Professional Documents
Culture Documents
Facultad de Psicología
Doctorado en Psicología
Extranjeros No Residentes
Quinta Cohorte
Psicoanálisis
Dr. Leopoldo Kligmann
¿Fantasía o Fantasma?
Como punto de partida, iniciemos diciendo que ambos términos son equivalentes, en
psicoanálisis, hasta cierto punto. Esto debido a que la existencia de esta duplicidad de
significantes se trata, de cierta manera, de una cuestión de traducción. Freud quien, en su
obra, brindó un lugar muy importante a las fantasías inconscientes, utilizaba para referirse a
las mismas la palabra alemana phantasie, que es un término de uso coloquial equivalente a
lo que en castellano llamamos fantasía; vocablo que en Freud toma una variedad de
significaciones; pero que, en genenral, giran en torno a la evocación de imágenes
provenientes del inconsciente, de las que se busca una satisfacción, en las que se pone en
juego la posición del sujeto y su relación con una serie de objetos pulsionales. El alemán, a
su vez, para referirse a aquello que llamamos, en castellano, coloquialmente fantasma (en el
sentido de un espectro, un fenómeno paranormal, etc.), cuenta con el término phantom.
Cuando hablamos de fantasma, en el psicoanálisis, lo hacemos en relación con una acepción
más cercana a la del término phantasie que al significante phantom.
Vale aclarar que, en Lacan, el término que hemos traducido a nuestro idioma como fantasma
suele tener un tinte distinto al de la pura fantasía; al de puramente fantasear, imaginar, evocar
imágenes. Entraremos en eso más adelante. Previamente, revisaremos otra cuestión
lingüística. En el psicoanálisis kleiniano, existe un uso diferenciado de términos, entre
fantasy y phantasy, el primero de ellos hace referencia a lo que Susan Isaacs (1948) denomina
sueños diurnos, mientras el segundo al contenido primordial del inconsciente; o sea, así con
ph, tendría una cercanía mayor a lo que estaremos tratando como fantasma. Por su parte, en
francés, el término fantasme corresponde a los que nosotros denominamos fantasía, mientras
fantôme, es más cercana a nuestra idea coloquial de un fantasma.
Lacan trabaja con el fantasma a lo largo de su obra; sin embargo, entre 1966 y 1967 se centra
en elaborar este concepto, dando una primera definición que articula el inconsciente con el
goce pulsional. Un inconsciente que, si bien está estructurado como un lenguaje, es también
un aparato de goce, de satisfacción de la pulsión; lo cual nunca fue dejado de lado por Freud,
quien siempre consideró a las formaciones del inconsciente como formas de satisfacción
sustitutiva de los deseos reprimidos; metáforas, pero metáforas que posibilitaban cierto
montante de satisfacción (cabe mencionar, punto que no desarrollaremos en el presente
ensayo, que Lacan, una década más tarde, desarrolla un concepto que integra el síntoma y el
fantasma, los mecanismos de significación y la satisfacción pulsional, el sinthome). Para
Lacan, el fantasma es la articulación entre dos términos, el sujeto barrado, aquel que es el
sujeto del inconsciente y el objeto pequeño a, aquel que es causa del deseo.
“Yo demuestro que esa falta y ese objeto tienen igual estructura. Esta estructura no puede ser
más que relación con el sujeto, en el sentido admitido por el inconsciente. Ella condiciona la
división de ese sujeto… Su participación en lo imaginario (la de esa falta y ese objeto)
permite al espejismo del deseo establecerse sobre el juego observado de la relación de
causación por donde el objeto (a) divide al sujeto (d __________ (S barrado<> a) ).” (Lacan,
1967)
Vemos, entonces, que este fantasma al que se refiere Lacan no es una fantasía cualquiera; en
el sentido que no es una ensoñación, un sueño diurno, una imaginación; si bien no deja de
tener relación con las fantasías -así, en plural-. Es, por así decirlo, la estructura, que da forma
a la relación del sujeto afectado por una falta con un objeto a través del cual se busca
satisfacer el deseo provocado por la misma.
Freud (1919) nota que ciertas fantasías repetitivas, a las que Lacan acudirá posteriormente
para construir su conceptualización del fantasma, como la de un niño siendo pegado, pasan
por una serie de etapas. En estas etapas el sujeto observa a un niño siendo pegado; una de
ellas donde otro niño es pegado, generalmente por el padre de quien relata la fantasía a Freud,
etapa en la cual el ser pegado equivale a ser negado el cariño del padre a otro niño y, por lo
que Freud asumen que tiene esta fantasía una relación con la cuestión edípica: “La idea que
el padre pega a aquel niño odiado será, pues, muy agradable y surgirá independientemente
del hecho de haber presenciado o no tal suceso. Tal idea significaría, «el padre no quiere a
ese otro niño, sólo me quiere a mí.»” (Pág. 2470)
No obstante, hay otro momento de la fantasía de “pegan a un niño” que, según Freud, es más
primitiva e inconsciente, y que constituye una regresión además de una represión. Ésta es la
de ser el objeto pegado por el padre, ocupando el sujeto una posición pasiva, masoquista, en
dicha fantasía y, no sólo de observador, como ocurre en el momento previamente
mencionado. “La idea «el padre me ama» tenía un sentido genital; la regresión la transforma
en la siguiente: «el padre me pega (yo soy pegado por el padre)». Este «ser pegado»
constituye una confluencia de la conciencia de culpabilidad con el erotismo; no es sólo el
castigo de la relación genital prohibida, sino también su sustitución regresiva, y de esta
última fuente extrae la excitación libidinosa, que desde este punto queda unida a ella y
buscará una descarga en acto onanistas. Pero ésta es ya la esencia del masoquismo”.
Es decir, lo que hay más allá de la relación incestuosa, en términos edípicos, es la fantasía
del sujeto siendo el objeto pasivo-masoquista (amado/pegado) del Otro (en este caso,
paterno). Esa es la posición originaria del sujeto que, al venir desvalido y dependiente (tanto
en lo material como en lo simbólico) al mundo, entra en relación con los otros en posición
de objeto. También Freud reconoce, a través de los distintos momentos de la fantasía “pegan
a un niño”, que en algunos momentos se está más en posición de sujeto, otros más en la de
objeto. Mas la posición más regresiva es esta última, la de objeto, la masoquista, es la
primordial; y es la que a través de nuestra vida como sujetos reeditamos a través de nuestros
actos y nuestras fantasías -en plural-, aunque vaya tomando distintos matices, diversas
versiones y contenidos concretos.
Cabe señalar que no es lo mismo estar en posición de objeto en el propio fantasma, que estarlo
respecto al fantasma materno. El último caso, estar atrapado en el fantasma materno (de una
madre sin la mediación del tercer término del Edipo) en la posición del objeto, ya sea deseado
o repudiado, vendría siendo lo que Lacan reconoce de la estructura subjetiva psicótica. “La
Articulación se reduce mucho cuando el síntoma que llega a predominar depende de la
subjetividad de la madre. En este caso, el niño está involucrado directamente como
correlativo de un fantasma… Deviene el “objeto” de la madre, y ya no tienen otra función
que revelar la verdad de ese objeto… como objeto a del fantasma.” (Lacan, 1969, Págs. 393-
394).
Como vimos previamente (Freud, 1919); si bien, la posición originaria del sujeto neurótico
es también la del objeto del fantasma, en modalidad masoquista, no se está atrapado en la
misma (al menos no como determinación estructural); lo que sí ocurre en las psicosis, en
relación con el fantasma materno.
El fantasma se construye
Ahora bien, si con respecto a las formaciones del inconsciente (síntomas, sueños, chistes,
actos fallidos y, aquella invención freudiana que buscaba emular sus efectos de relajación de
la represión, la asociación libre) la indicación es la interpretación. La introducción de un
elemento lingüístico que viene a crear nuevos efectos de sentido y que relanza el libre asociar,
con el fin de traer a la conciencia aquellos elementos que han sido reprimidos en el
inconsciente del paciente; esto no es aplicable con respecto al fantasma. Ya que, con respecto
al fantasma, a diferencia de los síntomas no se trata de un elemento reprimido, de un
significante perdido que se busca recuperar. La posición masoquista originaria del sujeto no
corresponde a un recuerdo olvidado; sin embargo, se rememora en las fantasías y se actúa en
el día a día. Respecto al fantasma, no se busca recordar, sino construir.
Existe, más bien, en el discurso y en los actos del sujeto neurótico una repetición de elementos
en los cuales queda siendo usado para el goce del otro en posición de objeto. Podríamos decir
que, a través de estos elementos, es que el analista va construyendo la posición a través de la
cual el sujeto se relaciona con los otros y con los objetos pequeños a. “Soy mentido”, “Soy
juzgado”, “soy pegado”, “soy abandonado”, etc. Posición que suele dar respuesta a la
pregunta que el sujeto dirige al Otro, ¿qué me quieres?
¿Atravesar el fantasma?
Se busca que el sujeto pueda flexibilizar su forma de relacionarse con sus objetos y con los
otros desde su posición de objeto. Detener, de cierta forma, la repetición en forma de
Automatón y Tyche. Esto requiere cierta travesía, cierto atravesar esa fórmula de la que
hemos venido hablando; cierto pasar a través.
Dos momentos distintos, la construcción del fantasma puede ser un momento elemental a lo
largo del proceso analítico; si bien se plantea que la entrada en análisis puede darse en
conjunción con el síntoma, como una pregunta dirigida al inconsciente por su significado, el
atravesamiento fantasmático suele ser planteado como una de las versiones de la salida de
éste. Sin embargo, en análisis, no se atraviesa el fantasma en una única ocasión, diversos
fantasmas confluyen en el fantasma de la posición masoquista del sujeto frente al Otro.
“… Por eso Lacan se pregunta: ¿Cómo vivirá el sujeto la pulsión, una vez atravesado el
fantasma fundamental?
Durante más de una década Lacan se orientó según dicho movimiento que va de la
transferencia entendida como Sujeto Supuesto Saber a la presentificación del objeto a en la
transferencia y el atravesamiento del fantasma -aunque recién aquí conceptualice los objetos
a por fuera del fantasma-.” (Kligmann, L. Pág. 99).
Una pregunta final, a modo de conclusión ¿Es posible que un sujeto se relaciones con los
objetos de su pulsión de una forma menos determinada por la rigidez fantasmática? Si la
respuesta es positiva, se puede considerar que el acto analítico ha sido tal, que ha surtido
efectos.
Fuentes Bibliográfica: