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CHARLES WRIGHT MILLS

Sociólogo estadounidense. Al igual que otros destacados estudiosos como Thornstein


Veblen y David Riesman, analizó críticamente la sociedad estadounidense y llegó a ser
una de las figuras más eminentes y controvertidas de las ciencias sociales de su país.
Trabajó como profesor de Sociología en la Universidad de Maryland (1941-1945),
pasando luego a la Columbia University de Nueva York, donde fue nombrado catedrático
en 1956.
Cultivó una sociología crítica, en la línea de Marx y Max Weber, aunque con el objetivo de
superar el determinismo económico propio de los planteamientos de dichos autores, y
tratando de ir más allá, hacia una nueva sociología universal comparada, capaz de
interpretar los problemas modernos y de renovar la posibilidad de hacer explícita y
alcanzable la libertad humana.
El elemento central de nuestra época, según el autor, es el hecho de que la racionalidad,
a diferencia de los siglos anteriores, ya no produce y no asegura la libertad. Por lo tanto,
pone un notable énfasis en la élite intelectual y en sus derrotas, derivadas de su escasa
responsabilidad social respecto a las masas. Una idea central de su pensamiento fue
precisamente la de que los intelectuales en general y, especialmente, los científicos
sociales, no podían limitarse a desempeñar un papel de observadores desinteresados,
sino que debían ejercer una responsabilidad social.
Consecuente con esa idea, C. Wright Mills eligió estudiar los problemas relativos al
cambio social, principalmente en Estados Unidos. Aunque no se opuso a la investigación
empírica (que, de hecho, condujo de forma notable), se decantó decididamente contra el
"empirismo abstracto", convencido de la estrecha relación entre los resultados y la
metodología empleada.
En Cuello blanco: las clases medias en Norteamérica (1951), mostró una orientación
metodológica a la cual se refiere ampliamente en La imaginación sociológica (1959).
También La élite del poder (1956) es una evolución posterior de la misma tendencia
metodológica, destinada en este caso a descifrar la compleja estructura de poder de la
sociedad americana. Otras obras del autor son Los nuevos hombres del poder: los
dirigentes laborales americanos (1948), Las causas de la tercera guerra mundial (1958) y
Escucha, yanqui: la revolución en Cuba (1960).

En su última obra, Los marxistas (1962), a pesar de su postura crítica con relación a las
teorías marxistas, se interesó cada vez más por el marxismo, entendido como método de
trabajo. Charles Wright Mills está considerado como un punto de referencia en la nueva
izquierda americana de las décadas de 1960 y 1970.
En 1959, un sociólogo texano de gran lucidez y temperamento intenso publicó un libro —
llamado La imaginación sociológica— que inmediatamente se convirtió en un clásico. Vale
la pena volver a él una y otra vez para reponer las energías morales, ganar perspectiva de
conjunto y fortalecer nuestra confianza en la inteligencia humana. Y más en este tiempo
de malestar público que no difiere, en lo fundamental, del que le tocó vivir a Mills.
Debo hacer una corrección a manera de advertencia. Nuestros días son distintos a los de
hace sesenta años en un aspecto clave: prevalece una actitud de rechazo al quehacer
intelectual y a las aportaciones de las ciencias sociales que en la época de Mills no
existía. Se nos presenta, sobre todo, en el desprecio de los políticos y los gobernantes a
las ideas y los libros, así como en la indiferencia de muchos funcionarios hacia las
perspectivas filosóficas y a las explicaciones históricas de los problemas sociales.
De las utopías ni hablar. Muy pocos defienden visiones morales de gran alcance capaces
de comprometer el esfuerzo cotidiano de las personas para que intenten ser mejores
seres humanos como vía para mejorar la sociedad. Por eso, los discursos de los políticos
de hoy suelen ser tan aburridos, pobres en contenido y carentes de capacidad para
entusiasmar a la gente poseedora de un mínimo de educación.
Pero también las mujeres y hombres comunes suelen ser refractarios a la lectura de
textos que abordan temas serios. Acaso porque nos hemos convertido más y más en una
sociedad del espectáculo, fascinada con las imágenes y los mensajes audiovisuales, o tal
vez porque casi siempre estamos de prisa, despreciamos la palabra escrita y los
esfuerzos de concentración que implica su comprensión profunda.
Con todo, en nuestros días, las ideas de C. Wright Mills esperan ser revaloradas. Su
apuesta por ejercer lo que él llama la imaginación sociológica será tomada en serio por
ciudadanos, activistas y líderes de gobiernos y organizaciones.
Nuestros problemas son de tal dificultad que llegará el momento en que tendremos que
estudiarlos a conciencia. Por lo menos los sectores sociales ilustrados harán el esfuerzo
de entender, racionalmente, cómo es que hemos llegado hasta aquí y cómo podremos
superar nuestras dificultades. Tendrá que reconocerse que no hay ideologías ni fórmulas
mágicas capaces de sacarnos de nuestros atolladeros.
Nos haremos preguntas como éstas: por qué fracasan las políticas públicas, por qué los
gobiernos y las organizaciones civiles no resuelven los males que nos aquejan, por qué
las instituciones no funcionan como deberían, por qué no podemos hacer que la historia
camine en una mejor dirección, por qué el crimen y la violencia continúan su incontenible
crecimiento, por qué la educación formal es incapaz de inculcar en los jóvenes verdaderas
capacidades de aprendizaje, por qué no podemos dar empleo bien remunerado a quienes
lo necesitan... y otras por el estilo cuyo abordaje reclama un esfuerzo intelectual
considerable.
Según Mills, el hombre común vive una sensación de estar atrapado. Lo avasalla un
malestar que se le presenta en forma de problemas incomprensibles: alzas de precios,
divorcios y crisis familiares, desigualdad lacerante, etcétera. Sus posibilidades de acción
para cambiar las circunstancias se circunscriben a su vida privada. Esto se agudiza
porque tampoco posee los recursos intelectuales para comprender que lo que ocurre tiene
que ver con la manera en que están organizadas las instituciones sociales o con la forma
en que funciona la sociedad en la que vive.
La tesis fundamental de Mills es que la vida privada de las personas, sus oportunidades y
problemas, sólo puede ser entendida si la ponemos en relación con la historia y con los
fenómenos “estructurales” de la sociedad. Hay que evitar el riesgo, como atinadamente
me lo hacía ver un estudiante la semana pasada, de utilizar las nociones de “sociedad” o
hechos “estructurales” como una especie de caja negra donde residen las causas de
nuestros problemas, pero que nos ahorra el esfuerzo de especificarlas de manera
concreta y establecer cómo es que lo que nos ocurre, en el día a día, efectivamente tiene
que ver con lo que pasa en otros planos, o en las decisiones de personas muy ajenas a la
vida cotidiana de las personas pero que gobiernan instituciones clave de la sociedad.
La imaginación sociológica es la cualidad mental que “le permite a su poseedor
comprender el escenario histórico más amplio en cuanto a su significado para la vida
interior y para la trayectoria exterior de una diversidad de individuos. Ella le permite tener
en cuenta cómo los individuos, en el tumulto de su experiencia cotidiana, son con
frecuencia falsamente conscientes de sus posiciones sociales. En aquel tumulto se busca
la trama de la sociedad moderna, y dentro de esa trama se formulan las psicologías de
una diversidad de hombres y mujeres”.

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