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Oa Es una produccién de la DIVISION DE PUBLICACIONES INFANTILES Y PEDAGOGICAS DE SALVAT = «ORGANIZACION MUNDO DE LOS NINOS», Direccién: Juan Salvat Direecién de la Division: Rs Edicion y Grabacion: José Gaya Direccién Antistica: Francese Espluga Equipo Editorial: Isabel Gortézar. Camila Batlles, ‘José Luis Séncher, Edistudio Rosa Le6n y coro «La Trepa» én: Gritos y Susurros, S.A. Nieto Publicado por: SALVAT EDITORES, S.A. Mallorca, 41-49. Barcelona, 29. Espafa © SALVAT EDITORES, S.A., Barcelona, 1984 © MARSHALL CAVENDISH, London, [984 Impreso por: Cayfosa Sta. Perpétua de Mogoda (Barcelona), 1984 Depdsito legal: B, 2,956-1983, ISBN: 84-345-6148-4 Printed in Spain Distribucién: Marco Ibérica, Distribucién de Ediciones, S. A Carretera de Irin, Km, 13,350 Variante de Fuencarrai ~ Madrid (34) Direccién en Argentina: Salvat Editores Argentina, 8.4. Corrientes, 2777. BUENOS AIRES. Distribuidor para la Capital Federai y el Gran Buenos Aires Distribuidora RUBBO, Garay, 4226, Distribuidor para el interior: Distribuidora SADYE, S.A, Belgrano, 355 Titulo La casita de papel”) La orquesta que enmudeci6 Una tarde fresquita de mayo (cancién) La historia del oso polar‘ Gobolino y el caballito de madera Sopa de piedra El sabelotodo Direccién en Colombia: Salvat Editores Colombiana, S.A. Carrera, 10, N° 19-65, 4 piso, Edificio Cama Apartado aéreo 6552. BOGOTA. ol Direccién en Chile: Salvat Editores Chilena, Ltda., Orrego Lueo Norte 026. Providencia. SANTIAGO DE CHILE, Direccién en Ecuador: Salvat Editores Ecuatoriana, S.A. Carondelet 208, y 10 de Agosto Casilla 2957. QUITO. Direceién en México! Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V Mariano Escabedo, 438. MEXICO 5 DF. Direccién en Pert: Salvat Editores Peruana, S.A. Avda. Grau, 768. Miraflores, LIMA Direceién en Puerto Rico: Salvat Editores de Puerto Rico, Inc. G.P.O. Box 4846, SAN JUAN DE PUERTO RICO Direccin en Venezuela: Salvat Editores Venezolana, $.A. Gran Avenida, Edificio Arauca, CARACAS, ustrador Narrador Sue Moxley Maria Luisa Sold Chris Hahner Rafael Turia Montse Ginesta Coro infantil “La Trepa Lynn Duncombe Marta Angelat Francis Phillipps Marta Martorell Val Biro Marta Angelat Ken Stott Rafsel Turia 1) Perms de Pula Fot; (2) Perio de Fier an Faber Limit Administracién de suscripciones: Salvat, S.A. de Distribucién, Arrieta, 25 - Pamplona (Navarra) LA CASITA DE H ace muchisimo tiempo vivia un —iPara qué necesitamos la mesa? anciano con su esposa en una —dijo la anciana—. Puesto que nos casita que tenia una mesa, dos sillas, sentamos en la cama, usaremos la una cama y un cesto de mimbre para colcha a guisa de mantel. iPiensa en el el gato. espacio de que dispondremos ahora! —Es cuanto necesitamos —decia —Y se puso a bailar por la habitacién * _ satisfecha la mujer—. Cualquier otra con el gato en brazos. cosa seria un estorbo. —Y sacaba una Al cabo de una semana, volvieron silla al sol para sentarse con el gato a quedarse sin dinero. en el regazo. Pero un dia dijo el hombre: —No nos queda dinero. Tendremos que vender las sillas. —No importa, en realidad no las necesitamos. Nos sentaremos en la cama. Es mas blanda que las sillas. Y colocé la mesa junto a la cama. —Asi estaremos mas cémodos. Al poco tiempo volvieron a quedarse sin dinero y tuvieron que vender la mesa. —No encuentro trabajo en ningun sitio, y ya no tenemos dinero —dijo el marido. —No te apures. Venderemos la cama y dormiremos en el suelo. Es mas sano y muy conveniente para la espalda. La anciana cogié al gato en brazos y se fue al campo, donde tejid con margaritas un cobertor que les protegiera del frio. Era un cobertor muy hermoso. Pero el hombre era demasiado viejo para trabajar, y tras gastarse el dinero obtenido por la cama, lo unico que les quedaba por vender era el cesto del gato. —=No me importa deshacerme de este cesto —dijo la mujer—. El gato puede dormir entre los dos, asi nos dard calor. Pero la venta del cesto sdlo les . reporté unas pocas monedas, que no tardaron en gastar. —Tendremos que vender el gato —dijo el marido. —Eso si que no. iVenderemos la casa! De todos modos, se ha quedado demasiado grande sin los muebles. éPor qué no nos mudamos a una pequefia cabafia y estaremos mejor? Conque vendieron la casa y obtuvieron tanto dinero por ella, que vivieron todo un afio en una pequefia cabafia, muy felices. —iQué contenta estoy! Es tan pequefia que resulta comodisima y apenas me da trabajo. —Y la mujer salié a tomar el sol con el gato en el regazo. Pero al cabo de un afio tuvieron que vender la cabafia y se quedaron sin hogar. —No te preocupes, haré una casa de papel. La mujer paso tres dias cortando y pegando trozos de papel hasta que hubo hecho la puerta y las ventanas, en las que colocé unas cortinas de encaje; luego recorté la cocina y una habitacién con una mesa, dos sillas y una cama, y un cesto para el gato. Por ultimo, pegé todos los trozos de papel y la casa quedo lista. —iQué bien estaremos en ella! —exclamo la anciana. Con gran cuidado de no desgarrar las paredes, el matrimonio se instalé_, en su nueva casa. —vY si se pone a llover? —preguntd el marido. —Pues haré otra casa, distinta a ésta. iQué divertido! —Y la mujer palmoted de gozo y acaricio al gato, que yacia en su cesto de papel. No llovid, pero un dia se levanté un vendaval que arrancé la casita del suelo y se la llevé por los aires, —iEs muy emocionante! iQué hermoso es el mundo visto desde aqui arriba! —decia la mujer, sosteniendo de frente la ventana de papel para poder disfrutar del paisaje. Pero el hombre estaba muy asustado. —Vamos a caernos... —Si, y quién sabe donde aterrizaremos —contesto la mujer alegremente. Viajaron por el espacio hasta llegar aun pais donde el sol brillaba todo el afio. El viento depositd la casita de papel en el jardin de un palacio, y al rey que en él habitaba le caus6 tal admiracion, que quiso que se quedara para siempre en su jardin. Todo el mundo acudia a contemplar la maravillosa casita. El anciano y su esposa se trasladaron a vivir a palacio, junto con el gato, que volvié a disponer de un cesto de mimbre, aunque prefirié seguir durmiendo entre el anciano y su esposa, pues asi los tres estaban mds calentitos. Y el dia se lo pasaba en el regazo de la anciana, tumbado al sol, o sentado en la bella escalinata de palacio. E nel coraz6n de una gran ciudad, en un edificio redondo, en una sala con dos arafias de cristal y un millar de butacas rojas, todas las noches toca una famosa orquesta. iBum-bum-bum-BUM! A veces interpreta musica de Strauss: iDum-dum-dum-DUM! Y otras de Glenn Miller: iTa-ra-ta-TA! Pero casi siempre es de Beethoven: iBum-bum-bum-BUM! Los musicos de la Sinfonica Real llevan actuando en esta sala desde que eran jovenes, y ahora casi todos son viejos, estan calvos y tienen los dedos entumecidos. Pero siguen tocando todas las noches, y todas las noches guardan sus instrumentos en un gran armario debajo del escenario. El armario esté oscuro y silencioso, aunque a veces se oye roncar al contrabajo mientras la flauta habla entre suefios. Todo fue muy distinto la noche de la tormenta. Poco después de medianoche, a orquesta se desperté con unos ruidos muy extrafios. —iAhi fuera hay otra orquesta! —exclamé el tambor-. iCreo oir un tambor! TY yo oigo otro triéngulo! —iHay otros instrumentos ejecutando nuestro trabajo! —se quejé el primer violin. —iEsto lo arreglo yo en seguida! —afirmé el timbal. ‘Apoyé su enorme peso contra las puertas del armario y éstas se abrieron de golpe. EI pandero se acercé a los interruptores de la luz y suibitamente se iluminé la sala de conciertos. Las ventanas se estremecian mientras la lluvia repiqueteaba sobre los cristales, las arafias temblaban y el viento batia las grandes puertas. Un aire gélido y cortante como la nota aguda de la flauta recorria el pasillo y se deslizaba bajo las butacas. Los radiadores estaban apagados y el frio era intenso. Pero lo peor era que habia quedado abierto un tragaluz, por el que se deslizaba la Iluvia, que caia sobre los desdichados instrumentos. Temblando de miedo y de frio, éstos corrieron a refugiarse en el armario. Pero no consiguieron volver a cerrar las puertas, y tuvieron que pasar toda la noche expuestos a las heladas corrientes de aire. Al dia siguiente, el ptiblico acudié a la hora acostumbrada. El director pregunté en voz baja a sus musicos: —iEsta noche toca Miller? En brazos de los misicos, los pobrecitos instrumentos se sentian muy mal. El director dio unos golpecitos con su batuta en el atril y anuncié: —iBeethoven! Pero no pasé absolutamente nada. El primer violin solté una nota ronca y luego se quedé mudo. El gong se estremecié. Los clarinetes suspiraron, lanzaron una nota desafinada y finalmente enmudecieron. Por mas que los trompetas soplaran, que los violinistas atacaran con sus arcos y que los tamborileros golpearan con sus baquetas, la orquesta sdlo proferia gemidos y lamentos. El piblico, muy enojado, abandoné la sala. El gerente se disculpé y prometié devolver el importe de las entradas. Los musicos se abrazaron a sus instrumentos y derramaron gruesas légrimas sobre ellos, 10 cual empeord la situacién. —A mi me parecié que el corno inglés estaba muy frio esta noche —dijo un misico. —Yo vi sefiales de gotas de lluvia sobre los tambores, pero no le di importancia —dijo otro. —Se habran resfriado con la tormenta de anoche. —Quizé no vuelvan a sonar bien nunca més —se lamenté el director. iMi pobre orquesta! ‘Aquella noche, los instrumentos quedaron esparcidos sobre el escenario. —iQué sera de nosotros? ~inquiri6 la flauta. —iNos sustituirdn por otros instrumentos? —pregunté con voz ronca el violoncelo. —iVendrén otros a ocupar nuestro lugar bajo el escenario? —se preguntaba la tuba. EI dia siguiente amanecié luminoso y soleado. A las doce llegé a la sala de conciertos un autobis y los misicos sacaron los instrumentos envueltos en mantas. > Algunos de ellos no habian salido de Ja sala en muchos afios. El sol hacia refulgir los instrumentos de metal, las llaves del fagot 2 centelleaban y una sinfonia de colores desfil6 ante las ventanillas del autobis. —iNos venderdn? —pregunté el violoncelo. —iNos dejarén tirados en algun lugar? —quiso saber la concertina. —iNos quemardn? —preguntaban los violines. —iYo creo que nos enterraran! —dijo el fagot. —Nos detendremos aqui mismo —anuncié el director, que conducia el autobus. Se detuvo en pleno centro del parque municipal, entre una furgoneta de helados y una pila de sillas plegables. Todos se apearon del autobus. El sol brillaba entre los arboles. Unos pdjaros se hallaban posados perezosamente sobre el muro. La gente dormitaba con las caras cubiertas con pafiuelos. El calor era asfixiante y el aire estaba perfumado. Los miusicos se sentaron en unas sillas plegables y colocaron los tambores, los violines, el xil6fono, el violoncelo, los clarinetes, la trompeta, los platillos, el pandero y el tridngulo al sol, para que se secaran del todo y entraran en calor. - El director dio unos golpecitos con su batuta y dijo en voz baja: —Sefioras y sefiores, éles parece bien Beethoven? Los miisicos empufiaron los violines, los. arcos, los palillos y las trompetas. iBum-bum-bum-BUM! Una bandada de pichones se elevé sobre los drboles y una alegre muchedumbre se congregé para escuchar el primer concierto gratis que daba la Sinfénica Real en el parque municipal. La muisica soné libre en el espacio perfumado. . por la senda donde mi morena, Una tarde fresquita de mayo ES cogi mi caballo y me fui a pasear por la senda donde mi morena, graciosa y hermosa, solia pasar. Yo la vi que cogia una rosa, yo la vi que cogia un clavel y la dije: jardinera hermosa ime das una rosa?, me das un clavel?, y me dijo muy fina y galante: al instante yo se las daré si me jura que nunca ha tenido flores en la mano de otra mujer. Yo te juro que eres la primera de quien flores espero coger, por lo tanto, jardinera hermosa, éme das una rosa?, éme das un clavel? Una tarde fresquita de mayo cogi mi caballo y me fui a pasear graciosa y hermosa, solia pasar. AR ras un tiempo de estar en la tierra, los animales se cansaron de admirar los arboles, las flores y el sol y empezaron a admirarse los unos a los otros. Cada cual deseaba ser el mas hermoso, y pasaban el dia atildandose. Muy pronto comenzaron a organizar concursos de belleza. A veces lo ganaba el tigre, o el dguila, o la mariquita. Pero habia un animal que casi siempre se llevaba el premio. Era el oso polar. EI oso polar era blanco, no tanto como la nieve, pero mucho mas que los otros animales. Todos le admiraban, envidiandole en secreto. A pesar de lo mucho que les irritaba su hermosura, no tenian mas remedio que concederle el premio a la belleza. —Eres casi demasiado guapo, con tu hermoso pelo blanco —decian. Los halagos acabaron por subirsele a la cabeza, y el oso polar se volvié de lo més vanidoso. Siempre estaba limpiandose el pelo, tratando de aparecer todavia ms blanco. Con el tiempo, todos los concursos de belleza los ganaba él. Las unicas veces que otro animal conseguia ganar era cuando llovia, pues entonces el oso polar decia: —No quiero mojarme. Los otros animales estan Ienos de barro y podrian salpicar mi pelo blanco. En esas ocasiones, para variar, ganaba la rana o el pato. EI oso polar-tenia un grupo de admiradoras que siempre rondaban cerca de su cueva. En su mayoria eran focas, que, al aparecer el oso, exclamaban. embelesadas: —iOooh, qué hermoso es! Para el oso polar nada habia mas importante que conservar la blancura de su pelo. Si le caia encima la mas insignificante mota de polvo, se ponia furioso y decia: —iEs imposible conservar la hermosura en este pais! Ninguna de vosotras ha visto en realidad lo guapo que soy, porque todo esta sucisimo. Soy mucho mas blanco de lo que imaginais. Creo que tendré que trasladarme a otro pais, donde no haya tanto polvo. éQué pais sera el mds indicado? Las focas exclamaban entonces: —iOh, por favor, no nos dejes! iNo nos prives de tu hermosura! Haremos lo que sea por ti. Al oso polar le encantaba oir aquellas palabras. Andando el tiempo, animales de todo el mundo acudian para admirar al oso polar, mientras él se tumbaba al sol My su roca. Luego volvian a sus casas e intentaban parecerse a él. Pero era inutil. No tenian su color. Eran negros, o pardos, 0 rojizos, o tenian manchas, pero ninguno era blanco. Pronto se cansaron de intentar embellecerse, aunque seguian acudiendo todos los dias para admirar con envidia al oso polar. Algunos se llevaban el almuerzo y se sentaban entre los arboles, frente a la cueva del oso. —iQué hermoso es! —decia la mama hipopotamo a sus hijos—. iOjala os parezcais a 61 cuando sedis mayores! Pero nada complacia al oso polar. —iQué polvareda levantan esas muchedumbres! —suspiraba—. Quisiera alejarme de ellas para siempre. Debe BY . existir algdn pais inmaculado y reluciente NS a adonde yo pueda ir... ’ Los animales acabaron cansdndose de Un dia fue a ver al oso polar. ' la admiracién que suscitaba el oso polar, EI halcon peregrino conocia todos los en especial el halcdn peregrino. paises del mundo. Era un gran viajero, H Era éste un péjaro muy bello, aunque como todos los animales sabian. no blanco. En los concursos de belleza —Conozco un pais —dijo al oso polar siempre quedaba clasificado el segundo, que es tan limpio que es mas blanco atin que detras del oso polar. A tu. Si, si, ya sé que eres blanquisimo, —Si no fuera por él, sana pero ese pais todavialo.es»més. Las rocas. f Se puso a imaginar un para parecen de cristal y la tierra es como librarse del oso. Pero écémo? Al fin un helado--No hay polvo, ni suciedad, dio con la solucion. _» ni barro. Tu pelo resplandeceria alli en Y un dia el oso anuncié: $ —Me marcho a otro pais. Esto es demasiado sucio. El halcon peregrino contratd a la ballena para que transportara al pasajero, y él se instalé sobre su frente para darle jas instrucciones. El oso polar se senté en = el lomo de la ballena y contemplé el mar. Las focas, tras rogarle que les dejara ir-con él, se sentaron.en Ia cola dela ballena. ~~ a a su blancura. Y serias el'tey de ese pais, porque nadie habita en él. + El oso polar no podia contener su emocion. —tDices que seria el rey? Parece hecho ami medida. £Y que no hay aglomeraciones, ni suciedad? ¢Y que las rocas parecen,de cristal? *—Son como espejos. —iQué fantastico! —Y la Iluvia es blanca como la nieve. —iEs verdad que las rocas parecen espejos! —El oso polar corrié hasta el iceberg més cercano para atildarse tras el largo viaje. Todos los dias se sentaba en un iceberg y se contemplaba en el hielo para arreglarse. Las focas se sentaban junto a él. El pelo del oso fue adquiriendo mayor ~ blancura, y las focas cansaban de alabar su belleza. el oso vio ado su aspecto, WV El haleén p peregrino regres junto a los otros animales y les anuncié que el ‘oso polar se habia ido para siempre, lo cual les Ilené de alegria. Todos se afanaron en ponerse guapos, pensando: “Ahora que nos hemos quitado de en medio al oso polar, quiza me Ileve yo Ge el premio del concurso de belleza.” e \ ae El halcén peregrino se decia: “Sin i ay duda ahora soy yo el mas hermoso de los animales.” Pero el concurso de belleza lo gané el ratoncito pardo, porque tenia las patas Al cabo de unos dias Polo Norte, donde todo era nieve y hielo. —iYa hemos llegado! —dijo el halcén peregrino—. Como verds, todo es exactamente como te he contado. No hay aglomeraciones, ni suciedad y todo es _blanco e inmaculadamente limpio. uando Gobolino y el caballito de madera acudieron a la cueva era ya de dia. En la puerta, hecha una furia, se hallaba Salima. ‘Conque ahora vienes! iDijiste que acudirias a salvarme y me has abandonado a mi suerte! —iNo, no, hermana, te equivocas! Ya estoy listo para ayudarte. —Pues dame tu pata blanca. Gobolino la extendid, y Salima la embadurné con tierra hasta que qued6 tan negra como las otras tres. —Ahora tienes cuatro patas negras como las mias. Recuerda que la bruja esta medio ciega. Mantén los ojos entornados y no notaré que son azules en lugar de verdes como los mios. Aunque seguramente ni se enterard de tu presenci pues suele dormir hasta el anochecer. Salima y Gobolino abandonaron la cueva y empezaron a subir Ja cuesta hacia la cima de Monte Huracén donde vivia la bruja. El caballito de madera les seguia a corta distancia. De pronto, Salima se volvi6 hacia él y dijo: —Vuélvete, vas a despertar a mi ama con tus ruedas de madera. Muy compungido, el caballito se dio media vuelta y regres6 lentamente por elsendero. Al cabo de un rato, que a se le hizo larguisimo, pas6 Salima a toda velocidad y exclamo: —iMe marcho de aqui! Mi hermano ha ocupado mi lugar y, con un poco de Os espero junto al arroyo. Tened mucho cuidado. iAdiés! Si al caballito de madera se le hizo larga la espera, a Gobolino, tendido en un oscuro rincon de la cueva, junto a la feisima vieja, se le hizo interminable. Permanecié hecho un ovillo en las sombras, entre el polvo y las telarafias, confiando en que la bruja no le descubriera al despertarse. Salima habia asegurado que la bruja dormia hasta la puesta del sol. Pero ni siquiera era todavia mediodia cuando sus ronquidos se tornaron mas ligeros y acelerados, hasta cesar subitamente por completo. Gobolino se qued6 helado. iLa bruja iba a levantarse! —Salima —farfulld la vieja—. (D6nde te has metido, Salima? Murmurando entre dientes y llamando a su gata, recorrié la cueva tanteando ‘ el suelo con su bastén. 3 Al pasar por tercera vez frente a Gobolino, le clavé el bastén en las costillas y exclamé: : —iConque estas aqui, holgazana! éPor qué no tespondes cuando te llamo? Mira a ver si esta caliente el agua del puchero. Quiero que esté lista e hirviendo al | anochecer. a Gobolino se apresur6 a obedecerla y se acerc Gobolino se veia ya rodando Monte sigilosamente al puchero para toc: Huracan abajo. Pero la bruja se limito el borde. a observarle con aire pensativo. —Asi no, estupida. Levantate y —Una pata blanca, los ojos azules mete la pata en el agu: Tu debes ser el hermano de mi estupi La bruj colocé junto al gato gata, y hace tiempo que vivias en mi mientras éste metia la pata derecha cueva, éno es a! en el liquido borboteante. a no! Te he dicho mil vec que has de remover el agua con la pata izquierda para que el encantamiento surta efecto. Gobolino obedecié y metié su pata izquierda en el agua, y al sacarla, limpia de la tierra que la cubria, aparecié deslumbrantemente blanca en la sombria cueva. 3 ‘La bruja le mir6 horrorizada y grit6: —iTU no eres mi gata Sali un impostor! —Si, sefiora —contest6 Gobolino: —Me temo que se ha marchado, _ clavando en el suelo sus bonitos ojos sefiora. & azules —iConque mi gata me ha abandonado! ; %Y qué haces aqui? éDonde esta Y ti has ocupado su lugar tratando de Salima? éLa has visto? engafarme mientras ella tomaba las de aoe Villadiego.. —tDonde esta? —Si, sefiora. Gobolino se eché a temblar, temiendo por su vida. Fa. Pero la bruja fue a sentarse en su silla, sin cesar de lamentarse: —éPor qué me habra abandonado? Yo la he ensefiado a ser la mejor gata de bruja del mundo. éPor qué me habra dejado ahora que estoy vieja e indefensa? éEs que no le parecia lo bastante malvada? La bruja sollozaba tan amargamente, que Gobolino sintié lastima de ella. —Creo que mi hermana se ha cansado de ser la gata de una bruja y ha decidido ser buena. —éBuena? iCémo va a ser buena si se ha criado junto a una bruja! (Qué voy a hacer? 6Cémo ha podido destrozarme asi el corazon? Gobolino, muy apenado por la bruja, salto a su regazo. El sol atraves6 lentamente el firmamento y se situé sobre as rocas. Gobolino sabia que era pasado. el mediodia y que Salima se hallaria a salvo al otro lado del rio, pero la bruja seguia llorando amargamente y él no —iQuién demonios eres tu? tenia valor para abandonarla. —Es mi amigo, sefiora. El suefio acabo venciéndole y durmié Gobolino temia que la bruja un par de horas. Cuando se despertd, transformara al caballito de madera en la entrada de la cueva estaba inundada algo horrible o que lo despefiara por el dorado resplandor del atardecer montafia abajo. Pero la bruja se mostré y oy que alguien subia la cuesta. amable y ofrecié comida a los dos Era el caballito de madera. amigos. Gobolino salt6 al suelo y corrié —Poneos cémodos. Yo tengo contento a recibirle. —iAmigo mio, amigo mio! —iVamonos de aqui en seguida! Debemos irnos mientras la bruja sigue durmiendo. —No puede ser —dijo Gobolino—. La pobre anciana esta desesperada por haber perdido a Salima. No puedo irme y dejarla sola. Vuelve tu, amigo mio, y di a mi familia que regresaré dentro de unos dias. En esto la bruja se incorporé y miré al caballito de madera. que ausentarme durante una o dos horas. Y diciendo esto salié de la cueva arrastrando tras de si el bastén, mientras ambos amigos se instalaban junto al fuego. —Ya no me parece una bruja malvada —dijo Gobolino-, sino una anciana muy desgraciada. Pero cuando la bruja regres6 no manifestaba la menor tristeza, sino que reia abiertamente. —Nadie puede escapar ahora. He pintado un circulo mégico con mi escoba alrededor del pie de la montafia. Quien pretenda atravesarlo desaparecera por arte de magia. iAqui viviremos felices los tres para siempre! GConseguirin ambos amigos scapar? Lo averguars ene nimero 35) 1 pobre vagabundo estaba desfallecido de hambre. —Hace dias que camino por este bosque sin haber probado bocado —se dijo al llegar a una casita que se alzaba en un claro—. Seguro que aqui me daran de comer. Pero el vagabundo no podia haber elegido peor lugar para pedir comida, pues alli vivia dofia Parsimonia, una mujer de lo mas avara. Aunque siempre tenia Ilena la despensa, sus platos estaban. vacios, jamés invitaba a sus vecinos a merendar y nunca probaba las sabrosas hortalizas que crecian en su huerto. “Es preciso ahorrar”, decia, “pues nunca se sabe cuando pueden presentarse los amigos”. Pero, a decir verdad, dofia Parsimonia era tan avara que no tenia un solo amigo. 23 El vagabundo llamé a la puerta de la cocina. —iQuién es? {Qué quiere? Supongo que algo a cambio de nada. Hoy dia todo el mundo quiere algo a cambio de nada. Por la puerta entreabierta, el vagabundo vio ristras de cebollas colgando de la pared de la cocina, y en los anaqueles varias hileras de botes, latas y botellas. Al hombre se le hizo la boca agua. iLargo de aqui! iNo sacards nada de mi! iNo tengo nada que darte! El vagabundo noté lo pdlida y demacrada que estaba dofia Parsimonia, y pens6 que tampoco a ella le vendria mal tomarse un buen plato de comida. “Ha llegado el momento de poner en practica el viejo truco de la sopa de piedra”, se dijo. —Solo iba a pedirle un poco de agua para preparar una deliciosa sopa de piedra, amable sefiora. La mujer abrié més la puerta. —iDe piedra, dices? —Si. Tengo una piedra magica y sdlo necesito un poco de agua para preparar la sopa. —iEspera aqui! —A los pocos momentos reaparecié la mujer con una cacerola de agua. —Muy amable. éQuiere compartir la sopa conmigo? No es por alardear, pero dicen que mi sopa de piedra es la mejor del mundo. —Jamas he oido hablar de ella —dijo la mujer, mientras el vagabundo sacaba una vieja lata y encendia un pequefio fuego junto ala valla del jardin. Dofia Parsimonia volvié a entrar en la casa, pero se qued6 observando al vagabundo detras de las cortinas. El hombre cogié una piedra grande y la echo en la cacerola. Luego se sent6 y aguardo a que hirviera el agua. Entonces se abrié la puerta de la cocina y salié dofia Parsimonia, que se aproximé a la valla para ver lo que hacia el vagabundo. —iVas a comerte eso? —pregunt6, haciendo una mueca. —Desde luego. La sopa de piedra siempre resulta més sabrosa si se le echa una cebolla, pero tendré que conformarme con lo que tengo. Momentos mis tarde, sobre la valla del jardin aparecia una mano sosteniendo una pequeiia cebolla. —Aqui tienes. —Muchas gracias, sefiora. El vagabundo afiadié la cebolla y probo la sopa—. Humm, qué rica esta. Dofia Parsimonia le observaba sin salir de su asombro. PX IG: ( ) Bes IS —Ya sé lo que piensa. Que la auténtica sopa de piedra siempre queda mejor con cebolla y alubias. Pero tendré que conformarme con la cebolla y el agua, —Quiza tenga unas alubias. —Y dofia Parsimonia fue a buscar un bote de alubias en la despensa. —No puedo aceptarlo —dijo el vagabundo, vaciando el bote de alubias en la cacerola—, a menos que decida compartir la sopa conmigo. Dojia Parsimonia mir6 la sopa que borboteaba y fruncié la nariz. —Ya sé que convendria afiadir a la sopa un buen pufiado de setas, ademas de En la cacerola borboteaba la espesa sopa de cebolla, alubias, setas, carne, nabo, patata y una pizca de sal, ademas de la piedra del vagabundo. Despedia un aroma delicioso. Entre ambos Ilevaron la cacerola a la casita y dofia Parsimonia la cebolla y de las alubias. Pero tendré que puso la mesa para los dos. conformarme con lo que hay. El vagabundo sugirié que un poco —Traeré unas setas. —Dofia Parsimonia —_de queso seria ideal para acompajiar la fue al huerto a coger unas setas para sopa. La anciana propuso que tomaran afiadir a la sopa. —Tiene un color un poco claro —se disculp6 el vagabundo-, pero es porque le falta un pedazo de carne, que es lo que le da buen color, aparte de la cebolla, Jas alubias y las setas. —iCarne! —Dojia Parsimonia estaba entusiasmada ante la idea de probar la auténtica sopa de piedra. Conque corrié a la despensa a por un bote de estofado de buey y lo afiadié a la sopa. El vagabundo volvié a probarla y dijo: —Con un nabo y una patata estaria perfecta. —iTraeré ambas cosas! —Y dofia Parsimonia fue al huerto a por una patata *” @ x tierna y un nabo ae morado. —iLe falta sal! 26 - vino. El expresé el deseo de comerse un —iLo tendré presente! crujiente panecillo. Ella sacé tarta de ~Y, claro est4, una patata y un nabo. manzana para postre. —Seguiré tu receta al pie de la —iJamés habia probado nada mas letra. exquisito! —dijo mds tarde dofia —Decididamente, la sopa de piedra Parsimonia—. Esa piedra es realmente resulta mds sabrosa con algunos extraordinaria. tropezones —dijo el vagabundo, —Es suya, se la regalo. despidiéndose con la mano desde la —iDe veras me regalas tu piedra valla. magica? —A dofia Parsimonia se le Henaron los ojos de lagrimas—. Nadie me ha hecho nunca un regalo tan maravilloso. Ahora podré invitar a mis vecinos a merendar y les daré sopa de piedra todos los dias. ‘Y no me costard un céntimo! =No olvide echar una pizca de sal para realzar el sabor. —iNo lo olvidaré! —Ademés de una cebolla, alubias, setas y un trozo de carne. U n hombre dijo un dia a su esposa: —No me explico qué haces en todo el dia. Sdlo tienes que vigilar, limpiar al nifio y preparar la comida. —Ademas de ocuparme de la vaca y del cerdo y de batir manteca —dijo la esposa. El marido contest despectivamente: —iBah, eso no es nada! El unico que trabaja en esta casa soy yo, que me paso el dia en los campos bajo el ardiente sol. iYa quisiera yo ser ama de casa y estar aqui metido todo el dia! —éPor qué no descansas mafiana? —sugirié su esposa, sonriendo dulcemente—. Yo iré a segar el trigo mientras ti haces mis escasas labores domésticas. El hombre esbozé una sonrisa de satisfaccion. —iExcelente idea! Asi te ensefiaré cémo se lleva una casa, y tl te dards cuenta de lo duro que es mi trabajo. Conque a la mafiana siguiente, antes de salir el sol, la esposa tom6 la guadafia y se dirigid a los campos a segar el trigo. —Lo primero que haré es batir un poco de manteca —dijo el hombre, y llend la mantequera con nata fresca. Luego, como le apetecia tomarse una jarra de sidra, bajé a la bodega, colocé una jarra debajo del barril y abrio la espita. De pronto se acordo del cerdo. Olvidandose de la sidra, subid corriendo las escaleras. iDemasiado tarde! El cerdo habia entrado por la puerta trasera y habia tropezado con la mantequera. El hombre sacé al cerdo de la cocina, limpi6 el suelo y llend otra vez la mantequera, mientras el nifio andaba a gatas a su alrededor. Entonces se acordé de la sidra. Y olvidandose del nifio, se precipité escaleras abajo. iDemasiado tarde! El barril se habia vaciado hasta la ultima gota y la sidra inundaba el suelo de la bodega. La recogié en un cubo y fue a vaciarlo al huerto. —Ya que estoy aqui, cogeré unas hortalizas para el caldo. De pronto se acordé del nifio. Olvidandose de las hortalizas y de la cerca que habia quedado abierta, entré apresuradamente en la casa. iDemasiado tarde! El ff nifio habia alcanzado | la mantequera y se habia vertido la nata por encima. Todo estaba lleno de nata. El hombre limpié el suelo y se llevé al nifio para que se secaraal sol. Entonces reparé en la vaca, que tenia aspecto de estar muerta de hambre. —Debo darle de comer, pero no tengo tiempo de Ilevarla al prado, asi que la subiré al tejado. Alli hay mucha hierba. E| tejado Ilegaba casi hasta el suelo, y después de mucho empujar y tirar, el hombre logré subir a la vaca en el tejado, donde el animal se puso a devorar la hierba que habia entre la aja. _Record6 entonces que habia dejado abierta la cerca. Y olvidandose de la vaca y del nifio, bajé corriendo por el sendero del huerto. iDemasiado tarde! El cerdo habia penetrado en él y se habia comido todas las hortalizas. El hombre sacé de alli al cerdo y se puso a arreglar las estacas que sostenjan las hortalizas. De pronto se acord6 de la vaca. éY si se caia del tejado sobre el nifio? Dej6 lo que estaba haciendo y corrié a la casa. Pero no, la vaca seguia subida en el tejado, masticando hierba. Para mayor seguridad, el hombre até una cuerda al cuello de la vaca, dejo caer el otro extremo por la chimenea, bajé ala cocina y se lo até a la cintura. —Asi estard segura mientras 30 eparo la sopa. —Y puso una cacerola n agua al fuego. En esto, la vaca, sujeta a un extremo la cuerda, se cay6 del tejado, y el mbre subié disparado por la chimenea y aterrizo en lo alto del tejado. Lanzando un fuerte mugido, la vaca cayo al jardin, mientras el marido —ipataplaf!— lo hacia dentro de la olla. Alli lo encontré su esposa, con una zanahoria en la oreja, quejandose amargamente. Al poco rato llegé a casa la esposa. —Ya estoy aqui, querido. He segado todo el trigo. ‘Pero donde estas? iMadre mia! Encontré al nifio sentado al sol, cubierto de nata, el huerto vacio y la vaca colgando del tejado. —No me explico qué diantres ha hecho tu padre —le dijo al nifio mientras cortaba la cuerda con la guadafia. —iMenudo dia he tenido hoy! No te apures —dijo su esposa—. Quiz mafiana tengas mas suerte... aunque hay que hacer la colada y cocer pan. Yo iré al prado a segar. —iNi hablar! —exclamo el marido, saltando fuera de la olla—. No permitiré que hagas trabajos tan duros. Mafiana te quedas en casa y yo segaré el prado. —Muy bien, querido —dijo la esposa, sonriendo—. Lo que tu digas. révibe la recoméndacion deo ir nunca a los prados, los rios y el bosque. ¢Por qué? ».— busean la bendicién de un hombre bueno con el fin de completar el hechizo que les Ileve a superar el circulo magico. Amenazados por los yoraces insectos dactilos, Alfa y Astra reconocen en los cavasaurios a sus mejores amigos: fl Quique esta acostumbrado a sostenerse boca abajo. Quique acabara siendo la maxima atraccién del circo: La narracion y la cancién completarin el numero 35. ny Ss WW BY BD 2g WAS WA RSs NINN VY —

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