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Amor Incondicional
Amor Incondicional
Amor incondicional
Maria Elena Rodriguez
«La última lección que todos nosotros tenemos que aprender es el
amor incondicional, que incluye no solo a los demás sino también a
nosotros mismos» – Elisabeth Kubler
El amor de los mapadres hacia sus hijos no está estipulado por ningún
requisito. No exige condiciones previas para que suceda. Es lo que le
diferencia del amor afectivo.
Nuestra familia nos debiera querer sin importar cómo somos, nuestros
errores o defectos. Sin tener que hacer nada para que nos amen,
simplemente ser nosotros mismos. El amor incondicional tiene un gran
valor durante los primeros años de vida y en el proceso de crianza en
general, porque es la base para el desarrollo de un vínculo de apego
seguro, y de toda la estructura emocional que el niño tendrá después,
en su edad adulta.
Un niño que se siente amado incondicionalmente, también se siente
cuidado, protegido y seguro. Por tanto, desarrolla una adecuada
confianza en sus propias capacidades. Se siente apoyado, desea
explorar el mundo y relacionarse con los demás sin miedo. Porque sabe
que siempre existirá un lugar seguro en el mundo al que poder acudir,
en el que se le cuida, se le protege y se le quiere: su hogar, su nido...
El amor no debiese ser un sacrificio. En realidad, que nuestros hijos
sean felices es una parte importante de nuestra propia felicidad. Y
nada protege más la felicidad de nuestros hijos que nuestro amor
incondicional.
La correcta combinación entre «amor» y «respeto» implica que,
aunque nos sobrepase la emoción, el temor o la preocupación por ellos,
seamos capaces de respetar y respetarnos. Amor es dejar ir a nuestros
hijos por su propio camino, es conseguir que nuestros objetivos o
acciones estén conectadas con sus necesidades y deseos. Porque, al fin y
al cabo, nuestros hijos no son de nuestra propiedad... Los preparamos
para que más temprano que tarde, vuelen.
Es muy importante entender que el amor incondicional va en orden
descendente de madres y padres a hijos y no es exigible al revés. Ya
que cada uno tiene un lugar y cuando nos disponemos a tomar nuestro
lugar, habilitando el orden en nuestra vida, hacemos que el amor fluya
en la familia.
De esa manera reconciliamos el pasado, nos ponemos en paz en el
presente y liberamos el futuro.
Este es nuestro gran servicio a la vida, como co creadores de un mundo
mejor, con la fuerza y la luz del amor que nos viene del Alma familiar.
Como saben quienes particioan de la comunidad de almas hace tiempo
me gusta estudiar con el maestro psicólogo Álvaro Bilbao, quien
acerca la neurociencia a las familias con un lenguaje simple y muy
aplicado a la vida cotidiana, el nos enseña a descubrir cuando es que
estamos practicando el amor incondicional, incluso sin darnos cuenta:
❤️Cuando día a día tienes que repetir los mismos mensajes como
“lávate los dientes”, o “no te levantes de la mesa”, "lávate las manos"
porque tardan años en adquirir algunos hábitos. Y lo sabes, pero
perseveras, así como sigues preparando tu taza de té caliente, y
dejándola en lo alto hasta que está fría... y con suerte la tomas durante
la mañana. Pero con amor insistes.
❤️Cuando les pillas pintado los muebles o la pared y les quitas los
lapices con cara de enojada, aunque por dentro te haya encantado la
escena, lo encuentres creativo y orgánico, pero lo limitas, porque sabes
que tienes que decir no.
❤️Cuando por más difícil que haya sido el día te sigues quedando a su
lado cuando apagas la luz porque quieres estar ahí para ellos. Verlos
dormir, sincronizar tu corazón con su respiración o ronquido de ositos
jaja