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Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín

Facultad de Ciencias Humanas y Económicas


Materias y materialidades, objetos y sujetos en el proceso transformacional de las culturas
Primera entrega

Yamid Andrés Perilla Melo1

Estudiante de Zootecnia1, Facultad de Ciencias Agrarias, Universidad Nacional de Colombia-Sede


Medellín

yaperillam@unal.edu.co1

Objeto El alimento

Un alimento es cualquier sustancia que toma o recibe un ser vivo para funciones nutricionales,
sociales y psicológicas, proporciona una mezcla compleja de sustancias químicas que hace posible
que el cuerpo construya y mantenga sus órganos y le suministra la energía para desarrollar sus
actividades.

Los alimentos suelen clasificarse según su origen en orgánicos e inorgánicos. Los alimentos
orgánicos son los de origen animal (carnes, pescado, leche, queso, huevos) y origen vegetal
(vegetales, granos, frutas, cereales); y los alimentos inorgánicos provienen de origen mineral
(agua, sales minerales).

En esencia el alimento es un compuesto energético que nos sirve para sobrevivir, su falta es un
denominador de una sociedad que sufre y tiene necesidades; en cambio si la cantidad de alimento
es adecuada genera plenitud ocasionando una buen salud.

Desde su origen, y hasta comienzos del neolítico hace aproximadamente 10 000 años, los hombres
fueron cazadores recolectores. Las presas de caza constituían la base de su alimentación
(proteínas y lípidos); y también consumían bayas (frutas silvestres) o raíces (glúcidos con alto
contenido de fibras e índices glicémicos muy bajos). La mayoría de los autores están de acuerdo en
afirmar que nuestros antepasados comían también vegetales.

Al volverse progresivamente más sedentario a partir del neolítico, el ser humano vivió el primero
de los grandes cambios alimenticios de su historia. El desarrollo de la ganadería le permitió seguir
comiendo carne, aunque no fuera exactamente la misma; y la introducción de la agricultura
produjo cereales (trigo, centeno, cebada…), luego leguminosas (lentejas, arveja…) y más adelante
verduras y frutas.

Esta verdadera revolución en el modo de vida de nuestros antepasados tuvo grandes


consecuencias, ante todo sobre la salud. La costumbre de consumir lo mismo (monofagia) que
resultó de los monocultivos se manifestó como fuente importante de carencias, lo cual se tradujo
en una disminución notoria de la esperanza de vida de las poblaciones en cuestión.

El hombre primitivo había vivido en armonía y equilibrio con la naturaleza y cuando su


alimentación natural se desplazaba debido a las migraciones de las especies o al ciclo de las
estaciones, él se desplazaba junto con ella. Al volverse sedentario, se le presentaron nuevas
restricciones y nuevas imposiciones. Pues al salir de ese cuasi paraíso terrestre, el agricultor-
ganadero tuvo que enfrentar muchos nuevos riesgos con el fin de volverse autónomo en relación
con sus fuentes de suministro alimenticio: tuvo que enfrentar los vaivenes de los caprichos
climáticos y también enfrentó riesgos al nivel de la selección de las variedades y de las especies
más o menos productivas y frágiles; pero también corrió riesgos en la elección de los suelos ya que
no se adaptaban totalmente a los cultivos.

Por otra parte, el surgimiento de la agricultura y de la ganadería generó, tal como se diría hoy en
día, una política de aumento de la natalidad y producción por parte de los interesados. Ante el
temor de que le fuera a hacer falta, el agricultor siempre pensó en que tenía que producir más; y
para lograr este resultado, necesitaba brazos suplementarios.

Sin saberlo, el labrador y sus hijos le abrieron de esta manera la puerta a un círculo vicioso,
contribuyendo a un desarrollo demográfico constante, lo cual hizo que los riesgos de hambrunas y
la gravedad de éstas debido a las malas cosechas fueran tanto más catastróficas.

Ciertamente, de un país a otro, de una región a otra, pero también de una religión a otra, las
elecciones alimenticias definitivas y sucesivas que se dieron en el Neolítico, y más cerca de
nosotros desde la Antigüedad, han sido extremamente variadas.

El griego tenía el sentimiento de que elaborando él mismo sus alimentos por medio de la
agricultura elevaba la condición humana, es decir estaba sano física y mentalmente.

Los alimentos que simbolizaban por excelencia el estatus de ser civilizado eran el pan de trigo así
como el vino, el aceite de oliva y de manera muy diferente el queso. En otros términos, todo lo
que no existía en estado natural, sino que era el resultado de la intervención y de la
transformación del hombre, era considerado noble.

El trigo es evidentemente el signo de cierto nivel de riqueza que muestra la pertenencia a una
clase superior en la jerarquía censitaria. También sirve para detener la hambruna.
Paradójicamente, aunque es un alimento de ricos, la autoridad se lo distribuye a los pobres
durante los períodos de penurias.

Bajo el impulso de una fuerte ola demográfica, a esta economía de subsistencia le costó cada vez
más trabajo garantizar las necesidades alimenticias de la población. Hay que decir que además del
aumento del número de bocas por alimentar, las condiciones estructurales de esta economía
habían cambiado radicalmente: en efecto, con el desarrollo del comercio, una verdadera
economía de mercado estaba surgiendo.

El paisaje agrario se transforma con el paso del tiempo. La tala se hace sistemática y provoca
incluso la desaparición de bosques enteros. De esta manera, los cereales se convierten en el
elemento principal y determinante de la alimentación campesina. Habiéndose limitado el derecho
de caza y de pastoreo, la carne desaparece poco a poco de las mesas campesinas y se convierte en
un privilegio de las clases superiores. Aun si la presión demográfica desciende debido a la Peste
Negra del siglo XIV, lo cual permite la reaparición de la producción de carne en las granjas, la
diferenciación progresiva de los regímenes alimenticios según las clases sociales se irá afirmando
cada día.
Desde este momento se comienza a hacer más notoria la diferencia de un modelo “urbano” y un
modelo “rural” de consumo de alimentos que esta vigente hasta nuestros días. El modelo
“urbano” corresponde de hecho a una economía de mercado mientras que el modelo “rural” se
mantiene dentro del marco de una economía de subsistencia.

El Tiempo Moderno está dominado por el fenómeno urbano que sigue favoreciendo la economía
de mercado. Las ciudades atraen en efecto cada vez más gente, pero al no ser planeados estos
flujos de personas, muchas llegan a alimentar cordones de miseria y mano de obra. El consumo de
proteína de origen animal disminuye y es reemplazado por proteína vegetal por su costo.

Por otra parte, mientras más importancia se le dio a los cereales en la alimentación popular, más
impacto tuvieron las crisis cerealeras debidas a las malas cosechas. Se trataba de consecuencias
sobre la salud, pero también y ante todo de consecuencias sobre la tasa de mortalidad.

Uno de los factores suplementarios de la degradación del régimen alimenticio campesino lo causó
también la transformación de la propiedad rural que fue pasando progresivamente a manos de
terratenientes ricos. Permitió generar una producción importante que se vende a personas con
suficiente poder adquisitivo o es exportada.

Durante el siglo XIX hay dos fenómenos que se dan: El primero fue la introducción progresiva del
azúcar en la alimentación del conjunto de la población. El segundo fue el descubrimiento en 1870
del molino cilíndrico el cual permitirá poner a disposición de la población verdadera harina blanca.

La época contemporánea que empieza en los primeros años del siglo XX y llega hasta nuestros días
se caracteriza la revolución industrial que trae como consecuencia el éxodo rural y la formidable
expansión de la urbanización. Pero está también el triunfo de la economía de mercado sobre la
economía de subsistencia así como el descomunal desarrollo de los transportes y del comercio
internacional.

Uno de los mayores problemas de los alimentos es su distribución inequitativa, que esta dado por
el poder adquisitivo, ya que si la cantidad de alimentos que se producen en el siglo XXI se
distribuyeran adecuadamente se podría alimentar a cada ser humano del planeta tierra.
Adicionalmente durante la trasformación de los alimentos y su posterior transporte se pierden
muchos alimentos por mal manejo.

La industrialización en la alimentación se vuelve considerable y la elaboración de los productos


comestibles tradicionales (harinas, aceites, mermeladas, mantequillas, quesos…), antes artesanal,
se realiza ahora en fábricas importantes, incluso gigantescas. Además, el descubrimiento de
procedimientos de conservación como la esterilización y el ultra congelado permiten a la industria
diversificar las presentaciones y la variedad de preparaciones.

La evolución de las costumbres y de la sociedad que se caracteriza ahora por la degradación de la


función del ama de casa y la emancipación femenina, favorece el desarrollo de la industria del
“prêt-à-porter alimenticio “ platos pre cocidos de fácil y rápida preparación, que le permiten a esta
sociedad que vive de afán un ahorro sustancial de tiempo.

El desarrollo de los transportes y del comercio mundial permite no solamente generalizar el


consumo de productos exóticos, sino también conseguir en todas las épocas del año los productos
que sólo se conseguían antes en ciertas temporadas. La industrialización de los mercados de
alimentos permite disminuir un poco los costos ya que se disminuyen los intermediarios de la
cadena, permitiendo que más personas tengan acceso a un alimento.

Pero el fenómeno más característico de este período se manifiesta sobre todo en estos cincuenta
últimos años de manera exponencial. Se trata de la mundialización de un modo alimenticio
desestructurado de tipo norteamericano. La mayoría de los países conservan todavía cierto apego
cultural a sus hábitos alimenticios tradicionales, como en el caso de los países latinos en los cuales
la tradición en este campo resiste algo todavía. Asistimos incluso en estos países a una especie de
renovación al culto de las tradiciones culinarias y gastronómicas. Pero estas resistencias
localizadas no serán suficientes para ralentizar la estandarización mundial ineluctable
(globalización) del modo alimenticio que contamina insidiosamente todas las culturas.

Ahora bien, sabemos que en todos los lugares del mundo en donde se desarrolla este modo
alimenticio, arrastra consigo, como fue el caso en Estados Unidos su país de origen, un aumento
descomunal de la obesidad, de la diabetes y de las enfermedades cardiovasculares, tres de las
mayores plagas metabólicas que la humanidad debe enfrentar ahora. Por esto, la Organización
Mundial de la Salud (OMS) denuncia con firmeza esta situación desde 1997 designándola como
una verdadera pandemia.

Bibliografía

Montanari, M., & Flandrin, J. L. (1996). Histoire de l'alimentation. Fayard.

Moles, A. A., &Moles, A. (1974). Teoria de los objetos/ Theorie des objets (No. 165.3). Gustavo
Gilli,.

Montignac, M., Historia de la alimentación del ser humano. Consultado el 22 de septiembre.


Disponible en http://www.montignac.com/es/historia-de-la-alimentacion-del-ser-humano/

Alimento. Consultado el 23 de septiembre. Disponible en https://es.wikipedia.org/wiki/Alimento

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