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Alejandro Cattaruzza Historia de la Argentina 1916-1955 biblioteca basica de historia 5. La disputa politica, de un golpe a otro Poco después del golpe de estado de 1930, quedé claro que el radicalismo, a pesar de haber sido desplazado del gobierno, contaba atin con apoyo popular. Su retorno a la lucha electoral ‘en 1935 supuso nuevas complicaciones para el oficialismo, una alianza inestable y heterogénea articulada por el general Justo, que recurrié al fraude masivo para controlar la sucesién. En numerosas ocasiones, los mismos dirigentes que apelaban a ‘ese mecanismo sostenian su apego a los principios constitucio- ales y a las leyes vigentes. Mientras tanto, crecfa la importan- cia del ejército al momento de definir situaciones politicas. En un cuadro ya conmocionado por la Segunda Guerra Mundial, el Perfodo se cerr6 en 1943 con un nuevo golpe militar. Los términos del problema Entre el golpe de estado de 1930 y el de 1943, las disputas. politicas en la Argentina fueron intiltiples, complejas, libradas por humerosos actores y muy intensas, lo que contrasta con la opinidn que sostiene que se traté de un enfrentamiento entre dos conten- dientes —“coloniales” frente a “nacionales”, o autoritarios frente a de- mocraticos~ que habria ocupado toda la escena. A su vez, el contexto general en el que esas disputas tuvieron lugar cambié con rapidez en varias oportunidades, tanto por razones vinculadas a Ia situacién lo- cal como ala internacional, sacudida primero por la crisis de 1929 y sus efectos, nego por la Guerra de Espaiia (1936-1939) y, finalmente, por la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Al mismo tiempo, las Posiciones y estrategias de los diferentes partidos cambiaban, al me nos en algunos de sus puntos, en funcién de aquellas transformacio- nes y también de las maniobras que ensayaban sus adversarios en la Argentina, 116 Historia de la Argentina, 1916-1865 La disouta poitics, de un golpe a otro 117 alli, y de sectores militares, minoritarios en la institucién. Ese conjunto intent6 en principio una salida de perfiles corporativos, que indlufa la re- forma de la Constimcién Nacional y de la legislaci6n electoral; tales pro- yectos, aunque anunciados, no fueron detineados con precision. Algunas posiciones de estos sectores, asi como la formacidn de agrupaciones mi- | litarizadas —Legion Civica, Legion de Mayo, Liga Republicana-, los apro- ximaban sin dudas al fascismo europeo, pero otras los alejabari en parte de este modelo, ya que los grupos argentinos entendian que la clave para la construccién de una sociedad ordenada jerarquicamente era el ejér- cito. La institucién militar, que se habia transformado en un elemento re- levante para la definicién de la ecuacién politica, era la pieza central del Desde el punto de vista ideol6gico, se asistia al desarrollo de varios fe némenos importantes y relativamente novedosos: una crisis de la mirada liberal sobre el mundo, que excedifa el plano local y era mas profunda que las anteriores; ciertas reorientaciones en las posiciones de los grupos de inquierda, varios de los cuales pasaron de la certeza en la inminencia de a revolucién a la consideracién de otras vias para aleanzar Ia reforma social; el ascenso de actitudes que, sin ser del todo uniformes ni nuevas, se proclamaban nacionalistas, en muchos casos vinculadas al catoli- cismo. Varios de estos procesos habian comenzado en los afios veinte, pero en la década de 1930 se volvieron mas intensos y evidentes. En el plano politico, la cuestién electoral fue wna de las mas importan- tes. A lo largo de la década, algunos dizigentes y grupos realizaron plan- teos de corte corporativo y proclamaron la necesidad de una reforma de Ia legislaci6n electoral. Una propuesta en esta Iinea fue la que Uribura intent6 impulsar durante su dictadura, que sin embargo fracas6 pronto ante el rechazo de los partidos, incluso de los que habian participado en’ = § 8 EA i a a ht uh el golpe del 6 de septiembre. Ota fue la del goberador bonazrense Ma- Las elecciones luego del golpe / nuel Fresco, cuya gestién termin6 con la intervencién de la provincia. Junto a los partidos, algunas agrupactones que se proclamaban H por parte del presidente Roberto M. Ortiz, en marzo de 1940, La cues: independientes apoyaron la candidatura de Jusio, Fueron activas, en tidn radical se entramé con estos asuntos de manera directa. Desde abril particule, en la Capital Federal ’ | A pueblo lado de a Repibica proyecto wriburista, mucho més que unas masas disciplinadamente movi- lizadas en torno al partido tinico, al estilo del fascismo italiano. servaba mucho de su caudal electoral, y a partir del retomne de Ja UCR al i juego politico, decidido en 1936, la aplicacién a gran escala del fraude y ' Ja manipulacién de los resultados electorales fueron las respuestas del i oficialismo, salvo durante unos pocos afios, bajo la presidencia de Ortiz. t Decididamente, las cuestiones de la democracia, del radicalismo y de las a | | elecciones estaban emparentadas. Sin embargo, varios sectores dirigentes continuaban proclamando su apego a las disposiciones de la Constitucién, a las formas republicanas y, en algunos casos, incluso a las leyes electorales, que violaban luego en Jos hechos. En el futuro, no pocos problemas de legitimidad tendrian su origen en esa situacién, Te pecs birt aS CER oh iso ‘ep we tannery bel ce J ae La dictadura de Uriburu aber Luego del golpe de estado del 6 de septiembre de 1930, los miembros del sector afin a Uriburu ocuparon altos cargos; contaron con el apoyo de al gumos grupos de civiles nacionalistas y conservadores radicalizados ~aun- que ningtin partido importante desde el punto de vista electoral se alined Propaganda electoral de una efimera Agrupacion Independiente Juan Pueblo, en ocasién de las elacciones de 1931, a 118 Historia de la Argentina, 1916-1955 Pero era el general Agustin P. Justo, jefe de otro de los grupos complica. dos en el golpe, quien contaba con la mayoria de las simpatias ideol6, cas y las lealtades entre los cuadros militares destacados, Justo, que habia sido ministro de Alvear, disponfa también de un amplio sistema de rela. ciones con ditigentes politicos, en particular con sectores del radica- Jismo. Para percibir con precisién la nueva relacién de fuerzas en un es: cenatio también nuevo, debe tenerse en cuenta que fa alternativa corporativista que el uriburismo propiciaba habria de afectar no s6lo al partido derrocado, la UCR, sino también a todos los demés, Eso fue lo que motiv6 que, a escasos dias del golpe, el 27 de septiembre, se creara Ja Federacién Nacional Democritica, donde formaron el Partido Socia: lista Independiente, los conservadores de la provincia de Buenos Aires y otros grupos conservadores y antipersonalistas, todos ellos favorables al golpe, pero renuentes a acompafiar la salida imaginada por Uriburu, En Ja misma linea de acci6n se sittia la exigencia de una pronta nor- malizaci6n institucional que, a comienzos de 1931, un importante grupo de oficiales realizé a Uriburu, La inquietud militar continud, probablemente alentada por Justo, aunque también actuaban oficiales yrigoycnistas que planeaban un contragolpe. Asi, Uriburu debié conce- der un Iamado a elecciones en la provincia de Buenos Aires para abril de ese mismo afio, ante la amenaza de que se produjera un movimiento militar, Severamente acotadas las posibilidades del plan inicial, el uribu- rismo imaginé una nueva alternativa, que consistia en llevar adelante elecciones provinciales escalonadas, para poner en evidencia el su- puesto apoyo popular al proyecto presidencial, en una suerte de plebis- cito en varios tiempos. En la provincia de Buenos Aires se voté el 5 de abril de 1981; estaba en juego la composicién del Colegio Electoral que clegiria gobernador y vicegobernador, Fue en ese momento cuando los dirigentes debieron tomar nota de que otra variable continuaba siendo importante en el juego politico: ¢l radicalismo, Los votos radicales fueron 218 800 frente a 187 800 votos conservadores y 41 600 socialistas; en consecuencia, en el Colegio Elec- toral, los socialistas definirian la situaci6n. La UCR habja mejorado su desempeiio de 1930, aun sin manejar los recursos estatales a la hora del voto. Los calculos politicos volvieron entonces a cambiar, ya que el uri- La clsputa pola, de un golpe a otra 119 jada en octubre, cuando ya se habia convocado a elecciones presiden- ciales para noviembre. FMT LAE LF A A SL La versi6n uriburista del golpe de Estado Enjulo de 1931, durante la cena de camaraderla de las fuerzas armada, fo! general Uriburu pronuneié un discurso en et que sostuvo que “a revoli- cidn |. fue hhecha contra un sistema y no solamente para derrocer un gobierno. No se preparé contra un paride para suptatatlo por oto, ino contra una demagogia, para que sea sustituida por un régimen organico que garantie ol orcen y el equilorio de las instituciones, las Ibertades ciudadanas y a voluntad popular” A su juico, “ta revolucién no fue inspl- rada, ni decidide ni ejacutada por los partidos polices. La preparamos y llevamos a cabo con el ejéeito y la armada", Uriourt subraya lo que le ppareoe un apoye popula al golpe, y toma al mismo tiempo distancia de Jos grupos polticos: “el puebio ha sentido y comprendido a la revolucion do septiembre, mas no asi fos circulos que usutructian a la poltica como profesionales y que creen que ei pals esta encerrado dentro de ellos. sos cfroulos pensaron que la revolucion se habfa hecho para ellos y que debia terminar al dia siguiente del derrocamiento det gobierno persona- lista. Reclamaron inmediatamente, envueltos todavia por el powvo del derrumbariento, ios despojos del gobiemo, que era el botin que preten- cian, dotrés do la palabra que invocaron e invocan a grandes vooes: ia rnormalidad. Y bien: volveremos a le noralidad; es éste mi més apuraco deseo y mi més vivo empefio, pues me es muy aspero é! sactificlo do un gobierno dificil qué no ambiciono, Pero no retomeremos a la normelidad engefiosa que hasta e! 6 de septiembre permit todos los excesos de la omagogia, y que representa €n ol porvenir un grave peligro que puede repetitsa, sino a la que estaré garantizada con las reformas que consttu- yen el programa de la Revolucién, pare las que por mi parte agotaré todos los esfuerzos, a fin de que sean sancionadas” Las citas textuales del discurso estén tomadas de Tulo Halperin Donghi, La Republica imposible (1930-1945), tomo V de fa Biblioteca del Pensamiento Argentino, Buenos Aires, Ariel, 2004. 7 burismo quedé definitivamente sin chance, y el radicalismo se conver- fa en un factor que debia ser tenido en cuenta, ya que a pesar del golpe, el derrocamiento y el descrédito del gobierno radical en sus Gl- timos tiempos, quedaba demostrado que contaba con un apoyo popu- lar nada despreciable. Finalmente, la eleccién de Buenos Aires fue anu- Asi, en los meses que van de abril a noviembre de 1931 se realizaron operaciones y movimientos intrincados, cambiantes y eruzados. Con el quiebre del uriburismo, los grupos cercanos a Justo lograron afianzar 120 Historia de la Argentina, 1916-1956 sus posiciones en Ia administracién. Justo se esforzaba en la construc. ci6n de su propia candidatura a presidente y no dejé de intentar on. vertirse en candidato del radicalismo. En este partido se babfa produ. cido el retorno de algunos disidentes que afios atras habfan emigrado, al antipersonalismo. En tanto, volvia al pais Marcelo T. de Alvear, quien, luego de unas declaraciones bastante favorables al golpe del 6 de sep: tiembre realizadas desde Francia, habfa asumido una posicién critica ante la dictadura. El ex presidente lleg6 a Buenos Aires a fines de abril de 1931, con una actitud claramente opositora, que ratificé en una en- ‘revista con Uriburn; en mayo se ponfa a la cabeza de la reorganizacién del partido. Naturalmente, Alvear era un dirigente muy poderoso en el radicalismo, que coniaba ademas con la vieja amistad de Yrigoyen. En julio de 1931, algunos militares yrigoyenistas intentaron un mo- vimiento armado, que tuvo como suceso central el levantamiento del teniente coronel Gregorio Pomar en Corrientes, pero la tentativa fra. cas6. Varios dirigentes radicales, entre ellos el propio Alvear, fueron de- portados. La dictadura convocé a elecciones para noviembre, y la UCR proclam6 la candidatura de Alvear, por entonces exiliado en Montevi- deo. Bloqueada asf la alternativa radical para su candidatura, el general Justo se dedie6 a construir otra base de apoyo y simulténeamente pre- sioné para obtener del gobierno el veto a la candidatura de Alvear, que logré poco tiempo antes de las elecciones. Ante esa circunstancia, el ra dicalismo decidié la abstencién. El recurso era extremo, ya que en los hechos significaba entregar la presidencia a Justo. Finalmente, en las elecciones de noviembre triunfaron los clectores que apoyaron la candidatura justista, Ellos provenian del Partido De- mécrata Nacional (PDN) ~reunién de los grupos conservadores provin- ciales-, del Partido Socialista Independiente, una escisién del PS, y de la Union Civica Radical Antipersonalista; en un hecho singular hasta el momento en 1a politica argentina, Ia iglesia cat6lica se habia pronun- Giado a favor de esta formula. En segundo lugar se ubicaron las listas de la Alianza Civil, integrada por e] Partido Demécrata Progresista y el Par ido Socialista, que levaban como candidatos a Lisandro de la Torre ya Nicolas Repetto e intentaban constituirse en la oposicién de izquierda “una izquierda moderada y republicana~ a la candidatura justista. Varias observaciones deben realizarse en torno a estas elecciones. La primera, que en el caso del oficialismo no se trataba de una alianza es- table y formalizada, sino de un acuerdo electoral entre partidos de peso muy distinto en cada provincia, y que, en general, se redujo sélo a la can- didatura presidencial. Aun los candidatos a acompatiar a Justo como vi- 1a disputa politica, de un golpe a otro 124 cepresidentes fueron diversos. La segunda, que la Alianza Civil recogi6 _ parte de Ios votos que en otras ocasiones se habfan dirigido al radica- jjsmo, esta vez-en la abstenci6n. Luego, que el nivel de abstencién fue bajo, aunque debe considerarse que la medida fue decidida muy poco tiempo antes del comicio. La conjuncién de estos dos iiltinos fenéme- nos fortalecié a la oposicién institucional, representada por la Alianza Civil y decidida a participar en el juego politico, y levé a que los parti- dos que la integraban vieran ampliada notablemente su presencia par jamentaria, mientras el radicalismo asumia el papel de oposicién dis- ruptiva por unos altos, durante los cuales algunos grupos intentaron Jevantamientos armados con Ja participacién de militares. El grueso del partido ~a pesar de ciertas excepciones provinciales~ protong6 Ia abs- tencién hasta 1935. Por tiltime, que en las elecciones de 1931 se regis- traron denuncias de fraude en Buenos Aires y en Mendoza; en algin caso, Se trat6 de acciones en el marco de la conticnda interna y local i- brada por las agrupaciones que apoyaban a Justo, que competian entre si por el resto de los cargos en jucgo. Sin presencia radical y dado que la Alianza no constitufa una amenaza electoral seria a escala nacional, era innecesario para el justismo apelar al fraude masivo para garantizar el resultado favorable en los comicios. El cuadro politico en los primeros afios do ia presidencia de Justo Luego de las elecciones de noviembre, Justo y su vicepresidente, el con- servador Julio A. Roca -hijo del ex presidente de la nacién-, asumieron sus cargos en febrero de 1932, Desde ese momento y hasta su muerte, que tuvo lugar en enero de 1943, Justo seria una de las figuras decisivas en la politica argentina. Durante los primeros afios de su gobierno y hasta 1935, 1a coyuntura politica estuyo caracterizada por la abstencién de la UCR y la ocasional apelaci6n a la protesta armada por parte de algunos de sus grupos. Al mismo tiempo, Ja vida del partido radical continuaba a través del die- tado de conferencias, la celebracién de homenajes, la apertura de loca- les, la difusi6n de fa prensa, Ia reunién de los organismos directivos. Otro de los rasgos propios de esa coyuntura fue la complicada relaci6n entre los partidos que componian el oficialismo, cuya alianza parlamen- taria, laxa e inorgdnica, comenz6 algo después a Ilamarse Concordan- cia. Estas agrupaciones competfan por instalar a sus cuadros en el go- 122 Historia dela Argentina, 1916-1985 lecia la figura de Justo, que mediaba y también decidfa en tltima instan- conservadoras reunidas en el PDN, que eran Jas de mayor poderfo elec: toral y presencia en las provincias, debieron resignar candidaturas y car gos ante las demas fuerzas. El otro elemento caracteristico de los prime- ros aitos de la presidencia de Justo fue el tipo de relacién trazada entre €l oficialismo y los partidos de oposicién parlamentazia, cuya represen: tacién habfa crecido de manera inusual. Aunque no faltaron crisis y disputtas, esa oposicién participaba de las actividades del Congreso y, en. consecuencia, tenfa con el oficialismo un terreno comin, aun para la discrepancia. En Ia abstencién, el radicalismo se vefa compelido a im- pugnar de forma diferente el orden politico reinante. Los radicales: el retorno y el fraude ‘Aum con tropiezos, desde poco después del golpe de 1930 la UCR avan- daria como la de una epopeya para la militancia radical, incluso luego de levantada la abstencin. Hipélito Yrigoyen, que en los primeros tiempos Iuego del golpe habia sido encarcelado en Martin Garcia, donde pasé mas de un afio sin ser procesado, continuaba ejerciendo un liderazgo crucial en el partido. La direccién de la UCR estuvo al tantoy en algunas ‘ocasiones favorecié los levantamientos planeados en estos afios, que 0 jen fueron descubiertos y desactivados, o bien fracasaron desde el punto Ge vista militar. Vistos desde hoy, resulta evidente que tenian pocas posi- bilidades de triunfo, Sin embargo, a pesar de las derrotas, esas rebeliones yla represién que las segufa ~que en algunos casos terminé con centena- res de activistas de base en prisién, junto a dirigentes como Alvear, Yrigo- yen, Ricardo Rojas, antiguos ministros, gobernadores o parlamentarios~ tenfan el efecto de ratificar la identidad partidaria y activar elementos propios de la religién civica que en parte era el radicalismo, circunstan- a de alguna utilidad para el partido en tiempos en que, por propia de- cision, no participaba de las campaiias electorales. La muerte de Hipélite Yrigoyen, ocurrida el $ de julio de 1933, fue también la ocasién de mos- trar cémo funcionaban los mecanismos identitarios del radicalismo: la movilizacién fue masiva y, por tramos, la multitud levé a pulso el atatid. No obstante, en el largo plazo, este tipo de fenémenos tenia efecto, fun- bierno nacional las situaciones provinciales estaban mas definidas—y por imponer sus propias listas en las elecciones. Esa competencia fortar cia, y que contaba adems con el favor del ejército. Asf, las agrupaciones zaba en su reorganizaci6n. A su vez, la fecha del 5 de abril de 1981 que- ~ La cisputa politica, de un golpe e otro 123 - ggmentalmente, entre dirigentes y militantes comprometidos, y a lo sumo, en franjas algo més extensas de activists con cierto grado de parti ipacion. En tiempos de la politica de masas y en una competencia que se presume regida por las normas del voto amptiado, Jos vastisimos conjun- ~ {os de votantes no pueden confundirse con estos elencos. LT MY AF LS LL La La muerte de Yrigoyen E13 de julio de 193 moria Hipdiito Yrigoyen. Su entierro se transformé en una imponente manifestacién del radicalismno, que se hatlaba en la abstenci6n. Ramén Columba, EI Congreso que yo he visto, Buenos Aes, Columba, 1978. a Por otra parte, el resto de los partidos ~incluidos los opositores— y la prensa tendfan a condenar cada uno de los intentos armados radicales {junto a los funcionarios de gobiemo; las propias reglas de juego que de- cfan respetar se veian cnestionadas por aquellos levantamientos. Se tra- taba de un anticipo de las trampas que, a poco de andar, acecharfan a Jos actores politicos, en particular al oficialismo, que todavia predicaba el respeto formal a unas reglas que, de ser en verdad aplicadas, podrian condenarlo nuevamente a la derrota electoral, La situacin que se vivid en 1934 en Tucumén fue una muestra de estas alternativas nviltiples: 4124 Historia de la Argantina, 1916-1955, allt, contra la posicién de las autoridades nacionales, ¢l radicalismo pro- vincial decidi6 participar de las elecciones de renovaci6n de Ja Camara, de Diputados de la Nacién. El gobierno de Justo se preocupé por ga: vantizar la libertad de la eleccién como elemento de propaganda ante Ja opini6n piiblica, y el radicalismo tacumano se alz6 con Ta victoria, Claro que el mimero de diputados nacionales que se elegian en aquella provincia no ponfa en riesgo la mayorfa oficialista, de manera que Justo sin pagar mayores costos al momento de podia permitirse ese gesto contar los diputados propios y los ajenos. ‘Ante una situacién en la que cualquier salida entrafiaba un riesgo, la dirigencia radical decidié la yuelta al ruedo electoral en 1985, trasto- cando el panorama. En enero de ese afio, con la oposicién de los gru- pos que decfan recuperar los principios de Yrigoyen ¢ insistian en la ne- tesidad de no convalidar el sistema participando de él, se decidié el levantamiento de la abstenci6n. Algunos activistas de los sectores opuestos a esa decision Tuego FORJA, una agrupacin de intelectuales y cuiadros politicos més que una linea interna con peso electoral. Arturo Jauretche, Homero ‘Manzi, Jorge del Rfo, Gabsiel del Mazo y Luis Dellepiane formaron ali, y Radi Scalabrini Ortiz fue una figura clave en el grupo. Se definfan yrigo- yenistas y hacfan del antiimperialismo una cuestiOn central, en coinciden- cia parcial con agrupaciones como el APRA, ya mencionado en el capf- tulo 3, que el dirigente peruano Victor Haya de la Torre habia fundado en 1924 con la aspiracion de constituir un frente de trabajadores manua- les ¢ intelectuales latinoamericanos. En el caso de FORJA se trataba de un antiimperialismo que denunciaba la dependencia econémica y politica de Inglaterra, en lo que constitufa una nota diferenciada del antiimperia- lismo de la década anterior, particularmente sensible al avance norteame- ricano sobre el resto del continente. Durante la segunda mitad de los aiios treinta y hasta la aparici6n del peronismo, los forjistas desplegaron tna intensa tarea de propaganda, organizando reuniones y conferencias, publicando folletos, denunciando a figuras del partido en ocasién de las reuniones de los organismos directivos. Tenfan grupos de activistas en var ras ciudades, y algunos militantes de peso en el movimiento estdiantil Con pocas excepciones, asumieron wna posicién fuertemente neutvalista ante la Segunda Guerra Mundial. También otros sectores, més inclinados que los forjistas a Hibrar Ia disputa electoral interna dentro del partido, fueron criticos de la linea politica decidida por Alvear y las autoridades; su espacio crecia 0 menguaba de acuerdo con lo exitoso de la linea oficial y fs adelante confluirfan en la llamada “intransigencia” fundarian La dispute poltica, de un golpe a otra 125 De todos modos, como habfa ocurrido en Tas décadas anteriores, en gran medida el radicalismo continuaba sienclo un agrupamiento de es " Gqueturas provinciales que lograba acordar algunas posiciones compart - Gasen los organismos de direcci6n nacionales. Lo que quiza fuera nove- idoso en estos tiempos era el hecho de que varios grupos de intelectuales dirigentes observaron esta situaci cintentaron, desde distintas perspectivas, estabilizar un cuerpo de doc- trina y consolidar Ia estructura del partido para resolverlo. Fruto de esos esfuerzos fue el primer programa formalizado de la UCR, que se present6 ‘en 1937 como plataforma electoral para las elecciones presidenciales. mn, la concibieron como un problema MT ME ME A LL FORJA y su visi6n del radicalismo En junio de 1935, dirigentes intelectuales radicales fundaron la Fuerza de Orientaoién Radical de la Joven Argentina, uno de los grupos que ‘cuastion6 la linea oficial del partido en nombre det yrigoyenismo, la intransigencia y él “auténtico" radicaismo. Hacia enero de 1936, en coasién de la convocatoria a elecciones intemas en et partido, la agrupacién sostenia: “Levantada la abstencién, quebrantada la intransigencia, el radicalism ‘amenaza derivar en una fuerza utillria que, degenerando en una nueva tacci6n poiitiquera, se confunda con las que actualmente usuftuctian el poder, haciendo peligrar con esto el resurgimiento de la democracia argentina [.... ‘Ya FORJA ha denunciado tales intentes como parte de un plan destinado ‘a obtener la pacificacién del pais, favoreciendo los propésitos det capitalismo extranjero colonizador, para et total dominio de los rasortes econémicos y morales del pueblo, suprimiendo el poligro de la rebelaia popular emancipadora, que el radicalismo representa en tanto sea auténtica expresion de fa tradicion revolucionaria argentina. E1 electoralismo se propane lograr ia disgregacién de la UCR, federalizandola en intereses de distrto”, continuaba argumentando, fo que impadiria la realizacion de los “fines de la reparacion nacional’, que para la agrupacion son “la restauracion argentina sobre !a base de la soberania popular; la ernancipacién econémica y cultural del pueblo y el imperio de la Justicia social”, Las citas estén tornadas de Miguel Angel Scenna, FORJA. Una aventura argentina (De Yrgoyen a Perén), Buenos Aires, Ed, de Belgrano, 1983. 7” 126 Historia de fa Argentina, 1916-1955 Con el radicalismo reintegrado al juego electoral, a lo largo de 1935, y 1936 tuvieron lugar elecciones de gobernadores en algunas provinciag y de diputados nacionales; Jos candidatos radicales tuvieron un buen desempeiio. Las gobernaciones de Entre Rios, Tucuman y Cérdoba fue- 2 ron para ellos, y en el Congreso constituyeron un bloque muy impor- tante. Si bien en esas provincias se vot6 con ciertas garantias, en la de Buenos Aires, por ejemplo, ya a fines de 1935 el voto cantado yeh fraude abierto levaban a la gobernaci6n al conservador Manuel Fresco, En las elecciones legislativas de 1986 las denuncias de fraude fueron también muy extendidas, pero, a pesar de todo, la oposicién conquisté. la mayor parte de los escaiios. Los éxitos radicales alertaron al oficia- lismo, que comenzé a instrumentar diversos procedimientos para garan- tizar que las elecciones presidenciales de 1987 quedaran en sus manos. _ Las elecciones de 1937 ‘Varios de aquellos mecanismos tuvieron como objetivo el control de las provincias, que contimuaban siendo las jurisdicciones donde, efectiva- mente, tenfa lugar la elecci6n, Buenos Aires estaba garantizada para el oficialismo, dado que su gobernacor era Fresco; en tanto, Santa Fe fue intervenida, Para no correr riesgos, poco antes de celebrarse los comi- cios de 1937, el gobierno hizo aprobar en el Parlamento una reforma de la ley electoral, que eliminaba la lista incompleta para los miembros. Gel Colegio Electoral que elegiria al presidente. Asi, quien triunfaba en, el distrito se alzaba con todos Jos electores. En noviembre de 1937, va- rios procedimientos ~fraude encubierto, fraude abierto, voto cantado, intervencién policial- dicron el triunfo a la formula oficialista inte- grada por Ricardo Ortiz, radical antipersonalista, y Ramén Castillo, conservador de Catamarea, frente a la formula radical encabezada por Alvear. ‘Asi las cosas, Ia situacién volvia a complicarse para el radicalismo. La’ decisién de la direcci6n partidaria, que sefialé el levantamiento de 1 abstenci6n y la estrategia posterior, habia parecido al menos parcial- mente exitosa a lo largo de 1935 y 1936, pero, vista en cambio desde la derrota ~aun fraudulenta— de 1937, exhibia mais flancos débiles y alen- taba las voces de los disidentes. Para el oficialismo, la apelacién al fraude tenia el costo de la critica de sectores amplios de la opinién pt blica. El dilema ante Ia eleccién de 1937 para el oficialismo habia sido, cl siguiente: 0 se respetaban las reglas de juego, permitiendo una com- La disputa polities, oe un golpe a otro 127 petencia libre que muy probablemente terminaria en una victoria de la UCRy en el consecuente alejamiento del poder, pero con la gobernabi- jidad medianamente consolidada, o se aplicaba el fraude a gran escala para controlar la sucesién presidencial, poniendo en evidencia la ilegi- timidad de origen del gobierno que vendrfa a heredarlo, Estaba clara ‘cul habia sido la opcion, En febrero de 1938 asumia ta formula oficia- lista, integrada por Ortiz y Castillo. ‘Tapa de Caras y Caretas en alusién a los rumores de posible fraude en las elecciones nacionales de 1937. La presidencia de Ortiz Roberto Ortiz fue el candidato que Justo, arbitro en la coalici6n oficia- lista, sostuvo en las disputas internas. En cambio, el vicepresidente, Ra- mén Castillo, fue impuesto por los sectores conservadores. Ortiz prove- nia del antipersonalismo, que no era el partido electoralmente més poderoso del oficialismo. El nuevo presidente tampoco tenia arraigo dentro del ejército y dependia del apoyo de Justo para contar con esa instituci6n. Es altamente probable que el calculo de Justo fuera que la 128 Historia de la Argentina, 1916-1955 presidencia de Ortiz constituia la mejor apuesta para su propio retorno, en las elecciones de 1943. - Sin embargo, la politica de Ortiz revelé mayor antonomia que la pre: ~ vista. Si bien al comienzo de su presidencia desestimé piiblicamente las_ denuncias generalizadas de fraude en las elecciones de diputados cele. bradas en marzo de 1938, un aito mas tarde, a comienzos de 1939, el pre- sidente anul6 unas opacas elecciones de diputados que tuvieron Ingar en San Juan, y en febrero de 1940 intervino la provincia de Catamarea, te- rritorio de origen del vicepresidente Castillo, también por cuestionies electorales. En tanto, en septiembre de 1939 habia comenzado en Ey. ropa la Segunda Guerra Mundial, cuyo impacto en la politica argentina _ seria notorio. Se ha conjeturado que el cambio que Ortiz imprimié a su politica hacia el fraude obedecia tanto a la disputa con los grupos conser. vadores que respaldaban a Castillo como a una convicci6n, fundada en . su antigua pertenencia al radicalismo, de que aquel dilema s6lo podria quebrarse al garantizar la libertad de las elecciones. En cualquier caso, Ortiz pasé a encabezar una campaiia contra el fraude, que tuvo en Ta ine tervenci6n aa provincia de Buenos Aires su maximo capitulo. Alli, en fe- brero de 1940, se celebraron elecciones para gobernador, y en marzo tue vieron fugar las de diputados nacionales. El gobernador conservador ‘Manuel Fresco, que proclamaba tanto su apego al voto cantado como al fraude, decidié asegurar en las primeras el triunfo de su candidato a go- bemador, Alberto Barcelé, a través de estos mecanismos. Ante las presio- nes del Poder Ejecutivo y de varios medios de prensa, permitis la fiscali- zacién de las segundas, y el triunfo radical que se insinuaba creé el espacio politico para que, finalmente, Ortiz interviniera la provincia, La politica de Ortiz, orientada a garantizar elecciones limpias, lo ale- Jaba de sus aliados de antaiio. En el caso de los conservadores, por razo- nes obvias; en el de Justo, porque el ex presidente veia cuestionado st liderazgo y su estrategia para el retorno. Sin embargo, los problemas de salud de Ortiz, agravados desde mediados de 1940, tuvieron un papel central en la evolucion de esta historia, ya que forzaron al presidente a solicitar licencias en varias ocasiones. Castillo y los conservadores Enseptiembre de 1941, Castillo, que reemplazaba al presidente en una de aquellas oportunidades, logré organizar su propio gabinete, con fuerte presencia conservadora. De esta manera, se quebraba la politica lado de factores ya mencionad La dispute poltica, de un golbe 2 otro 129 - dirigida contra el fraude, mientras el radicalismo quedaba una vez més | sim estrategia adecuada, dado que todas sus expectativas se habfan cen- _ trado en la politica de Ortiz. La potencial restauracién de las condicio- “nies para que se Llevaran a cabo comicios fraudulentos volvia a instalar © dilemas conocidos para los radicales, y el Bloque Opositor, reunion de los disidentes, pasé a manifestar, ahora con més claridad, sus criticas a Ia conduccién de Alvear, En estado de fuerte crisis interna, la UCR perdié varios distritos im- _ portantes en los que no hubo fraude en las elecciones para diputados __nacionales celebradas en marzo de 1942. Dias mis tarde morfa Alvear, y {en julio fallecfa Ortiz, En esa coyuntura, la alternativa de la garantia | para los comicios parecia absolutamente lejana. Otro de los personajes destacados en la politica argentina del mo- = | mento, el ex presidente Justo, también vio recortada su influencia en el + gobierno hacia fines de 1942, cuando se produjo el reemplazo del ge- neral Tonazzi, ministro de Guerra que le era leal, por el general Pedro ~ Pablo Ramirez, cercano a los militares nacionalistas. Una vez més, ante Ja pérdida de esta herramienta decisiva para su hipotético retorno a la _> presidencia, Justo se aproxims al radicalismo, y gané terreno la idea de | constituir un agrupamiento opositor que comenz6 a llamarse Frente 0 + Unién Demoeritica. El general se transformaba ahora en adalid de la ‘emocracia ¢ incondicional partidario de la causa aliada en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la situacién volyeria a cambiar: Justo murié en encro de 1948, En tanto, los conservadores se reagrupaban y decidian que la sucesién ~garantizada una vez mas por la aplicacién del fraude- seria esta vez para si mismos. Robustiano Patrén Costas, sena- dor por Salta, conservador, terrateniente vinculado al negocio del azti- _¢ary partidario de los Aliados en la guerra, era el elegido. Esta tiltima Condicién tendrfa un papel decisivo en los sucesos politicos argentinos ‘por venir, Escéndalos y desprestigios En estos atios, la crisis del andamiaje institucional fue en parte el resuk lcrrocamientos, anulacién de elec- Giones, fraudes, votos cantados que impactaban directamente en el plano electoral. Pero aquella crisis también fue alentada por otro tipo de hechos; uno de ellos fue el asesinato, en pleno recinto del Senado, de Enzo Bordabehere, senador electo por Santa Fe del opositor PDP. El 180 Historia de la Argentina, 1976-1955 episodio tuvo lugar en julio de 1935, en el contexto de las interpelacig. nes y debates parlamentarios que se sucedieron luego de la firma det ‘Tratado Roca Runciman, que establecfa importantes ventajas para el ces mercio y el capital briténicos a cambio del mantenimiento de las com. pras de cares argentinas. 2 Lisandro de la Torre, también senador demoprogresista, impuls6 Ia creacién de una comisién de investigaci6n del negocio de las carnes, cuyas (areas inclufan el examen de posibles maniobras ilegales de lox frigorificos ingleses, entre otras, la falsificacién de documentos conta bles y el intento de sacarlos fuera del pais. En junio de 1935, De la To. tre present6 los resultados de la tarea de la comision y denunci6 tanto aos frigorificos como al gobierno por la tolerancia que demostraba al momento del cobro de impuestos y multas por infracciones. Ademés, Lujs Duhau, ministro de Agricultura, fue acusado de vender ganadoa esas mismas empresas. En una de las sesiones en las que los ministros_ de Justo planteaban sus argumentos, un matén de fuertes vinculos con el oficialismo disparé contra Lisandro de la Torre; el muerto fue sin embargo Bordabehere. En Ja ciudad de Buenos Aires, de particular visibilidad en la politica nacional, la oposicién se vio enredada también en casos de corrup: cién con ribetes de escdndalo. En 1936, varios radicales, miembros del Concejo Deliberante portefio, fueron sobornados junto a funciona: tios puiblicos y politicos oficialistas por las compaiifas extranjeras de electricidad que, desde unos aiios antes, negociaban las prorrogas de. sus concesiones. En el caso del radicalismo, la critica a esos actos fue uno de los argumentos recurrentes de la oposicién a Alvear, quien ha: bria avalado la utilizacin de parte de aquel dinero en la campafia | electoral de 1937. Yaa fines del periodo, en 1940, otro escandalo estall6 en el Congreso. con la denuiicia presentada por el senador Benjamin Villa, oficialista ¥ antiguo y fervoroso opositor a Yrigoyen, referida a la compra de tierras realizada por el ejército en El Palomar, a precios sospechosamente altos. Elministro de Guerra, general Marquez, diputados oficialistas y radicales fueron implicados, Como corolario, Victor Guillot, uno de los legislado- res radicales involucrados, se suicidé Inego de la investigacién. En el Juego politico, el escdindalo fue utilizado contra Marquez y contra el mismo presidente Ortiz, quien estaba por entonces empefiado en st campaita para garantizar elecciones limpias. La disputa politica, de un golpe @ otro 131 _ Junto a esas dimensiones de Ja lucha politica, Ios intentos de interven j6n_en las cuestiones ptiblicas asumian también otras formas. Due ante la dictadura de Uriburu, el tono estuvo dado por la restauracién de Ja pena de muerte y una represién intensa, que incluyé el fusila- miento de los militantes anarquistas Severino di Giovanni y Paulino Scarf6, a comienzos de 1931, asi como el hostigamiento a militantes | obreros y activistas radicales, ademas de la prisién del ex presidente ___ Yrigoyen, hecho de fuerte peso simbslico. Ya en tiempos de Justo, la ~_ prensa opositora circulaba con intensidad, los debates piiblicos -refe- - Fidos al tratado Roca-Runciman, 0 a episodios europeos, entre otros = exan intensos, y los propios intentos insurreccionales del radicalismo se sumaban a ese agitado elima de discusién, Menos estruendosa que estos tiltimos, Ia movilizacién catélica en ocasién del Congreso Euca- __ristico de 1934 también gan6 las calles revelando una nueya presencia de la iglesia en Ia sociedad, __ Porsuparte, en numerosas ocasiones los grupos de izquierda lograron hacer circular sus publicaciones periddicas y sus libros, y algunas de estas empresas fueron muy exitosas, como la ya mencionada Claridad. Sin em bargo, también fueron objeto de persecuciones y prohibiciones frecuen- ,_ {8 en particular cuando se trataba del anarquismo ~ya declinante hacia tiempo- y de miembros o simpatizantes del Partido Comunista. Una ley de represién de las actividades comunistas fue saneionada a fines de 1986. En estas zonas del universo politico argentino comenzaron a desa- rollarse algunas acciones comunes que preanunciaban el clima de frente popular, tictica oficialmente asumida por los comunistas en 1935, Appesar de que no faltaron los intentos por concretarlos, el Frente Popu- Prospexé en la Argentina; la presencia del radicalismo es tun dato importante en esa cuestién. Habiendo abandonado ya la abstencién, los tadicales no slo estaban convencidos de que su fortaleza electoral walvia ~~ inmecesaria cualquier alianza ~en la Vieja linea interpretativa que conce- __ bia al radicalismo como la naci6n misma-, sino que buena parte de su di- = tigencia tenia severas objeciones ideol6gicas hacia el comunismo, de cuya reciente conversién al campo de la democracia, que hasta poco an- ~ (es juzgaba burguesa, recelaba. Tampoco el Partido Socialista demostré __ Sntusiasmo con la alternativa del Erente Popular, al punto que concurri6 __ #las elecciones de 1937 con su propia formula, mientras el Partido Co- munista apoyaba la candidatura de Alvear. Entre los activistas obreros ¢1 lima de colaboracién parece haber sido més intenso. 192 Historia de ta Argentina, 1916-1955, Entre los grupos vinculados a otras tradiciones, la actividad fue tam=_ bién muy intensa en los afios treinta, Las multiples formaciones nacio. nalistas, con diferencias entre si, se mostraron particularmente dinami- cas y sostuvieron periddicos, editoriales, conferencias y cursos. En log aiios treinta, los circuitos nacionalistas y catélicos se superpusieron en, muchas ocasiones, y la presencia del nacionalismo en el Ejéreito crecig notoriamente. Ecos de la Guerra Civil espafiola En 1986, el estallido de la Guerra Givil espafiola volvié mas crispadoy_ dramitico el debate politico. La existencia de una vasta colonia de in: migrantes espaioles, asi como las relaciones intelectuales intensay ~que tenfan ya varias décadas de antigitedad- contribuyeron a que la guerra tuviera un impacto cierto, Entre quienes adherian ala Repti. blica se encontraban tanto los grupos de izquierda como sectores de a Ia UCR y de la militancia sindical, Campatias de apoyo y de recolee: cidn de recursos, organizacidn de los comités de ayuda que se exten= dieron a casi todo el pais, movilizaciones recurrentes en las ciudades, yuna menos ptiblica operacién de envio de voluntarios fueron soste- ‘nidas por los partidarios de la Reptiblica, entre quienes los comunis:/ tas fueron algunos de los mas eficaces organizadores. Sus adversarios, Zz con el apoyo de los sectores nacionalistas y, en lineas generales, de los catélicos, replicaban con las mismas acciones, con la excepcién de las _ = grandes movilizaciones callejeras. No obstante, el impacto tuvo sus lf mites, ya que el conflicto local seguia siendo una disputa politica yma = die se atrevia a proponer que Ja salida fuera la de Espaiia. Madrid caia en marzo de 1939 en manos de las fucrzas franquistas, mientras que la Alemania de Hitler invadia Polonia en septiembre de_ ese mismo aio, Ast, al efecto de la guerra de Espafia vino a sunarse, fue atin mayor, en particular a partir de la entrada en conflicto de los. Estados Unidos y de Rusia, en 1941. A su vez, la Argentina fue uno de_ os destinos de los exiliados republicans, algunos de ellos intelectua: les o politicos de nota, como Claudio Sanchez Albornoz, Luis Jiménez de Astia o Rafael Alberti. La disputa poltica, de un golge a otro 133 ee La guerra de Espafia Desde el comienzo de la guerra, muchos grupos politicos y cuiturales ‘argentinos, asi como asociaciones de inmigrantes, tomeron posicién frente a ella Intentaron, ademés, carpafias de apoyo y de recoieccién de fonds, asf como menos visibles envios de combatientes. Por otro lado, varios de ellos buscaron eniezer sus contiendas locales con las que en Espafia lioraban las fuerzas que les eran afines, una operacion intelectual que sin embargo tenia ciertos limites. ‘GARCIA LORE “Garcia Lorca. La primera hazafia de los facciosos.” llustracion de Menuel Kantor, aparecida en EI Diario, periédico publicado en Buenos Aires, el 25 de junio de 1938. a El factor militar En la primera mitad de 1943, la situaci6n politica era compleja. El radi- calismo estaba en crisis luego del fin de la apertura impulsada por Or- tiz, de las derrotas electorales de 1942 y de Ia muerte de Alvear. A su ver, la muerte de Justo complicaba la alternativa del Frente Democra- 134 Historia de la Argentina, 1916-1985 tico. No eran poces los dirigentes que entendian que la salida era mili. tar, € intentaban encontrar quien encabezara un golpe a la medida de sus expectativas. La candidatura de Patrén Costas, que el presidente Castillo habia decidido para competir en nombre del oficialismo, no terminaba de convencer a las propias fuerzas conservadoras y, lo que re sultaba mucho mis serio para el candidato, era mirada con mucha pre- vencién por numerosos oficiales del ejército, quienes entendian que la neutralidad ante la guerra serfa quebrada de Hegar Patron Costas a la presidencia, Aquel aumento del peso de los oficiales nacionalistas, va- ios de ellos, ademis, cat6licos, se completaba, en ocasiones, con simpa- tas ideol6gicas por los ordenamientos politicos vigentes en los paises del je. Sobre ella reposaba, en parte, el aprecio de la politica de new- tralidad, mientras que en otros casos s¢ la sostenia por las consecuencias que, se suponia, la entrada en la guerra podria acarrear para el pais. El panorama era incierto, y el golpe militar que tuvo lugar el 4 de ju- nio de 1943 no lo despejé, al menos en los primeros momentos, ya que Jas interpretaciones acerca del movimiento, sus objetivos y protagonis: tas fueron varias y contradictorias. Tampoco esta vez hubo resistencia al- guna y el gobierno de Castillo cayé sin més. En un anuncio de que los tiempos que se aproximaban no habrian de ser serenos, el general Ar- turo Rawson, que en principio habia sido elegido para ocupar la presi- dencia, no lleg6 a jurar; tres dfas més tarde, fue reemplazado por el ge- neral Pedro Ramirez. 6. Actividades intelectuales, acciones politicas Durante los afios treinta, las discusiones politicas y culturales fueron muy vivas y quienes las libraron constituian un conjunto vasto y heterogéneo de grupos intelectuales y politicos. A pesar de todo, esa intensidad no devino en rupturas decisivas en el mundo de la cultura, al menos hasta fines de la década, cuan- do la Segunda Guerra Mundial estaba ya muy cercana y los debates se volvieron més rispidos. Tiempos de discusién intensa En algunas ocasiones, se ha querido ver en los afios que van del golpe de 1980 al de 1943 una etapa opaca e improductiva desde el punto de vista cultural, y se ha planteado que esos rasgos habrian im- pactado profundamente en los propios intelectuales. Tanto los suicidios de Leopoldo Lugones y de Alfonsina Storni como la soledad y la espera del “hombre de Corrientes y Esmeralda”, en quien Ratil Scalabrini Or- tiz hallaba la encarnacién del alma argentina, han sido presentados como evidencia de aquel estado de desazén. Se sumaron al cuadro las denuncias del nacionalismo acerca de la existencia de un complot del silencio on su contra que habria sido levado adelante por el gobierno y Ja gran prensa, aunque ellas no coincidian del todo con los argumentos anteriores. Sin embargo, esas pruebas son endebles, no sdlo porque el libro de Scalabrini, El hombre que esta solo y espera, fue publicado en 1981, de modo que dificilmente podia referisse a los afios treinta, sino también porque los suicidios evocados parecen haber estado relacionados con circunstancias intimas y personales. Tampoco se sostiene el argumento de Ia exclusién del nacionalismo, al menos para Ja mayor parte de la dé cada. Numerosos intelectuales connotados de los grupos nacionalistas y catélicos, tan a menudo entremezclados, fiteron altos funcionarios du- ee 136 Historia de la Argertina, 1976-1955 rante las gestiones de varios presidentes, desde Uriburu hasta Castillo, pasando por Justo, y en algunos gobiernos provinciales ~por gemplo, Octavio Pico, Carlos Ibarguren y Martinez Zuviria-, mientras que otros fueron premiades por el estado nacional o municipal en razén de sy, produccién literaria, como ocurrié con el mismo Ibarguren y Julio Ira zusta. El mundo de los intelectuales habia cobijado ademés a los miem: bros de los elencos nacionalistas desde tiempo atras, y continué hacién. Golo en Jos afios treinta. Al menos hasta los aiios préximos al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, aproximadamente, el nacionalismo no se habfa convertido, en absoluto, en causa de expulsidn del universo de Ja cultura argentina consagrada y canénica En vez de un momento de silencio y apatia, los afios weinta fueron una coyuntura de fortisima discusién politica, de gran movilizacién Ptiblica de escritores y ensayistas, de fundaci6n de variadas empresas intelectuales muy activas y de intervencién intensa de los partidos en el plano cultural. Cercanos horizontes rojos previeron los intelectua- les de la izquierda, y no s6lo la commnista, hasta 1985 al menos, para luego lanzarse con fervor a la prédica antifascista, mientras que los Srupos que se inclinaban a la derecha extrema también imaginaban 6rdenes muevos. Radicales de todos los sectores, catélicos de varias ten dencias, socialistas y conservadores, discuticron y publicaron revistas, sostuvieron editoriales, crearon diarios, dictaron conferencias, partici« _ paron en la organizacién de movilizaciones masivas. En estos debates, tal como ocurrié con Ia disputa més especfficamente politica librada por los partidos, tampoco pueden distinguirse ni un enfrentamiento que articule todo el escenario, ni dos claros y precisos adversarios que lo protagonicen. Nuevamente, el panorama es confuso, complejo y multiple, Los intelectuales y la politica Durante los afios veinte, tal como se planteé en el capitulo 3, j6venes in- telectuales animaron la Reforma Universitaria y, en coincidencia par Cial, as expresiones locales de las vanguardias. En ocasiones, la produc Gién de literatura de denuncia social convocaba también a grupos generacionalmente semejantes. La politica estaba allf, tanto en el con- Junto de temas atendidos por estos intelectales como en aquello que sus acciones tenfan de toma de posicién frente a cuestiones ptblicas, La Revoluci6n de Octubre y la Primera Guerra Mundial eran fenémenos a Actividades inteloctusles, soctones poiticas 197 Jos que se retornaba sistemdticamente, en numerosas evocaciones y re- ~~ ferencias, y la experiencia que se desarrollaba en Rusia era seguida con _ aténcién. Lo mismo ocurria con las intervenciones norteamericanas en - Centroamérica o con la situacién en Espaiia bajo la dictadura de Primo "de Rivera. Sin embargo, entre estos jévenes fue visible cierta renuencia a la participacién formatizada en los partidos en los afios veinte, asi como una mayor confianza en Ja capacidad del intelectual para incidir en los asuntos colectivos en su exclusiva condicién de tal. En los aiios treinta, en cambio, el compromiso partidario en regla se ~extendi6, en un fenémeno probablemente asociado a los avatares po ticos locales, en particular la experiencia del golpe de estado del 6 de septiembre de 1930 y la dictadura posterior. Mas adelante, las negocia- ciones con Inglaterra por un nuevo tratado comercial, el fraude electo- ral y algunos negociados resonantes actuaron, entre otros sucesos, como factores de movilizacién para varios sectores intelectuales. En el horizonte internacional, a partir de 1986, la Guerra de Espaiia sums in- tensidad a los debates; fueron muchos los hombres de la cultura que to- maron partido puiblicamente en esa ocasién también en la Argentina. Finalmente. deben tenerse en cuenta las discusiones europeas en torno al papel del intelectual en una época de intensa lucha politica, de cuyo resultado, segiin se entendia, practicamente dependia el destino de la humanidad. Estas discusiones ~que, en rigor, habian comenzado a ft brarse ya en la segunda mitad de los afios veinte cruzaron todo el mundo cultural y no fueron exclusivas de un sector en particular: inte- lectuales de izquierda y de derecha, liberales, conservadores y aun quie- nes imaginaban que su tarea los ponia por encima del conflicto politico y social se vieron envneltos en ellas. Asi, en los atios veinte, jévenes militantes universitarios creyeron po- sible la creaci6n de un Partido Nacional Reformista que les permitiera llevar sus principios del claustro universitario a la gran arena politica nacional, y dieron pasos en ese sentido, o participaron en iniciativas que reunfan a intelectuales de varios partidos, sin filiacin precisa, como la Unién Latinoamericana. En los aiios treinta, en cambio, algu- nos de ellos se incorporaron a la lucha politica plena en las filas del Par- tido Socialista y del radicalismo, Sin aspirar al planteo de una lista exhaustiva, pueden sefialarse varios casos significativos en este sentido. Julio V. Gonzalez, que proventa del reformismo universitario, se incorporé al PS; lo mismo hizo Carlos S4n- chez Viamonte en 1931, que exhibia una trayectoria previa semejante y habia sostenido posiciones fuertemente criticas ante el titimo gobierno 198 Historia ce la Argentina, 1916-1955 yrigoyenista. El radicalismo, por su parte, consiguié una adhesién muy importante cuando Ricardo Rojas se integr6 al partido, lnego del golpe de estado, En 1934, bajo el gobierno de Justo, Rojas pasé una tempo- rada en el penal de Ushuaia, en su condicién de militante radical, expe. riencia que relaté en su libro Archipiélago, publicado en 1942, Rojas no pertenecfa a la generaci6n de los jévenes de los afios veinte, pero tenfa con ellos relaciones apacibles, en particular con los reformistas de fa Universidad de Buenos Aires, donde habfa sido decano de la Facultad de Filosofia y Letras y, luego, rector, ee La causa de los intelectuaies Julio Baroos, por entonces en el radicalismo, planteaba de este modo la cuestion a comienzos de los afios treint “Este tibro no tiene otra pretensién que la de abrir polémica sobre la Poilica entre aquellos que a niegan o tergiversan su significado, ofreciendo a nuestros intelectuates, a quienes no se les concede autoridad para tratar estos problemas de la vida practica, la oportunidad de demosirar que tal vez sean los tinicos capaces de luminar el tema. [...] eDénde se ubican os intelectuales avanzados en nuestra borrosa lucha de clases? {En la burguesta, por la cual son explotados, pero a la cual pueden legar mediante la poltica? ZEn el proletariado, cuya causa abrazaron por sentimentalismo, pero donde se les mira como advenedizos, por no ser trabajacores manuales? Los intelectuales rebaldes que han tomado partido por la causa de los asalariados no son acogidos sino recetosamente, como huéspedas peligrosos, en las flas obreras, [..] La situacién de los intelectueles en la sociedad capitalista es la de una clase perfectamente diferenciada de las otras dos, alas cueles suministra, no obstante, sus pertrechos de guerra ‘para combatirse en el terreno de los principios ideolégicos que sustentan por natural oposicion. [...] A los intelectuales que hemos llenado nuestro. corazén y nuestro cerebro con las ideas revolucionarias de nuestro siglo Y que nos hemos educado én los libros y en la lucha simulténeamente: nos toca destruir: primero, fa aparente antinomia de cultura y politica; sogundo, la creencia de que la redencién de la humanidad es empresa mesiénica de una sola clase” Julio R. Barcos, Poltica para intelectuales, Buenos Aires, Caridad, 1931, a Actividades Intelectuales, acciones poiticas 139 Otro tipo de wayectoria habia seguido Julio Barcos, con actuaci6n en el anarquismo y en cl activismo docente. Barcos, autor de exitosos ensayos sobre cuestiones politicas y educativas en los aiios veinte, también fue a formar en las filas radicales en los aiios treinta, tomando parte incluso en los preparativos de al menos uno de varios levantamientos atmados y en algunas de las publicaciones del partido destinadas a los intelectuales, di- rigentes y militantes ilustrados, como la revista Hechos ¢ Ideas. A su vez, en FORJA, fundada en 1935, Arturo Jauretche podfa acreditar una antigua militancia universitaria cercana al reformismo, al igual que Gabriel del Mazo, uno de Ios reformistas més importantes de la década anterior, que habfa llegado a ser presidente de la Federacin Universitaria Argentina. Fuera del radicalismo, pero en el universo forjista, el de Ratil Scala brini Ortiz quiz sea umo de los casos més notorios de cambio en los modos de participacién del intelectual en la vida piiblica. De joven que publicaba con frecuencia en las revistas Martin Fiero y Puls, ligadas a tas vanguardias locales, y que en 1981 publicaba El hombre que estd solo 5 espera con éxito de piiblico y una acogida prometedora de la critica, entre 1952 y 1933 pasé a convertirse en un intelectual que asumia ple namente su compromiso militante en el plano politico. En los aiios si- guientes, Scalabrini se dedicé con energia a cumplir el papel de orga- nizador cultural, mientras publicaba ensayos econémicos ¢ histéricos de demuncia de la dependencia econémica de Inglaterra, Estas tareas continuaban siendo propias de la actividad intelectual, de manera que, mds que de un corte radical que lo levaria de intelectual a politico, se traté de una reorganizaci6n de la relacién entre las actividades propias de ambas esferas, En otra franja, el Partido Comunista habfa conquistado ya las simpa- Has de algunos intelectuales, incluso en Ia década anterior, Anthal Ponce, sin militar alli oficialmente, formaba parte del sector de hom- bres de Ta cultura cercanos a la agrupacién; se trataba de un intelectual importante, que a la muerte de José Ingenieros se habia hecho cargo de la direcci6n de la prestigiosa Revista de Filosofia. Con distintos grados de compromiso y trayectoria militante, de duracién variable, pasaron Por el PC local el pintor Cayetano Cérdova Iturburu, los escritores Héc- tor Agosti y Alvaro Yunque también colaborador habitual de Claridad-, cl poeta Ratil Gonzalez Tuién, la eseritora Maria Rosa Oliver, que al mismo tiempo participaba de la revista Sw emprendimiento fundado en 1931 alrededor de la figura de Victoria Ocampo. Incluso Roberto Arlt colaboré en mas de una de las empresas comunistas a comienzos de los aiios treinta, como se verd luego. 140 Hictoria de la Argentina, 1916-1959 ME EL ML Pa Rat! Scalabrini Ortiz ‘Ao largo de los.afios veinte, Scalabrini frecuent6 os ambientes literarios portefios y colaboré en la revista de vanguardia Martin Fierro y en los diarios La Nacién y & Munab. En la. década siguiente, luego de publicar con éxito EI hombre que esta solo y espera, en 1981, 89 convirtié en uno do los principales miembros del grupo FORVA, fundado en 1935. ‘Scalabrini ge hellaba voleado por entonces a la actividad intelectual con fuerte compromiso politico. ‘Archivo General de la Nacion, a” Alo largo de la década, paulatinamente, dos comunistas dedicados a la investigaciOn de temas bist6ricos fueron ganando prestigio, hasta publi car sus primeras obras de envergadura en los tempranos aiios cuarenta. Se trataba de Rodolfo Puiggrés, quien en 1941 present6 De la colonia a Ja Revoluciin, y de Eduardo Astesano, quien ese mismo aio publicé Con- tenido social de la Revolucién de Mayo. Desde fines de los aiios veinte, como se ha planteado en el capitulo 3, el comunismo habia estabilizado tuna interpretacién de la realidad latinoamericana y argentina, que in- dicaba que se trataba de paises semicoloniales; la etapa de la revolucién a encarar aqui era, entonces, la democritico-burguesa en st forma agraria y antiimperialista. Esta lectura se sostuvo a pesar de los cambios de linea de 1935 (hacia el Frente Popular), de 1989 (hacia la denuncia Actividades intelectusles, acciones politicas 141 _ ge la guerra como conilicto interimperialista), y de 1941 (cuando la = Unidn Soviética entré en la guerra y pasaron a impulsarse frentes de ~ nidad nacional contra el fascismo). LT OF MT EAT Sa Inglaterra y la historia argentina En la apertura del Congreso Latinoamericano contra la Guerra Imperialista, celebrado on Montevideo en 1933, Anibal Ponce, una importante figura intelectual estrecharnente vinculada al Partido Comunista, sefialé que en los primeros afios del siglo XIX “las colonias espeficlas de América Latina, instigadas por Ingjaterra, que aspiraba la. expansion de su comercio y a la destruccién de sus viejos rivales, ‘entraron por el camino de la Hoeracién politica sin haber alcanzacio ni con mucho la radurez econémica”. Asi, “les naciantes burguesias de ‘Anéiica Latina, atrasadas, Indolontes, sin ninguna de las capacidades que las nuevas formas de producci6n exigjan en @i mundo, se ‘convirtieron a poco andar en pasives instrumentos de Inglaterra, su nueva metropolis econémica". La economia jatincarnericana, precapitaista en la interpretacién de Ponce, qued6 bajo contro! ingés, que habia levado al “vasalaje cada vez més acentuado de las burguesies aborigenes”, a su vez, dado que convenia a Inglaterra “marttenerias en la ‘sluacién exclusiva de proveedoras de materias primas [..,, 8 comprende que las tentatlvas industriales en América Latina que no se acordaran con la explotacién inglesa, estuvieran condenadas de antemano a frecasar". Segin Ponce, “et parasitismo inglés ha retronado desde hace mas de un siglo la evolucion de las fuerzas econémicas de América”. La denuncia do la sujecién econémica a Inglaterra y del papel que le habria cabido en la historia nacional no era exclusiva de los comunistas, sino que estaba extendida a muchos sectores; poco tierspo después de ‘esta intervencién, por ejemplo, los hermanos Julio y Redotfo Irazusta, intelectuales nacionalistas, formularfan la suya en el libro La Argentina y e! imperialismo briténico, de 1934. El discurso pronunciado por Ponce en 1933 figura en Anibal Ponce, ET Vionto en of mundo, Buenos Aes, El Ateneo, 1999. iF | Los grupos nacionalista inclinados a la derecha habian contado desde | fines de la década anterior con presencias intelectuales importantes: Leopoldo Lugones fie el caso més destacado, Desde los afios veinte, Li 442 Historia de la Argontina, 1916-1955 .gones habia reclamaclo gobiemos de orden y expresado su confianza en. | él ejéreito como su principal pilary. en 1980, publicé trabajos que pro. ponian el camino de una “grande Argentina” y una “patria fuerte”, for mulas que ponfan de manifiesto la continuidad de su perspectiva: Por otra parte, hacia 1927, Ernesto Palacio, joven vanguardista, y los hermi: nos Irazusta, entre otros, participaron en la publicacién periddica La ‘Nueva Repiiblica, una de las més notorias empresas culturales de ese see tor. El emprendimiento logté convocar también a intelectuales conser. vadores de una generacién mayor, como Manuel Galvez y Carlos Tbargu- ren, muy bien instalados en el campo cultural, En la década de 1930, varios grupos de intelectuales se ubicaron en la zona de cruce entre el nacionalismo, €l pensamiento conservador y el catolicismo, impulsos he- - redados de los afios veinte, Alli se ubican, ademas de las mencionadas, las figuras de Gustavo Franceschi, Leonardo Castellani ambos sacerdo. _ tes— y Gustavo Martinez Zuvirfa, que firmaba come Hugo Wast sus muy difundidas novelas, de fuerte tono antisemita. Las revistas y publicaciones periédicas fueron instituciones culturales en torno a las cuales prosperé este encuentro entre intelectuales y orga: nizaciones politicas. Las editoriales, muchas veces asociadas a ellas, eran otro espacio de encuentro, ya ese conjunto se sumaban atencos y aso.” ciaciones de intelectuales. Asi, por ejemplo, luego de la dictadura de - Uriburu, el PC publicé Soviet, Actuatidad y, més adelante en la década, Argumentos, Problemas y la Asociacién de Intelectuales, Escritores y Pe riodistas (AIAPE) eran dos editoriales cercanas a la organizaci6n. De _ Jos grupos en que confluian el catolicismo y el nacionalismo surgicron, con presencias variadas en cada caso, Criterio, fundada a fines de los afios veinte, y Soly Luna, que en 1988 se planteaba intervenir en el pro- pio mundo de los intelectuales. Con el nacionalismo plenamente polé tico -y la mayorfa de las veces, mas radicalizado- pueden filiarse publi: caciones que buscaban llegar a ptiblicos mas extendidos: Crisol, El Pampero, Clarinaday Combate, Por su parte, tanto la editorial como la revista Claridad estaban asocia- dasa la izquierda en general, aunque su catélogo no era exchusivamente _ politico. En la revista encontraron un Ambito de expresién varios de los grupos de Ia izquierda latinoamericana, en particular los militantes apri- tas exiliados en Buenos Aires. La evocada Hechas e Ideas fue una revista de la UCR creada en 1935, y entre otras editoriales cercanas al partido se cuenta una efimera y mas evidente Editorial Boina Blanca. Alli, Arturo ‘Jauretche publicé en 1934 su poema gauchesco Paso de los libres, que evor caba una de las insurrecciones radicales en las que habfa participado, | Actividades intelectuales, aociones polticas 143 - euyo prélogo habia quedado a cargo de Jorge Luis Borges. En el radica- Jismo se cuenta desde luego a FORJA, con sus Cuadernos, que escribieron, entre ot10s, Jorge del Rio, Luis Dellepiane y Gabriel del Mazo. A comien- os de 1940, Scalabrini Ortiz, ademas de participar en los Cuadernos, pur blicé Politica Britinica en el Rio de la Plata, donde reunia articulos que ha- ian aparecido con anterioridad en otros medios. En junio de ese mismo afio se publicé el primer volumen de Historia de las Ferrocarniles Argentinas. También en este caso las investigaciones del autor habfan conocido ver- siones préliminares en forma de artfculos y con el tiempo se transforma: rfan en libros que gozaron de una circulacién muy extendida. Vd La prensa de la derecha Las publicaciones nacionalistas constituyeron un conjunte amplio y heterogéneo en los afios treinta. En el caso de Glarinada, se trataba de Un nacionalismmo fuerteriente antisemita y anticomunista; en su subtitulo la pubiicacién se presentaba como una revista de “contra propaganda roja". Se publicé entre 1987 y 1945. CLARINADA Portada de la revista Clarinada del 31 de enero de 1940. Coleccién. Biblioteca Nacional. A” De este modo, muchos escritores, poetas, pintores, profesores universita- rios y novelistas participaron en Ja vida de las agrupaciones politicas con 144 Historia de la Argentina, 1916-1955 alguna intensidad. Ademés, y es éste un dato significativo, eran muchog _ 2 los dirigentes que, junto a sus funciones partidarias, cumplian un papel con Gerto perfil intelectual y escribfan sistematicamente articulos 0, mas esporidicamente, ensayos ~género exitoso por entonces- de mas largo. aliento. El comunista Rodolfo Ghioldi, los socialistas obreros, en trénsito al comunismo, Benito Marianetti y Emnesto Giudici, algunos dirigentes radicales como Leénidas Anastasi, Luis Bofli y Manuel Goldstraj son bue- nos ejemplos. En el espacio nacionalista, con menor formalizaci6n par. tidaria, la misma practica era frecuente, y algunos de los ensayos de de nuncia del sector tendrian un gran éxito, como ocurrié con La dévada = infame, que al filo del periodo analizado, en 1945, publicé José Luis To-: © rres, acufiando una denominacién que seria duradera. 7 ee he lh La Segunda Guerra Mundial y la politica argentina Luago de la invasién nazi a la Unién Sovistica, courrida en 1941, el PC albandoné su caracterizacién de la guerra como un conflicta interimperialsta, y se alined decididamente con ios Aliados, Al mismo tiempo, el comunismo alentaba las llamadas politicas de unidad nacional contra el fascismo. aRONTMO ARREDO ALFAREL LA UNMON SACIOMAL GAKLNTIA DK LA YICTOREL Publicacién del Partido Comunista, que reproduce informes y discursos planteados en el X° Congreso de la agrupacion, celebrado en noviembre de 1941, a ‘Activigades intalectuales, acciones politics 145 En cuanto a los atencos y asociaciones de intelectuales, debe registrarse Ja existencia de un Ateneo Claridad, que no logré funcionar con conti- snuidad; de una fracasada Unién de Escritores Proletarios y de Ia AIAPE, yinculadas al PG; también de varios ateneos socialistas y radicales entre os que puede contarse a FORJA, una de cuyas actividades centrales fue ta organizacién de conferencias y la difusién de los textos presentados-; del Colegio Libre de Estudios Superiores, que, si bien no tenia una filia- ci6n partidaria exclusiva, se convirti6 en un ambito de debate politico a cargo de intelectuales de varias agrupaciones; de los Gursos de Cultura Catdlica, uo de los mas importantes Ambitos de sociabilidad donde se cruzaban los circuitos nacionalistas, eclesidsticos y mifitares. A su vez, el estado impuls6 la creacién de la Academia Argentina de Letras, donde ocupé un lugar destacado Carlos Ibarguren. Finalmente, por fuera de estos circulos conformados por quienes, en virtud de su area politica o intelectual, gozaban de cierto reconoci- miento y visibilidad, gran cantidad de militantes anénimos y ms modes- tos fundaron revistas dirigidas a sus bases, sindicales o barriales, y fueron autores de los articulos que alli se publicaban, o conferencistas que se ‘ocupaban de los temas ms variados en los locales partidarios. De este modo participaban de Ia dimensién cultural de la lucha politica, que por entonces tenfa una relevancia particular, a juicio de quienes se dedi- caban a ella. Parecian ser también amplios los sectores de activistas, mi- litantes y simpatizantes que acogian con interés esas producciones. Debates en torno a la funcién social de los intelectuales No obstante sus compromisos politicos, muchos de los intelectuales tendian a suponerse miembros de un. universo en el que los mecanis- mos de reconocimiento y consagracién eran mas 0 menos auténomos, y no estaban directamente vinculados a habilidades 0 saberes propia- mente politicos, tales como conseguir votos para las elecciones internas co nacionales, obtener recursos para la apertura de un local « organizar una célula barrial o fabril garantizando su funcionamiento y su seguri- dad. Ello contribuy6 a que los grupos intelectuales tuvicran una rela- Gén no del todo apacible con sectores de los partidos a los que adhe- tian, a pesar de los esfuerzos que unos y otros, dirigentes partidarios y hombres de la cultura, hicieron muchas veces por entenderse, ‘Aunque de intensidades cambiantes, las tensiones fueron frecuentes en varios casos y reproducian un elemento: la busqueda, por parte de 146 Historia de la Argentina, 1916-1955 los intelectuales, de un papel especifico para cumplir en la organiza” cidn politica en su condicién de hombres de la cultura; en algunas oportunidades, la funcién que los propios intelectuales se atribuyeron fue el de gufas doctrinarios. Tal biisqueda suscit6 conflictos con los di- rigentes mas dedicados a la tarea politica, que no estaban dispuestos a delegar la funcién que tenian en el partido. En los afios treinta, es tas disputas se fueron entrelazando con el proceso que sacudia a los intelectuales desde dentro de sus propias filas, alrededor del debate acerca de su funcién social y politica y de compromiso con alguna cau- sa partidaria, En estas coordenadas debe situarse la discusi6n que sostuvo Roberto Arlt con el dirigente comunista Rodolfo Ghioldi en 1932. Al parecer, Ghioldi habia invitado a Arity al eseritor Elfas Castelnuovo a escribir en Bandera Roja, periddico del partido que buscaba presentarse como in- dependiente para sortear las trabas legales, habituales para el PG. Pre- viamente, Castelnuovo y Arlt habian convocado a la creacién de una agrupacién de escritores proletarios, y Ghioldi los habia invitado a par- ticipar en el futuro periddico. Arlt tuvo otras intervenciones en revistas comunistas, como la mencionada Actualidad, y en la Liga Autiimperia- lista, también cercana al partido, En el debate de 1982, Arit sostuvo que para la organizacién de un partido revolucionario “no basta la intenci6n, la simpatia, ni el entu- siasmo”; por el contrario, “hay que estudiar, estudiar y estudiar. Nada mas”, El propio Ghioldi contesté poco después, en la misma revista, que “los nticleos intelectuales y pequefioburgueses que se acercan ho- nestamente al proletariado y que subjetivamente desean marchar bajo su hegemonja” tienen, como primer deber, que “renunciar a la teoria de la minoria sapiente que lleva de las narices a la multitud entusiasta”, que a su juicio habia expuesto Arlt, El escritor respondié a su yez que “el ciudadano Ghioldi rebasa los limites del marxismo leninista para te- caer sin darse cuenta en la demagogia desenfrenada, con principios au- toritarios". Lo que se encontraba en discusidn es el lugar que le cabia al intelectual en un partido que asumfa posiciones obreristas excluyentes, como ocurria con el comunismo de comienzos de los aiios treinta. La discusién librada en Bandera Roja no fue la tinica, pero ilustra lo compli- cado de aquellas relaciones. Claro que no sélo los comunistas tenfan estos problemas. El coronel Atilio Cattineo, conspirador radical a principios de la década, dudaba de las habilidades que Barcos, intelectual de alguna fama, demostraba como organizador de rebeliones militares. A su vez, en el ambito del ra- Actividades intelectuates, acciones polticas 147 Gicalismo resulta significative que los intelectuales que organizaron tanto Hechos ¢ Ideas como los citados Cuadernos de FORJA, dos esfuerzos destinados en gran medida a esos mismos sectores, se hubieran asignado asi mismos ¢l papel de encargados de definir los principios doctrinarios “quténticos” de la UCR, asi como las posiciones técticas ante los desafios del momento. Desde ese punto de vista, aunque los alineamientos inter- nos fueron distintos y los contactos entre sus miembros escasos, estas dos formaciones culturales radicales tenfan mucho en comtin. Principales dilemas de los hombres de la cultura “En verdad, si los intelectuales ~es decir, los cultores de la ciencia y del arte~ como ciudadanos ejercitan su derecho y cumplen con su deber al inscribirse en un partido y servirlo fielmente, como intelectuales tienen el tinico deber de atender, con la obra de Ia indagacién, de la critica y de las creaciones artisticas, a elevar a todos los hombres y todos los par- tidos por igual a la mas alta esfera espiritual’, sostenia el amado “Ma- nifiesto de los intelectuales antifascistas”, publicado en la Italia de Mus- solini en 1925. “Contaminar politica y literatura, politica y ciencia es un error”, argumentaban quienes firmaban el documento: el verbo utili- zado, “contaminar”, es revelador. El texto respondia al manifiesto que Jos intelectuales partidarios del fascismo habfan publicado poco antes. Ese escrito, que se atribuye al fil6sofo italiano Benedetto Croce, opo- sitor liberal al régimen de Mussolini, encierra el mticleo de los dilemas que conmovieron a los intelectuales durante aquellos aiios, y no s6lo en Europa. Era posible y acertado predicar la necesidad de separar la po- Iitica de Ja practica intelectual y exigir la escisidn entre la condicién de intelectual y la condicién de ciudadano? De no ser ast, zvalfa lo mismo el compromiso con cualquier causa politica o sélo algunas eran correc- tas, puesto que se encontraban asociadas a determinados valores que, desde la perspectiva del intelectual, eran preferibles a otros? Si existian tales posiciones politicas que el intelectual debfa asumir en virtud de su propia naturaleza, zcudles eran? Puesto en otros términos, éhabria una causa politica propia, natural de todos los intelectuales en tanto tales? De cusil se trataba: la causa de la revolucién, la de la libertad, la igual dad, el orden social, la nacién, la democracia..2 Si bien los redactores y firmantes de dicho escrito tenian como adver- sarios visibles a otros hombres de la cultura que habian manifestado su apoyo al fascismo, en Jos aiios treinta se volvi6 evidente para muchos que 148 Historia de la Argentina, 1916-1885 esas preguntas no tenian por qué restringirse cxclusivamente a aquel ré- gimen politico. El nazismo, en el poder desde 1983; el estalinismo, que se venfa consolidando en la Unidn Soviética desde fines de los afios veinte y que en los treinta ponia en marcha las purgas de los disidentes, incluyendo en ellas a antiguos militantes de 1a revolucién; los regimenes liberakdemocrdticos 0 los que pretendian ser tales, aun cuando acota- ban libertades civiles y politicas con el argumento de atender razones de seguridad nacional: todos estos mods peculiares de gobierno quedaron involucrados en esa serie de interrogantes. Hacia 1930, en el contexto europeo, tales dilemas y las confrontacio- nes que desataron las tomas de posicién frente a ellos tenfan ya unos afos de antigtiedad y provocaron la aparici6n de lineas de quiebre en el mundo intelectual, que se hicieron ptiblicas con claridad en ocasion de la Guerra Civil espafiola. En la Argentina, en cambio, todavia en la segunda mitad de los aitos treinta eran posibles algunos didlogos y encuentros entre hombres de letras que se inclinaban a opciones politicas diferentes. Durante buena parte de esta década, aunque existicron discusiones y enfrentamientos, Ja politica no terminé de levantar muros imposibles de franquear entre muchos de los grupos culturales, y no eran pocos los que solfan consi derar que esas diferencias eran menos importantes que la participacién comin en el mundo intelectual, una concepcién que, aun cuestionada, tenfa rafces culturales profundas, Al mismo tiempo, las miradas sobre el estado de las cosas que las formaciones culturales argentinas ponian en juego se hallaban en construccién, y no eran poco frecuentes ni los ‘cambios de perspectiva ni los equivocos, en un momento en que varios fendmenos sociales y politicos -la crisis, el golpe, el ascenso del fas- cismo- desafiaban las certezas del periodo previo. La cuestién de la identidad nacional En este paisaje agitado por discusiones varias, algunas tendencias am- plias involucraron a gran parte del mundo cultural argentino. Dos de ellas fueron la extensin de actitudes y posiciones nacionalistas, por una parte, y los debates, muchas veces velados, en torno a cual era la tradicién politica auténticamente nacional, por otra. El primero de estos fenémenos tuvo varias expresiones. Sin duda, 1a mis evidente de ellas fute el crecimiento, a lo largo de toda la década, de los grupos que se filiaban con el nacionalismo en algunas de sus ver- Actividades inteleotuales, acoiones poiticas 149 siones de derecha y que, en ciertos casos, Ilegaron a manifestar su _ apoyo a los gobiemnos de Mussolini y de Hitler. Las agrupaciones cultur rales y politicas nacionalistas se multiplicaron y conquistaron muchos __ jdeptos. Parcialmente heterogéneas, si bien no consiguicron dase una ‘estructura Unitaria en estos aiios, lograron en cambio importantes €xi- tos en el plano cultural, que se traducian en la extensi6n de sus puntos de vista a sectores mas amplios. ‘Durante los aijos veinte, en una etapa todavia fundacional, varios de estos grupos habian asumido posiciones elitistas, conservadoras y tradi- ‘ionalistas, recelosas de la sociedad de masas y de que la ampliacién de {os derechos politicos pusiera en entredicho el predominio de los gre jos sociales tradicionales, A lo largo de los afios treinta, en cambio, se expandieron Jos planteos que asumian la cuestiGn social y que no des preciaban las apelaciones a la movilizacién de masas, por lo que se tor naban mas modernos en cierto sentido. Hacia los tempranes afies cua renta, por ejemplo, algunos grupos del nacionalismo habjan hecho suya la consigna de la justicia social, clisica del repertorio de la iz- quierda desde varias décadas antes. El encuentro con el pensamiento Gel catolicismo social, que también tenia cierta antigtiedad, contribuy6 con certeza a aquellos cambios. Por otra parte, la idea de que el catoli- cismo y la herencia cultural espafiola eran los elementos sobre los que se asentaba lo especificamente nacional fue arraigindose sdlidamente en estos grupos, Las relaciones entre el nacionalismo y los intelectuales catélicos. ¢ in- luso sectores conservadores, tendieron a ser estrechas, como se ha apuntado ya. Sin embargo, a pesar de las coincidencias en Jas criticas al liberalismo y a la democracia, existfan diferencias doctrinarias entre ellos y puede sostenerse que el pensamiento catélico se expresaba mas cabalmente en, por ejemplo, la revista Criteri. En la segunda mitad de los afios treinta, en varios sectores del nacio- nalismo se difundicron argumentos antiimperialistas, que de todas ma- neras tampoco eran propios de todos los grupos, ni exclusivos de ellos. En las agrupaciones més radicalizadas, Inglaterra se convertia en uno de los blancos de todas las denuncias. También en muchas de las forma ciones nacionalistas hizo pie el antisemitismo. Pero el crecimiento del activismo nacionalista y la multiplicacién de sus publicaciones y organizaciones, aunque fueron fenémenos impor- tantes, no deben ocultar Ia incidencia de un proceso més amplio ¢ in- cluso mas relevante en el largo plazo: la expansién de sus auditorios y la iransformacién de algunos de sus argumentos en elementos de un 150 Historia de la Argartina, 1916-1955 Gerto sentido comin. Es muy probable que en esa transformacién se atenuaran los aspectos més radicalizados de los argumentos de los nis Titantes. A estos procesos debe agregarsc la difusién de posiciones vaga- mente nacionalistas, una especie de “nacionalismo de profesién”, en determinados sectores de la estructura administrativa del estado, en parte relacionada con la funcién que se le otorgaba a cada reparticién: en Yacimientos Petroliferos Fiscales, que crecié notoriamente a lo largo Gel perfodo, entre otras razones por la extensin de la red camineray_ del uso del automévil; en Vialidad Nacional, creada a comienzos de la presidencia de Justo a través de la unificacién de reparticiones previas y asociada a aquella extensién; en la Direccién General de Parques Na- ‘cionales, de 1934, ‘Todas ellas desarrollaban actividades vinculadas al} control estatal del territorio, a su integracién ya la Hegada del estado a zonas remotas. Incluso en el Consejo Nacional de Educacién, las furi- ciones nacionalizadoras que se atribufan a la accin escolar, un lugar comiin desde hacia décadas, constituian un terreno fértil para la exten sin de este tipo de actinides. Desde ya, en las fuerzas armadas, incluso 10s liberales y los oficiales que seguian poniendo en primer lugar Tos cri- terios profesionales desarrollaban puntos de vista cercanos a los del na- cionalismo, fundados en observaciones técnicas. ‘Al mismo tiempo, politicos ¢ intelectuales pertenecientes a otras tradiciones se avinicron a librar el debate en los términos que el na- cionalismo proponia. Esas actitudes estaban en ocasiones motivadas por consideraciones de orden estratégico y de seguridad, algo particu- Jarmente evidente en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, y ob! gaban al ensayo de una distincidn tosca que reaparece wna y otra vez en estos afios, entre ¢] nacionalismo “sano”, un “buen y auténtico” na- cionalismo, frente a otro, que seria reprobable. Asi ocurri6, por ejem- plo, en julio de 1941, cuando voli a tratarse en el Congreso la posi- ble constitucién de una comisién de investigacién de las Jamadas “actividades antiargentinas”. En el lenguaje de la época, esa denomi- nacién sin dudas critica aludia a varias de las acciones que los nacio- nalistas Hevaban adelante; tal gesto de critica se hacia en nombre de Ja argentinidad verdadera, como la denominaci6n de la comisi6n pre- vista sugiere. “Estos nacionalistas” que miraban con simpatfa la politica del Eje, decfa en la sesi6n el diputado radical Ratil Damonte Taborda, “son profunda y totalmente antiargentinos. Son extranjerizantes, anti- nacionalistas y anticriollos”. Su intervencién terminaba acusindolos de ser en verdad “seudonacionalistas a sueldo de los imperialismos extranjeros”. ‘Actividades Intelectuales, aocionas polticas 181 pocos meses mis tarde, ante el X° Congreso del PC argentino, reur ido en noviembre de 1941, poco tiempo después de ie Hier inva- Tira la Uni6n Sovidtica, el dirigente Gerdnimo Arnedo Alvares procla- faa que la orgenizacion estaba dispuesta, cumpliendo el dcher de todo auténtico patriota’, siguiensdo el ejemplo de Belgrano y de San Martin, a “combatir en primera fila con las armas en la mano”, para de- fender “la existencia libre y soberana de la Nacién Argentina”, en esta srsasign, aite un hipotético ataque nazifascista, Por esas mismoas fechas oT PG terminaba de construir una tradicién nacional y progresisia Pro- pia con Ia eval fiiarse, una senda en la cual inscribix su accién potitic presente, en un proceso que haba comenzado algan tiempo atrés. Sin rida habia algo de Ia exageraciOn del recién converso en estos arrea aan communistas, pexo no dejaban de estar a tono con el lenguaje politico de la época. ; FI punto importante es que ninguno de estos actores politco-cultura tes, ni tampoco el resto de los que por entonees intervenian en el de- pave, admitia que sus adversarios los acusaran de antiargentinos 0 ants racionales, En décadas anteriores, la lucha contra Ia apelacién nacional janzada por el estado hacia vastos sectores sociales habfa sido una 2c tad clésica del activismo obrero y de Ios partidos que aspiraban a repre sentar y encuadrar al proletariado. Los anarquistas,en cualquiera de sus veniones, impugnaron con fervor esa identidad en clave nacional qe jinpulsaba el estado durante la celebracién del Centenario, Por cjemplo, yyaumn los socialistas, mas moderados, dudaron en ceder ella, al menos por un tiempo. Luego de Ja Revolucién de Octubre de 1917, las prime- tas organizaciones comunistas habjan continuado con est recusacion a ta macion y 4 sus simbolos, que sostuvieron hasta mediados de 1os aos treinta aproximadamente. El anarquismo snantenia sus posiciones trade tionales, pero habfa entrado en un decive franco ya en Jos afios veint®s tnientras que el socialismo, no sin tensiones intemas, pasaba a incorpo ny definitivamente Ia dimensién nacional en su identidad, No obstante, en la segunda mitad de los afos treinta las cosas habran cambiado a un punto tal que todos los grupos politicos de algiin peso y significacién pretendian ser auténticamente nacionales y acusaban yinee rdversarios de ser complices de algiin imperialismo, de trabajar como agentes al servicio de intereses extranjeros 0 de colaboracién con diguna potencia totalitaria, imperialista, oambas cosas & a vez Esta cir- a mstancia es la expresion de una tendencia de fondo a la integracio® ‘de aectores antes disruptivos 2 la cultura politica Local y al sistema poli tico, También es probable que contribuyera a ella el avance de Ta nacio- 152 Historia de te Argentina, 1916-7886 palizacién de masas, resultado de muchos factores, entre los cuales se destaca el descenso de Ia egada de inmigrantes de ultramar y la exten- sidn y profundizacién de la accién escolar y estatal en general. De todos modos, queda claro que por debajo de esa apelacion que rea. lizaban todos los sectores politicos e intelectuates de alguna relevancia a a tradicién nacional, a los intereses de 1a nacién, al sano nacionalisino y a la nacionalidad, existian disputas, a veces publicas y otras, libradas en sordina, por estabilizar y fijar el sentido que debia otorgarse a esos con ceptos: los contenidos ideoldgicos y politicos de la nacionalidad no eran idénticos para los distintos grupos. En este plano, durante los afios treinta terminaron de ganar terreno varios modos de concebir la nacionalidad que,a pesar de otras diferencias, hallaban el centro de la argentinidad en formas culturales antiguas, teltiricas, que se suponian propias del interior rural. En ese movimiento, la figura del gaucho fuc la que quedé definiti- vamente convertida en el tipo social que encarnaria las peculiaridades de Ia nacién, aquello que resultaba propiamente argentino. Planteos que exhibian alguna semejanza con éstos venian realizén- dose desde fines de} siglo XIX y, de manera mucho més frecuente, desde el Centenario de la Reyolucién de Mayo. También en los aos veinte, la figura de José Heréindez habia sido valorada por integrantes de las vanguardias; de esos Ambitos salié la primera iniciativa para erigit un monumento al autor del poema, Pero en aquellos afios se trataba de opiniones de intelectuales ce mayor 0 menor prestigio y reconoci- miento; en cambio, en la segunda mitad de los afios treinta, una versién sumaria de aquellas opiniones sostenfa acciones estatales y politicas. ‘Asi, a fines de los afios treinta se implanté el Dia de la Tradicién en la provincia de Buenos Aires, mientras se consideraba la instalacion de un. monumento al gaucho. El Gonsejo Nacional de Educacién incorporé oficialmente las producciones de corte folclérico a las fiestas escolares, aunque ¢s probable que algunas de ellas circularan antes, de manera informal. Simultaneamente, grupos politicos enfrentados por cuestio- nes que podian reputarse mas urgentes ~socialistas, radicales, conserva- dores, nacionalistas- coincidian en homenajear al Martin Fierro, a su au- tor ya la figura del gaucho. Las observaciones mas cautas de algunos estudiosos, que destacaban la dificultad de hacer de! gaucho un histé- rico tipo social propio de todo el tertitorio, o que insistian en que el complejo conceptual nacién-folelore-gaucho no era sencillo de articu- lar, tenfan auditorios muy reducidos en la época. Asf, las concepciones de nacién que ubicaban su centro simbdlico en el interior rural, supuestamente representado por la figura del gaucho, ‘Actividades intelectusles, acciones polttcas 188 yenfan a sumarse a otras que ya circulaban en el mundo politico-cultu yal argentino desde tiemapo atras, de las cuales la que hallaba el miicleo hist6rico nacional en la Revolucién de Mayo era la més asentada y ex tendida, En los afios treinta, se produjo un enlace en parte inesperado centre la tradicién que se planteaba heredlera de la nacién de Mayo, que Gescubria su vértice en un acto politico como era la Revoluci6n que ter- jninarfa en la Independencia, y la naci6n que aspirabaa fiundarse en las ‘calturas rurales previas. Esta xiltima, sin desplazar a la anterior, fue la {que conquist6 espacio en la época. Ks posible que este movimiento tatty pién contribuyera a angostar el espacio del ya menguado liberalismno ar- gentino, que habia hecho de Mayo ef momento de fundacién de su propia tradicién nacional. tras versiones del pasado y un cambio de clima politico Ep los diltimos aiios de la década, un nuevo actor vino a sumar sus argue mentos a las discusiones que acaban de evocarse. En agosto de 1938, un grupo de intelectuales, escritores y hombres de In politica fundé en Buenos Aires cl Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones His- téricas. Como otros grupos culturales, pronto crearon su revista. Ambos eran las expresiones institucionales de la existencia del revisionisino histrico, que se vinculaban parcialmente con algunas experiencias pre- vias, como Ja creacién de la Gomisién por la Repatriacién de los Restos de Rosas, en 1934. Los revisionistas de 1938 mantenfan relaciones cer- canas, aunque no exclusivas, con algunos sectores del nacionalismo, ya que radicales como Lauro Lagos formaban parte del grupo. Se conta: ‘tan entre ellos Manuel Galvez, hombre firmemente instalado en el mundo intelectual; Ernesto Palacio y Julio Irazusta, autor junto asu her mano Rodolfo de La Argentina y el imperialismo briténico, que hacia 1934 ofrecia algunas lineas de interpretacién que los revisionistas asumirfan, El revisionismo hacfa de la reiyindicacién de Juan Manuel de Rosas uno de sus objetivos principales y decia discntir con la historia escrita “por los vencedores de Caseros”, una f6rmula a la que se apel6 a me- nudo. De acuerdo con los argumentos revisionistas, esa vision del pa sado era la que sostenfa la Academia Nacional de la Historia, organic zada también en 1938 sobre la base de la vieja Junta de Historia y Numismtica, creada por Bartolomé Mitre a fines del siglo XIX. Segiin la critica revisionista, se trataba de una versi6n liberal, portefia y falsa de la historia nacional, y ella constituia lo que la maban la historia ofi-

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