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UL aNINeS UNA COLECCION DE CUENTOS PARA IVIIRAR, LEER Y ESCUCHAR. EIOSO delas nieves ans y Trudy vivian en una casita a los pies de una elevada montafia llamada el Oso de las Nieves. Se llamaba asi por una roca, situada en lo alto, que tenia una forma muy curiosa. Cubierta de nieve parecia un oso blanco sentado con Jas patas delanteras apoyadas en las rodillas. Desde muy pequefios, Hans y Trudy acostumbraban a subir a la montafia en compafiia de sus padres, y al cumplir los siete afios les pidieron permiso para escalarla solos. Tras mucho insistir, su padre accedio. —Pero no os apartéis del sendero y bajad tan pronto como alcancéis la cima. Tened en cuenta que el sol se pone muy temprano detras de las montaiias. Al dia siguiente, los nifios iniciaron Ja subida por la empinada ladera. Iban bien abrigados y llevaban unas confortables botas de escalar, ademas de una mochila con comida que transportaba Hans. Al poco rato, Trudy comenz6 a caminar mas despacio. —éPero ya estas cansada? —No estoy cansada, pero hay algo. que se me clava en el pie izquierdo. Trudy se sent6 en una roca para quitarse la bota. Al mirar en su interior, vio un clavo que asomaba por la suela y trat6 de aplastarlo con una piedra, pero estaba en la punta de la bota y no podia alcanzarlo. Los hermanos no sabian qué hacer, cuando de repente oyeron un ruido curiosisimo —tap, tap, tap—, que volvidé a repetirse: tap, tap, tap. = Ambos se miraron asombrados. éQuién hacia aquel ruido en la solitaria ladera? Se pusieron a investigar entre unos ardndanos cercanos y de pronto se toparon con un extrafio hombrecillo. EI personaje estaba sentado en una roca, con las piernas cruzadas, junto a una diminuta coleccién de martillos, tenazas, clavos y pedazos de cuero. Estaba atareadisimo golpeando con su martillo un clavo torcido. Llevaba unos harapos Ilenos de remiendos y su aspecto era de lo mas desagradable. A ambos nifios se les ocurrié la misma idea. —Por favor, sefior —dijo Trudy timidamente—, épodria aplastar un clavo que tengo en la bota? —Estoy muy ocupado, pero anda, dame la bota. Trudy se sentd en la roca junto a él. El hombrecillo sacé el clavo con unas tenazas y lo reemplaz6 por otro que tenia la cabeza en forma de trébol. Trudy se calzé la bota y dijo: —Muchas gracias, ahora voy muy cémoda. —iNaturalmente! —contest6 el hombrecillo con displicencia. 4 —No puedo pagarle por el clavo, porque no Ilevo dinero encima. —tY de qué me serviria tu dinero? Estaba tan flaco y tenia un aspecto tan miserable, que Hans se compadecié: —iLe gustaria comer algo? Y sac6 de su mochila dos mendrugos de pan moreno, dos trozos pequefios de queso y un par de manzanas amarillas y arrugadas. Era todo cuanto su madre habia podido darles. El hombrecillo agarré con ambas manos un pedazo de pan y lo devoré como si llevara muchisimos dias sin comer. Luego dio buena cuenta de los dos trozos de queso y del resto del pan. Los nifios casi se echaron a llorar al verle atacar las manzanas, de las que no quedé ni la piel, ni semillas, ni corazon. —Una comida sencilla, pero algo es algo —dijo el hombrecillo sacudiéndose una semilla de la barba—. Ahora dejadme en paz para que pueda proseguir mi trabajo. Los nifios regresaron al sendero. —iQué hombre mis avaricioso! —dijo Hans—. Pensé que iba a dejarnos sin comida. He oido decir a nuestra madre que hay unos hombrecillos en las montafias que de vez en cuando se aparecen a los caminantes. Pero segun ella, si se les trata con educacién le traen auno suerte. Anduvieron un rato én silencio. Cuando el camino se hizo mas empinado, volvieron a oir el tap, tap, tap del martillo del curioso personaje. Ambos se detuvieron para escuchar. (Donde estaria metido? 6Cémo habia logrado darles alcance? De pronto vieron ante ellos un pedazo de tierra verde brillante. —Tal vez sea una ciénaga —dijo Hans, y arrojé una piedra sobre ella. Se oy un gorgoteo y la piedra desaparecié como tragada por la tierra. —Si damos un paso mas nos hundimos como esa piedra. Menos mal que oimos el ruido del martillo y nos detuvimos a tiempo. Continuaron su camino, con gran cuidado por ver donde pisaban. Poco antes de la cima, el viento se hizo més frio, y casi habian Ilegado arriba cuando escucharon de nuevo el sonoro fap, tap, tap del martillo. Hans se detuvo y vio sobre su cabeza una roca en cuya base habia un poco de tierra desprendida. La asi suavemente, sin apoyar en ella su peso, pero la roca se solté y rod6é estrepitosamente por la montafia, arrastrando otras rocas a su paso. El eco retumbé por toda la montafia. Los dos nifios se quedaron pdlidos del susto. Si Hans hubiera agarrado con fuerza la roca, y se hubiera apoyadoen | ella, sin duda que se habria despefiado. —Casi estamos arriba; ya nada malo puede sucedernos —dijo Trudy. Pocos minutos después ganaron la cima sanos y salvos. El viento aullaba como una manada de lobos y el frio les cald hasta los huesos. Los nifios se refugiaron entre las grandes rodillas de piedra del Oso de las Nieves. —Ojala tuviéramos algo que comer —dijo Trudy. —Es curioso, mi mochila parece estar llena. —Pues quitatela y mira dentro. Hans meti6 la mano en la mochila y cuando saco su contenido, los dos hermanos se quedaron pasmados. Habia dos hogazas de pan blanco, cortadas a rebanadas y untadas con mantequilla, dos quesos cremosos y un par de manzanas coloradas. —No sé como habra Ilegado todo esto hasta aqui —dijo Hans—, pero como por lo visto es nuestro, ya podemos empezar a comer. —Parece que el hombrecillo nos ha traido suerte. Comieron muy despacio, sin desperdiciar una sola migaja. Nunca habian probado comida tan deliciosa. Cuando iniciaron el descenso, se habia hecho muy tarde. El sol casi rozaba el pico de las montafias cercanas y no tardaria en ponerse tras ellas. —Aprestirate, Trudy. Al poco rato oscureci6, y los nifios tropezaban con las piedras mientras bajaban precipitadamente la ladera. En esto, Hans se detuvo y dijo: —Ya no veo el camino. Ahora iqué haremos? Trudy miré hacia abajo y sdlo vio piedras; pero subitamente le parecié ver otra cosa. —iMira, Hans! éNo ves esas luces que brillan? —Si, forman como un camino serpenteante. Las seguiremos, alo mejor nos conducen a casa. iAndando! Las mintsculas luces indicaban el camino con toda claridad, y los nifios las siguieron. —Parece increible —dijo Trudy—, las lucecitas se encienden a cada dos pasos, como si las hubiéramos dejado nosotros al subir. —EI clavo que puso el hombrecillo en tu bota debe ser magico, y al tocar el suelo ha dejado unas luces para guiarnos en nuestro regreso a casa. Los hermanos apretaron el paso. Al pasar junto al lugar donde vieron al hombrecillo, entre los arandanos, cesaron las luces, pero eso no les inquieté, pues faltaba poco para llegar a casa y el sendero estaba despejado. Bajaron a todo correr el ultimo trecho que les separaba de su casa. —Qué tarde es —dijo Hans resoplando—. Espero que cuando j les contemos lo sucedido, papa y mama se harén cargo y no nos refiiran. Hans no se equivocaba. Al contarle asu madre que el hombrecillo iba vestido con harapos, ésta hizo para él una capa impermeable. Todavia aquella misma 8 noche los nifios y sus padres la dejaron entre los arandanos, donde se habian encontrado al hombrecillo. Al dia siguiente volvieron a aquel lugar y vieron que la capita habia desaparecido. La niebla era espesisima, lloviznaba, y los nifios se alegraron al pensar que el hombrecillo de la montafia iba bien abrigado con su capa impermeable. i Dey El gran em eter os peleles se resistian a despedirse de Dorotea y sus amigos. A decir verdad, estaban tan encarifiados con el hombre de hojalata que le rogaron que se quedara para gobernar el Pais del Oeste. Pero al ver que estaba decidido a regresar a Ciudad Esmeralda, le regalaron una aceitera de plata y a Dorotea un casco de oro. —Tu has destruido a la malvada bruja y ahora somos libres —dijo uno de los peleles—, y es justo que tengas lo que ella mds apreciaba, su casco de oro. Dentro lleva escrito un encantamiento, que a lo mejor te ayudard cuando te encuentres en peligro. Dorotea se puso el casco, dio las gracias a los peleles y partié con sus amigos. No existia ningtin camino que condujera a Ciudad Esmeralda, pero sabian que debian dirigirse hacia el Este, hacia el sol naciente. Estaban seguros de que iban en direccién correcta, pero al mediodia, con el sol en su cenit, ya no sabian donde caia el Este ni el Oeste. —iQué vamos a hacer? —preguntd Dorotea—. Nos hemos perdido. —éPor qué no pruebas el encantamiento que hay en tu casco de oro? —sugirid el espantapdjaros. Dorotea miré dentro del casco y leyé las instrucciones. Luego volvié a ponérselo, se sostuvo sobre su pie izquierdo y dijo: —Ep-pe, pep-pe, kak-ke, ziz-zy, zik. Al instante se oyé un imponente batir de alas y aparecieron los monos alados. Los caminantes se llevaron un susto, hasta que el rey se incliné ante Dorotea y dijo: —Ahora eres la duefia del casco de oro, y nosotros te obedeceremos tres veces. 2Cuél es tu primera orden? —Que nos llevéis a Ciudad Esmeralda, Pues nos hemos extraviado. —Asi sera —dijo el rey. Dos monos cogieron en brazos a Dorotea y se la llevaron volando, mientras los otros se encargaban de transportar a sus amigos. Volaban a tanta velocidad, que al poco rato los viajeros se hallaron de pie ante las puertas de Ciudad Esmeralda. El guardian de la entrada les puso las gafas verdes y los condujo a palacio. El soldado de los bigotes verdes seguia en su puesto de guardia. —iPero cémo! éYa estdis de vuelta? —exclamé asombrado-. éNo dijisteis que ibais a ver a la malvada bruja del Oeste? —Si, si —dijo el leén—. Dorotea ya ha acabado con ella. —IMadre mia! —exclamé el soldado, y corrié a contarselo al gran Oz. Dorotea y sus amigos estaban seguros de que Oz les enviaria a buscar de inmediato, pero se equivocaban. En vez de ello, el mago mand6 que fueran conducidos @ unas habitaciones para que descansaran. 10 Nada supieron de Oz al dia siguiente, nial otro. Al fin, cansados de esperar, el espantapajaros envid recado a Oz, comunicandole, que si no les recibia inmediatamente, llamarian a los monos alados. Aquello atemorizé a Oz, el cual les invité a presentarse inmediatamente en [a sala del trono. Abrieron la puerta cautelosamente, esperando encontrarse con una cabeza gigante, una bola de fuego o una temible bestia, pero tan sdlo vieron un trono vacio. Los amigos estaban impresionados, pues el silencio en la habitacién era mas terrible que las estrafalarias formas que adoptaba el mago de Oz. De pronto oyeron una voz que provenia de la cuipula del techo: —Yo soy Oz, el Grande y el Terrible. éQué queréis de mi? —iDénde estis? —pregunt6 Dorotea. —Estoy en todas partes, pero a los ojos de los mortales soy invisible. Ocuparé mi trono para que podais hablar conmigo. La voz sond entonces como si procediera del trono. —Hemos venido a pedirte que cumplas tu promesa, gran Oz —dijo Dorotea—. Prometiste ayudarnos si matébamos ala bruja malvada. Pues bien, yo la he hecho desaparecer arrojandole un cubo de agua. —Caramba —dijo la voz—, esto no me lo esperaba. Volved mafiana, pues debo meditar en ello. —Has tenido tiempo suficiente para meditar —dijo enfadado el hombre de hojalata acercdndose al trono. El le6n Janz6 un rugido tan tremendo, que Toto dio un salto del susto y derribé el biombo que habia en un rincén. Tras el biombo se hallaba el mago de Oz. Los amigos miraron pasmados al diminuto anciano que tenjan ante sus ojos. Yo soy Oz, el gran mago. Al menos, es lo que suelo decir, aunque la verdad es que no soy més que un hombre corriente y moliente. —Lo que eres es un embaucador —dijo el espantapdjaros. —Exactamente —respondis el anciano. —No comprendo nada —dijo Dorotea—. iCémo te las arreglas para aparecer ante.mi como una cabeza gigante? —Es uno de mis trucos —dijo Oz, en tanto les conducia a una pequefia estancia en cuyo rincén yacia una gigantesca cabeza de papel. —La suspendi del techo con un alambre, me coloqué detras del biombo y tiré de un hilo para hacer que se movieran los ojos y la boca. —tY la voz? —inquirié Dorotea. —Ja, ja, soy ventrilocuo y sé muy bien cémo modular mi voz. Me resulté muy facil engajfiaros. El anciano cont6 entonces a los amigos su historia. Resultaba que nacié en Omaha, cerca de Kansas. De joven, ademas de ventrilocuo, fue aeronauta, y un dia su globo le llevé muy lejos, por encima de las nubes, al extrafio pais de Oz. Cuando la gente le vio descender del cielo, Je tom6 por un poderoso mago y prometi6 hacer lo que les pidiera. Conque él les ordené que construyeran un palacio y una ciudad. —Como la tierra era tan verde, decidi llamarla Ciudad Esmeralda, y para redondear las cosas mandé que todos llevaran gafas verdes, para que todo lo vieran de color verde. —iAcaso no es todo verde aqui? —quiso saber Dorotea. —No, no. Pero hace tantos afios que la gente usa gafas verdes, que creen que si. También estan convencidos de que soy mds poderoso que todas las brujas, aunque lo cierto es que siempre he temido los poderes magicos de las brujas malvadas. Por eso prometi ayudaros si eliminabais ala bruja del Oeste. No sé si podré cumplir mi promesa, pero voy a intentarlo. Sélo os pido que no contéis a nadie que soy un embaucador. “Un enorme y poderoso embaucador”, pens6 Dorotea. Pero tanto ella como sus amigos acordaron no decir nada, y al dia siguiente el espantapajaros se presents otra vez ante Oz. El anciano pidié al espantapdiaros que le permitiera quitarle la cabeza y vacidrsela. Hecho esto, metié en ella una mezcla de salvado, agujas y alfileres y acabé de Ilenarla con paja. El espantapajaros regres6 junto a sus amigos convencido de haber adquirido sabiduria, ‘A continuacién, fue el hombre de hojalata quien acudié a a sala del trono. Oz practicé un agujero en su pecho y Ie metid un corazén de seda lleno de serrin. El hombre de hojalata no cabia en si de gozo. Luego le tocé el turno al leén. Oz vertié el contenido de una botella verde en un plato y dijo al leén que aquel liquido era valor. El leén se lo bebié muy contento y anunci6 que ya se sentia lleno de valor. “Qué facil resulta ayudar a los demas cuando creen que yo lo puedo hacer todo”, pens6 Oz. Ayudar a Dorotea iba a ser lo mas dificil, pero decidi6 intentarlo. Cuando la nifia se presenté ante él, el mago le dijo: —Construiremos un globo de aire caliente para trasladarnos de vuelta a Kansas. —iEs que vienes conmigo? —Naturalmente. Estoy harto de ser un embaucador. Nos pondremos a trabajar de inmediato. Haremos el globo con tiras de seda y las engancharemos a un gran cesto de ropa. Tres dias después, el globo estaba listo y Oz mand6 que lo llevaran a un campo. Corrié la noticia de que Oz iba a visitar aun importante mago que vivia en el cielo, y todo el mundo acudié para presenciar el espectaculo. 14 El hombre de hojalata partié un montén de lefia e hizo un fuego. Oz sostuvo el globo sobre. las llamas hasta que la bolsa de seda se Ilen6 con aire caliente. Luego se subié en el cesto y dijo: —Mientras esté ausente, os gobernard el espantapajaros. Os ordeno que le obedezcais. Apresirate, Dorotea, el globo se levanta. Pero Dorotea no lograba dar con Toto. Mientras buscaba al perro por entre la multitud, las cuerdas se rompieron y el globo se alzé por los aires. —iVuelve aqui! —grité Dorotea. —No puedo volver, querida nifia —dijo Oz desde el aire—. Adids. Y se alej6, para no regresar jamas al pais de Oz. (No te piedas ol rgreso de Dorotes en eln.° 32) Yo tengo un castillo, matarile-rile-rile, yo tengo un castillo, matarile-rile-ron, pim-pom. ’Dénde estan las llaves? matarile-rile-rile, adénde estan las llaves? matarile-rile-ron, pim-pom. En el fondo del mar, matarile-tile-rile, en el fondo del mar, matarile-rile-ron, pim-pom. éQuién ir a buscarlas? matarile-rile-tile, iquién ird a buscarlas? matarile-rile-ron, pim-pom. Iré Carmencita, matarile-rile-rile, iré Carmencita, matarile-rile-ron, pim-pom. ’Qué oficio le pondra? matarile-rile-tile, iqué oficiolle'pondra?, matatile-rile-ron, pim-pom. Le pondremos peinadora matarile-rile-rile, Ie pondremos peinadora matarile-rile-ron, pim-pom. Este oficio tiene multa, matarile-rile-tile, este oficio tiene multa, matarile-rile-ron, pim-pom. U na mafiana, antes de iniciar su ronda de inspeccién, Tomy noté la presencia de un recién llegado a la estacién espacial. Era el brigadier Crucero de Combate, que se hallaba rodeado de androides que escuchaban el relato de sus proezas. —Ahj estaba yo, rodeado de soldados enemigos, que debian sumar mas de seiscientos. Otro crucero cualquiera se habria rendido, pero yo, conservando la sangre fria, pues no en balde soy el mejor tirador de la flota, abri mis rayos laser y... —&Quién es ése? —pregunté Tomy al viejo Linco, la nave de enlace. —Es el brigadier Crucero de Combate. Acaba de regresar de las guerras espaciales intergaldcticas. —Menudo fanfarrén —coment6 Tomy. 16 El brigadier se volvié hacia él y le espetd, sin contemplaciones: —&Qué hace ese viejo trasto ahi? Seria de més utilidad como aspiradora, ja, ja, ja. Por dénde iba? Ah, si, pues como decia... El viejo Linco se retiré discretamente. —iNo seas impertinente, mocoso! Soy el brigadier Crucero de Combate, héroe espacial intergalactico. No necesito que una esmirriada sardina voladora me diga lo que debo hacer. iLargo de aqui o te denuncio a tu comandante en jefe! Més tarde, aquel mismo dia, cuando Tomy regresaba a la estacién vio al brigadier gue volaba cerca del Agujero Negro, sin hacer caso de las sefiales de peligro. Tomy corrié hacia él y dijo: —Disculpe, sefior, no debe acercarse al Agujero Negro. Podria quedar atrapado en él. pay Desoyendo las advertencias de Tomy, el brigadier se aproximé mds y més al Aguiero Negro, donde varios androides colorados le esperaban con un enorme iman. —IYa se acerca! Pronto estaré en nuestro poder. Tiene un aspecto muy sabroso. Lentomente, el imén atrajo al brigadier hasta el centro mismo del Agujero Negro. ~iSocorro! INo puedo salir de aqui! Tomy, al ver lo ocurrido, llamé por radio a la abvela computadora. —Tomy llamando a la abuela, Tomy llamando a la abuela, éme escuchas, abuela? El brigadier Crucero de Combate esté Minutos més tarde llegé el viejo Linco. Disparé una cuerda sujeta a un cohete hacia 18 a devorar al brigadier. —IQué rico esta atrapado en el Agujero Negro, en poder de los androides. Necesitamos ayuda urgente, cambio. —Abvela llamando a Tomy. En seguida envio a alguien. el interior del Agujero Negro y, lentamente, sacé al brigadier del Agujero. El Crucero de Combate estaba lleno de —iSocorro, socorro! Han devorado mordiscos, provenientes de los androides. mi metal y mis cafiones. Ya en la estacién espacial, los androides se _les contara cémo fue el rescate. El brigadier congregaron en tomo al viejo Linco para que —_habia recibido una buena leccién. E rase una ¥ez, tin ruisefior que vivia en una espatiosa jaula de cristal. Pertenecia a un rico comerciante persa a quien nada complacia tanto como escuchar sus dulces cantos. Siven ocasiones le parecia escuchar una nota triste, pronto la apartaba de su pensamiento. =Mi tuisefior posee todo cuanto un pajaro puede desear —se decia— Estoy convencido de que es el pdjaro mas dichoso de Persia. Un dia, el comerciante anuncié que = emprendia un largo viaje Con el propdsito , de adquirir sedas y perfumes orientales. En su camino pasaria por el antiguo hogar del ruisefior, un bosque cuyo suelo estaba tapizado de flores, y preguntd al ave si deseaba que transmitiera algin A ~ “mensaje para sus hermanos y hermanas. —Diles que estoy bien y preguntales si tienen un mensaje para mi. El comerciante hizo lo que le habia pedido el pajaro y, a su regreso, se ditigid inmediatamente a visitarlo. —Le’pregunté a un hermano tuyo si tenfa un mefisaje para ti,-pero lo tinico que hizo fue desplomarse en el suelo b y quedar tendido entre las flores, absolutamente inmévil. Yo lo recogi, 2 perd seguia inmovil, asi que supuse que se habia muerto. Volvi a reclinarlo XN con cuidado erf'el suelo y me disponia a marchar, cuando suibitamente agité las alas 9 pene y vol6 hasta la copa de un Arbol. Le llamé tepetids , pero no hizo caso a mis tuegos. Creo que tus hermanos y hermanas te han olvidado. = tuisefior, afligido, agaché . beza. Aquel dia se negé a probar = los ricos manjares que le Ilevaron. +» Alama i indo ‘a pa acudié a alot hallé tendido en el suelo de su jaula. El hombre Ie suplicé que se posafa en su pértiga y can ra perO el ruisefior no movié™ oF ni sola pluma. Entonces el comerciante _ abrié la jaula, tomé al pdjaro suavemente ylea i6 el plumaje: Pero el ave permaneit amo comerciante, muy apenado, lo dio por muerto y, con los ojos de lagrimas, lo llev aan y lo deposit6 sobre la hierba. . © Antes de regresar a casa, se volvié para mirar al pdjaro por t en y vio que agitaba fias y abria el pico a exclamacién ar de dicha y al > re ‘isefior remonts el vuelo ha el cielo, y entre tr epetia: Se Gracias por traerme el mensaje mi hermano. Es el mejor que he read mine el rida. 2 En el bosque tapizado de flores Je esperaban sus hermanos y ermanas, que Paan mismo lenguaje y gozaban de la libertad que la naturaleza oe : leshabiadado. = s H ugo estaba aburrido; habia terminado una pintura en la que habia empleado toda la mafiana y no se le ocurria qué otra cosa podia hacer. —Hace un dia espléndido —dijo su madre—, por qué no vas a pescar? Hugo cogié su cafia de pescar y se encaminé hacia el rio. —iUyyyy, si es una bruja! —No soy una bruja —protesté la figurilla—. Soy un hada buena. Me llamo Belinda, y ayer me transformé en bruja para asistir a un baile de disfraces. Utilicé un encantamiento de los muchos que aparecian en mi hermoso Libro de Magia, lleno de colores, pero cuando 22 Se senté en la orilla y mientras contemplaba el agua, pasé una vieja trucha. Al cabo de un rato, Hugo creyé ofr un débil sonido, como si alguien llorara muy cerca. Separé los juncos que habia tras él y pudo ver una figura medio oculta en la penumbra. Hugo le pregunté: —2Ocurre algo malo? al volver del baile quise recuperar mi forma natural, todos los encantamientos habian desaparecido del libro. No habian dejado nada, no habia mas que paginas en blanco. 2Qué voy a hacer? Hugo estaba desconcertado. —Bueno, primero seré mejor que me ensefies tu Libro de Magia. Belinda sacé su viejo tomo, encuadernado en piel de dragon. —iFijate! —dijo, pasando las paginas en blanco. De pronto, algo en el suelo llamé la atencién de Hugo; era un hongo completamente blanco que destacaba entre un grupo de hongos de colores. Luego noté que habia mas hongos blancos en direccién a los drboles. A la maiana siguiente, cuando se despertaron, se llevaron una sorpresa mayéscula. iPlaf, pom, bang, bang! Hugo oparté «@ Belinda o un lado al ver que se abria una puertecita en el monticulo y aparecia un conejo blanco con un pijama todo arrugade. —Serd mejor que entréis a desayunar —dijo malhumorado el conejo. —iAlguien se dedica a robar los colores! —exclamé Hugo—. Vamos a seguir el rastro de los hongos blancos. Durante toda la tarde, hasta que anochecid, anduvieron siguiendo la pista de aquellos extrafios hongos blancos. Al fin, rendidos, se tumbaron sobre la hierba para dormir un rato. Los dos amigos entraron en la acogedora madriguera y contaron al conejo blanco que iban en busca de los colores robados. —Es curioso —dijo el conejo—. Ayer, cuando me quedé dormido al sol, yo era marrén, 0 sea de mi color habitual, pero al despertarme me habia vuelto blanco. —Luego vamos bien encaminades —dijo Hugo. 23 Después del desayuno Hugo y Belinda reemprendieron su busqueda. De pronto aparecié un enorme animal blanco y Hugo se llevé el gran susto. —iUna comadreja que se ha vuelto blancal El animal recién aparecido contesto indignado: —Os equivocdis, soy un armifio, y los armifios siempre han sido blancos, que yo sepa. No tardaron en encontrar una misteriosa torre alta y blanca. —Debe de ser la casa del ladrén —dijo Hugo con voz queda. Subieron con cuidado por una oscura escalera y en una sala situada en lo més alto de la torre encontraron a un hombrecillo con el cuerpo formado por mutiples colores 24 Hugo se puso colorado y se alejé corriendo. —Acércate, Hugo —dijo Belinda. Una hilera de campénulas blancas se extendia hasta un lugar en un fantastico espectdculo. Los colores del campo empezaban en un punto concreto y ponian fin al blanco y monétono paiscie. —El ladrén de los colores debe vivir por aqui cerca —dijo Belinda. =2Qué queréis? —Sefior —dijo Hugo resueltamente—, estamos buscando las palabras de colores del libro de Belinda, las pintas rojas de los hongos, el color azul de las campdnulas del bosque y el marrén de nuestro querido amigo el conejo. 2No los habra visto usted, por casualidad? El hombrecillo se levanté de un salto y solté una carcajada. —LJa, ja, ja, ja, estan todos aquil Yo soy ‘el hombre que roba los colores! —Pues haga el favor de devolvérnoslos —dijo Hugo con autoridad. —INi hablar! El hombre de colores comenzé a mascullar Fue encogiéndose mds y més, hasta hacerse lo suficientemente pequefio como para poder cabalgar sobre un caracol. Hugo se apresuré a taparle la boca con un pafiuelo y le até los brazos y las manos con una cuerda que llevaba en el bolsillo. Mientras tanto, Belinda registré detenidamente la habitacién. unas palabras mdgicas que le hicieron crecer hasta alcanzar el techo. —No nos asusta usted —dijo Hugo. —Apuesto a que ahora no puede encogerse —dijo Belinda. —Nada més facil. El hombre de colores recité las palabras mégicas al revés. de colores. —Deben ser mis letras. Hugo cogié el Libro de Magia y lo introdujo en el tarro. Al ver que las letras volvian a adherirse a las paginas del libro, cocupando de nuevo su primitivo lugar, el hombrecillo solté un grufido. Belinda recité un encantamiento de su Libro de Magia y el hombre de colores recobré su tamafio natural. —Has perdido tus poderes perversos —dijo Belinda, mientras le libraba de sus ataduras—. Ahora cogerds las cajas y los tarros de colores y los arrojards por la ventana al campo, que es donde deben estar. —Siggity, zaggity, zippity, zap. En el bosque se encontraron a su viejo amigo el conejo. Estaba contentisimo de volver a ser marrén, pero se quedé pasmado al ver que la brujita que habia invitado a desayunar por la mafiana, y que tan mala impresién le caus6, se habia transformado en una bella criatura elegantemente vestida. 26 Los colores se desparramaron por tierra y recuperaron cada uno el lugar que le correspondia. Cumplida su misién, Hugo y Belinda emprendieron el camino a casa. Por su parte, Belinda murmuré el encantamiento que le devolveria su antigua personalidad de hada buena. Mientras el conejo trataba de descifrar la transformacién que se habia operado en Belinda, Hugo regresé a su casa. En el largo camino no dejé de pensar qué le dirfa a su madre para que ésta no le regafara. 2Y qué os figurdis que le conté? Amigos, iqué dificil resulta sorprender a los madres! aun labrador dénde siete la posada més préxima. —AI otro lado de la colina hay una muy acogedora donde ademas yenden asnos, —Lo cierto es que mi viejo asno esta “ya muy cansado y necesito comprar otro. De dénde sacan los asnos? El labrador le miré desconcertado y contest: —Lo ignoro. Pregunteselo a la Tercera Dama, ella debe saberlo puesto que es posadera. Chao dio las gracias al labrador y emprendio el camino de la colina. Al fin vio la posada del Puente de Madera. Se aped del asno y entré en la posada. La Tercera Dama le saludé con gran amabilidad. - —Lamento no disponer de sirvientes y pedirle que Ileve usted mismo el asno al establo, Mientras tanto, le prepararé la cena y la cama. Aquella noche, Chao se senté en una mesa con otros seis huéspedes y cen opiparamente. La Tercera Dama les llev6 unas botellas de vino, que los seis huéspedes despacharon a gusto. Al levantarse para ir a acostarse, casi se caian de suefio. Chao no probé el vino y permanecié un buen rato acostado en el limpio y mullido lecho sin conciliar el sueno. Al fin cayé dormido, pero poco después le desperté un ruido; temia que hubieran entrado ladrones en la posada y miré a través de un tabique de junco. Se quedo pasmado al ver ala Tercera Dama que arrastraba un pesado baul por el suelo de tierra. Luego sacé de él unas figuritas talladas y las deposit6 en el suelo. Las figuras representaban un hombre, un buey y un arado. Le Tercera Dama enganchd el buey al arado y coloco al hombre detras de éste. Luego rocié las figuras con un poco de agua y murmuré unas palabras magicas. Ante el asombro de Chao, el pequefio grupo empez6é a moverse rapidamente por la habitacion. En cuestién de minutos, el suelo de tierra qued6 cubierto por unos surcos hechos con toda pulcritud. La Tercera Dama puso entonces una cestita de semillas en la mano del hombre de madera. Tan pronto como éste hubo plantado las semillas, aparecieron unos brotes de trigo. Chao observ6 aténito mientras la Tercera Dama recogia el trigo, lo trituraba hasta convertirlo en harina y hacia unas tortitas. Chao quedé tan impresionado por el magnifico espectaculo, que no logré. conciliar el suefio. Al fin, cuando el sol penetro en su habitacion, recogidé sus cosas para marcharse. Pero cuando se disponia a abandonar la posada, la Tercera Dama salié a su encuentro y le dijo: —He preparado unas tortitas de trigo deliciosas. 6No quiere quedarse a desayunar? —Gracias, pero si no le importa me llevaré una para el camino. Tengo mucha prisa. Se guard6 la torta de trigo en el bolsillo y se encaminé al establo en busca de su asno. Antes de partir, sin embargo, sintié curiosidad por ver qué hacia la Tercera Dama. A través de una ventana, En ef proximo numero de CUENT, CUENTOS| GOBOLENO Y EL CABALLITO DE MADERA, dos amigos famosos, nos brindan una de sus ~ maravillosas aventuras. 3 CA —<éQueréis ir con ellos al Monte Huracén? No os perddis el tiltimo episodio del MAGO DE OZ con la vuelta a casa de Dorotea. EL GRANJERO, EL ENANO Y EL,GIGANTE protagonizan unas escenas muy divertidas con el triunfo de la justicia sobre la avaricia. Con Ia ayuda de LA PIEDRA MAGICA un muchacho solitario hace un extrafio pero interesante descubrimiento. TOMY, EL SATELITE, Y EL PISTOLERO ESTRELLA triunfan en el espacio. Lacancién EL PATIO DE MI CASA

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