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1.

Marco Teórico

2.1 Historia de la Psicología Jurídica

Según Bajet (2003, como se citó en Cárcamo, 2003), es posible situar el acercamiento entre
Psicología y Derecho a principios del siglo XX, el que se nace para intentar responder a ciertas
necesidades jurídicas, como la de asegurar una mayor fiabilidad de las declaraciones judiciales,
convirtiéndose, en una de las especialidades más antiguas de la Psicología aplicada.

En el año 1970, Sobral y Prieto (1994, como se citó en Gajani, 2005) señala que, en España, los
psicólogos son aceptados como colaboradores en el sistema carcelario y surgen los primeros
Institutos de Criminología. Además de producir un aumento de las publicaciones científicas y crecer
notablemente el interés por los psicólogos en relacionarse con el mundo legal.

En la década de los 80 y hasta la actualidad, esta disciplina ha adquirido un gran desarrollo,


especialmente en la última década en que esta especialidad ha tomado cuerpo científico y
profesional, aunando esfuerzos por conceptualizar esta área como independiente de las ya
reconocidas y no fue hasta el año 2001 en que APA logra reconocer a la psicología forense como
especialidad (Morales y García, 2010).

2.2 Psicología Jurídica y Reforma Procesal Penal

La psicología jurídica, como campo aplicado de la psicología, da cuenta de variadas definiciones.


No obstante, la que se ajusta con mayor precisión, según lo revisado, fue la que construyó un
grupo de profesores de los postgrados en Psicología Jurídica de la Universidad Santo Tomás
(2009, como se citó en Gutiérrez de Piñes, 2010), que la define como:

La Psicología Jurídica es un área especializada, básica y aplicada de la Psicología


Científica, que investiga e interviene sobre el comportamiento humano que alcanza
implicaciones Jurídicas. Esta área propende por la defensa de los Derechos Humanos, la
salud mental y el impacto de éstas en la sociedad, con el fin de alcanzar y humanizar la
justicia (p.230).

En la misma línea, en Chile, la disciplina de la Psicología Jurídica, en la reforma procesal penal, se


encuentra definida por la actuación profesional que se circunscribe a la asesoría, orientación,
evaluación, tratamiento u otros, dentro del ámbito judicial. Aquellos psicólogos jurídicos, están
llamados a intervenir y/o evaluar en diversas situaciones relacionadas como, por ejemplo; en
ámbitos de violencia, en adolescentes que presenten conflictos con la justicia al incurrir en
conductas infractoras de la ley penal, en situaciones donde se requiera una toma de decisiones
respecto NNA sobre su cuidado personal, con adultos que presentan trastornos mentales graves y
cometen delitos, en trabajo con condenados, causas civiles, etc. (Asociación Chilena de Psicología
jurídica y Forense, 2015, como se citó en Leyton & Venegas,2020).

Ahora bien, dependiendo del ámbito en que se desarrolle el psicólogo(a) perito, se definirá su rol
como tal, ya que existen diversas áreas como lo son: Psicología del testimonio, criminología,
Victimología, Psicología penitenciaria, Psicología Forense, entre otras áreas.

2.3. Psicología forense


Para fines de esta problematización, se definirá Psicología Forense, que como señala Urra (2002,
como se citó en Lobo et al.,2016)

Es la ciencia que enseña la aplicación de todas sus ramas y saberes de la psicología ante
las preguntas de la Justicia, y coopera, en todo momento, con la Administración de la
Justicia, actuando en el foro, mejorando el ejercicio del derecho. (p.1)

Por otro lado, la APA (Asociación de Americana de la Psicología, 2008 como se citó en Lobo et al.,
2016), indica que la psicología forense es la aplicación de la ciencia y la profesión de la psicología
a las preguntas y problemas relacionados con la ley y con el sistema legal”

De esta manera, las actividades del Psicólogo se desarrollan como asesor y perito en el ámbito
jurídico, para ello, es esencial que exista la necesidad de evaluar el comportamiento humano para
dar una explicación a una inquietud jurídica que plantea el magistrado(a) a cargo.

De esta forma, para que el informe que se debe presentar resulte útil al Juez, el psicólogo debe
conocer la demanda del magistrado y aquello que precisa saber de su especialidad técnica,
ajustada al conocimiento científico. Conviene conocer qué cuestiones tendrá en consideración el
Juez para poder tomar una decisión, para ello es importante que el perito conozca esta legislación.
La evaluación y su pregunta por responder pueden estar dirigidas desde distintos ámbitos como del
proceso Penal, Civil, Laboral y Familiar.

2.4. Servicio Médico Legal

Instituciones como el Servicio Médico Legal, se encargan de asesorar técnica y científicamente a


los órganos jurisdiccionales y de investigación, en lo relativo a la medicina legal y ciencias forenses
(Servicio Médico Legal, s.f.-a, diapositiva 6), considerando así a la psicología forense como
necesaria para resolver problemas legales, destinando esta institución publica un área específica
para su desarrollo.

El servicio médico legal de la ciudad de Curicó se encarga de cubrir la necesidad de la región del
maule sector norte, destinando al área de Salud mental la realización de peritajes psicológicos
mayormente solicitados por Tribunales de Familia de dicho sector sobre materias sobre vulneración
de derecho, violencia intrafamiliar (VIF), abuso sexual, adopción y causas contenciosas.

2.5. Derecho de familia

En este sentido, considerando que el abordaje de la problemática es de pericias solicitadas de


Tribunales de Familia es que debemos dilucidar acerca de la palabra familia, y sus derechos, la
cual pretender enfatizar los lazos de fraternidad entre los seres humanos. Así, la declaración en su
artículo 16.3 define que: “La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene
derecho a la protección de la sociedad y del Estado” (BCN, s.f, p.1).

De la misma forma, la Convención sobre los derechos del niño en su preámbulo reafirma la
importancia de proteger a todos los miembros de la familia, indicando que:

“La familia, como grupo de la sociedad y medio natural para el crecimiento y el bienestar
de todos sus miembros, y en particular de los niños, debe recibir la protección y asistencia
necesarias para poder asumir plenamente sus responsabilidades dentro de la comunidad”
(BCN, s.f, p.1).

2.6 Leyes en Chile y Familia

Según el artículo 224 del código civil (2019)


Toca de consuno a los padres o al padre o madre sobreviviente, el cuidado personal de
sus hijos. Este se basará en el principio de corresponsabilidad, en virtud del cual ambos
padres, vivan juntos o separados, participarán en forma activa, equitativa y permanente en
la crianza y educación de sus hijos.

De la misma forma, el Art. 225 en el inciso 3 se expresa que:


El cuidado personal compartido es un régimen de vida que procura estimular la
corresponsabilidad de ambos padres que viven separados, en la crianza y educación de
los hijos comunes, mediante un sistema de residencia que asegure su adecuada estabilidad y
continuidad.

2.7 Parentalidad positiva


Barudy & Dantagnan (2013), señalan que el concepto de competencias parentales se refiere a
“las capacidades prácticas de los padres para cuidar, proteger y educar a sus hijos, y asegurarles
un desarrollo sano” (p.59). Por lo tanto, son factores primordiales que aseguran el buen trato de
NNA en la familia. Sin embargo, existe la incompetencia parental donde desgraciadamente, los
malos tratos son normalizados y provocan daños graves en los NNA, observándose que las causas
de estas incompetencias, se encuentran cuidadores con antecedentes de malos tratos infantiles,
medidas de protección inadecuadas, institucionalización, antecedes de enfermedades mentales de
sus padres, pobreza etc.

Asimismo, el enfoque de la parentalidad Positiva reconoce la importancia de cubrir las


necesidades de las figuras parentales para que puedan realizar adecuadamente su labor.
Señalando que la parentalidad se ejerce dentro de un espacio ecológico cuya calidad depende de
tres tipos de factores: primeramente, del contexto psicosocial donde vive la familia, luego de las
necesidades evolutivo-educativas de los NNA y finalmente las capacidades de los padres y madres
para ejercer su tarea. De modo que, para entender y evaluar cómo se está llevando a cabo dicha
tarea, es preciso tener en cuenta estos tres aspectos que contemplan tanto las condiciones del
exterior como del interior de la familia (Rodrigo et al., 2010, como se citó en Rodrigo, 2015).

Mencionado lo anterior, cabe destacar que las competencias parentales no son innatas, sino que
se conforman por la historia y un contexto psicosocial específico. De modo que son un aprendizaje
dinámico, lo que significa que pueden reaprenderse y mejorar, bajo la consigna que se dispongan
de oportunidades de aprendizaje, pertinentes, adecuadas y bien-tratantes (Gómez, Muñoz &
Santelices, 2008; NSC, 2012; Gómez & Bascuñán, 2017, como se citó en Gómez & Contreras,
2019).

Como señala Rodrigo et al. (2015), la parentalidad positiva plantea la necesidad de ejercer un
control parental basado en el afecto por medio de la creación de lazos afectivos entre cuidadores e
hijos saludables y protectores, además del apoyo constante demostrando ser guías en el
aprendizaje formal e informal, la comunicación constante, la estimulación y la estructuración de
rutinas, en el establecimiento de límites, normas y consecuencias, así como en el acompañamiento
y la implicación en la vida cotidiana de los hijos. Asimismo, este enfoque señala el impacto de la
tarea parental sobre los resultados evolutivos en los hijos que garantizan su pleno desarrollo y
funcionamiento adaptado al mundo actual.

A modo de ejemplificar, frente a la necesidad del NNA de ser reconocido, si el adulto responsable
demuestra interés por su mundo y considera sus ideas en decisiones familiares, trae consigo
resultados evolutivos como el autoconcepto, autoestima y, sentido de respeto mutuo en la familia.
De la misma forma, es fundamental a evaluar en este modelo, la ecología parental, que considera
el contexto psicosocial en que se desarrolla el entorno familiar, que pueden resultar de riesgo para
las familias como lo son estresores de pobreza crónica, violencia intrafamiliar, padres con
enfermedad mental, etc. O que, por el contrario, pueden resultar protectoras para su buen
funcionamiento como la estabilidad emocional de los cuidadores, relaciones positivas con la familia
extensa, etc.

Bajo el modelo mencionado, considerando el trabajo realizado de Rodrigo, Máiquez, Martín y


Rodríguez en los años 2010 y 2015, se elaboró la Escala de Parentalidad Positiva, la que evalúa
las competencias parentales, pretendiendo saber en qué zona actual se encuentra la habilidad
parental del adulto responsable del NNA y así potenciar su desarrollo.

Según Gómez & Contreras (2019), la escala de parentalidad positiva evalúa distintas aristas como:

1. Competencias parentales vinculares: que se definen como el conjunto de conocimientos,


actitudes y practicas cotidianas de crianza que favorecen la conexión psicológica y
emocional con el NNA (p.26).
2. Competencias parentales formativas: como conjunto de conocimientos, actitudes y
practicas cotidianas de crianza que organizan el entorno de aprendizaje, físico y
psicológico del NNA (p.29).
3. Competencias parentales protectoras: como se crean condiciones propicias para el
desarrollo, disminuir o eliminar fuentes de estrés toxico, cuidar y proteger adecuadamente
a los NNA (p.33).
4. Competencias parentales reflexivas: Se definen como el conjunto de conocimiento,
actitudes y practicas cotidianas de parentalidad y crianza que permiten organizar la propia
experiencia de parentalidad, metabolizando las influencias y trayectorias propias,
monitoreando las practicas actuales (p.36).

2.8 Estructura de la personalidad

La pregunta psico legal más frecuente, recepcionada en el área de salud mental del Servicio
Médico Legal de Curicó es evaluar estructura y personalidad y como esta interfiere en la
parentalidad. Siendo así útil, según Seelbach (2013) la utilización de la perspectiva psicoanalítica
para comprender la conformación de la personalidad, la cuál presenta tres postulados dentro de la
teoría psicoanalítica: lo inconsciente (Pulsiones recuerdos reprimidos), lo preconsciente (restos
mnémicos) y lo consciente (sensaciones físicas, emociones, recuerdos, pensamientos), que son
característicos de la configuración de la personalidad.
Asimismo, en la teoría se señala que en etapas tempranas se desarrolla lo que se llama Ello que
esta constituido por los instintos y deseos básicos que Freud denomina pulsiones, descritas en dos
categorías; pulsión de vida (satisfacción de necesidades básicas) y pulsión de muerte (pulsión
agresiva para rechazar lo que no agrada). Estas pulsiones existen desde que nace el individuo y a
medida que crece adquiere comportamiento y actitudes características de un ser social, implicando
reprimir o canalizar las pulsiones para ser aceptado, siendo denominado Superyó a la
incorporación de normas sociales. Debido a que las pulsiones no pueden emerger con libertad, el
individuo tiene que elegir la manera en cómo satisfacer estas necesidades. Este proceso de
elección y filtro entre las pulsiones del Ello y las imposiciones del Superyó, Freud lo denominó Yo,
por lo que, la forma en como el individuo equilibra deseos e imposiciones sociales constituye su
personalidad.

Cabe señalar que el psicoanálisis y la psiquiatría clasificaron al ser humano, dependiendo de las
características en cuanto a criterios de una personalidad patológica, en tres bloques, tipos o clúster
de personalidad, según las características que comparten en común, siendo estos:
A: paranoica, esquizoide, esquizotípica.
B: limite, narcisista, histriónica, histérica, antisocial, psicopática.
C: dependiente, evitación, obsesivo-compulsiva.

Por otro lado, es conveniente exponer también la teoría de Otto Kernberg que plantea su teoría de
organización estructural de la personalidad, que fue expuesta en Reyes & Russo (2008),
relacionando la teoría pulsional clásica y el punto de vista de las relaciones de objeto. Esto, con su
idea de que, si bien las pulsiones tienen una fundación hereditaria o genética, son determinadas en
forma muy importante por las experiencias del niño con su madre y otros objetos tempranos. La
organización estructural de la personalidad es entonces un ordenamiento interno, que tiene como
finalidad, estabilizar el psiquismo actuando como mediadora entre los distintos factores etiológicos
(genes, historia, ambiente, etc). En suma, esta organización, puede ser normal como patológico,
que se configura como un modo de resolver las situaciones conflictivas a las cuales está siempre
expuesto el psiquismo.

De esta manera Kernberg (1984, como se citó en Labbé et al., 2020) establece las siguientes
consideraciones para hacer una evaluación de la organización de la personalidad, los cuales son:

 Prueba de la realidad: implica diferenciar lo intrapsíquico de los orígenes externos de la percepción


y otros estímulos. La capacidad para evaluar realísticamente nuestros afectos, comportamientos, y
pensamientos acordes a las normas sociales.
 Grado de Infiltración de la agresión en la identidad y conducta: La agresión es un impulso propio de
nuestra especie, y en la medida que exista una adecuada modulación y expresión asertiva de esta
junto con nuestras demandas, nos permitirá adaptarnos.
 Mecanismos de defensa: estrategias que se utilizan para afrontar las complejidades de la realidad
(externa y psíquica), y que usan el concepto de “defensa” para evitar o afrontar sentimientos y/o
angustias que pueden ser intolerables
 Formación de la Identidad: Existe la identidad integrada que implica una visión real e integrada de
uno y de otros, que condice con las experiencias subjetivas y emocionales complejas, realistas. Por
el otro, la difusión de identidad implica un mayor grado de patología y característico de los
trastornos de la personalidad, es un concepto empobrecida mente integrado de uno mismo y de
otros, junto con una experiencia subjetiva de vacío crónico y contradicciones internas.
 Cualidad de relaciones objetales: La cualidad de las (RO) van a depender en gran medida de las
primeras experiencias afectivas entre el cuidador y el niño, y van a manifestarse en las creencias,
expectativas, y capacidades del individuo en organizar las relaciones interpersonales, así como la
capacidad de establecer una relación estable, mutua, y de intimidad.
 Sistema de valores: Corresponde al concepto del “super yo” de Freud, A medida que exista una
mayor integración del superyó, mayor será el compromiso con ciertos valores e ideales, los cuales
serían consistentes. Las dificultades de la integración en el superyó se pueden manifestar de dos
maneras; en un extremo, una excesiva rigidez y sentimientos de culpa ante un ideal del yo
inalcanzable, y por otro el desarrollo de la conducta antisocial y psicopática.

2.9 Modelo transteórico de Prochaska y di Clemente.

Como indica Cabrera & Gustavo (2000), este modelo está fundamentado en la premisa básica de
que el cambio comportamental es un proceso y que las personas tienen diversos niveles de
motivación y de intención de cambio. Presenta estadios de cambio identificados en 6 etapas que
simbolizan 6 realidades por las que cualquier persona pasa en un proceso de cambio.
1.- Precontemplación: La persona todavía no ha considerado que tenga un problema o que
necesite introducir un cambio en su vida.
2.-Contemplación: La persona considera y rechaza el cambio a la vez, se siente ambivalente.
Aunque es consciente del problema, la balanza que recoge los motivos para cambiar y los motivos
para continuar igual está muy equilibrada.
3.- Preparación: La persona ya toma una decisión de cambio y tiene un compromiso propio de
hacerlo, realizando pequeños cambios.
4.- Acción: La persona se implica en acciones que le llevarán a un cambio, por lo que el objetivo es
cambiar el problema que se desea resolver.
5.-Mantenimiento: Se intenta mantener en el tiempo el cambio conseguido en la etapa de “Acción”
y prevenir recaídas.
6.- Recaída: La persona vuelve a realizar el comportamiento que había cambiado o estaba en
proceso de cambiar.

2.10 Personalidad y parentalidad.

En las familias se ejercen practicas de crianza que son trasmitidas de generación en generación
que son precedentes con estilos de personalidad paternos particulares, que se desarrollan a través
del tiempo y que son estructurados por factores biológicos y sociales. (Ruiz et al., 2017, como se
citó en Diaz-Camargo et al., 2019).

En la misma línea, Bowlby (1988 como se citó en Rabadán et al., 2019), a través de su conocida
teoría del apego, establece que la personalidad y salud mental de los progenitores determina la
capacidad de establecer lazos emocionales íntimos. Señala, además, que los rasgos de la
personalidad maternos son condicionantes para el desarrollo de un niño saludable o con patrones
conductuales patológicos.

El interés por la personalidad radica en entender las relaciones que se establecen entre padres e
hijos, sucede pues, que las prácticas de crianza utilizadas por los padres en la formación de sus
hijos están estrechamente relacionadas con su estilo de personalidad, en tanto éstas configuran la
manera en que los padres se relacionan con sus hijos. Teniendo en cuenta lo anterior, las prácticas
de crianza serán asumidas como tendencias globales de comportamiento utilizadas por los padres
que predicen competencias socioemocionales y que tiene como finalidad influir, educar y orientar a
los hijos para su integración social y a su vez modular las conductas de acuerdo con su
personalidad (Diaz-Camargo et al., 2019).

La mayoría de las investigaciones en este campo sostienen que existe asociación entre los
modelos de crianza y las dimensiones de personalidad: extraversión, agradabilidad, conciencia y
estabilidad emocional. Por ejemplo, para Belkys y Jaffe (2006, como se citó en Nieri, 2017) la
extraversión se relaciona con niveles altos de apoyo y control en relación con la crianza de los
hijos.

La dimensión conciencia se relaciona con el apoyo parental y el bajo control (Losoya et al., 1997,
como se citó en Nieri, 2017). En cuanto a la estabilidad emocional, se encontró que los padres que
puntúan alto en la dimensión neuroticismo ejercían un control autoritario con relación a la crianza
de sus hijos, por otro lado, que los padres estables emocionalmente tienden a ejercer un control
menos estricto. Finalmente, sostienen que los padres que puntúan alto en amabilidad y bajo en
neuroticismo son más partidarios a fomentar la autonomía de sus hijos. (Prinzie et al., 2009, como
se citó en Nieri, 2017).

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