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Jacques Maritain CLASICOS DEL PENSAMIENTO Colecén dg por Jacobo Muioz TRES REFORMADORES LUTERO « DESCARTES « ROUSSEAU Edicién de Juan Manuel Forte BIBLIOTECA NUEVA grupo edtorial siglo veintiuno siglo 204 editores, 6. a. de 6. v. siglo 234 editores, s. eon ae mevar eres ean ee, *. Si aeosares cc salto de pagina, biblioteca nueva, s. 1 {NDICE eta een SES oona coe Sunoco ~einamoracer editorial anthropos / nario, s. 1. eon 2 ata rome ee (Cubierta: Dsegraf Soluciones Grificas,, 1, © Floral iboece Nur, Madd 2011 28010 Madea “wnnbiblioteanueraes editoralabiblioncancevacs ISBN: 978-84.9940-247-5 Depésito Lega M-43.9622011 soe Tp Paes Phas 6.1. npn oo aa Sy SEE mencioasdos puede eo cosa propiedad Intcecal ara 270 sp, Cdign Ras oh ela por el spendelor aos Inrropucci6w 1. Laureles y conjuras 2. El camino de Damasco y la philosophia perennis 3. Modernos y reformadores.. BreuiocRaria .. Obras de Maritain, Obras sobre Maritain .. Croxorocta ‘TRES REFORMADORES 2. Un drama espiritual 3, El individuo y la persona 4, Inteligencia y voluntad .... 5. El principio de la inmanencia Th, Descareres 0 1A ENCARNACION DEL ANGEL 1, Larevelacién cartesiana . 2. El angel y la razén .. 3, Continuacién y fin u 1B 29 35 51 53 37 59 2 93 95 105 119) 135, 141 143, 145 169 10 Jacques Mazrtarn ITIL. Rousseau, Juan JAconO © EL SANTO DE LA NATURALEZA . 1. Elsanto 2. Lasoledad y la ciudad 2.1, La naturleza . 2.2. Lallibertad. 2.3. La igualdad.. 2A. El problema politico 2.5. El contrato social 2.6. La voluntad general 27. Laley.. » 2.8. El pueblo soberano 2.9: El legislador.. 3. El cristianismo corrompido v7 179 205 212 214 215, 217 218 219 220 221 223 225 249 INTRODUCCION 1, LaurELes y conyuras Si Julien Green (remedando una obra de Léon Bloy) apo- dé a Maritain el «caballero del absoluto», el propio pensador francés ensay6 también definiciones de s{ mismo. Se pre- senta, por ejemplo, como un «mendigo del cielo disfraza- do de hombre del siglo» (en su Cuaderno de notas). Yen el libro més importante de su dltima etapa se autorretrata como un . En Ja primera pégina podemos leer la siguiente con- signa: «Formidable alegato del gran escritor francés Jacques Maritain contra la pretendida “guerra santa” de los militares espatioles sublevados en contra del Gobierno legitimo de la -ptiblica.» Pocos meses después, Maritain incluirfa la par- t€ central de aquel articulo francés (con algunos afiadidos) como prefacio al libro de Alfredo Mendizdbal Aue origenes dune tragédie. All{ Maritain apoyaba sin ambages las poco tructiferas propuestas de pacificacién y negociacién promo- 5 A, Aréstegui, Una conjure espaild contra Maritain, Granada, Seut 1952, pgs. 21-22, 20 Jean Manus Fort Intaopucci6n a ‘dé la sublevaci6n y de la guerra nacional; en verdad, «la més “sania que registra la historia». Menéndez-Reigada recordaba je el fin primordial del Frente Popular, del bolchevis- del marxismo y de todos sus aliados no era otra cosa que iera'a Dios y la destruccién de la cristiandad, por lo que jdetra que libraba el Bando Nacional bien podia tenerse por santa y mds que santa. De manera que la posicién neu- | cal y-pacificadora de Maritain, que pretendia denunciar los ;ces08 de ambos bandos, se le antojaba al dominico espaol ppacto con Belial una mezcla insufrible y blasfema, la ‘ipstitucién de la cristianad histérica a manos del «mons- lio inaterialistan. Este apareamiento contra natura no podia producir nada bueno, sino un engendro a modo de «Cristo, hnben la cruz, sino adornado con la hoz y el martillo, o con atzidngulo y el mandib>*. “Que al afio siguiente Serrano Sufier designara a Maritain comd un bilioso enemigo «més poderoso que el ejército, ‘més poderoso que el socialismo y el comunismo»® estaba en petfecta consonancia con este estado de cosas: al fin y al cibo,'no eran ya los consabidos socialistas 0 bolcheviques, sino’nada menios que un catélico vomista el que se atrevia aiponer en cuesti6n la legitimidad moral y doctrinal de la éétiizada». ‘@aLa animadversién que ciertos sectores espafioles profe- | Siroti’a Maritain durante los primeras afios del franquismo vidas por el profésor Mendizébal para acabar con la guerrai El filésofo francés, quien, para decislo todo, tampoco ahorr criticas al bando republicano, no entraba en la cuesti6n de la Jegitimidad moral del alzamiento militar, esto es, la cuestié: de si se trataba o no de tna «guerra justa», pero en todo & negaba categoricamente que pudiera hablarse de una «guen santay, como pretendian religiosos como el dominico Ign! cio Gonzalez Menéndez-Reigada (citado explicitamente et el texto de Maritain). La tesis basica del prefacio era que sol en culturas construidas en torno a la religién y lo, sagrad esto es, solo en sociedades teocrsticas (el antiguo pucbl. hebreo, la cristiandad y el islamismo medieval), podfa tene algiin sentido hablar de guerra santa, un sentido perdid pata siempre en civilizaciones esencialmente profanas, en! que, como las contemporineas y occidentales, lo «tempo: esté netamente diferenciado de lo espitituab’. ‘Pero Maritain iba mucho més all4: no solo criticaba la ik gftima santificacién de la guerra, sino que recordaba tambié Is legitimas «aspiraciones de un pucblo a una vida social politica en mayor conformidad con la dignidad de las perso: bres ede salir de un injusto estado de miseria y sus esp de alcanzar las libertades que les hagan més hospitalaria ciudad temporal», todo ello en jaque «por los prejuicios reflejos'de clase de parte de eatamentos privilcgiados len de desprecio por él [el pueblo espafiol], despreocupados por la justicia social, y que confunden sus ventajas materiale con todo lo que pueda haber de santo»’. ‘As{ las cosis, el propio Menéndez-Reigada no tardarfa responder a Maritain con otro articulo en el que reiteral con el apoyo de las altas esferas del clero espafol, la santic ‘L-Gonzilez Menénder-Reigada, Acerca de la eguera sansa, Comercial aniina, Salamanca, 1937, pég. 25. El folleto s en realidad una repro- ietiba del arioulo publicado en La ciencia Tomita (nun. 56 de 1937), al 2 afiaden los testimonios de la postive acogida que tavo el articulo a Alf propésico de a sancificacién de le guerra. Ente estos testimonios desracan los ‘acetal y arzobispo de Toledo Isidro Goma y José Maria Gil Robles. “9 -‘Martan, en na entrevista para a revista americana Commonealh ‘dpoidi6 con bastante sentido del humor a las extravagantes acusaciones (Gees; cfrancmasén, ecomunista») de Serrano Sufer (cf. Thieulloy, Le Chédlir de Vabsol ed. cit. pig, 218). 6 J, Matiain, «Prefaces, Aus origenes d'une rragédi, Pais, De Brows 1937, pgs. 36-38. 7 Thid., pags. 12-13. 2 Juass Maxuet Foxe Inropucciéy 23 pire'individuo (dependiente del todo y orientado al bien ‘min social y politico) y persona (relativamente auténoma ly brientada directamente a Dios), operada por Maritain, le _porecis a De Konnick poco compatible con santo Tomés, : one la interpretacién analégica de la personalidad 0a Dios y los angeles) que el fil6sofo francés habla Rriefndido: Segin este ileimo, en cuanto individuo, el honi- pie esté subordinado a la comunidad; en cuanto persona, es Ageotmunidad la que se debe subordinar al hombre. De Kon- ‘hick feplicaba que, al menos segiin santo Tomis, el hombre ‘fi podia entenderse més que como una parte subordinada Teas nacara (el Universe), socal (a comunidad, ol Esta- sdo)'ottrascendente (la Iglesia). En cualquier caso, la critica dee Konnick tenfa un formato marcadamente doctrinal y ‘atadémico. Se trataba bésicamente de desmontar una falsa ntexpretacién (personalista) de los escritos de santo ‘Toms, ‘sin mieticionar expresamente a Maritain, aunque era eviden- qué él era el blanco de una critica que apuntaba a las secuencias précticas de ese concepto de persona «orde- ‘add directamente a Dios», antesala de lo que parecta ser un ‘proyecto de «individualismo catdlico» que hacia superflua la liacibn institucional de la Iglesia y el Estado en lo que al negocio de la salvacidn se refiere. Mucho més directo y brusco en sus criticas hallamos a julio: Meinville, quien dos afios después de De Konnick inicia es algo més que sabido y ha sido narrada en numeros ocasiones"”. Ciertamente los motivos de la inquina cat lico-franquista no se restringfan a la critica de Maritain Jas pretensiones santificadoras de la cruzada nacional. Y4 en 1937, el propio Menéndez-Reigada hacfa referencia ni solo al Maritain critico con los que pretendian legiti la santidad de su guerra en Cristo, sino al Maritain humanismo integral, al pensador que proponia un catol cismo personalista, con plena independencia entre Iglesi y Estado, sensible a las injusticias y miserias sociales y, ei fin, abierto al didlogo con las emergentes fuerzas sociales politicas del mundo moderno. De ahi la imagen del pact entre Cristo y Belial. Es bien sabido también que Maritain tuvo diversos de tractores fuera de Espafia. En la misma Francia La Universelle y La Revue Hebdomadaire le dedicaron se erfticas en 1936 y mds tarde, en 1939, Marcel de Corte Bélgica y Paul Claudel en Francia criticaron su neoto: aperturista, En tierras canadienses, De Konnick (profes de Ciencias Naturales de la Universidad de Laval) habia el: sia) frente al personalismo maritainiano, el cual implical una interpretacién.abusiva de santo Tomés y un uso m: que prahlemética de la.categoria de analogta'!. La dualida ® Maritain escribié tres articulos sobre la Guerra Civil. A ete resp puede verse B. Doering, Jacques Maritain and the Spanish Civil War, Ti Review of Politics, nn. £4 (1982), pégs. 489-52. En tomno a Maritain y ppolémica con autores espafoles durante la guerra espafiola es muy comple Ia informacién offecida en G. Redondo, Historia dela Iglesia en Ear 1931-1939, wl. I, Madsid, Rialp, 1993, pdgs. 87 y sigs: * Sa obra principal en este sentido fue De la primautt du bien comm contre les persnnalistes, publicada en 1943, La obra se tradujo al espaol, inseancias seguramente de Leopoldo Eulogio Palacios, quuien escribe u Note preliminary al texto (Madrid, Ediciones Culture Hispdnica, 195: de as propuesas de Maritain: I. Th. Eschmann, «ln Defense of [ies Mei, Te Modern Sian, 2140945), rs. 185208 sebiéa en otros pales, como Chil, seavivé la polémica en contra y en gfehca de Maritain durame la década de los 40. 24 Joa Masons Fore “4 Iwropvecion 25 de la Iglesia respecto a Ia vida social’; en segundo lugar, fE7jas reformadores, con un prélogo de Leopoldo Eulogio Pala- carnalizacién del mensaje evangélico, asumiendo, al modf-jgs: En este Ultimo no se escatiman los adjetivos laudatorios judto, liberal, comunista y masénico, un programa soterigfiacia el autor de Humanismo integral, al que se menciona I6gico y profano: libertad, igualdad, fraternidad, progreso™-jiip «cl gran filésofo cristiano». Palacios defiende al filéso- Para Meinville, «la nueva cristiandad» propuesta por Maritaigsfrancés ante ciertos criticos espafioles que, «a causa de una se revelaba profundamente anticristiana, una nueva encaméiigconformidad con nuestro autor en el terteno politico, le cién de la conjura judeomasénica que «ha resuelto climiniaysan'de no ser fie a si mismo en sus iltimas obras y ha- de la-tierra al-cristianismo auténtico que solo vive en la Iglesighez cambiado de actitudy"®. Contra estas criticas, recuerda: Catélica»"*, De ahi también que Meinville denunciara el éxif@precisar y perfeccionar no es contradecir», que «Maritain espurio de las doctrinas de Maritain: «Por esto, todo el fayagiig ha ‘cambiado nada su postura»® en sus tiltimos libros y, de la prensa en apoyo de los grupos de “nuevos cristianoigen fin: «pocos fildsofos tan fieles a si mismos como Jacques que estén con la Revolucién. Por esto, el auge inaudito qilffaritain»". Por iltimo, «se invita al lector a despreciar los ha tomado en el mundo la “nueva cristiandad” de Maritain» 'stribillos de moda con que se disfraza a Maritain segiin el ‘Tres afios més tarde, en otro libro dirigido también expres#busto de cada uno, y a trabajar sobre los textos mismos de ‘mente contra Maritain, Meinville reitera que este ofrece unfio de los filésofos més profundos y ms incomprendidos «concepcién anticristiana de la vida» y que «la ciudad maritaifqué ha tenido la cristiandady”. niana de la Persona Humana coincide, en la realidad concret# «*Sin ‘embargo, esta buena sintonfa con Maritain durarfa y existencial, con la ciudad secular de la impiedady'®. En firlhpoco. ‘Tres afios después, seguramente bajo la influencia de sobre el tono del libro, baste recordar el iltimo capitulo, eff éninck® y Meinville’, el propio Palacios publica un libro que se sefiala: «La ciudad del Anticristo seré una ciudad persog nalista y totalitariay”, donde aunardn sus esfuerzos sliberaleg socialistas y comunistas; y en su ereccién también se alineal Jos maritainistas»"*. % LE, Palacios, Prologo a J. Maritain, Ties reérmadores, Madsid, {ones y Publicaciones Espafiolas, 1948, pig. 13. Ibid Pero, incluso en este desapacible contexto de los afic§=-Ihid,, pégs. 10-11. 40, Maritain’ parecié volver a tener seguidores en Espaig 2 Thi, pls. 17. . En 1948 se traduce y edita el libro que presentamos aquif oY PH evideme que ote uuubio taro slacién con aus etancis come psoleor(ente 1949 y 1951) en la Universidad Laval (de Quebec) invitado Por al y2 mencionado Chailes de Kninck. Ya hemos sefalado que la =~ Sci6n De la primacta del bien comin cor lspenonaias de De Koninck d con una breve «Nota preliminars del propio Palacios, en la que dec¢a De Koninck esu poderosa dialécicar, que halibrado a clos més in- ibGhtes del error asociado al personalismo. Para resumir, frente a los perso- feiss, libro de De Koninck dice everdades como pufoe (LE. Palacios, A Nota preliminar a Ch. de Koninck, Del primacta del bien comin contra ot pPsbnalia, Maded, Ediciones Cultura Fispénica, 1952, pigs. 7-8) “Palacios habia escrito en 1946 una amplia resefia sobre el ibro de IBjilis Meinvile (De Lammenais« Maritain) en la que adverda del careter 2 J, Meiaville, De Lamennais a Maritain, Buenos Ales, Nu Tiempo, 1945, pigs. 365-367. ©” Thi, pgs. 367 y sig. hid, pig. 371 » Ibid J. Meinvlle, Cita de lt concepién de Maritain sobre le pera bumana, Buenos Aires, Nuestro Tiempo, 1948, pag. 14. hid, pig. 374 Ibid, pig, 376 26 Juan Maust Forte. Intropuccibn 7 (El mito de la nueva cristiandad) contra el filésofo francés4 Maritain es presentado ahora como un autor en franca evo lucién, desde el antimodernismo del periodo de entreguer hacia ela aceptacidn de las preocupaciones modernas, huma: nistas, naturalistas, democréticas, liberales, personalistas»”® En la senda, como hemos dicho, De Koninck y Meinville Palacios condena el humanismo y el personalismo de Ma ritain-como concesiones inaceptables a los modernistas, in- compatibles con la esencia del cristianismo y el catolicismo. Los polemistas contra la Reforma protestante y el indivi dualismo (Berlarmino, Bossuet, Mochler 0 Balmes) y los polemistas contra la Revolucién francesa y el atefsmo (Jo: seph de Maistre, Bonald, Donoso o el primer Lamennais) compartieron un rasgo comiin: la voluntad de manteners libres de todo contagio «moderno», sin «pasteleos» entr el bien y el mal ni entre la ciudad de Dios y la ciudad del mundo. Maritain, en cambio, dice irénicamente Palacios, «ha tenido le gentil pretensién de mediar entre ambas»* El personalista francés resulta asi ser el representante de ut humanismo catélico sumido en las medias tintas, indeci so, «cobarde por naturaleza, oscuro por vocacién, confusgy por procedimiento»; una corriente en tierra de nadie qui quetiendo agradar a todos, estd destinada a ser pasto de st enemigos. La historia de la recepcién del pensamiento de Maritai en la Espafia de los primeros afios 50 fue retratada en femencionado libro de Antonio Ardstegui (Una conjuera [Gpatola contra Maritain, 1952). Aréstegui denuncia ca & iifia suerte de confabulacién contra el flésofo francés ba- én el Tid, pigs. 89-90. * Ibid. as 100. “Ibid, % Tres reformadores TH, $1. 40 Juss Manust Forts Ivrropvecin a la aniquilacién de la persona, en entregar a esta, desarmad y desprotegida, a todas las potencias e intereses que amen zan la vida del alma y que la someten al torbellino incesani de avideces, pasiones y excitaciones sin fin, Frente a la cit dad cristiana, antiindividualista y personalista, que funda. derecho natural y subordina al individuo al bien comin y I polftica a la persona, la ciudad moderna espera al hombrég . En otras palabras, apego de Descartes a las fSemulas de la fe no implicé pi ocupacién alguna «por las verdades contenidas en ellas Su concepcién de la religién tuvo mucho de «sentido © Ibid, 1, $14. ® Ibid. 1, $18. Thid,, pig. 45. © J, Maritain, El seo de Descartes y otros ensayos, Buenos Aises, Heaaen’ The reformadbres, Il, 4. blioceca Nueva, 1956, pig 44, “ Juans Mart Fores Iwrnopucei6x 45 Angeles caidos, por mids que él propio Descartes no se attevg aattana: si el entendimiento modela sus objetos, aadmitirlo®. : ‘fos produce en el ser, solo tendré a los fenéme- Se explican después algunas de las consecuencias de est id objeto. En definitiva, se urde con Descartes la angelismo cartesiano. Para empezar, el edificio del conocig j6n'kantiana de la imposibilidad de la metafisica miento se vuelve del revés. La flosofia de Descartes que 3 séiencia o como fundamento de la ciencia, de manera fundamnenta en la evidencia del cogito y en la demostraci jefdogmatismo cartesiano, después de un buen trecho de Dios convierte ala metafisica en una introduccién a & cl firmamento, volver a caer en tierra convertido en mecénica, la medicina y la moral. La fisica queda reducic F ismo>®. amera geometria, Al descartar la wsana abstraccién» y todiije, gS} Descartes debfa ser abordado como sistema, més bien dato procedente de los sentidos como fuente valida de cog “Gomo hombre, Rousseau, como en el caso de Lutero, nocimiento, Descartes no podré ya nunca salir del Ambit: = yolver a los argumentos ad personam. Ademds, pese de la mera representacién, de la subjetividad y de sus id profundas diferencias de contexto y de contenido, Para Maritain, es inditil intentar convertira la raz6n hum: Sceaui'es de alguna manera «una réplica del viejo espi- (Gin contenido alguno que no haya recibido de las cosas) cig iu de Lutero». La transformacién que este itimo habia medida y regla de lo que es. Sucede asi que con Descares oi fidyeado en cl Ambito religioso la provocard Rousseau en pensamiento rompe con él ser: «Todas las cosas qu |imbito de la moralidad natural. El examen de su per- ajustadas violentamente al nivel de las ideas humanas, falidad no arroja tin saldo demasiado positivo: dejando tesoros de la experiencia disipados, el arte creador profanadd 18 lado su indudable genio artistico, Maritian recuerda yla obra hecha por Dios sustituida por el mundo imbécil del ue estamos ante un virresponsable», ante una «voluntad Tacionalismo», Por itimo, puesto que Descartes atribuyil aftuinada», alguien en el que predomina sistemsticamente a la mente un cardcter sustancial, lo mismo que al cuerpo Lappetitus frente al intelecto, lo que explica «sus acciones a unidad sustancial de ambos se convierte en un postuladg =ysuveleidad moral (...], el abandono de sus hijos, sus simplemente ininteligible*. “ME Grsispasionales, sus upturas de amistades, sus impotentes Bien es cierto que las ideas-cuadro (lienzos pintados pd} net. Ia inteligencia humana) y las ideas sustancializadas de Des] 7 De 'alguna manera, Rousseau vuelve a exigir el andli- cartes pretenden todaviir ser una-réplica-del mundo .Sinico, porque nos impone su «mimetismo de la pretenden vanamente tener una correspondencia objetivg yun amor propio exacerbado («entre todos los con la realidad en si misma, validez representativa basdj &ique he conocido», recuerda Maritain en una de da en la demostracién de un Dios verfdico y no engafi ichias citas de Rousseau, «ninguno fue mejor que yor). dor. Pero, de hecho, este punto es desde el principio la ‘egolatrfa que ha optado por la primacia de la sen- de agua del cartesianismo que acabaré naufragando en I frente a la razén, sazonando esta sensibilidad con jatormentado esteticismo narcisista. Con tales mimbres & Ibid. IL 67. © Tbfd, $12. ‘Ibid, 11, $16. Pha 97 Werdbid:, TI, $4. 46 Juan Manust Fore Intnopuceaés a Rousseau iré elaborando toda una serie de mitos justifi dores; mitos, sin embargo, que hallardn buena acogida en mundo moderno. Maritain enuncia algunos de ellos. Se halla, primero, una nocién de naturaleza humana: la que se mezcla el concepto metafisico (esencia) y el sent do material de estado primitivo (la naturaleza como est otiginario, primigenio). La confusién entre esencia y card ter originario permiten a Rousseau arribar al dogma de | bondad natural, rasgo esencial de la naturaleza humana @ su estado primigenio de autenticidad, condicién pervertid después por la accién de la sociedad, la cultura y las artes Junto a este se encuentran dos mitos contiguos: en prim lugas, el de la libertad natural de los hombres, variante sec latizada del paraiso adénico y que se nucre igualmente d ideal del horabre solitario y bondadoso, ajeno por natura a toda jerarquia y sometimiento pero enredado entre lass dumbres que la sociedad ha creado artficialmente. En segun do lugar aparece el mito de la igualdad natural, que invocd inuevamente a esa esencia especifica que es en lo findament idéntica en todos los hombres. Esta visién culmina con. identificacién de lajusticia con la igualdad aritmética (ato |o mismo, sea cual fuere su mérito y valor), ignorando de pas las necesidades constitucivas de un todo (el cuerpo politico social) que exige a individuos con funciones desiguales y, consiguiente, con desiguales derechos y condiciones. —~Por-iltimo-estarfael mito-de la-voluntad gencral, protots po de panteismo politico capaz de engendrar un yo com desde el sacrificio de todos los yoes individuales. La intarl gibilidad del yo.comiin y su resistencia a identificarse cof Ja mera opinién de fa mayorfa le recuerda a Maritain a uf Dios inmanente que se expresase a modo de signo mediant los decretos de la mayorfa: «No se vota, dice, para dar opinién; se vota para que se obtenga, por el célculo de lo votos, una manifestacién de la Voluntad general [...]. ¢Qt nos ofrece aquf Rousseau sino una transposicién absurda de “Ibid. I, §13. y del ereyente que, al pedir en la oracién lo que estima niente, pide y quiere al mismo tiempo que ante todo ja-voluntad de Dios?»”', Es sabido, pot lo demas, Ncreacién de ese yo comin, «masa amorfa de todos duos tomados en conjunto», encarnado preferen- en la democracia popular, supone la constivucién ‘soberano cuya voluntad general implica la aniquila- : de los derechos naturales de los individuos, abriendo las 5-al totalitarismo, Hasta qué punto, segiin Maritain, ‘ello nos devuelve a la egolatrfa narcisista de Rousseau ematiestra el cardcter extraordinario del «legislador». Re- ‘que el legislador para Rousseau se convierte en una ccendente, un iluminado que debe inspirar las leyes #guia al pueblo soberano, a menudo, mal informado nipulable por los intereses individuales. Ahora bien, jligh éseste legislador extraordinario y extracésmico? No pisquemos demasiado. Es Juan Jacobo en persona», ‘étbol rousseauniano crece en un humus de nutrientes 308: De hecho, Maritain llega a afirmar: «Rousseau es imente y en realidad un Reformador teligioso». Se un caso de depravacién de verdades consagradas. lo religioso sobre el que Rousseau erige su pensa- to es en verdad un cristianismo sin Iglesia, desarmado, ‘de'su clemento sobrenatural; un cristianismo natu- orrompido, hecho jirones. De ahi, su misticismo ista que, en vez de descansar o colmarse en Dios, wundea insatisfecho y torturado por todos los sende- sensibilidad. Lo cierto es que el antiintelectualis- musseau. (también presente en Lutero) conduce al jento moderno «a una abominable sensibleriay. Si, tradicién cristiana, el anacoretismo y la soledad es excepcional y solo aconsejable para el sabio y el \ 8 Joan Manust Foxe Inrropucciox 9 santo, Rousseau, chaciendo de su mal personal la regla d especie, afirmard que la vida solitaria es la vida natural set humano», Pero podemos identificar més vectores crist ‘nos naturalizados: la gracia se ha transformado en «bond: natural», sin rastro del pecado original y donde «el esta de suftimiento es un estado esencialmente contra nat introducido por la civilizacién»”®. El dogma de la igualday tiéne algo’ de naturalizacién del Evangelio, si bien en esi se referia solo a la relacién hombre-Dios: ante Dios, nad es més que nadie; en ningtin caso implicaba une iguald natural, ni una igualdad aritmética en el Amico social y_ litico. Pero también en este ambito el narcisismo insaciabg vuelve a mostrar sus cartas. En iltimo término, la felicidad para Rousseau, incluso la felicidad ultraterrena, no cons ya en gozas, contemplar o unirse a Dios, sino en ser un mismo», un yo sin contradiccién, sin divisién; en alcanz4 un estado de total autosuficiencia; en resumen, en ser Di Desde este punto de vista, ala postre, para Maritai nalmente menos vil y despreciable que Voltaire, a quien tu el mérito de odias, Rousseau en realidad hace inmensameni més dafio que Voltaire por haber proporcionado a los hony bres, no solo una negacién, sino también una religin fue de la Verdad indivisible”, la {Qué juicio cabe hacer de Tres reformadores de Marital ul pasados casi noventa-afios? Parece legicimo preguntarse i el éxito de un libro (baste recordar sus numerosas reimpre i siones y traducciones) que, como algiin seguidor de Marg RY tain admite”, no parece una gran obra desde el punto. tt vista de la historia de la filosofia: impreciso, apologéticg propagandistico, son algunos de los adjetivos con los qi ipig su texto. Por més que en todo ello pueda haber = cierto, el libro de Maritain conserva ciertas virtudes jes.-En primer lugar, como acabamos de exponet, “tiene el mérito de haber rastreado las metamorfosis ales que acompafiaron a las grandes transforma- ic la modemnidad; metamorfosis que en su impulso yador tuvieron mucho de profanacién, inversién e ‘de aparente parodia de doctrinas y articulaciones ‘del dmbito de la teologia y la dogmitica cristiana y jones heréticas paralelas. caso, es mérito de Tres reformadores (dejando al da-4gil y ocurrente prosa de Maritain y también su ‘erudicidn, desplegada sobre todo en las notas al final 3) <1 haber escenificado uno de los tiltimos combates “por parte del catolicismo decimonénico contra los i¢la modernidad. Y, siel intento de Maritain no fue ssobrio ni el mds impecable doctrinalmente, al menos fea una brillante y amena diatriba contra el individualis- jvel inmanentismo y el naturalismo moderno. En este sentido, aunque Tres reformadores no recoja los 0 Ja riqueza del pensamiento de Lutero, Descartes 0 s{ muestra perfectamente las heridas sin cerrar de olicismo que trata infructuosamente de aplicar reme- disticos a sus dolencias, précticamente la amputacién. 0 de poco tiempo, la Iglesia misma cambiard en gran Su perspectiva y su actitud respecto a la modernidad, 0 en hacerlo serd precisamente el propio Maritain, # €n pocos afios iré madurando una postura mucho més 41) matizada sobre el mundo moderno. En las actas de un. loguio sobre la relaci6n entre Maritain y lz modernidad”s, ‘Ch, Blanchet, Maritain face & la Modernix, en sJacques Maritain la Modernité. Enjeus dune approche philosophiques, M. Bresso- i % bid, I, $14. % Ibid, I $18 2 J.B Dougherty, Jacques Maritain. An Insllectual Profile, Wasi | ton D.C., Catholic University of America Press, 2003, pag. 32. Juan Mayvrt Forres: i Charles Blanchet ha resumido los puntos de esa ap a la modernidad, definida esta tiltima como «la edad refl t de la humanidad. Se tratarfa de un periodo de emancipg cién, de separacién entre lo religioso y lo politico, entre f ciencias, la teologia y la religién; un perfodo de toma conciencia de las propias capacidades del hombre, de su vi interior, de sus aspiraciones de democracia y tolerancia, autonémfa moral, politica, material, etc. En cualquier cast no debe olvidarse que pese a estos aspectos positivos, ta bién para el Maritain posterior, la esencial fragilidad de] modernidad la convierten en un castillo de cristal, en i mundo sin armadura espiritual y metafisica”; un mun que, desde la perspectiva cristiana, en la medida en que dilapidado la tradicién y el pasado, ha renunciado al futu y que, en la medida en que ha pretendido aniquilar la t ‘cendencia y la espiritualidad, ha renunciado al sentido d cexistencia. ~ BIBLIOGRAFIA 7 Thid., pig. 23 y sigs. inde referencia de los textos de: Maritain: es “Completes, edicién de J.-M. Allion et al., Paris, 3 Saint Paul-Fribourg, Editions Universitaires, J08, 17 vols. Los voltimenes XIV y XV contienen )s'de Raisa Maritain. El volumen XVI ofrece in- Extds poco ustiales de Maritain y el dltimo vo- los diversos indices de nombres y materias. a selecci6n de sus obras en dos volimenes fue pectivamente en 1974 (Oeuvres, 1912-1939) y s, 1940-1963) por Henry Bars (Paris, Des- fouwer). Entre sus numerosas obras, por orden. 3 de aparicién, pueden destacarse las siguientes en lengua original aquellas que no han sido espafiol): sophie bergsonienne: érudes critiques, Paris, Riviére, na, trad. M. M. Bergadé, Buenos Aires, Club de 958 [1920]. ‘ala filosoffa, trad. de L. de Sesma, Buenos Aires, :Lectores, 1945 [1920]. es entretiens d'un sage et de dewsx philosophes sur di- eres intgalement actuelles, Paris, Nouvelle Librairie =» 1921. 54 Jun Manus Fors, Brnurocearta 55 Ansimoderne, Patis, ed. de la Revue des Jeunes, 1922. El orden de los conceptos. Légica, trad. de G. 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