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EL SISTEMA AFRICANO DE DERECHOS HUMANOS

Sin lugar a dudas el siglo XIX fue un momento histórico fundamental para el
sistema económico que impera en la actualidad. Si se quiere, se podría decir que

El capitalismo tiene sus orígenes en el siglo X y XI con los primeros brotes de


mercantilismo, su consolidación como sistema económico internacionales será a
albores del siglo XX, pues solo en dicha época las condiciones materiales,
políticas y culturales estaban dadas.

En el sistema feudal, los medios de producción no eran mercancías 1, la


apropiación de plusvalor era muy baja, y la reinversión del mismo solía hacerse en
objetos lujosos que no producían una acumulación tan alta para abrir la brecha
que actualmente hay entre ricos y pobres. En este sistema por lo tanto, la
producción de mercancías pasaba por las necesidades de la comunidad, girando
así alrededor de un trabajo social no fragmentado y el reconocimiento del carácter
social del mismo.

El siglo XIX muestra con gran vehemencia con este cambio, no quiere decir por
ello que sólo en dicho momento histórico ocurrió tal cosa, sino que como
consecuencia de las transformaciones acaecidas en siglos pasados, será este
momento en que detonará el capitalismo como sistema económico en gestación.
Así pues, con la transformación de los medios de producción, tierra, trabajo, y
capital, en mercancías, las tradiciones y establecimiento de valores culturales
feudales desaparecerán. El cercamiento de predios y la producción de la tierra
harán que se transforme no sólo en trabajo sino la forma de adquisición de medios
de supervivencia al precisar para ello, ya no, una pequeña extensión de tierra a
cambio de servidumbre , sino e imperativamente un salario.
1
La generación de productos parte de lo que Marx denomina la apropiación social del trabajo, esto
quiere decir que las mercancías no se producirán con la finalidad de acumular y obtener
únicamente ganancia: La acumulación de capital es desde luego distinta del comportamiento de las
clases dominantes precapitalistas. Si todo el plusvalor se consumiera en la forma de bienes de lujo,
no podría tener lugar acumulación de capital alguna. El capital se mantendría entonces en el nivel
que ya ha alcanzado. Por razones puramente analíticas Marx presento este caso especial
"limitador” bajo el nombre de "reproducción simple”. No corresponde, desde luego, a ninguna etapa
o situación “real” de un modo capitalista de producción que funcione normalmente. 58 Como
hemos señalado, lo que caracteriza al capitalismo es precisamente la compulsión de acumular, es
decir “la reproducción ampliada”. (Mandel, 1985, pág. 59)
De esta forma, la apropiación de la tierra, lleva consigo no solo la posibilidad de la
producción de esta misma, sino también la apropiación del trabajo que ahora se
convierte en una mercancía vendible y comprable, que produce al mismo tiempo
valor. Mandel es claro al indicar que sólo este bien puede producir plusvalor y con
ello capital que al tiempo puede ser reinvertido:

El propio Marx consideraba que el descubrimiento del concepto de plusvalor, que


representa la suma total de ganancias, intereses y rentas de todas Tras partes de
la clase burguesa, era. Su descubrimiento teórico principal. Vincula la ciencia
histórica de la sociedad con la ciencia de la economía capitalista al explicar tanto
los orígenes y el contenido de la lucha de clases como la dinámica de la sociedad
capitalista. Porque una vez que hemos comprendido que el plusvalor lo producen
los trabajadores, que el plusvalor no es más que el viejo plusproducto social en
forma de dinero, en forma de valor, comprendemos el salto histórico que ocurrió
cuando ese plusproducto social ya no aparece esencialmente en forma de
mercancías de lujo (cuyo consumo está necesariamente limitado, aun bajo
condiciones de una extravagancia extrema, como durante el imperio romano o en
la corte francesa del siglo x vm ) sino en forma de dinero. (Mandel, 1985, pág. 49)

La reinversión del plusvalor2 tiene como finalidad poder competir en un mercado


en que varios propietarios lo reinvierten generando grandes cantidades de
mercancías, esto a su vez, les permitan vender más barato pero aun así ganar, es
decir, que les permita competir en un mercado en el cual el trabajo social se
segmenta en trabajo privado a bajo costo, es decir, a bajos salarios o poca
retribución en dinero.

Así pues, la posibilidad de esta acumulación generalizada impulsada en siglo XIX


solo fue posible en tanto hubo un cambio en la apropiación de los medios de
producción y una nueva forma de utilización. Esto es lo que David Harvey llama
“La apropiación por desposesión 3”, hecho que ocurre y sigue ocurriendo sólo en
2
Que se da a través del dinero con el que se pueden comprar por ejemplo máquinas y pagar
salarios. Capital constante y capital variable.
3
En su texto, “17 contradicciones y el fin del capitalismo” Harvey lo deja claro: “existen sólidas
razones teóricas para creer que la esencia misma del capital alberga una economía
basada en la desposesión. La desposesión directa del valor producido por el trabajo social
las sociedades capitalistas, pues en tanto los recursos naturales, necesarios para
la producción de mercancías son finitos, la apropiación mayor de una parte de
estos en busca de la plusvalía y la ganancia dejará sin una parte a otros.
Basándose en el capítulo XII del Capital donde Marx habla de la apropiación
originaria, Harvey plantea que esta revela un amplio rango de procesos:

“Estos incluyen la mercantilización y privatización de la tierra y la expulsión


forzosa de las poblaciones campesinas; la conversión de diversas formas de
derechos de propiedad – común, colectiva, estatal ,etc.– en derechos de propiedad
exclusivos; la supresión del derecho a los bienes comunes; la transformación de la
fuerza de trabajo en mercancía y la supresión de formas de producción y consumo
alternativas.” (Harbey, 2005, pág. 113)

La transformación normativa llevada a cabo por la burguesía en el siglo XVIII,


basada en las perspectivas teóricas contractualistas y que dieron surgimiento al
liberalismo político, hicieron posible no solo el derecho a la propiedad para los
burgueses, también eliminaron gran parte de los derechos reales y eclesiales
hecho que fue una primera forma de desposesión donde los campesinos
principalmente salieron perdiendo pues se empezaron a modificar las formas
tradicionales económicas. Ahora bien, la industrialización de gran parte de Europa
del oeste y el despegue del sistema capitalista de producción - a excepción de la
península ibérica- lograda por este primer momento de desposesión, precisó una
expansión de los mercados en tanto la producción de mercancías necesitaba,
nuevos mercados y medios de producción a bajo costo, medios tales como tierra y
trabajo.

A diferencia del sistema económico predecesor, el capitalismo no solo busca la


acumulación de riqueza, sino que crea esta riqueza a partir de la creación del
plusproducto y con él el del plusvalor o ganancia. Entre más barata salga la
producción más se ganará, por tanto se busca abaratar costos en la mano de obra
y garantizar el flujo de materias primas que si es a bajo costo será mejor.

en el lugar de producción no es más que un eslabón (aunque primordial) de la cadena de


desposesión que nutre y sostiene la apropiación y acumulación de grandes porciones de
la riqueza común por «personas jurídicas» privadas (esto es, entidades legales entre las
que se encuentran las grandes corporaciones). (Harvey, 2014, pág. 66)
Lo anterior se logró entonces gracias a procesos coloniales desde los cuales se
dio la apropiación de activos, la monetización de los intercambios y la recaudación
de impuestos, como de la tierra; el tráfico de esclavos; y la usura particularmente
en cierto momento histórico; pero hoy esto se lleva a cabo por medio de procesos
de neocolonialismo a través de la deuda pública y el sistema de crédito. (Harbey,
2005, pág. 113)

De esta manera, el colonialismo fue fundamental para el desarrollo del sistema


capitalista, y el neocolonialismo lo es para su mantenimiento. Latinoamérica fue
uno de los primeros continentes que vivió este fenómeno de desposesión para la
acumulación, la gran cantidad de metales preciosos, esclavos, y recursos
naturales que fluyó hacia Europa fue fundamental para la transformación de la
economía en este continente y hoy sigue siéndolo para el mantenimiento de la
misma. Los países latinoamericanos siguen exportando mayoritariamente
comodities.4 Y tras una serie de políticas influenciadas por el panorama
internacional tales como el consenso de Washington en los años 90s, los países
latinos han abierto más sus mercados, favorecido la flexibilización laboral y
eliminación de aranceles de productor tanto Europeos como de otras economías
desarrolladas.

“La búsqueda de un modelo económico abierto, estable y liberalizado se cristalizó


con la formulación del Consenso de Washington (CW) en 1989, cuyas reformas de
política económica estaban basadas en una lógica de mercado caracterizada por
la apertura y disciplina macroeconómica. América Latina requería (de acuerdo con
los resolutivos del CW) de un modelo económico abierto y estable. Por un lado, la
apertura económica consistía principalmente en una serie de medidas que
permitieran y facilitaran el comercio internacional entre los países en vías de
desarrollo y los desarrollados, con la finalidad de impulsar el crecimiento
económico de la región. Por otra parte, la disciplina macroeconómica
proporcionaría la estabilidad económica a partir del control de las finanzas públicas
del Estado, para lograr efectos económicos, políticos y sociales positivos.”
( Martínez Rangel & Reyes Garmendia, 2012, pág. 43)

4
Lo mismo ocurrió con la India por ejemplo, allí como lo plantea Hobsbawn se dio
un proceso de desindustrialización en miras de los intereses económicos ingleses
y la necesidad de materias primeras de esta región del sur:

“Las indias Orientales habían sido, como hemos visto, el exportador tradicional de
mercancías de algodón, impulsada por la compañía de Las Indias. Pero cuando
los nuevos intereses industriales predominaron en Inglaterra, los intereses
mercantiles de Las Indias Orientales se vinieron abajo. La India fue
sistemáticamente desindustrializada y se convirtió a su vez en un mercado para
los algodones de Lancashiere: en 1820 el subcontinente asiático compró sólo 11
millones de yardas; pero en 1840 llegó a adquirir 145 millones” (Hobsbawm, 2009,
pág. 42)

Además de Latinoamérica o el país indio el continente africano no escapó ni


escapa a esta lógica, por el contario, es un continente que tuvo un proceso de
colonización hasta hace menos de 60 años y solamente desde los años 90’ ha
logrado establecer rasgos claros de un territorio con Estados modernos y en
búsqueda de la democratización. Antes de los años 50’s África seguía a la merced
de sus colonizadores europeos, extrayendo de sus territorios grandes cantidades
de recursos naturales, mano de obra y dinero por tributación. Los europeos
desangraron África rápidamente, en 1879, el 90% del territorio todavía estaba
gobernado por africanos. La proporción se había invertido en 1900. Y en 1914 las
consecuencias de la ocupación alcanzaban ya a la mayoría de los africanos. Por
medio de las armas y la intimidación llegaron al continente, y tras la unificación
alemana e italiana después de la guerra franco-prusiana de 1870, en la que
Francia resultó derrotada, el escenario de la rivalidad europea se trasladó a África,
donde Alemania dio batalla diplomática para controlar a sus rivales y tenerlos
ocupados lejos sus fronteras.

De esta forma, en 1914 los territorios en África franceses, ingleses, alemanes,


portugueses y belgas parecían fruto de un juego de estrategia, lo que llevó a
grandes cambios y transformaciones en las tradiciones de los pueblos que
colonizaron a favor del impulso también de las económicas europeas.
A pesar de que África es un continente descolonizado, esta lógica al igual que en
Latinoamérica se mantiene, sumándole a ello, graves problemas que tiene
algunos países de esta región y que América Latina no tiene tales como conflictos
étnicos y políticos acaecidos por la imposibilidad que hasta ahora se ha
presentado de identificarse como nación.

Para servir a las elites capitalistas transnacionales, las elites capitalistas locales
requieren de Estados recolonizados fuertes para salvaguardar los objetivos
imperialistas, y con capacidad para imponer y garantizar la ejecución de las
reformas estructurales y de estabilización económica, a pesar de las
movilizaciones populares oponentes. Los Estados-Imperiales apoyan directamente
a las instituciones financieras internacionales, porque les sirven como instrumentos
de penetración y control en los Estados-Neocoloniales, los que a su vez se
ordenan conforme a los lineamientos requeridos para convertirse en los garantes
de la defensa de los intereses de los capitales transnacionales. Las instituciones
financieras internacionales son parte de las extensiones de las redes formadas por
los Estados-Imperiales para mantener la supremacía política y económica sobre
los Estados-Neocoloniales, los cuales se subordinan a sus dictados, siguen el
modelo de corte neoliberal y se convierten en los actores más dinámicos a favor
del proyecto hegemónico. La nueva estructura neocolonial del Estado se organiza
para la transferencia de valores y recursos a las metrópolis donde se ubican las
grandes corporaciones transnacionales, las cuales buscan lograr mayor eficiencia
en sus economías de escala y de alcance mediante un nuevo sistema de
organización laboral, que ha entrado en una etapa de especialización colonial
como base de la creación de ventajas competitivas. (Hernández, 2005, pág. 156)

El neocolonialismo, es la forma encubierta en el capital sigue creando valor a


través de la explotación de las regiones subdesarrolladas. Actualmente es así en
algunos países Africanos, aprovechándose además dirigentes de países
desarrollados de los problemas políticos y étnicos ya mencionados, y haciendo
con ello, que la brecha entre ricos y pobres sea cada vez mayor, que se aviven los
desacuerdos y que incluso dado los vacíos de poder grupos extremistas
exterminen grandes cantidades de población.
La independencia de los estados africanos, en los años sesenta, no trajo
demasiados cambios en las desiguales relaciones con Occidente. De hecho, el
dominio económico ha tergiversado esa independencia. Los dirigentes africanos
que trataron de poner un freno a la situación, como Patricio Lumumba o Thomas
Sankara, fueron físicamente eliminados con la complicidad activa o pasiva de las
potencias extranjeras y políticos locales venales. (…)Cobra relevancia en este
período el papel jugado por las élites africanas. Ubicadas en los gobiernos,
tomaron el relevo de la opresión que antes ejercieron los colonizadores. Educadas
en occidente, desconectadas de las realidades sociales de sus tierras, son
acusadas de pasar más tiempo en los países del norte que en los suyos. Sus hijos
se educan en París, New York o Londres, sus inversiones inmobiliarias en el
extranjero se cuentan por miles, sus cuentas en paraísos fiscales se abren con
donaciones, ayudas o créditos para el pueblo africano. Es así como países con
suficientes recursos para dar una vida digna a su población se ven endeudados
por sus gobernantes, sin recibir nada a cambio, salvo el ajuste de las tasas de
interés. Innumerables concesiones son adjudicadas a los capitales extranjeros, sin
medir consecuencias ni beneficios. (Doria, 2007)

Dados lo anterior se han generado conflicto de tal magnitud internacional que ha


hecho que se tomen medidas drásticas. El más conocido de todos fue aquel en
1994 entre Hutus y Tutsis en Ruanda. O el genocidio rundes, en el que murieron
más de 800.000 personas a manid de los Hutus y donde el exterior por el contrario
más que ayudar a la solución fue el causante del conflicto.

Bélgica, que fue potencia colonial, siempre privilegió a la minoría tutsi


convirtiéndola en gobernante del país y en una clase de élite por encima de los
Hutus por mucho tiempo. Sin embargo, desde mediados de los años 50’s los
hutus empiezan reivindicaciones políticas fuertes que llevarán a que en 1961 y
tras la intervención de la ONU y un la exigencia de un referéndum se conformará
una república gobernada por los Hutus, llevando a una serie de manifestaciones y
actos violentos por parte de los tutsis al gobierno republicano, al punto que en
1972 se produjo una gran matanza de hutus en Burundi y exacerbó le sentimiento
anti tutsi.
Lo anterior entonces llevó a que en 1973 el general Habyarimana de la etnia hutu
se tomara el poder, y empezara una persecución de tutsis apoyada por Francia
quien suministró armamento Francia a 1975 apoyando así al régimen dictatorial
de los hutus y sus actos atroces sobre la población tutsi.

Para el año del genocidio tutsi, habían pasado más de 15 años de represiones y
continuos ataques entre ambas etnias, sin embargo, con apoyo de Francia estos
habían logrado mitigarse, el país salía poco a poco a delante y en 1990 a pesar
de que el Frente Patriótico Ruandés , compuesto por exiliados tutsis expulsados
del país por los hutus, invade Ruanda desde Uganda, lo que lleva a que en 1993
los dos países firman un acuerdo de paz llamado los “Acuerdos de Arusha” que
tenía como finalidad la integración política y militar y la salida de las tropas
francesas del territorio en 1992.

Esto pudo haber sido una buena idea, a no ser por los problemas económicos que
vivía Ruanda ya hace algún tiempo con los bajos precios del café que es el
principal producto de la región y la constante ayuda que seguía recibiendo de
Francia en términos de legitimación del gobierno. El gobierno seguía invirtiendo en
gasto militar, favorecía a los hutus y dejaba de lado los tutsis que necesitaban
tierra para la ganadería de la que poseían los hutus para la agricultura.

A principios de abril de 1994 hay una gran matanza, la comunidad internacional


reacciona solo a finales del mes, y El Consejo de Seguridad de ONU autoriza al
gobierno francés como responsable pero esto no lleva a ninguna parte. Se pierde
así la vida de entre 500.000 y 1.000.000 de personas; o lo que es lo mismo, casi
5
el 11% de la población y el 80% de los tutsis.

“La masacre tutsi de l994 fue planeada con cuidado, tanto Bélgica como Francia
veían venir los acontecimientos. Bélgica no pasó de alguna advertencia
espantada. Francia, interesada en su posición estratégica en la zona de los
Grandes Lagos, proveyó armas, entrenó hombres hutu y recibió a sus dirigentes
en París, prometió incluso intervenir militarmente en caso de ser necesario
protegerlos.” (Doria, 2007)

5
http://www.msf.es/multimedia/foto-galerias/2014/ruanda-20-anos-despues-iglesia-ntarama
El interes de Francia y Bélgica avivó un conflicto que si bien existía no había
causado tanto daño y esto así en varios países africanos que a pesar de tener
“democracias” o ser “republicas siguen al mando de políticas extranjeras” o lo que
es igual se han convertido en neocolonias.

“Como en los Siglos XVI ó XIX, África atrae hoy al mundo con una serie de
recursos, esencialmente mineros, que se califican como "estratégicos". La
República Democrática del Congo aseguró mucho tiempo el suministro de uranio,
sus reservas de cobalto y cobre son de las mayores del mundo, y las de
manganeso, cinc, oro y diamantes tienen un potencial importante. Hasta
comienzos de los 80, estas fuentes minerales fueron un elemento clave en la
política americana y europea en relación al África. Los estados extranjeros se
permitieron tanto intervenciones militares directas como tratos menos claros
(apoyo al apartheid sudafricano, por ejemplo), para sostener su abastecimiento. Si
bien el mercado de minerales no energéticos ha ido perdiendo valor en relación
con los hidrocarburos esto no ha frenado la voracidad de los capitales, que ahora
avanzan sobre las reservas de petróleo africano. (Doria, 2007)

Con el colonialismo y actualmente el neocolonialismo, se ha extendido no solo la


brecha entre ricos y pobres, o habitantes del primer y tercer mundo, pues se han
generado fenómenos de estancamiento económico en los llamado países en
desarrollo en tanto se han quedado como exportadores de commodities 6 e
importadores de productos con valor agregado que generan más plusvalor.
Además de la pobreza que aqueja tanto a Latinoamérica como África, las crisis de
gobernabilidad causadas por la inserción de políticas económicas extranjeras
llevan a la vulneración de derechos humanos tanto civiles y políticos, como
sociales y económicos. Desde el triunfo del neoliberalismo en los años 90´s la
minimización del estado de bienestar a entrado en contravía con los derechos
sociales y las condiciones de vida digna necesarias para cualquier ser humano,

6
Esto lo trabaja claramente, Maristella Svampa: Así, si bien es cierto que la explotación y
exportación de materias primas no son actividades nuevas en América Latina, resulta claro que en
los últimos años del siglo xx, en un contexto de cambio del modelo de acumulación, se ha
intensificado notoriamente la expansión de megaproyectos tendientes al control, la extracción y la
exportación de bienes naturales, sin mayor valor agregado. (Svampa, 2013, pág. 31)
que llevan, por ejemplo en el caso de África, a conflictos civiles traspasados por
disputas étnicas y la supresión de derechos civiles y políticos.

Dados estos problemas, que ya tenía Latinoamérica, y exacerbados por el


impulso de la globalización, África sigue su ejemplo y el 27 de junio de 1981 la
Asamblea de Jefes de Estado y de Gobierno de la entonces Organización de la
Unidad Africana7 adoptó la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos
dando comienzo al Sistema Africano de los Derechos Humanos y de los Pueblos,
con el fin de proteger los derechos humanos que desde 1948 ya habían sido
consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos, en 1948.

El Sistema Africano de los Derechos Humanos y de los Pueblos es así un


instrumento de protección a nivel internacional que se suma a algunos ya
establecidos en América y Europa, buscando que la protección de los derechos no
quede a merced de los gobiernos estatales, sino que incluso, las desproporciones
que estos cometen puedan ser juzgadas y los estados castigados.

Los sistemas de protección internacional de derechos humanos, se han convertido


desde mediados del siglo XX en instituciones internacionales liberales que tienen
como finalidad la defensa de la dignidad humana por encima incluso de la
soberanía estatal, pero ¿pueden estas realmente responder a las dificultades de
las regiones donde actúan? En este caso, ¿Puede el Sistema Africano de los
Derechos Humanos y de los Pueblos garantizar la defensa de los derechos en
África? Desde la teoría idealista y realista de las relaciones internacionales se
pueden dar algunas respuestas.

El Sistema Africano de los Derechos Humanos y de los Pueblos

Después de Europa y América, África es el tercer continente que se avoca a


construir un sistema regional de defensa de derechos humanos. Impulsada por la
ONU y en ese entonces la OUA, se creó la Carta Africana de Derechos Humanos
y de los Pueblos en 1981.

7
organización para la unidad africana, más adelante (UA) Unión Africana en el año 2002
Este hecho está relacionado con el artículo 3 del preámbulo del acta constitutiva
de la Organización para la Unidad Africana, hoy Unión Africana, que como lo
plantea el doctor Tardif, “Expresa claramente el compromiso con los ideales de los
derechos humanos y la democracia, así como con el de un desarrollo económico
sustentable, reconociendo que la cultura de los derechos humanos es
indispensable para propiciar el crecimiento económico”. (Tardif, 2013, pág. 141)

Ahora bien, de igual manera que el Sistema Interamericano de Derechos


Humanos, este lo conforman en su totalidad, junto con la Carta, La Comisión
Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos y la Corte Africana de Derechos
Humanos y de los Pueblos, que son órganos jurídicos, políticos y jurisdiccionales.

A pesar entonces de que algunos autores planteen que es un sistema menos


evolucionados que los otros, no solo cuenta con instrumentos similares al
internamericano, sino que, además, la Carta de Africana de Derechos Humanos
y de los pueblos, reivindica derechos no sólo sociales y económicos claramente,
sino que incluso se atreve a estipular los llamados derechos de tercera
generación.

Como lo plantea el profesor Gomez Iza:

“En cuanto a las aportaciones y características de dicho concepto africano de


derechos humanos inserto en la Carta, la más importante de ellas, en opinión de la
mayoría de los especialistas, consiste en su reconocimiento de los derechos
humanos de tercera generación, en especial del derecho de los pueblos al
desarrollo. Nos encontramos ante el único tratado internacional de derechos
humanos que consagra explícitamente este nuevo tipo de derechos, lo que nos da
una idea clara de cuáles son las prioridades del continente africano en materia de
derechos humanos: el derecho a la paz tanto en el ámbito interno como
internacional (art. 23), el DERECHO AL MEDIO AMBIENTE satisfactorio y global (art.
24), y, el más importante, el DERECHO AL DESARROLLO (art. 22)” (Iza, 2015)

Lo anterior muestra, como la carta se refiere al derecho de los pueblos, un


concepto que esta intrínsecamente relacionada con el derecho al desarrollo y a la
libre determinación de los pueblos, lo cual es fundamental en una región donde la
étnica y la organización por clanes ha sido parte de su tradicionalidad. Lo que la
hace distinta de las demás Cartas de Derechos Humanos existentes.

De hecho es innovadora también cuando, teniendo presente que el preámbulo de


la OUA párrafo 8 dice: “convencidos de que los derechos civiles y políticos no
pueden ser disociados de los derechos económicos, sociales y culturales en su
concepción y en su universalidad, y de que la satisfacción de los derechos
económicos, sociales y culturales constituye una garantía del disfrute de los
derechos civiles y políticos”. La Carta porque asegura que los derechos civiles y
políticos son separados de los derechos civiles y económicos, como lo plantea el
párrafo 7:

Finalmente, como lo plantea Gomez Iza:

“Un cuarto rasgo definitorio de la Carta Africana es que se trata del texto de
derechos humanos en el que se realiza un reconocimiento más significativo de los
deberes del individuo. El Preámbulo considera que “el disfrute de los derechos y
libertades conlleva el cumplimiento de los deberes de cada uno”, mientras que el
artículo 27 señala que “todo individuo tiene deberes respecto a la familia y la
sociedad, el Estado, y las demás comunidades legalmente reconocidas y respecto
a la comunidad internacional”. Sin embargo, el artículo más importante en este
sentido es el artículo 29, que formula un auténtico catálogo de deberes humanos
del individuo: preservar el desarrollo armónico de la familia y trabajar por su
respeto, servir a la comunidad nacional, preservar la solidaridad social y la
seguridad nacional, trabajar y pagar tributos, preservar los valores culturales
africanos.” (Iza, 2015)

Ahora bien, para su funcionamiento, la Carta estipula la creación de la Comisión


Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos. Es el único organismo que la
carta autoriza la promoción y protección de los derechos, y fue establecida el 21
de octubre de 1986, fecha en que entró en vigor la Carta, teniendo como sede a
Banjul, Gambia.

Como lo plantea la doctora Saavedra Alvarez “El artículo 45 de la Carta Africana


otorga un mandato muy amplio a la Comisión. Pueden distinguirse cuatro
funciones principales: de promoción, de protección, de interpretación y "otras" que
le encomiende la Asamblea General” (Álvarez, 2008) y estas están estipulas
dentro de la misma Carta 8, instrumentos desde los que se debe hacer posible la
salvaguarda de derechos humanos en el continente, máxime que a diferencia de
otros mecanismos regionales de defensa de derechos humanos es uniforme y
clara al reconocer los derechos económicos, sociales, como lo plantea el profesor
Tardif en el asunto del Centro de acción para los derechos sociales y económicos
y el Centro para los derechos económicos y sociales v. Nigeria.

“el pueblo Ogoni alegaba la violación de varios de sus derechos, al incumplir el


régimen militar su obligación de protegerlo de actos dañinos para el medio
ambiente. En 2001, la Comisión determinó que el Estado había efectivamente
violado, entre otros, los derechos a la salud, a la vivienda y a la alimentación34. En
esta decisión, la Comisión identificó también claramente las obligaciones de los
Estados africanos en materia de derechos humanos: respetar, proteger, promover,
y fomentar, e innovó al rebasar el elenco de los derechos previstos en la Carta
africana, haciendo una utilización comparativa de los principios del derecho
internacional de los derechos (…)La Comisión africana ha buscado responder a
las críticas formuladas debido al contenido limitado de la Carta en cuanto al
desglose de los derechos sociales previstos, adoptando una interpretación que
toma los derechos enunciados en la Carta como punto de partida, incluyendo así
en sus pronunciamientos algunos derechos que no se encuentran explícitamente
en ésta. En el caso precitado que involucraba a Nigeria, la Comisión determinó la
existencia del derecho a la alimentación como una prolongación del derecho a la
vida; también dedujo el derecho a la vivienda, de los derechos a la propiedad (a.
14), a la salud (a. 16), y de protección a la familia (a. 18)” (Tardif, 2013, pág. 144)

Sin embargo, las funciones de la comisión son no jurisdiccionales, es decir, las


medidas que profiere no tienen poder de juzgamiento, pues no es un tribunal, lo
que deja a este organismo con debilidades y grandes tropiezos para dar
resultados verdaderamente efectivos en la materia.

8
Para conocer más sobre la Carta Africana de Derechos Humanos:
http://www.acnur.org/biblioteca/pdf/1297.pdf?view=1
Lo anterior tiene mucho que ver con la costumbre de mantener el derecho
tradicional africano o derechos consuetudinario, que sobrepone el conceso y la
equidad a positivismo jurídico por lo que mucho de los sistemas judiciales del
continente se base más en el perdón y la reconciliación. Este es el caso por
ejemplo de la Corte Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos, pues esta
hasta ahora no constituye un órgano real para juzgar las violaciones a los
Derechos Humanos.

Así pues, en el año de 1998 La Corte Africana de Derechos Humanos y de los


Pueblos es creada mediante el Protocolo de la Carta Africana de Derechos
Humanos y de los Pueblos para el Establecimiento de una Corte Africana de
Derechos Humanos y de los Pueblos; para el 2002 como se mencionó
anteriormente la OUA cambia y se transforma en la UA, decidiendo en 2004,
fusionar dos tribunales que se había creado antes (Corte africana de Justicia y
Corte Africana de Derechos Humanos) por lo que hoy solo que da un tribunal que,
sin embargo, no se ha ratificado, causando ciertas incertidumbres en su
efectividad.

“Por el momento, el Protocolo representa solamente un avance institucional, y no


sustantivo, respecto a la Carta Africana, no obstante, su mandato en sí mismo
tendrá un impacto importante sobre los Estados africanos. Algunos de sus puntos
más revelantes se refieren a la adjudicación efectiva de la Corte, a la posibilidad
de ordenar reparaciones y dictar sentencias plenamente obligatorias, y a la
facultad para responsabilizar a los Estados que violen derechos humanos La
propia Unión Africana ha expresado que este tribunal representa un órgano clave
en el sistema africano, en tanto que complementa el mandato de protección de la
Comisión y refuerza su compromiso de respeto de los derechos humanos y los
valores fundamentales de tolerancia, solidaridad, equidad de género y acción
humanitaria en el continente africano.” (Álvarez, 2008)

el Sistema Africano de derechos humanos y de los pueblos en primer momento y


desde la perspectiva idealista, se presenta como un instrumento de cooperación y
participación internacional en miras de garantiza sin lugar a conflicto los derechos
humanos de la población continental. Se presenta este último entonces como una
etapa más en el progreso que hasta hoy alcanza África de ir transformándose en
un territorio de estado modernos, con instituciones liberales y democráticas, que
pueden desde la aceptación de lo plural convivir en armonía.

Sin embargo, uno de los principales que tiene este para su funcionamiento no solo
es que es un sistema relativamente nuevo, al mismo tiempo, los Estados de este
continentes en tanto llevan poco tiempo de formación como estados en lógica
moderna, temen el perder su soberanía al aceptar las recomendaciones o
sentencias que desde el Sistema Africano de Derechos Humanos se emite.

Estas consideraciones que se pueden deducir desde la perspectiva realista de las


relaciones internacionales, no deja de lado tampoco la cuestión concerniente al
neocolonialismo y la inserción de países extranjeros que buscando recursos
naturales juegan como los intereses nacionales de estos países, llegando al punto
incluso de crear situaciones de conflicto más ásperas al favorecer a uno u otro
bando en una sociedad arduamente diferenciada pro problemas étnicos.

En este sentido como lo plantea el profesor Tardif:

El cumplimiento de los estándares en materia de derechos humanos se ha visto


inhibido por una variedad de factores que incluyen la falta de cumplimiento de las
recomendaciones emitidas por la Comisión por parte de los Estados y el bajo
número de ratificaciones a los protocolos que dieron vida a los dos tribunales
africanos; los conflictos inter e intraestatales; y las limitaciones en materia de
recursos financieros y (…)Asimismo, a pesar del dinamismo demostrado por la
Comisión, es de subrayarse que ésta trata relativamente pocos casos por año en
comparación con su contraparte del sistema interamericano49, y el proceso de
tramitación de las comunicaciones es también muy demoroso, pudiendo alcanzar
los cinco años. (…)También, la Corte africana bien podría ser, en teoría, el órgano
judicial que, de los tres sistemas regionales, dispone de la mayor libertad a la hora
de dar solución a un litigio, ya que el artículo 27 del Protocolo le permite ordenar
“todas las medidas apropiadas que juzga necesarias para dar remedio a una
situación”, incluyendo el pago de una indemnidad compensatoria o el otorgamiento
de una reparación. En la práctica, sin embargo, mucho queda por verse: por lo
pronto, solamente la mitad de los Estados miembros de la Unión (26 para ser
exactos) han ratificado el Protocolo de la Carta africana, y en nueve años de
vigencia, ésta únicamente ha estudiado una decena de casos, en la mayoría de los
cuales se ha declarado incompetente o se ha limitado a dictar medidas. (…) Por
último, si quiere consolidarse en el escenario mundial, la Unión africana deberá
buscar promover el Estado de Derecho internacional, dejando de obstaculizar la
ejecución de órdenes de aprehensión basadas en el principio de jurisdicción
universal y fomentando una mayor cooperación con la Corte Penal Internacional
en el caso de solicitudes de arresto y entrega de líderes africanos. (Tardif, 2013,
pág. 147)
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