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6 jSE CRUEL! anoche del diez de mayo de 1968 empez6 muy tensa en Paris. En los dias anteriores se habian producido mani festaciones violentas en todas las escuelas de Francia. Los en- frentamientos entre estudiantes y policias habian empezado en Nanterre y en la Sorbona y continuaban, parecia, virtual- mente en (odas las universidades y liceos del pais. Las noticias de los disturbios Henaban mas y mas paginas de Le Monde desde principios de mayo. La creciente vehemencia de las protestas dejaba aténitos a los funcionarios de gobierno y asombraba a los lideres estudiantiles. Esa noche del diez de mayo nadie sabfa qué podia suceder.) El gran acontecimiento de esa tarde era la marcha de estudiantes de los liceos en la plaza Denfer-Rocheran, Iba oscureciendo y una multitud de unos veinte mil jévenes se iba reuniendo en las calles de Paris. Sus objetivos inmediatos eran bastante claros: iban a manifestar su desagrado con un go- bierno que habia cerrado la Sorbona el dos de mayo, después de una demostraci6n estudiantil; iban a protestar por la bru- talidad de la policia que habia golpeado a muchos que solo miraban lo que sucedia, y a exigir que liberaran a cuatro compaiieros encarcelados. Tampoco eran un misterio sus objetives mayores: opues- tos al autoritarismo de la educacién francesa, hablaban un lenguaje de democracia radical; adoctrinados por los distin- tos catecismos de la izquierda, también hablaban de lucha de lases, del control de los trabajadores y de revolucién per nente. LAPASION DE MICHEL FOUCAULT Pero en otro nivel sus objetivos no eran nada claros, incluso para los mismos manifestantes. Algunos estaban completamente desconcertados. “ preguntado ‘qué quieres’ no habria sabido qué responderle”, recordaria afios mas tarde un maoista confeso. “No podia decir que ni siquiera conocéa quiénes eran esos camaradas ni tampoco decir que estaba marchando por marchar”? La marcha terminé y la policia contemplaba nerviosa- mente los paseos sin rumbo de los estudiantes. Espontineamente, sin un plan ni discusién previa, la multi- tud empez6 a moverse primero hacia la prisién donde retenfan a sus camaradas y después, como los puentes estaban bloqueados por la policia, de regreso al coraz6n del Barrio Latino. Los lideres se reunieron en el bulevar SaintMichel des- pués de pasar frente a la policia que protegia la Sorbona; intentaron improvisar los pasos siguientes. Nadie pensé asaltar la Sorbona: habria sido un bafio de sangre. Pero la retirada era impensable: el desafio estaba en claire. Los lideres resolvieron, sobre !a marcha, tomar el con- ol de las desprotegidas calles del Barrio Latino. Los estudiantes se dispersaron. Algunos avanzaron al sur, por la rue Gay Lussac y la rue Saint Jacques; otros fueron hacia el este, hacia la rue Mouffetard. ePero cémo se iban a defender si atacaba la policfa? Con los adoquines, sugirié alguien. Fn la rue Le Goff, alrededor de las nueve y cuarto de la noche, empezaron a cavar. Se formé un gran agujero en la calle, que dejaba al aire una arena fina, amarilla. Utilizando pintura spray, alguien trasladé a palabras la imagen en una pared vacfa: “bajo el pavimento, la playa”. Un montn de piedras iba ereciendo junto a la pared. Sin un plan, sin discu siones, habia aparecido una barricada? {Una barricadat ‘icticamente, tenfa muy poco sentido. Simbélicamente, Jos tenfa todos. Porque una barricada significa, en la memo- tia de todo ciudadano francés educado, el emblema mismo hecho es que a cualquiera que me hubiera 224 skew de la rebeli6n, la imagen mitica, viviente, de la tradici6n revo- lucionaria que empez6 en 1789 y se renov6 en 1830, 1848, 1871, 1936; ahora, de modo imprevisto, parecia renacer en mayo de 1968. Crecian las barricadas. Diez se formaron en la rue Gay Lussac, dos en la rue d’Ulm, dos mas en la rue Tournefort; antes de terminar la noche habfa sesenta.* El desorden resultaba embriagador. Se destrozaban anun- cios callejeros, se arrancaban postes puiblicos, se derribaban andamios, aparecia alambre de ptias; se volcaban automsviles aparcados. Montaiias de desechos se iban acumulando en medio de los bulevares. El ambiente era de exaltacién; la atmésfera, festiva. “Cada uno reconocia instanténeamente la realidad de sus descos”, escribid poco después uno de los participantes, resumiendo la actitud que predominaba, “Nun- ca habia resultado tan creadora la pasi6n destructiva”? Los periodistas de las radios patrullaban las calles, A toda Francia legaban los informes, en vivo, de las imitiles negocia- ciones entre rebeldes y funcionarios del gobierno. Entusias- mados con la perspectiva de una aventura, empezaron a Ile- gar refuerzos, en gran cantidad, al Barrio Latino. En las barri- cadas, las radios portatiles daban las noticias y levantaban el nimo de los rebeldes. ;Estaban haciendo historia! Euforicos con la idea, miles se endurecieron. Iban al encuentro de su destino. Poco despues de las dos de la madrugada, la policéa se puso Jas mascaras antigas. El ataque empez6 a las dos y cuarto. Las fuerzas del orden lanzaron granadas incendiarias y ‘gas lacrimégeno. Las fuerzas del desorden respondieron con adoquines y bombas Molotov. Los gritos de la policfa atacan- te, los gemidos de los estudiantes heridos y el rugido apagado de explosiones distantes llenaron el aire de Francia; una au- diencia de millones escuchaba sin despegarse de las radios.’ Tres horas mas tarde, la “noche de las barricadas” habia terminado. Pero un muevo mundo se habia manifestado de siibito a toda una generacin de jévenes activistas; y también a Michel Foucault. 225 LA PASION DE MICHEL, FOUCAULT El alba mostré un paisaje desolado. En el Barrio Latino, los esqueletos de casi doscientos automéviles, quemados du- rante la noche, interrumpfan los elegantes bulevares donde las barricadas se habian atzado por unas horas. Nadie habia muerto. La batalla, aunque sangrienta, habia sido una especie de juego, efectuado en el técito entendido de sus limites, tanto por policias como por rebeldes. Pero los testigos atin estaban abrumados por la salvaje eficacia del asalto policial que dej6 mas de trescientos cincuenta heridos, algunos gra- ves, Para protestar por la represién del gobierno, los sindica- tos mas grandes de Francia, incluso la poderosa CGT, que controlaba el partido comunista, llamaron a una huelga gene- ral para el lunes 13 de mayo.” Ese lunes més de un millén de personas Ilené las calles de Paris. La rebelién estudiantil se habia transformado en una protesta general contra el antoritarismo del régimen gau lista y, con menos claridad pero potencialmente de modo mds explosivo, contra el orden mismo de las cosas en el mun- do moderno en general. El gobierno reconoci6, con atraso, la gravedad de los acontecimientos; durante la noche de ese lunes anuncié con- cesiones: retiré de la Sorbona a la policia y liberé a los cuatro estudiantes que mantenfa en la carcel Era muy poco y muy tarde: el régimen de De Gaulle, de sibito, parecfa vulnerable. De inmediato la Sorbona fue ocu- pada por jévenes extremistas. ¥ multitud de graffiti -quizas la expresin mds reveladora de la verdadera novedad del movi- miento- empezaron a aparecer por todas partes, tapando las, paredes, desafiando la raz6n, intentando, aparentemente, provocar pasiones, desconcierto y energia furibunda a un tiempo: “{Sé cruel! Prohibido prohibir. No aceptamos respon- sabilidad por nada, no pedimos nada, ocupamos, nos apode- ramos. jAcciones, no! ;Palabras, si! Creo que mis deseos son Ja realidad, porque creo en la realidad de mis deseos. ;Corre, camarada, el mundo viejo quedé atrés! Rapido”* Los estudiantes abrieron de par en par las puertas de la Sorbona y la declararon “universidad libre”. Y una multitud 226 'SP CRUEL! de j6venes desgreiiados ingres6 al viejo templo del saber. Y todos juntos empezaron a discutir qué forma debia adoptar el nuevo mundo. “Que todos se dejen Hevar sin culpa por su entusiasmo”, proponia un manifiesto de amplia difusi6n. “Toda creacién artistica es violencia, toda accién politica es violen- cia’, dectaraba otro. “La violencia es el tinico modo de expre~ sar la subjetividad”.? Anhelos largo tiempo silenciados iban hallando expre- sién. En oficinas de toda Francia los funcionarios y emplea- dos discutfan cémo reorganizar la divisién del trabajo. Los trabajadores, en tas fabricas, se alzaban con ira contagiosa y desataban una huelga salvaje tras otra. En la Sorbona se re- unié un “comité revolucionario de accién pederasta”; habla- ron, se desbandaron; no dejaron huellas organizativas, pero servirfan de inspiraci6n para el movimiento gay de liberaci6n que se formaria en Francia pocos meses después.” Como resumié al poco tiempo el joven fildsofo André Glucksmann, el movimiento de mayo habia unido “a todos los semiparias de Ia sociedad, a los jovenes, a los trabajadores inmigrantes, ete."; habfa obliterado guetos y Ifmites tradicionales, terminado con “la segregacién racial y social, con la represién sexual, etc."; habia convertido la Sorbona en “una nueva nave de los locos” y en este barco, prometia Glucksmann, la clase dominante volverfa a descubrir “todas las perversiones que la asedian”.!! Michel Foucault tenia razones para tomar nota: al pare- cer, la ‘noche de las barricadas” habia desatado su clase de revolucién. Pero al revés de Jean-Paul Sartre, que una vez més se situd en el centro de las protestas, a Michel Foucault no se lo vio por ninguna parte. Estaba a més de mil quinientos kilmetros de distancia, en Tiiner, Foucault se habia trasladado alli en el otofio de 1966, escapando del ambiente opresivo y provinciano de la universi- 207

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