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"Crítica de la Razón Científica".

Escrito en consonancia con la tradición Kantiana, y extendida a través de las lecturas de Weber,
Luhmann, Freud y otros autores no menos significativos. La crítica enfoca la capacidad de descartar
de las ciencias en paralelo a la propia de los sujetos, y las considera parte importante del aprendizaje
social al que unos y otros están sometidos. Desde las ciencias, esa capacidad se expresa, en primer
término, en los conceptos, que son las abstracciones y construcciones convencionales que nos
permitirán orientarnos en el pensamiento y evitarán, de este modo, que la actividad pensante se
desborde. Otro concepto pero no menos importante respecta a los procesos de investigación y
desarrollo, por la afectación potencial o real que éstos puedan tener sobre los sujetos y sociedades.
Una tercera parte tendrá que ver con el ser mismo de la ciencia, que debe estar exenta, en la medida
de lo posible, de objetivos ulteriores y parásitos 'interiores', llámense éstos políticos, religiosos o
ideológicos.

Mires Primero, no tiene empachos en psicoanalizar la vocación científica por lo desconocido,


atribuyéndola a un miedo basal relativamente superado y transformado en deseo de realidad, y a una
vocación de poder. Luego, nos presenta los instrumentos y procesos con los cuales desencantaremos
al mundo: los conceptos serán los instrumentos mágicos; la conceptualización y la experimentación,
sus juegos. Así nos inicia submundos de la razón, en los que el gnoseonauta podrá contactar con sus
habitantes, sus propiedades, su fenomenología, sus guerras, sus riesgos. De este viaje por el país,
llegamos a comprender, con Kant, que el pensamiento es, por naturaleza, ilimitado y peligroso, y
que, por lo mismo, requiere de autolimitaciones morales, religiosas, filosóficas, científicos, o de
otra índole, para no perderse en la pura especulación, que conduce muchas veces a la locura cuando
no al suicidio. Y para Mires, los conceptos, si no límites, son las guías para el pensamiento, que en
cualquier momento podemos desbordar.

Para dar cuenta de la segunda Parte, Mires se vale de los sonados abusos de la ciencia como la
explosión de la bomba atómica, y mira con desconfianza los actuales prospectos para intervenir en
el genoma. Tiene que dar respuesta a las voces que claman por contener la investigación científica
en pro de la supervivencia del planeta y de la especie humana.

Para ello pone en paralelo el kantiano distingo entre la ilimitación del pensar y la necesaria
exolimitación de la acción con el Heisenbergiano distingo entre "descubrimiento" e "invento", entre
la irrestricta autonomía del primero y la necesaria exorregulación del segundo.

Sin embargo, el autor es consciente de la imbricada y mutuamente condicionante relación entre


ciencia y tecnología; Un valor agregado de esta sección es las avenidas por las que discurre el
razonamiento ético que se hace frente al desafío de la genética moderna.

Para dar cuenta de la tercera parte, Mires no sólo es crítico con las pretensiones científicas de la
"ciencia exacta". Lo es también con todos aquellos proyectos extra científicos (políticos, morales,
religiosos, etc.) que hacen uso y abuso de la ciencia, en nombre de la ciencia y, no pocas veces, en
vez de la ciencia.
Para Fernando Mires, de la mano de Weber, es la ideología y no la religión la auténtica enemiga de
la ciencia. De ella nos ofrece múltiples imágenes e ideas, todas con adjetivación negativa, aunque
conservando un núcleo de necesidad. Se sirve(n) del pensamiento religioso, filosófico, científico y
político, trastornándolos e interfiriéndolos a todos. Dicha ideología es expresión de la inercia de los
conceptos y teorías que se resisten a morir (destino normal y necesario en la ciencia) y persigue el
encubrimiento y legitimación de los poderes que representa. La objetividad, por su parte, el tema de
los temas de la ciencia, no es una situación dada previa al discurso y fuera de toda constricción
paradigmática. Es, más bien, un tipo ideal a alcanzar, o una idea reguladora, y una construcción
colectiva producto de la discursividad y la transferencia, antes que una realización individual u
oligárquica propia de genios o personas excepcionales.

En cuanto ética profesional, Weber destaca el concepto de responsabilidad y deriva que el primer
compromiso del científico es con su ciencia (Marx diría con su sociedad - o mejor - con el proyecto
social del Marxismo, confundiendo los planos) y, por tanto, no debe permitir su ideologización so
justificaciones meta históricas. Se enfrentan de este modo la "despersonalización" weberiana y la
"alienación" marxista. Sobre la metáfora científico - judicial, el dúo Mires - Weber equipara la labor
del científico social con la del juez, que no con la del abogado defensor ni con la del fiscal
acusador, poniendo así en apuros a los ideólogos del marxismo.

El apartado termina con un excurso sobre ciencia y metafísica. Como se recordará, había adelantado
que la objetividad, independientemente a que se logre o no, era un tipo ideal, una idea reguladora
cara a la ciencia. También se dijo que era una construcción paradigmática y que, por lo tanto, no
tenía sentido más que dentro del paradigma, o con referencia a él. Pero, si se trata con
construcciones ideales, tenía que explicarse en qué sentido lo son, cuánto de metafísica comportan,
cuánto de metafísica puede admitir - o no - la ciencia y, finalmente, cómo a través de dichos tipos
ideales - metafísicos se construye y reconstruye el conocimiento objetivo. Para resolver todos estos
problemas Mires construye el puente teórico Kant-Weber para proyectarse allende sus márgenes.

Con Kant aprendimos otro sentido de dialéctica, una que reside sólo en el pensamiento, no en la
cosa. Aprendimos a priorizar la realidad como condición para descubrirla/construirla, para no
perdernos en la divagación mental a la que el pensar es proclive.. Con Weber generamos tipos
ideales para aprehender las cosas, los hechos y su causación en su particularidad, donde las
tipologías tienen carácter instrumental y provisional, siendo su destino ser reemplazadas por otras
tipologías en tanto avancemos en el conocimiento. Con Mires, generamos tipologías de tipologías
como alternativas para conducir la investigación. El autor enumera tres funcionales (tipologías
empíricas, analógicas y paradigmáticas) y una disfuncional (tipologías ideológicas).

Fernando Mires concluye esta obra aún sin decidirse si las llamadas ciencias-políticas efectivamente
lo son; peor aún, no parece seguro o prefiere reservar opinión acerca de si lo debieran ser.
Respetamos sus dudas y no marcharemos sobre ellas después de todo no es asunto nuestro. Según
Mires la "ciencia" política guarda autonomía de la práctica política y a la inversa, es saludable; que
existan vacíos en la retroalimentación bidireccional entre ambos, es un escándalo; que más
profesionales conjunten en su perfil la formación científica y la profesión política, es una
interrogante.

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