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Malintzin, o la conquista como traduccion Quinientos afios después de su breve vida, recordamoy a Malintzin como |a figura femenina mas influyente de nuestra historia, En la imaginacién popular, entre los pue blos indigenas y de muchas comunidades campesinas y urbanas, Malinche es una reina legendaria, casi una dio sa, que recibié a los espafioles y facilité la conquista, en especial la llegada de la religion catélica, con la que #@ identifica. De lo que no cabe duda es de que la identidad de Malinche, ese ensamblaje poderoso y sorprendente entre el conquistador y la conquistadora, el capitan y ln traductora, el espafiol y la indigena, ha estado disputa. Las mujeres, en todo caso, fueron participantet intermediarias, conductoras de los intercambios que permitieron humanizar a los recién llegados desde el punto de vista mesoamericano, y asi incorporarlos a las redes y alianzas de los pueblos indigenas, Sin ell dio millar de espafioles hambrientos y extraviado: bieran sido ineapaces de asentarse en esta imponer su poder sobre los naturales, 0 bian hecho, ompreen tierras © er que lo ha AN ee eee eed Je Navar Malintain, 6 la eonquista ome traduccion Federico Navarrete (Catlogaci en la publicacin vss. Direceiin Gener de Bibliotecas _ Servicios Digales de Informacion. Malintzin, ola conquista como traduccion ‘Nombes: Navarrete Linares, Federico, ator ‘Tilo: Malintzn, ola congusta como traduccin / Federico Navarvete cro ilo Malinezin. | Conquista como tadecin, Descripcin: Primera edii6n, | Mésieo: Universidad Nacional ‘Asitinoma de México, 2001, | Sere Coleen México 500; wolumen 4 ‘enticadores LIBRUNAM 2108328 | ISBN 978.607 30.4611 ‘Temas: Malinbe,sprosimadamente 1505-apreximadamente 1530. | México ~ Historia ~Conqeists, 819-1890. | Bilingtemo ~ México Historia - Congulea, 1519-1590, | Indioe de México Primer contacto LCC F1230.M373.N38 2021 | DDC972.02092—4e23 Primera edn 21 de mayo de 2021 DAR. © 2021 Universidad Nacional Ausénoma de Mérieo Ciudad Universaria, alealdfa Coyoncén, 04510, Ciudad de México . ico Navarrete Dircién Genel de Puan y Pomeno Batra pede ‘rvvilieesnm ane Insticuco de Investigaciones Histricas [ELInsticuto de Investigaciones istics de a usauagradece el spoy0 brindado por el Fidecomiso Felipe Texidory Menserrat Alfa de “Tlxidor para a publiescidn de esa obra ISBN de la colecein: 978-607-30-4583-4 ISBN de la obra 978-607-30-4611-4, sta edcn y us careterieticas son propiedad de favs, Prohida la feproduecion rota o parcial por evlguie medio, sin sntaizaionesrita del etalar de los derecho patria. Universidad Nacional Auténoma de México ‘México 2021 Impresoy hecho en México. Printed in Mexia Contenido México 500, Presentacin Malinche, Malintzin y Marina La conquista como traduccion “Traducir palabras ‘Traducir mondos Contrary dessar la violencia ‘Malineziny sus destinos Bibliografia La conquista como traduccién ‘ara comprender realmente la. impor- 1 “tancia de Malintzin en lo que llamamos | Ta conquista de México, es necesario |= entender primero que esta supuesta conquista fue més producto de las alianzas y las ne~ gociaciones diplomiticas que de los combates. Para hacerlo debemos tomar en cuenta los siguientes ele mentos que Hernin Cortés y las historias tradicio- nales de la conquista suelen omitir 0 menospreciar. A partir de julio de 1519, cuando se mudaron a vivir a Cempoala, Veracruz, como huéspedes del gobernante tolteca de la ciudad, los egpaftoles de- pendicron completamente para comer y sobrevivir de la hospitalidad de sus amigos mesoamericanos. Durante los cuatro meses que vivieron solos en la Villa Rica de la Vera Cruz, desde abril de ese mismo afio, habjan estado a punto de morir de hambre pues no podian producir alimentos. Cuando comen- zaron a atacar y saquear los poblados aledafios para’ robar comida, el gobernante decidié invitarlos a su ciudad y proveerlos de ella. Como la conquista duré todavia dos afios més y como los expedicionarios se adentraron en una tierra desconocida e inmensa, donde no tenfan acceso al mar, su dependencia de los indigenas se hizo absoluta, Sin la ayuda de los nativos, los invasores no hubieran sido capaces de’ conquistar, y tampoco de sobrevivir. Una vision heroica de los espatioles los ha queri- do imaginar como una banda de osados aventureros, librados a su propio ingenio y sobreviviendo de sus propios recursos en tierras hostiles. El hecho es que entre julio y agosto de 1519 vivieron en Cempoala a expensas de sus anfitriones nativos. En agosto y septiembre emprendieron el camino a México-Te- nochtitlan, la famosa ruta de Cortés, Pero iban acom- pafiados de centenares de cargadores; de mujeres que cocinaban para ellos, los cuidaban y compartian sus echos; de centinclas y espias que les abrfan camino; de diplométicos y gobernantes que los escoltaban, mis de millares de guerreros aliados. En septiembre enfrentaron una dura guerra en Tlaxcala contra los tlaxcaltecas que no los querian dejar entrar a su te- rritorio, pero aun en esos combates fueron alimen- tados por sus enemigos, siguiendo una trai mesoamericana. La guerra terminé cuando los es- pafioles atacaron a la poblacién civil en las ciudades de la regién, algo que no se haefa casi nunca en la tradicién mesoamericana, y los tlaxcaltecas decidie- ron que era mejor ser sus amigos. Entonees vivieron ‘un mes en Tlaxcala, agasajados por sus nuevos alia- dos. De abi pasaron a Cholula, donde fueron bien’ recibidos y alimentados, aunque luego masacraron, a la poblacién civil, precisamente con el pretexto de que no les daban mis de comer. De noviembre de 1519 a mayo de 1520 vivieron en México-Tenoch- titlan, donde fueron hospedados con todo tujo en el palacio del antiguo tatoani Axayacatl y obtuvie- ron todo tipo de comidas y presentes. En mayo de 1520 perpetraron la masacre del Templo Mayor y luego vivieron dos meses de guerra en la ciudad, sitiados por los mexicas. Aun en esa dificil circuns- tancia siguieron recibiendo alimentos y apoyo por parte de algunos habitantes. En julio de 1520 huye~ ron de México-Tenochtitlan en la llamada Noche Triste, una retirada militar desastrosa en la que murieron més de la mitad de los expedicionarios espaioles y sus aliados indigenas. En estas semanas de huida pasaron hambres, pero también fueron acogidos y alimentados por diversos pueblos. Fi- nalmente, en agosto se refugiaron en Tlaxcala y ahi fueron mantenidos otra ver por sus amigos hasta diciembre de 1520, Todo el aito de 1521 se consagré ala guerra contra México-Tenochtitlan y los expe- jonarios contaron en todo momento con los a mentos y suministros que les proporcionaron sus aliados. En suma, durante 26 de los 30 meses que duré la expedicion, los espaiioles fueron manteni- dos por los mesoamericanos. a cémo es que los expedicionarios obtuvieron ese apoyo, esos alimentos, esos servicios, esos cuida- dlos, esas medicinas que los mantuvieron vivos? En muchos casos, sin duda, saquearon y robaron, usa- ron la violencia para tomarlos. Pero casi siempre los recibieron por medio de acuerdos, amistades, nego- ciaciones con los gobernantes y los pobladores de las tierras que visitaban, Y esos intercambios sélo se podian hacer por medio de las palabras que Malin- tain traduc Recordemos, también, que Malintzin no era la ‘inica indigena ni la tinica mujer que acompaiiaba a los espafioles, Ademés de la veintena de cautivas “re- galadas” por el gobernante de Centla, sabemos que’ centenares de mujeres se unieron a la expedicin en las diversas localidades que ésta visits, Casi todas ellas fueron entregadas por varones indfgenas a los varones espaiioles; !a mayorfa eran esclavas, otras eran parientes e hijas de los gobernantes y fueron presentadas como “esposas” o aliadas. Las relaciones que estas mujeres tejieron con los recién Ilegados eran parte de una vieja tradicién me- soamericana de construir alianzas y de incorporar a Jos extranjeros. Al alimentarlos con la comida de Me- soamérica, los indigenas estaban convencidos de que Jograrian transformar sus cuerpos y su forma de ser para que se parecieran més a ellos. Al tener rela- ciones sexuales con los espafioles, buscaban mitigar tun poco su fuerza viril y agresiva, que era un poder que las mujeres tenian sobre los hombres de acuerdo con el pensamiento indigena. También buscaban, tener hijos con ellos y asf convertirlos en parientes y aliados. $i bien los espafioles no entendian y tam- poco habrian aceptado estas intenciones ¢ ideas, el hecho es que la convivencia cotidiana con las muje- res de la tierra a lo largo de dos afios debe haber modificado su dieta, sus costumbres ¢ incluso sus cuerpos. Muchos de ellos establecieron relaciones duraderas con sus concubinas, ya fueran esclavas libres. Pedro de Alvarado, capitin de Cortés, trat6 siempre como una esposa a Luisa Maxixcatzin, hija de uno de los gobernantes de Tlaxcala, capitana ella misma de las tropas tlaxcaltecas que lo ayudaron a conquistar Guatemala. Por eso podemos afirmar que las mujeres, entre cllas Malintzin, fueron las primeras encargadas de integrar a los invasores al mundo mesoamericano. Al hacerlo, cimentaron las alianzas que permiticron, la derrota de México-Tenochtitlan. Esta es otra ra- [e] ainsi, ota eonquta srs traduccion 26n por la que Hernén Cortés y otros espaiioles fue ron Hamados Malinche: porque venfan y vivian rodeados de mujeres indigenas de las que dependian por completo para vivir. Por otro lado, no hay que olvidar que el efército que conquist6 México“Tenochtitlan y la destrayé en Ia guerra de mayo a agosto de 1521 tenia entre cien mil y 200 mil soldados mesoamericanos y me- nos de mil espatioles. Es decir, los expedicionarios eran menos de uno por ciento de los conquistadores triunfantes. Por otro lado, los mexicas movilizaron un ejército considerable. Podemos afirmar que en la guerra en el valle de México participaron entre 200 4 300 guerreros indigenas por cada uno de los espa- fioles. Los nativos que formaban la abrumadora mayo- rfa del ejército conquistador eran tlaxcaltecas, texco- canos, chaleas, huejotzincas, cempoaltecas y un muy largo etcétera, Venian en batallones propios, envia- dos por sus gobernantes, dirigidos por sus capitanes, alimentados por sus mujeres y acompafiados por sus cargadores. A lo largo del siglo xv1, estos mesoa- mericanos se Iamaron a si mismos indigenas con- quistadores y escribieron miltiples historias de su participacién en Ia conquista, por delante, al lado y atris de los espafioles. Feces Rertat fal Si hacemos un recuento de las batallas libradas por los expedicionarios a lo largo de la conquista, ‘énicamente pelearon solos en la primera, en Centla, en marzo de 1519. Después de eso, en todos los en- frentamientos contaron con la colaboracién militar de sus aliados indigenas. En la guerra contra Tlax- cala en septiembre de 1519, cuando estuvieron a punto de ser veneidos, recibieron apoyo de Cempoa- lay otros amigos de Veracruz. En las matanzas de civiles en Cholula en octubre de 1519 y en Méxi- co-Tenochtitlan en mayo de 1520, contaron con los; tlaxcaltecas, entre otros. En su huida de México-Te- nochtitlan en julio de 1520 fueron socorridos por ‘oromies y otros pueblos vecinos de los mexicas. Las decenas de batallas libradas contra los mexicas y sus aliados a partir de septiembre de 1520 y hasta la de- rrota final en 1521, las ganaron gracias a la partici- pacién numerosa de los aliados nativos. Cuando Cortés nos cuenta en las Cartas de rela~ iin que atacé una ciudad indigena y la venci, pre- senta una visién muy simplificada de Ia realidad. Omite narrar que con toda probabilidad fueron los ccapitanes aliados quienes le indicaron qué ciudad era ‘mejor atacar, que tal ver ellos decidieron con él la estrategia y que luego esos capitanes comandaron a sus hombres en combate, casi siempre en frente de los espafioles y en su retaguardia para protegerlos. Esta cooperacién militar, tan importante como la alimenticia y de cuidados, se podia obtener tiniea- mente por medio de negociaciones en las que Ma- lintzin era la traductora. En suma, podemos afirmar que la de México fue tanto una conquista de palabras y negociaciones como de armas y batallas, una conquista hecha posi- ble por la tradueci6n, Hernan Cortés y sus hombres s6lo pudieron lograr la victoria porque convencie- ron alos indigenas conquistadores de unirse a ellos, Porque negociaron con sus aliados para obtener el que necesitaban, porque uti zaron la diplomacia tanto como la fuerza. Y en todas estas conversaciones participé Malintzin como la voz del capitén espatiol, como el puente para comu- nicar dos mundos, Traducir palabras |i convenimos en que Ia comunicacién fae fundamental para la conquista, de- bemos aceptar, por lo tanto, que Ma- | __|lintzin también lo fue. Sin embargo, ia een ee ences en eel realzaba traducciGn entre los espafols y los gobernantes in- dligenas. Para ello debemos ir mis alli de lo que nos cuenta el propio Hernan Cortés y la idea de on cin que presenta y que a sido tomada como verda- dera por la mayoria de los historidores, Alo largo de sus Cartas de relacién, Hernin Cor- 163 nos relata con frecuencia los dilogos que enta- ié con aliados y enemigos indigenas. Este es sdlo un ejemplo: Yo les hablé a aquellos mensajeros y les dije que [... dentro de tres dias pareciesen ante mf a dar la obe- diencia a vuestra alteza y a se ofrecer por sus vasallos, con apercibimiento que pasado el término que les aba, si no viniesen, iria sobre ellos y los destruiria y procederfa contra ellos como contra personas rebel- des y que no se querian someterdebajo del dominio de vuestra alteza. Y para ello les envié un manda- siento firmado de mi nombre y de un escribano con relacién larga de la real persona de vuestra sacra ma~ festad y de mi venida, diciéndoles cémo todas estas artes y otras muy mayores tierras y sefiorios eran de ‘Yuestra alteza, y que los que quisiesen ser sus vasallos serian honrados y favorecidos, y por el contratio, los que fuesen rebeldes, porque serfan castigados confor- me a justia, En esta narracién Cortés habla en primera persona del singular y da por sentado que sus interlocutores indigenas lo entienden perfectamente cuando men- ciona a “su alteza’, cuando les pide que se hagan sus “vasillos, cuando les advierte que los eastigard como a “personas rebeldes’, cuando les informa que sus tlerras pertenecen en verdad al rey de Espana, También da por sentado que pueden de alguna ma nera comprender el texto firmado que les entrega y que reconocerén su verdad, En esta version, la traduecién que realizé Mac lintzin de sus conceptos, peticiones y amenazas fe tan directa que no era siquiera necesario mencionar- 4a. Lo que importaba eran exclusivamente sus pala- bras como representante del rey, como eapitin, como espafiol y como varén. En todo momento Cortés se presenta como la persona que controla la adeno ate ‘Malintzin escucha las palabras de Cortés en espa fol y trata de comprenderlas. Probablemente le pide aclaraciones para entenderlas mejor y poder interlocutores. verte LA CADENA DETRADUCCION + Malintzn traduee las palabras de Cortés al nual a wn 2 0045 con EN 105 AROS NENA EN para que las escuchen los gobernantes indigenas. ae tenn evaches e5@N2¥I05 FONSBORIMEIN? En el proceso encuentra conceptos religiosos y po- 1iticos mesoamericanos que le parecen equivalentes allos de Cortés. . Los gobernantes indigenas escuchan las palabeas de Malintzin en néhuatl y tratan de comprendes~ Jas. Probablemente fe piden aclaraciones para en- tenderlas mejor y juntos conjeturan, siempre en. nahuatl, sobre lo que quiere decir Cortés. Los gobernantes indigenas responden a Malin- ‘tzin en néhuatl, utilizando conceptos politicos y con seguridad sus ideas y ibn, que ex comunicacién, qt ‘gical ee propuestas y que es entendida eabelmente p religiosos mesoamericanos. Figura 3, La cadena de traducsién,contoads por ‘Malintzin escucha a los gobernantes indigenas en deederico Navarrete) néhuatl. Probablemente les pide aclaraciones para Malintein. (Dibwio ‘ isamos Jo que realmente past- entender mejor sus palabras y poder traducirlas. sametncecbgerincer: ME Sogn at a : Fearne Signo: lo pasos den exe de gobernantes indigenas. Usiliza conceptos politi- la oma - a ine ‘ligiosos cristianos. nate ida por medio de Malintzin: os y religi comunicacién establecida Cortés escucha la traduccién de Malintzin en es- paiiol. Probablemente le pide aclaraciones para entender mejor. Cortés habla en espanol, utilizando los conceptos politicos y religiosos cristianos ntti ota conquest Fesmnconeranets Esta cadena tiene ocho pasos, cuatro en espafiol y cuatro en néhuatl. Cortés, como sabemos, s6lo podia entender los primeros y los gobernantes in- digenas s6lo podian entender los segundos. Esto significa que Cortés no podia estar seguro de la ma- nnera en que su traductora vertia sus palabras al né- Inatl, ni tampoco podia conocer de manera directa las respuestas de sus interlocutores mesoamericanos. Los gobernantes indigenas,a su ver, solo conocian la ‘versién de Malintzin de las palabras de Cortés y no podian estar seguros de la manera en que ella tradu- cfa las suyas. La tinica que participaba en todos Tos pasos y entendia ambos idiomas era Malintzin. Por esta raz6n, la que controlaba la cadena de comunica~ Gin era ella, més allé de la voluntad de Cortés y de sus contrapartes indigenas. 9 Proponer que Malintzin controlaba el complejo proceso de traduecién implica poner en duda de ma- nera profunda Ia certidumbre de Cortés, Como el conquistador no comprendia Jo que Malintzin wa- ducfa ni lo que sus interlocutores respondian, no te- nia manera de estar seguro de que a él lo habfan comprendido plenamente. Este simple hecho tiene consecuencias profun- das. Significa, para empezar, que no podemos creer por completo el relato de Cortés cuando afirma que El sau ener mints ly sus hombres convencfan u ordenaban, manda- ban y recibfan obediencia, pues no podemos estar seguros de que fueran sus palabras las que proxu- cfan ese efecto, Pero antes de ir tan lejos convengamos en que el hecho de que Malintzin controlara el proceso de traduccién no implica que controlara también su contenido, intenciones y resultados. Después de todo, la traduccién es slo un traslado de significa- dos ya existentes de un idioma al otro. Existen, sin embargo, muchas formas diferentes de traduccién. Como Malintzin traduefa palabras habladas por Cortés y por sus interlocutores mesoa- mericanos, la solemos pensar como una intérprete. En a actualidad las instituciones diplométicas inter- nacionales contratan personas entrenadas profesio- nalmente para realizar esta funcién, y una de sus primeras obligaciones y compromisos es no alterar el significado de lo dicho por ninguna de las partes y buscar la equivalencia més directa y sin ambigtie- dades de sus conceptos con los conceptos de Ia len- gua ala que traducen, Buscan que la traducci6n sea Jo mis transparente posible. ‘Malintzin no era una intérprete profesional. Sin duda era poliglota, y la desenvoltura con que se pro- puso como traduetora en las costas de Veracruz nos sera [a] sugiere que ya antes habia ¢jercido esa funcién en su vida de cautiva. Es probable que lo haya hecho para congraciarse con quienes se consideraban sus due- fios, 0 para demostrar que podia ser stil y mejorar sus condiciones de cautiverio. En todo caso, ser ca- paz de hablar con elegancia y gracia varias lenguas era algo que le permitiria tener un mejor destino que el de la mayoria de las mujeres en su condicién. Y asi lo hizo a lo largo de la conquista, alcanzando ‘un poder, un renombre y una riqueza sin igual entre Jas mujeres de su tierra, Por estas mismas razones no podemos estar se~ guros de que la transparencia fuera su objetivo al interpretar las palabras de Hernén Cortés y las res- puestas de los gobernantes indigenas. ‘No olvide- mos, antes que nada, que en su labor de traductora ella estaba jugando su propio destino y que, en ese sentido, tal vez haya traducido lo que més le conve- nia en su compleja relacién con el capitan espaitol y sus interlocutores, no necesariamente lo que Cortés querfa, Por otro lado, hemos visto que debemos des- cartar Ia idea de que un imaginario amor Ia haya he- cho fiel traductora de las palabras de su amante. Por todo esto, no creo que exista ninguna razén o evidencia hist6riea para afirmar, como hace Trve- tan Todorov, que Malintzin: oil pana rete rean [J elige firmemente el Jado de los conquistadores. En efecto, no se conforma con traduci, es evidente que también adopta los valores de los espaioles, ycontribu- yecon todas sus fuerzas ala realizacién de sus objetivos. Por un lado, opera una especie de conversi6n cultural, al interpretar para Cortés no s6lo las palabras, sino también los comportamientos; por el otro, sabe tomar lainiciativa cuando hace falta, y dirige a Moctezuma las palabras apropiadas (especialmente en In escena de su arresto), sin que Cortés las haya pronunciado antes. Esa subordinacién total es una vieja fantasfa de los es- clavizadores, que buscan reducir a los prisioneros a ‘eros instrumentos de su voluntad. En contraste, ast como los cautivos aprenden a cambiar de nombre, también aprenden a mostrar a sus pretendidos duefios la obediencia que ellos esperan, Como dice un refrén de las personas esclavizadas en Estados Unidos: “Gor ‘one mind for white folks to see. ‘Nother for what I know is ‘me. He don't knoe, be don’t know my mind? ("Tengo una mente para que los blancos la vean. Otra, para lo que 8€ que yo soy. FI no Ja conoce, él no conoce mi mente”) Nunea podremos conocer cidles eran las inten- ciones de Malintzin al traducir, por eso mismo, tampoco podremos dar por sentado que fue una tra- ductora fil. Traducir mundos fs allé de Ia ine6gnita de reconstruir [as intenciones de Malintzin, existen Jotras razones para poner en entredi- — | cho la transparencia de su traduecién, En Ia actualidad, los intérpretes profesionales que trabajan en negociaciones diplomsticas logran con fidelidad verter de un idioma a otro los concep tos politicos y legales porque la mayoria de los Esta~ dos-nacién del mundo estan organizados de acuerdo con principios parecidos. La traducci6n se facilita all haber elementos culturales compartidos, y el tra~ ductor puede estar seguro de que los cpnceptos en ambos idiomas son equivalentes, 0 cuando menos comparables. ‘Malintzin no tenfa tales ventajas, pues el mundo de los espafoles y el mundo de los mesoamericanos apenas comenzaba a comunicarse, y existian dife- rencias inmensas en sus formas de vivir, pensar y gobernarse. Por eso, su traduccién no sélo se en- frentaba al desafio lingiiistico de encontrar las pala- bras adecuadas, sino también a la dificultad cultural de encontrar las mejores equivalencias entre con- ceptos y seres. Bl oe ee Dependiendo de cémo entendamos las distintas formas de ser humanos en la Europa del siglo xv y_ en Mesoamérica, las diferencias pueden ser conside- radas mas o menos profundas y mas o menos difici- les de superar. En este campo, se hace evidente la divergencia entre el punto de vista del propio Her- nan Cortés y el de la mayoria de los historiadores, que han creido en su relato, y los puntos de vista mesoamericanos que estamos tratando de recons- truir de Ja mano de Malintzin, Para los espafoles, la diferencia cultural en la traduccién no era importante. Cortés y sus acomy jiantes hablaban con verdades que consideraban uni- versales y, por lo tanto, esperaban que los indios, como los haban llamado, pudieran comprenderlas gracias a su razén natural. Todo hombre racional debfa saber quién era Dios, qué era un rey, qué sig- nificaba mandar y qué obedecer, qué era un sefior y ‘qué era un vasallo, Por eso, el capitén espaiiol se sen- ‘fa tan seguro de que la verdad de sus palabras seria traducida de manera transparente por la “lengua” india que lo acompafiaba, Y si los demas indios no las comprendfan y no las aceptaban, entonces debian ser castigados y sometidos por la fuerza. Si no las aceptaban, porque eran paganos contumaces que se negaban a reconocer la verdad incuestionable de la Poderio Navarrete [=] religi6n cat6lica; sino las comprendlian, porqu barbaros y canibales, es decir, seres no plenai numanos que carecfan de la capacidad para ale estas verdades. ‘La mayoria de los historiadores han erefdo universalidad de los conceptos enunciados por tésy traducidos por Malintzin. Las ciencias soci contemporéneas sostienen que todas las socieda tienen estructuras anglogas, 0 al menos compa bles; todas, o casi, tienen gobiernos, reyes, dioses religiones. Por eso damos por sentado «jue Malin’ ‘vin pudo traducir con cierta transparencia rey at toani (el nombre del gobernante en nahuatl), dios a teot! (como llamaban a los seres poderosos en ese: idioma), sefior a pill, etc. ¥ esto es verdadero, hasta’ Cierto punto. Si los espaiioles y los indigenas pudie~ ron entenderse, llegar 2 acuerdos, tejer alianzas, combatir guerras y alcanzar victorias compartidas es porque se entendian bastante bien, Gracias a Ma~ litnzin, sin duda, pero también gracias a las analo~ gias entre sus sistemas politicos y sociales. Estas posiciones pueden Hamarse “universalis- tas” porque parten de la premisa de que Cortés ex= presaba verdades universalmente vilidas, 0 se referia a realidades humanas generalizadas, de modo que la tradueci6n de Malintzin se reducfa a encontrar las enireneoe ee eemien Jos indfgenas iden. qui 8. Lillenas or ee ra de ln eonvivencia Poste. No obscate manos y espafioles nos MUCSrg rior entre més siento munca fue completo. Tg que este enter ey y tlatoani era suficiente Para equivalencia <7 ran comunicarse y para establecer aque ambos 1087. dos formas de poder. Pero mis relaciones o”0™ jencia inicial existfan muchas diff. a de I coin ney de Espa se defingg rencias. Por OF esentante en América del tinico como el rinic? 1 nandaba que todos sus sibditos verdadero $7 eran castigados. ta idea de in. creyeran ef €) era muy diferente ala manera en, tolerancia eB cs mesoamericanos s¢ relaciong.. gue los sober ferentes dioses, a quienes siempre ban con su : consideraban es sociedades existian formas Tagualmenter gn gobernante menos poderose de obedience erono, ya fuera t28 SEE YERCdg daba a uno ms reconocer su supremacia de mm_ en Ta guerra ° as involucraban pagar algiin tipo nera Pacifica servicios militares a cambio de pro. de tributoy 4 embargo, en Mesoamérica el gro. teccion mili ado conservaba la mayor parte de bermante subor poderoso rara ver se inmiscufa en su poder, y el ™*° te los asuntos de su gobierno, mientras que la Corona espafiola pretendia ejercer un poder més directo so- bre sus vasallos. En el terreno de la religién los equivocos eran atin mayores. Cuando los espafioles decfan venir acompaiiados de un dios todopoderoso, los mesoa- mericanos comprendfan que cada pueblo tenfa su dios que le daba poder, pero no concebfan la idea de un dios nico, menos cuando los espaitoles rendfan culto a imagenes de la virgen Maria, una mujer, 0 Santiago Matamoros, un hombre con wn caballo, etc. Después de que los invasores resistieron los ata~ ques del cjército de Tlaxcala y, sobre todo, cuando destruyeron el santuario del dios Quetzaledatl en Cholula, muchos indigenas aliados decidieron que los dioses de los espafioles eran més poclerosos que los suyos y, por es0, procuraron su proteccién, Incluso comenzaron a hablar con ellos de manera directa, en nahuatl, desde luego. Pars los espaiioles, en cambio, tal cosa era inaceptable pues las vinicas personas que podian comunicar a los hombres con Dios eran los sacerdotes eatdlicos. Diversos historiadores han identificado equivo- cos como é30s a lo largo del siglo xv1 y del periodo colonial. Argumentan que fueron fundamentales para que los espaitoles y los indigenas pudieran comprenderse y para que fundaran un orden po- Iitico compartido. Funcionaban porque cada uno, de los dos lados los interpretaba de acuerdo con su perspectiva particular y no se imaginaba que el otro Jado tuviera su propia interpretaci6n diferente. Si Jos indigenas aceptaban a Dios, los espaftoles que- daban seguros de que habfan entendido todo lo que Dios era para ellos: tinico, todopoderoso y eterno; mientras que los mesoamericanos probablemente si- guieran convencidos de que ese dios era parecido a sus teotl, es decir: miltiple, caprichoso, cambiante. Desde esta perspectiva podemos plantear que tal ver el éxito de la traduecién de Malintzin no se de~ bid a su “transparencia”, es decir, a su capacidad de verter de la manera més precisa los conceptos espa- fioles al nhuatl, sino a su capacidad de establecer equivocos, coincidencias parciales que permitieron, construir acuerdos y conjugar voluntades. Imaginemos a Malintzin tratando de traducir al néhuatl y a términos mesoamericanos el contenido del “requerimiento” judicial espaiiol que afirmaba que el papa de la Iglesia catslica habfa dado las tierras de las “Indias” al rey de Espaiia para que convirtiera al catolicismo a sus habitantes y los gobernara. Pro- bablemente haya hecho algunas preguntas a Cortés para entender las caracterfsticas de cada una de estas figuras. Al hablar con los sefiores indigenas hi tratado de explicar sus hipétesis respecto a personajes: el rey es como un tlatoeni; el papa, sacerdote; el dios de que hablan puede par un teotl. Los gobernantes indigenas le habrén he ms preguntas para afinar estas analogias: gel es como un Huey Tlatoani, un gran gobernar| 2Qué tipo de reut! es Dios, qué tan poderoso? Ut vez aclaradas sus dudas, en la medida de lo posibl habrén respondido con sus propios conceptos 1n¢ soamericanos. ‘Tras haber planteado sts dudas, Ma: lintzin los habré traducido al espafiol procurando, sin duda, utilizar los mismos términos que Cor habfa empleado, para asegurar su satisfacci6n, De esta manera, la cadena de traduecin que ya hemos examinado se hace atin més intrineada, llena de espacios para la duda y el equivoco, Incluso si Cortés pereibia que sus palabras regresaban con sig= nificados més 0 menos iguales a como él las habia pronunciado, no podia conocer y no tenia el menor interés por averiguar las transformaciones que ha- bfan experimentado en el camino. En 2019, en una famosa institucién académica de la ciudad de México, un prestigiado estudioso de la literatura hispana inauguré un evento académico consagrado a Malintzin afirmando que la mujer no a] Pil crc hhablaba espafiol y, por lo tanto, no era la verdadera, responsable de la traduecién de las palabras de Cor- és, Cuando yo le demostré con una cita que Ia i {érprete con toda posibilidad aprendi6 a hablar la Jengua del capitén en unos cuantos meses, respon- que, en tal caso, Malintzin seria “bilingiie” pero no “biculeural”, es decir, que era capaz. de compren- der el espafiol, pero no el significado mas profundo dle las palabras de su capitén. Cito esta anéedota no porque me sorprenda la obsesién de muchos varones situados en la cumbre de la cultura mestiza oficial en nuestro pais por so- bajar a Malintzin. Lo tnico interesante de esta des- calificaci6n extemporinea es que revela claramente el error de las posiciones “universalistas” para com- prender la labor de tradueci6n de Malintzin. En efecto, era imposible que Malintzin comprendiera la cultura occidental en el espacio de unos afios ¥ que pudiera traducir fielmente lo que rey, Dios, papa 0 Tglesia significaban para los europeos. E] punto es gue ella compartia Ia cultura mesoamericana y que logré, con toda probabilidad, construir una inter~ pretaci6n cultural mesoamericana de las palabras de Cortés y de los seres a los que se referia, Esta inter~ pretacién no la hizo sola, desde luego, sino en dislo- .g0s con sus interlocutores indigenas. La interpretacién nativa de las palabras del capi- tin espafiol fue clave, sin duda, pues permitié que ‘un gran nimero de pueblos, gobernantes y mas de cien mil guerreros se movilizaran del lado de los ex- pedicionarios. Y, sin embargo, podemos estar segu- ros de que no lo hicieron porque hayan seguido las instrucciones de Cortés, sino porque comprendie~ ron la traduccién y adaptacién que Malintzin hizo de ellas. Entonces, podriamos afirmar que la con- quista fue posible precisamente porque Malintzin xno era biculeural. . ‘Veremos a continuacién que la labor de traduc~ cién de Malintzin fue atin més lejos. Ella no s6lo tradujo palabras sino que controlé a fuerza de los espafioles y ayudé a sus aliados indigenas a encau- zarla para su propio beneficio, Por ello podemos de- cir que también fue traductora de la violencia, Controlar y desatar la violencia alintzin no se limitaba a verter de un. idioma a otro las palabras y los concep- 10s, es decir, los contenidos verbales de | __}o que hablaba Cortés. Al leer un “re- querimiento” o negociar con los gobernantes ind{- genas, el capitin no s6lo pronunciaba discursos politicos para intentar convencer a los indios, sino que tampoco compartia inicamente verdades que los indigenas debfan comprender y aceptar. Al mis- mo tiempo, y de manera inseparable, amenazaba con usar la fuerza para obligarlos a decidir: si acep= taban su propuesta y se sometfan al rey de Espafia, Jos tratarfa en son de paz; si la rehusaban, los ataca~ ria y los someterfa a sangre y fuego. En la vision de los conquistadores verdad y poder eran inseparables: la verdad que ellos pretendian inica y universal les daba el poder para exigir el sometimiento de los indios (“Venimos a nombre de. Dios y del Rey...”, “Estas tierras son de mi gran Sefior...”) Si la enunciacién y traduccién de tal ver- dad en sf misma no generaba la aceptaci6n, entonces Ja fuerza se encargaria de hacerlo. De esa manera, la verdad generaba més poder. Pronuneiar la verdad era un acto de fuerza en el contexto de una expedis cién conquistadora, ‘Una analogéa no tan lejana se puede encontrar en las palabras de un criminal que se acerca al dueio de un negocio en la via piblica a venderle proteccién, Cuando le habla y le explica los peligros 2 los que puede estar expuesto si no paga por ella, el mafioso no utiliza las palabras tanto para deseribir una reali- dad como para realizar una amenaza y provocar una reacci6n, Sus dichos no importan tanto por su con= tenido como por su efecto sobre las persénas: son una advertencia de fuerza y la provocacién de un sometimiento. Si convenimos en que nadie habria escuchado las palabras de Malintzin sino fueran también las pala- bras de Cortés, podemos convenir en que nadie ha- bria escuchado las palabras de Cortés si él no las hubiera acompaitado con la amenaza de Ia violencia, Y para cerrar e! efrculo, muy pronto quedé claro a oj08 de Tos indigenas que era Malintzin, la mujer na~ tiva, quien podia desencadenar 0 no la agresién de Cortés y de los espaioles. Otra vez nos encontramos con el dilema: gquién es Malinche? -Seré el capitan espafiol que habla en una lengua incomprensible y amaga usar su fuerza militar, o la mujer nativa que hace comprensibles sus a palabras y parece eapaz. de controlar o desencadenar esa fuerza? Para entender esta compleja relacién es necesario tomar en cuenta, en primer lugar, las dificultades que tenian los indigenas para determinar la navura- leza de los recién llegados y asf decidir qué tipos de relaciones podian establecer con ellos. Los espafioles estaban convencidos de antemano de que los indios, como los llamaban, eran humanos, pues tenian alma. De manera conveniente también los consideraban inferiores, pues eran “barbaros” y “paganos” que no conocfan la verdadera religién. Esto significaba que sabian con anticipacién lo que debian hacer con ellos: someterlos, convertirlos all catolicismo y explotar su trabajo por los siglos de los siglos. En otras palabras, ya sabian a quién encon- trarian y no dudaron, por un solo instante, de su derecho 2 convertir al catolicismo, dominar y, si era necesario, conquistar a los “indios”. Para los mesoamericanos el dilema era mas com- plejo: los expedicionarios podian ser dioses, hom- bres o algiin tipo de animal o criatura agresiva. La idea de que eran dioses se descarts rpidamente por- que los indigenas constataron que comfan la misma comida que los seres humanos, que tenfan relaciones sexuales ¢ hijos con las mujeres de la tierra y que sangraban, se enfermaban y morian, Una vez ms, las mujeres fueron intermediaras claves en el proceso de reconocimiento de Ia humanidad de los espafioles. Incluso podemos plantear que, con sus alimentos, euidados y poder sexual, del que hablaremos mas fdelante, contribuyeron a humanizarlos, es decir, a hhacerlos mis parecidos a Jos mesoamericanos. Lo anterior no significa que los recién llegados fueran considerados hiumanos de acuerdo con Ia idea ‘universal y jerarquizada de la humanidad que tenfan Jos europeos. Los pueblos indigenas crefan que cada grupo de seres humanos era diferente: usaba mane= ras particulares de hablar, vestirse y comportarse; S© relacionaba de manera especial con su dios patrono, y eomia cosas distintas, por lo que sus miembros te- nian cuerpos distintos de los de otros pueblos. Y en este terreno habfa mucho de qué preocupar- se respecto a los recién Ilegados. En primer lugar, su comportamiento sorprendentemente violento pro- vocaba miedo y desconcierto, En 1519, en unos cuan= tos meses, demostraron ser capaces de torturar y mutilar asus enemigos, atacar y masacrar sin aparen- te provocacién a poblaciones desarmadas, incluidas mujeres nifios, y de realizar otros actos de agresi6n que rompfan por completo las reglas de Ia guerra en Mesoamérica. A la-vez, su manera de hablar y de ves~ tirse, sus hibitos alimenticios y su corporalidad eran muy diferentes a los de los indigenas. Por otro lado, los espaiioles convivian de cerca con animales agre~ sivos, como los caballlos y los perros. Los indigenas no tenfan una experiencia de relaciones tan intimas con animales domesticados, por lo que les resultaba Aificil distinguir a los caballos de sus jinetes. Al parecer, entre 1519 y 1521 muchos indigenas lamaron teteo, plural de teotl, a Jos espafoles. Lo cual no significa que los consideraran dioses en el sentido occidental del término, es decir, seres supe- riores, sabios, justos y bondadosos. Los teteo eran seres poderosos y caprichosos, amenazaban a los hombres y podian tomar forma de fieras devorado- ras y de seres agresivos. El nombre, por lo tanto, no era testimonio de admiracién, y menos de devocién, sino de desconfianza e inquietud ante criaturas peli- grosas. Por ello, cualquier didlogo, negociacién 0 intercambio entre los diferentes grupos mesoameri- canos y los invasores espafioles estaba cargado de intimidaci6n e incertidumbre. En este marco, la labor de traduecién de Malin- tzin no consistié sélo en verter las palabras y verda- des universales de un idioma hablado por unos seres humanos a otro idioma hablado por otros, como concebfan los espafioles la traduccién. Killa hablaba a Feerio Navarrete [=] nombre de unos seres de identidad ambigua, difici- les de entender por sus palabras, desconcertantes y amenazantes por su agresividad. Por eso, para los mesoamericanos era ficil y tal vez tranquilizador atribuirle al rostro hermoso de la traductora, y a sus palabras pronunciadas en elegante nahvatl, el poder de controlar o desencadenar la violencia y destruc- cién de los recién llegados. Si leemos la historia de Cortés en las Cartas de relacién, ese control no parece siquiera posible, pues ‘en todo momento es el capitin quien retende haber decidido cuando y cémo usar la fuerza. Nuestra idea misma de lo que son los conquistadores se centra precisamente en su capacidad de atacar de acuerdo con su voluntad y de imponer su dominio de manera violenta y arbitraria sobre los indios, Sin embargo, ‘ya vimos que no podemos creerle a Cortés cuando afirma que sus palabras eran comprendidas de ma- nera transparente por los indigenas, gpor qué ha- briamos de creerle cuando afirma que él mismo determinaba cudndo y cémo usar la fuerza? Para comprender Ja forma en que Malintzin pudo haber controlado la violencia de los espaitoles, examinaremos con detalle dos eventos clave, ambos de 1519, definitorios de 1a relacién entre Herndn Cortés, su traductora y los gobernantes indigenas, y Matton olsen que contribuyeron al surgimiento del poderoso per- sonaje Malinche. En septiembre de 1519 los espafioles entraron a territorio tlaxcalteca siguiendo una recomendaci6n, de sus aliados de Cempoala, quienes les habian di- cho que los tlaxcaltecas eran enemigos acérrimos de Tos mexicas y que, por lo tanto, podrian recibirlos en. paz, Para su decepci6n, fueron enfrentados por un numeroso ejército. La guerra duré aproximadamen- te dos semanas y casi produjo la destruccién del ejér- cito espaol, pues nunca habjan sido atacados por tantos contrincantes tan bien organizados. De manera sorprendente, la vida de los espafioles fue salvada por una accién de sus enemigos: a partir de la segunda o tercera noche se preocuparon por dar de comer a los invasores de su tertitorio y les llevaron alimentos y también mujeres para prepa- rirselos. Esto permitié que los expedicionarios se recuperaran de las batallas y ganaran fuerzas. Al ha- cerlo, los tlaxcaltecas seguian las reglas de la guerra mesoamericana, que debia pelearse entre partes iguales y sin ventajas indebidas. También abrfan un canal de comunicacién diplomética para negociar con los invasores en caso de no poder vencerlos. ‘Sin embargo, la asistencia de los tlaxcaltecas s6lo provocé mas inquietudes entre Hernén Cortés y sus hombres. Debemos recordar que los expediciona- rios espaitoles eran menos de 300 en ese momento y que habfan viajado descle Veracruz rodeados por va~ rios millares de guerretos y gobernantes aliados, mujeres de servicio, cargadores y demas auxiliares, asi como por enviados de Moctezuma que los acom- pafiaban. En su campamento militar en ‘Tlaxcala convivian de manera constante con estos aliados y también con las mujeres y hombres tlaxcaltecas que les daban de comer. Como los espaiioles no hablaban ninguna de sus lenguas, ni totonaco, ni‘nshuatl, ni otomi, tendrian grandes problemas para saber qui nes eran propios y extraiios, amigos y enemigos. En medio de una cruenta guetta, estar rodeados y entremezclados con sus enemigos debe haber pro- vocado inquietud y miedo entre los expedicionarios. Tal intranquilidad se hacia més grave porque los propios aliados los llenaban de desconfianza contra Jos otros pueblos indigenas. De acuerdo con une tradiciGn que seguramente era afieja en Mesoaméri- ca, cada bando intrigaba contra el otro, difundfa ru- mores, proferfa acusaciones y le achacaba las peores intenciones, buscando ganar el favor de los espafio- Jes. Los cempoaltecas acusaban a los tlaxcaltecas de querer atacar alos espaftoles a traicién, los enviados de Moctezuma contaban a Cortés todas las perver- sidades de los tlaxcaltecas y, a su vez, los embajado- resde Tlaxcala hablaban pestes de los mexicas. Estos rumores de perfidia, traiciones y ataques inminentes Ilegaban a ofdos de Cortés por medio de Malintzin, como toda su comunicacién con los indigenes. Finalmente, un dia en que no hubo enfrenta- mientos, Cortés cuenta que escuché las palabras de Jos totonacos que acusaban a los embajadores tlax- caltecas de ser espias que vigilaban el campamento para realizar un ataque nocturno a traicién y ani- quilar a los espafioles, En realidad, escuché la tra- duceién que hizo Malintzin de este rumor mal intencionado, Convencido por ella, el capitén captu- 16 dos de los embajadores tlaxcaltecas y los tortur6 hasta que confesaron su “traicién” o, més bien, hasta que ella tradujo una confesiGn que confirmaba el ru- mor que antes habfa traducido, De inmediato, Cor- ts mandé cortar las manos de hasta cincuenta embajadores tlaxcaltecas y los envié de regreso a sus ciudades con este brutal mensaje de intimidacién. En sus Cartas de relacién, Cortés pretende haber aplicado un castigo judicial conforme a derecho: los tlaxcaltecas tramaban una “traici6n’, atacar alos es- pafioles por sorpresa, lo que quedé plenamente de- mostrado por medio de Ia tortura, pues en la ley espafiola de entonces, el tormento de los acusados nce fe] era la manera de establecer verdades juridicas. La mutilacién de los embajadores fue el castigo justo que el capitén impuso por ese crimen. Y, sin embargo, nosotros sabemos que Malintzin Je comunicé los rumores esparcidos por la gente de Cempoala y podemos suponer que también fue ella quién les otorgé el carécter de autenticidad que con- vyencié al capitén. Posteriormente, ella traduyjo las preguntas de Cortés a los dos desafortunados emba- jadores torturados y también vertié al espafiol sus respuestas, confirmando lo que ella migma haba di- cho a Cortés, No parece exagerado afirmar que ella controlé en todo momento la informacién que desen- cadené la brutal violencia del capitén, Como en muchas otras ocasiones durante la con- quista, cada bando podia tener una interpretacién diferente e igualmente convincente de los eventos. Cortés qued6 muy tranquilo de que sus acciones eran la demostracién més elocuente de su poder y capa- cidad de ejercer “justicia” como gobernador y re- presentante del rey. Ademés afirmé haber dado un castigo “ejemplar” a los indios, es decir, uno que in- timidarfa a futuros traidores. Los historiadores han condenado la violencia de esos actos, pero sin poner en duda su eficacia comunicativa como demostra- ciones del poderio espaiiol. Empero, para los mesoamericanos que lo rodea- ban puede haber quedado claro que Malintzin, la mujer indigena, murmuré a oidos de Cortés el ru- mor de] ataque tlaxcalteca, y no las decenas de otros que circulaban en el campamento. Luego entonces, fue ella quien hizo las preguntas y tradujo las “con- fesiones” en la tortura. Por eso podian concluir que ella desencadené la violencia de Cortés. O tal vex aque de los dos seres que era Malinche, la smujer era Ja que podia o no escuchar las razones de los indige- nas, para favorecerlos 0 para convertirlos en blanco de la agresi6n del hombre extranjero. Para entender cémo los indfgenas atribufan a Ma- lintzin la capacidad de desencadenar Ja violencia de Jos espaftoles, es necesario tomar en cuenta que tam- bign le atribuian el poder de atenuarla y controlarla. Segiin los mesoamericanos, los cuerpos femeni- nos contenfan fuerzas fas, asociadas al agua, la oseu- ridad, la tierra. Estas complementaban, compensaban y podfan atenuar las fuerzas calientes, asociadas al ‘ol, el cielo y la luz, que los hombres ten‘an en ma- yor cantidad, La salud de las personas, de las fami- lias, las comunidades y los imperios mismos dependia del correcto equilibrio de ambas fuerzas. Antes de ir ala guerra, por ejemplo, los guerreros no debian te- ner relaciones sexuales, pues perderian el calor que necesitaban acumular para el combate. En otras ocasiones, en cambio, la fuerza femenina de las mu- jeres servia como arma defensiva: cuando los habi- tantes de México-Tenochtitlan invadieron a sus hermanos de México“T'latelolco 50 afios antes, fue~ ron recibidos por contingentes de mujeres con los) pechos desnudos para atenuar su agresisn. Es muy posible que una de las razones por las que los gobernantes indfgenas regalaron mujeres a los espafioles fue para reducir sus fuerzas calientes, su patente agresividad, su capacidad dehacer dato. Y la relaci6n sexual de Malintzin con Hernén Cor- és probablemente le daba a ella, a ojos de los indige- nas, la capacidad de controlar o apaciguar las fuerzas calientes y agresivas del capien espafiol. Como veremos mas adelante, algunas imagenes de Malintzin la presentan con el cabello suelto como una abuiani, o alegradora. Estes mujeres realizaban comercio carnal y ademés cumplian papeles religio- s0s como consortes de dioses y sacerdotes, precisa- mente para enfiarlos con su fuerza sexual frfa, lo cual les daria atin més poder para atenuar la violencia de su pareja. Tal ver, era una forma de amor, pero muy di- ferente al imaginado por las fantasfas roménticas. La demostracién definitiva del poder de Malin- tzin para controlar y desencadenar la violencia espa- fiola mas aterradora ocurrié en octubre de 1519, en Cholula, una de las ciudades mas pobladas, ricas y famosas de Mesoamérica, un santuario milenario al dios Quetzaleéatl que recibia peregrinos de toda la regi6n, una de las principales capitales toltecas. Tras sellar su alianza con los tlaxcaltecas, a instancias de Jos embajadores mexicas, los espaiioles fueron a visi- tar Cholula, Desde un principio se sintieron intimi- dados por la urbe més grandiosa que habfan visitado hasta entonces, un laberinto de calles estrechas y azoteas desde las cuales podian ser ffcilmente em- boscados. Era para colmo un centro pagano, donde se realizaban sacrificios a los demonios, y cuya mal- dad los llenaba de un terror plagado de supersticio- res, Fueron alojados en el palacio de los gobernantes; y ahi los trataron a cuerpo de rey, con alimentos y servidores en abundancia, Aunque el suntuoso esce- nario era muy distinto al campamento de la guerra con Tlaxcala, Cortés y sus hombres se sentfan igual- mente inseguros en él, rodeados y entremezclados con un mando de mujeres y hombres que los ser~ vian, acompafiaban, vigilaban y cal vez. acechaben. Por otro lado, los tlaxcaltecas, enemigos acérri- ‘mos de sus antiguos alizdos de Cholula, murmuraban su desconfianza al ofdo de Malintzin y de Cortés, y les Llevaban rumores de confabulaciones en su con- tra, Entre los propios expedicionarios circulaban versiones febriles nacidas del miedo que les provoca- ba la supuesta crueldad de los paganos y Ia maldad de Satangs, Repetfan que los cholultecas planeaban sacrificarlos a todos, salvo a unos cuantos que envia- rian a México-Tenochtitlan para ser ultimados alli. La sensacién de vulnerabilidad se acrecent6 cuando Jos cholultecas redujeron la comida que entregaban, subrayando asi la total dependencia de los espaftoles ala buena voluntad de sus anfitriones. En este contexto tan crispado, nuevainente fue Malintzin quien comunieé a Cortés la informacién que desencadenaria la violencia, Segiin Bernal Diaz: del Castillo, una dama noble de la ciudad se habia acercado a ella para advertirle que los espafioles se- rian pronto atacados y exterminados, y ofrecié sal- varle la vida casindola con su hijo, Ella, en cambio, corrié con Cortés para avisarle de la conjura. Cor vencido por esta informacién que slo Malintz conocfa, Cortés resolvié torturar al gobernante de Cholula hasta conseguir que confesara su “traicién”, otra vez tradueida por Malintzin. El “castigo” que ‘ordené el capitin tras el tormento fue la captura de la nobleza de esa ciudad; el asesinato de cientos de car- ¢gadores que se habfan reunido en el patio del palacio para servir a los espafioles; un ataque contra los sa- cerdotes de Quetzaleéatl en su propio templo, que fue incendiado y destruido, ast como la masacre y esclavizaci6n de los habitantes de la ciudad en gene- ral, Las victimas se elevaron a millares, como admi- te el propio Cortés, y el ataque duré varios dfas con Ja participaci6n entusiasta de los tlaxcaltecas. Sig- nificativamente, ninguna historia de este aconte- cimiento habla de bajas entre los espaftoles y los tlaxcaltecas, lo que parece confirmar que la embos- cada contra ellos no era mas que un rumor nacido del miedo de los espaftoles, alimentado por los alia- dos indigenas y confirmado por la traduetora. Tan influyente fue la palabra de Malintzin en esa ocasién que el propio Cortés la menciona de manera directa por tinica vez.en su relato de la conquista, aun- que Ia llama tinicamente su “lengua”. Como esta ac- cién fue considerada atroz. incluso por muchos de sus contemporéneos, el narrador espaiiol, siempre tan vi- rilmente dispuesto a atribuirse las glorias propias ajenas, no vacil6 en exculparse echando la responsabi- lidad a la mujer: Mas alld de sefialar esta cobarda, tan propia de los discursos masculinistas, es obligatorio preguntarnos de nuevo: zquién era Malinche? A ojos de los mesoamericanos, sin embargo, no cabia duda de que Ia violencia habfa sido desencade- nada por Malintzin. En el Lienso de Tlaxcala, a histo- ria visual de la conquista que pintaron los victoriosos tlaxcaltecas apenas 30 afios después del acontecimien= to, la representaci6n de fa matanza muestra a la mujer indigena apuntando con una mano hacia el templo de Quetzaleéatl atacado por los espafioles, dando asf una clara orden para que los tlaxcaltecas y los espatioles atacaran y mataran ala gente de Cholula, segiin las convenciones pictognificas mesoamericanas. Chololla. Figura 4, Malincsn en la matanza de Cholla, Liewoe de Taxeaa, pin- tado en Tlaxcals en 1552. Reproducida con autorizacion del Instituto ‘Nacional de Antropologia¢ Historia. (Dibyj a linea de Camilo Mon- cada, Proyecto Lienzo de Tlaxcala, UNAX.) bl Gels se ince Gonviene detenernos un momento para exami- nar dos pistas claves que este macabro episodio nos proporciona respecto a Ja importancia que habia ga- nado la figura de Malinezin, En primer lugar, el he- cho de que una noble de Cholula la haya considerado digna de ser la esposa de su hijo puede indicar que habja ganado un poder y estatus social muy por en- cima de su condicién original de cautiva. Aun si esta oferta no ocurrié realmente, en todo caso fue consi- derada creible por Cortés, lo que indica que también lle atribufa una condiciGn social alta a su “lengua”, al menos a ojos de los “indios”. Por otro lado, Bernal cuenta que Malintzin en- gaiid a la mujer noble de Cholula pidiéndole que la esperara, sin moverse, en lo que ella iba a recoger sus valiosos huipiles, Esto indiea que habfa acumu- ado un guardarropa de tales prendas de complejos bordados Henos de simbologia, emblematicas de la identidad femenina en Mesoamerica. Seguramente Jos suyos eran huipiles ceremoniales, brocados por Jas manos de las tejedoras mis habiles, propios de las mujeres nobles. Podemos suponer que los haya reci- bido en su calidad de Malinche, como presentes a la mitad femenina del ser complejo que integraba con Cortés, a quien le regalaban otras cosas. Todas las imagenes indigenas de Malintzin, que son muchas y muy variadas, la representan con espléndidos ejem= plares de estas prendas. Es muy probable, pues, qu el ajuar vistoso y de gran valor fuera parte funda- mental de su figura social, de su rostro, como ditfan. Figuea 5. Haip de Maintzin en Historia de Tlasala de Diego Mutton (Camargo, pintads en Tlaxcala ca. 1570. Reproducia eon autorizacin, de a University of Glasgow Library Archives & Special Collection MB. Hunter 22. (Fotografia de Antonio Jaramillo, Proyecto Lienzo de Taxca- a uNtat) [=] atm, ola congue come tadacsien los nahuas, y de su prestigio de Malinche. Por eso podemos afirmar que, por medio de Malintzin, la conquista de México se hizo en huipil. La noticia de la masacre en Cholula corri6 por toda Mesoamérica y con seguridad cimentd entre la poblacién indigena un merecido respeto o franco miedo al poder de Malinche, esa combinacién del capitan espaiiol, con una sorprendente capacidad de violencia, y de su intérprete indigena, con el poder de controlar o desencadenar esa fuerza destructora; esa peculiar alianza del {mpetu imperial espafiol y de la astucia diplomatica mesoamericana; ese ser ue vestia tanto la armadura como el huipil. Pintadas apenas 20 afios después de la conquista, las historias visuales tlaxcaltecas dan tanta importan- cia a la figura de Malintzin que la transforman en ‘un ser sobrenatural, asociado con Ja virgen Maria, con la montafia sagrada de la regi6n, antes nombrada ‘Matlalcueye y hoy llamada cerro Malinche, y eon la misma ciudad de Tlaxcala como primera capital in- ddigena y cristiana de la Nueva Espaiia. Hernén Cor- tés, su contraparte masculina y espafiola, aparece en muchas escenas al lado, detrés y més pequefio que cesta mujer, y en una imagen se muestra sin él, La glorificacién de Malintzin fue promovida por ‘Tlaxcala desde mediados del siglo xv1 y se difundi6 Feersc eran fl por toda la Nueva Espaiia, Se convirti6 asi en un simbolo clave para la identidad cristiana de los indi genas conquistadores. La figura de la traductora na- tiva enfatizaba Ia soberana voluntad con que los tlaxcaltecas y los demas indigenas conquistadores asumieron el catolicismo como propio, fa libertad con que se aliaron al rey de Espafia y realizaron al lado de los espafioles la conquista de los mexicas y el resto de la Nueva Espaiia. Los presenta como con- trapartes necesarias de la fuerza militar espafiola, como sus conductores y como los vencedbres junto con ella, en suma, como conquistadores, Es probable que tal exaltacién de Malintzin por parte de los tlaxcaltecas refleje una alianza entre ellos y Ia traductora, paralela e inseparable de su alianza con Hernan Cortés. Se puede plantear que, tras reconocer la capacidad de la traduetora indige- za para desencadenar la violencia contra sus propios embajadores, los gobernantes tlaxealtecas hayan op= tado por colaborar con ella para dirigirla contra sus enemigos: los cholultecas en primer lugar, y luego los poderosos y temiddos mexicas. ‘Cuando recordamos el encuentro entre Mocte~ zuma Xocoyotzin y Hernin Cortés, el 8 de noviem- bre de 1519 en la calzada de Iztapalapa, siempre damos relieve a la relacién entre los dos varones, representantes del poder politico de sus respectivos imperios y también de sus mundos diferentes. Esta ptimacia de los varones poderosos corresponde a nuestra idea de lo que es la historia, La lectura puede ser diferente si lo concebimos como fue en realidad: un encuentro con Malinche, el ser complejo integrado por Cortés y Malintzin, En ese fatfdico dia, Moctezuma no se encontré s6lo con el representante del rey de Espaiia, con sus; hombres, sus armas “superiores” y sus caballos. ‘También se enfrenté a una orgullosa traductora in- digena, originaria de las lejanas provincias de la Chontalpa, una joven cuya fama de belleza y esplen- dor la precedia, una diplomética cuyas palabras en el néhuatl més clegante habian convencido ya a los tlaxcaltecas, una mujer poderosa cuya capacidad de desatar la violencia habia aniquilado a los cholulte- as. Malinche no era sélo el representante de un rey desconocido, era el eje de una creciente coslicién de enemigos de los mexicas, desde los cempoaltecas de Veracruz hasta los poderosos tlaxealtecas y huejo- tzincas, asi como los chalcas ¢ incluso los principales aliados de Jos mexicas, los texcocanos. Ein summa, el poderio y amenaza de Malinche no radicaba s6lo en que se trataba de un ser de otro mundo, un “dios”, 0 un “otro” incomprensible, sino también en que tenfa Fedense Navarrete [«] el ostro familiar y sorprendente de una cautiva oh teca que hablaba néhuatl y vestia los huipiles mi refinados. No tenemos espacio aqué, ni tampoco informa ci6n tan detallada como para desmenuzar el papel jugado por Malintzin en las complicadas negociae’ ciones entre el capitén espafiol y el gobernante mexica, Recordemos, sin embargo, que el mismo Todorov, que la considera por completo subordina- da a Cortés, le atribuye iniciativa en una ocasién cla- ve. Lo demis es historia, como dicen, ha guerra estall6 en mayo de 1520, tras la matanza del Templo ‘Mayor, en la que ni Malintzin ni Cortés tuvieron’ participacién. Ambos huyeron de la ciudad unos meses después. En el Lienzo de Tlaxcala, Malintzin aparece armada, Luego Malinche, es decir, el capi- ‘tin y su traductora, encabez6 la larga y sangrienta guerra que culminé con la caida de México-Tenoch- titlan en 1521 Malintzin y sus destinos fioles, Malintzin sigui6 acompafiando a Cortés en sus negociaciones con Jos gobernantes indigenas e incluso viaj6 con él a la de- sastrosa expedicién hasta Honduras en 1524, cuan= do tuvo Ia ocasion de visitar su pueblo de origen, ahora no como cautiva sino como gran sefiora. ‘Antes de emprender esa expedicién, Cortés deci- dli6, 0 acord6, permitir el matrimonio de Malintain con un joven capitén espaol de su expedicién, Juan Jaramillo, encomendero prospero. Si bien con este acto rompié su vineulo personal con ella, no signifi- ca que la haya “deseartado”, como afirman los autores gue pretenden menospreciarla. Por el contrario, le dio una posicién excepcionalmente honrosa para ‘una mujer indigena y més para una que habfa sido esclavizada: esposa legitima de un espaiiol conquis- tador, Los doté, ademas, con mercedes de tierras y de indios para su servicio, ineluyendo, como demues- tra Camilla Townsend, la eneomienda de Olutla, pueblo nativo de Malintzin, Tal decisién puede haber obedecido al respeto y agradecimiento que Cortés ras la victoria conjunta de los aliados Tr indigena y los expedicionaios espa- sentfa por ella, como expresa por primera vez en la. carta que narra su desventurado viaje a Honduras, Aunque también debié ser resultado de Ia lealtad que’ le debia 2 su traductora y compafiera a ojos de sus) amigos y aliados indigenas, quienes vefan a la mujer como pieza clave de la conquista y de las alianzas que habfan tejido con Cortés, Por otro lado, en un acto de poder masculino habitual en la época, separd a Malintzin de su hijo comin, Martin Cortés, a quien llev6 a Espafia y crio a su lado como espaiiol. Hay que tomar en cuenta que desvincularse de Cortés pudo ser ventajoso para Malintzin. Ella sabia que el poderoso capitiin espafol nunca la tomaria como esposa legitima, pues buscaria siempre una mujer noble castellana que elevara su condicién so- cial. Por otro lado, habia matado ya, segin crefan muchos, a su primera esposa legitima. Para colmo, era un hombre con muchos enemigos y su poder no ‘estaba garantizado. Con Jaramillo, en cambio, Malintzin podfa en- contrar seguridad, bienestar material y la posibili- dad de vivir en una condicién social radicalmente diferente ala que tenfa apenas cinco afios antes, Para muchas personas como ella, esclavizadas y violenta- das, esta “normalidad” es una victoria gigantesca, casi siempre inalcanzable, El precio fue una wlkima transferencia de un varén a otro, la menos violenta tal vez en la larga cadena que la habia llevado de Olutla a México-Tenochtitlan y muchos otros luga- res, El hecho de que el nuevo varén fuera menos po- deroso que el anterior pudo ser una ventaja para ella, aunque es improbable que Jaramillo se imaginara 0 proclamara “capitin de Marina’, porque ella ten‘a su propio nombre, su propia riqueza y su propio prestigio. Afios después, vestigos maledicentes seita- aban que el espafiol fue objeto de burlas de sus com pafieros por haberse casado con una mujer madura, famosa y desenvuelta como Malintzin. Sabemos que Malintzin tuvo una hija con Jara illo, Marfa, quien habria de defender su memoria su hereneia en varios jnicios a lo largo del siglo XVI, Sabemos que en 1528 se despidi6 para siempre de su hijo Martin Cortés, quien partfa 2 Espafia con su padre, y que en esa ocasiGn opté por vestir uno de sus elegantes huipiles, tal vez porque eran la confir- maci6n orgullosa de su condicién excepcional como mujer de poder, condicién que habia ganado con su fuerza e inteligencia y que nadie podia arrebatarle. Sabemos que en 1530 falleci6, victima de una de las tantas enfermedades que asolaban a la poblacién me- soamericana, Y sabemos, sobre todo, que la muerte fisica de esta mujer indigena no marc6 la muerte de Fednico ware [=] su personaje hist6rico y de su fama péstuma, y tam= poco de las disputas que lo rodean, ‘No dudo que muchas de mis lectoras y lectores habrén encontrado exageradas algunas de mis pro- puestas sobre el papel activo de Malintzin como tra- ductora, mis hipétesis sobre su capacidad para controlar y desatar la violencia de los espafioles, mis ideas sobre la importancia que tuvo esta mujer indie sgena cautiva en el personaje complejo llamado Ma- linche, del que formé parte junto con Hernén Cortés. i En efecto, nunca se podré demostrar de manera definitiva que una joven sometida a esclavitud, po- seida y regalada por varones indigenas y luego espa- fioles, haya podido adquirir tal capacidad de influencia por medio de sus palabras; que su inteli gencia y capacidad de negociacién haya legado a determinar el rumbo de lo que llamamos conquista de México, Sin embargo, espero que mis propuestas hagan més dificil continuar creyendo que fue sélo el var6n espafiol quien pronuncié las palabras, sell6 las alianzas, dirigi6 las campaiias y conquisté México. Pero no se trata aqui de descartar una opcién a nombre de la otra, sino de reconocer la desigualdad de género que es constitutiva de nuestra visién de la conquista y de otros episodios histéricos: es mucho mis facil que creamos las palabras de los varones y que les atribuyamos a ellos los poderes y las capaci- dades para determinar la historia; en contraste, es mucho més dificil que reconozcamos la influent el poder de las mujeres y que intentemos escuchar sus voces, normalmente acalladas por las voces mas- culinas. Por eso, creo que ya es hora de reconocer gue la vision de Herndn Cortés en sus Gartas de re- lacién, en la que se atribuye todo el mérito y el poder, no es mas que una ficcién juridiea, pues no tenemos ‘manera de comprobar su veracidad a ojos de los me- soamericanos, es decir, de la inmensa mayorfa de las personas que participaron en eso que Ilamamos con- quista de México. La otra historia esté por escribirse, pero no es imposible de imaginar, Las historias visuales pinta- das por los propios pueblos indigenas en los siglos xvi y xvi dan muchas pistas. Sélo es cuestién de que dejemos de creer que la verdad pertenece sélo a ‘una escritura, la latina; a una historia, la espafiolas aun género, los varones. Sélo es cuestién de abrir Jos ojos para deseubrir las otras historias. Si abrimos los ojos encontraremos que la figura de Malintzin no resulta tan excepcional. Sus accio- nes fueron parte de las que realizaron miles de per- sonas de género femenino con el fin de lograr la integracién de los espafioles al mundo mesoame= ricano. En Mesoamérica, hay que recordarlo, este grupo incluia también a personas nacidas como home bres pero que habfan asumido una identidad de gé= nero femenina, y es muy probable que algunas de cllas tomaran parte también en los intercambios con los varones espaiioles, pues los conquistadores mens cionaron su existencia. Las mujeres, en todo caso, fueron participantes, intermediarias, conductoras de los intereambios pitblicos y privados, las comidas y los actos carnales, los didlogos que permitieron humanizar a los recién llegados desde el punto de vista mesoamericano, y asf incorporarlos a las redes y alianzas de los pueblos indigenas. Sin ellas, medio. millar de espafioles hambrientos y extraviados hue bieran sido incapaces de sentar sus reales en estas tierras ¢ imponer su poder sobre los naturales, 0 creer que lo habian hecho. Podemos decir que Malintzin es como la punta. del iceberg de este inmenso universo femenino en dos sentidos. El primero, porque su carisma individual, su ha~ bilidad retérica, la posicién central que ocupaba en todos los disllogos entre los expedicionarios y los go bernantes indigenas la hizo visible, notoria, admira- ble, Asf fue casi la tinica conocida entre millares de io eo mujeres que fueron regaladas a los espafioles y los acompafiaron, les dieron de comer, los curaron y_ sirvieron. Ellas formaban y forman parte, contra su voluntad muchas veces, de un sistema de poder mascu- lino que disponia y dispone de los cuerpos y las vidas de las mujeres. En su forma més extrema existfa y existe hoy en dia un sistema de secuestro y trifico de iujeres. En sus versiones menos violentas es una ¢s- tructura patriarcal en Ia cual los hombres emplean Jos cuerpos de las mujeres, “sus” mujeres, para esta- blecer relaciones de alianza y de parentesco con otros hombres. A partir de 1519, los varones indigenas in- cluyeron a los varones espafioles en sus circuitos de intereambios de mujeres, y ellos los aprovecharon para controlar los cuerpos y el trabajo de muchas in- digenas a lo largo del periodo colonial e incluso has- ta el presente, Malinche, el ser mixto integrado por Hernén Cortés y Malintzin, es el primer producto de esta transferencia del poder masculino de hom- bres mesoamericanos a hombres espafioles. En.un segundo sentido, Malintzin es la punta del iceberg porque sus habilidades como traductora ¢ intérprete, como concubina y cuidadora de Cortés, como contraparte femenina que complementaba y balanceaba su masculina figura, eran parte de una poderosa tradicién construida por las mujeres de ‘Mesoamerica alo largo de siglosy milenios. Fue ast la heredera y exponente més conocida de la inteligencia, la capacidad de accién y los poderes desarrollados por estas mujeres que la antecedieron, la acompafiaron y_ a han sucedido, Aun bajo el sistema de dominacién, ‘masculina ellas supieron crear formas propias de re sistencia y adaptaci6n, centradas en las labores que Jes tocaba realizar, que en la tradicién mesoamerica- na eran consideradas complementarias a las de los hombres. Adquirieron y transmitieron entre sf a lo argo de generaciones conocimientos propios de produccién, de alimentacién, de medicina, de salud. Sabfan sanat, cuidar, acompafiar, dar placer, gestar, dar a luz y cuidar a las hijas e hijos, todas ellas labo- res indispensables para Ia vida y sin las cuales los varones que dominaban a las mujeres no hubieran podido mandar, gobernar, hacer la guerra, ni siquie~ ta sobrevivir més de unos cuantos dias. No obstan- te, son labores ficiles de ignorar, que rara vez se ‘mencionan, que se toman por seguras, que no hacen historia, “Todas estas labores y funciones, conocimientos y sentimientos son claramente femeninos, se asocian sin duda alas formas de ser mujeres en Mesoamérica yy otras partes del mundo, pero Malintzin y las otras; mujeres de la conquista tienen poco que ver con el Ambito doméstico y familiar, el mundo privado como nosotros lo concebimos. Las cautivas y servidoras de los espaftoles reali- zaron labores “domésticas” en campamentos y pala~ cios, en medio de batallas y huidas, en ciudades propias y ajenas. De hecho, la mayorfa de ellas, por ser concubinas “ilegitimas” y ademas indias, nunca habrian Ilegado a formar un hogar con sus pretendi- dos duefios 0 amantes aun en circunstancias més pacificas. Nunea gozarian de la relativa estabilidad juridica, de la relativa seguridad material, de la pro- teccién a ellas y sus hijas e hijos que esa condicion de “Jegitimidad” les podia dar. Para la mayoria de las mujeres la domesticidad serfa cuando mucho la pre- catia seguridad que lograran negociar y obtener al garete de campafias y violencias, de ser objetos de regalos e intercambios. En este sentido, su experien- cia es muy parecida a la de las mujeres afticanas y afroamericanas esclavizadas por siglos, tal como la ha descrito Angela Davis. Yo es también de las mu- jeres que hoy son exutivas, traficadas por el mismo rema masculino que las somete desde entonees. En el caso particular de Malintzin, una parte de su poder derivaba precisamente de su exclusién de nitiva del émbito doméstico y de los ideales de casti- dad femenina que lo definfan. No es casualidad que las imagenes tlaxcaltecas de esta mujer, claves para difundir la personalidad y figura de Malintzin por toda la Nueva Espafia, la representen con el pelo suelto, Esta era una de las caracteristicas de las abuianime, las mujeres que vendian sus servicios se~ xuales y ala vez.realizaban actividades sexuales fun- damentales para la vida religiosa, desplegando su fuerza fria, su poder femenino en los momentos en que era requerido para restaurar el equilibrio del cosmos. En los textos del periodo colonial que ha- blan de estos personajes impera el morslismo catdli- co que las ve como prostitutas pecadoras, pero sus poderes iban més alld del comercio sexual. Muy pro- bablemente fue esta marginalidad social y sexual la gue permitié que Malintzin entrara, de la mano de Hernén Cortés, hablando a su nombre, controlando sus fuerzas destructivas, hasta las cortes mas encum- bradas de Mesoamérica. Como mujer con poder se~ xual y cabello suelto, Malintzin seria el complemento ideal a la extrafieza de los espafoles, su cercania a la animalidad de los caballos, su incapacidad de hablar. Pero zqué podemos saber de los sentimientos, de los pensamientos de Malintzin y las otras mujeres como ella? Sus labores, las obligaciones que tenian ‘que cumplir, inclufan sin duda el carifio, el cuidado eimocional, la satisfaccién de algunas necesidades [=] Matava ova congusta come todaccion le afectivas y de los placeres sexuales de sus esposos, parejas, amantes, de todos quienes pretendfan ser sus duefios. zAleanzaban a tomar en cuenta su pro- pia satisfaccién emocional, el cumplimiento de sus propias necesidades? E's probable que fuera sélo en, Taras ocasiones, con mas facilidad cuando se trataba de esposas “legitimas” y mujeres nobles, con mucha mis dificultad cuando eran servidoras y cautivas, Estas tltimas conseguirfan, a lo sumo, momentos de satisfaccién en medio de la incertidumbre, axranca- rfan instantes de ternura ala violencia que las asedia- ba, usarian Ja astucia para lograr pequeiias victorias que mantuvieran su dignidad, tal vez tejerfan redes de solidaridad y apoyo con las otras mujeres en su condicién, seguramente procurarian euidar y prote- ger a hijas € hijos, incluso buscar librarlos del dest no que era el suyo, Por desgracia nunca podremos ir més alld de es- tas suposiciones. Porque las vidas, las esperanzas, los amores, las tristezas de esas mujeres apenas tienen cabida en el mundo y las palabras de los hombres, y ellos son Jos que han escrito la historia, Porque nuestra idea de la conquista de México ha sido cons- truida a partir de la negacién de esta partieipacién femenina, de la ignorancia voluntaria y la denigra- cién violenta de sus acciones y sus cuerpos. Por eso Malintzin, que tanto nos destumbra y sorprende, sigue siendo un enigma.

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