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El poder es una categoría que tiene larga historia en la discusión en las ciencias
políticas y la gerencia. Al mismo tiempo, desde la literatura feminista se reconoce
la centralidad del poder como tema crucial en el entendimiento de las relaciones de
género. Ambas consideraciones hacen que sea ineludible abordar una discusión de
este concepto y llegar a una definición, aunque sea tentativa, que nos sirva para
instalarnos en la discusión de la incidencia política. Para trabajar este concepto,
quiero tener como hilo conductor la idea de Rao, Stuart y Kelleher:
“Esquemáticamente, hay dos visiones acerca del poder, una, el poder es un bien
limitado, si yo tengo más, tú tienes menos. En la otra visión, el poder es infinito,
cuanto más tenemos, existe más”. Este será el marco ordenador que utilizaré para
presentar los dos otros aportes que he priorizado, de la amplia discusión que
existe sobre el tema: las tres “caras del poder” de Steven Lukes (1974) y las
diferentes formas de poder planteadas desde la discusión feminista. De ellas he
recogido sobre todo las reflexiones que plantean Naila Kabeer (1998)2 y Townsend
y otras (1999)3.
Gareth Morgan (1990, 145)4, uno de los más reconocidos autores en la gerencia de
las organizaciones identifica la definición de Robert Dahl5 como la más usada por la
mayoría de teóricos de las organizaciones: “el poder implica una habilidad para
hacer que otra persona haga algo que de otra manera no habría hecho”. Morgan
continúa luego explorando las distintas fuentes de poder, tema al que
regresaremos más adelante.
La primera es la cara abierta o “el poder de/para” producir cambios. Aquí el poder
está definido como la capacidad de un actor de afectar el patrón de resultados
frente a los deseos de los otros actores. Nótese el vínculo entre esta definición y
la anteriormente planteada por Dahl. Esta forma de poder es fácilmente
observable cuando estamos en un conflicto abierto. En este caso, el poder se
obtiene o mantiene a través de la libre competencia entre personas o grupos que
tienen acceso a presentar ideas y argumentos basados en información válida.
Evidentemente esta cara del poder considera al poder como bien finito, aceptando
la idea de que en el proceso de conseguirlo habrá necesariamente ganadores y
perdedores. En esta lógica, los esfuerzos de la sociedad deben centrarse en
establecer los mecanismos para que desde una libre competencia, ganen quienes
tienen las mejores capacidades, ideas y argumentos. El manejo de esta visión
también implica que al ser el poder un bien limitado, el esfuerzo central estará en
como este se distribuye, de modo que los implicados tengan los recursos adecuados
para competir efectivamente, y como resultado, se sientan lo mejor posible con la
“cuota” de poder alcanzada. Como vemos, esta es la forma de poder que se resalta
en las acciones de incidencia política, que está centrada en la posibilidad de lograr
cambios. También en la más usada en la mayoría de los esfuerzos de muchos de
nuestros proyectos con enfoque de género. Naila Kabeer (1998, 236-237) dice al
respecto:
4
Gareth Morgan, Imágenes de la Organización, Coedición Alfaomega y Ra-ma, México, D.F. – Madrid,
1990.
5
Morgan se refiere al texto de Robert Dahl: “The concept of Power” en Behavioral Science, 2: 201-215,
1957.
6
Steven Lukes, Power: A Radical View. Macmillan, Londres, 1974.
“Esta noción de poder como una capacidad interpersonal de toma de decisiones es
la que apuntala gran parte de las publicaciones de MED. Por ejemplo, es evidente
en los intentos de medir la frecuencia estadística con que mujeres y hombres
toman decisiones en diferentes áreas de la actividad doméstica y de demostrar
que las mujeres tienen más posibilidades de ejercer un mayor poder en la toma de
decisiones en los hogares en donde tienen acceso al ingreso. Estos hallazgos se
han utilizado para reforzar la promoción por parte de MED de un mayor acceso de
las mujeres al desarrollo. Pero en la práctica, aunque estos intentos tal vez hayan
sido fructíferos en la generación del acceso a proyectos generadores de ingresos
para las mujeres, pocos de ellos han transformado su posición dentro del hogar”
Sin embargo, como veremos, limitarnos a mirar el poder sólo en su “cara abierta”,
no permite acercarnos a los conflictos en los que las decisiones no son siempre
visibles y transparentes. Otra cara del poder identificada por Lukes es la cara
“cerrada”. Kabeer identifica esta manera de entender el poder como “poder
sobre”, es decir en la capacidad de control, de ejercer autoridad sobre otros
basada en el dominio explícito, la desinformación, la discriminación en conflictos
cubiertos pero observables. Esta es la forma de poder más obvia y es la primera
manera como nos imaginamos el poder (Townsend, 1999, pag. 26). Este tipo de
poder es evidente en procesos de toma de decisión o en conflictos en los cuales una
parte no tiene las mismas posibilidades de ganar, sea porque la otra parte es
favorecida por las leyes, o por temor ante represalias. Cuando las estructuras
políticas están marcadas por esta cara cerrada, las acciones de incidencia política
requieren muchas veces procesos que denuncien estas inequidades.
7
Saskia Wieringa: “Una reflexión sobre el poder y la medición del empoderamiento de género del
PNUD”. En: Magdalena León (comp.) Poder y Empoderamiento de la Mujeres. Santafé de Bogotá,
Tercer Mundo Editores, 1997.
El poder como bien infinito
Esta conceptualización de poder fue considerada de escaso valor por Lukes9. Sin
embargo, años después aparece como una nueva tendencia en los discursos y las
prácticas de la nueva gerencia como en el texto de Margaret Wheatley que discute
las implicancias de la ciencia del siglo 20 para organizaciones del siglo 21: “El poder
en una organización es la capacidad generada por las relaciones”10. En esta mirada,
el poder como energía es producto no sólo de la posición sino también de
información, relaciones y espíritu. Esta mirada asume una situación ganador –
ganador, enfocada en construir relaciones y capacidades tanto de individuos como
de grupos para responder a realidades cambiantes tanto a nivel organizacional
como externo.
8
Arendt, Hannah Sobre la violencia Mexico : J. Mortiz, 1970.
9
Ver Lukes (op. cit. pag. 30)
10
Margaret J. Whealthey, Leadership and the New Science (San Francisco, Berret-Koehler, 1992).
El actuar con “poder con” permite ver que el todo es más que la suma de las partes,
especialmente cuando el grupo asume un problema colectivamente. Junto a esto,
está la sensación de colectividad y comunión con otros semejantes. Es lógico
entonces entender como esta forma de poder está en el ámbito del poder infinito.
Trabajar alrededor de esta concepción de poder es una de las garantías que tiene
la incidencia política a largo plazo. Cuando las acciones de incidencia política se
hacen sólo y directamente con las autoridades y la ciudadanía no está involucrada,
es mucho más factible que estas medidas puedan revertirse sin mayores problemas
en la sociedad.
Otra dimensión del poder infinito se refiere al “poder adentro”. Esta forma de
poder es crucial pues parte de reconocer que todos tenemos poder, un poder
muchas veces inexplorado y que podemos desarrollar nosotros mismos. Esta forma
de poder es el reconocimiento de las propias capacidades y es la base para el
autorespeto, la autoaceptación y la autoestima. El desarrollo del mismo tiene que
ver con el proceso de empoderamiento. Por esto no es algo que puede brindarse de
afuera, sino debe crecer de adentro. Emma Zapata, dice al respecto11 “Estar
empoderada es descubrir cuándo el problema está fuera de nosotras mismas, dejar
de sentirse culpable, pero aprender de los propios errores, aceptar
responsabilidad” . La sensación de que “yo puedo hacer la diferencia” es la que
muchas veces ha alentado a líderes y colectivos en acciones de incidencia política
que se consideraban casi imposibles, como por ejemplo, la lucha por los derechos
civiles en Estados Unidos.
11
Emma Zapata (1997) Nuevas formas de Asociación: Mujer Campesina – Iniciativa Privada: Estudio de
caso (citado por Townsend, 1999)
Por ejemplo, cuando en nuestros análisis de poder encontramos que la “cara
cerrada” del poder actúa de manera tan significativa que impide que podamos
disputar nuestras ideas en un marco deliberativo, probablemente es necesario
orientar nuestras acciones de modo que podamos ampliar formas de “poder con”,
por medio de las cuales podamos abrir espacios para el diálogo que antes estaban
cerrados, estableciendo un nuevo balance de fuerzas.