GACETA CONSTITUCIONAL

SECCIÓN ESPECIAL

El amparismo desenfrenado de los jueces:

entre la distorsión y la ineptitud
The unbridled amparism of the judges:
between distortion and ineptitude
Domingo GARCÍA BELAUNDE*

Resumen: El autor se pronuncia sobre la reciente STC Exp. N° 00003-2022-PCC/TC,

mediante la cual el Tribunal resolvió que el Poder Judicial menoscabó las atribuciones
constitucionales del Congreso con la emisión de tres decisiones judiciales en el marco
de procesos de amparo. Así, el autor argumenta que la sentencia es impecable, pronun-
ciándose sobre las controversias referidas a la elección del Defensor del Pueblo, la ley
que presuntamente afectaba a la Sunedu y la resolución que favorecía al presidente del
JNE. Del mismo modo, critica la reacción negativa de la mayoría de la Sala Plena de la
Corte Suprema de Justicia y destaca que sí existen zonas ausentes de control constitu-
cional, cuya determinación depende de lo que establezca la Constitución y la afectación
de derechos fundamentales.

Abstract: The author pronounces himself on the recent STC Exp. N° 00003-2022-PCC/TC
through which the Court ruled that the Judiciary undermined the constitutional powers
of Congress with the issuance of three judicial decisions in the framework of amparo pro-
ceedings. Thus, the author argues that the sentence is impeccable, ruling on the contro-
versies related to the election of the Ombudsman, the law that allegedly affected Sunedu
and the resolution that favored the president of the JNE. In the same way, it criticizes the
negative reaction of the majority of the Plenary Chamber of the Supreme Court of Justice
and emphasizes that there are areas lacking constitutional control, whose determination
depends on what the Constitution establishes and the affectation of fundamental rights.

Palabras clave: Congreso de la República / Poder Judicial / Political

questions / Decisiones judiciales Recibido: 17/04/2023
Keywords: Congress of the Republic / Judiciary / Political questions / Ju- Aprobado: 19/04/2023
dicial decisions

* Constitucionalista.

30 pp. 30-36 • ISSN 1997-8812 • MAYO 2023 • Nº 185 | GACETA CONSTITUCIONAL


En la edición del diario oficial “El
Peruano” de 9 de marzo de 2023, se ha
publicado una importante sentencia del
Tribunal Constitucional sobre el llamado
“control judicial sobre las decisiones de
los órganos del Congreso”, recaída en el
exp. 00003-2022-PCC/TC y en senten-
cia numerada así: 74/2023. La que tam-
bién puede consultarse en la página web
del Tribunal Constitucional, en donde fue
publicada con anticipación.
Esta sentencia, por cierto, ha sido objeto
de debate y además de escándalo, pese a
que lo ha sido estrictamente por mayo-
ría, pues ha habido ciertas discrepancias
al interior del colegiado. Más bien y tam-
bién por mayoría, la Sala Plena de la Corte
Suprema de Justicia ha emitido un pro-
nunciamiento adverso a esta sentencia
con fecha 14 de marzo del mismo año, en
aviso bastante terminante, exponiendo su
rechazo a la sentencia del Tribunal Cons-
titucional, con aparentes visos de que-
rer desconocerla y enviando un mensaje
subliminal a la judicatura y con los mis-
mos fines. Este aviso no lo he visto publi-
cado en los medios de prensa, sino que ha
circulado en las redes, motivo por el cual
lo reproducimos al final y como anexo de
este artículo.
Nuestro interés más que todo es llamar
la atención sobre ciertos aspectos que se
desprenden de la sentencia y sin entrar en
los detalles a los que el lector puede remi-
tirse, si lo considera necesario.
****
En años pasados hemos comentado
los enfrentamientos que existían entre
el Poder Judicial y el Tribunal Consti-
tucional y también con el Poder Ejecu-
tivo y sobre lo cual hay algo publicado
(cf. ¿Guerra de las Cortes? A propósito
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del proceso competencial entre el Poder
Ejecutivo y el Poder Judicial, Cuader-
nos de análisis y críticas a la jurispruden-
cia judicial, Cuaderno núm. 4, Domingo
García Belaunde, Coordinador, Palestra
Editores, Lima 2007). Y si bien esto no
ha sido tan persistente, es algo latente y
al parecer sin solucionar. Debo decir, sin
embargo, que, a mi criterio, aquí el Poder
Judicial no tiene la razón, como tampoco
la tuvo en su momento el Poder Ejecutivo.
Y más bien, la tiene el Tribunal Constitu-
cional. Y es que, mal que bien y salvando
errores, el actual Tribunal Constitucio-
nal ha tenido conductas más garantistas
que, por ejemplo, el anterior colegiado,
en donde magistrados como Marianella
Ledesma Narváez, Eloy Espinosa-Saldaña
Barrera y Manuel Miranda Canales, prác-
ticamente jugaban a los bolos y en veces
actuaban como defensores de los estropi-
cios del Poder.
Hay que tener presente que el Perú no
tiene un modelo de control difuso en sen-
tido estricto ni tampoco abstracto en un
sentido duro, sino más bien algo distinto,
fruto de su peculiar desarrollo histórico.
Tuvo desde siempre un Poder Judicial
honorable, pero que mayormente no se
jugó por la constitucionalidad. Y por eso
en el debate constituyente de 1978-79,
se introdujo el modelo concentrado con
el Tribunal de Garantías Constituciona-
les que creó una nueva situación, esto es,
un modelo concentrado compartiendo
algunos casos con la justicia ordinaria:
casos independientes y casos comparti-
dos. En versión sui generis, de carácter
dual y paralelo, con cruces inevitables.
Pero si revisamos los debates constitu-
yentes de la época, llegamos a la conclu-
sión de que la introducción de este novel
Tribunal era precisamente porque se des-
confiaba del Poder Judicial. Esto es, se
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buscó un remedio para la enfermedad
y no por la bondad de la nueva institu-
ción. Este no fue el caso de países con rai-
gambre institucional como México, en su
gran reforma de 2011 en materia de dere-
chos humanos, del Brasil en 1988 con su
nueva constitución vigente todavía y la
Argentina con la reforma de 1994, que
no pensaron ni introdujeron ese nuevo
órgano constitucional, porque en rigor
no lo necesitaban. O en todo caso, no les
interesaba. En Europa la situación fue
otra. Vivía deslumbrada con el mito del
legislador y pensaron por eso en un ter-
cero que dirimiese la contienda. Y eso fue
lo que se decidió en 1920 con el modelo
austriaco pergeñado por Kelsen. Que pre-
cisamente introdujo en el esquema euro-
peo lo que no existía y que con matices
existe hasta ahora, con gran presencia en
otros países.
*******
Un punto de singular relieve es que en
esta oportunidad se ha dejado sin efecto
tres procesos de Amparo vinculados
con i) la elección del Defensor del Pue-
blo; ii) la ley aprobada por el Congreso
que afectaba la composición de la direc-
tiva de la SUNEDU; y iii) resolución que
favorecía al presidente del Jurado Nacio-
nal de Elecciones, Jorge Luis Salas Are-
nas en la afectación de sus derechos. Las
reflexiones que se nos presentan son las
siguientes:
i) La elección de Defensor del Pueblo
fue impugnada por un Amparo presen-
tado por el Sindicato de la institución.
¿Qué derechos fundamentales estaban
en juego? ¿Qué papel tiene un sindicato
en la elección de un alto funcionario?
Hasta ahora no se sabe y nadie ha dado
una explicación satisfactoria…. Se arguyó
entre otras cosas, que no se habían puesto
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las exigencias del caso. Como precisar
cómo se hacían las tachas o la ausencia
de una debida motivación…y otros argu-
mentos igual de sosos.
Lo que es cierto es que la elección del
Defensor del Pueblo es competencia
exclusiva y excluyente del Congreso de la
República y por eso mismo no puede ser
materia de impugnación por nadie, salvo
por el Congreso mismo. ¿O es que acaso
alguien ha pensado que podríamos inter-
poner un Amparo para que el presidente
de la República no nombre a un ministro
de Estado o se le impida ir al Congreso un
28 de julio? ¿O deducir un Amparo para
que el presidente no convoque a un con-
sejo de ministros? ¿O peor aún…para que
se paralice un proceso de interpelación o
de censura a un ministro?
ii) La SUNEDU es un órgano autónomo
que vigila y supervisa la calidad universi-
taria. La nueva ley se limitaba a cambiar
la estructura y composición de su Con-
sejo Directivo. Esto que es simplemente
un cambio de estructura, que puede ser
bueno o malo -el tiempo lo dirá - provocó
una campaña millonaria de los medios y
de miembros de la sociedad civil contra
este proyecto, calificándolo de “contra”
reforma (hasta ahora no se sabe contra
qué se iba) …e interponiendo acciones
de Amparo para paralizar esa ley, no solo
en su trámite sino en su vigencia, con
una rapidez sorprendente. Mientras que
los abogados en ejercicio esperan meses
para ser notificados en los procesos de
Amparo, aquí fue cuestión de días, acom-
pañado por un coro mediático ensorde-
cedor…nunca antes se había visto algo
similar, por lo que es difícil no pensar
mal. Este pues, fue uno de los procesos
anulados y que nunca debieron proce-
der. Además… ¿qué derecho fundamen-
tal se violaba?

iii) En el último caso, el presidente del
Jurado Nacional de Elecciones interpuso
un Amparo para que le dejen ejercer sus
funciones, al parecer por las citaciones
o críticas que recibía del Congreso, que
quería ejercer contra él un control polí-
tico. La respuesta del Tribunal fue algo
curiosa y básicamente pedía que modi-
ficándose el art. 99 constitucional, se le
incluya en el llamado “juico político” para
que así el Congreso pudiera controlarlo
libremente.
Cabe aquí hacer aquí algunas considera-
ciones. Y es que la Constitución de 1979
tuvo una lista algo larga de personas que
gozaban del “antejuicio” (arts. 183-184) y
adicionalmente se dejaba a la ley precisar
en forma adicional a los altos funciona-
rios que gozarían de ese privilegio. Esto
desapareció en la vigente Constitución de
1993, que señaló una numeración taxa-
tiva de funcionarios que gozarían de este
privilegio, entre los cuales no estaban los
miembros del Jurado Nacional de Eleccio-
nes. O sea, no tienen derecho al antejuicio
previsto en el art. 99 citado. Ahora bien, el
“antejuicio” es una barrera, impedimento
o filtro, para que determinados funciona-
rios, por su ubicación en las altas esferas
del Estado, no puedan ser denunciados
libremente, o sea por cualquier persona.
Dentro de esta protección, se encuentran
los vocales (jueces) de la Corte Suprema.
Ahora bien, en lo relativo a los miem-
bros del Jurado Nacional de Elecciones,
ellos no se encuentran incluidos dentro
de esa protección o fuero especial. Ergo,
pueden ser denunciados por cualquiera
ante el Ministerio Público y, por tanto, ser
procesados por el Poder Judicial. Y esta
protección alcanza a dichos funcionarios
por los delitos u opiniones en que incu-
rran durante el ejercicio de sus funciones
(sic). Ahora bien, el presidente del Jurado
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Nacional de Elecciones ha sido elegido
–por un sistema que tiene décadas– por
la Sala Plena de la Corte Suprema de Jus-
ticia. Pero si bien este elegido no deja de
ser juez supremo, no está actuando como
juez supremo y las funciones que ejerce
son, por así decirlo, de juez electoral den-
tro de un órgano constitucional distinto, o
sea, no es juez supremo en funciones, sino
miembro del Jurado Nacional de Elec-
ciones que, como hemos visto, es órgano
constitucional autónomo que no tiene las
prerrogativas del antejuicio y por tanto
sus miembros pueden ser denunciados
por cualquiera, incluso por un Procura-
dor Publico: así de simple. Y esto que es
tan sencillo, no ha sido visto en su justa
dimensión. Dicho en otras palabras: los
miembros del Jurado Nacional de Eleccio-
nes, vengan de donde vengan, responden
por sus actos en cuanto tales –de natura-
leza electoral– y lo hacen como cualquier
ciudadano de a pie, sin filtro alguno.
Que se pretenda ahora extender el ante-
juicio, o mejor aún, el “juicio político”,
a los miembros del Jurado Nacional de
Elecciones, es una posibilidad que no
hay que descartar. Y eso depende de una
reforma constitucional, que hasta ahora
no ha sido planteada.
******
Con estas pequeñas atingencias, consi-
dero que la sentencia por mayoría apro-
bada por el Tribunal Constitucional es
impecable. Ahora bien ¿a qué se debe esta
reacción tan negativa que hace la Corte
Suprema frente a esta sentencia en un
comunicado algo hepático? Simplemente
puede explicarse por dos razones: igno-
rancia de la problemática o espíritu de
cuerpo. Pero defender a jueces de primera
instancia, incluso a supernumerarios,
por los estropicios que cometen, es algo
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sorprendente y que va más allá de toda
ponderación. Y pensemos que hay peo-
res casos. Todos recordamos el Amparo
resuelto en diez días incluyendo medida
cautelar, por una jueza super numeraria,
para paralizar la elección de los magis-
trados del Tribunal Constitucional (vid.
la resolución en la Revista Peruana de
Derecho Público, núm.44, enero-junio
de 2022).Este despropósito –ante el cual
la Sala Plena de la Corte Suprema guardó
discreto silencio– logró paralizar en aquel
entonces la elección de seis magistrados
del Tribunal Constitucional y amenazó a
los congresistas con una denuncia penal.
Estos últimos se olvidaron del artículo 93
constitucional, que dice que los congre-
sistas no responden ante nadie por sus
votos y opiniones y procedieron a ciegas
y sin hacer nada, en actitud censurable.
Tiempo después se puedo realizar esta
elección de magistrados, sin interferen-
cia de nadie.
*****
Un punto adicional sobre las llamadas
political questions, que se acostumbra
traducir como “cuestiones políticas” aun
cuando más exacto sería decir “cuestio-
nes no justiciables”. Esto es una antigua
doctrina –que se remonta a los tiempos
del juez Marshall– que entiende que en
ciertos casos hay una deferencia a favor
del legislador y se declina la participa-
ción judicial en un determinado asunto,
sobre todo cuando es una atribución que
se señala como propia de otro órgano.
En términos generales, se deja de lado
asuntos que son o pertenecen a otros
poderes u órganos y se reconoce que, al
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existir liberalidad en ciertos mandatos
establecidos en la Constitución, es pre-
ferible no tocarlos. Y esto ha tenido un
largo desarrollo que ha permitido que
esta zona haya disminuido sensiblemente
en el tiempo –sobre todo a partir de la
Corte Warren– si bien queda un espacio
considerable para su utilización - (cf. J.E.
Nowak y R. D. Rotunda, Constitucio-
nal Law, Thomson & West, St. Paul, MN
2004, pp. 125-137).
Hay que lamentar que este importante
tema que ha dado origen a una vasta lite-
ratura en inglés, sea prácticamente igno-
rado entre nosotros, por el simple hecho
de no existir traducciones ni textos sobre
la materia. Lo que ha llevado a algunos a
señalar, en forma por demás desapren-
siva, que en nuestro medio “no existe
zona libre de control jurisdiccional”, lo
cual es totalmente falso (es curioso cons-
tatar como hace años este garlito se fil-
tró en algunas resoluciones del Tribunal
Constitucional). Hay que reafirmar, pues,
que sí existen zonas ausentes de control,
para lo cual, lo primero es ver que dice la
Constitución; y, en segundo lugar, ver si
de por medio se afectan derechos funda-
mentales. Es conocido el caso de las comi-
siones investigadoras del Congreso, que
tienen facultades de citación e investiga-
ción, si bien la jurisprudencia ha estable-
cido que, dentro del proceder de la Comi-
sión, debe respetarse el debido proceso
(procedimiento). Lo cual no afecta las
competencias de la Comisión.
El tema es de por sí interesante, y amerita
un mayor estudio que dejamos para otra
oportunidad.

ANEXO
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
DE LA REPÚBLICA
La SALA PLENA DE LA CORTE
SUPREMA DE JUSTICIA DE LA REPÚ-
BLICA, órgano máximo de deliberación
del Poder Judicial, en sesión extraordina-
ria de la fecha, por mayoría, acordó emi-
tir el siguiente pronunciamiento:
§ 1. El Tribunal Constitucional el día 23
de febrero de 2023 emitió la sentencia
recaída en el “Caso del control judicial
sobre las decisiones de los órganos del
Congreso” (Congreso de la República c.
Poder Judicial) proceso de conflicto com-
petencial, aunque publicada en el diario
oficial “El Peruano” el 9 de marzo último.
Esta sentencia no solo anuló resoluciones
dictadas por tres órganos jurisdiccionales
de primera instancia en sendos procesos
de Amparo en trámite, sino que denunció
la conducta funcional de los jueces que las
emitieron para la determinación de posi-
bles responsabilidades disciplinarias en su
contra –hecho de por sí grave–, y además
reiteró una exhortación al Congreso para
abrir la posibilidad de tramitar acusacio-
nes constitucionales contra los integran-
tes de los órganos electorales –con serio
riesgo de bloquear su autonomía y some-
terlos a un control político que, con bue-
nos argumentos, no autorizó el vigente
artículo 99 de la Constitución–.
§ 2. Como siempre hemos enfatizado, la
independencia judicial identifica la pro-
pia función jurisdiccional; es su máxima
garantía y cualidad nuclear y resguarda
el recto desempeño de la jurisdicción:
la resolución de los conflictos de forma
desinteresada y por medio de la ley. La
potestad jurisdiccional no es solo una fun-
ción, sino también es un poder que hace
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posible su misión de decir el derecho, de
proteger el ordenamiento jurídico. Por
ello, se garantiza al juez su independen-
cia, precisamente para que pueda fiscalizar
la actuación de los demás poderes públi-
cos en defensa de la legalidad y de la pro-
tección de los derechos de los justiciables,
sin que corresponda condicionar sus deci-
siones. Un principio derivado, mínimo en
estos casos, es que las opiniones judiciales
plasmadas en una resolución dictada en el
marco de sus competencias legítimas no
pueden ser materia de censura disciplina-
ria. Hacerlo es, además, poner en duda,
irrazonablemente, la idoneidad y la hono-
rabilidad de los jueces.
§ 3. El ejercicio de la potestad jurisdic-
cional, al que la Constitución le garantiza
un ámbito intocable por otros poderes
del Estado –sin interferencias, limitación
ni condiciones–, concretado en el marco
de los procesos legalmente estipulados,
más aún cuando se trata del control de la
actividad de los demás poderes públicos,
por su propia naturaleza de juzgar y hacer
ejecutar lo juzgado, no puede ser interfe-
rido por demandas competenciales, pues
estas se circunscriben, cuando del Poder
Judicial se trata, a las atribuciones guber-
nativas y administrativas de sus órganos
de gobierno y administración, en ámbi-
tos definidamente orgánico– competen-
ciales. El control de la legitimidad de las
decisiones jurisdiccionales, en resguardo
del valor de la seguridad jurídica, se ejerce
a través del sistema de recursos y, en su
caso, de los procesos de habeas corpus y
amparo cuando afecten derechos consti-
tucionales fuera del marco de un proce-
dimiento regular.
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§ 4. El control de constitucionalidad de
la actuación de los poderes públicos está
reconocido por la Constitución al Poder
Judicial en vía de control difuso y, ade-
más, en los procesos constitucionales de
la libertad –este no es exclusivo y exclu-
yente del Tribunal Constitucional–. Hoy
en día ya no se aceptan las inmunidades
jurisdiccionales del poder y, por ello, es
patente que se puede controlar el ejerci-
cio de los poderes discrecionales y lo que
antaño se denominaba “actos no justicia-
bles” o political questions –que siempre
tienen una dimensión normativa cons-
titucional y exigen que toda decisión
respete el mínimo de justicia y razona-
bilidad– aunque bajo determinados linea-
mientos muy precisos en protección de
los derechos y de la legalidad constitucio-
nal y ordinaria. La regla, por consiguiente,
es la de la plena fiscalización del ejercicio
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de estos poderes. Los ejemplos abundan
al respecto. Así pues, lo que no puede
aceptarse es minusvalorar la función de
la jurisdicción a cargo del Poder Judicial
ni, de facto, crear zonas de inmunidad de
jurisdicción en beneficio de otros órganos
del Estado, con serio riesgo de quebrar el
equilibro de poderes y apartarse del sis-
tema constitucional diseñado por nues-
tra ley fundamental.
§ 5. El Poder Judicial, en consecuencia,
no puede estar de acuerdo con las razones
aducidas por la aludida sentencia del Tri-
bunal Constitucional. Más bien, expresa
su preocupación por la concepción jurí-
dica que asume y resalta los graves efec-
tos que puede tener para la protección de
los derechos fundamentales de los ciuda-
danos y la independencia judicial.
Lima, 14 de marzo de 2023