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EPOCA LIBERTADORA 1811 - 1828 Capitulo 1 La Revolucién por la Libertad LA REBELION DE LA CAMPANA ORIENTAL En los comienzos del siglo XIX la expresién Banda Oriental era uti lizada para denominar una zona geografica, carente de unidad Politica y — de una estructura administrativa de conjunto. En ella vivia una Poblacion heterogénea, con factores y elementos disolventes, que no habia llega a formar una conciencia colectiva 0 un anhelo de voluntad orientado fa un fin determinado. Su territorio, que con el descubrimiento de Al y el tratado de Tordesillas pas6 totalmente a fo: rmar parte de |; espafiola, fue objeto de reiterados actos de ocupacion Portugal, a los que los tratados de Madrid en 17: ee cH T7716 lizaron formalmente. En 18( extendio posesiones lusi siones Oriental tay Ibic Tos terr Epoca Libertadora En esos momentos la poblacién total de las posesiones espafiolas en la Banda Oriental se aproximaba a las cuarenta mil personas, distri- buidas en poco mas de veinte poblados o villas; pero la ciudad de Mon- tevideo reunja, ella sola, aproximadamente la mitad de esa poblacién total. Los poblados existentes eran, ademas de Montevideo, Nta. Sra. de Gua. dalupe (Canelones), Maldonado, Soriano, Colonia, Espinillo (San Salva- dor), Batovi, Viboras, Mercedes, Pando, San Juan Bautista (Sta. Lucia), Colla, Minas, San José, Belén, Rocha, Melo, Las Piedras, Real de San Carlos, Paysandu, Pintado (Florida), Santa Teresa, San Miguel, Santa Tecla, San Carlos, Porongos (Trinidad) y Vacas (Carmelo). A la sefialada dicotomfa en la distribucién de la poblacién oriental Se agregaba, como ya hemos visto en capitulos anteriores, la marcada diferencia entre los habitantes de la ciudad - puerto de Montevideo, en un claro periodo de desarrollo comercial, con la poblacién paisano - gaucha de la campajia, una zona fronteriza, parcialmente aislada, dedicada a la explotacion del ganado vacuno cimarrén. En el aspecto politico, observamos que los acontecimientos euro- peos afectaron profundamente al virreinato del Rio de la Plata. Los con- flictos bélicos, la intervencién del Imperio francés en Espafia, la crisis dinastica de la Corona espafola, la guerra de la independencia del pueblo espafiol contra Francia y el movimiento juntista liberal desarrollado en la Peninsula, provocaron un movimiento juntista hispanoamericano que, en el Rio de la Plata, se manifesté con la creacién de la Junta de gobierno de Montevideo en setiembre de 1808 y la Junta Provisional de gobierno de Buenos Aires en mayo de 1810. El movimiento juntista rioplatense con- movi6 la organizacién institucional virreinal y acentué la antigua rivalidad existente entre las ciudades - puerto de Montevideo y Buenos Aires. La situacién se hizo mas complicada por la intervencién diplomatica del go- bierno portugués desde Rio de Janeiro, que buscaba extender su influen- cia sobre el Rio de la Plata y otros lugares de Hispanoamérica. En junio de 1810, las autoridades de Montevideo, contando con la intervencién de la parte principal del vecindario de la ciudad, adoptaron una actitud contraria a la creacién de la Junta Provisional de gobierno de Buenos Aires. Como ya hemos visto, el Cabildo Abierto de Montevideo del 15 de junio resolvié “que entre tanto la Junta no reconociere la sobe- rania del Consejo de Regencia, que habia jurado este pueblo, no podia ni debia reconocer la autoridad de la Junta de Buenos Aires, ni admitir pacto alguno de concordia o unidad.” Consecuentemente trataron de asegurarse el control de la Banda Oriental unificéndola bajo su direccién politica y econémica. Tanto el gobernador Joaquin de Soria como el Capitan de Fragata José Maria de Salazar, Comandante del Apostadero Naval de Montevideo, y verdadero artifice de la diplomacia hispdnica en el sur de América, tra- taron de incrementar el poderio maritimo de la ciudad, en la seguridad de que su mejor defensa y fuerza estaba en el dominio de los rios. Con este propdsito aumentaron las fuerzas militares de Colonia y se envid una flotilla al mando de Juan A. Michelena para vigilar el rio Uruguay y controlar la costa entrerriana, 240 / wSan Nicolas f ‘wSan Angel San Luis e S. Lorenzom™ gy MS. Juan ‘San Borja San Miguel i it sigtaneata ows, we Epoca Libertadora Al mismo tiempo en setiembre de 1810, los espafioles de Monte- video lograron que la princesa Carlota Joaquina de Borbén, especialmente interesada en los problemas rioplatenses, enviara desde Rio de Janeiro una imprenta que se utilizé para publicar un periddico semanal llamado la Gaceta de Montevideo, destinado a contrarrestar la propaganda politica de la Junta bonaerense y difundir las noticias que llegaran de Espafia. Los propésitos del gobierno de Montevideo al ponerla en circula- cién estan definidos en el Prospecto del 8 de octubre de 1810: “En este papel se comunicardn las noticias de Espafia y del Reyno, rea- les érdenes, edictos, proclamas, algunos discursos politicos, y cuanto pueda interesar 4 los verdaderos Patriotas. Tendra lugar en este periddico, lo que ha ocurtido y ocurra durante las circunstancias actuales de la Provincia, y en una palabra todo lo que contribuya a dar una idea positiva de nuestra situacién,” Carlota Joaquina, esposa del principe regente de Portugal Don Juan y a la vez hija de Carlos IV el derrocado rey de Espafia y hermana de Fernando VII, alentaba la pretensién de asumir la soberania en el Rio de la Plata. En’ esa época, en que Portugal queria extender su influencia hasta alli, se acentu6, en estas regiones, el llamado movimiento Carlo- tista. Dice el historiador santafecino José Luis Busaniche al referirse al mismo que “hubo criollos (Pueyrredén, Saavedra, Belgrano y otros) que ansiaban por llevar a la princesa a Buenos Aires para proclamar la inde- pendencia, lo que no hubiera producido otro efecto que anexar el rio de la Plata a la dinastia de Braganza y no acredita en los gestores rioplaten- ses mucha perspicacia ni sentido de las realidades”, (*) evidenciando que estos prohombres portefios no poseian la agudeza politica del espanol José Maria de Salazar, representante de la Corona espajiola, quien temia las intenciones del carlotismo. En este periodo pre-revolucionario, la opinién de la campafia oriental no era coincidente con la de Montevideo. La riqueza ganadera y su comercializacién habia forjado un sector rural de hacendados y sa- laderistas que, en esta época, se sintid lesionado por diversas resolucio- nes establecidas por las autoridades montevideanas. Producida la ruptura de la unidad politica en el Rio de la Plata, el gobierno de Montevideo debid resolver, ademas de las cuestiones guber- nativas, sobre los problemas econdmicos derivados de su separacion de fa antigua capital del Virreinato. Habia que solventar los gastos adminis- trativos y de la tropa, preparar la lucha contra la Junta Provisoria bonae- rense y recaudar auxilios para enviar a Espafia empefiada en la Guerra de fa Independencia contra la intervencién napolesnica. PRBeu Teal nie aon entre otras, medidas que irritaron el VoD patridtices 9 sone intensificacién de la practica de los donatt tarendalrenlenee én de la situacién de los ocupantes EI procedimiento de los donati iti EI pr im s donativos patriéticos para obtener recursos ya habia sido utilizado anteriormente y con buenos resultados generales. (1) Jos6 L. Busaniche. - Historia Argentina, Ouenos Alves, 1965, . 242 La revoluci6n por la libertad (1811) Fero en 1810, después de la ruptura con Buenos Aires, los pedidos de donativos aumentaron, dando lugar a protestas y creando en la campafia una corriente de opinién adversa a las autoridades montevideanas. Las resoluciones sobre las tierras realengas impuestas primero por el gobernador Soria en agosto de 1810 y después por Vigodet en octubre de 1810 establecfan la obligatoriedad de regularizar la situacion de todos aquellos poseedores de tierras realengas, con titulos imperfectos o de los ocupantes en forma precaria. Estas disposiciones que buscaban nuevos recursos para el gobierno de Montevideo, afectaron a una gran parte de la poblacion de la campafia oriental, provocaron una gran inquietud y fueron sumamente resistidas, creando asi un ambiente de franca oposicién a dicha ciudad. Al mismo tiempo, a fines de 1810, el Consejo de Regencia hizo algunos nombramientos de importancia en el Rio de la Plata. En octubre el gobernador de Montevideo Joaquin de Soria fue sus- tituido en el cargo por el mariscal de campo José Gaspar de Vigodet. Al- gunos meses después, el 12 de enero de 1811 lego a Montevideo, proce- dente de Espafa, don Francisco Javier de Elio, antiguo gobernador de la ciudad, ahora designado por el Consejo de Regencia virrey del Rio de la Plata y presidente de la Real Audiencia de Buenos Aires. En atencién a la situacién politica existente, y a la incomunicacién entre Buenos Aires y Montevideo, el nuevo virrey debid prestar el juramento de lealtad a su soberano y establecer su residencia en Montevideo, con lo que esta ciu- dad se convirtié en capital provisional del virreinato. Poco después, el 12 de febrero, Elio adopté resoluciones de gran trascendencia: declaré la guerra a la Junta Grande de Buenos Aires, es- tablecio el bloqueo de su puerto y el cierre de los puertos orientales a los barcos de aquella procedencia. En el aspecto fiscal, apremiado por la falta de recursos, aprobé y continud la politica impositiva establecida por el anterior gobierno de Montevideo, que tantas resistencias habia ya le- vantado en la campajia oriental. La llegada de Elio y sus actitudes autoritarias en materia econémi- Co- politica, provocaron que, tras largas vacilaciones, algunos de los gru. Pos de destacados orientales, que on un principio habian apoyado la ‘po. sicion del entonces Comandante de Marina Salazar, tales como Nicolas Herrera, Lucas José Obes, Pbros. José Manuel Pérez Castellano, Berite Lamas, Juan José Ortiz y los comerciantes saladeristas Juan Trapani y Antonio Fereira, se inclinaran ahora al reconocimiento de la Junta do Buenos Aires. ZX En estos momentos de expectativa frente a los a peninsulares, de comprometidas resoluciones’ politicas, economicas, de gestiones interesadas de gobiernos ¢ siciones y rivalidades, regionales, se manifests en el Rio de iy fatcrs figura esclarecedora de José Artigas. El historiador Juan Pivel Demat? ¢2 rtigas, “aparecié en la contecimientos de exigencias xtranjeros, de opo- oral y psicolégica que la época Su gran misién politica — di- despertar en la Banda Orien- ja armaz6n administrativa de 243 Epoca Libertador conjunto, la fuerza de una Unica volicién, de un Unico sentimiento, una conciencia colectiva. La mentalidad simple, concreta, de aquellos hombres primitivos, podia conjurarse en un todo orgdnico por la fuerza catalitica de otro hombre, de un conductor, de un caudillo.” (*) El 15 de febrero de 1811 José Artigas, ayudante mayor del Regi- miento de Blandengues, de guarnicién en Colonia, hizo abandono de su cargo pretextando un altercado con su jefe el brigadier Vicente M. de Muesas. Después de realizar una rdpida recorrida por el litoral oriental y Entre Rios, fue a Buenos Aires y se present6 ante la Junta Grande ofre- ciendo “llevar el estandarte de la libertad hasta los muros de Montevideo". La Junta acepto el ofrecimiento, le confirié el grado de teniente coronel, el mando de las milicias que pudiera reunir y le provey6 de armas y de algiin dinero. Artigas partio de nuevo para Entre Rios estableciéndose en Nogoyd, desde donde continué los trabajos para sublevar a las poblaciones del litoral y de la Banda Oriental. Refiriéndose a esta instancia histdrica, dice el historiador Busani- che: “Desde aquel momento, Artigas sera el caudillo de mayor prestigio en el litoral argentino, el primer hombre que levantaré las masas y el pri- mero que infundiré un aliento popular a la Revolucion, sacandola del conci- lidbulo y de la trastienda en que se habia mantenido hasta .entonces”. (*) El Grito de Asencio y la batalla de Las Piedras La revolucién oriental se propagé rapidamente en todo el territorio nacional. La primera accién revolucionaria fue el “Grito de Asencio", el 28 de febrero de 1811, realizado por Pedro José Viera y Venancio Benavidez, a orillas del arroyo Asencio (Soriano). Estos patriotas, al frente de un centenar de gauchos reunidos a instigacién del alférez Ramon Fernandez derrotaron a las fuerzas de José Maldonado, las cuales en su mayoria se incorporaron a las filas de los llamados “patriotas”. De inmediato pasaron a Mercedes y Soriano, tomando estas villas con facilidad y aumentando con nuevos elementos el pequefio contingente inicial. Algunas partidas de insurrectos se dirigieron a Colonia y Paysandi. La revolucion ya estaba en marcha. Los esfuerzos de Artigas desde Mereelios los del alférez de Blandengues Justo Correa en la zona de Mercedes, de Manuel Francisco Artigas y Juan Antonio Lavalleja en Minas. ble su realrasrse®> Rivera entre los rios Yi y Negro, habian hecho post pelea realize in. Inmediatamente la insurreccién se extendid por Puc Pes Yarealons 8 orientales con la aparicién de nuevos caudillos,; como Santiace Fogr HI [ Laguna, Francisco Redruello, José Llupes, el cura ¥2 log hat ecco: Fernando Otorgués y otros que dirigieron al gauchale ‘antes de los distintos pueblos sublevados. ()tuan E, Piel Devoto — bos americans. Dirgide por Antony Bu (2) José Lu Busaniehe = Hietons ). Barcelona, 1949. entina. Buenos Aires, 1965 244 b La revolucién por la libertad (1811) ‘Las milicias patriotas, a las que Artigas Ilamé “el ejército nuevo”, contaron con las tres armas clasicas: caballeria, infanteria y artilleria; pero la Caballeria Por el propio estilo de vida de la poblacién constituyé la parte mas numerosa e importante/ Las fuerzas regulares de caballeria estaban armadas con lanzas de moharra media luna, sable corvo y mos- quetén; las fuerzas irregulares portaban armamento variado tales como lanzas tacuaras con cuchillos enastados, sables, pistolas y trabucos na- ranjeros. Las fuerzas de infanteria estaban armadas generalmente con el fusil de chispa, complementado para las cargas con una bayoneta larga y triangular, ‘El “ejército nuevo”, cuya sola divisa era la libertad, segin expre- siones del propio Artigas, se integré con los elementos sociales mas va- riados. Junto a hacendados propietarios de amplias extensiones de campo, se incorporaron caudillos regionales con sus adeptos, peones de estancia, Pequefios artesanos de los poblados, hombres sueltos de la campajfia, contrabandistas 0 matreros, indios charrdas, minuanos y tapes, y no pocos esclavos y libertos. Ademas del nucleo militar, integrado principalmente por el patri- ciado criollo, acompafiaba los cuerpos revolucionarios en sus marchas, un contingente humano diverso y tipico, formado por familiares, capella. nes, comerciantes primitives, escasos cirujanos y boticarios, curanderos, grupos de indios charrtias con sus caciques, “chinas” que. llevaban en sus Carretas un hogar trashumante, y también las “quitanderas”, mujeres que seguian tras el ejército, intervenian en las luchas y auxiliaban a los he- ridos en el combate. El propio Artigas, a quien el historiador E. Narancio considera “el primer y mejor cronista de estos acontecimientos”, en el oficio que envi a la Junta Gubernativa del Paraguay y con animo de informar y acercar a dicho gobierno a la lucha revolucionaria, expresa: 8 fuego patristico electrizaba los corazones y nada era bastante a detener su rapido curso; los elementos que debian cimentar nuestra existencla politica se hallaban esparcidos entre las mismas cadenas y s6lo faltaba orde. narlos para que operasen”... “Un pufiado de patriotas orientales, cansado ya de humillaciones, habia decretado su libertad en la villa de Mercedes: llena la medida del sufrimionto por unos procedimientos los mas escandalosos del dés- pota que les oprimia, habian librado sélo a sus brazos el triunfo de la justicia. y tal vez hasta entonces no era ofrecido al templo del patriotismo un voto ai més puro, ni més glorioso, ni mas arriesgado; en é| se tocaba sin remedio aquella alternativa de “vencer 0 morir libres", y para huir esto extremo, era preciso que los puiiales de palsanos pasasen por encima de las bayonetas ve. teranas. Asi se verificé prodigiosamente, y la primera voz de los vecinos orien: tales que llegé a Buenos Aires fue acompafiada de la victoria del 28 de febrero de 1811; dia memorable que habia sefialado la Providencia para sellar los pri. meros pasos de Ia libertad en este territorio, y dia que no podra recordarce sin emocién, cualquiera que sea nuestra suerte”. (1) (1 Oiclo de Artigas a la Junta Gubemativa del Paraguay el 7 de diciembre de 1811. 245 Epoca Libertadora Lo Toda la Banda Oriental estaba en armas, menos Montevideo y Co. lonia convertidas en focos de reaccién contra el movimiento juntista y en refugio de comerciantes monopolistas de Buenos Aires que pensaban seguir sus actividades por medio del puerto de Montevideo. La actitud de Montevideo se justifica por el predominio del grupo espajiol regentista y el reavivamiento de la antigua rivalidad portuaria con Buenos Aires, que le hizo adoptar una posicién distinta a la que tomara dicha ciudad. En los primeros dias de abril de 1811 Artigas desembarco en la costa de Paysandt y se incorpor6 a la revolucién, organizando su cuartel general en Mercedes, y el dia 11 lanzo alli una proclama a los pueblos sublevados, exhortandolos a la defensa de la libertad dentro de la unién, en los términos siguientes: x “Unién, caros compatriotas, y estad seguros de la victoria”. “He convocado a todos los compatriotas caracterizados de la campafia: y todos, todos se ofrecen con sus personas y bienes a contribuir a la defensa de nuestra justa causa. A la empresa, compatriotas: que el triunfo es nuestr vencer 0 morir sea nuestra cifra; y tiemblen, tiemblen esos tiranos de haber excitado nuestro enojo, sin advertir que los americanos del Sur, estén dispuestos a defender su patria; y a morir antes con honor, que vivir con ignominia en afrentoso cautiverio.” (1) Debemos recordar que Artigas no habia sido nombrado por la Jun- ta de Buenos Aires, Jefe de todo el movimiento revolucionario de la Banda Oriental, sino de las milicias que pudiera reunir y con el grado de teniente coronel. El generalato superior lo ejercia Manuel Belgrano, Jefe de la ex: pedicién al Paraguay, teniendo como segundo a José Rondeau. Belgrano no lleg6 a asumir el mando porque fue llamado a la,capital a rendir cuen- tas de la derrota sufrida en Paraguay; en su lugarval frente del ejército de la Banda Oriental quedé José Rondeau, quien tomaria contacto con las fuerzas de Artigas en junio de 1811, al establecerse el primer sitio de Montevideo, ® José Rondeau habia nacido en Buenos Aires en 1773, pero siendo nifio adn HF Paso a vivir a Montevideo. Se alisté en el ejército a los veinte afios y hasta 1807 presté servicios alternativamente en Buenos Aires y en a Banda Oriental. Luego se trasladé a Espafia donde intervino en la guerra contra joe trenoeees hasta 1810, en que regresé a Montevideo. incorporarse Artigas a la revolucién, se unificaron gran parte sella fuerzas dispersas en el suroeste de la Banda Oriental y se obtu- Pan Al a épidos triunfos del Colla (Rosario), Paso del Rey y San José. ron en poder detag Mines. San Carlos, Maldonado y Santa Teresa, Co¥® i le estes de Mai os con eee jv dirigid sobre Monteviden eee cee virrey Elio, viendo que los tri ' ban i triunfos revolucionarios amenaza’ Faraaoycentro de los muros de Montevideo, trate de vencer el levanta- Que confid al carpah@ oriental por medio de una accién militar decisive ‘apitén de fragata José. Posadas: éste, con un ejército 8 orlentales el 11 do abril do 1811. 246 La revolucién por la Hbertad (1811) 1200 hombres, fogueados ya en anteriores lides europeas, se establecié en la localidad de Las Piedras./ Aas improvisadas milicias criollas alcanzaban, en total, unos dos mil voluntarios; la mitad de los cuales, dirigidos por Benavidez, trataban de tomar Colonia. Artigas, con una parte de las fuerzas orientales, el 12 de mayo se ubicé en Canelones y desde alli se prepar6 para atacar las orga- nizadas fuerzas montevideanas.- Al dirigirse hacia Las Piedras, Artigas comandaba unos 450 patriotas, recibié entonces un contingente de 250 soldados enviados por Rondeau y poco después, el dia 17, se le incorporé su hermano Manuel Francisco con 304 voluntarios./ La batalla de Las Piedras se libro el 18 de mayo de 1811 y se pro- longé desde las 11 de la mafiana hasta el atardecer. El combate, correc- tamente .concebido y ejecutado por Artigas, constituyé una victoria deci- siva para las fuerzas patriotas orientales, que derrotaron y cercaron al ejército enviado por el virrey Elio obligéndolo a rendirse. En poder de Ar- tigas quedaron 5 cafiones, 2 morteros, armas livianas, municiones, baga- jes y un contingente de 462 prisioneros con sus oficiales; entre ellos y herido, el propio comandante en jefe espafol capitan José Posadas. Son dignos de destacar, al lograrse el triunfo, los esfuerzos realizados por Ar- tigas para proteger la vida de los rendidos y el hacer recibir la espada del jefe vencido por el capellan del ejército patriota Valentin Gomez. Las consecuencias de la batalla de Las Piedras fueron variadas e inmediatas: —Permitié a las fuerzas orientales el dominio total de la campafia y poner sitio a la ciudad de Montevideo. —Acrecenté el prestigio militar de Artigas que fue ascendido al grado de coronel del Cuerpo de Blandengues por la Junta de Buenos Aires. —Fortalecié el prestigio del gobierno bonaerense, un tanto dismi- nuido por las dificultades militares en Alto Pert y Paraguay. —Evidencié una caracteristica humanitaria en Artigas, observable en otras oportunidades de su actuacién politico - militar, que puede con- cretarse en su frase “Clemencia para los vencidos”, practicada en esta oportunidad. Culminando Ia victoria, el 20 de mayo Artigas inicié un riguroso sitio por tierra a Montevideo, establecié su campamento primero en el Cerrito y luego en el Cordén, donde esperé la Ilegada de las fuerzas jun- tistas al mando de José Rondeau. Cumpliendo con el ofrecimiento reali- zado a la Junta bonaerense, Artigas logré llevar “el estandarte de la li- bertad hasta los muros de Montevideo”. Rondeau llegé al lugar, desde Mercedes, el 1? de junio con 2.800 hombres, formalizé la linea sitiadora sobre un frente que iba desde Punta Carretas hasta el Miguelete pasando por las Tres Cruces, y se manifesto partidario de no intentar el ataque a la amurallada ciudad de Montevideo. 247 Caracteristicas esenciales — La Revolucién en la Banda Oriental se inicié por la adhesién del pueblo oriental al Dogma de Mayo y de acuerdo con la Junta Provisional de Buenos Aires. Fue un movimiento liberal y fernandista; atin después de la batalla de Las Piedras se invocd el propésito de “conservar ilesos los dominios de nuestro augusto soberano el sefior Fernando VII de la opresién del tirano de la Europa que ha causado tantos males.” (") —Constituyé un proceso esponténeo y generalizado. No tuvo un plan politico elaborado previamente ni tampoco propagandistas doctrina- rios; comenz6 en numerosos lugares del territorio promovida por la dis- conformidad general de la campafia oriental ante las arbitrarias medidas de las autoridades de Montevideo. —Se originé en la campajia y fue hacia la ciudad, constituyendo una gesta popular y campesina, diferente al movimiento doctoral y patri- cio que surgié en Buenos Aires, centro de las autoridades gubernativas. Por ello se vio obligada a improvisar practicamente todo, ejército, sani- dad, administracion, recursos y abastecimientos. Carecié de unidad de ac- cién y de direccién inicial, pero fue ordenandose bajo la voluntad supe- rior de José Artigas. Sus jefes primitivos fueron los hacendados y demas elementos principales del patriciado criollo, contrarios a las imposiciones econémicas establecidas desde Montevideo después de la formacién de la Junta bonaerense. Sus soldados fueron peones, changadores, gauchos e indios montaraces; muchos de ellos, conceptuados como vagos, abigeos y contrabandistas, encontraron a partir de ese momento un nuevo y am- plio campo de actividad en la lucha revolucionaria. Obtuvo el apoyo del clero, elemento culto, capaz de comprender las teorias juridico - politicas del momento y las posibilidades de la Revolucion. — Para la interpretacién hist6rica més aceptada, esta primera eta- pa revolucionaria iniciada en 1811 tuvo un cardcter andrquico. Se produjo en forma espontanea, no respondié a un plan politico preconcebido, ni fue el producto de una propaganda que hubieran realizado idedlogos 0 doc- trinarios. La Revolucion en la Banda Oriental se manifiesta como la pro- pesacs in ee la Revolucién Rioplatense en el territorio nacional. El jurista . i ‘oriador Alberto Demicheli afirma con acierto que no hay una revo- lucién oriental, ni otra argentina como se pretende; sdlo hay un evento comin tioplatense, indivisible y solidario, que no puede desconectars® bien, clertas tein, Mega" SU propia autenticidad. Si esto no se entiende das.) Entionde may eroceres tampoco podrén ser cabalmente comprendi sinfacceain due si la historia de la Revolucion no puede fragmentarse antes su esencia, la personalidad de Artigas como gestor dé (1 Oficto de Artigas at Virrey Elio el 19 de mayo de 1811 (2) Alberto Demichelt - Grigen Federal Argentino. Buenos Aires, 1962 248 La revolucion por la Mbertad (1811) una conciencia colectiva nacional y precursor de las instituci F las instituciones fede- rales, tampoco puede comprenderse sin el previo esclarecimiento de aquel comun process ee orarecien encaminado a organizar las liberadas Pro- vincias Unidas del Rio de la Plata, y de su decisiva infl i cias ‘ : luenci territorios del litoral. a en os ARTIGAS ANTES DE 1811 ___José Artigas fue un criollo que pertenecia a una segunda genera- cién de hispanoamericanos. Su abuelo paterno, don Juan Antonio Artigas, natural de Aragon, integr6 el grupo de los primeros pobladores de Mon- tevideo. Tuvo en la nueva poblacién una actuacién publica muy destacada como Capitén de Milicias, por su gran ascendencia en la campafa y su valor temerario en la lucha contra los indios. Al crearse el primer Cabildo de Montevideo, el 12 de enero de 1730, Bruno Mauricio de Zabala lo de- signé Alcalde de la Santa Hermandad, un cargo de sacrificio y lucha entre cuyas funciones estaba el perseguir maleantes, vagos, abigeos, cuatreros y faeneros portugueses, y que Juan Antonio Artigas supo desempefiar exitosamente. Al venir desde Buenos Aires a establecerse en Montevideo, tenia treinta afios de edad y lo acompafiaba su esposa Ignacia Xaviera Carrasco de veinticinco afios, hija del capitan Sebastian Carrasco, principal ascen- diente del grupo familiar mas numeroso que vino a poblar Montevideo. Como a todos los primeros pobladores de la futura ciudad, a Juan Antonio Artigas le correspondié un solar en la planta urbana destinado a construir su casa habitacién, una chacra sobre el arroyo Miguelete, y una suerte de estancia de media legua de frente por legua y media de fondo sobre la costa del arroyo Pando. Mads adelante, obtuvo una nueva suerte con frente al arroyo Casupé y fondo al de Chamizo. EI matrimonio Artigas - Carrasco tuvo larga descendencia. Su hijo Martin José, nacido en Montevideo, en 1733 0 1734, se caso con Francisca Antonia Pasqual Rodriguez y siguid la tradicién politica y militar de su Padre. Obtuvo el grado de capitan de milicias y actué con distintas fun- Ciones, en diferentes periodos, como miembro del Cabildo. De su matri- monio nacieron seis hijos, el tercero, llamado José, ocupa una descollante situacién en la Historia Americana por su trascendente intervencién en la Revolucion emancipadora del Rio de la Plata y en la formacién del sen- timiento nacional uruguayo. José Artigas nacié en Montevideo el 19 de junio de 1764 en la casa que sus padres poseian en la interseccién de las antiguas calles San Luis y San Benito (hoy Colén y Cerrito). A los tres dias fue bautizado en la Iglesia Matriz y recibid los nombres de José Gervasio. Por su familia, 249 Mi més venerada sefiora: Aqui estamos pasando trabajos, siem- pre a caballo para garantir a los vecinos de los malevos. Siento en 81 alma el estado de mi querida Rafaela. Venda Ud. cuanto tenga para asistirla que es lo primero, y atender a mi querido José Maria que para eso he trabajado, José Artigas a su suegra. Paso de Polanco, 16/8/1809. +..eN sus primeros tiem. pos, tio Pepe se emplea. ba en sus estudios aqui en Montevideo, y sus her. manos don Manuel y tio Cucho (Cirilo) se ocupa, ban de las estancias de su padre... Tio Pepe iba a las estancias por via de paseo... frecuent6 esas isitas a la campafa, y le fue tomando aficién a las faenas de campo; pe- ro como no tuviera en las estancias de su padre una colocacién fija se po- nia de acuerdo con tos Latorres, con los Torgue- ses, D. Domingo Lema y D. Francisco Ravia y sa- lia a los campos de D. Melchor de Viana por au- torizacién de éste y del Gobernador de Montevi- deo a hacer cuereadas... io Pepe era muy pasean- dero y muy amigo de so- ciedad y de visitas, asi como de vestirse bien a idante (alias caje- y se hacia atraer la voluntad de sus perso- nas por su modo afable y carifoso... Doha Josefa Ravia, sobrina de Artigas. Paisano: Los méritos son buenos, y las recomendaciones mejores; pero nada es tan loable como ver resplandecer Ja justicia. Sean buenos los Pai- sanos, y no habrén motives de sontimientos. No abusar de mi generosidad si no quieren vorse Teprendidos. José Artigas a D. Damaso Larrofiaga. Pu- rificacién, 9/12/1815, Me es bastante doloroso oir los lamentos de mi Padre a quien amo y venero. Acabo de recibir por el Correo una solicitud suya re- lativa a la mendicidad en que se halla, y la necesidad que tiene de agarrar algiin ganado para criar y fomentar sus estancias y con ellas ccurrir al sustento de su familia, Yo sin embargo de hallarme pe- netrado de la justicia de su solicitud, no he querido resolverlo li- bréndolo a la discrecién de V.S. Todo el mundo sabe que él era un Hacendado de crédito antes de la revolucién y que por efecto de ella misma todas sus Haciendas han sido consumidas 0 extraviadas... Yo no me atrevo a firmar esta providencia ansioso de que el mérito decida de la justicia y que no se atribuya a parcialidad lo que es obra de la razén... José Artigas al Cabildo de Montevideo. Purificacién, 18/6/1816. “Facciones regulares y agradables”, “tez |= blanca”, “pelo castafio claro: lo usaba | largo y caia en rizos sobre su cuello”, “ojos azules”, “nariz aguilefa’, “boca mds bien grande”, “cuerpo bien desarro- lado sin ser grueso”, “estatura regular". “Impresionaba por su calma serena”, “incapaz de atropellamiento”. ia muy dol caso alraerse a dos sujelos por cualquier interés y promesas, asi por sus conoci- mientos, que nos consta son’ muy extensos on la campafia, como por sus talentos, opinién, concepio ¥ tespeto: como son les del capitén do dragones D. José Rondeau y los del capitén de blandenques D. José Artigas: quienes, pussia la compafia on este tono, y concediéndeles facullades amplias, concesiones, gracias y prerrogativas, harén en poco Miompo progretos tan répides, que antes de 6 me: ses podria tratarse do {ermalizar el sitio de la pla- za... Articulo 2° del Plan de la Junta Provisional «8610 aspiro al bien de mi patria, en la justa causa que sigo: y si algin dia los americanos del sud nos vimos reducidos al abatimiento, hoy esta mos resueltos a hacer valer los derechos, que los Gubernativa, Buenos Aires, 30/8/1810. ...el tinico medio que el Gobierno podria adoptar para asegurarse de su tranquilidad se- ria ganarse a D. José de Artigas, pues asi como es el principal agente de su sublevacién, asi lo seria de su pacificacién, porque tiene un tan extraordinario influjo y ascendiente con. todos los naturales de ella, que creo que se quitarian la vida por complacerlo. José Maria de Sa- lazar al Secretario de Estado y del Despacho Universal de Marina. Montevideo, 18/10/1811, tiranos mandones nos tenian usurpados... José Artigas a D. Antonio Pereyra, Sta. Lucfa, 10/5/1811. Artigas osegura al Virrey que regido siempre pot Principios de probidad y justicia, jamés se separaré de ellos. Obedecer al gobierno de la comunidad @ quien petiencce, os la ley que en la sociedad se im uso como ciudadano, y que se le impone como mili tar: este principlo es demasiado respetable pora él ¥ feo no encontrar jamas un pretexto capaz de sur ltaerle de su sagrada observancia... José Artigas & Javier Elio. Cuartel general en Rio Nogro, 11/11/1811, La revolucién por In Mbertad- (1811) pertenecia a un grupo de hacendados medianos y laboriosos del patriciado criollo; descendia de dos de los nuicleos familiares fundadores de Mon- tevideo y, por consiguiente, de “primeros pobladores” que se habian des- tacado en los servicios publicos de la ciudad y sus distritos. Interesa precisar que, etimolégicamente, la palabra “patricio” indica al individuo que por su nacimiento, riqueza o virtudes descuella entre sus conciudada- nos; y es con este significado que la utilizaremos. “No hay en la prosapia de Artigas, como se ha visto, blasones se- fioriales, porque no los hubo en todo el Rio de la Plata; pero fue patricio el abolengo de sus mayores, porque ellos estan enraizados en el naci- miento mismo de la ciudad. Y los titulos que luego adquirieron, para la consideracién, el respeto y el prestigio, los conquistaron con una con- ducta de severa austeridad, dignificada con el trabajo y los servicios que como diestros .paladines, prestaron al “comtn" y a su Rey, en el duro oficio de las armas y en desempeiio de los cargos concejiles...". (") El investigador y profesor Flavio Garcia nos dice que sus primeros afios debieron transcurrir “al amparo del hogar, frecuentando los lugares de afecto e interés familiar; en asimilacién de sus valores morales y pa- triéticos, sélidamente cimentados a través de la accion y del ejemplo de sus ascendientes. Tal fue la base practico espiritual de su educacién y cultura, que debié ser beneficiada por la instruccién primaria posible en el ambiente de su edad escolar. Para ese entonces el panorama se limitaba a las no- ciones impartidas por religiosos franciscanos en su local colegial y luego en el de la ex residencia de los padres jesuitas (actuales calles Ituzaingo y Rincon), o por laicos autorizados que en ese local tenian su vivienda. Su maestro o maestros debieron ser alguno o algunos de los escasos do- centes cuyos nombres se conocen como dedicados a la ensefanza infan- til. De la compulsa de las actas del Cabildo entre 1773 y 1775 se des- prende la existencia de dos escuelas, una de primeras letras y otra de gramética; pudo asistir a una u otra, 0 a ambas. Lo que no excluye la in- tervencién de algtin “leccionista” privado de los que frecuentaban la Poblacién”. La evolucién de la juventud de Art temente documentada. Se acepta que des campaiia dedicdndose luego a !as tareas_in establecimientos que su padre tenia en Casu Pi més tarde, al acopio de frutos del pais que enviaba para su comerciali- zacién a la barraca que posefa su padre en Montevideo. Flavio Garcia ra- tifica y complementa estas informaciones diciéndonos que la tradicion coincide en que comenzé su actividad en companfa de su padre y herma Nos en beneficio reciproco del nucleo familiar para pasar luego a actuar ibremente en los mas diversos trabajos rurales en el amplio escena- tio de la Banda Oriental. Variada e imprecisa documentacion Io regis''® vinculado a amores, a tareas faeneras y corambreras, en particular sobre fa zona del litoral y fronteriza con Brasil; lo que determin? calificativo igas no ha quedado convenien- de muy joven deambulé por la herentes a la misma en los pd, Chamizo y el Sauce, y, —_ = el Ciclo Artiquista, Mon wy itasinaton Reyes Abadio, Oscar H. Bruschera y Tebaré Meloana, « EI Cll tei 251 Epoca Libertadora negativos y de probanza discutible sobre su personalidad, principalmente por parte de los iniciadores de la bibliografia antiartiguista a partir de 1814. Asi fue que la propaganda portefia lo acusé de contrabandista con ligereza y sin probanzas validas. De cualquier manera, Artigas y la mayoria de sus contempordneos regionales actuaron en el medio en oportunidad de la gran apertura eco. némica que auspicié el Reglamento del Comercio Libre de 1778 por via de los bandos legales y “contrabandos” que auspiciaron la colocacién de nuestra riqueza ganadera en los mercados mundiales. Buena parte de nuestros historiadores, encabezados por Carlos Maria Ramirez, han ex- plicado el sistema restrictivo hispanico que convertia al contrabando en la ley social de la época. No pudo ser cargo de afrenta al considerarlo como el ejercicio normal obligado frente a las necesidades del habitat y las arbitrariedades y privilegios concedidos por los gobernantes. Por el contrario puede ser observado como una actitud de resistencia a esas injusticias, de busqueda de causas liberales; predémbulo y antecedentes revolucionarios”. (*) El general Vedia, ex compafiero suyo de colegio, recuerda haberlo visto en el afio 1793 en una estancia, a orillas del Bacacay, ejerciendo su influencia personal, pues estaba “circundado de muchos mozos alucina- dos que acababan de llegar con una crecida porcién de animales a vender”. Refiriéndose a su aspecto, nos dice que: “Era de regular estatura, algo recio y ancho de pecho, su rostro era agradable, su conversacién amable y siempre decente. Comia parcamente, be- bia a sorbos, jamas empinaba los vasos. No demostraba modales agauchados sin embargo de haber vivido casi siempre en el campo. En los sitios (de Montevideo) se le vio siempre montar en silla y vestir de levita azul sobre la cual cefifa su sable”. (2) Algunos afios después, en 1815, el sacerdote y cientifico Damaso A. Larrafiaga, realiz6 a su vez una atinada descripcién del Précer que amplia la anterior: “En nada parecia un general: su traje era de paisano y muy sencill pantalén y chaqueta azul sin vivos ni vueltas, zapato y media blanca de algo- dén, sombrero redondo con gorra blanca y un capote de bayetén eran todas sus galas y atin todo esto, pobre y viejo. Es hombre de una estatura regular y robusta, de color bastante blanco, de muy buenas facciones, con la nariz algo aguilefia, pelo negro y con pocas canas; aparenta tener unos cuarenta: y ocho afios. Su conversacién tiene atractivos, habla quedo y pausado; no es facil Sorprenderlo con largos razonamientos, pues reduce Ia dificultad a pocas pa labras y leno de mucha experiencia tiene una previsién y un tino extraordina- ios. Conoce mucho el corazén humano, principalmente el de nuestros paisanos ¥ asi, no hay quien le iguale en el arte de manejarlos. Todos le rodean y le (1) Flavio Garcia. - Artigas en Vivo. Montevideo, 1976, (2) Nicolés, de Vedio. Mitre, “El menuserito” de. Mi ‘Apuniee, biogriticos sobre don Jooé. At sobre"Artioas® Buonos “Aires, woats® AT ‘on Marlano de Vedio ¥ 252 La revoluci6n por la libertad (1811) siguen con amor, no obstante que viven lado”. (2) desnudos y Ilenos de miseria a su A los 33 afios de edad en 1797, Artiga ; tado en las prdcticas ganaderas de la eRoee A PLATnTe nee ets fritorio y, sobre todo, de la compleja idiosincracia del hombre de fcined ya fuera peén, changador, gaucho, matrero, contrabandista o indio rebelde. En el citado afio de 1797 se organizé el Cuerpo de Blandengues des- tinado al cuidado de la frontera y el mantenimiento del orden en la cam- pafia. Artigas se incorporé al cuerpo de caballeria en calidad de soldado, ton varios compaiieros; lo hizo en Maldonado, en el mes de marzo y puso de manifiesto tanta diligencia y eficacia en sus funciones, que poco des- pués, en octubre, fue designado Capitan del Regimiento de Milicias de Caballeria de Montevideo cargo que ya habian desempefiado su padre y su abuelo. El nuevo jefe de milicias continu6, sin embargo, al mando de fuerzas de linea como eran los Blandengues y en enero de 1799 fue nom- brado Ayudante Mayor de ese Cuerpo con el grado de Teniente de linea. A principios del siglo XIX, Artigas fue designado Ayudante del ca- pitan de navio don Félix de Azara, eminente gedgrafo y sabio naturalista aragonés, quien, como hemos explicado anteriormente, viajé a la Banda Oriental para precisar las fronteras con los territorios de Portugal, pro- piciando una politica poblacionista para contener el avance de ese reino. En contacto con un hombre de cultura tan amplia tuvo Artigas posibilida- des de conocer nuevos aspectos, distintos planteamientos y procedimien- tos en materia social, politica y econémica. 7 El proyecto de Azara fracasé debido especialmente a la invasion portuguesa de 1801 sobre las Misiones Orientales; pero, la fundacién de poblaciones hispdnicas en la linea fronteriza con Brasil, mantuyo su vir gencia y permitié a su promotor escribir en ese momento la “Memoria sobre el estado rural del Rio de la Plata en 1801" con interesantes obser- vaciones y enfoques de la realidad del pais. En 1803, el gremio de hacendados pidio al virrey., marqués de So- bremonte, que nombrase a Artigas “Guardia General de la Campaha, debido a la eficacia con que venia actuando hasta el momento y por & confianza que inspiraban sus conocimientos, valor ¥ honradez. Seguin a Solicitud anterior de los hacendados al Cabildo, realizada en el aio 1798, “les Blandengues gente toda de campo acostumbrada ¢ Sut fatigas y les Gel caballo, serian mucho mas a propésito para cela ies ae viggcamPafia que la tropa soberana”. En timp) Ty paz se los Oem andistas gilar las guardias de la frontera, a perseguir bandidos y ropa yea contener a los indios, y en tiempo de guerra actuaban oon ea del Cberana: formando junto con los dragones a caballeria de elército, idié En el afio 1805, en su campamento de Tacuarembs ON itagrén. i@ para contraer matrimonio con su prima hermana Ra! licenci 0, 190, tartan, mats A. + vee do Marioiseo «Paya were 2 253 El casamiento se realizé el 31 de diciembre de ese mismo ajio y la nueva pareja se instal en Montevideo, en una pequefia casa ubicada en las inmediaciones de la capilla del Cordén. De esta uni6n naci6 un hijo, José Maria, quien habria de llegar a ser teniente coronel del Ejército Oriental, y dos nifias que fallecieron con pocos meses de vida. En esas circuns- tancias en 1809 la esposa de Artigas padecié un desequilibrio mental que la afectaria hasta su muerte ocurrida en 1824. Durante las invasiones inglesas Artigas actué con el Cuerpo de Blandengues integrando la guarnicién en diferentes lugares del territorio oriental. Desempefd cometidos de confianza en Buenos Aires e integré el nticleo militar en la defensa de Montevideo hasta la rendicién de la plaza, en que logré evadirse de la ciudad conquistada para encargarse de la custodia y garantia de los restos del territorio espafiol en la Banda Oriental. Después de alejarse las fuerzas inglesas del Rio de la Plata, Fran- cisco J. de Elio, como gobernador de Montevideo, agregé a las funciones ya habituales de Artigas en la campaiia, otra investidura como magistrado con competencia en materia de tierras fiscales. Por ella se le faculté para que cuando se presentaran vecinos solicitando establecerse en terrenos realengos en el norte del rio Negro, los pusiera en posesién legitima de los mismos y los proveyera de un certificado que acreditara la donacién. El procedimiento constituia un nuevo ensayo en el problema del “arreglo de los campos” y vinculé a Artigas, como ejecutor responsable, en una importante experiencia agraria. Cuando el pronunciamiento de Mayo en Buenos Aires, continué a las érdenes de las autoridades regentistas de Montevideo y a la llegada a esta ciudad de Francisco Javier de Elio, como virrey del Rio de la Plata, fue trasladado a la Colonia a las 6rdenes del brigadier Vicente M. de Muesas. Alli el sacerdote José Maria Enriquez de la Pefia, parroco de la ciudad € intimo amigo suyo, ejercié su influencia para hacerlo incorporar al movimiento juntista bonaerense. El comandante José Salazar,.informando el hecho ante el Ministro de la Marina del gobierno de la Regencia con fecha del 10 de mayo de 1810, sefialaba: “Artigas era el coquito de toda la campafia, el nifio mimado de los Jefes, Porque para todo apuro lo llamaban y se estaba seguro del buen éxito, porque tiene un extraordinario conocimiento de la campafia como nacido y criado en ella, en continuas comisiones contra ladrones, portugueses, etc.; ademas esté muy emparentado, y en suma, en diciendo Artigas en la campafia todos tiem- lan...” En febrero de 1811 Artigas ofrecié sus servicios a la Junta Provi- sional de Buenos Aires que los acepté de inmediato. Tenia entonces 47 afios. Volvié al territorio nacional en abril de 1811 cruzando el rio Uru- guay y desembarcando en la costa de Paysandu. En seguida emitié “la pro~ clama de Mercedes” y asumié el mando de las fuerzas orientales levan- tadas contra las autoridades de Montevideo para imponer la libertad. Como consecuencia del triunfo de Las Piedras, su figura logré mayor volumen y la Junta de Buenos Aires le ascendié a Coronel, y lo distinguié obse- quidndole una espada de honor. 254 Capitulo 2 Defensa de la Soberania Particular de los Pueblos MANIFESTACION DE UNA MENTALIDAD AUTONOMISTA EN LA BANDA ORIENTAL Después de la batalla de Frey Elio la entrega de M Las Piedras el jefe oriental intimé al vi- asi el derramamiento de lontevideo a fin de suspender la lucha y evitar sangre. Sr. Don Fernando VII y la conservacion e integridad de estos Preciosos dominios, de la que es una Parte ese pueblo”, evidenciando que el levan- tamiento por la libertad, en la Banda Oriental, se orientaba de con la Junta Grande Buenos Aires y sin definir todavia one emancipadora frente a las autoridades de Espafia. infiiy Bpoca Libertadora Las fuerzas militares de la plaza sitiada contaban con un efectivo de unos 1.500 hombres. La muralla, la Ciudadela y el fuerte de San José estaban provistos de 171 cafiones, 11 morteros y 5 obuses; en la isla de Ratas habia 10 cafiones y en la fortaleza del Cerro, dos, de grueso calibre, Pero, el elemento fundamental del poderio de la ciudad de Montevideo descansaba en sus fuerzas navales, constituidas por una flotilla armada con 180 cafiones y unos 1.300 hombres. Montevideo no era una plaza in- conquistable, pero mientras pudiera dominar el camino del mar constituia un bastién dificil de vencer para las fuerzas revolucionarias por ese en- tonces solamente terrestres, casi desprovistas de artilleria e inexpertas en la técnica de asaltar fortificaciones. El virrey Elio en Montevideo, viendo que era imposible vencer al ejército juntista y romper el cerco, pidid ayuda militar a la Corte portu- guesa de Rio de Janeiro. Esta, que no olvidaba sus anhelos expansivos, no perdio esta oportunidad y envio un ejército a las ordenes de Diego de Souza, que estableci en Bagé su cuartel general en los primeros dias del mes de julio. El historiador inglés Dr. Street sefiala: “la cuestién de la interven- cién portuguesa se convirtié en una pugna donde intervenian cuatro par- tes interesadas: los portugueses, que querian extender las fronteras del Brasil hasta el Rio de la Plata, tomando como pretexto lo que ellos Ilama- ban la “Jacobina” inquietud en las provincias del Plata; los espafoles de Montevideo, apoyados por los diplomaticos espafioles de Rio de Janeiro, que trataban de ganarse la ayuda portuguesa para someter a los “insu- rrectos”, en la esperanza de poder hacer que los portugueses se retiraran luego de cumplidos sus propésitos; los patriotas de Buenos Aires, que trataban de detener la agresién portuguesa acogiéndose a la amistad pro- tectora de Inglaterra; y finalmente Inglaterra, representada por Strangford, que protegia los intereses espafioles en la regidn manteniendo a los por- tugueses firmemente a raya frente a la Banda Oriental”. (') Las fuerzas invasoras portuguesas, denominadas “ejército pacifi- cador de la Banda Oriental”, contaban con unos 4.500 hombres dirigidos por los generales Manuel Marquez de Souza y Joaquin J. Curado. La pe- netracién se realiz6 en la regién del este del territorio oriental, donde fueron ocupadas la villa de Melo (julio), la fortaleza de Santa Teresa (se- tiembre), Rocha (setiembre), San Carlos (octubre) y Maldonado (octubre). Desde Santa Teresa, diferentes nuicleos del ejército portugués se dirigie- ron hacia el centro del pais preparando el ataque contra las fuerzas que sitiaban Montevideo. Por el oeste la linea de penetracién se realiz6 a lo largo del rio Uruguay hasta la zona de Paysanda (agosto) meee Sone ne e[2,cumamente dificil, tanto para los sitiados en Mon platense oe valerian fereites sitiadores. La causa revolucionaria, rio pistengelse,vela iffeultada por la intervencién de Portugal y por la situa cere rande, que tenia graves problemas econémicos ¥ Cuyo ejército en el Alto Peri acababa de sufrir la derrota de Huaqui- Pentre de Montevideo Ia situacién también era critica por la cantidad de lefensores que se pasaban al campo sitiador, la escasez de alimentos ¥ (9) John Street. - Artigas y 1a emancipacién. del Uruguay. Montevideo, 1967. 256 La defensa de la soberania particular de los pueblos (1811 - 1813) Por las pestes que diezmaban la poblacién. Para contrarrestar inconve- nientes las autoridades montevideanas habian expulsado de la plaza a una treintena de familias vinculadas con los sitiadores y a los religiosos del Convento de San Francisco, considerados entre los sacerdotes partidarios del movimiento juntista, de los que ya Salazar habia informado al gobi no de Espafa: “son los que mas parte han tomado en esta Revoluciéi En la lista de las familias expulsadas figuran, entre otros, los nom- bres de Juan Trapani, Mateo Vidal, Antonio Pereyra, Dr. Nicolas Herrera, Bruno Méndez, Geronimo Bianqui, ademas de la propia familia de Artigas y la de Juan Francisco Garcia de Zuniga. En Rio de Janeiro, el ministro britanico lord Strangford, siguiendo las presiones de su gobierno, que se oponia a que el norte platense Pasara al dominio portugués, trabajaba en la realizacién de un armisticio entre la Junta Grande de Buenos Aires y las autoridades de Montevideo. Los fines de la diplomacia inglesa eran claros: restablecer la paz entre los gobiernos platenses, impedir fricciones politicas capaces de pro- vocar desavenencias dentro de la alianza europea anglo - hispano - lusita- na, asegurar el mantenimiento de los auxilios econémicos a Espafia en guerra contra Napoleén y dejar expeditos los medios para que pudiera desarrollarse el trafico mercantil. El Consejo de Regencia en Espafa, en- terado de esta linea politica, le dio su aprobacién. Después de numerosas gestiones fallidas entre el gobierno de Buenos Aires y el de Montevideo, la Junta Grande consiguié que el virrey Elio enviara a Buenos Aires una comisién de paz con amplias facultades. De inmediato, el 2 de setiembre, se logré establecer un acuerdo preli- minar de paz sobre la base de la suspensién de las hostilidades, el reco- nocimiento por parte de la Junta Grande del Consejo de Regencia espa- fiol y, por parte del virrey Elio, de la autoridad de la Junta bonaerense. EI problema importante a resolver todavia era el de la jurisdiccién de los gobiernos de Buenos Aires y de Montevideo. En una primera etapa de las negociaciones se acordo circunseribir la jurisdiccién del gobierno de Elio a los limites propios de la gobernacién de Montevideo, luego se convino extenderla a toda la Banda Oriental, pero, para el Cabildo de Buenos Aires, reunido el 3 de setiembre, debia limitarse “tnicamente dentro de aquella plaza y en lo que alcance un tiro de cafién, por no ser propio ni regular que se entreguen bajo su dominacién a tantos vecinos y habitantes que, poseidos del mas puro patriotismo, se han declarado por la justa causa, de lo que podrian resultar consecuencias demasiado tristes”. Poco después todos los que habian intervenido en las negociaciones pasaron a Montevideo a continuar las tratativas y se suspendieron las hostilidades. } Las fuerzas orientales, que inicialmente habian acampado en el Cerrito y luego se trasladaron a la zona del Cord6n, observaban con aten- cién los resultados de las gestiones en curso. El conocimiento de mismas provoc6 intranquilidad y alarma entre esos nucleos patric hacerse evidente la gravedad del problema y la prescinden ellos hacfan los negociadores. 3 Primeras asambleas orientales Artigas, jefe de los orientales Las tratativas para establecer un acuerdo pacifico entre las autori- dades de Montevideo y Buenos Aires se realizaron por intermedio de re- presentantes de los dos gobiernos en lucha y sin la consulta ni la inter- vencién del pueblo oriental. Este comprendia los motivos existentes para detener la guerra, pero sentia un creciente disgusto ante la evolucién de las negociaciones, sus graves consecuencias y la prescindencia de que era objeto. En conocimiento de este malestar, Rondeau, con el acuerdo de los comisionados bonaerenses, convocd una asamblea con el vecin- dario en armas para considerar los problemas e intereses comunes. Todo induce a afirmar que la reunion se celebr6 el dia 10 de se- tiembre en el Cuartel General de Rondeau en la llamada “Panaderia de Vidal”, situada en el lugar donde hoy se cruzan las calles Joaquin Reque- na y Pedernal. Se presume que la asamblea se integré con mas de cien vecinos de significacién en la Banda Oriental y los diputados del gobierno de Buenos Aires. Los comisionados portenios expusieron ante esta prime- ra asamblea de vecinos las causas de la concertacién del tratado con Elio, aduciendo los serios contrastes del ejército revolucionario en el Alto Perd y Paraguay, el peligro que entrafaba la invasion portuguesa y, como consecuencia, la necesidad de levantar por el momento el sitio de Mon- tevideo y retirar las fuerzas bonaerenses de la Banda Oriental. Ante los argumentos de los comisionados, los orientales, en espontdnea reaccion, ofrecieron continuar el sitio por su propia cuenta. Con el apoyo de Ron- deau lograron que el sitio no fuera levantado hasta que los enviados por- tefios explicaran a su gobierno la decision de los orientales reunidos en asamblea. La actitud de los orientales debid haber influido en el animo de los emisarios portefios, porque hubo un alto en la negociacién que el 12 de setiembre intentaron realizar los delegados de Elio y los represen- tantes de Buenos Aires en la quinta de Masini, la cual tuvo resultados negativos. El propio Elio atribuyé el contraste a la decidida intervencion oriental. La asamblea de la “Panaderia de Vidal” Cia, porque, a pesar de no estar capacitada gestion6 una dilatoria y evidencié la aparicion lista oriental; fue la primera vez que el vecind asus bembres mas representativos, manifesté a evolucién de los acontecimi 6 ence gegunda rounién do orientate Indo Ta Guin ae Ie Renee te bre del mismo ajio. En efecto: la grave situacién de la revolucién riopla- a: causa, de los problemas militares en Alto Perd y la Banda Orien- oes Heer easeubal ce que se produjo en Buenos Aires. de los diputados de las pro incias dol ieee ea incortoerae Biro, decat a 20 de atone Gg, uma Progra Go Ejecutivo integrado por tres vocales 6 it Biernioh y tres secretarios sin voto. Este ¥ 20 Integré con fea reertrar el poder, fue llamado. Primer Trlunvi ‘880, Feliciano Chiclana y Manuel de Sar tiene especial trascenden- ario en armas, escuchando su voluntad y sus derechos. La defensa de la soberanfa particular de los pueblos (1811 - 1813) tea, siendo secretarios Vicente Lopez, Bernardino Rivadavia y José Julian Pérez. Los diputados de la Junta Grande pasaron a formar la Junta Con- servadora de la Soberania de Fernando VIl. Debemos entender que el Triunvirato y la Junta fueron dos Poderes antagénicos. El primero fue esen- cialmente centralizador y persiguid el predominio de Buenos Aires; en tanto la segunda por su propia integracién era descentralizadora y tendia a la igualdad de derechos entre todas las provincias. De acuerdo al “Es- tatuto Provisional del Gobierno Superior de las Provincias Unidas del Rio de la Plata a nombre del sefior don Fernando VII" dictado por Rivadavia en noviembre de 1811, el Triunvirato duraria hasta la apertura del Congre- so General que estableceria la forma definitiva de gobierno. El nuevo organo de gobierno reanudé las gestiones de paz con el virrey Elfo por intermedio de su secretario el Dr. José Julian Pérez, que convino con el virrey en que el sitio de Montevideo se levantaria para realizar luego un armisticio formal EI 7 de octubre de 1811, José Acevedo y Salazar y Antonio Garfias, hombres de la confianza de Elio, convinieron con el Dr. José Julién Pérez un acuerdo preliminar, que con algunas variantes, habria de ser el defi. nitivo. En él se establecia ci levantamiento del sitio de Montevideo, la evacuacién total de la Banda Oriental por parte de los ejércitos revolu- cionarios, la aceptacién de la autoridad del virrey sobre toda ella, el re- conocimiento de Fernando Vil y el de la unidad indivisible de la Nacién espaiiola. De nuevo no se consultaba la opinién ni se solicitaba el consenti- miento de los orientales, aunque los términos del tratado comprometian el destino de los mismos. En la linea sitiadora se tuvo conocimiento de las condiciones del armisticio y por inspiracién de Artigas y de su primo y Secretario Miguel Barreyro, se elevé una peticion escrita ante José Ron- deau solicitando no se procediera a la conclusién de los tratados sin anuencia de los orientales cuya suerte era la que se iba a decidir. Eso dio lugar a la reunién de otra asamblea informal de ciudadanos efectuada por el mismo Rondeau y el representante portefio Dr. José Julidn Pérez, en el cuartel general del campo sitiador que era en ese momento la quin ta llamada de “La Paraguaya”, ubicada en las proximidades del actual cruce de las avenidas 8 de Octubre y Garibaldi. La asamblea, convocada para el 10 de octubre, se realizé con la in- tervencién del Dr. Pérez y de los vecinos que ya habian integrado la asamblea anterior. EI resultado final de la reunion fue la aceptacién por Parte de los orientales de! levantamiento del sitio de Montevideo; pero no de las dems condiciones que establecia el armisticio con el virrey Elio. A continuacién y ante el mismo representante del gobierno de Bue- nos Aires, los orientales, sintiéndose abandonados a si mismos, proce. dieron a designar al coronel José Artigas para la jefatura del movimiento, con el titulo de “General y Jefe de los Orientales”. Refirigndose a estos acontecimientos ocurridos en la Quinta de la Paraguaya, expresaba Arti. gas dos meses mas tarde: “Seguidamente representaron los ciudadanos que de ninguna manera po- dian serle admisibles los articulos de la negociacién; que el ejército auxiliador Tetornase a la capital si asi se lo ordenaba aquella superioridad; y declaréndome 259 Bpoca’ Libertadora ‘su general en jefe protestaron no dejar la guerra en esta Banda, hasta extin. guir de ella a sus opresores 0 morir dando con su sangre el mayor triunfo 4 la libertad”. (1) La designaci6n de que fue objeto Artigas como General en Jefe de los Orientales iba a adquirir su total contenido definitorio en una asam. blea inmediatamente posterior, realizada el 23 de octubre en el Paso de la Arena en las proximidades del rio San José, con la presencia del pue- blo unido a su alrededor. El armisticio y el Exodo del Pueblo Oriental El armisticio entre Elfo y el primer Triunvirato de Buenos Aires qued6 concertado en Montevideo el 20 de octubre de 1811. Elio lo ratificd el 21 y el Triunvirato el dia 24. En sus cldusulas establecia que: “...las partes contratantes, a nombre de todos los habitantes sujetos @ su mando, protestan solemnemente que no reconocen, ni reconocerén jamés otro soberano que al sefior don Fernando Vil y sus hijos legitimos, sucesores y descendientes; que las tropas de Buenos Aires desocupardn enteramente la Banda Oriental del Rio de la Plata hasta el Uruguay, sin que en toda ella se reconozca otra autoridad que la del Exmo. Sr. Virrey y que los Pueblos del Arroyo de la China, Gualeguay, Gualeguaychi, situados entre Rios, quedarén de la propia suerte sujetos al Exmo. sefior Virrey y al de la Exma. Junta los demas Pueblos”. El Triunvirato bonaerense se prestar ayuda econémica a Es| ciendo asf a las autoridades e: fuerzas portuguesas se retirar: puerto de Buenos Aires. A | prestarse ayuda en caso de La diplomacia inglesa, ford influyé en los hombres comprometia, por dicho armisticio, @ pafia en la guerra contra Napoleén recono- Spaiiolas; el virrey, por su parte, a que las ‘an y al cese del bloqueo de los rios y del ja vez, ambas partes quedaban obligadas @ ataque de una potencia extranjera (Portugal). » Fepresentada en la persona de lord Strang” de la corte de Rio de Janeiro y en los diri- Gran Bretafe toga ee, Montevideo Para hacer efectivo el armisti una im 16) ‘irrei ue pla Great droits ison dere et wirenata el Por 4 fondeau levants el sitio de Monte ie lontevideo el 12 de octubre de 1811, antes de la concertacién formal del armisticio: Artigas tise ie mismo Y 8° ea eee el Cellrareiey iioetaeeeet 260 Za detensa de Ia soberanta. particular de los pueblos (1811 - 1813) retiré con su ejército hacia el Paso de la Arena del arroyo de Pintos, Proximo a su desembocadura en el rio San José, donde recibié la noticia de que el gobierno de Buenos Aires habia ratificado el armisticio aban- donando la Banda Oriental bajo el gobierno del virrey Elio. La conmocion Provocada por esta noticia fue penosa e intensa; las milicias armadas y la poblacion que las acompajiaba se sintieron abandonadas, sin recursos, entregadas solo a si mismas. Esto motivé la reunién espontanea de una pueva asamblea entre orientales, realizada el 23 de octubre en el Paso de la Arena, donde se manifesté la voluntad general de rechazar el armisti- Cio, continuar la guerra y emigrar abandonando el pais "trasladéndose con Sus familias @ cualquier punto donde puedan ser libres, a pesar de traba- jos, miserias y toda clase de males”, eC) La Asamblea del Paso de la Aren: los jefes orientales en oficio diri se expres6: a fue debidamente explicitada por igido al Cabildo de Buenos Aires donde “Alli obligados por el tratado convencional del Superior Gobierno quedé Toto el lazo (nunca expreso) que ligé a él nuestra obediencia y alli, sin darla al de Montevideo, celebramos el acto solemne, sacrosanto siempre, de una Constitucién social, erigiéndonos una cabeza en la persona de nuestro dignisi- mo conciudadano don José Artigas, para el orden militar de que necesité- bamos"™. (2) Refiriéndose a esta fecha histérica, coyuntural, Artigas escribe en su conocida nota al gobierno del Paraguay: “...pero acaso ignoraba (Elio) que los orientales habian jurado en lo hondo de su corazén un odio irreconciliable, un odio eterno, a toda clase de tirania; que nada era peor para ellos que haber de humillarse de nuevo, y gue afrontarian la muerte misma antes de degradarse del titulo de ciudadance que habian sellado con su sangre; ignoraba sin duda el gobierno, hasta donde se elevaban estos sentimientos, y por desgracia fatal, no tenian en él los orien- tales un representante de sus derechos imprescriptibles; sus votos no habtan podido llegar puros hasta alli, ni era calculable una resolucién que casi podria lamarse desesperada; entonces el Tratado se ratificé y el dia 23, vino". Desde el Paso de la Arena la retirada militar se convirtié en un movimiento emigratorio de todo el pueblo oriental que acompafié al ejér- cito en reaccién al armisticio de octubre y como unica manera de colo- carse bajo su proteccién. En este acto de sacrificio se manifesto la uni. dad organica del pueblo oriental, con conciencia de integrar una comuni- dad politica duefia de decidir sobre su destino particular. Ratificando el movimiento emigratorio, a fines de octubre, desde su Cuartel General en el arroyo Monz6n, comunicod José Rondeau al go- bierno de Buenos Aires: (1 Oficio de Artigas a 1a Junta del Paraguay ya citedo, sone, Bee Mr er Pt De iodolfo Fonseca Mufioz. La Diplomacia de la Patrla Viele 261 spoca Libertadora “Creo mi deber manifestar a usted el estado de desolacién en que queda esta campaiia y la consternacién que causa ver toda ella hecha un desierto. Me aseguran que pueblos de numeroso vecindario se abandonan sin quedar en ellos un solo hombre, De todos puntos de la campafa se replegan familias al Ejército sin que basten persuaciones a contenerlas en sus casas..." (1) Este fue el fin del primer sitio de Montevideo. El ejército y el pueblo oriental, en uso de su propia soberania, con un jefe a la cabeza, D. José Artigas, inicid la marcha de la emigracién, llamada mas adelante “EL Exodo”. EI Exodo del pueblo oriental 0, mejor atin, la “redota” (palabra con que la poblacién gaucha sefialé la amargura de sentirse derrotados) cons- tituye uno de los hechos més significativos de nuestra historia. El pueblo de la Banda Oriental, que no acepté “el armisticio de octubre” firmado por el Triunvirato, emigré a la costa occidental del rio Uruguay para no quedar bajo la autoridad de Elio y escapar a los ataques y abusos de las fuerzas invasoras portuguesas, haciendo una clara demostracion de su conciencia de integrar una comunidad politica auténoma y de su confian- za en la persona del conductor que, espontaneamente, habia designado. Esta determinacién provocara, por evolucién de los acontecimien- tos, la consolidacién de la jefatura de Artigas en la Banda Oriental, la propagacién de su influencia sobre toda la Mesopotamia argentina y, pos- teriormente, la separacién definitiva de la Provincia Oriental de las Pro- vincias Unidas del Rio de la Plata. Después del levantamiento del sitio de Montevideo, el gobierno de Buenos Aires habia nombrado a Artigas teniente gobernador del departa- mento de Yapey en la zona de Misiones, sobre la margen derecha del rio Uruguay, y el periddico oficial "La Gaceta” empezo a Ilamarle general ain cuando’ més tarde se le discutiera el grado. Artigas recibié el nom- bramiento y parti al frente del ejército a Yapeyu. A fines de octubre, cuando se inicié la marcha, todo el pueblo oriental en forma espontanea comenz6 a seguirlo abandonando sus hogares y buscando en él protec- cién y seguridad. El dia 31 de octubre de 1811, al llegar al arro 6 , yo Monzén (al sur tal erations de Soriano), los orientales perdieron el contacto con clérelte al pases comandadas por Rondeau; éste se dirigié con su Buenos Aires. Avt ‘auce (hoy Juan Lacaze), desde donde embarc6 para euanos Aires. Artigas con una imponente caravana de dieciséis mil per- onas, formada por hacendados ricos y familias pobres, con mujeres nifios, ancianos y esclavos, con los di ; tomé por el paso del Yona Pocos enseres que podian transportar, noviembre y continud | peyd en el rio Negro entre los dias 11 y 15 de luego por la costa del Uruguay. El 7 de diciembre Hegaron al Daymén y alreded ele daar ededor del 10, los emigrados iniciaron el cruce del rio Uru e hasta fines ‘del moe. el Salto Chico, en una operacién que se prolongs (1) Oficio de José Rondeau al gobierno de Buenos Aires el 29 de octubre de 181 262 La defensa de la soberanfa particular de los pueblos (1811 - 1813) Antes de cruzar el rio Uruguay, Artigas dispuso se redactara una lista o Padrén de las familias que integraban el nucleo de emigrantes. Se debian anotar los nombres de los jefes de familia, padre y madre, el numero de hijos que llevaban consigo, destacando si eran mujeres 0 va- rones y éstos si eran mayores o menores de edad. Ademas el numero de esclavos que acompafiaban a cada familia, si los tenfan, el numero de carruajes, en caso de poseerlos, pues habia muchas que carecian de ellos y marchaban a caballo o a pie. El Padron de las Familias Orientales re- gistr6, a fines de 1811, 4.426 personas y 847 carretas; no se anotaron en él los patriotas que integraban el ejército oriental y que sumaban unos 6.000 hombres, ni los grupos de carretas rezagadas 0 las que venian difi- cultosamente desde lugares muy alejados. Con ellos y los hombres suel- tos encargados de distintos tipos de tareas, se considera que el Exodo reunié, aproximadamente, unas 16,000 personas. La redaccién de este padrén revela ya en Artigas y en los hombres de su circulo mas cercano, mentalidad y capacidad organizativa y de or- den, bases cientificas en el desarrollo arménico de las comunidades hu- manas modernas. Después de cruzar el Uruguay y de realizar diversas marchas y recorridos, el pueblo y el ejército oriental terminaron por establecerse a orillas del arroyo Ayui en la costa occidental del rio Uruguay pocas leguas al norte de Salto. En ese paraje los emigrados acamparon buscando el amparo del monte, viviendo en las carretas 0 en chozas improvisadas, en medio de grandes necesidades y problemas de todo tipo durante gran parte del afio 1812. En tanto, en el territorio oriental, las consecuencias econémicas de la revolucién fueron desastrosas. Las acciones militares realizadas ha- bian provocado el empobrecimiento general del pais por la paralizacién del sistema de produccién y de su comercializacion. La guerra exigié a los revolucionarios fuertes contingentes humanos que debieron abandonar sus ocupaciones normales; al mismo tiempo, la organizacién de la defensa y el aprovisionamiento de Montevideo provocé la concentracién de contin- gentes similares y el arreo a la plaza de considerable numero de ganado. Los hacendados del sur de la Banda Oriental perdieron el mercado de colocacién de sus productos pecuarios y los saladeristas y comerciantes vieron paralizarse la industria del corambre y del tasajo que en las ultimas décadas del siglo XVIII habia logrado crecientes proporciones. El régimen impositivo indiano qued6 trabado y las rentas que obtenian las autorida- des se anularon. En la regién al norte del rio Negro los ganaderos aten- dieron el mercado que les ofreci6 el grupo de saladeros portugueses de Rio Grande del Sur en violento crecimento por la evolucién de la guerra oriental. La situacién econémica se vio todavia agravada por los merodea- dores, cuyos robos se hicieron frecuentes en estancias y poblados. y por los ejércitos portugueses, bonaerenses y atin el oriental en busca de ca- balladas y haciendas con que satisfacer las necesidades de las tropas. La suspensidn de las hostilidades por el armisticio de octubre de 1811 no mejoré la situacién. El pueblo oriental, en su retirada al Ayui, abandons las estancias y viviendas atreando su ganado y quemando todo 263 Epoca Libertadora lo que no podia llevar. La propiedad particular practicamente desaparecié, los ganados se mezclaron, huyeron o eran arreados; muchas tierras fue- ron ocupadas por nuevos hacendados o pobladores portugueses. Al aban. dono se sumaban los ataques y abusos realizados por partidas de las fuerzas militares portuguesas que dejaban convertido en un paramo los lugares por donde pasaban. Durante este exilio comenzaron los intentos de acercamiento de Artigas con la Junta del Paraguay, por consejo expreso del gobierno de Buenos Aires, pues el Triunvirato, por motivos econémicos y militares, necesitaba de esa provincia. Artigas, desde su campamento del Daymén, habfa enviado al capitan Juan Francisco Arias con la nota fechada en 7 de diciembre de 1811, en la cual proponia a la Junta paraguaya una defensa en conjunto contra los portugueses y en la que, como hemos visto, simul- téneamente daba cuenta a esa Junta de la revolucién oriental, del armis- ticio de octubre y de sus consecuencias. El gobierno asuncefio abrid las negociaciones contestando con el envio del comisionado capitan Francisco B. Laguardia y algunos auxilios. Laguardia, luego de la visita, comunicé a su gobierno, entre otras obser- vaciones interesantes: “Toda esta costa del Uruguay esté poblada de familias que salieron de Montevideo; unas bajo carretas, otras bajo los Arboles, y todas a la inclemen- cla del tiempo, pero con tanta conformidad y gusto, que causa admiracién y da ejemplo”. Al mismo tiempo, Artigas intenté vincularse con los pueblos de la banda occidental del rio Uruguay y con los principales caudillos de esos territorios. Los portugueses, mientras tanto, permanecian en el territorio orien- tal haciendo incursiones, devastando las poblaciones y no cumpliendo el compromiso de retirarse que habian contraido con Elio; el cual, el 18 de noviembre de 1811 habia regresado a Espafia dejando atras el desastre de su desacertada gestién gubernativa. ,, La cuestion militar planteada por la ocupacién lusitana sobre el territorio oriental fue considerada de esencial importancia por Artigas. El jefe oriental denuncié reiteradamente ante el gobierno bonaerense las tropelias de todo orden que se cometian sobre personas y bienes. y ad- Seats ue la ocupacién de esta Banda facilitaba la posible inva- ridad de la pal) eepraauey y constituia una amenaza para la segu- carat el campamento del Ayui el ejército y las familias orientales emigradas yermanecieron hasta fines de setiembre de 1812, en que CO Tulserie We rornton tos Para el regreso definitive. Las necesidades. aviackel ‘gobiorne ueron grandes y reducidos los auxilios que pudo le Buenos Aires. Las dificultades para el avitualla- mento, vestimenta, sanided, vivienda, asistencia religiosa, armamento de lapel Joade bosenugleron, en el Ayui, todavia mayores que durante ta marcha desde leo 0 las que se plantearon en el campamento 264 La defensa de la soberania particular de los pueblos (1811 - 1813) No obstante todas las necesidades y miserias se mantuvo integro el espiritu de unidad y Artigas logré poner en planta un hospital, una ar- meria y mantener rigurosa disciplina. El estoicismo del pueblo oriental en el exilio ha quedado reflejado en varias descripciones del campamento artiguista, entre ellas, la del comisionado bonaerense coronel Nicolas de Vedia, que regres6 a la antigua capital del virreinato ponderando la forma admirable y el orden con que se vivia en el campamento oriental. Dentro de esta heterogénea poblacién se realizaban praécticas judiciales, asam- bleas y juntas de vecinos para la resolucién de los distintos problemas de la misma comunidad; amén de una intensa actividad diplomatica con Paraguay y los caudillos de la banda occidental del rio Uruguay. En el informe que en marzo de 1812 envia a la Junta Gubernativa del Paraguay el ya citado comisionado de la misma al Ayui, capitan Francisco Laguar- dia, sobre la situacién del ejército y del pueblo oriental en el exilio, en- contramos un documento histérico invalorable escrito por un personaje que convivid con Artigas y su pueblo en el campamento. Comenta que el ejército estaba bien armado, que lo integraban casi 5.000 soldados munidos de fusiles, carabinas y lanzas, cuatrocientos cha- rrGas armados con flechas y bolas, ademas de Compajiias formadas de indios en los pueblos costeros y en Yapeyti, mucha pélvora y uniformes, dinero y otras armas remitidos de Buenos Aires: agrega que: “La tropa es buena, bien disciplinada y toda gente aguerrida, la mayor Parte compuesta de los famosos salteadores y gauchos que corsaron estos campos, pero subordinados al general y tan endiosados en él que estoy en que no han de admitir a otro jefe, en caso que Buenos Aires quiera sustituir a éste”. En otros parrafos comunica a su gobierno que Artigas: “Es hombre de entera probidad, paraguayo en su sistema y pensamiento, y tan adicto a la Provincia (del Paraguay) que protesta guardar la unién con ella atin rompiendo con Buenos Aires ...principalmente halléndose persuadido que unido este ejército con el Paraguay se hard esta Banda inconquistable”. (1) En junio de 1812 el jefe portugués Joaquin de Oliveira Alvarez, ene- migo de Artigas, escribe al general Diego de Souza, Director de las’ Ope- raciones de invasin a la Banda Oriental: “Se observa un gran nimero de carretas. Los ejercicios de artilleria al blanco son frecuentes. Un dia de estos me propongo observarlo més circuns- tanciadamente, cuando perciba que hay ejercicios. Las tropas que se han visto, al menos formalmente, estén completamente equipadas y armadas, tienen ban- dera y los oficiales que hasta ahora pasaron a este lado se desenvuelven con mucha accién y actéan con cortesia’. En el Ayui, Artigas empezé a manifestar un plan politico republi- Cano federal que preocupé al gobierno centralista de Buenos Aires y lo indujo a adoptar ciertas actitudes para reducir su influencia. Paraguay"), Notlcia det ejército oriental informacion del capitén Francisco Laguardia para la Junta del "yen marzo 9 de 1812. 265

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