquiera que esta sea, deberd respetar el principio de verse respaldada por el consenso mayoritario. Otro ejemplo muy ilustrativo es el del principio que sostiene al ejercicio de las libertades fundamentales: la libertad de opinién, Ademas del «imperaivo caters, mencionarenos mis adelante epincipio dl «observador imparcals cesarrollado por Adam Smith. Las distineas teorfas del contrato socal reprodacen iguslmente Ie iden de un principio formal rgulador de la moral, Jurgen Habermas, por st pate, propone reemplazardichas versiones por el lamado «Prixipio Us o «Principio Ds (ef, ene otros textos sya ado ensayo «Aleta ls objeciones de Heyes Kant también aa ic del incurs). * Cf Kant, Immanuel, La melafsia de las costumbres,edicion de Adela Cortina y Jess Col, Madi Teens, 1988, Mage! Gua pongamos por caso, indica que todos los individuos tienen derecho a expresar su parecer a condicién de permitir el que otros hagan lo propio; no se nos dice, tampoco en este caso, qué opinién debemos defender, sino solo que ella debe ser compatible con el ejercicio dela libertad de todos @ opinar. Como se vel criterio la pauta que aqui se proponen tienen la forma de un examen, de un test. Asi concibié también Kant al imperativo categérico, pues este nos impele a examinar siempre silas acciones que queremos realizar, sean estas las que fueren, podrian ser compatibles con un sistema imparcial de reglas de convivencia en el que todos tienen derecho a actuar sin perjudicara los demés, Sinuestras decisiones o nuestras acciones aprueban este examen, entonces ellas seran buenas (en sentido moral) 0 justas (en sentido jurtdico), ya que en ambos casos habran respetado el principio (Vormal) ordenador del Paradigma, que es el de hacer respetar la autonomia en el marco de un orden regido por la justicia, Porlo dicho hasta aqui, se entenderd seguramente por qué el concepto de «valores» es,al menosen primera instancia, uncuerpo extraiio enel Paradigma dela éticade la autonomia, Los valoresesténasociados a una manera homogénea deinterpretarel sentido dela vida y expresan, como hemos visto, el aprecio por conductas reconocidas como ejemplares en un ethos determinado. Aqui, en cambio, dichas conductas pasan a ser relativizadas eigualadasa muchas otrasen el marco de un pluralismo de opiniones que es considerado como un hecho rotundo y basico, sobre cuyo reconocimiento debe recién iniciarse cualquier discusin moral, Son precisamente los valores los que son ahora sometidos a examen: si pasan la prueba del prineipio formal, entonces serdn juzgados como buenos 0 justos —lo cual equivale a sostener que se esté introduciendo un parémetro més abarcador, masabstracto, que lamaremos el concepto de «prin- jos» ode enormas», Estos tltimos términos expresan con mayor precision el tipodeexigencia moral quese hace valer ena concepcién moderna: a aceptacién voluntaria y consensuada de una regla deconducta general queexhibeneutralidad valorativa. Por lo mismo, no encontramos aqui, como en el caso anterior, una gran variedad de preceptos coneretos ligadosa las esferas distintas dela vida, sino tuna sola norma, un solo principio, que hace las veces de pauta continua de referencia para el enjuiciamiento de las situaciones concretas. Ahora bien, decfamos que el concepto de «valores» es solo en principio un cuerpo extraiio, porque [desde el Paradigma de la ética del bien comin suele hacerse la observacién que Ia norma general que ahora comentamos es, en realidad, igualmente un valor, solo que no debidamente reconocido como tal. ) Ineoeuesbn El sentido de In tien Un sistema de principios no exige tampoco que nos adhiramos a él con la conviccién el compromiso emocional que requerian los valores. Lo que aqui se exige es por sobre todo el acatamiento racional del gran pacto de imparcia- lidad, y, como existen fundadas reservas de que todos lo vayan a cumplir espontiineamente, el propio pacto dispone medidas especificas de fiscalizacién reciproca, Se trata, pues, de acatar la norma y de hacerlo racionalmente, es decir, de convencerse de su evidencia, su necesidad y su conveniencia, aunque no fuese sino por un céleulo decosto-beneficio, Es interesante, y reveladora, esta doble cara de la racionalidad politica moderna: ella puede significar el respeto deliberado de la igualdad de los seres humanos, pero ella puede ser también una estrategia de supervivencia con propésitos egofstas; para cada versiGn hay autores importantes que sirven de respaldo™, Esto no quiere decir, sin embargo, que no pueda existir una fe, una creencia firme, en la democracia 0 cn sus principios, sino solo que esa fe no es necesaria, en sentido estricto, para la legitimacién ni para el mantenimiento de la vigencia del principio general. El propio Kant nos ofrece las dos versiones comentadas de la racionalidad: el deber moral de todo ser humano es, nos dice, elegir deliberadamente un orden igualtario y tolerante, espetando la dignidad de las personas, pero, si esto no llegara a serle convincente, al menos debiera comprender que el respeto de la ley es lo que mas le conviene para vivir en paz y prosperidad, «Hasta un pucblo de demonios», dice Kant en un pasaje famoso”, se dejaria persuadir por la idea de que el contrato social es la forma més razonable de vivie, aun cuando lo que los demonios buscaran fuese satisfacer sus interescs egoistas. Ante los sentimientos y las emociones, el Paradigma de la ética de la autonomia expresa una cautelosa, pero firme, desconfianza. Una presencia excesiva de las emociones en la defensa de los valores puede conducir al fundamentalismo, al dogmatismo y hasta al fanatismo, como fue el caso en la ‘mencionada Guerra de as Religiones. Para sortear este peligro de intolcrancia que las emociones suelen llevar consigo, el modelo solicita precisamente que se tome tuna decisién racional, entendiendo por ello una decisién que sea fruto cle un razonamiento sobre las causas y las consecuencias del libre accionar de todos los * La versa altuisa la enco mente e , ntramos principalmente ex la obre de Kant, la versa caleuladora sp obra de Hobbes, De abs veins hay michas vas dele ees ® Cf Kani, mane, Hacia la paz perpetua, edeién de Jacobo Munoz, Madrid: Kibloteca Nueva, eae Perpe 7 . Wbliotsca Nueva, Miguel Gs inyolucrados, Como es natural, no se puede pretender que desaparezcan las cemociones; lo que se demanda es més bien que ellas sean encauzadas 0 reorientadas en funci6n de un bien mayor. Puede adoptarse también una posicion més diferenciada al respecto, como lo hacen algunos autores, y sugerir que las ‘emociones tienen un espacio propio, por ejemplo el ambito privado o el ambito estrictamente moral, y que ellas deberian ser relativizadas solo en el Ambito piiblico o en el estrictamente juridico 0 politico", En cualquier caso, por mas importancia que se conceda al compromiso de nuestras emociones en la vida cotidiana, estd claro que ellas pierden legitimidad y capacidad de validacion en el contexto de este Paradigma. Por contraste con el modelo anterior, al que habfamos vinculado con la perspectiva de a primera persona, debe decirse ahora que la ftica dela autonomia esconcebida y formulada desde la perspectiva de la tercera persona, La metifora de la tercera persona se suele emplear para designar un punto de vista neutral, equidistante de la primera y la segunda persona; a él se refieren, por ejemplo, Jean. Piaget o Lawrence Koblberg® para caracterizar el estadio més avanzado de la evolucién intelectual 0, respectivamente, el de la evolucién moral del nifio. Y Thomas Nagel, un importante defensor de este modelo, da a uno de sus libros el revelador titulo «Una visién de ninggin lugar» («The View from Nowhere»), Es la perspectiva del obseruador, no la del participante, la que se quiere aqut resaltar, pues se considera que el participante contempla las cosas siempre desde un rnosotroscentrado enel propio ethos queleimpide ser imparcialslo quesedemanda €, en sentido estricto, que el participante haga suya la posicién del observador. Quien mejor formula esta exigencia ética es Adam Smith, profesor de Etica en la Universidad de Eimburgo: quien quiera cerciorarse, nos dice, de que la accién ‘que se propone realizar es éticamente correcta, debe ponerse en la posicién del dl eemusivianor; ecu a ea concepelde, nuestros los Ge vloe cepa de uns Ineroecin: El sent do Ia en sespectador imparcial», es decir, debe hacer el examen que es caracteristico de «ste Paradigma, el cual obliga a adoptar precisamente la perspectiva de la tercera persona respetuosa de la regla general de neutralidad’, Una ética como esta no sed tampoco contextualista, como deciamos del caso anterior, sino seré més bien universalista. Recordemos que la respuesta a la _regunta por la mejor manera de vivie es aqui construir una sociedad justa para t6dos los seres humanos. No para los pertenecientes a un ethos comiin, ni para uienes se identifican con una determinada idiosincrasia cultural, sino para los seres humanos en general, en la medida en que son considerados simplemente como seres humanos. El modelo dela Ftica de la imparcialidad aspira a tener una validez. universal, Apela por eso a diferentes recursos que permitan pensar en la condicién humana en términos igualitarios: la naturaleza comin, la disposicién racional, la capacidad de didlogo, o hasta la constatacién de que todos somos cegoistas, para sobre esa base construir un razonamiento que conduzca a la evidencia o a la necesidad de adoptar el principio general del Paradigma. No se Considera, por supuesto, que la diversidad de culturas o de credos sea irrelevante ante el problema moral; al contrario, se toma tan en serio su diferencia que no se pretende universalizar las ereencias, pues se respeta su autonomia, sino tan solo el modo en que ellas puedan llegar a coexistir pacificamente con las demas, Pot «80 precisamente el acuerdo al que se aspira es una norma, no un valor. Sinos preguntamos, en fin, como en el caso anterior, cual es la fuente étima de legitimacion de este Paradigma, es decir, por qué deberiamos aceptar que el principio de la imparcialidad es vilido o vinculante, habria que responder que ello es asi en razén de un contrato o de un didlogo imaginario en el que todos nos hallamos necesariamente involucrados. Debemos respetar el principio de la \imparcialidad porque nosotros mismos nos hemos comprometido a hacerlo valer por medio de nuestra decisién de celebrar un pacto social. O debemos hacerlo Porque estamos convencidos de que es la condici6n sine qua non de muestra Posibilidad de dialogar respetuosamente entre todos sobre nuestras maneras de vivir. La fuente tltima de valides del modelo es la propia decisin libre de los involucrados; poreso, la mejor respuesta ala pregunta «porquédebo accptar este orden moral?», es: «porque ti mismo lo has legitimado con tu propia decisién», Ya hemos comentado que esta decisién puede oscar entre el altruismo y el ¥ Gf. Sth, Adam, La tert dels senimients morales, edi de Carlos Rodger Bruun, Madi: Alianza Editorial, 1997, pp. 180-184, 206-209 y en muchos pesjes Miguel Gs ‘egoismo, entre la bisqueda deliberada de la imparcialidad y el cileulo de costo- byeneficio, Pero en ambos casos se trata de una decisin libre, que compromete a los concernidos a respetar un sistema de normas igualitarias de convivencia. Para ilustrar esta manera de concebir la moral, Michael Walzer emplea la metéfora de la sinvencién». En este modelo, la moral se imventa; son los seres humanos los que, reunidos imaginariamente en una convencién, deciden construir o acordar juntos cuales serén las reglas que les permitirén coexistir ejerciendo cada cual su libertad”. Nos toca hacer también en este caso una sintesis de los rasgos que caracterizan al Paradigma de (a ética de la autonomia, con la idea de resuimic lo que hemos aprendido sobre su naturaleza y sus alcances. Vimos, en primer lugar, en qué sentido se afirma que el ideal moral consiste en construiruna sociedad justa para todos los seres bumanos: lo que se quiere poner en el primer plano es la posibilidad de que la convivencia pacffica se funde en el respeto de la autonomia mediante la constitucién de un orden social de imparcialidad. Hemos ilustrado esta concepcién explicando el modo en que Kant concibe el principio del imperativo categérico, o Adam Smith el critero del eobservador imparcial». Y enumeramos igualmente los rasgos constitutivos del Paradigma: el formalismo, la existencia de un sistema de normas, la desconfianza frente a las emociones, la perspectiva dela tercera persona, el universalismo y la referencia al contrato y el didlogo como crterios tltimos de fundamentacin. El resultado es, también aqui, uncuadrocoherenteenel que vemos disefiado unideal de consensomoralcentrado ent la capacidad de los sees humanos de imaginar una forma racional de regular sus conflictos. Podriamos entonces caracterizar, correlativamente, a esta vision ‘como la aspiracidn a obtener un consenso utépico. 6. Reflexién final La existencia de dos grandes paradigmas en la historia de la ética ¢s un hecho importante y aleccionador. Alguna raz6n profunda debe existir para que los seres hhumanos vuelvan una y otra vera formular sus aspiraciones morales recurriendo a semejantes modelos. Cada uno de ellos expresa, como hemos visto, una forma coherente yconvincente de explicar cual deberfa ser la mejor manera de vivir. Gf. Wale, Michael, «Tres serderos de la filosofia moral, pp. 14s. la presentacién de sus posiciones, o de sus argumentos, hemos acentuado deliberadamente la lgica interna que los anima o articula, con plena conciencia de que podriamos asi estar extremando la oposicién al modelo alternativo. Por eso, precisamente, dijimos que los tratariamos como paradigmas, y no simple- mente como temas dela ética, Pero es obvio que podrian buscarse, y encontrarse, muchas formas de conciliar las pretensiones de ambos modelos. Esto ha ocurtido con frecuencia en la historia dela disciplina, y ocurried seguramente también entre loslectores de! presente libro, quehallarin mas de una forma de vincular los rasgos Gticos que aqui aparecen contrapuestos. Hasta podria decirse que en la ética contempordinea predominan las propuestas de conciliacién entre los paradigmas, pues se admite explfcitamente que hace falta reconocer la logitimidad de algunas de las reivindicaciones esgrimidas en ambos casos, a fin de buscar una nueva sintesis en el planteamiento de las cuestiones morales, No obstante, aun en las propuestas de reconciliacién, suele reiterarse la tendencia a privilegiar una de las perspectivas en disputa. Volvamos a los casos ejemplares con los que dimos inicio a esta reflexién. La impiedad de Aquiles frente a los reclamos de sus parientes y amigos puede interpretarse, naturalmente, como un modo de transgredir el sistema de valores de su comunidad; su desmesura es una falta de respeto del bien comiin y un alejamiento de la actitud virtuosa que se espera de un combaticnte, Pero su conducta podrfa entenderse asimismo como un modo de quebrar el orden equita parcial que aun en casos de guerra deberia reinar entre los individuos; Aquiles se esta dejando llevar por sus emociones y esté sobrepasando los limites del ejercicio de su libertad personal. Otro tanto cabria decir sobre los casos que nos transmite el Informe de la Comision dela Verdad y Reconciiacién, Las imagenes del sufrimiento de esos compatriotas nuestros sacuden nuestra sensibilidad moral y nos revelan el grado extremo de deteriozo de los valores que sostienen nuestra vida en comin; ellas despiertan en nosotros la urgencia del compromiso con la solidaridad, Ia justicia y la vida ciudadana. Pero es claro igualmente que en esas imagenes se pone de manifesto una flagrante ruptura del pacto que funda nuestra vida social; no se ha respetado la vida, ni la libertad, ni la autonomfa de las personas, y se ha pretendido echar por tierra el entero tejido institucional que reposaba sobre la democracia y el estado de derecho. Las dos formas de jurgar moralmente los hechos nos remiten a los criterios que emplea cada uno de los paradigmas analizados para valorar la mejor manera de vivir. A través de ellos se logra articular conceptualmente la experiencia limite que habfamos comentado al inicio con las expresiones «Basta ya» y «Nunca més» Mave Gi Las reflexiones presentadas en esta Introduccién, asi como las que seguirén en los capitulos del libro dedicados a los debates éicos, son, todas, de carécter filoséfico. Es decir, forman parte de lo que hemos convenido en lamar la dimensién tedrica 0 conceptual de la ética. Pero su finalidad ciltima quiere ser, naturalmente, ayudamos a todos a vivir mejor, como era, segin Aristételes, la razon de ser de la tica, Pensaba el filésofo griego que la mejor manera de vivir estaba siempre ligada a Ia filosoffa, a la teoria, en la medida en que ella nos permite deliberar sobre el sentido de las cosas y sobre los cambios que va experimentando esta decisiva experiencia humana valorativa dela vida, Interpre- tando su concepcién ética ala luz de los problemas y los retos que nos plantea la sociedad contemporinea, podrfamos decir por eso que, para la flosoffa, la mejor ‘manera de vivir consiste en buscar permanentemente la mejor manera de vivir, El libro que presentamos quisiera ser una contribucién a esta tarea 2 Remito aqut al libro de Alasdair Maclatyre, Tras la virtud, Barcelona: Critica, 1987, en el que autor propone waa interpretacién de Aristétles en este sentido, aunque la leve ego por otra direceién,

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