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Este material fue digitalizado con fines educativos. Seminario Historia de Patagonia/Patrimonio Cultural - U.N.P.S.J.B. A Lo “ ae ‘Paz en las armas, paz en las almas. La Conquista del Desierto’ Jean Canesi Prosperidad, prifienctin, desarrollo econsinicay clecavsn de las abs: lo nobles ideas no les fltdbon vi a tos militares que redluferon ols iribus indigenas, nia los nulstonemss que las ecamgelizaran. Como telon de foo, uv eltbered columtad de 0s argentinos del siglo xrx solfan designar con el nombre de I“desierto” a los vastos territorios todavia ocupados por esos no-seres que eran los indios: la pampa al sur de Buenos Aires, las estepas patagénicas, las estribaciones andinas, estas regiones cons- tituyeron durante largo tiempo una tierra de nadie, limitada al norte por una “frontera” peligrosamente cercana a Buenos Aires. Desde Inego, In conquista del desierto representaba una fatali- lad hist6rica, pues ht ocupacién de estas tierras estaba inseripta en légica de expansién nacional del nuevo Estado argentino. Lo tinico que returdaba este proceso ern el estado de guerma civil mis ‘omenos larvario que vivia por entonees el pais, desgarrado duran- te medio siglo por hs huchas entre unitarios y federales. Durante ese periodo reiné en la frontera una situacién incierta, hecha de alertas y de momentos de calma, A esta conquista del extremo sur del continente sélo le falt6 el impulso épico de un John Ford o de un John Wayne para aecedera Ia notoriedad culturaly transnacio- nal del western yanqui. Sin embargo, los protagonistas argentinos de la “Guerra del Desierto” no tenfan In sensacién de desempefiar papeles peque- fios en una obra menor. Lo prueba el discurso pronunciado en el Congreso por el general Roca en visperas de li ofensiva final: “Es necesario ir a busearal indio directamente a su territorio para someterlo o expulsarlo [... En nombre mismo de nuestra dignidad de pueblo viril estamos obligados a someter (...J, por kt razén o por la fuerza, a este puiiado de salvajes que destruyen nuestra riqueza prineipal y nos impiden ocupar definttivamente, en nombre del progreso y de nuesira propia seguridad, los tervi- torios mas ricos y més fértiles de In Repiblica [...]. Bastard con ‘ocupar Choele Choel, Chichinal, Ia confluencia del Limay y del Neuguén y el vale alto de este iltimo hasta los Andes para hacer que en el futuro desaparezca todo peligro. [...] La poblacién po- dra extenderse sobre vastas liamurasy Jos lugares de erfa de gana- do podran multiplicarse”. Fortines y malones: extraita paz Durante la conquista, los espafioles habjan sometido a la ma- yorfa de las tribus indigenas: solo algunas tribus del sur y del oes- te andino habian defendido su independencia y preservado su modo de vida, Se trataba de poblados eseneialmente némades, que ignoraban la frontera entre Chile y Argentina, ya los que el descubrimiento del caballo, importado por los europeos, les con- feria una temible movilidad La independencia no cambié en nada este estado de cosas, aunque la nueva Constitucién proclamaba la igualdad, perfecta- mente ficticia, entre Ios criollos y los indios. La colonizacién ha- ba detenido de hecho su progresiénen una linea delimitadaapro- simadamente por los ries Colorado y Salado. allé de esta “fronters”, los indios segufan con su exister cia de correrias y de contrabando de la época colonial, marcad por la eaptura de animales ~ganado salvaje y ganado robado en las estancias~ que eran Tnego Tlevados hacia Chile para ser vendidos alli; el negocio de bis armas y del aleohol les daba Ia posibilidad a los europeos inescrupulosos de enriquecerse ripidamente, no sin Fiesgos. A lo largo de fa frontera, Ia Iinea divis izacién y barbarie se habia materializado en la edificacién de fortines que supuestamente defendfan a la poblacién europea de las incursio- nes indias, los “malones”. Desafortunadamente, mal comunicadas entre s{ y compuestas por tropas mediocres que inclufan cantidad de marginales y de delincuentes afectados de oficio a la lucha con- tra el indio —los “destinados”-, las guarniciones de los fortines re- sultaron incapaces de detener a los malones. En el Museo de Be- llas Artes de Buenos Aires y en muchos museos del interior, gran cantidad de grabados y estampas de esa época representan estas incursiones de lanceros indios, asf como su regreso, en compaiiia de ganado y de mujeres blancas secuestradas: testimonios de lx psicosis que se vivia en la frontera durante el siglo pasado. Calfucuré, el viejo de las Salinas Grandes La resistencia indigena a la ocupacién del “desierto” no hubie- rapodido sero que fue sin la personalidad de Juan Calfucuri, que se impuso como jefe supremo de las tribus rebeldes, de 1835 a 1873. Este cacique pehuenche, venido de lz Araucania chilena, fue mucho mis que un jefe de guerra valiente y temido, famoso por su audacia y su crueldad. Fino observador de la vida politica argentina y de sus contradicciones, no dud6 en lanzar toclas sus fuerzas a la batalla, en la époes en que Ilegaban a su pico miiximo Jos antagonismos entre Buenos Aires y la Confederacién, bajo las presidencias de Rosas y de Urquiza; su gran ofensiva contra la ciu- dad de Azul en 1855, que sembré el panico entre los colonos de la frontera y aliment6 su leyenda, terminé con h pérdida de mis de 60.000 kilémetros cuadrados y de 2500 hombres criollos. Explotando sin reservas una relacién de fuerzas que por enton~ ces le era favomble, Calfucuré multiplied hs incursiones en la pampa, muy lejos de su cuartel general patagénico situado en los cafiones de las Salinas Grandes. En 1859, invadié laciudad de 8: hfa Blanca; en 1864, peled junto a las tribus aliadas en la provin- cia de Cérdoba, lanzando luego terribles ofensivas, impresionan- tes por el ntimero de vietimas... y de cnutivas. No obstante, Calfucurd sabe mejor que nadie que el tiempono trabaja a su favor. El fin de la guerra del Paraguay liberé a una parte de las fuerzas armadas y la consolidacién del orden consti- tucional y la normalizacién de la situacién politica se encaminan finalmente, luego de la eleccién de Sarmiento como pri Sobre todo, la conquista de nuevos espacios para el desarrollo de la agricultura y la erfa de ganado para su exportacién supone la pacificacién definitiva de los poblados indigenas de la pampa y de has bases patagénicas. En 1872, un Calfucuri envejecido lanza una ofensiva general sobre varios distritos de la provincia de Bue- nos Aires pero, el 11 de marzo de 1872 sufre una gran derrotaen San Carlos —Ia primera de su reinado- frente a las tropas del ge- neral Rivas. Desalentado y herido en su orgullo, el viejo jefe mue- re algunos meses mis tarde en su retiro de Chilihue sobre el rio Negro. Es el fin de wna época para la resistencia indfgena. Designado por la asamblea de las tribus, Namuncuri, hijo de Calfucurd, re- toma la lucha; pero no logra igualar a su padre en prestigi idad, ni en talento, Boca o la lucha final En la frontera, la lucha ha recomenzado a comienzos de 1870, pero la ventaja ha cambiado de campo. El ministro de Guerra, Al- sina, decide reforzar y modernizar la linea de los fortines desarro- Teando entre los puestas un sistema de alerta y de socerro en caso de ataque indio. Ademés, la frontera se ha materializado con una trinchera que impide, si no el paso de los jinetes, al menos al del ganado tradicionalmente capturado por los indios. En estas condi- Ciones, los malones de Ia era Namuncur son mis dificiles y menos provechosos. La decadencia de In confederacién indigena se ace- Jem, y Namuncur es derrotado en 1877. El general Roca, que sucede a Alsina a su muerte, a difere de su predecesor es un resuelto partidario de la guerra ofensiva. Quiere terminar con el contrabando de ganado con Chile echando a1 Ios indios de la zona comprendida entre los rios Negro y Neu- quén. Cinco columnas de caballeria extremadamente méviles pa- saron a la ofensiva en la primayera de 1879; bien entrenadas, bien ‘informadas sobre los movimientos del enemigo, armadas con nue- vas carabinas Winchester las tropas de Roca no tuvieron dificulta- des para aventajar a los indios armados con boleadoras y lanzas tra dicionales, completadas con algunas pecheras. La opericién mili- tar se transformé nipidamente en una carnicerfa. La Conquista del Desierto tuvo su Napoleén, el teniente coronel Napoleén Uribu- 1u, el vencedor de Neuquén quien, sobrepasando las érdenes de Roca, acorral6 a los indios ms alki del vio y masacré una cantidad muy superior al efectivo de su propia tropa. Diezmada y debilits- da, la resistencia se prolongé algunos afios mas, hasta la rendici6n de Namuncuri en 1884, yal afto siguiente la de Saihueque, el més poderoso de los eaciques del su: Algunos de los excompafteros de Calfucurit huyeron hacia la Cordillera y Chile. Otros indios se hundieron en las regiones aus- trales de la Patagonia, vidades pastoriles prometicas a un futuro de expoliacién y de re- chazo progresivo hacia las tierras mas pobres. Mas al sur atin, los aborigenes de |a regién del estrecho de Magallanes, onas, yamanas y alacalufes, fueron sistemsticamente acorralades y abatidos por los nuevos ocupantes de la regién, criadores, buscadores de ore 0 cwadores de nutrias, El alcohol las enfermedades importadas hi cieron el resto. Los indios hechos prisioneros durante la Campatia del Desierto dueron deportados en condiciones inhumanas a Gar- dondle se dispersaron para dedicarse a acti- NIDADES HUMA men de Patagones primero y Iuego a Buenos Aires, donde-se los por Avenida de Mavo antes de afectarlos a trabajos forzados. Popular instigador de 1a Guerra del Desierto, el general Roca habia sido elegido presidente de la Reptblica en 1879. La pacificacién de las almas Llegados en 1875 a Buenos Aires en pequefia cantidad, donde ejereian su sacerdocio en el seno de la comunidad italiana de Ia ciudad, los salesianos participaron en la Campaiia del Desierto co- mo capellanes del ejéreito del general Roca. En una primena eta- pa comenzaron a evangelizar a las tribus sometidas o aliadas. Tras Ia derrota de Namuncurd, se dispersaron ripidamente en una Pa- tagonia que todavia no estaba totalmente pacificada, asi como en Tierra del Fuego, donde los colonos haefan sufrir los peores tra- tos a las tribus aborigenes del sur. La leyenda dice que don Bos- co, superior de la orden de los salesianos, recibié en suenos un mensaje divino que le indicaba extender la civilizacién cristiana en el sur del continente americano. Lo cierto es que en unos treinta afios la red de misiones cubrié el conjunto de este vasto te- mitorio bajo el impulso del cardenal Cagliero, obispo de la Pata- gonia, y de monsefior Fagnano, prefecto apostélico de Tierra del Fuego. I de la Patagonia sometida por las difundié répidamente gro (Fortin Mercedes, Desde Viedma, nueva cay tropas de Roca, Ja influencia salesiana sobre las arillas de los vfos Colorado y } Coronel Pringles, Conesa, Choele Choel), las estribaciones anili- nas (Junin de los Andes, Chos Mall), el extremo sur del eontinen- te (Chubur, Santa Cruz, Rio Gallegos) y Tierra del Fuego (Cabo Penas). Mas al norte, las misiones se extendieron por la vasta p: pa, a partirde Bahia Bkinea. Hoy dia es dificil medir objetivamen- te la considerable obra de los salesianos en este territorio, dado que desde entonces ha habido wna gran influencia de los movi- mientos de descolonizacién, de derechos humanos y de la denun- ia del etnocentrismo (Lévi-Strauss). El lector occidental de fines del siglo xx no puede tolerar la dosis fantistica de conciencia lim- pia y de paternalismo en las obras editadas en los aiios treinta y ‘suarenta que alaban las misiones sulesianas, pues la misién evan- gelizadora y civilizadora del hombre blanco nos es hoy muy ajena. De tochs maneras, hay que reconocer que don Bosco mismo habia dado el tono en su Plan de las misiones salesianas, definiendo las Tineas que regéan la accién de los misioneros: 1 - Reducir at las indigenas a fa vida civil y cristiana por inter- medio de sus hijos. 2- Reducir a los indigenas a un nuevo modo de vida civilizado por medio del trabajo productivo (artesanias, administraci6n, agri- cultura). 3 - Reducir a los indigenas a través de las ventajas y satisfaccio- nes morales de la vida social. 4 - Reducir a los indigenas mediante la priictica de la religisn y de las virtudes cristianas desde la infancia. Este programa de “reduccién” del indigena fe puesto en mar- cha y continuado por los sacerdotes sin desfallecimiento, En 1926, después de casi cincuenta afios de apostolado salesiano, el balan- ce de su implantaci6n era imponente: veinte parroquias, treinta iglesias o capillas pitblicas, y casi otros treinta oratorios; pero tam- ign tres hospitales y una veintena de asociaciones de caridad, si contar veintitin colegios, cinco escuelas agricolas y ve cuclas profesionales. El centro del dispositivo salesiano e: presentado por el monumental colegio Don Bosco de concebido para quinientes religiosos, setecientos cincuenta alum- nos externos y ciento cincuenta pupilos. Desde luego, la accién evangelizadora de los salesianos, ast co- mo st ensefianza, se dirigia en gran parte a los colonos y a sus fa- milias que desde 1880 legaron a la Patagonia. Pero los salesianos también tuvieron un papel importante junto a los indios, predican- do y bautizando a los pueblos indigenas y difundiendo a gran es- cala la educacién primaria y-la ensefianza técnica. Su mayor éxito de “propaganda” fue la conversion del viejo cacique Namuncur y detoda su familia. Monsefior Cagliero mismo relaté complacido cémo recorrié 1500 kilémetros a caballo, respondiendo al pedido del viejo jefe indio, para reunirse eon élen la regién de los Andes, donde vivia retiradlo con su clan, y cémo tuvo que administrarle a ese anciano de 86 afios el bautismo, la comunién y la confirma- i6n, con pequefios intervalos, para permitirle morit en In paz del Sefior. Monsefior Cagliero tomé a su cargo al joven Ceferino N. muneuri, hijo del famoso cacique, quien abrazé la vocacién rel giosa antes de morir en estado de beatitud durante un viaje a Ro- ma en compaiifa de su protector: la Patagonia cristianizada ya te~ nia su santo indigena, Adiferencia de los jesuitas del Paraguay, las salestanos no fue- ron capaces de organizar y proteger a las comunidades indias, Asi y todo, la acci6n personal de ciertos eclesisticos permniti6 suavi- zar el destino de las poblaciones y moderar la brutalidad de las au- toridades administrativas y de los colonos. El padre Domingo Mi- laneso, llamado con deferencia “Padre del indio” por los indige- nas, tuvo asf un importante papel en la normalizacién de las rela- cciones con los caciques y en la lucha contra las injusticias sufridas por los indios. Monsefior Cagliero en persona reclamé al goberna- dor ~y obtuvo~ la liberacién de numerosos adolescentes de 12 a 14 al 8, indios en su mayorfa, detenidos en la gran prision de ima y mezclados con delincuentes y prostitutas, para hacerlos educar en las escuelas salesianas. En el archipiélago de Tierra del Fuego, Ia solicitud de los Sa- lesianos para con los aborigenes victimas de una implacable cace~ vfa humana tuvo consecueneias fanestas para los alacalufes: Ia mi si6n salesiana dela isla Dawson en Chile se transformé en Ja tum- ba de los siltimos “indios boteros”. A cargo de los padres y herma- nas de Maria Auiiliadora, los iltimos alacaluf murieron —go se de~ jaron morir?- de tristeza y de anemia, vietimus de la nostal un universo perdido, del desequilibrio en Ia alimentacién y disciplina de vestimenta estipida, pues la superposicién de ropas hiimedas no los protegia contra el frio como la grasa de foca que antes cubria sus cuerpos desnudos. de una Por mis indudable que haya sido, la dedicacién de los padres salesianos no puede hacernos olvidar que fueron también y ante todo, los agentes —pacifices— de la solucién para el problema del indio al término de la Guerra del Desierto: bautizando y alfabeti- zando a los hijos de los vencidos, ensefiiindoles, junto con las vi tudes cristianas, las tareas manuales y los trabajos de la tierra, les permitieron ocupar el lugar que les correspondfa en el nuevo or- den econémico y. social impuesto por la conquista... Reducir, decian... Al evocar el doblegamiento de poblaciones indias de su Araucanfa natal, Pablo Neruda escribié que los blancos utilizaron para ello todas las armas a su disposicién: alcohol, carabina, ley y temor del castigo divino, destilado en la conciencia de los indige- nas a través de los misioneros. Cuando monsejior Cagliero murié en 1926, el pais lo honré con un suntuoso funeral en la Catedral de Buenos Aires. La obra realizada por el prelado recibié los elo- gios que merecia. La Patagonia era tranquila, laboriosa y préspera; algunas fami- lias de Ja oligarquia reinaban en Ia economfa regional y algunos cientos de religiosos reinaban en las almas de los colonos y de los indigenas. Sélo Dios podfa prever que la gran crisis de los aiios treinta, que afecté al comercio internacional, oscureceria esta ima- gen radiante de una Patagonia ejemplar. Traducido del francés par Clara Maranzano Bibliografia isiGn Salesia Misiones salesianas de la Patagonia, Lmprenta ) Centenario de la Campaita det Desierto, Universidad Nacion:

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