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Comentario sobre El reino de este mundo

Desde el prólogo de «El reino de este mundo» hasta su último párrafo, me hice participe de

innumerables mitos y personajes que me perseguían: en boca de mis familiares o historias que

por azar escuchaba en mi entorno; uno que otro Vivía justo al frente o sabía en que recóndito

lugar de Haití encontrarlos, me pude hacer la idea de aquellos rostros que lograban convertirse en

el animal de su preferencia, pero no hasta leer «Lobo-Hombre» de Boris Vian pude entender el

verdadero rostro del hombre (presente en la novela que estamos comentando) y comprender; que

hacer de uno, un animal, podría ser más compresible e incluso justificaría los absurdos que uno

como hombre comete. Nada mejor que la óptica animal para resolver ese dilema; diría yo, o se

plantearía el vudú y que uno como fiel espectador tome su parte y discierna, se puede desaforrar

del texto que, al fin no es más que una mezcla de la historia independentista y revolucionaria

haitiana y todo lo que esto conlleva: vuduismo, sacrificio animal y esclavismo por parte de la

burguesía francesa, presentado desde el realismo mágico y lo real maravilloso, estructurado

desde el barroquismo, que ayuda a un buen desarrollo de la historia.

Con Carpentier, aprendí amar algo que aún no sé qué es, pero de alguna manera debe ser la

unión de un todo. Mientras en Venezuela Pietri busca el mismo sentido, pero más lejos de lo

místico, o Asturias que es quien más se le puede asemejar con «Maladron» para mencionar un

título, que nace después, u «Hombre de maíz». Carpentier, se presenta como la trinidad que logra

amalgamar el sentido del realismo mágico y lo real maravilloso y vaciarlo con el más alto

despliegue intelectual (con un vista y ardua investigación de campo, que podrían presentar este

trabajo como La Eneida, de Haití). continuando con la trinidad, porque es algo fundamental a la

hora de hablar del reino de este mundo: todos hemos crecido o tenido un contacto cercano con

las religiones oficiales, así que no vendría a mal, llamar parodia sacra al trasfondo cultural de
esta novela, donde podemos ver el hilo del cristianismo tejiéndose bajo el vudú, que es el punto

principal en la que transita la novela: en una todavía «no nación» presenta las diversas clases o

estratos sociales, cada quien con su raíces (digamos cultura) chocando, atrofiando o venciendo

la más dominante ¿O acaso François Mackandal no le recuerda a Cristo? De hecho, en la

historia es presentado como sacerdote vudú o houngán: El manco Mackandal, hecho un houngán

del rito Radá, investido de poderes extraordinarios por varias caídas en posesión de dioses

mayores, era el Señor del Veneno.

El paso del personaje va dejando adeptos y vemos el perfil de un houngán que sacrifica a quien

sea para salvar su pueblo, hasta su propio cuerpo. La historia nos da un perfil ya conocido de

colonizador.

Hemos visto ya en la mitología repetirse esta historia, pero lo interesante de la novela son los

movimientos de los personajes sacado de sus patrias y que ahora deben hacerse una nueva.

Carpentier Alejo. (1949). El reino de este Mundo. Cuba: Editor digital: Gertdelpozo.

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