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3 Evans Pitchard PDF
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estar basadas en una observación correcta de las que pueden estar menos
fundamentadas (1977: 22). En ella se refiere a tres puntos importantes
de la investigación sobre el terreno: el aprendizaje de la lengua, el acer-
camiento a los investigados, a pesar de la hostilidad colonial, y la obser-
vación participante:
Mi primera dificultad en aquella etapa era la imposibilidad de conversar
por extenso con los nuer. No tenía intérprete. Ninguno de los nuer hablaba
árabe. No existía ninguna gramática adecuada de su lengua ni, aparte de
tres cortos vocabularios nuer-inglés, diccionario tampoco. Por consiguiente,
dedique toda mi primera investigación y parte de la segunda a dominar
suficientemente la lengua para hacer investigaciones en ella, y solo quienes
hayan intentado aprender una lengua muy difícil sin ayuda de un intér-
prete ni de un asesoramiento literario adecuado apreciarán plenamente la
magnitud de mi tarea (1977: 23).
Evans-Pritchard logró su intento y, según recordaba en una con-
ferencia dada en Manchester en 1961, como mis trabajos se han llevado
a cabo en África, be tenido oportunidad de aprender varias lenguas: una
semítica, otra hamítica, dos nilóticas y una sudanesa, y de adquirir algunos
conocimientos en otros idiomas africanos (1974: 58).
Sobre el acercamiento a los investigados, observa Evans-Pritchard
que, si siempre habría sido difícil el trabajo de campo entre los nuer por
su desconfianza hacia los blancos, cuando fue:
se mostraban extraordinariamente hostiles, pues la reciente derrota, que les
habían infringido las fuerzas gubernamentales, y las medidas adoptadas
para garantizar su sometimiento definitivo, les habían provocado profundo
resentimiento. Muchas veces los nuer me han hecho estas observaciones:
«Vosotros nos habéis invadido, y sin embargo decís que no podemos in-
vadir a los dinka»; «vosotros nos vencisteis con vuestras armas de fuego
y nosotros sólo teníamos lanzas. Si hubiéramos tenido armas de fuego, os
habríamos expulsado», y así sucesivamente. Cuando entraba en un cam-
pamento de ganado, era no sólo un extraño, sino también un enemigo;
y raras veces intentaban ocultar su desagrado ante mi presencia, pues se
negaban a responder a mis saludos e incluso se volvían, cuando me dirigía
a ellos (1974: 24).
Finalmente, sobre la observación participante, Evans-Pritchard
cuenta que tenía su cabaña y su propio hato de ganado y que, si no pudo
Historia de la antropología. Volumen III: Antropología social / 105
esta situación, sino que aparece como una tendencia general en la vida intelectual
de nuestro tiempo. Como Comte vislumbró claramente, el protestantismo escon-
de al deísmo, y el deísmo, al agnosticismo, y la elección es entre todo o nada, una
elección que no admite término medio entre una Iglesia, que ha defendido su
razón y no ha hecho concesiones, y la irreligiosidad absoluta (1974: 43).
114 / La reconciliación con la historia
tipos de infortunio, así como las medidas que toman para ahuyentarlos o
eliminarlos (1972: 371).
En tercer lugar, Evans-Pritchard concluye que en la religión nuer,
por efecto del carácter dominante de la idea de Espíritu, otros elemen-
tos del sistema religioso, propios de otras religiones africanas, son casi
desconocidos. Así refuta de paso, con el argumento negativo de su no
existencia en los nuer, a ciertos teóricos en religiones primitivas que,
sin haberlas estudiado nunca en el campo y con informaciones poco
seguras, decían que el animismo, la magia o los espectros eran el origen
de la religión o que la religión primitiva era ritualista, poco ética y poco
personal:
Como quiera que la principal característica de la religión nuer es la idea
de Espíritu, no es de extrañar que ciertas características de otras religiones
africanas sean entre ellos poco importantes, o incluso totalmente inexisten-
tes. La concepción sobre las ánimas de los difuntos es algo secundario en
este sentido. Las ideas animistas son algo que apenas si conocen. Las ideas
sobre brujería juegan un papel subordinado y la magia casi no existe; son
dos ideas incompatibles con una filosofía teocéntrica… De igual manera,
se comprende fácilmente que no exista ninguna idea de fuerza impersonal,
de dinamismo o de fuerza vital, ideas estas que son características al pa-
recer de algunas religiones africanas… Otro rasgo negativo de la religión
nuer es la completa ausencia de rituales, entendido esto en el sentido de
ceremoniales, interdicciones, etc., de tanta importancia entre otros pue-
blos… Las interdicciones no son en absoluto de orden ritual, sino de orden
moral, de modo que su infracción trae como consecuencia un estado de
impureza moral o de pecado, cuyas manifestaciones lógicas suelen ser la
enfermedad o cualquier otra desgracia. Por otra parte, lo que realmente
cuenta a la hora del sacrificio no es tanto el estado externo o físico del sacri-
ficante cuanto su disposición interna… Domina un fuerte sentimiento de
dependencia respecto a Dios y de confianza en El más que en cualquier otro
poder o instancia de tipo humano…: estamos ante una relación íntima y
personal del hombre con Dios (1982: 373).
Y en cuarto lugar, Evans-Pritchard concluye que la religión nuer,
aunque cumple funciones sociales o culturales, es un estado interior,
una relación entre el hombre y Dios que trasciende todas las formas (1982:
377). Así, contra los enfoques predominantes de la Escuela inglesa de
estudiar las funciones de la religión, propone estudiar la relación o la
116 / La reconciliación con la historia
experiencia del hombre con Dios. Pero como, para Evans-Pritchard, los
nuer nos pueden hablar de su experiencia del Espíritu, pero poco o nada
del Espíritu propiamente dicho, por ser un misterio que se esconde tras los
nombres, las apariencias totémicas, etc., en que aparece representado, di-
cho autor duda de que el antropólogo pueda decir mucho más y así debe
ceder el lugar al teólogo, frase con la que concluye la obra:
Si consideramos solamente lo que perciben los ojos en el sacrificio, puede
que nos parezca una sucesión de actos carentes de sentido, e incluso crue-
les o repelentes; pero, cuando reflexionamos acerca de su significado, nos
damos cuenta de que se trata de una representación dramática de una
experiencia espiritual. Que es exactamente esta experiencia es algo que el
antropólogo no puede decir con certeza. Las experiencias de esta índole
no son fácilmente comunicables, aun cuando la gente está dispuesta a co-
municarlas y dispone, además, de un riquísimo vocabulario para hacerlo.
Aunque la oración y el sacrificio sean acciones externas, la religión nuer es
en último término un estado interior. Este estado se exterioriza mediante
ritos que podemos observar, pero cuyo significado depende en definitiva de
la conciencia que se tiene de Dios, así como del hecho de que los hombres
dependen de Él y han de conformarse con su voluntad. Llegado a este esta-
dio, el antropólogo debe ceder el lugar al teólogo (1982: 378).
Pasando al segundo libro, Teorías de la religión primitiva. Evans-
Pritchard escribe cinco capítulos que presentan el planteamiento del
problema, las teorías sicológicas, las sociológicas, el pensamiento de Lé-
vy-Bruhl y la conclusión. En el planteamiento dice que aborda el tema
por cuatro razones. Primera, porque los filósofos y científicos sociales
(desde Hobbes y Rousseau hasta Spencer y Durkheim) juzgan que la
vida primitiva puede ayudar a entender la vida social en general. Segun-
da, porque las religiones primitivas son parte del fenómeno religioso y
a través de ellas, que han tenido un desarrollo independiente, se puede
descubrir la naturaleza de la religión. Tercera, porque, aunque los teó-
logos e historiadores no han querido estudiar las religiones primitivas,
no puede olvidarse que, para comprender plenamente la naturaleza de la
religión revelada, hay que entender la llamada religión natural, pues nada
podría revelarse sobre algo si los hombres no tuvieran previamente noticia
de ese algo; además, para Evans-Pritchard, la distinción entre religión
natural y revelada es en el fondo falsa, pues de algún modo todas las re-
Historia de la antropología. Volumen III: Antropología social / 117
las otras, aunque yo no creo que lo sean. Se puede hacer una interpretación
a diferentes niveles. Así mismo, no hay motivo por el que varias explicacio-
nes diferentes del mismo tipo o en el mismo nivel, no sean todas correctas
mientras no se contradigan entre sí, dado que cada una puede explicar
diferentes rasgos de un mismo fenómeno. En cuanto a los hechos, sin em-
bargo, encuentro que todas las teorías que vamos a examinar no pasan de
plausibles e incluso que, tal y como han sido mantenidas, resultan inacep-
tables, porque contienen contradicciones y otras insuficiencias lógicas, o
porque, tal como están, no se puede demostrar si son verdaderas o falsas,
o bien, por último, y ello hace más al caso, porque las pruebas etnográficas
las invalidan (1973: 37).
En el segundo capítulo, Evans-Pritchard enumera las principales
teorías sicológicas e intelectualistas sobre el nacimiento de la religión.
Según Charles R. de Brosses (1760), contemporáneo y corresponsal de
Voltaire, esta nace con el fetichismo, palabra portuguesa que los des-
cubridores lusitanos aplicaron en África a los objetos sagrados para los
negros; según Edward B. Tylor, nace con el animismo, creencia en las al-
mas; según Herbert Spencer, nace con la creencia en los espectros, idea
anterior a la de alma, porque éstos son la primera realidad de otro orden
que descubre la humanidad; según James Frazer, nace de la magia, que
con el tiempo se convierte en religión; según Max Müller y la Escuela
Mitológica de la Naturaleza, nace con la personalización de las fuerzas
de la naturaleza.
Evans-Pritchard continua con las opiniones de Lang y Marett,
dos discípulos y críticos de Tylor: para Andrew Lang, el concepto de
Dios no es necesario que se derive de reflexiones sobre los sueños o los espec-
tros y así todos los pueblos más primitivos aceptan cierto monoteísmo,
por admitir a un Dios creador, fuente de moralidad, padre, que todo lo
puede y lo sabe (1973: 59-60); para Robert Marett, la religión nace de la
acción mágico-religiosa en una etapa preanimista, pues para él, según
Evans-Pritchard:
el hombre primitivo no era en absoluto ese filósofo frustrado en que se le
había convertido. En el hombre primitivo no son las ideas las que hacen
surgir la acción, sino la acción la que hace surgir las ideas: «la religión
primitiva –dice Marett– no es tanto algo que se elabora mentalmente como
algo que se danza» (1973: 61).
Historia de la antropología. Volumen III: Antropología social / 119
el en el color del día y charla y juega al juego africano del agujero o hace
alguna artesanía. En consecuencia, puede ocurrir que haya gente sentada
bajo el granero cuando se derrumbe y resulten heridas, pues es una estruc-
tura pesada hecha de vigas y barro y puede estar llena de eleusina, además.
Ahora bien, ¿por qué estas personas concretas estaban sentadas bajo este
granero concreto en el preciso momento en que se derrumba? (1976: 88).
Evans-Pritchard recuerda que los azande conocen tanto como los
occidentales las causas directas de la desgracia, es decir, que la polilla ha-
bía carcomido los soportes del granero y que el zande se había sentado
debajo al interrumpir su trabajo. Pero con respecto a la pregunta, mien-
tras que nosotros hablamos del azar y no tenemos explicación para el he-
cho de que las dos cadenas causales se crucen en un determinado momento
y en un determinado lugar, pues no existe interdependencia entre ambas,
la filosofía zande puede aportar el eslabón perdido y la brujería explica la
coincidencia de estos dos sucesos (1976: 89). Es evidente que el azar no
explica nada; si la estadística puede predecir con cierto margen de error
el número de accidentes de una ciudad en función de ciertas variables
(cantidad de carros, tamaño de la población, hábitos de manejo, etc.),
nunca predice un determinado accidente. La filosofía natural zande es
retomada por Geertz (1973) en su teoría sobre «La religión como sistema
cultural».2 Por otra parte, Evans-Pritchard observa que, puesto que los
azande reconocen la pluralidad de causas y la situación social indica cual
es la relevante, no se puede entender por qué se utiliza la doctrina de la
brujería para explicar todos los fracasos… A veces la situación social exige
una estimación de la causa de sentido común y no una mística (1976: 92).
Evans-Pritchard en su manual de antropología social (1951a) si-
gue resumiendo las funciones de la magia entre los azande. Además de
ser una filosofía natural, es una filosofía moral, pues la magia en si
no es mala, sino que es un poder que tienen determinadas personas; la
maldad esta en las pasiones humanas (odio, codicia, celos, resentimien-
to…), que empujan a los hombres a recurrir a la magia; así los azande
no persiguen al brujo, sino sus acciones malas. De Waal (1968) comenta
así esta función:
vidad social; este capítulo sirve de puente entre ambas partes, aunque,
como dice Evans-Pritchard, se cruza en una sola dirección:
En este libro no estamos describiendo la cosmología nuer, sino sus institu-
ciones políticas y de otros tipos, por lo que nos interesa más las relaciones
ecológicas en dichas instituciones que la influencia de la estructura social
en la formulación teórica de las relaciones ecológicas. Así, por ejemplo, no
describimos la forma como los nuer clasifican las aves en diferentes linajes
siguiendo la pauta de su estructura de linajes. Por tanto, este capítulo es un
puente entre las dos partes del libro, pero lo cruzamos sólo en una dirección
(1977: 111).
Paso a presentar cada punto:
1. Primera parte: marco económico-ecológico. Los nuer son va-
queros seminómadas, que en la estación seca (noviembre a abril) dejan
sus aldeas (cieng), donde han trabajado en la agricultura, y se dedican a
la ganadería, sobre todo vacuna, en campamentos que instalan en las zo-
nas ribereñas, logrando una alimentación adicional de la caza, la pesca
y la recolección. En su obra Evans-Pritchard ofrece una etnografía bas-
tante sintética; si se quiere una visión más amplia de ella, debe recurrirse
a su ensayo «Vida diaria de los nuers en los campamentos de la estación
seca», recogido en La mujer en las sociedades primitivas y otros ensayos
(1965a). Tal hábitat pone un doble condicionamiento a la organización
nuer: que las relaciones sociales trasciendan los límites de la aldea para
hacer posible el traslado a los campamentos y que las comunidades sean
pequeñas por la economía de ganadería y recolección. Pero tal condicio-
namiento no explicaba la relación estructural entre los grupos nuer, que
había que explicarse con principios estructurales.
2. Noción del tiempo y del espacio (cap. 3). Evans-Pritchard dice
que los nuer carecen de nuestra noción de tiempo objetivo o matemático:
Aunque he hablado de tiempo y de unidades temporales, los nuer carecen
de una expresión equivalente a «tiempo» de nuestra lengua, y por esa ra-
zón, a diferencia de nosotros, no pueden hablar del tiempo como si fuera
algo real, que pasa, que puede desperdiciarse, aprovecharse, etc. No creo
que experimenten nunca la misma sensación de luchar contra el tiempo
o de tener que coordinar las actividades con un paso abstracto del tiempo,
porque sus puntos de referencia son principalmente sus propias actividades,
130 / La reconciliación con la historia
comercio de esclavos, aunque posiblemente los que llegaron vivos a sus des-
tinos de ultramar no sumaran más de catorce millones. Asociada a este
azote se produjo toda una ingente oleada de guerras, migraciones, trastor-
nos políticos y cambios demográficos. En un contexto así, verdaderamente
es muy poco lo que puede decirse en favor de una restricción al presente
etnográfico en nombre del empirismo (1978: 464).
Pero, aunque sea útil aprovechar las ocasiones para ritualizar el
arrepentimiento por el pecado del tráfico de esclavos africanos, aquí pa-
rece innecesario y Harris no da ninguna razón sobre por qué no se pue-
de estudiar el sistema político de los nuer en un momento dado, puesto
que el análisis sincrónico se refiere, no a la situación original, sino a la
existente cuando Evans-Pritchard hacia su trabajo de campo.
Kuper (1973) recoge ciertas críticas al paradigma de la antropo-
logía política de Evans-Pritchard. Una, que parecía inspirarse en ideas
sobre sociedades segmentarias, fundadas en la solidaridad mecánica, de
Durkheim y Radcliffe-Brown y en la oposición segmentaria de G. Baten-
son en Naven. «Un ceremonial iatmul» (1936), a lo que Kuper responde:
No obstante, The Nuer desarrollaba exitosamente un modelo completo que
en conjunto era original, si bien sus partes estaban tomadas de ideas antro-
pológicas en uso. Su originalidad está en la parte de la naturaleza obligatoria
del modelo y en su fuerza analítica sobre el material nuer. También ejem-
plificaba el nuevo punto de vista que caracterizó a sus compañeros, African
Political Systems y los posteriores artículos de Evans-Pritchard y Fortes. Estas
obras desarrollaron una perspectiva política de la estructura social, anali-
zando las relaciones sociales desde el punto del conjunto total de relaciones
públicas. Al mismo tiempo, distinguían este dominio de las relaciones políti-
cas públicas, basadas en el linaje, del dominio de las relaciones de parentesco
próximo, personales y domésticas. Al hacerlo, libraron a la antropología del
modelo interpersonal de relaciones de linaje (1973: 117).
Otra crítica, que provenía de los malinowskianos, es que el traba-
jo de campo no era adecuado, por lo que no se sabía lo que ocurría sobre
el terreno, lo que parecía compensarse con un análisis abstracto, muy
idealizado, que no deja lugar a las maquinaciones del hombre calculador.
Para Kuper, este argumento no es válido, pues Evans-Pritchard había he-
cho varios años de trabajo de campo en Sudan antes de hacerlo entre
los nuer, era un observador experimentado, y demuestra, con sus otras