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Autobiografías musicales: apuntes sobre la curaduría personal de música en

listas y librerías
Simha Harari

Construir y curar listas de reproducción es parte de mis actividades cotidianas: paso


largos ratos haciéndome de nueva música, tratando de recolectar las canciones favoritas de
quien sea que tenga cerca, o buscando yo misma nuevos contenidos. Las escucho, las
repito, me prendo fuertemente de algunas y deshecho otras. Sospecho que muchas personas
viven procesos similares, aunque cada unx con los ritmos y frecuencias que mejor
sintonicen con su carácter, su vida, e incluso con las personas que les rodean.
Estos días me encuentro atorada dentro del escaso repertorio de las canciones que
aparecen en mis «añadidas recientemente». Seguro que es sintomático de mi tendencia
repetitiva: suelo protegerme de la extrañeza con la calma de la familiaridad. Aunque, por
supuesto, a veces esa calma desaparece al toparse con el tedio, lo cual me lleva a ansiar la
novedad. Cuando por fin hay una canción nueva, debajo de todas las demás, me siento
curiosamente satisfecha conmigo misma, como si hubiera logrado algo importante. Y la
próxima vez que abro esa infame lista de añadidas, la primera que escucho es esa última
que agregué.
¿Qué hay de valioso en estos cambios y continuidades de mi sensibilidad? Creo que
la música que colecciono, y que he coleccionado con el paso de los años, es una especie de
autobiografía. Y no solo por la letra, la melodía o el estilo de las canciones que están en mis
listas, sino por el proceso que hizo que llegaran ahí. Es una autobiografía inacabada, que
voy construyendo a medida que voy siendo.
Ocurre algo muy similar a lo que Michel Onfray propone —en su Crítica de la
razón dietética— en cuanto a la comida y la alimentación: se pueden hacer autobiografías
alimentarias, donde pensamiento, vida, cuerpo y estilo están entrelazados allí donde lo
ínfimo se reúne con lo político. La música también “revela un cuerpo al mismo tiempo que
un estilo, si no un mundo” (Onfray, 1999, p. 9).
Sarah Ahmed. El afecto: “sticking”, orientación.
De esto surgen dos consecuencias. La primera es una invitación a escuchar y
seleccionar música, a crear archivos autobiográficos sensibles. La segunda es un traslado de
los criterios que se pueden utilizar para evaluar al arte, o a todo contenido sensible (incluida
la música).
Pasar de “bueno” o “malo” a criterios de afecto: ¿por qué esta canción stuck?

Fuentes:
—Onfray, M. (1999). El vientre de los filósofos: Crítica de la razón dietética. Buenos
Aires: Libros Perfil.
— Sara Ahmed. Happy Objects, en Gregg, M., & Seigworth, G. J. (2011). The affect theory
reader. North Carolina: Duke University Press. pp. 29-50

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