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hace una pregunta, como echar una piedra abajo: alla va la , haciendo rodar otras”. Robert Louis Stevenson Por Narpt REEDER CAMPION densado de “Christian Herald” vé maravilloso es ver, cuando Q introducimos algtin tema de conversacién, que provoca un alud de reacciones, como una piedra des- prendida hace rodar otras! jQué maravilloso el que nuestro interés y preocupacién abran ancho camino a la expresién de la personalidad de otro! Maravilloso, si... y, por otra parte, jcudn inusitado! jEs tan fre- cuente que nos sintamos excluidos, incapaces de establecer un verdade- ro contacto humano! Sin embargo, si adquirimos la mégica virtud de hacer la pregunta acertada en el mo- mento oportuno, sabremos abrir las puertas a la comunicacién con los dems. La directora de la escuela fue quien primero me apunté tan fe- cunda idea. —Nuestro hijo Russell, que tiene Mas vale preguntar que afirmar diez afios —le decia yo—, finge es- cucharme, pero después descubro que no ha ofdo una sola palabra de lo que le he afirmado. La sefiorita Markham, la directo- ra, sonrié y repuso: —Eso es; no afitme: pregunte. —iQué he de preguntarle? —Pues, ide qué cree usted que le gustaria a él hablar? Hice una pausa para pensarlo; jy de pronto adverti que la senorita Markham estaba usando _precisa- mente ese método conmigo! Su ati- nada pregunta habia absorbido en- teramente mi atencién y me habia puesto a reflexionar en el problema como no lo habria yo hecho si ella me hubiese dado Ia solucidn. Pregunte, no afirme. El consejo parecia demasiado sencillo para te- ner verdadero valor. Con todo, vi- 31 52) SELECCIONES DEL nieron a mi memoria casos en que yo habfa “afirmado” demasiado, re- pitiendo conceptos hasta que los nifs dejaban de ofrme. Decidi, pues, hacer unos cuantos experi- mentos. No tuve que aguardar mucho la oportunidad. Cuando nuestra hija de 15 aftos sale al anochecer, ella y yo chocamos con regularidad cro- nométrica. Por lo general, le digo: —Tienes que estar de vuelta a las once, Lina—, y ella gime: —jPero, mama! jTodos se que- dan hasta las once y media! Y ya estamos prontas al topetazo. E] sdbado Ultimo ensayé el siste- ma de la sefiorita Markham. Me li- mité a preguntar a Lina: —,A qué hora crees que estards de regreso? —jOh! —contesté a las once. Casi me cai de espaldas. Senti como si hubiera estado empujando una puerta que no estaba cerrada. No diré que la comunicacion se hubiera logrado entre mi hija y yo, pero aquella sencilla pregunta nos habia evitado el choque de costum- bre y habia dejado abierta la puerta entre ambas. Alentada por aquel éxito inicial, empecé a hacer preguntas a izquier- da y derecha. Al principio tropec con ofdo sordos, y descubri. tam- biés que ciertas preguntas vienen acompafiadas de respuestas ingé- nitas. Por ejemplo, le pregunté a nuestro hijo, que esta en tiltimo aio de bachillerato, cémo habia salido el baile anual de la escuela, y en . Estaré aqui READER'S DIGEST Noviersbre seguida adiviné cual seria su res- puesta. —Bien —me contests. —iNo quieres contarme algo de la fiesta? —En realidad, no —dijo él en- cogiéndose de hombros. Y allf acabé la conversacién, pues de algtin modo he de Iamarla. Por fortuna, mi marido se fran- queé mas. Cuando Ilegé de su of- cina, descarté el acostumbrado: “Qué hiciste hoy?” y opté por pre- guntarl —:Qué fue lo més interesante del dia? —La conferencia sobre inspeccidn de precios. —zInspeccién de precios? -Qué es eso? Me miré con cierto esceptisismo. pero comenzé a explicarme: —Pues la inspeccidn de precios es cosa delicada—. Y de ahi si- guid durante diez minutos, hasta que se interrumpié «de pronto— Pero no me estas escuchando. —jCémo no! —insistim Quiero bien al tante de tus cosas. ‘o finjas —repuso, soltando Ia risa—. No te entusiasma tanto el problema de los precios. Era evidente que me quedaba mucho por aprender en cuanto al arte de hacer preguntas. Mientras meditaba en esto, una imagen acudié a mi recuerdo. Me vefa de nuevo como una jovencita vestida para mi primer baile de so- ciedad, y vefa conmigo a mi madre. que me aconsejaba: “Procura que sea tu pareja quien lleve la conver Cuestionario aces. éQué hiciste hoy? 2Cémo fue el partido? 2 Qué opinas tu del asunto? ¢Pasa algo malo? gMe quieres? . ¢Por qué dices eso? iCémo! :De veras? ,_ Como qué, por ejemplo? See AMewn 1 ticulo. sacién, hija. Son pocos los hombres capaces de resistir:a una muchacha que les hace preguntas personales y que saben escuchar embebidas lo que ellos le contestan”, éPero en qué consiste el arte de hacer preguntas? Consulté el punto a un amigo y vecino, el distinguido clérigo Dr. Harry Emerson Fosdick. Este re- flexioné unos instantes y luego me dijo: —Se me ocurre que el secreto, si es tal, esta en comprender que pre- guntar y escuchar son cosas inse- parables. El hacer preguntas inteli- gentes es la forma mis clevada de ar y, desde luego, esto no ALGuNas preguntas parecen cerrar a la mutua comprensién mas puertas de las que abren, mien- tras otras nos llevan a entablar un verdadero didlogo, Péngase el lector a prueba, marcando ©on una cruz las preguntas que considere atina- das y con un cero jas que le parezcan poco ch- iQuiéres explicarme cémo es eso? 2Qué habrias hecho en ese caso? Para saber cudles son las preguntas que se re- comiendan como apropiadas para animar la con- versacién, véase la nota al final del presente ar- MAS VALE PREGUNTAR QUE AFIRMAR 33 puede fingirse ni es obra de la voluntad. Debe surgir de lo inti- mo del ser. Creo que en este punto la dife- rencia radica en la ca- lidad de la atencién prestada. Esa noche, cuando llegé mi marido, en vez de abrumarlo a preguntas, aguardé a que él iniciara la con- versacion. Esto, des- pués de largos afios de soltarme a hablar des- de el primer momento, me costé algtin esfuer- zo, pero logré mante- nerme callada, Al prin cipio hubo un prolon- gado silencio, que al fin rompié ¢l diciendo: —Estoy trabajando en una nueva comisién técnica de la fabrica. .. Mientras hablaba, no tuve difi- cultad alguna en mostrarme intere- sada, pues lo estaba de veras, sen- cillamente porque me hablaba de algo para él muy importante, y cuando concluyé, sonrié y me dijo: —jCaramba! Es alentador ver que me escuchas asf. Y con esto me senti bien recom- pensada, Hacer sentir a alguien que uno se interesa por saber lo que él pien- sa, es un don inapreciable. John F. Kennedy era famoso por sus agudas preguntas y la forma como escuchaba las respuestas que se le a4 SELECCIONES DEL READER'S DIGEST daban. Robert Saudek, que se en- trevisté varias veces con él en la Ca- sa Blanca, cuando Saudek prepara- ba para la televisi6n una_versién del libro del desaparecido presiden- te, Perfiles del valor, contaba des- pués a sus amigos: —E] presidente le hacia pensar a uno que no tenja otra cosa que ha- cer sino preguntar y escuchar, con una concentracidn extraordinaria, lo que uno le contestaba. Sentia uno que en aquellos momentos él habia borrado por completo de su mente tanto el pasado como el porvenir. Més que ninguna otra persona que yo haya conocido, el presidente Kennedy parecfa comprender la im- portancia del presente. Esa frase, “la importancia del pre- sente”, me deslumbré como un re- l4mpago. Comprendi de pronto que hasta entonces no habia hecho mds que entenderme superficialmente con mi familia. Si mi propésito de establecer entre ella y yo una buena inteligencia era auténtico, tendria que estar alerta a toda fugaz opor- tunidad que se presentara y hacer la pregunta adecuada en el momento oportuno, en vez de esforzarme por crear artificialmente esos momentos. Llegué a la conclusién de que, ya acertando, ya errando, habia logra- do aprender ciertas cosas, y me puse a hacer una lista. Receta para hacer preguntas atinadas ¢ Aprovechar toda oportunidad favorable para hacer una pregunta penetrante y en seguida callarse. Noviembre (Cuando uno habla, no est4 apren- diendo nada.) e Una pregunta juiciosa vale mas que una docena de preguntas indis- cretas. Por el método del sondeo y la indagacién sélo se consigue que nuestro interlocutor se muerda la lengua. © Las preguntas que entran en el circulo de lo que realmente interesa a la otra persona provocan las me- jores respuestas, con tal de que uno esté también interesado. © Hay que estar dispuesto a espe- rar. A veces un largo silencio puede resultar més fructifero que otra pre- gunta. © En todos los casos, la calidad de una respuesta depende de la-ca— lidad de Ja atencién prestada por quien pregunta. © Las preguntas deben inspirarse en un sincero deseo de informacién, y no en el propésito de adular a la otra persona ni de influir en su mo- do de pensar. Las preguntas que se refieren a los sentimientos de una persona son més fecundas que las que se refieren a hechos determinados. La lista parecia estar bien, pero algo le faltaba. Fue mi hijo Toby quien aporté el elemento de que mi lista carecfa. Cierta noche bajé de su cuarto después de la hora de es- tudio y declaré: —A mi me parece que Hamlet era un majadero. — Por qué? —Porque era como arcilla en las manos de su madre. Le > pedi que se explicara, y se em- 6 en una diatriba que fue el co- zo de un didlogo largo y por mentos acalorado. Empezamos © Hamlet y terminamos con un saimado debate sobre la cuestién & las relaciones entre una madre y == hijo. Fue uno de esos raros y aravillosos intervalos en que la buena inteligencia entre los espiri- tus fluye como un vino dulce. La mafiana siguiente le dije al chico, mientras desayundbamos: —Me encant6 la conversacién que tuvimos anoche, Toby. Sin em- bargo, cuando te pedi que me ha- blaras del baile anual del colegio, me dejaste en ayunas. Por qué che-fue diferente? M4S VALE PREGUNTAR QUE AFIRMAR 55 Toby sonrié al contestarme: —Pues serfa que no hablabas por hablar. Esta vez me di cuenta de que realmente la cosa te interesaba. He ahi la esencia de toda buena inteligencia: interesarse realmente. Solo el corazén amante y atento posee la virtud de penetrar la cora- za que a todos nos envuelve. Respuesta al cuestionario: Las pre- guntas marcadas con niimeros impares suelen ser ineficaces, porque bastan dos o tres palabras para contestarlas y general- mente ponen punto final a una conver- sacién. Las preguntas con numeros pares son atinadas porque dan lugar a respues- tas que invitan a la reflexion, respuestas capaces de echar a rodar la piedra de la conversacién y hacer rodar otras. Scio xe Diplomacia musical En as visitas de cortesia a los puertos extranjeros, las bandas de miusica de la Armada inglesa deben estar preparadas para tocar el himno nacional de cada pais. Hace algunos afios la Armada de Su Majestad descubrié que la tinica versién que poseia del himno del Sultanato de Mascate y Omén era una partitura para clarinete en Si bemol. Se solicité al Ministerio de Relaciones Exteriores que obtu- viese la orquestacién completa y, al cabo de varios meses, el repre- sentante del Ministerio en Mascate-envié el siguiente informe: “El Sultanato no ha tenido banda de miisica desde 1937. Ninguno de los stibditos del Sultén sabe leer nota, y la mayorfa considera pecaminosa la miisica. Afortunadamente he logrado obtener, y envio adjunto, un disco fonogrdfico que tiene, por un lado, la ejecucién, por una banda militar briténica, del Homenaje y Marcha para su Alteza el Sultén. Un antiguo residente dice que !a tonada se parece aun aire marcial que solia tocar la banda de la ya disuelta infan- terfa del Sultanato, aire que las tropas de Su Majestad conocian con el titulo de Dios quiera dejar ciego al Sultan. “Me informa el ministro de Relaciones Exteriores que no hay ya ocasién alguna en que oficialmente se toque el Homenaje y Marcha”. = Charles Reetter, en The Diplomatic Art

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